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3|Soñando Despierto


Alexis no había podido dormir, ahora más que nunca necesitaba soledad y tiempo para pensar. Llevaba tres años pensando que Alejandro estaba muerto y ahora de la nada resultaba ser que siempre estuvo vivo, no solo eso, vivo y saludable. ¿Porqué les abandonó? ¿Porqué dejó aquella carta? ¿No le amaba lo suficiente?  Alejandro nunca fue una persona que le dejara las cosas sencillas, este era otra de esas situaciones y lo estaba devorando por dentro poco a poco.

Una vez más, el canino que descansaba en la alfombra levantó la cabeza y las orejas, aunque la luz fuera casi nula el chico pudo verlo y esto le llamó la atención. En un abrir y cerrar de ojos Alexis se encontró colocándose sus sandalias para salir de la casa sin dejar salir a Doggo. La noche era oscura y el cielo se llenaba de estrellas, siendo la luna la que iluminaba las calles, gracias a esta pudo ver aquella enorme silueta acercándose a la valla que decoraba el jardín delantero de la casa, misma valla que dicha puerta estaba rota, solo se lograba abrir con truco. Esta silueta se detuvo frente a aquella puerta y le vió, Alexis le miró e inconscientemente bajó uno de los escalones en los que estaba parado, todo esto se sentía como un sueño y no precisamente uno lindo y cómodo.

La pequeña puerta fue abierta, estaba claro que no muchos sabían abrirla, solo alguien que vivió allí lo sabría. Mientras más se acercaba aquella silueta más se podía ver la figura de hombre, no había duda de lo que pensaba el de cabello largo y eso le aterraba.

Estaba allí, frente a frente, era algo tan poco realista que quería gritar. Alexis dudó, pero alzó sus temblorosas manos acercándolas al rostro ajeno, fue ahí que ese chico cerró los ojos como reflejo al creer que le golpearían, pero el golpe nunca llegó.

"Alejandro..." musitó Alexis pálido y helado, no solo por el clima. "Realmente eres tú." Con sus manos recorrió su rostro viendo cada detalle, esos ojos azules, su piel pálida con cicatrices y su cabello oscuro y corto, sí, era su esposo.

"Alexis, lo siento tanto.." Oh, como había extrañado su voz. "Yo—"

"¿Porqué?" Sollozó el mayor mirándole. En respuesta, Alejandro frunció el ceño confundido. "¿Porqué vuelves cuando ya te había olvidado?" Preguntó Alexis haciendo que el menor sintiera un vacío en el estómago.

"Todo tiene explicación. Por favor, permíteme explicártelo." Insistió tomándole de las manos con firmeza.

"No." Negó Alexis alejando sus manos con temor. "No quiero saber nada... Vete."

"Alexis."

"Me abandonaste a mi suerte." Soltó. "Me dejaste sin saber qué fue lo que hice mal, no pude— yo—" sus ojos se llenaron de lagrimas saladas y sus mejillas se tornaron rojas. "Eres un imbécil." Sollozó.

"Nunca quise abandonarte, ni a ti, ni a nuestras hijas." Con rapidez Alejo intentó tomarle las manos, pero no funcionó.

"¡Ellas ni siquiera saben quién eres!" Confesó con dolor en el alma retrocediendo y alejándose. "Por tres años estuve haciendo el altar y colocando tu foto, ¿sabes qué es escuchar todos los años la misma pregunta de quien es ese hombre en la foto?"

"¿Me pusiste en el altar?" Murmuró el pálido con dolor.

"¡Comenzaba a creer que estabas muerto luego de años de creer que no!" Sin dudarlo Alexis comenzó a avanzar a él señalándole. "Fui a terapia, casi me internan... ¡¿Y tú estuviste perfectamente bien todo este tiempo?!" Su rostro estaba empapado en lágrimas y Alejandro sabía que era lo que necesitaba, debía descargar todo ese coraje y tristeza de alguna forma.

Sin dudarlo el menor abrió sus brazos y le envolvió en un cálido abrazo, mismo que hizo que el contrario callara escuchando sus propios sollozos. Esa calidez... hace mucho nadie lograba darle esa misma sensación que tanto lo calmaba, realmente... realmente lo necesitaba.

"Perdón." Susurró el pálido abrazado a él. Alexis no pudo decir nada. "Perdón por hacerte sufrir tanto. Por favor, déjame explicarte todo, por favor."

Era lo mínimo que se merecía.



[...]



Alexis se sentía en una pesadilla, al frente suya estaba Alejandro sentado en el sofá mientras acariciaba a Doggo con una gran sonrisa alegre, esa misma sonrisa que siempre solía regalarle. Ahora que le miraba en la luz de la lampara, físicamente había cambiado demasiado, su cuerpo estaba más fuerte, sus brazos estaban casi enormes, sus manos traían muchas venas y traía una postura distinta, se notaba que le habían cuidado muy bien en la base, lo que no le gustaba eran todas sus cicatrices en lugares delicados... Solo con verlas se sabía que en algún punto de su vida pensó en darse por vencido.

"Yo—" Carraspeó Alejo una vez bajó a su mascota. "Está gordito, se ve que le alimentas bien." Comentó refiriéndose al perro.

Aunque Alexis no le respondió, seguía esperando respuestas y se sabía.

"Bueno, escucha—"

"¿Porqué te fuiste?" Preguntó el mayor de golpe sin dejar de mirarlo.

"No estaba bien." Confesó Alejandro con nervios y dolor. "No tuve que huir, pero tenía miedo. No lograba dormir y cada que salía a trabajar no podía ver un arma sin pensar que quería volarme los sesos."

"¿Porqué no me dijiste nada? Se supone que hablemos esas cosas, ¡éramos un matrimonio!"

"¿Éramos?" Preguntó el menor algo asustado por esa palabra. "¿Ya no estamos casados?"

"Llevo creyendo que soy viudo por tres años y de repente te apareces aquí así como así, ¿qué se supone que debo creer?" Alexis se exaltó pero intentó callar esos impulsos.

"Tenía miedo y no quería que cargaras con más cosas." Se defendió Alex. "Llevas años cargando con mis problemas, no quería que este fuera otro de esos momentos."

"¿Y marcharte era mejor?" Escupió.

"No— Yo no... Yo no pensaba irme al principio. Quería... yo..." Se voz se trabó. "Mi plan inicial era suicidarme y dejar todo atrás, pero justo llamaron a la policía al verme con un arma y recordé cuando estuve en la milicia. No había nada, no habían personas criticándome, gente que sabe como me veo sin ropa, ni siquiera gente que me tacha de infiel." Le miró con lástima. "Lo siento, me escogí a mí antes que a ti y a nuestras hijas."

Alexis le miró en silencio por unos momentos largos, pero hizo la pregunta. "¿Porqué no llamaste? No enviaste una carta, nada."

"Quería, pero temía que te enojaras. Cada día que pasaba me hacía creer que ya era muy tarde para buscarte." Confesó mirándole. "Y lo ultimo que supe de ti fue... una foto en el cumpleaños de nuestras hijas, la puso tu mamá en su Facebook." Sonrió un poco al recordarlo, su sonrisa siempre le encantó. "Te veías tan feliz y tan alegre que creí que era mejor estar lejos... Así que... Decidí no volver..."

Alexis sintió su pecho doler al escucharle, Alejandro siempre estuvo pendiente a ellos pero manteniendo su distancia, ese pensamiento le hacía sentirse aún peor.

"¡Pero me pusieron a vigilar para el desfile de ayer!" Dijo rápidamente. "Te veías tan bien y las niñas tan lindas..." accidentalmente esbozó una sonrisa. "En ese momento quise dejarlo todo y volver con ustedes, por eso—"

"Por eso escapaste." Le interrumpió Alexis, a lo que Alex asintió.

"¿Cómo lo sabes?"

"Vinieron buscándote..."

"Mierda." Murmuró pensando un poco. Esto no iba a ser nada lindo, se iba a llevar un regaño y un castigo por la vía legal por abandonar su puesto.

Unos pasitos les hicieron voltear a las escaleras, no fue sorpresa cuando vieron a Nancy parada en los pies de la escalera mirándoles con su pijama. "Papá..."

"Hola, bebé." Sonrió Alexis levantándose, esto hizo que la pequeña fuera a donde él. "¿No puedes dormir?" Preguntó.

"Mhm." negó siendo cargada.

Alejandro miraba a la pequeña con una sonrisa y lágrimas en sus ojos, había crecido tanto y se veía tan linda. La había extrañado demasiado.

"Hola, Nancy~" le saludó el pálido con una voz suave mirándola. "Hola, bebé~" La niña le miró unos segundos y no respondió, ni se inmutó, en ese momento el corazón de Alejandro se comenzó a romper. "¿Sabes quién soy?" Nancy le miró de arriba hacia abajo, negó y se escondió en el cuello de su papá, ahí fue cuando se le terminó de romper el corazón.

Lo que más le dolía era que era toda su culpa el que su propia hija no le reconociera.

"Te lo dije..." Murmuró Alexis acomodando a la pequeña en su hombro para ir a las escaleras.

"Las— Las convulsiones que le daban de bebé, ¿ya saben que es?" Preguntó Alejo genuinamente preocupado por su pequeña.

"Nada grave, son síntomas de Tourette." Le respondió el de cabello largo subiendo las escaleras.

"¿Tourette?" Murmuró para si mismo procesando la información.

Alexis se detuvo a mitad de las escaleras y le miró en silencio, lo estaba detestando en esos momentos, pero no podía dejarle así.

"Si quieres, puedes pasar la noche aquí y mañana te presentas en la base, luego seguiremos hablando." Murmuró lo suficientemente alto para que le escuchara.

Alejandro alzó la mirada y no lo dudó dos veces. "¡Gracias!"


[...]


Y como si fuera tan normal, Alexis se encontró viéndole preparar la cama para dormir. Era muy obvio que no planeaba dejarlo dormir junto a él en la misma habitación luego de todo lo sucedido, por eso estaba en la habitación de invitados.

El mayor miraba como Alejandro le daba la espalda acomodando sus cobijas y almohadas, Alexis le miraba y en silencio se preguntaba si su espalda siempre fue tan enorme, tal vez aún no había procesado las cosas.

"¿Porqué te fuiste?" Soltó Alexis nuevamente espantando a el menor, al instante le vió voltear.

"Ya te lo dije." Murmuró con una voz suave.

"Quiero que elabores, quiero una explicación detallada, me lo merezco más que nadie." Le dijo sintiendo una vez más aquel nudo en la garganta.

Alejandro suspiró con suavidad y bajó los cojines que traía en sus manos para verle de frente. Era demasiado, pero podía contarle todo, aunque de enojara.

"Tenía una depresión demasiado fuerte, Alex. Fui abusado de diferentes formas por mucho tiempo en las manos de una chica, luego... tú... Tú..." su voz tembló un poco al mencionarlo, se estaba preparando para decirlo y sabía que no le iba a gustar en lo absoluto. "Tú comenzaste a manejar mi vida, mi trabajo, mis decisiones y fue peor para mí. No podía ser feliz, pero quería que estuvieras tranquilo, pensaba que tu calma sería mejor que mi felicidad."

El ceño de Alexis se frunció aún más a la vez que entreabrió sus labios queriendo decirle muchas cosas, cosas que no dijo, quería escucharle decir todo.

"Luego comienza mi trabajo como policía y— No creí ver a tanta gente— Gente llorando, gente desesperada." Su pecho se apretó. "Ver como hay tanta maldad en el mundo fue afectándome tanto en tan poco tiempo, ni siquiera podía respira." Confesó. "Y ni hablar de las veces donde te enojabas tanto conmigo que parecía que todo era mi culpa. Luego todo internet se enteró de como le veo sin ropa y eso me persiguió hasta el trabajo." Le miró sintiendo miles de cosas al mismo tiempo, ninguna era buena.

"¿Estás diciendo que fue mi culpa que te sintieras así?" Preguntó Alexis con suavidad.

"Así es." Alejandro no dudó en responderle casi al instante. "O por lo menos hasta algún punto de todo esto. Creí que no lo comprenderías o que te quitaría el sueño, era mejor dejarte a quedarme y ser una carga a la vez que sufría con todo mi dolor." Dijo.

El de cabello largo le miró en silencio por unos largos segundos, quería llorar. "Pude haberte ayudado..."

"Alexis, cariño—"

"Pude haberte ayudado y no lo hice en ningún momento." Sollozó. "Ni siquiera noté que estabas mal. Perdóname, Alejandro." Comenzó a hipar del llanto a la vez que se abrazaba a si mismo. Esta imagen no le sentó nada bien al pálido, así que fue rápidamente a abrazarle contra su pecho. "¡Lo lamento tanto!"

Tener a Alexis llorando en su pecho no fue algo que creyó ver en mucho tiempo, pero se sentía bien tenerle tan cerca siendo él quien le consolaba. "Se supone que yo sea quien llora y tú el que abrazas, ¿recuerdas?" Esperaba que ese tonto comentario le hiciera reír, pero solo lo empeoró, su camisa se comenzaba a sentir húmeda.

"¡Perdóname!" Lloraba el más bajo mientras se agarraba de el contrario. "¡Fui un pésimo esposo!"

"¡No, no, no, no! ¡No te disculpes!"

Y la noche acabó en eso. Por lo menos pudieron hablarlo, aunque Alexis tuvo que mantener pañuelos a la mano para no continuar mojando todo con sus lágrimas. Parecía que las cosas apenas y comenzaban.

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