Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

INTERLUDIO: Kohei

El viaje no es cómodo. Conforme se dirigen al sur la temperatura se eleva y la humedad en el aire vuelve insoportable permanecer en los camarotes. Hizashi descansa a la sombra de las grandes velas mientras el viento –caliente y húmedo– impulsa el navío hacia su destino.

Los días se amontonan uno tras otro sin mayor cambio en el cielo. En algún momento vislumbran una serpiente de mar cazando en la lejanía y el capitán decide rodear la zona decidido a no enfrentarse a una de esas bestias.

Cuando el vigía de la torre anuncia tierra Hizashi se acerca a proa para verla con sus propios ojos. Las Islas Kohei son una agrupación de islas de varios tamaños, muchas de ellas demasiado pequeñas, pero hay al menos trece lo suficientemente grandes para mantener poblados de considerable magnitud. Cada villa cuenta con una matriarca y las trece conforma el Gran Consejo que decide y dicta el rumbo en la vida de las Islas.

Hizashi no conoce a ninguna de ellas y su tarea es convencerlas de que se unan a su causa. No hay tiempo que perder.

—¿Desembarcamos en el puerto principal?

—No, gira hacia el este y llévanos al tercer puerto de la zona—a la isla gobernada por la matriarca Nemuri Kayama.

—¿Cuánto tiempo estaremos aquí?

—No lo sé. Que sus hombres descansen, capitán, intentaré volver lo antes posible.

El puerto es bullicioso, son muchos los que van en busca de pescado fresco y de las novedades que los marineros alfa exhiben en sus barcos. Hizashi sabe que la "capital" de la isla, el hogar de Kayama, se encuentra cerca del interior. Llegar hasta allí le tomaría días.

Por suerte para él no es a Kayama a quien busca, al menos no de momento. La vieja amiga de Aizawa vive en una de las aldeas cercanas a la costa. Esa es su primera parada.

[...]

La aldea de Mitsuki Bakugou es relativamente grande, tanto que ninguno de los habitantes parece sorprendido de ver a un extranjero de visita.

—¿Mitsuki?,—replica la anciana al oír la pregunta—¿Buscas a Mitsuki?

—Así es, ¿puede indicarme dónde queda su choza?

La anciana se remueve en su lugar, sentada frente a su casa contemplando el mundo con sus ojos ciegos.

—Sigue derecho hasta que llegues a la casa de la sanadora, de ahí da vuelta a la izquierda hasta el borde del bosque, gira a la derecha y sigue. Su casa es la más alejada de todas.

—Gracias por su ayuda, abuela.

—Ha sido un placer, pero yo que tú no iría hasta allá.

—¿Por qué?

—Mitsuki no está ahí.

—¿Dónde puedo encontrarla?

—Se ha marchado a las montañas junto a sus alumnos para la ceremonia de graduación.

—¿Graduación?

—Sí, los muchachos alfa que no desean dedicar su vida a trabajar en el mar y prefieren ingresar al ejército deben someterse a una preparación tras su regreso de su educación naval. Al terminar, su maestra los lleva a las montañas para una prueba final. No volverán hasta dentro de unos días.

—¡Oh!,—maldita sea—bueno, esperare a que vuelva.

La anciana parece detectar su confusión porque añade:

—Si buscas un lugar donde hospedarte puedo rentarte una habitación.

—¿Maneja la posada de la ladea?

—¡Ha!,—su risa es seca y ruidosa—No tenemos posada. La mayoría suele quedarse en el puerto donde es fácil encontrar alojamiento; pero mi nieta es una de las alumnas de Mitsuki, así que tengo una cama extra. Te la ofrezco por un módico precio o desandas el camino que te ha traído hasta aquí.

Hizashi suspira.

—¿Habría posibilidad de que podamos incluir la comida?

La anciana se ríe con la boca abierta.

—Pasa, extranjero, pasa. Me han traído pescado esta mañana y estaba esperando para comer.

[...]

Hizashi descansa el resto del día y duerme en una cama blanda, que huele a coco. A la mañana siguiente se dedica a deambular por la aldea; no hay mucho que ver ya que no se trata de una zona turística. El mercado, la plaza y los puntos de interés se encuentran en el puerto. Lo único que ve son jóvenes charlando, niños jugando y adultos cuidando de su hogar.

