2|Tres Años Después...
El altar de la casa se veía hermoso, las velas y las flores no hacían más que iluminar su corazón con una sonrisa y calidez. Frente a aquel marco con la foto habían varias cosas, una cajetilla de cigarros, unas cajas de jugos y varias donas de distintos sabores, entre otras cosas como una sandía, era uno de los altares más curiosos que la gente había visto, pero así fue Alejandro, muy curioso.
"Papá, Dally dice que tiene hambre." Dijo una pequeña niña con dos colitas interrumpiendo a su padre, quien llevaba de rodillas en un cojín frente al altar desde hace bastante rato.
"Abuela estaba cocinando la cena, ve a ver si ya terminó." Le respondió el pelinegro volteando a ella con una suave voz y una dulce sonrisa tranquila. Ante la respuesta la pequeña niña fue corriendo a la cocina donde estaban sus dos abuelas hablando entre si mientras preparaban todo para la cena.
En tan poco tiempo había sucedido tantas cosas, pasó de ser un chico aterrado al compromiso a tener un esposo maravilloso con dos hermosas niñas, ¿quién diría que la vida le diera todo para arrebatárselo cruelmente? En un abrir y cerrar de ojos solo estaba él y sus pequeñas, bueno, también la mascota canina que solía ser de su esposo, mismo que solo aceptó tener por que el ya mencionado le había rogado tener a un perro, lo mismo con las dos pequeñas. Era irónico como el de la idea de todo fue su esposo y ahora no se hacía cargo de su mascota, ni de sus hijas y aún menos de su matrimonio.
Se habían cumplido tres años desde la repentina desaparición de Alejandro. El pálido se fue sin dejar rastros de si realmente estaba vivo o muerto, pero era una duda que ya todos trataban de ignorar para poder seguir con sus vidas tranquilamente. La persona que peor la pasó con todo esto fue Alexis, el pobre chico se quedó con un trauma, muchas responsabilidades y constantes citas con el psicólogo todas las semanas, mismas a las que fue sin falla aunque no quisiera ni levantarse de la cama. Se había obligado a superarlo, durante un año batalló todos los días con tratar de abrir los ojos, saber que simplemente no podía rendirse y tirarse a llorar era lo peor de todo su estado emocional. Eran incontables las veces que se quedaba de pie tras la puerta de la habitación de sus niñas para respirar profundo antes de abrir, ellas no podían verle con esa cara tan patética, prefería mil veces que le recordaran con una sonrisa siendo el mejor padre del mundo, el padre que ni en sus momentos más bajos dejó de cuidarlas con amor.
Su vida cambió y él también, tanto física como mentalmente. En cuanto lo mental, ya estaba mucho mejor, tanto tiempo de terapia le fue ayudando a querer superarse, ya no lloraba durante los noches y tampoco evitaba las comidas, eso sí fue muy frecuente durante el primer año de terapia, en el segundo año fue más tranquilo y ahora en su tercer año de terapia podía decirse que estaba siendo la mejor versión de si mismo. Aunque ya todos daban a Alejandro por muerto, Alexis prefería pensar que estaba vivo en algún lugar del mundo, sin él, pero vivo, aunque tal vez eso era él queriendo ser positivo. Le gustaba pensar que el de ojos azules fue de las mejores cosas en su vida, pero que no podía quedarse a vivir en el pasado, eso solo sería su ruina, para él, como para su familia. Ahora, hablando de lo físico, luego de bajar tanto de peso volvió poco a poco a estar en un peso más saludable, hacía ejercicio y tenía comidas equilibradas que le ayudaron enormemente. Su cabello había crecido, ¿la razón? No se lo había vuelto a cortar desde su perdida años atrás, el resultado de esto era que su cabello llegara casi a mitad de su espalda y lo tenía que atar para que no fuera tan molesto. Aunque su psicóloga decía que debía cortarlo, él no quería, incluso llegaron a hablar sobre ello en la última reunión que tuvieron.
"Alexis, creo que deberías cortar eso que aún te une a él." El chico la miró sin comprender. "¿Hace cuando no vas y te haces un recorte de cabello?"
"...Tres años." Respondió él sabiendo por donde iban los tiros.
