ACTO I: 𝖙𝖍𝖊 𝖘𝖔𝖓𝖌𝖘 𝖔𝖋 𝖙𝖍𝖊 𝖕𝖗𝖎𝖓𝖈𝖊𝖘𝖘 𝖆𝖓𝖉 𝖙𝖍𝖊 𝖉𝖗𝖆𝖌𝖔𝖓 𝖉𝖎𝖘𝖌𝖚𝖎𝖘𝖊𝖉 𝖆𝖘 𝖆 𝖘𝖊𝖗𝖕𝖊𝖓𝖙.
ACTO I: 𝕷𝖆𝖘 𝖈𝖆𝖓𝖈𝖎𝖔𝖓𝖊𝖘 𝖉𝖊 𝖑𝖆 𝖕𝖗𝖎𝖓𝖈𝖊𝖘𝖆 𝖞
𝖊𝖑 𝖉𝖗𝖆𝖌𝖔́𝖓 𝖉𝖎𝖘𝖋𝖗𝖆𝖟𝖆𝖉𝖔 𝖉𝖊 𝖘𝖊𝖗𝖕𝖎𝖊𝖓𝖙𝖊.
❝ No puedo evitar quererte.
Sé que moriría sin ti.❞
━━ ˓ ֹ 𖥻 TENERLO TODO, PERO A LA VEZ SER DUEÑO DE NADA, ERA UN SENTIMIENTO FRUSTRANTE.
Presionó fuertemente su rostro contra la almohada mientras trataba de conciliar el sueño arrebatado, sin embargo, la escasa luz que se filtraba por medio de una las rendijas del ventanal evitaba cualquier osado intento de regresar al descanso deseado. Rhagnar Velaryon, heredero de Driftmark, lanzó un bufido tras reincorporarse en la cama.
Escuchó el ruido frondoso a las afueras, quizás, se trataba de su querida madre que iba y venía de un lado a otro, alistándose para el evento que ocurriría al día siguiente con respecto a un nacimiento. Un suspiro cansado se escapó de los labios de Rhagnar cuando se percató de más movimiento en el exterior, por lo que, sus pies se deslizaron cuidadosamente hasta llegar a las baldosas heladas, estremeciéndose por dicha sensación y con ello su cuerpo se alzó.
Se encaminó apresuradamente al baño donde se deshizo de las prendas que lo cubrían. Remojarse en el helar del agua solía relajarlo con demasía o calmar las constantes preocupaciones, ¿cómo podría enorgullecer a su familia?, ¿sería suficiente para llevar a lo alto el nombre de su casa? Tantas indagaciones se sumaron al instante de salir, desnudo.
Se propuso a vestirse, arroparse con el mejor traje que le prepararon desde el día anterior. De esta manera, se dispuso a irse al salón principal donde residía su familia.
— Buenos días, madre — la mujer levantó la cabeza al escuchar el saludo— buen día, padre.
El hombre corpulento apenas le sonrió antes de retornar a la labor que estaba ejerciendo. Rhagnar ayudo a Rhaenys a preparar lo que faltaba para el viaje, y la mañana transcurrió de lo más tranquila entre conversaciones casuales u chistes sin gracia alguna, si, un amanecer peculiar para los Velaryon's.
— Me iré a lomos de Babelon — dijo el heredero de Driftmark pasando por alto la penetrante mirada de su padre.
Aunque, Lord Corlys deseaba reprochar la decisión de su primogénito, tuvo que morderse la lengua ¡por los dioses!, ¿acaso aquel joven de hebras oscuras no amaba tanto el mar como él?, al parecer los cielos le castigaban severamente a que su primer hijo se pareciera más en el carácter Targaryen que el mismo Velaryon.
Rhagnar escaló por el ala del dragón, el suyo, unidos desde que nació. Un vínculo fuerte entre jinete y dragón. La bestia rugió con fiereza antes de partir por encima de la embarcación, no obstante, detrás del dragón lo seguía Meleys siendo cabalgada por Rhaenys Targaryen.
— ¡Una carrera, madre! — vociferó.
Ambas criaturas se lanzaron por los aires con violencia, pero, la más joven Babelon tomó una ventaja considerable, causando que Rhagnar se llenara de júbilo por la superioridad que adquirió. No supo cuánto tiempo estuvieron traspasando un espectáculo por los cielos, aun así, fue lo suficientemente largo para que las alturas se oscurecieran, brindando un tono friolento, y débiles rastros de luminosidad.
Aterrizaron en las montañas de Visenya en la madrugada, se aseguraron dejar a los dragones en estados óptimos (pues, conducirlos al pozo solo generaría en ellos estrés, no estaban acostumbrados al encierro.)
— Nos vemos luego, Babelon — le acarició el hocico a la criatura de escamas oscuras, este rugió como si entendiera lo dicho.
Llegar a la fortaleza roja, lugar cuál vivía el rey junto a su correspondiente familia, fue una experticia incómoda, sobre todo por la actitud retadora que tomo su padre tras no ser recibido como lo esperado. La servidumbre guio a los invitados a las habitaciones que sobraban, amplias, lujosas y acomodadas, pensó el joven cuando entro a la recámara.
