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Capítulo 5: Planes y Promesas

Sinpsis: Izuku planeó su viaje cuidando cada detalle. Tal vez eso consiga ponerlo de vuelta en el camino correcto.

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Se traga los sollozos pese a sentir que se acumulan dentro de su pecho como granos de arena. Entierra la cara en sus rodillas para esconder sus lágrimas. No puede concebir la idea de Katsuki perdido en la tormenta. Es una idea absurda. Una idea imposible. Izuku se abraza las rodillas y sus dedos se tornan blancos mientras aferran sus tobillos. Todo su cuerpo es un nudo tenso que retiene los sollozos que burbujean en su garganta.

"No seas un debilucho."

Se la oyó decir a Katsuki por primera vez cuando tenía cuatro años mientras el rubio lo miraba desde una de las ramas bajas de un árbol. Izuku protestó, pero al mismo tiempo buscó una ruta de ascenso. Había dado dos pasos hacia el árbol cuando se oyó un crujido y Katsuki terminó en el suelo con un brazo roto. Pese al accidente, la frase se convirtió en un sello personal de Katsuki. Iba acompañada de una sonrisa, de un tono retador. Envolvía un desafío y avivaba la naturaleza obstinada de Izuku.

"No seas un debilucho."

La oyó cuando tenía miedo de aprender a nadar. No se le daba bien la cuestión de flotar pero Katsuki quería enseñarle el nido de patos que había en una de las pequeñas islas del centro. Katsuki que nadaba como si fuera mitad pez, Katsuki que no dejaba de bracear de ida y vuelta mientras lo esperaba. Así que Izuku se tragó el miedo y lo siguió. Su corazón latió con desenfreno todo el camino de ida, pero se le olvido cuando alcanzaron la isla y encontraron varios nidos de patos, llenos de huevos y pequeños polluelos. Izuku consiguió acariciar a varios patitos antes de que una furiosa madre pato se abalanzara sobre ellos. Cuando Izuku se hundió y entró en pánico, fue Katsuki el que lo aferro del brazo y lo mantuvo a flote. Le había dicho: Eres un debilucho, pero no lo soltó y lo acompañó todo el camino de vuelta.

"No seas un debilucho."

La oyó cuando tenía miedo de adentrarse en el mar. Su madre le había advertido sobre la posibilidad de ser arrastrado lejos incapaz de volver a la costa, pero Katsuki quería enseñarle la línea de corales y los peces de colores. Katsuki que podía bucear y sumergirse durante minutos enteros, Katsuki que no dejaba que el miedo lo detuviera. Así que Izuku hizo oídos sordos a las advertencias de su madre y probó hundirse con los ojos abiertos. Había tardado en acostumbrarse, pero al final podía hundirse a una altura decente y con el tiempo Izuku podía aguantar el aire durante varios minutos.

"No seas un debilucho."

Oyó esa frase una y otra vez durante su infancia. Cuando quedaron atrapados en el bosque en medio de una tormenta. Cuando Katsuki decidió imitar a los mayores y saltó desde la quebrada junto al mar. Cuando Katsuki lo defendió de un jabalí salvaje. Esa frase conseguía que Izuku enfrentara el miedo y le permitió construir los recuerdos que lo mantendrían con vida.

"No seas un debilucho."

Recordó esa frase cuando el barco se hundió y lo dejo a la deriva. La recordó cuando tuvo que armarse de valor para hablar con el chico cabeza de pájaro y la chica rana. La recordó cuanto tuvo que cazar por primera vez sin la ayuda de Katsuki. La recordó durante un año entero, día con día y noche tras noche, reuniendo fuerzas para sobrevivir. La recordó cuando llegó el invierno y estuvo a punto de morirse de hambre. La recordó cuando una serpiente lo mordió y tuvo que curarse a sí mismo. La recordó cuando se cayó de una pendiente y tuvo que apretar los dientes mientras alineaba su mano rota. La recordó cuando llego la primavera y lloró por primera vez ante el campo de flores. La recordó cuando tomó la decisión de que volvería a casa. La recordó cuando sus manos sangraron después de pasarse un día entero cortando y clavando madera para su primer navío. La recordó cuando su primer barco se hundió. La recordó cuando los dos siguientes hicieron lo mismo. La recordó cuando llegó su primer ciclo y tuvo que soportarlo solo y sin ayuda. La recordó cuando el trabajo se volvió abrumador.

La recordaba cada vez que miraba el mar. Cada vez que miraba el cielo al amanecer. Katsuki estuvo con él: Incentivando, empujando, no permitiendo que se diera por vencido. Vivió con su recuerdo día tras día, anhelando volver a casa. Su único deseo era escucharlo de nuevo, apoyar la cabeza en su hombro y aspirar su aroma.

