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INTERLUDIO: Sonríe

Denki se despierta envuelto en el aroma de trigo, huevo y azúcar. Se estira con pereza y se acurruca enterrando la cabeza bajo sus mantas. Se queda esperando que su madre aparezca para darle los buenos días, cuando eso no sucede, Denki se frota la cara, aparta las mantas y se levanta.

Lo primero que hace es quitarse la camisola para dormir y envolverse las caderas con sus vendas sin dejar de bostezar. El clima es agradable, ligeramente fresco debido a la época. En cuanto termina de vestirse cruza la cortina de separación y encuentra a su madre inclinada sobre la mesa amasando.

Tiene su mandil sucio y sus brazos, cubiertos de lilas blancas, están cubiertos de harina seca hasta los codos.

Denki aún recuerda lo feliz que su madre solía ser. Solía cantar y reír, solía contarle historias fantásticas de viajeros en el mar. Hasta que su padre falleció y toda la alegría de su casa se marchitó con él. Denki recuerda su sonrisa, brillante e inmensa, capaz de sacudir la tristeza. Su padre sonreía incluso estando en la cama, con las mantas hasta la barbilla y el aspecto demacrado y sucio de alguien que se muere.

Así que Denki sonríe, cuadra los hombros, infla el pecho y se acerca a su madre mientras se arremanga su camisa.

—¡Buenos días!,—saluda con todo el brío que puede reunir—tengo un hambre espantosa y el aroma a pan no ayuda a disminuirla—le acerca una silla, la obliga a sentarse e inmediatamente pone la tetera sobre la estufa.

—Buenos días, Denki, no quería despertarte.

—Fue mi estómago el culpable, es hora de darle de comer.

Cuando su madre intenta levantarse para ayudar, Denki la devuelve a su silla y coloca un tazón de agua frente a ella.

—¡Manos limpias!,—demanda en una mala imitación del tono que su madre solía usar con él, inmediatamente después regresa su atención a la olla de sopa que quiere recalentar—¡No te olvides de los codos!

Su madre se ríe, un gesto suave y delicado, una pobre imitación del sonido vibrante y desinhibido que solía compartir con su padre, pero es una victoria y Denki no la deja pasar.
Mientras ella se lava, él aparta la masa de la mesa, acerca platos, desenvuelve el pan casero lleno de higos secos, y coloca dos tazas para el té.

Tan ocupado esta que no consigue evitar que su madre se levante y cojee hasta la despensa donde guardan las hojas de té. En casa no usa bastón ya que las distancias son relativamente cortas, pero Denki siempre mantiene un ojo sobre ella por cualquier imprevisto.

Ese día la cojera de su madre es muchísimo más pronunciada.

—No te oí moverte durante la noche—dice Denki ayudándola a sentarse.

—Dormí poco. Me levante temprano para empezar otra tanda de pan.

—¿Para qué? El pedido de Masao está listo y terminaremos el encargo de Naoko antes de que vengan a recogerlo hoy en la tarde. No tenemos más pendientes.

—Michi vino ayer en la noche mientras dormías; me pidió tres docenas de pan de arándano.

—¿Arándano? Todavía no es temporada.

—Él dice que su nieto vio un arbusto lleno la semana pasada. Nos ofrece pagar el doble si conseguimos tenerlos para hoy.

Denki suspira, no se atreve a llevarle la contraria a su madre, especialmente porque sabe que el dinero extra nunca está de más.

—Bien—murmura el chico sentándose a comer—Iré a buscar los arándanos mientras tu terminas con el pedido de Naoko.

_____

 El otoño empieza a sentirse en el aire. La mayoría de los árboles han empezado a cambiar de hojas y muchos arbustos frutales de temporada comienzan a llenarse de color.

Denki sabe que podría comprar arándanos en el mercado, no tardaría nada en ir hasta la plaza para adquirirlos, pero también sabe que el precio de una fruta cuya temporada está iniciando se infla demasiado durante el primer mes. Prefiere internarse en el bosque a buscarlos por sí mismo.

Es más tardado, sin duda, pero muchísimo más económico.
Denki deja a su madre trabajando y se marcha. Cruza la plaza a tiempo para ver a los comerciantes que empiezan desde temprano. Muchos de ellos lo saludan, aún recuerdan la panadería de su familia, la cual se vieron obligados a cerrar tras la muerte de su padre y la depresión de su madre.

Aunque ahora se dedican a preparar pan por encargo, Denki tiene el sueño de volver a abrirla. En su villa no se ve con buenos ojos que un omega sea propietario de un negocio, así que su intención es conseguirse un esposo amante del pan y animarlo a reabrir la panadería.

—¡Buenos días, Denki!,—lo saluda Allana, una preciosa alfa de pelo negro que suele sonreírle cada vez que lo ve—¿Vas a buscar ingredientes frescos?

Denki le devuelve la sonrisa notando de inmediato la sensación burbujeante que siempre aparece cuando Allana se muestra interesada. Pese al deseo de querer sentarse a charlar con ella, Denki le responde sin detenerse.

—¡Voy a intentarlo!

Está casi por salir del pueblo cuando Ilh, un beta un año menor que él lo saluda.

—¿Necesitas ayuda, Denki?

—¡No!

Agita la mano y sigue su camino; por ahora los candidatos son escasos, pero Denki no se da por vencido.

_____

 Encontrar los arándanos no es una tarea fácil, encuentra muchos arbustos llenos pero la mayoría necesita de tiempo para madurar, así que Denki los deja en paz.

Cuando por fin consigue encontrar un arbusto lleno de piezas maduras, Denki se toma su tiempo para cortarlas, no queriendo desperdiciar ni una sola pieza.

Está regresando cuando finalmente la oye. La campana de alarma reverbera con tanta intensidad que Denki la siente vibrar dentro de él.

O puede que sea el miedo que hace tambalear su interior.

Denki sabe lo que tiene que hacer, han hecho simulacros siguiendo las ordenes que llegaron desde la corte.

Alejarse de la costa, reunirse en el refugio con el resto de la villa, esperar indicaciones de los encargados.

Su madre lo ha obligado a memorizarse las instrucciones al pie de la letra, pero es precisamente el pensamiento de su madre lo que paraliza a Denki.

Ella no puede correr, no con su pierna. Su padre solía cargarla, solía transportarla en los simulacros, era él quien se aseguraba de ponerla a salvo.

Pero él ya no está.

El dilema de Denki se soluciona cuando ve el humo que se eleva en espirales por la zona donde está su aldea, antes de procesar lo que ve, Denki suelta la canasta y se mueve por inercia. Corre a toda velocidad de vuelta a su casa. La villa está vacía y el humo proviene de la parte más alejada de la plaza. Denki sabe que en algún lado debe haber algún alfa que pueda ayudarlo a mover a su madre, pero en ese momento el miedo lo cubre por completo y el pensamiento se ahoga ahí.

—¡Mamá!,—empieza a gritar desde que está a tres casas de distancia y sigue gritando hasta que atraviesa la puerta. Se detiene en el umbral, cubierto de sudor y con los pulmones ardiendo. Cuando nadie le responde emite un suspiro de alivio.

Hasta que la oye.

—¿Denki?,—su madre se halla escondida en la alacena junto a la estufa—¡Denki!, ¿qué estás haciendo aquí?

—¡Vamos, mamá!,—se inclina para sacarla—¡Tenemos que irnos!

—¡No!, ¡no!, ¡tienes que irte!, ¡corre!, ¡yo estoy bien! ¡No me buscan a mí!

—¡No!, ¡están incendiando la aldea!, ¡no puedes quedarte aquí! ¡vamos!, ¡vamos!, ¡tenemos que salir!

Aunque su madre intenta empujarlo Denki la aferra y la obliga a ponerse de pie. En cuanto salen a la calle es consciente del aroma a humo y cenizas.

Ambos cojean alejándose de la plaza; en el camino encuentran una pequeña carreta apoyada contra la casa al final de la calle. Sin perder tiempo Denki ayuda a su madre a subirse, después se acerca a las varas de suspensión y las alza.

El peso es excesivo y sus brazos protestan por el esfuerzo, pero Denki aprieta los dientes y jala. Ignorando la sangre que le ruge en los oídos, Denki avanza con la vista al frente decidido a no rendirse, eso hasta que su madre empieza a gritar.

—¡Denki!, ¡corre!, ¡corre!, ¡ya vienen!

Comete el error de mirar hacia atrás, gira la cabeza y de alguna forma la inclinación lo hace perder el equilibrio. La carreta se inclina sobre la llanta izquierda y combinado con el peso de su madre provoca que Denki caiga de costado.

Lo siguiente que sabe es que alguien lo aferra del cabello, Denki intenta zafarse, patalea y muerde la mano que trata de sujetarle los brazos. A lo lejos oye a su madre gritar, hasta que de pronto se calla.

Gira el rostro buscándola y la ve tirada a los pies de un demonio. Denki grita y lucha con renovado vigor hasta que el dolor estalla en su cabeza y todo se pone negro.

Lo último que ve, antes de desvanecerse, son las lilas blancas en los brazos de su madre cubiertas de rojo.

_____

 La siguiente vez que despierta está en una jaula en compañía de varios chicos de su aldea. Cuando intenta moverse el chichón en su cabeza punza. Ochako Uraraka, una omega de su misma edad se inclina sobre él y le susurra.

—Con calma. Te han pegado muy duro.

Tocar la hinchazón que tiene a un costado de la cabeza le provoca nauseas. Denki tarda un rato en acordarse de su madre, cuando lo hace todo su interior se encoge de agonía.

Cuando empieza a llorar es Ochako quien le acaricia el pelo intentando consolarlo.

_____

 Los demonios le arrebataron todo. Le arrebataron a su madre y destrozaron su vida. Se llevaron sus vendas y lo obligaron a bajar a las celdas oscuras.

Denki está seguro de que morirá ahí, en esa prisión, lejos de su hogar. El pan es lo único que le queda, el único placer que se permite tener.

En un principio solía pensar en su padre: Sonríe, Denki, sin importar lo que pase. Sonríe para tu madre. Sonríe para ti. La vida es demasiado corta para no sonreír.

Pero el recuerdo se ha esfumado hasta desaparecer. Ya no queda nadie que pueda sonreír.

Eso piensa hasta que lo conoce.

La sonrisa del alfa pelirrojo es inmensa, franca y brillante. Denki se ríe con él y por primera vez desde que fuera arrancado de su hogar, siente el anhelo crecer en su interior.

Por favor sonríe. Tu sonrisa es tan brillante como el sol.

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