I. The sad ballad of the crown princess.
I.La triste balada de la princesa heredera.
❝ Aquí es donde todo comienza.❞
¡NO LECTORES FANTASMAS, POR FAVOR! :C
━━ ˓ ֹ 𖥻 EL JOVEN VELARYON ESTABA PREPARADO PARA ENFRENTARSE CONTRA EL PRÍNCIPE CANALLA, sin embargo, cuando la justa estaba por dar apertura de un momento a otro todo se detuvo o por lo menos ocurrió tan rápido que no le dio tiempo para procesar. Obligaron a Rhagnar a bajar del corcel y aunque el muchacho protesto, lo silenciaron con bruscas palabras que lo dejaron sin aliento.
— La reina murió, señor — anunció el hombre fornido que se situaba delante de él, escéptico.
— ¿Cómo?
Por reflejo, alzo la vista directo al palco donde ubicó la ausencia del rey y la princesa. Agudizó la vista hasta tropezar con los orbes violáceos de su madre que, mostraba una profunda tristeza (quizás, la noticia ya había allegado a sus oídos.) Por lo que, Rhagnar entregó apresuradamente el casco cuál protegía anteriormente la cabeza, y corrió a los adentros con intenciones de cambiar de vestuario.
Regresó al mismo atuendo cómodo de un inicio, así mismo, empezó a moverse por una serie de atajos que era totalmente desconocido para él. No le daba importancia si se llegaba a perder, pues, necesitaba de alguna forma acortar camino. Se desconcertó al momento de tropezarse con una jovencita que para sus adentros admitió lo atractiva que era a simple vista, era como una dama de la corte u alguien importante, en vista de que, la había distinguido en las gradas durante el torneo.
— Señorita, podría indicar...— las palabras quedaron en el aire, pues, la mujer continuó de largo e ignorando, sumamente angustiada.
Rhagnar la siguió. Una vocecita interna le susurraba que, ella lo guiaría al sitio que necesitaba, por lo tanto, dejo que los instintos suyos lo sometieran. Así fue, a los pocos minutos accedió a un pasadizo concurrido, así mismo diviso a su familia junto a quien sería el rey.
— Rhagnar, hijo mío — la áspera voz de lord Corlys provoco que uno que otro desconocido lo atisbaran de arriba abajo.
Dudoso se aproximó directo a sus padres y hermanos. Escucho las vagas palabras de consolación de Corlys hacia el rey, mientras que al lado de él estaba su madre, tratando reconfortándolo debido a la reciente perdida. Los ojos violetas buscaban a la princesa, que al parecer la tierra la había consumido con ella, dedujo que adentro de los aposentos no estaría, ya que allí se encontraba las "hermanas silenciosas" envolviendo el cuerpo de la difunta.
Desinteresado por la conversación con el rey de los siete reinos, decidió proseguir en la búsqueda de aquella femenina que lo cautivo a primera vista, quizás, estaba sumergida en la melancolía profunda. Perdió la noción del tiempo en la indagación, no obstante, encontró una entrada peculiar, cuya entrada era alumbrada por débiles fulgores, y allí la princesa estaba arrodillada ante los dioses.
Se percató de un débil sonido proveniente de la femenina, un chillido que se desgarraba de adentro de su alma, sollozos que exclamaban el dolor que la hundían. Inseguro, dio unos cortos pasos hasta situarse al lado de la joven.
— Quiero estar... sola— dijo en un apenas audible susurró— no deseo una falsa simpatía...
El hombre atisbó a la dama por medio del rabillo del ojo. Se aseguró en guardar cada pequeño detalle del rostro ajeno, cada lunar, borrar las lágrimas que yacían enjugando los pecados de ella. Torpemente, pretendió rezar a los santos que no predicaba, y darle compañía a un ser que lo necesitaba.