Por mera casualidad encuentra la casa de la sanadora. Pese a que no hay letrero ni seña distintiva la reconoce porque justo ve salir a una mujer omega embarazada llevando de la mano a otro niño.

Hizashi les dedica un saludo silencioso, se aparta de la casa y durante un momento se ve tentado a buscar la casa de Mitsuki, pero al final se resigna y camina en dirección opuesta. Llega a la playa donde se topa con un par de torres de vigilancia. Plataformas de madera elevadas que se encuentran en extremos opuestos de la zona.

En la cima, y a cubierto de un techo de paja, se vislumbra a los hombres que hacen guardia desde ahí. En la arena los chiquillos se entretienen jugando y a Hizashi no le pasa desapercibido la expresión alerta y vigilante que los adultos mantienen mientras patrullan las costas.

¿Cuántos ataques habrán visto?, ¿a cuántos se habrán llevado?

Hizashi se acomoda en la sombra y descansa.

[...]

La rutina lo absorbe sin contemplaciones. Desayunar con la anciana, pasear por la aldea, charlar con los adultos que le explican las medidas que se han implementado contra los esclavistas, volver para comer y pasarse la tarde disfrutando del clima húmedo mientras dormita a la sombra de los árboles.

El clima resulta excelente para su herida, que termina de curarse dejando una simple cicatriz en su costado. Un día, mientras la examina, le da por acordarse del omega que la cosió.

"¿Quieres que lleve un mensaje a casa?"

El muchacho sacudió la cabeza, "No"

"¿Estás seguro?"

"Sí... no quiero dar una falsa esperanza"

"Como quieras"

Ahora piensa que tal vez tuvo que haber insistido.

Ni siquiera sé de qué isla es.

Esa noche, mientras cena con la anciana ciega, Hizashi se sorprende de la cantidad de gente que pasa a esa hora. Al asomarse descubre que la aldea al completo camina por las calles con dirección a la playa, algunos llevan lámparas, otros cargan velas, y algunos farolillos.

—¿Qué pasa?,—pregunta—¿Hay alguna fiesta?

—¿Fiesta?, ¡ah!, no, no es fiesta. Una ceremonia—se queda callada un momento y después suspira—Venga, vamos. Te llevare.

—¿Está segura?

—Sí, usualmente voy con mi nieta, pero ya que no está, puedes acompañarme.

La mujer se cubre con un rebozo y acepta el brazo que Hizashi le tiende. Se unen a la marea de gente aunque no tardan en quedarse atrás ya que la mujer avanza muy lentamente.

—¿Qué conmemoran?,—pregunta Hizashi mientras siguen el límite de la playa, alejándose de la aldea.

—Hace más de cinco años los demonios arribaron por primera vez a nuestras islas. En esa ocasión se llevaron a muchos de nuestros niños. Fueron perseguidos, pero nuestros barcos no están hechos para una carrera en el mar. Llegamos demasiado tarde. Una tormenta acabó con los esclavistas y hundió sus barcos, llevándose a los nuestros al fondo. Desde entonces los demonios vuelven, dos veces al año, en primavera y otoño. Atacan varias islas al mismo tiempo, a veces crean distracciones. Los guerreros hacen patrullas constantes, pero es imposible establecer un perímetro las veinticuatro horas del día. Los secuestros siguen y no parece que vayan a detenerse.

Dejan la playa detrás y se internan en la zona boscosa que separa la bahía de la aldea.

—Dos veces al año la aldea entera hace una vigía nocturna—continúa la anciana mientras Hizashi estudia los rostros graves de las personas que los rodean—Para recordarnos lo que hemos perdido. Para recordarnos nunca bajar la guardia. Para despedir a quienes se han ido.

Ambos se detienen al borde de un claro. Al otro lado hay una estructura de piedra tallada sobre la que han colocado un sinfín de lámparas y velas. La gente rodea el claro para colocarlas, ninguno de ellos atraviesa la tierra donde un montón de flores azules se agitan con el viento.

—¿Por qué aquí?,—pregunta Hizashi

—La primera vez que los demonios llegaron lo hicieron por la bahía, cruzaron por aquí y se dirigieron hacia la aldea. Desde entonces los guerreros han colocado trampas y redes para evitar que la historia se repita.

—¿Ellos colocaron el monumento?

—No—responde la anciana con tristeza—ese fue de Mitsuki. Ella lo puso en honor de su consorte y su hijo, a quienes perdió en la emboscada.

—¿También las flores?

—No... esas que ves ahí son las flores de Miosotis. Son flores que crece en lo alto de nuestras montañas, en la tierra de las serpientes emplumadas. Son flores salvajes, difíciles de conseguir, difíciles de mantener. Estas son las primeras que han logrado sobrevivir lejos de su hogar.

—¿Miosotis?

—También llamadas flores de NoMeOlvides. Todos aquellos que han perdido a alguien a manos de los demonios traen una vela en su nombre, para colocarla aquí. Para nunca olvidar.

—...,¿la persona que las plantó también perdió a alguien?

La anciana suspira.

—Hace muchos años nuestra tribu solía ir a buscarlas como muestra de cortejo, pero la costumbre se perdió pues era demasiado peligroso ir por ellas. Entonces uno de los nuestros la trajo de vuelta. Encontró no solo uno sino tres brotes. Los transportó desde allá, las plantó como una ofrenda a su amado. Como una promesa. Y lo hizo con tanto cuidado y cariño que las plantas no solo sobrevivieron, sino que se extendieron y siguen creciendo.

—¿Y se cumplió?... quiero decir, ¿la promesa se cumplió?

—Se los llevaron cuando los demonios arribaron por primera vez. Ambos murieron en el mar, de su amor esto es lo único que queda. Para nosotros es un recuerdo constante de las pérdidas que hemos sufrido.

Cuando la anciana guarda silencio, Hizashi se concentra en los rostros que lo rodean. El aroma que cubre el claro está teñido de tristeza y melancolía.

Se quedan ahí horas hasta que las primeras velas se consumen y entonces lentamente todos empiezan a volver a casa. Hizashi está listo para marcharse cuando la anciana se detiene y levanta la nariz, al parecer detectando un aroma en particular.

—Inko, cariño, ¿podrás recibirme esta semana?

La mujer, pequeña y robusta con un pelo verde y unos ojos opacos, se detiene a tres pasos de ellos.

—Buenas noches, Sehaba, ¿la rodilla ha vuelto a dolerte?

—Solo un poco, me he terminado el ungüento que me mandaste.

—Muy bien, ¿te parece venir mañana a mediodía?

—Me parece perfecto, ¿te importa si llevo la comida y acompañas a está anciana a comer?

—Está bien, Sehaba. Te veré mañana.

La mujer se despide y Hizashi no deja de mirarla mientras se aleja.

—¿A qué es guapa nuestra Inko?,—murmura la anciana al detectar su incertidumbre

—Lo es, pero me resulta familiar. No sé dónde la he visto antes.

—Es la sanadora del pueblo, suele viajar a los pequeños poblados de la isla. Es probable que la hayas visto antes.

Hizashi murmura un asentimiento vago. No se atreve a decirle a la anciana que nunca ha visitado las islas, pero que hay algo en la mujer que le resulta familiar. Al final suspira, le da un último vistazo al campo de flores.

Todas las velas se han acabado, las lámparas y los farolillos han sido recogidos. Al final ya no queda luz en el claro, solo el plateado reflejo de la luna que cae sobre el monumento gris.

Las flores azules siguen agitándose con el viento. "No me olvides".

[...]

Unos días después de la vigía nocturna Hizashi está luchando contra el sopor del sueño cuando por la puerta irrumpe una joven ruidosa.

—¡Abuela! ¡He vuelto! ¡Te he traído la cena!

Hizashi se endereza a tiempo para ver a una joven altísima y bella entrar por la puerta. Tiene un precioso lunar junto a la boca y en su hombro izquierdo se exhibe una esplendorosa camelia de color rojo. No cabe duda de que ha alcanzado la mayoría de edad y está lista para devorar el mundo.

—Oh—se detiene en cuanto detecta al extraño—Buenas tardes.

—Saluda a nuestro invitado, Meera, su nombre es Hizashi y viene de Yuuei. Esta es mi nieta Meera, soldado a las órdenes de la matriarca.

La muchacha se ríe.

—Aún no soy soldado, abuela. Aún falta que la Matriarca le dé la bienvenida a nuestro grupo.

—¿Aprobaste?

—Sí

—Entonces lo demás es una formalidad. La Matriarca Kayama siempre acepta a los alumnos de Mitsuki, sabe que son de lo mejor, ¿tienen fecha para ir a la capital?

—En unos días. Mitsuki nos ha dado permiso para descansar.

—¡Maravilloso!, una vez que te vayas la casa se sentirá tan vacía. Si te asignan a las patrullas no te veré en muchos meses.

—No te preocupes, abuela, te escribiré y le pediré a Saha que te lea mis cartas. Y vendré siempre que pueda a visitarte.

—La dulce Saha ha venido a verme regularmente, la pobre chica te extraña.

—Quiero ir a verla, pero primero tenía que verte a ti, abuela.

—No te preocupes por mí, querida, estoy tan orgullosa de ti.

—Eh, disculpen la intromisión, ¿Mitsuki está de vuelta?, ¿creen que pueda recibirme?

Las dos mujeres se giran hacia él, recordando de pronto que se encuentra ahí.

—Sí, lo está—responde la muchacha—pero...

Se calla y le dirige una mirada a su abuela mientras su aroma se modifica. En respuesta la anciana suspira.

—Está bien, Meera. No creo que a Mitsuki le moleste que lo sepa; además él lleva tiempo esperando hablar con ella.

La muchacha asiente—Bien, Mitsuki debe estar saludando a su consorte. Siempre va a verlo cuando vuelve de un viaje largo.

Hizashi se despide y sale dejando a las dos mujeres enfrascadas en su conversación. El sol ha empezado a perder fuerza y en su lugar el ambiente es cálido y perfecto para un paseo vespertino. En la aldea se respira un aire festivo, allá por donde Hizashi pasa ve casas alborotadas por la llegada de los jóvenes alfa.

Hizashi se aleja de la aldea y vuelve al campo de flores azules, ha tomado la costumbre de visitarlo regularmente. Le sirve para pensar y ayuda a calmar el ansia de su corazón. Cada día su impaciencia crece y no deja de sentir que el tiempo se termina.

Conforme avanza procura hacer ruido y deja que su aroma se expanda como señal de que se acerca. Funciona porque en cuanto llega Mitsuki lo recibe.

—¿Te has perdido?,—le dice ella de espaldas, arrodillada frente a la piedra frente a la cual alguien -Mitsuki con toda seguridad- ha colocado una lampara pequeña—¿Cómo conoces este lugar?

—Sehaba me invitó. Me he hospedado con ella durante las últimas noches mientras te esperaba. Sé que es una descortesía interrumpirte en este momento, pero he esperado muchísimo para hablar contigo. Necesito que me escuches.

Mitsui no responde, permanece firme frente a la roca pulida y Hizashi se muerde la lengua y retrocede para darle privacidad. Hasta que finalmente la mujer apoya la frente sobre la piedra, murmura algo que Hizashi no alcanza a oír y se levanta. Cuando se gira, en lugar de mirarlo, sus ojos recorren el prado de flores azules con expresión indescifrable. En un intento por romper el hielo, Hizashi dice:

—Sehaba me contó sobre el claro y lo que significa. Sobre los amantes y la noche de vigía.

—En unos años todos recordaran la historia de esa forma—dice Mitsuki—así es como se crean las leyendas, después de todo. Algunos dirán que fueron plantadas en honor a los niños secuestrados. Otros contaran la historia de los amantes, ni sus nombres pasaran a la historia... pero yo estuve aquí. Estuve aquí mientras ese necio plantaba sus flores. No le gustaba la jardinería, aunque se sabía de memoria todas las malditas plantas que existen en la región. En su vida había mostrado interés por plantar cosas, y ahí estaba él, plantado esos tres—señala los tres pequeños arbustitos alineados junto a un árbol—con un cuidado del que jamás lo habría creído capaz.

Su voz, piensa Hizashi sorprendido de oírla, su voz revela lo que su aroma no.

—Era un enano gruñón perfeccionista—dice y una vez que empieza no puede parar—una vez se pasó la noche entera repasando un libro de plantas, se pasó meses buscando una maldita caracola perfecta y cuando supo de estas flores quiso una. No podía conformarse con algo tan banal, tan simple, tan fácil como las malditas caracolas que la gente ofrece, no, tenía que ir y subir a las montañas a buscar la flor que solo crece en lo alto. Y el pequeño monstruo lo consiguió, porque siempre había conseguido todo lo que se proponía. Y cuando trajo sus arbustos me senté aquí, con mi lampara, durante toda la noche, mientras el necio las plantaba. Estaba decidido a no dejar que se murieran. Me burlé de él, siempre me burlaba de él, le dije "Si te interesa ser jardinero puedo conseguirte trabajo", pero esa vez no picó. No se enfadó. Era divertido verlo enfadarse. Le dije "Con una flor habría sido suficiente, ¿por qué has tenido que traerlas con raíces? De todos modos se morirán y todo tu esfuerzo será en vano". Nunca me olvidaré de su respuesta. "No se van a morir. Van a crecer y Deku siempre tendrá una flor fresca en la ventana de nuestra casa"Chiquillo arrogante. Ya estaba pensando en su casa. Era un mocoso al que todavía no le cambiaba la voz y pensaba en su casa. Estaba seguro de que las malditas flores vivirían. Y mira nada más, aquí siguen; y cada primavera nacen más.

