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XXX. All your angels

XXX. Todos tus ángeles.

❝No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, cariño.

Así que dime que me quieres otra vez.❞

━━ ˓ ֹ 𖥻  ES LA PERSONA QUE MÁS AMA QUE TERMINA DESTRUYENDOTE. Amar es perder la cordura dicen los eruditos y el rey de los siete reinos ya había tenido suficiente, sin embargo, la necedad aun lo hacia esclavo de sus acciones por que, el abandonar a Rhaenyra Targaryen no se encontraba en sus planes aunque la infelicidad lo sumergiera, masoquista podría ser o adicto al dolor, es una mejor opción.

Al momento que  su mujer  se a sincero con él, deseo atacarla con palabras hirientes e incluso pronunciar la presunta bastardía del niño que gestaba, no obstante, se contuvo pese a la desolación que lo conmovía. Quizás, en tomar distancia un par de lunas sentarían el malestar o por lo menos apaciguaría la colera en el turbulento matrimonio. 

— Hubiese preferido morir— murmuró el consorte real tras dar un sorbo largo de alcohol. No era común que el señor de los mares estuviese bebiendo licor en uno d ellos bares de mala muerte en el desembarco pero, al parecer el estrés de lo que ha estado viviendo cobró factura.

— No comiences titubear incoherencias, hermano — regañó Ser Laenor,  tercer hijo de Lord Corlys Velaryon y hermano menor de Rhagnar Velaryon— tienes una familia que proteger.

Rhagnar golpeó la mesa con la palma de su mano causando que las bebidas se tambalearan, alzo la mirada  virando aun par de ojos violáceos y almendrados.  Soltó una carcajada recargada de ironía.

— Mi familia esta quebrada— murmuró lo suficientemente bajo para que solo los acompañantes lo escucharan— la mayoría de mis hijos muertos, mi esposa me deshonro más encima que tiene una criatura en su vientre que posiblemente le pertenezca al imbécil ese.

— Al igual, existe una posibilidad que sea tuyo— carraspeó el guardia de la reina, la capa protectora del matrimonio, Ser Harwin Strong— los rumores son codiciosos. Tú junto a la reina están en boca en boca por lo menos, disimulen el mal momento.

— ¿Mio?— carcajeó como si se tratara de un buen chiste— vaya mierda mi vida.

— Solo ruego que escuches el consejo de Harwin, hermano — intervino Laenor preocupado por las ultimas actitudes de su hermano.

Aquella conversación nocturna tuvo represarías en los días venideros. Pasaron de estar alejados a  hallarse demasiados juntos pues, donde quiera que estaba la reina a su lado tenia a su esposo, sosteniéndole la mano, abrazándola, robando escasos besos e incluso en silenció desafiando con la mirada a Daemon Targaryen quien, supuestamente habían limado perezas tras anunciarlo segunda mano de la reina.

— No es necesario que me acompañes, esposo — dijo la mujer que caminaba a pasos decididos.

— Si queremos que nuestra hipotético reconcilio continue a pie por lo menos demostrémoslo verdadero— sonrió forzadamente — si tanto te disgusta mi presencia ruégale a los dioses que me separen de ti pero, mientras eso ocurre visitaré a nuestros hijos legítimos contigo.

Sin mencionar nada más, el matrimonió se dirigió a los aposentos de los infantes. Los pequeños los esperaban impacientemente  pues la inocencia había sufrido demás y por lo menos, las heridas de guerras se apaciguaba cada vez que estaban delante de sus padres. Aethan Velaryon  acompañado de Aegon Velaryon recibieron a los adultos con un caluroso abrazo.

Rhaenyra y Rhagnar permanecieron tanto tiempo que pudieron; contaron increíbles historias sobre a conquista, jugaron, rieron como si el quiebre jamás hubiese existido, sin embargo, al estar al borde de que los niños se perdieran en los sueños un estruendo los alerto; el guardia real, amigo y leal a la corona, Harwin se adentro agitado.

— Nos han informado que— tomó una bocanada de aire— rocadragón ha sido capturada por un desconocido... Los rumores indican que desean armar una conspiración contra su alteza.

Rhagnar beso la cabeza de Aethan consiguiente la de Aegon; » duerman, mis niños« les ordenó con dulzura.

—  organiza una flota con un par de guardias— le dirigió la mirada a Harwin—  yo mismo tendré la cabeza del traidor.

— Como mande, mi señor — se inclinó— con su permiso.

Cuando el guardia abandono a toda prisa la habitación, los niños Velaryon se alzaron a pie siguiendo a su padre, fierudos, demostrando la sangre que poseían.

— Iremos contigo, padre—  siseó Aegon con la determinación.

— Ni en un millos de años, hijos mío— se interpuso Rhaenyra colocándose a la altura de los más pequeños— ustedes deben ser protectores del reino en nuestra ausencia.

Rhagnar ahora observó a su mujer.

— ¿Nuestra? — inquirió— solo iré yo con Harwin. Dado a tu condición te quedaras aquí.

— Soy la reina — respondió con obviedad— quieras o  no estaré a tu lado, esposo. Donde tú vayas, yo iré hasta que los dioses infames decidan que así no sea.

El consorte asintió con el anhelo reprimido de protestar pero, sabia que la terquedad de la Targaryen era un caso que podía perder con facilidad. Abrazo a sus  únicos vástagos vivos con fuerza dando entender que esa seria la despedida por que luego no tendría tiempo de verlos por la urgencia del asunto, les sonrió.

— No se vayan — vociferó Aethan— al menos considérenos. Quiero luchar por ti, madre,

como mis hermanos hicieron. Déjame demostrarte que soy tan valiente como ellos lo fueron.

Rhaenyra boqueo dispuesta a darle la negativa pero, fue inmediatamente interrumpida.

— Ya tuvimos muchas perdidas por nuestra negligencia en el campo de batalla, hijo — suspiró Rhagnar — no permitiré que un movimiento mal cobre sus vidas. No quiero enterrar a más de mis hijos, los quiero conmigo, así que ustedes lucharan de otras maneras que aporten al reino, a tu reinado Aethan, así que declina a esa absurda idea y regresen a dormir.

Sin más Rhagnar se marcho dando un portazo. Camino con dificultad bajo la disposición de ir a colocarse la armadura de combate e irse cuanto antes, ni un solo rebelde se le escaparía entre los dedos. Una vez que llegó, se aseguró en tener la armadura completa además que el aparato que la ayudaba a dar movilidad estuviera bien adherido a sus piernas.

Lo hacia todo por amor. A la cúspide de lo desconocido se sumergía nuevamente y sin más se marcho a las afueras de la fortaleza roja donde el batallón lo aguardaba. 

— Yo lo escoltaré, mi señor —Harwin se coló en el campo de visión del Velaryon.

Rhagnar asintió con la confortabilidad de que todo saldría bien o por lo menos tratar de disipar el mal presagió que lo sacudía, suspiró, e inmediato se enlistó en la embarcación que zarparía.  Avanzó por el barco, verificando que todo estuviera en orden además que el arsenal de guerra al menos operara bien pues, desconocía la situación de la captura de rocadragón.  Quito la mirada del mar azulado a lo que viro aun extraño bulto cubierto por paja y una manta, se dirigió hasta ese pero, al inclinarse sintió un tacto delicado en la muñeca.

— Creí que te irías sin mi, esposo — la voz de la reina lo saco del embelesamiento— al menos logré llegar a tiempo. El príncipe Daemon esta al tanto de lo ocurrido por lo tanto, lo nombre rey regente ante nuestra inesperada ausencia.

— De hecho, mi cometido era zarpar antes de que llegaras pero, eres escurridiza — suspiró, la observó fijamente— así que, te despedías de Daemon.

El hombre se distanció como si una barrera invisible de repente se hubiese puesto y  retorno a la posición anterior,  vislumbro el mar que parecía una excelente compañía a su soledad de hecho, las voces se su gente dando mandos paso por desapercibido ni siquiera se inmuto o se digno a ser el quien vociferara. 

— Solo asistí como reina — suspiró agotada— dejemos ese tema enterrado en lo más profundo. Cuéntame, ¿has pensado en nombres para nuestro hijo?

Un silenció tan largo los sepulto. La brisa desordenaba los cabellos de los adultos, congelaba las entrañas; Rhagnar no tuvo el valor de responder o de proponer una idea porque después de todo nunca visualizo un futuro criando aun bebé que no era suyo, quizás, un padre ausente seria aunque la idea de ser papá una vez más no le disgustaba tanto.