— No me atrevo a decir que entiendo tu dolor, pero— suspiró, y se osó a vislumbrar a la joven que reposaba aún costado— la reina combatió la batalla más feroz que ni el más preparado caballero asumiría, una mujer con una voluntad digna de un dragón y que ahora vive en la hija que crio. Lo siento, mi princesa, por la perdida de tu madre.
La princesa se mantuvo en un sepulcral mutismo, sollozando, hipeante tratando de contener el sentimiento de impotencia que rugía en el interior de esta.
— R... Rhagnar Ve..Velaryon, ¿no es así? — cuestionó a lo que el nombrado asintió— agradezco... a que te compadecieras... Aun así...
— No me debo a entrometer aún padecimiento que no entiendo — interrumpió, sin titubear, coloco la mano encima del antebrazo de la femenina— desconozco el sufrimiento que deja la muerte, pero, permite que un pecador como yo me consuma de ti, mi princesa. Recarga el tormento en mí.
La princesa sonrió con debilidad o fue el dibujo de una mueca que atisbo el contrario. ¡Le parecía increíble que un desconocido ocupara el lugar donde debía estar su padre! Accedió a dejarse llevar por la nebulosa emociones, lloró con fuerza mientras sentía un suave masaje detrás de la espalda, suponiendo que se trataba del joven que la acogía tan familiarmente.
Estuvieron al calor de las tenues velas hasta que la última llama se agotó, dejándolos con una suave brisa, una indolora, casi que perforaba las pieles de ambos.
—Es hora de descansar, princesa — se levantó, aunque en el proceso juro que las rodillas se entumecieron debido al helado suelo.
— Es asombroso — suspiró e ignorando el muchacho— mi padre obligó a mi madre a parir más herederos muertos. Es insufrible ser mujer, Rhagnar, seguir órdenes de hombres y así ser un artilugio para fabricar los mejores bebés, en serio, no deseo casarme si la voluntad de los dioses es esa.
El muchacho Velaryon contempló con admiración cada palabra que surgía de la princesa. Por un breve instante, vislumbró, más allá de la carne y hueso, el alma de una guerrera enjaulada. Notó la ferocidad con la que sería una reina en un futuro, tal vez, el destino de esa joven era gobernar los siete reinos y él estaría dispuesto a jurarle fidelidad.
Colocó la mano enfrente de la muchachita y esta le brindo una de las mejores sonrisas (de esas que enamoran), las pieles chocaron generando una sensación mágica en sus adentros. Se quedaron mirándose por segundos, logrando descifrar el misterio de cada uno, sin embargo, aquella íntima cercanía se vio interrumpida ante la llegada de la que parecía ser la mejor amiga de la princesa.
— El rey te necesita, Nyra — dijo de sopetón, suave.
Rhagnar desvió la atención hacia la recién llegada, boqueó y un sentimiento de indignación evoco.
— A ti te conozco, señorita— habló apresuradamente— eres quien me ignoró.
La Targaryen suspiró, frustrada.
— Nos veremos después joven Rhagnar — le sonrió antes de enroscar un brazo con el opuesto de la recién llegada.
¡Oh, pobre Rhagnar que conoció una mujer que de verde era su sangre, y su destino enmarcaba el negro, la perdición.!
¡Oh, Rhaenyra bendecida por encontrar a quien sería su protector pero, maldecida al sisear al lado de la serpiente disfrazada de cordero!
Cuando el funeral de la reina Aemma Arryn se conmemoró, el heredero de Driftmark estuvo al tanto de la condición de la princesa Rhaenyra, de tal modo que fue el único que se atrevió acercarse para brindar una consolación. Un detalle que no paso por desapercibido por muchos ni de su propia familia, los Velaryon.
El rumbo de aquellas almas cambiarían a partir de ese momento crucial.
NOTITAS:
—Rhagnar fue el primero que se enamoró,si, a primera vista, pero ¿quien caera más fuerte?
Me emociona la relación de ellos dos, lo admito.
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