
Uno
—Buenos días, señor Jung. Tome asiento, por favor. Vamos a empezar. — Fueron las palabras de bienvenida de aquel hombre enfundado en un traje a la medida color beige, alto y de tez morena, con una bata blanca que dejaba al descubierto su profesión—. Soy el doctor Kim y estaré al cargo de su caso a partir de ahora. —declaró el hombre, sentado en una amplia silla de cuero negro, frente a un sofá del mismo material y color en una oficina completamente blanca y con decoración minimalista. —Jung Hoseok, veintiséis años, maestro de danza moderna y contemporánea en la academia de artes de Seúl. —Leyó el expediente el doctor Kim— ¿Algo más que agregar a la descripción, señor Jung?
Hoseok se le quedó mirando inexpresivo. Sabía perfectamente por qué estaba ahí sentado frente a un psiquiatra, que también conocía los detalles ¿por qué hacer tanto drama con las preguntas innecesarias?
—No, doctor. No hay más que agregar. Ese soy yo y los dos sabemos por qué estoy aquí, así que al grano. Su tiempo es valioso y el mío... pues, es sólo tiempo.
El doctor Kim tomaba nota de cada palabra y gesto de Hoseok en una pequeña libreta apoyada en su pierna izquierda, cruzada sobre la derecha en aquella enorme y cómoda silla, prestando especial atención a su tono de voz y su postura relajada, pero no desinteresada.
Kim NamJoon, era el psiquiatra de turno en el centro de atención Gongjiam, el hospital psiquiátrico sobre el que rondaban muchos rumores y leyendas urbanas, pero uno de los más conocidos y recomendados del país. Era el médico encargado de atender a los pacientes que llegaban allí con trastornos de personalidad, demencia y esquizofrenia, específicamente a los casos más graves.
En esta ocasión, se le había asignado al chico que tenía frente a él, aparentemente con un trastorno psicótico grave, acompañado de esquizofrenia en un nivel no muy avanzado. Debía observar y analizar el comportamiento de su nuevo paciente y determinar las posibles causas del trastorno y las verdaderas razones que lo llevaron a cometer las faltas que lo condenaron a un hospital mental y no a una celda en la cárcel, como inicialmente se requería.
—Es un buen indicio que seas consiente de tu situación, Hoseok ¿Está bien que te llame por tu nombre? —cuestionó de manera suspicaz el doctor Kim.
—Como guste, doc. Ya no importa nada.
Hoseok no estaba loco, pero lo trataban como tal y la verdad es que no le importaba. Lo hecho, hecho estaba y no iba a cambiar, además de que no se arrepentía de nada. Sólo hubiera querido darse cuenta antes que todo lo que hizo no valió verdaderamente la pena, o quizás sí. Nunca se sabe.
—Bien, Hoseok. Cuéntame tu historia desde el principio. Quiero saberlo todo para poder entenderte y ayudarte.
—Nadie puede ayudarme, doc, eso hasta usted lo sabe. Por algo estoy aquí, pero le diré que no estoy loco como todos piensan y si me van a sacar de aquí para mandarme a prisión, no me importa. Las cosas que hice no son de celebrarse, mucho menos de premiarse y a este punto, seguir teniendo mi alma es un simplemente un bono.
El doctor siguió tomando notas, al mismo tiempo que Hoseok hablaba.
Realmente el chico había tomado malas decisiones en su vida como todo hombre joven, pero nunca se imaginó terminar ahí donde estaba, frente a un loquero, acusado de demente por las cosas que hizo. No negaba ninguno de sus actos, era verdaderamente consciente de ellos, eso no lo convertía en un loco que necesitara estar en un psiquiátrico, rodeado de gente que sí estaba enferma, tomando pastillas que no mejorarían nada (porque él no las necesitaba) y siendo estudiado por un médico que no iba a creer nada de lo que le dijera.
Pero así había terminado todo, después de creer que sería feliz con alguien que se merecía, según él, el fin que tuvo.