"¿Crees que esto tenga que ver con la desaparición de Alejandro?" Le volvía a preguntar, ante esto, Alexis asintió. "Pienso que ese algo que te sigue uniendo a tu pasado es el que te sigas aferrando a tu cabello desde ese día."
En parte, él sabía que era cierto. No se había cortado el cabello ni un poco, ni siquiera se le pasaba por la cabeza hacerlo, su cabello era de las cosas que más le encantaba a Alejandro, cortarlo haría que la memoria a su esposo se fuera... y él no quería eso. Desde entonces la idea rondaba su mente, pero se negaba rotundamente a cortarlo. Le gustaba recordarle y podrían pasar veinte años o más, pero nunca estaría listo para cortar su cabello y dejar de mantener su memoria.
"Alexis, las niñas quieren ir a el desfile que harán en las calles." Dijo Adara con una sonrisa acercándose al pelinegro para tomarle el hombro. "Vamos a ir, ¿vienes?" Preguntó con suavidad.
"Claro." Respondió Alexis por fin reincorporándose para ponerse de pie. "Escuché que harían uno, pero no sé dónde."
"Cuando Dhalia y Nancy terminen de comer iremos con los muchachos. Ven a comer algo también."
No pudo decirle que no, desde lo que sucedió hace tres años Ágatha y Adara fueron muy comprensivas con Alexis, le cuidaron a pesar de su propio dolor al perder a su hijo mayor, pero sabían que el chico mexicano necesitaba a alguien más que nunca. Y menos mal que le cuidaron, por que al principio Alexis podía pasar días sin comer al no tener apetito o hasta sin ducharse, fue una época demasiado oscura para todos, pero unos la pasaron peor que otros.
[...]
La familia iba caminando para disfrutar de todo ese día como era debido, música, gente y muchas decoraciones con sus distintas cosas. Las dos pequeñas niñas rogaron casi a gritos queriendo que fueran disfrazadas de catrina, y así fue, Alexis era débil ante las peticiones de sus niñas cuando le miraban con sus ojitos tan adorables, por esto mismo Dhalia y Nancy iban maquilladas y vestidas como catrinas. En el camino llegando ya se veía como todo se estaba llevando a cabo, cerraron las calles y habían muchas personas expectantes siendo sus niñas las que estaban en primera fila, hasta chillaron cuando vieron el movimiento de los que comenzaban con el desfile.
"¡Papá! ¡No veo!" Chilló Nancy alzando los bracitos para su papá en un intento de ser cargada.
"Arriba." Exclamó él para cargarla y ponerla sobre sus hombros con algo de facilidad, luego cargó a Dhalia al verla hacerle ojitos, a diferencia de su hermanita, a ella la mantuvo en sus brazos. Ambas tenían una vista perfecta de todo y esto las hacía sonreír y reír, obviamente estas risitas de bebé contagiaban al chico provocándole sonrisas genuinas.
El desfile dió comienzo definitivamente y él no estaba emocionado por esto pero no se iba a ir ahora. Algo que le llamó la atención a Alexis eran los guardias que habían dispersados vigilando que no hubieran problemas, ¿o eran militares? No distinguía, pero podía ver que vestía de negro con pasamontañas y sus armas, era fácil que resaltaran, no se estaban moviendo mucho.
"¡Papá! ¡Mira!" Ante la insistencia de la pequeña Alexis volteó a ver a donde le señalaba, obviamente ella iba a estar señalando a las mujeres disfrazadas de catrinas.
"Sí, eres igual a ellas." Le dijo con una sonrisa volviendo a mirarla, su pequeña Nancy se veía muy feliz de este comentario haciendo que no se arrepintiera de venir.
Algo le tapó de el sol llamando su atención al instante, Alexis alzó la mirada topándose con la ancha espalda de un hombre vestido de negro, por el diseño de su chaleco en la espalda podía ver que era militar. Algo le hizo fijarse más, este hombre se veía enorme, su presencia sola daba miedo y en parte era algo atractivo, aún más cuando este militar giró levemente la cabeza para mirar a sus espaldas espantando a Alexis en el proceso. ¿Le había sorprendido viéndole? No podía deducir si le miraba de regreso por esas gafas especiales que eran oscuras, pero el hombre se quedó de esa forma mirando hacia atrás por unos segundos.
"Sodadito." Rió Dhalia mirando al hombre, esto le hizo reír a su padre.
"Saluda al soldadito." Le dijo Alexis con una sonrisa viendo momentos después como su hija saludaba a el hombre, no tardó mucho para que Nancy también la imitara.
El militar levantó una de sus manos para devolverles el saludo sin más, esto hizo que las dos niñas se emocionaran y rieran felices alegrando al de cabello largo. No era la primera vez que algo así sucedía, sus hijas eran muy sociables y les encantaba saludar a la gente como si conocieran a todos, aunque era algo que debía cambiar en ellas, Alexis sonreía cada que veía sus caritas alegres por un saludo correspondido.
No mucho después el hombre pareció recibir una orden por radio, mismo que traía conectada por un audífono a su oreja, y se marchó sin titubear un segundo. Alexis le vio irse y luego de pensar en lo agradable que fue ese hombre con sus hijas continuó viendo el desfile, mismo que duró por horas hasta el anochecer.
[...]
Era una fría mañana y a pesar de esto todos fueron al patio para desayunar juntos, Alexis no sentía hambre, así que prefirió quedarse acostado en su sofá con su celular y la televisión, el único que le acompañaba era Doggo, ese perro de nariz chata que parecía no poder estar solo nunca. El chico no odiaba la compañía, pero era cierto que en los últimos tiempos estaba disfrutando más de la soledad, a veces necesitaba hacer lo que hacía ahora: nada, pero en solitario.
La puerta fue tocada varias veces espantando al perro de la familia, mismo que comenzaba a ladrar como loco. "Ey, perro, silencio." el canino no dudó en callar ante la orden, a lo que Alexis se levantó del sofa para encaminarse a la puerta con pereza, llevaba tanto rato tirado en el sofá que daba gusto y la verdad es que planeaba quedarse allí por un rato más, pero le interrumpieron. Al abrir la puerta su sorpresa se notó al instante, dos hombres vestidos de militares estaban allí con una expresión seria, esto ultimo era lo que menos le interesaba al chico.
"Señor, ¿su esposo está en casa?" fue lo primero que le dijeron sin siquiera dar los buenos días.
"¿Esto es alguna broma o...?" musitó Alexis frunciendo el ceño.
"No hacemos bromas, señor, este es un tema serio." insistía. "¿Su esposo está en casa o no?"
"¿Perdona? ¿Mi esposo? Señor, llevo viudo desde hace tres años." Soltó el chico cruzándose de brazos nada contento, tampoco estaba molesto, solo confundido. "¿Puede explicarme por qué estaría un muerto en mi casa?"
La cara de los hombres fue de desconcierto. "¿Usted es Alexis Maldonado?" El mencionado asintió, pero la siguiente oración desconcertó aún más a Alexis que a los militares. "Su esposo, Alejandro Talavera Sandemetrio, se enlistó hace tres años a la milicia. Creemos que escapó ayer de la base militar a media noche."
El de cabello largo calló, en su mirada se notó que no estaba bien, sus ojos, su rostro en general era un poema... Y luego de eso, no respondió a ninguna pregunta más, ni siquiera podía, apenas y podía respirar. Antes de procesar todo lo demás que le decían estos hombres de verde, Alexis hizo una ultima pregunta. "¿Alejandro está vivo?" sus labios temblaban a más no poder, casi no podía hablar.
El militar se limitó a asentir dudando de todo este tema, aún así, no pregunto nada. "Así es, señor. El señor Talavera lleva tres años continuos de servicio militar." le reafirmó.
Alexis retrocedió un poco con su mirada perdida, en un intento de liberar la ansiedad se llevó sus dedos a sus labios, fueron segundos cuando comenzó a morderse las uñas disociando fuertemente justo antes de desvanecerse contra la madera del suelo a la vez que escuchaba voces difuminadas.
"Alejandro estaba vivo." Es lo que retumbaba en su cabeza a la vez que veía luces y siluetas difuminadas por todos lados.
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