Se tiró a la cama; un sitio cómodo, lleno de plumas y calma. ¿Qué era lo que preocupaba tanto a aquel muchachito de oscuros cabellos y orbes violáceos? Quizás, el temor de un futuro incierto o las responsabilidades que recaían en él. Estaba solo a pesar de recibir cuanto amor por parte de sus progenitores, equivalentemente a eso se sentía en una soledad exasperante que le exigía descubrir algo para cubrir el vació.
Y con los pensamientos catastróficos concilió el sueño, sin embargo, el descanso no perduró, pues a primera hora lo levantaron apresuradamente. Lo condujeron hacia un comedor, a lo que desayuno con su familia, madre, padre y hermanos, todo en silencio, incomodó.
— Participaré en la justa — comentó luego de unos prolongados minutos. Mordió el pedazo de panecillo que logró agarrar primero que su hermano menor, Laenor.
Rhaenys dejo caer los cubiertos causando un pequeño ruido. Corlys refunfuñó dispuesto a alegar la decisión del muchacho y lo que era los dos más jóvenes (Laena y Laenor) se sumergieron en el mutismo.
— ¡Lo prohíbo! — objetó la femenina a tropezones al notar como Rhagnar se levantaba.
— Él torneó, permitirá que resalte el nombre Velaryon — justificó— También soy un Targaryen así que, debo dar un porte como uno.
Era comprensible que el matrimonio Velaryon— Targaryen se comportara de tal modo. ¡Un hijo correcto estaban criando!, sin embargo, la sangre de dragón pesaba más que la de serpiente o eso parecía ser. La gente corría de un lado a otro, afanados, mientras que organizaban lo que sería la justa. Durante él alborotó, Rhaenys ni siquiera se fijó en el lugar que se situaba su hijo mayor, un hecho que la preocupo incluso al sentarse al lado de su primo, el rey, Viserys Targaryen.
— La veo muy asustada, princesa — en un intento de construir una conversación, Viserys habló— me han informado de que Rhagnar ha de participar, me sorprendió.
— Mi hijo es astuto— mencionó ágilmente — de seguro logré un buen reconocimiento.
El rey sonrió.
—No la tendrá fácil — intercedió deprisa— Daemon estará ahí.
Rhaenys se tensó al oír aquel nombre, ¡un sujeto sin compostura participaría! Ahora habría de encomendar las oraciones a la santa voluntad de los dioses, y con aquella sentencia se dedicó a observar el espectáculo salvaje, sin percatarse que una joven sentada al lado del rey la miraba con duda, pues, nunca tuvo la oportunidad de interactuar con el primer hijo de Rhaenys Targaryen. El rey se levantó calmando la calurosa multitud, anunció con felicidad el significado de lo que se celebraba y que cada invitado podía disfrutar el día a su disposición.
La justa ocurrió sin interrupciones entre sangre y discusiones. Aplausos acompañados de lamentos, lo normal en esa clase de torneos. No obstante, el cuarto encuentro fue curioso al percatarse de una armadura negra, tallada con el escudo Targaryen entrelazado con el Valeryon.
— Rhagnar, Velaryon de la casa Velaryon, heredero de Driftmark — el joven dejo de escuchar lo que decía aquel que anunciaba. Originalmente, estaba confiado al momento que se preparaba, pero, al estar sentado en el caballo, toda la osadía se disipó.
Vislumbró al caballero que yacía frente a él en la disposición de derribarlo. Según lo escuchado era de la casa Tully, un sir muy renombrado, o apenas eso acaparo la atención del muchacho. Se aferró a la lanza como si está fuera a desaparecer, la mantuvo en alto y su caballo corrió al instante que la señal indico.
¡Bas! Acertó un golpe limpió en el hombro del ajeno generando inestabilidad, no obstante, en la segunda ronda logró derribar fuertemente al hombre Tully, siendo así el vencedor del combate.
Por inercia, dirigió la mirada directo a las gradas, encaminó al caballo con intención de pedir un favor quien sería su madre, pero, el tiempo al parecer transcurrió lento cuando sus ojos violetas se tropezaron con otros similares a los suyos. Una belleza digna de los rasgos Valyrios estaba a unos escasos centímetros de él, ¿por qué no la había visto con anterioridad? Es así que, dedujo que sería la primogénita del rey, por lo tanto, se retiró el casco que cubría la cabeza, colocó las mejores sonrisas y extendió la lanza que sostenía.
— ¿Me concederías su favor, princesa? — cuestionó fuertemente, imponente, sin dejarse intimidar por las miradas ajenas e incluso la escéptica de sus familiares.
— ¿Cuál es su nombre? — preguntó está al levantarse de la silla.
— Rhagnar Velaryon, majestad — sonrió, coqueto.
Rhaenyra sonrió. Hubo algo que no sabría explicar, pero, le cautivó por completo, quizás el porte que traía o la picardía que destilaba.
— Bien, espero que ganes Rhagnar Velaryon — le entregó la corona de flores.
El primer contacto que la serpiente atisbó a la manzana más apetitosa, de esas que eran venenosas. Pobre, pobre,Rhagnar conoció el nombre de la tentación en retratado en una mujer.
DONDE RHAGNAR VELARYON cae ante los encantos de la princesa heredera del trono de hierro. O
DONDE RHAENYRA TARGARYEN encuentra el amor y el dolor en una sola persona.
O
LA CASA DEL DRAGÓN empieza una cuenta regresiva para su debida caída.
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