—Bien. Entonces, quiero escuchar con tus propias palabras todo lo que sucedió el treinta de diciembre del año pasado. Cada detalle es importante, no te guardes nada y, sobre todo, dime lo que sentiste y las verdaderas razones de por qué lo hiciste. Todo será documentado para fines estrictamente de tu tratamiento y nada será revelado, a menos que la fiscalía lo considere necesario. —El doctor Kim sacó de su bolsillo una pequeña grabadora a pilas que colocó en el ancho reposabrazos de su silla luego de encenderla y mostrarle a Hoseok con un gesto de su mano que la maquinilla estaría grabándolo todo.
—¿Qué quiere que le diga, doc? Todo está en el expediente. Se lo dije a la policía, al fiscal y al psicólogo que me atendió antes de usted. Solo léalo y ya. —Las palabras salieron casualmente de sus labios y su mirada demostraba mera y pura tranquilidad con un atisbo de cansancio. —Pero si realmente todo este teatro es necesario, se lo diré. Preste atención y no me interrumpa porque será la última vez que lo repita.
Hoseok se acomodó en su sitio, recostado en el sofá con los pies en el reposabrazos y la cabeza sobre un mullido cojín, miró al techo blanco como lo eran las paredes y todo en la habitación y con un suspiro comenzó a relatar toda su mierda hasta el día en que se dio cuenta de que estaba más que jodido.
—Hace cinco años, cuando comencé a trabajar como instructor en la academia de artes, conocí a un chico muy guapo, cabello gris, ojos del color del chocolate y una preciosa sonrisa cuadrada que contagiaba a cualquiera a su al rededor. Era un poco extraño, su personalidad cambiante lo hacía alguien único y especial. Se mostraba realmente como era solo con quienes consideraba dignos de su confianza, no reparaba en decir lo que pensaba y si alguien no le caía bien, lo demostraba. La hipocresía no era lo suyo. Era el instructor de actuación para los del primer bloque. Su nombre... su nombre era... Taehyung, Kim Taehyung. El mismo apellido que usted tiene, doc. —dijo con una risilla sin gracia. El doctor solo lo observaba y de vez en cuando anotaba algo en su libreta—. Me impresionó desde el primer momento ¿A quién no? Me gustó, fue como amor a primera vista y por casi un año desde entonces traté de acercarme a él. Fue fácil hacernos amigos, él decía que mi personalidad era radiante y que transmitía alegría a todo el que estuviera cerca de mí, que era como un sol que iluminaba y calentaba los corazones de las personas; pero solo me quería como amigo ¿sabe? Me lo dijo cuando le confesé que me gustaba. Malinterpreté sus acciones y gestos, su forma de ser conmigo, pero yo ya estaba enamorado y no estaba dispuesto a rendirme. Me propuse conquistarlo y no rendirme hasta lograrlo. Lo quería para mí y haría que él me quisiera de la misma forma que yo a él. —Hoseok hizo una pausa para tomar una fuerte bocanada de aire. Ahora era cuando comenzaba la verdadera historia y no es que le fuera difícil contarlo, era su verdad, la realidad de todo lo sucedido. Las cosas que hizo en nombre del amor y hasta dónde fue capaz de llegar por ello.
—Intenté conseguir que me viera más que como un amigo. Durante un año hice todo lo que se me ocurrió. Le invité a salir, a comer, bailar, al cine, al teatro. Le regalé cientos de flores, los discos de su banda favorita, lo llevé a cada concierto de ese grupo que a mí no me gustaba, pero por él, sería el fan número uno de esos putos cantantes, pero nada funcionó. Dos años desde que lo conocí y seguía siendo solo su amigo. Incluso me dijo que me consideraba el mejor y eso dolió. No quería ser su mejor amigo, quería ser su novio, su pareja, que me amara. Entonces hice lo que nunca pensé hacer. El primer acto que hizo que un fiscal me considerara loco, pero no es así, doc, no estoy loco porque lo que hice fue real, tal vez desesperado e inusual, pero no es cosa que solo los dementes hagan. Todos alguna vez hemos oído sobre esas cosas y muchos otros lo hemos intentado. Otros, tal vez, solo han sido testigos o lo toman como un juego, pero yo lo tome como una medida desesperada.
—¿Qué hiciste, Hoseok? —Lo interrumpió el doctor, al ver que su expresión se ensombrecía.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro