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00 : el inicio

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Domingo.

Asi es como mi familia y yo pasamos un domingo: en casa sin hacer absolutamente nada.

Un día exclusivo para descansar.

Bajo a la sala y encuentro a mi hermano mayor sentando en el sofá con la vista fija en la televisión frente a él. Juro que ni siquiera parpadeaba.

No tenía que ver la pantalla para saber que era lo que lo tenía tan entretenido.

Mi hermano es muy amante del fútbol, creo que los hombres traen algo en su adn que los hace amar ese deporte con locura, porque todos los hombres que he conocido son fans a morir del fútbol. Algo que simplemente nunca entenderé.

Me siento a su lado robándole la bolsa de patatas.

—¡Oye, esas ni te gustan! —se queja pero sin despegar la vista del televisor.

Me llevo mi puño lleno de patatas a la boca y mastico con ganas. Disfruto del crujir de las papas entre mis dientes.  Su sabor a queso no me desagrada pero yo prefería las picantes de un rojo intenso y que los dedos se me queden marcados del color por días. Sin duda, esas papas eran un placer irresistible para mi paladar. 

—Quitamelas entonces —sólo lo hacía para molestarlo.

Él mueve la mano en mi dirección pero como su atención esta completamente en el partido, sus movimientos se quedan en intentos torpes de quitarme la bolsa sin conseguirlo, mientras yo disfruto burlarme de él.

—No van a meter 2 goles si dejas de ver la televisión, eh —digo entre risas.

Finalmente voltea a verme y me arrebata la bolsa de un tirón.

—Ja, ja, ja —rié irónico y se lleva una patata a la boca para volver a enfocarse en el partido.

—¿No íbamos a ver una película con mamá y papá?

—Si, cuando termine el partido —responde obvio.

—Ah —hablo desganada y por primera vez dirijo mi mirada hacia la televisión donde estaba viviendose un partido del barça contra no sé que equipo.

Alex es todo un culé por eso reconocí las camisetas azul y rojo tan distinguidas del equipo. Fuera de esos colores y algún nombre que he escuchado a mi hermano mencionar, no sé nada.

0-0 con 70 minutos. ¿Podía ser mas aburrido?

—¿Quiénes juegan?

—El barça y el Betis —responde rápido sin perder el balón de vista. —Nooo, joder —se pone de pie y se pasa las manos por la cabeza, poco le importaba despeinarse.

El equipo contrario había metido gol y mi hermano estaba que se moría del coraje.

—Ya ganarán otro

—Todos los partidos son importantes, es ganar o nada —estruja la bolsa de las patatas ya vacía en sus manos.

Hombres.

—Por tu salud mental y física mejor le cambio —trato de alcanzar el control sobre la mesa de centro. Pero él se adelanta y lo agarra antes que yo.

—Orita metemos gol —vuelve a sentarse con el control en la mano y yo suspiro con pesadez.

El partido estaba por finalizar, 90 minutos en el marcador y Alex aún albergaba la esperanza de que el barça iba anotar gol.

—¡¡¡GOOOOOOOOOOOLLL!!! —se levanta de un salto y grita como loco.

No me lo creía.

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, no?

—Igual no ganaron —dibujo una sonrisa malvada en mi rostro. Me gustaba picarle.

—Empate es mejor que perder, todo es mejor que perder

Tiene razón pero no lo admitiria.

Pasan la repetición del gol y esta vez se observa desde un mejor ángulo y con mayor claridad al jugador mientras mete el balón a la portería.

El joven futbolista muestra su pasión por el equipo al besar el escudo de su camiseta, luego levanta los brazos en el aire, y se le unen otros jugadores para celebrar también. Inconscientemente ladeo un poco mi cabeza al notar que fácilmente podría tener mi edad, y honestamente, es muy atractivo.

—Gavi es un crack

—¿Quién? —salgo de mi trance y volteo a ver a mi hermano.

—El que acaba de meter gol —señala al jugador con el número 30. —Todas las chicas se mueren por él

Ni siquiera me había percatado del nombre y el número impregnados en la camiseta.

—Pero deja de comértelo con la mirada, qué asco

No me di cuenta de que había vuelto a mirar al jugador hasta que escuché a Alex.

—¿Qué no estábamos viendo el partido? —me defiendo. —Pues eso estoy haciendo

—No me digas que te gustó —niega con la cabeza mientras se lleva una mano a su frente.

—Tengo ojos y pues no esta mal —me encogo de hombros.

—Mujeres —rueda los ojos.

—Hombres —lo imito y me dirijo a mi habitación.

—¡Ya no eres mi hermana! —grita desde la sala cuando voy subiendo las escaleras.






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