— Me gustaría Baelon— dijo Rhaenyra tratando de calmar la incomodidad— un honor a mi abuelo y difunto hermano.

Desistió al querer de entablar una conversación, sin embargo, los reyes permanecieron juntos. Absortos de las adversidades que los acompañaba; Rhaenyra tantas veces se reprocho por haber faltado al respeto a su matrimonio pero, el egoísmo mezclado con la tentación dio como fruto un juego perverso, se arrepintió por el dolor generado además de lo ciega e inmadura que fue por solo pensar en ella y no ver más allá, su esposo la necesitaba tanto.

— El niño es nuestro — declaró firmemente— lo presiento, esposo. Confía en mí, por favor.

Esas palabras se trataron de un baldado de agua helada llena de ironía de la vida.

— ¿Confiar?— cuestionó, atreviéndose a verle por el rabillo del ojo— dime, ¿que gane con eso la vez que confíe? solo me destruiste.

— Te lo imploró — las lagrimas hicieron acto de presencia y de repente abrazo el torso del Velaryon— Te amo, te amo te amo, siempre y para siempre Rhagnar.

No obstante, al estar a punto de responder Ser Harwin se interpuso manifestando que habían llagado al destino.  El ambiente se percibió más pesado de lo usual añadiendo que en el cielo nocturno ni siquiera una estrella se asomaba, el aire frio calo  hasta los huesos de cada soldado que los acompañaba e incluso el vapor al respirar era notorio; rocadragon se notaba tan distinto a la vez que se pavonearon por ahí. Estuvieron a nada de bajar a no ser por el movimiento inusual de un bulto del barco a lo que Rhagnar luego de tanta sospecha descubrió, hebras doradas aparecieron en el campo de visión.

— ¿Qué haces aquí, Aegon? — inquirió el señor de los mares— deje estipulado que...estuvieras en la fortaleza.

— No quiero perderlos — se defendió avergonzado— pero, me aseguré que Aethan se durmiera.

— Ven, hijo— suspiro Rhaenyra tomando al pequeño de la mano— cuando regresemos tendrás tu consecuencias.

El infante no alego. Bajaron del barco y caminaron a las puertas de rocadragon, sin embargo, ser Alfred Broome fue quien los recibió cosa que disgusto al consorte real, no era que no se fiara pero aquel hombre desde que tenia memoria le inspiraba advertencia de traición; Rhaenyra a cambio no guardo los modales, se aferró la mano de su hijo, ser Harwin con disimulo fue tomando el pomo de la espada que reposaba en la cadera » ¿Por qué Ser Robert no nos recibió, Alfred? no malinterprete me agrada que hayas venido aunque es raro no verle recibir a su reina«

Una sonrisa perversa se asomó e inmediato los orbes gentiles tocaron un trasfondo diferente.

— Pronto se reunirán con su querido amigo, altezas— pronunció la amenaza. Ser Harwin desfundo la espada, Rhagnar se coloco frente a su esposa como si se tratara de un escudo, y tan deprisa en un pestañeo su guardia había sido desarmada por traidores que confrontaron.

— Esto es traición— la rabia  consumió al señor de los mares. Tal vez, por que no previno el grado del peligro y no insistió en ordenar más tropas.

— Lo sé— sonrió ser Alfred— pero, no estarán con vida para culparme.

Los obligaron adentrarse a la fortaleza; el horror de los cuerpos de aquellos que eran leales, el olor a carne chambuqueada era horriblemente notorio, el corazón de Rhagnar dio un vuelco.

— ¡Huyan! — exclamó el hombre al haber caído en la trampa.

Todo demasiado tarde. La guardia había sucumbido y el único de pie dispuesto a combatir era Harwin Strong que se negaba rendirse por lo tanto, entre empujones los dirigieron al patio de armas. Rhagnar  no le causo sorpresa al observar a ese que doblego el castillo, se regocijo al notar lo deteriorado que se encontraba.

— Primo y hermana —gritó desde un balcón. 

— Tanto tiempo, primo— siseó Rhagnar dando un paso hacia delante aunque Harwin lo tomo de la muñeca— que mal que desaprovechas mi misericordia en querer desafiarnos.

Incapaz de caminar, e incluso de ponerse en pie, lo habían transportado en una silla. La cadera destrozada en Reposo del Grajo lo había dejado deforme y contrahecho; sus facciones otrora agraciadas se habían ablandado por la leche de la amapola, y las quemaduras le cubrían la mitad del cuerpo. 

—Querido hermano, esperaba que estuvieras ya muerto— pronunció sin titubear.

—Tú primero —contestó Aegon—. Eres la mayor.

—Me complace saber que lo recuerdas —respondió Rhaenyra con la disposición de desafiar pero, de repente fue interrumpida.

— Tal parece que olvidas lo que hice en un pasado por ti, Aegon —Rhagnar le dio la espalda al usurpador así se dirigió rápidamente a su esposa e hijo y les susurró— voy a sacarlos de aquí ¿si?

Aegon II estaba más pálido, sujetando la mano de la reina. Visualizo a su padre  percibiendo la confianza en sus palabras ¿acaso no se había percatado la situación tan trágica que lo encrucijada?

El hombre más leal de la reina Rhaenyra Targaryen estaba dispuesto a demostrar una vez más la fidelidad por ella. En apuros dio un paso al frente desafiando la muerte, se despegó de su esposa y le sonrió a su hijo, aún así el panorama era incierto e irónicamente varías espadas amenazaban en rajarle la cabeza... lo cierto es que, tuvo el valor para desafiar al Usurpador.

— Ganemos la justa como hombres valerosos, primo — dijo con un tono conciliador— recuerda lo que realice por ti: tú madre, esposa y hijos continúan con vida sumando que te perdone la tuya. Si asesinas a la reina te aseguró que morirás de la manera más tortuosa dado que, Daemon Targaryen esta esperándonos.
—¿Quien dijo que yo era justo?—contrataco, bordando una sonrisa lúgubre en los labios— bien, enhorabuena conocerás mi lado amable.

Los hombres de Aegon II arrastraron a la fuerza a Rhagnar directo al centro del patio. Rhaenyra lanzo un gritó implorando piedad a su hermano pero fue detenida por lo brazos de Harwin cual parecía entender las miradas del señor de los mares. Ser Marston se hizo detrás del Velaryon y sin piedad dio una patada a las piernas que, como un papel se rompieron de inmediato provocando un sonoro grito; Rhagnar cayo a suelo aunque se apoyo con las manos, giro el rostro hacia su esposa cual suplicaba llorosa, le sonrió.

Debió amarla más cuando tuvo la oportunidad o por lo menos no dejar que el resentimiento se apoderara, se lamento.

— Laenys— dijo agitadamente— si es niña, Laenys.

— ¡No quiero perderte! — vociferó con la voz queda— tómame a mi, Aegon,por favor.

Aegon II soltó una carcajada.

— Verte sufrir es mi pasatiempo preferido— declaró risueño— ¿Ultimas palabras, primo?

— Yo no quiero perderte a ti, esposa— susurró apenas con aliento— déjame morir como un héroe, ese es el hombre que quiero que tu y mis hijos recuerden. Amarte fue mi salvación, siempre, fuiste el ancla de mi vida tan desordenada, fuiste mi pagana apasionada, fuiste esa que le coloco un propósito a mi existir y eres esa que moriría una cien mil veces más con tal de verte sonreír.

 Al principio, Fuegosolar no pareció interesarse en demasía por la ofrenda, hasta que Broome apuñalo constantemente el abdomen  al hombre que en aquellos lentos segundos le sonrió a su mujer mientras la sangre caía de su boca. El aroma de la sangre revivió al dragón, que olisqueó al consorte y luego la bañó en una descarga de llamaradas tan repentina, que a ser Alfred se le incendió la capa mientras se apartaba. Rhagnar Velaryon tuvo tan solo tiempo para alzar la cabeza al cielo y proferir a gritos una última maldición contra Aegon II , antes de que las fauces de Fuegosolar lo acometieran y le arrancasen un hombro con brazo incluido. 

Rhaenyra lanzo amenazas  entre lagrimas que fueron ignoradas al usurpador, mientras que el hijo de la reina, Aegon el Menor, observaba horrorizado, incapaz de moverse. Rhagnar Velaryon el deleite del reino ,el señor de los mares Medio Año y el verdugo de la reina, abandonó este valle de lágrimas el vigesimosegundo día de la décima luna del año 130 después de la Conquista de Aegon. Contaba con treinta y  cuatro años.

FIN.

ESPERA AL EPILOGO.

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