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Izuku despertó al sentir la sacudida del barco. Su corazón se paralizó cuando se percató de los barrotes y tuvo una visión del mar embravecido, lo asaltó el terror de morir ahogado, pero entonces notó el aroma a alfa y recordó todos los acontecimientos del día anterior. Se frotó la cara, llena de lágrimas secas, y estiro las piernas. Oía los gritos en cubierta, pero no prestó atención, en su lugar cerró los ojos y evocó el rostro de Katsuki. Recordó la sonrisa. Los ojos color del fuego. El aroma.

Madera y humo negro.

No, no así. Izuku abrió los ojos justo en el momento en que un sonido espantoso reverberó dentro de la bodega. Todo a su alrededor crujió como una semilla al ser aplastada. Esta vez los gritos que se oyeron en el exterior fueron decididamente claros. Los chicos alfa que dormían se despertaron y empezaron a hacer preguntas mientras los otros intentaban distinguir lo que decían las voces de cubierta.

—Fuego—dijo una voz en la bodega e Izuku distinguió el aroma a madera quemada.

Los inconfundibles sonidos de lucha llenaron el ambiente y activaron la impaciencia de los chicos alfa. La bodega se llenó de voces inquietas, preguntas rápidas, suposiciones e Izuku intentó seguir la conversación, pero el aroma lo distraía. Podía oler el fuego y no podía evitar rememorar lo que había pasado años atrás en una situación parecida. No paraba de imaginarse el agua inundando la bodega, cubriendo al resto de sus compañeros.

Salió de su trance cuando el hombre bajo a la bodega, o mejor dicho cuando un hombre cayó por las escaleras, su cabeza choco contra el suelo produciendo un eco atroz y permaneció boca abajo, inconsciente. Se oyeron golpes, gruñidos y de pronto otro hombre cayó, solo que este consiguió ponerse de pie a tiempo, justo para interceptar el ataque del beta que venía tras de él. Los chicos rugieron de emoción cuando el hombre de pelo negro atacó. Tenía dos espadas cortas que hacía girar a una velocidad impresionante, se movía con gracia y era sin duda letal. Consiguió acuchillar a su enemigo tres veces antes de cortarle el cuello.

Inmediatamente se giró hacia el hombre caído y cuando le dio la vuelta dejo un reguero de sangre sobre la madera oscura. El beta maldijo entre dientes.

—Presiona la herida—dijo Izuku casi por reflejo y se sobresaltó cuando el hombre lo miró. Tenía ojos de un color negro profundo enmarcados por flores de azalea color morado que nacían en la mejilla izquierda y crecían por la sien y la frente. Sin duda reforzaban la autoridad natural de su mirada.

Izuku permaneció quieto bajo la inspección, aunque durante un momento se sintió desnudo. Antes de que pudiera retorcerse de ansiedad, el beta se levantó, tomó sus espadas y golpeó la cerradura de la jaula cuatro veces antes de que el candado cediera.

—¿Puedes ayudarlo?,—su voz era profunda y templada, no había ni una sola nota ansiosa en él.

Izuku se tragó el miedo, se movió, con las piernas débiles por el aroma a alfa combinado con la presencia autoritaria del beta. Guardó silencio mientras revisaba la herida, un profundo corte a la altura de las costillas, y un chichón gigantesco en la frente. En cuanto puso los ojos en él, Izuku se olvidó del miedo, de la ansiedad de saberse observado y del dolor, su mente simplemente hizo un análisis rápido. Le tomo el pulso, analizo la profundidad de la herida y se aseguró de ejercer presión sin agravar la situación.

—Es una herida profunda pero el cuchillo se desvió hacia el exterior—dijo en voz alta y se giró hacia el beta que lo miraba fijamente—Necesitaré coserlo, tengo el material entre mis cosas, también tengo un emplaste que ayudará a evitar infecciones, y otro que reducirá la hinchazón del golpe.

—¿Tus cosas?

—Están en unas bolsas de arpilla. Las metieron en dos sacos grandes cuando asaltaron mi barco. Creo que las dejaron en cubierta.

El beta asintió, sacó a dos de los alfa mayores, a cada uno les dejo una espada con instrucciones de liberar al resto y de permanecer en guardia por si había problemas, después subió por las escaleras con la gracia de un felino.

Con las manos húmedas de sangre tibia, Izuku luchó contra el pánico.

No seas un debilucho.

Se tragó las lágrimas. Katsuki tenía razón. No era momento para romperse... tomó aire y se giró hacia el alfa más cerca de él.

—Necesito agua y vendas o algo que se le parezca.

[...]

Había tomado tiempo, días de una persecución incesante, y mucho trabajo en conjunto para que la Flota consiguiera alcanzar a su presa. Pese a las advertencias del capitán Shouto se alistó con el resto de la tripulación para luchar, la única advertencia de su maestro fue: Evita perder la cabeza o yo perderé la mía. Lejos de considerarlo una obviedad, Shouto tomó nota de su preocupación; al menos él conseguía matizarla.

—Todoroki-ouji...

—Por última vez, Tenya, viajamos de incognito. Soy Shouto.

El beta junto a él se retorció de ansiedad.

—¡Señor! No podría caer en semejante...

—Deja de gritar o llamarás la atención. Y si mi nombre te resulta demasiado, al menos evita los títulos.

—Muy bien, señor—Shouto se retorció ante el tono formal—Solo quería decirle que considero sumamente peligroso participar en esta incursión. El capitán ha recomendado que se mantenga a salvo en la cabina, junto al timonel.

—El capitán tiene sin duda la mejor de las intenciones, pero según lo veo van a necesitar de todas las manos posibles para asegurar la victoria.

—Arriesgar su vida...

—No vamos a empezar con lo mismo, ¿verdad Tenya?

—No, señor. Perdón, señor.

Shouto guardó silencio y esperó la orden del capitán.

En cuanto el barco enemigo estuvo a tiro, los arqueros lanzaron flechas prendidas contra la vela principal, casi al mismo tiempo los otros encendieron sus cañones. El capitán esperaba el contrataque y respondió de la misma forma. Una de sus balas tuvo la suerte de atravesar el mástil principal que cayó sobre la cubierta provocando un ruido espantoso.

Cuando los dos barcos estuvieron casi a la misma altura se tendieron las sogas y comenzó el abordaje.

Shouto saltó detrás de su maestro e inmediatamente tomo posición junto a Tenya. Su trabajo consistía en evitar que el enemigo tuviera acceso a su barco, así que ambos se colocaron lado a lado y defendieron su terreno cortando, apuñalando y esquivando. La batalla en el frente fue sangrienta, pero ellos no tuvieron problemas. Shouto no sintió ningún remordimiento de los cuerpos caídos. Luchó con agilidad y destreza, no daba dos pasos si bastaba con uno y se aseguraba que sus cortes fueran mortales.

Cuando la lucha terminó, tenía el cuerpo cubierto de sudor, la cara manchada de sangre, y los brazos pesados. Solo entonces se percató de los cortes en su ropa y cuello. Todos insignificantes.

—¡Señor!,—exclamó Tenya en cuanto vio su aspecto.

—Ayuda al capitán con el fuego, Tenya. Buscaré a Aizawa.

Se marchó sin darle tiempo de protestar. Se alejó de los cuerpos y encontró a su maestro arrodillado junto a un montón de sacos atados a la barandilla.

—Sobreviviste.

—No suenas sorprendido.

—Si lo estuviera no te habría permitido venir.

En ese momento el capitán se materializó junto a ellos.

—¿Y los alfa?

—A salvo—fue la seca respuesta.

—Bien, tenemos poco tiempo antes de que el incendio se salga de control. Tengo las manos llenas, víveres, fuego y armas... ¿dónde está Hizashi? Lo necesito para que inspeccione los camarotes.

—Está herido. Lo apuñalaron y permanece inconsciente.

—¡Maldita sea!... bien, ¿puedes encargarte de sacar a todos los prisioneros?

—Lo haré.

Se levantó arrastrando dos sacos con él y Shouto lo siguió. Bajaron de prisa, dieron vuelta a la izquierda e inmediatamente se toparon con otra escalera.

Lo primero que Shouto notó al bajar fue el aroma: Sangre, impaciencia, amenaza, mierda y angustia. Arrugó la nariz por reflejo e intentó ignorarlo. Lo siguiente que notó fue que todos los chicos capturados formaban un círculo dándoles la espalda. Shouto atravesó el círculo y permaneció de pie mientras su maestro se arrodillaba.

En el centro había un chico, mayor que el resto. Tenía las manos empapadas de sangre mientras colocaba un torniquete sobre el torso de Hizashi. Dos chicos alfa lo ayudaban a levantar el cuerpo mientras lo envolvía con lo que parecía un trozo de sábana.

—El barco se hundirá—dijo su maestro mientras extendía los sacos hacia el muchacho—¿son éstas tus cosas?

—¿eh?... ah—el muchacho terminó de acomodar la venda, se inclinó para mirar el contenido de la bolsa y asintió de nuevo—sí. Lo son.

—Bien, ahora tenemos que salir de aquí.

—Oh...—el chico se retorció ante la mirada de su maestro y cuando lo hizo un delicado aroma a lavanda inundo la cabina. Shouto no fue el único que se deleitó con la fragancia.

—¿Puedo moverlo?,—pregunto su maestro rompiendo el repentino silencio.

—Aún... aún necesita puntadas.

—Lo llevare a nuestro barco y podrás hacerlas allá, ¿de acuerdo?

—S-sí... solo cuidado con... cuidado con la herida.

El chico pareció avergonzarse de su consejo porque desvió los ojos y se frotó la nariz. Una delicada nariz cubierta de pecas.

—Shouto, ayúdalo con sus cosas. El resto conmigo.

Su maestro salió y los pequeños alfa lo siguieron. Cuando el muchacho hizo ademán de tomar uno de los sacos, Shouto lo interceptó. El movimiento sobresalto al chico que retiró las manos con un ademán nervioso. El aroma a lavanda brotó con inusitada fuerza.

—Hueles a flores—dijo Shouto sin pensar. No era el aroma de un alfa, había suficiente de ese aroma en todo el camarote... pero tampoco poseía las características de ninguno de los otros.

—S-soy... trabajo con plantas. Hago infusiones y cataplasmas.

El muchacho se inclinó, tomó el otro saco y salió antes de que Shouto pudiera decir algo más.

[...]

Todos los adultos se concentraron en las tareas de limpieza y transporte. Shouto dejo las cosas del muchacho y volvió para terminar de trasportar los víveres y las armas. Un par de horas después todos aullaron de alegría cuando el barco enemigo se hundió con los cadáveres de los esclavistas.

Shouto miró por la borda hasta que no hubo más burbujas en la superficie, no sintió pena por ninguno de ellos, ni tampoco remordimiento. Vagamente se preguntó si su madre aprobaría su actitud y el pensamiento le hizo daño. Para luchar contra la sensación de fracaso fue en busca de su maestro.

Lo encontró en la improvisada enfermería. Había varios heridos, la mayoría con cortes relativamente inocuos. Shouto tomó asiento junto a Hizashi, desde ahí observo como el muchacho que olía a flores limpiaba y atendía todas las heridas con una eficacia sorprendente. Era metódico y rápido, pero se avergonzaba cada vez que uno de los marineros le regalaba un cumplido. El cambio sucedía tan rápido que era entretenido de ver: Aplicaba la pasta que olía a sábila con una expresión concentrada y tenaz, vendaba con manos agiles y cuando el hombre en cuestión le dedicaba una palabra el muchacho se retorcía las manos y se sonrojaba de vergüenza.

Shouto no se hartó de mirar la misma secuencia una y otra vez. Había algo sumamente encantador en la forma como su cara bronceada se teñía de una delicada tonalidad rosada mientras sonreía nerviosamente.

Eventualmente todas las heridas fueron tratadas y los únicos que se quedaron en el camarote fueron los tres heridos de gravedad. Hizashi era el único que seguía inconsciente.

—Se repondrá—dijo Shouto en voz baja mientras veía a Tenya acercarse con la comida para ellos.

Su maestro no respondió, en su lugar le hizo señas al muchacho.

—Comida—dijo, y Shouto vio al otro titubear antes de acercarse.

—Gracias, pero ellos—señalo hacia los dos heridos—necesitan comer primero.

Antes de que nadie pudiera decir nada otro marino entró llevando la comida para sus dos compañeros. Sin más excusas el muchacho se froto los dedos y se retorció en su lugar antes de tomar asiento.

—Gracias—aceptó la carne seca, las galletas y el agua. Comió sin mirar a nadie y Shouto estaba a punto de hacer una pregunta cuando su maestro se adelantó.

—¿Cuál es tu nombre?

—Midoriya. Izuku Midoriya.

—Yo soy Aizawa. Estos dos son mis discípulos. Tenya y Shouto.

—Mucho gusto.

—¿Qué hacías en el barco?

—¿eh?

—¿Qué hacías en el barco? Ellos no suelen raptar a ningún alfa mayor de quince años.

—No soy un alfa.

Los ojos de Shouto se quedaron fijos en la sucia venda que cubría el tobillo. Cuando el muchacho la apretó contra sí, Shouto levantó la vista para encontrarse con dos ojos de un verde extraordinario. En apenas un segundo de inspección, Shouto tomó nota del delicado perfil, de las pecas que cubrían la nariz y se difuminaban en torno a los ojos, se dio cuenta de que las pestañas eran de un verde oscuro, casi negro, y de que su boca era una delicadeza como el capullo de una flor.

—¿Un beta?,—pregunto Tenya devolviendo a Shouto a la realidad.

—S-soy un sanador—dijo el muchacho mientras se apartaba los mechones de su pelo verde, un verde como el de las hojas que crecen a la sombra.

—Eres demasiado joven—dijo Aizawa imprimiendo a su voz el tono de autoridad que Shouto conocía bien. Era un tono que no funcionaba con él, pero era excelente para enseñar a los beta bajo su tutela. Sin embargo, el muchacho se tensó como si le hubieran gritado y el aroma a lavanda volvió. Fuerte y denso, combinado con el aroma a sábila y manzanilla.

—No terminé mi entrenamiento.

—¿Por qué?

Shouto mira a su maestro de reojo, preguntándose el porqué de la repentina severidad en su tono, pero dejo la pregunta de lado cuando al posar sus ojos en el muchacho se percata de su incomodidad: Tiene los hombros tensos y sus manos se retuercen nerviosas, se muerde el labio inferior mientras tiene los ojos sobre su maestro aunque inmediatamente después aparta la mirada, como si no fuera capaz de enfrentar su dureza.

Ciertamente no es un alfa, piensa Shouto distraídamente, pero es rarísimo que un beta adolescente pierda la compostura frente a ese tono. Era como si...

No

El muchacho se rinde ante la autoridad de su maestro, tal vez Aizawa no fuera un alfa pero sin duda había entrenado a varios y sabía imponerse. El muchacho desvía los ojos de él y levanta su camisa a la altura de su estómago.

En cuanto ve las vendas, el corazón de Shouto se agitó dentro de su pecho como un pájaro asustado dentro de una jaula.

[...]

El silencio se alargó lo que pareció una eternidad. Izuku notó el miedo caracolear dentro de él e intento controlarlo, pero era condenadamente difícil soportar la mirada del beta adulto. Su expresión era severa y su aroma era tan imponente que le resulta físicamente imposible mentirle.

Escuchó a uno de los muchachos decir algo. El más alto de los dos dijo Eres... pero el resto de la frase se cortó cuando el beta adulto dirigió su atención hacia él e Izuku aprovecho su distracción para rehacer su postura. Tomo aire con lentitud y mantuvo sus manos quietas.

—¿Cómo llegaste ahí?,—fue la siguiente pregunta, menos severa que las anteriores, pero igual de firme. Izuku no perdió tiempo con mentiras, bajó la voz y miró al suelo mientras decía:

—Hace unos años atacaron mi aldea—distraído, Izuku se frotó la nariz y se apartó el pelo de la cara mientras les contaba del secuestro y del naufragio. Hizo un resumen corto de su vida en tierra enemiga y finalizó diciendo—Tenía planeado cruzar el mar hasta llegar a las costas de Yuuei. De ahí habría navegado hacia el sur. Hacia las islas de Kohei.

—Un viaje imposible—dijo el beta más joven.

Izuku se encogió de hombros sin mirar a nadie—Tenía que intentarlo.

—¿Por qué la venda?

Izuku se frotó distraídamente la rodilla de ese pie y miro a Aizawa.

—Porque quería evitar que me enviarán con el resto de los omega si me capturaban. Pensé que la flor los engañaría, y que me daría tiempo de escapar.

—Era un plan absurdo. Ellos no capturan beta. Solo alfa y omega.

Izuku frunció el entrecejo—No, eso no es verdad. Ellos también secuestran beta.

—¿Quién te dijo eso?

—Son los rumores que llegan.

—Pues están mal. En todos los años desde que empezaron los secuestros, ellos siempre han enviado dos barcos. Siempre. Empezaron con un puñado aquí y allá y de pronto empezaron con grupos grandes. Dos veces por año atacan las costas y secuestran alfa y omega. En ninguna ocasión se han llevado beta.

—Eso es porque los atacan en el mar. Muchos hombres beta son comerciantes y marinos. Por lo que sé, buscan barcos fáciles de abordar y se los llevan. Es casi seguro que muchos creen que su desaparición es por culpa de las tormentas y las serpientes de mar.

Hubo un largo silencio mientras las palabras de Izuku calaban en los otros tres, el muchacho se extrañó de ver la sorpresa y la conmoción en el rostro Aizawa.

—¿No lo sabían?

—¿Beta adultos?,—murmuró el hombre mirando al omega con expresión de sorpresa—No tiene sentido.

—¿Por qué?,—pregunto Izuku a su vez.

Los tres se miraron como si él no estuviera ahí.

—¿Qué pasa?,—repitió el chico intentando que le prestaran atención.

—Debo hablar con el capitán.

Aizawa se puso de pie e Izuku se apartó para dejarlo pasar. En cuanto el adulto desapareció por la puerta, el chico se giró hacia los otros dos.

—¿Cuál es el problema con que también secuestren a los beta?

—La mayoría de la gente—dijo Tenya—cree que usan a los alfa como mano de obra. Se los llevan jóvenes para entrenarlos y adiestrarlos. Los omega son destinados a servir como acompañantes.

—¿Y no es así?,—pregunto Izuku mirando al muchacho de pelo azul.

—El rey así lo cree—murmuró el único alfa del grupo. Izuku lo miró e intento no retorcerse ante su mirada. No solo era asombroso que sus ojos fueran de colores distintos, su porte y su expresión gritaban autoridad pese a su edad—Para él, es la única explicación.

—¿Qué otra puede haber?

En lugar de contestarle, el alfa le dijo—¿Por qué están secuestrando adultos beta?

—Para trabajar.

—No, sabemos que no hay ningún beta con el resto de los prisioneros.

Izuku ladeó su cabeza incapaz de seguir la línea de razonamiento del alfa, pero en cuanto el otro se inclinó hacia él, Izuku se enderezó, repentinamente consciente del aroma a pino y musgo. Olía a primavera. Olía como un bosque húmedo, familiar, fresco y sereno.

—¿Cómo lo sabes?,—pregunto Izuku echándose para atrás por instinto, intentando poner espacio entre el alfa y él.

—Desde que los secuestros empezaron se enviaron espías a las tierras de los esclavistas. Todos ellos desaparecieron, muertos o capturados no importa, ninguno de los reportes que enviaron mencionaba esclavos beta.

—¿Los matan?,—pregunto Tenya con evidente malestar.

—¿Y para que tomarse la molestia de llevárselos?,—respondió el alfa antes de volverse hacia Izuku, quien intento no encorvarse frente a él—Aún no lo entiendo, ¿por qué beta y no alfa ni omega?

Izuku lo miro con extrañeza—¿De qué hablas?

—¿Por qué disfrazarte como beta? Si tenías miedo de que lo que te harían si descubrían que eras un omega, ¿por qué no fingir ser un alfa?

—Porque a los alfan los drogan.

[...]

Shouto toma aire con calma tratando de poner sus pensamientos en orden. Se sujeta las sienes y apoya los codos sobre las rodillas. Cuando Tenya intenta hablarle, le hace un ademán para que se calle porque no tiene ganas de iniciar un interrogatorio sin su maestro, pese a que eso es precisamente lo que más desea.

Mientras esperan, el beta –no, el omega– se inclinó para revisar los signos vitales de Hizashi y después fue a comprobar el estado de los otros dos pacientes. Regresó, termino de comer y se quedó quieto mientras frotaba distraídamente la cicatriz en su mano derecha.

—¿Qué te paso?,—preguntó Shouto impulsivamente.

El omega lo miro. Era sorprendente que la misma persona que un momento atrás estaba retorciéndose de nerviosismo pudiera mirarlo con esa expresión rebosante de calma. Tenía unos ojos asombrosamente verdes, bajo la luz de los candiles su color se asemejaba al del musgo húmedo por el rocío de la mañana y estaban bordeados de esas largas pestañas que eran de un verde que parecía negro. Shouto lo miro con tal intensidad que el muchacho dio un respingo nervioso y apartó los ojos de él.

—Me caí—contestó con voz queda, acariciando su cicatriz de forma ausente—resbale por una pendiente y aterrice sobre mí mano. Terminé con tres dedos rotos, pero conseguí alinearlos sin complicaciones.

Shouto intentó imaginarse la situación, pero no pudo. Tenía seis años cuando se dislocó el hombro al caer de su primer caballo y recordaba sus gritos mientras el sanador intentaba poner el hueso en su lugar, recordaba cómo el dolor había llenado cada hueco dentro de su cerebro impidiéndole procesar ningún pensamiento coherente, no se imaginaba curándose solo.

—¿Y a ti?,—la pregunta lo sorprendió y tardo un momento en entender que el omega se refería a la quemadura en la parte izquierda de su rostro.

Su garganta se contrajo ante el recuerdo, pero antes de que consiguiera decir nada Tenya se adelantó:

—Esa es una impertinencia.

Le imprimió tanta dureza a su voz que el omega se sobresalto y su rostro perdió toda simpatía, se puso tenso y apretó las manos contra su cuerpo. Shouto se sintió culpable y estuvo a punto de gruñirle a Tenya cuando finalmente su maestro volvió con ellos.

—¿Qué pasó?,—pregunto el alfa de inmediato.

—Hablaremos después.

—No, hablaremos ahora—se volvió hacia el omega—Dile lo que nos acabas de decir.

—¿Eh?

—Dile lo de la droga.

Notó a su maestro ponerse tenso y toda su atención se concentró en el omega.

—¿Qué droga?

Shouto se adelantó—Él dice que los esclavistas están drogando a los alfa.

—¿Es verdad eso?,—el omega asintió mirándolos con reticencia—¿Cómo lo sabes?

—La familia de Tokoyami –la persona que me ayudo a trazar mi ruta para cruzar el mar– vivía cerca de la fortaleza del General. Su padre trabajaba como guardia en una de las prisiones, se marcharon de ahí después de su muerte, pero aún recuerda todo lo que su padre decía. Fue él quien me convenció de disfrazarme de beta. Me dijo que los omega son los que más vigilancia tienen y los alfa son drogados diariamente.

Shouto intercambió una mirada con su maestro y preguntó:

—¿Qué le dijiste al capitán?

—Nada—el beta se frotó la cara intentando aliviar sus ojos cansados—Le pregunté sobre barcos desaparecidos.

—¿Y?

—Aparentemente hay unos cuantos, pero no demasiados para llamar la atención.

Tenya sacudió la cabeza—¿Qué significa eso?

—Significa—dijo Aizawa—que tenemos otra pregunta entre manos. ¿Por qué betas adultos? Durante todos estos años se han llevado alfas jóvenes, secuestran omegas indistintamente, pero nunca han mostrado interés en los beta, ¿cuándo modificaron su conducta?, ¿y por qué?

—¿Importa?,—pregunto Tenya entrecerrando los ojos—Quiero decir, ahora tenemos la respuesta que veníamos a buscar. Ahora sabemos que Todoroki-ouji tenía razón al suponer que algo impidió a los alfa luchar en aquella ocasión. Si la droga fue capaz de neutralizarlos, no importará si conseguimos sitiar una prisión. Ellos preferirán masacrar a los prisioneros antes que dejarlos ir. Tenemos que volver y avisarle al rey. Tenemos que idear un plan que nos permita apoderarnos de las prisiones sin que maten a los alfa.

—No vamos a volver—gruño Shouto sacudiendo la cabeza—Eijirou y su grupo están esperando que vayamos a recogerlos.

—Eso sí lograron salir—murmuró Aizawa cruzándose de brazos—bien sabes que no había garantía.

—Tu contacto...

—Mi contacto fue claro. Podía ayudarlos a entrar, salir era otro asunto. El objetivo principal era evitar el mismo desastre de años atrás.

—Eijirou es tu discípulo.

—Y él conoce sus responsabilidades.

—Y también confía en nosotros. Acordamos que iríamos a recogerlo.

—Acordamos que te dejaría venir con la condición de que te quedarías en este barco mientras yo iba a buscar al contacto, en ningún momento te permití venir conmigo.

—No me importa si me lo permites. Eijirou y los demás son parte de mi guardia, no pienso abandonarlos.

—Eijirou sabía que si no podía escapar tendría que esperar hasta que la flota del rey llegara y aún entonces no existía la seguridad de que el ejército del rey consiguiera recuperar la prisión. Sabía que su misión principal era recabar información y enviarla. Él tomó la decisión a sabiendas del riesgo que corría.

—No me puedo creer que vayas a dejarlos ahí.

—Hay prioridades. Tenemos que avisarle al rey de la situación. Deberá cambiar sus planes y tendrá que recabar más detalles sobre la droga si queremos vencerla.

—Bien, pues vuelve con mi padre. Yo cumpliré mi palabra.

—No hagas esto.

—¿Qué importancia tiene si vuelvo? Al viejo no le importará, eso lo sabes también como yo. Tú tienes más posibilidad de convencerlo de cambiar de idea. Si llego diciéndole que no debe atacar, lo primero que hará será decirme que deje de comportarme como un cobarde y que ponga el ejemplo para todos. No haré ningún bien allá.

—Tampoco harás ningún bien estando muerto.

—No estaré muerto. Buscaré a tu contacto y tal vez podamos idear una forma de sacar a Eijirou y al resto de la prisión.

—¿Te está oyendo?,—Aizawa sacudió la cabeza con incredulidad—Lo único que vas a conseguir que te maten, o peor, que te capturen.

—Si es así entonces tal vez mi padre haga un verdadero esfuerzo en recuperar las prisiones.

—Shouto...

—Sabes que tengo razón. Sabes que mi padre tiene intenciones de concentrarse en destruir los puertos y en atacar la fortaleza del General. Su prioridad no son los prisioneros. No necesita decirlo en voz alta, es obvio. Lo sé yo y lo sabes tú. Si consigue liberar a unos cuantos, será bueno para él, y si no, siempre podrá decir que lo intentó.

Aizawa extendió los brazos, ofuscado.

—No, no y no... Esto es una locura, ¿cómo vas a enfrentarte a una droga que no conoces y qué nunca has visto?

—Eijirou sabrá de ella.

—Y estará en la misma situación que tú.

Shouto sacudió la cabeza, tomo aire y miro a su maestro.

—No me pidas que los deje.

—Esto no es culpa tuya.

—Lo hicieron por mí.

—No obligaste a nadie.

—¿Alguna vez le has dicho que no a mi padre?

—...tú no eres él.

—Y por eso estamos aquí.

Aizawa cerró los ojos, se rascó la mejilla y empezó a maldecir el día que se encariñó con ese grupo de chiquillos ruidosos.

—Sé sensato, Shouto, ¿qué piensas hacer? Quieres adentrarte en una zona que no conoces, que ninguno de nosotros conoce, para buscar el complejo que retiene a Eijirou. ¿Y luego qué? ¿cómo vas a entrar? ¿cómo vas a salir?

—Siempre has dicho que innovemos.

—No utilices mis palabras contra mí.

—Tal vez no conozca el lugar, pero encontraré el modo.

—Disculpen—ambos se sobresaltan ante la voz que interviene, se habían olvidado del omega que tenían en frente—Yo sé dónde están todos los complejos de la zona.

Silencio. Shouto rebobina la frase hasta que cobra sentido.

—¿Cómo?,—pregunta Aizawa con severidad.

—Tokoyami me consiguió mapas detallados del ejército. Si me veía en la necesidad de acercarme a la costa al menos sabría qué zonas evitar.

—¿Tienes los mapas contigo?

—No, se quedaron en mi barco, pero me los aprendí de memoria. Memorice la localización de todas las aldeas y los puestos de vigilancia.

Shouto sonríe y mira a su maestro, que gruñe:

—Aún queda el problema con la droga.

—Pues...—el omega interviene antes de que Shouto lo haga y cuando ambos se giran hacia él, el muchacho se ruboriza. Shouto no se sorprende cuando el omega se aparta el pelo de la oreja, es una manía que ha repetido al menos cinco veces en el tiempo que llevan charlando.

—¿También sabes como neutralizarla?,—murmura Aizawa con impaciencia

—Uh..., no... no sé qué es, pero Tokoyami me dijo que se suministra vía aérea, así que antes de partir me hizo preparar un set completo de lociones. Teníamos la idea de que en caso de que intentaran utilizarla contra mí, tal vez podría contrarrestarla usando un trapo cubierto en perfume. Como cuando usas un pañuelo húmedo para evitar intoxicarte con el humo.

Tanto Shouto como Aizawa hablaron a la vez—Brillante—Absurdo

—En todo caso—murmuro el omega intentando ignorar la tensión entre ambos—no es una solución a largo plazo, pero aun cuando no funcione nos dará un margen de ventaja.

—Vaya que si lo hará—Shouto sonrió con orgullo y su gesto provocó que el omega se sonrojara; sin dejar de sonreír el muchacho se giró hacia su maestro—Supongo que ya no quedan excusas.

Aizawa se pasó una mano por el pelo, claramente frustrado.

—¿Estás dispuesto a arrastrarlo en esta tontería?,—señalo hacia el omega y por primera vez Shouto tuvo dudas.

Miro hacia el omega, indeciso, pero entonces el muchacho hizo algo extraordinario. Sonrió. Por primera vez desde que lo conociera. El gesto fue brillante, tímido y encantador.

—En realidad soy yo quien está ofreciendo su ayuda—dijo el muchacho sin vacilación.

El silencio se extendió mientras los tres lo miraban sorprendidos, finalmente fue Aizawa quien hizo la pregunta que todos tenían en mente—¿Por qué?

La bella sonrisa se borró de golpe, su gesto se apagó como la llama de una vela. Una pequeña arruguita se formó entre las cejas y sus pómulos palidecieron. Los ojos vagaron por el cuarto, como si buscaran algo, pero era obvio que el muchacho no estaba ahí, veía algo más allá de todos ellos. Un recuerdo. Un deseo. Fuese lo que fuese, tenía la fuerza para convertir una bella flor en una hoja marchita.

Finalmente, el muchacho se llevó la mano a la cara y se apartó el pelo volviendo lentamente a la realidad. Cuando los miro su rostro era la viva imagen de la tristeza.

—Si supiera que mi amigo es prisionero, yo también haría todo lo posible por rescatarlo.    

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