Hizashi guarda silencio. No hay nada que decir.

—Así que como ves la historia de este lugar es mucho más simple. Es el resultado de un alfa malcriado que no quiso conformarse con una estúpida caracola. Que tenía que hacer algo mil veces mejor porque no había otra forma de que pudiera expresar lo que quería. Porque si no hacía algo que no fuera malditamente grandioso entonces no tenía sentido.

Mitsuki sacude la cabeza, toma su lampara y recorre el borde del claro hasta Hizashi.

—¿Cuántos años tendría ahora?,—pregunta él al tenerla cerca.

Ella responde sin parpadear.

—Habría cumplido diecisiete en la primavera de este año.

—Lo siento.

—¿Por qué?... ¿tú te los llevaste? No. Los culpables son los demonios que cruzan el mar para arrancar a nuestros hijos de su hogar. Ellos deberían disculparse. No tú... Ahora olvida todo lo que me has oído decir, cada año me pongo vieja y hay ocasiones en la que se me va la lengua. Especialmente después de la graduación de mis alumnos. Siempre que los miro pienso en los que se han ido. Usualmente es Inko la que me soporta, pero tú te has aparecido antes de que me hubiera desahogado.

—Está bien.

—Aunque lo esté, olvídate de lo que he dicho. Y no lo repitas. Lo que menos quiero es que la gente de aquí me mire con lástima.

—Como desees.

—Pues bien, ya he hablado yo, ahora te toca a ti. ¿Qué estás haciendo aquí, Hizashi? Si tu rey te ha enviado para solicitar nuestra ayuda, recibirás la misma respuesta que el mensajero que enviaron hace meses.

—No es el rey quien me envía. Es el príncipe. Necesitamos de tu ayuda.

[...]

La casa de Nemuri Kayama se alza en lo alto de una colina, desde ahí se puede ver la villa, el bosque que cubre la isla y a lo lejos el cielo y el mar se unen en el horizonte. Si Hizashi tuviera tiempo se quedaría de vacaciones, pero no lo tiene así que sigue a Mitsuki por el empinado ascenso mientras intenta no escupir su corazón.

Kayama los recibe personalmente. Es una mujer exuberante, con un largo y sedoso pelo negro del color de la noche oscura, con un porte majestuoso que desborda sensualidad y poder. La mujer alfa le obsequia su sonrisa más cautivante y pese a su estatus abraza a Mitsuki con una efusividad que Hizashi encuentra encantadora.

Los tres se sientan a tomar el té en la terraza principal, desde donde pueden contemplar el mar.

—Te esperaba hasta dentro de un par de semanas, Mitsuki—dice Kayama cuando los saludos y las presentaciones se terminan—Y esperaba verte en compañía de tus alumnos.

Le dedica una fugaz mirada a Hizashi, pero él se concentra en su té y deja que Mitsuki conduzca la conversación.

—He salido antes—responde Mitsuki sin tocar el té que tiene frente a ella—Las noticias que he recibido son preocupantes. Él es Hizashi, amigo de Aizawa. Ha traído una advertencia y una suplica de parte del príncipe, el heredero de Yuuei.

—¿El rey ha renunciado a tratar con nosotros?

—No es así, Kayama, ahora escucha.

Para cuando Mitsuki termina de hablar el té de las tres tazas se ha enfriado y Kayama ha perdido su sonrisa de bienvenida.

—¿Una droga?,—murmura para sí.

—No tenemos noticias de cómo funciona—explica Hizashi abriendo la boca por primera vez—pero si existe tal vez pueda explicar por qué el ataque a la prisión resultó un fracaso. Es probable que alguien cercano al rey lograra convencerlo de retirarse a fin de no exponer la existencia de la droga en ese momento.

—No sé que es más aterrador, que tengan un modo de controlarnos o que haya un espía en la corte de Yuuei—dice Kayama.

—Esto cambia completamente el panorama—añade Mitsuki—Tenemos que informar al resto de las Matriarcas, tienen que saber la amenaza que se cierne sobre nosotros.

—Las Matriarcas se han negado a participar en la guerra de Yuuei, no querrán movilizar a las tropas. No si eso significa dejar a las islas indefensas.

—No solo es Yuuei quién corre peligro. Si ellos caen, los demonios no se detendrán ahí, seguiremos nosotros y no tendrán que atravesar el mar para llegar. Tendrán un puerto cerca, podrán venir y golpear cada vez que lo quieran.

—¿Cuál es tu sugerencia, Mitsuki? ¿Tomar las naves y cruzar el mar para luchar contra los demonios?

—Aizawa cree que ellos intentarán apoderarse de Yuuei mientras la flota esta fuera—responde Hizashi—Pedimos su ayuda para defender-

—¿Defenderlos a ustedes?,—interrumpe Kayama con ira—Puedo asegurarte de que las Matriarcas nunca consentirán dejar ir a las tropas solo por el bien de Yuuei.

—Pero-

—¡No!

—Espera, Nemuri—dice Mitsuki con rigidez—Yo nunca te he dicho que deseo apoyar la moción de defender a Yuuei.

—¿Qué?,—preguntan dos voces a la vez

—Si la suposición de Aizawa es correcta los demonios vendrán. No podemos permitirlo. Las Matriarcas lo entenderán. No solo es Yuuei quien corre peligro. Nosotros también. Enviaremos a nuestro ejército a interceptarlos. Hundiremos sus naves en el mar y los haremos arrepentirse del día que decidieron invadir nuestro hogar.

—Mitsuki...

—No. Hemos perdido a demasiados y cada año volvemos a sangrar. ¡Basta! Lucharemos, no por Yuuei, sino por los nuestros. Acabaremos con la amenaza que se acerca. Y cuando se haya ido, entonces sí, entonces pondremos rumbo a Hosu y arrasaremos con aquellos que se hayan atrevido a levantar sus armas contra nosotros.

—Es un riesgo...

—Convivimos con el mar, no hay mayor riesgo que él. Sé que quieres hacerlo. Sé que has encontrado un genio beta que se dedica a mejorar nuestros barcos. Sé que Mei Hatsume ha diseñado naves ligeras, diseñadas especialmente para nuestra gente, cuyo único objetivo es dar caza a los barcos de los esclavistas. Y no eres la única que se prepara. Sé que las otras Matriarcas también han tomado precauciones. Todos estamos listos, todos queremos venganza.

—La venganza podría matarnos a todos.

—Ellos nos mataran primero.

—Aun si tienes la razón, Mitsuki, no podemos tomar una decisión unilateral—toma aire y suspira mientras observa las tazas de porcelana—Llevare la petición al consejo. Las reuniré esta misma semana. Tan pronto sea posible. Y entre todas decidiremos si el riesgo es aceptable. Hasta entonces ambos son mis invitados.

—Gracias—dice Hizashi—Será para mí un honor-

—Te aprecio, Kayama—interrumpe Mitsuki levantándose intempestivamente—pero independientemente de la decisión del Consejo no planeo quedarme con los brazos cruzados.

—Mitsuki.

—No... no; aunque tenga que ir sola, planeo enfrentarme a los demonios. Planeo hacerles pagar por lo que nos han quitado.

Se marcha antes de que ninguno de ellos se mueva; Kayama en lugar de ir tras ella suspira.

—Ve con ella, Hizashi—murmura sin mirarlo—Intenta convencerla de esperar, aunque sea hasta la decisión del Consejo.

—¿Y si se oponen?... ¿la dejarás ir sola?

—Mitsuki no está sola... no se da cuenta, su dolor la ciega, pero en su villa todos están dispuestos a seguirla. Si Mitsuki va a la guerra todos los alfa que ha entrenado la seguirán. Todo aquel que la conoce, todos mis guerreros, mis navegantes, cada uno de ellos se unirá a su causa.

—¿Y tú?

Nemuri Kayama lo mira y su expresión es toda la respuesta que Hizashi necesita.

Tal vez mi viaje no haya sido en vano, piensa Hizashi mientras se despide.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro