Capítulo 47: La Mente de un Hombre
Sinopsis: ¿Qué hay más aterrador que la soberbia de un hombre que tiene el poder para doblegar el mundo?
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Capítulo 47: La Mente de un Hombre
Los reportes que Kurogiri entrega puntualmente cada mañana son resúmenes concisos de los mensajes que sus Coroneles envían desde el frente de batalla. Cada día el General dedica horas en estudiar los avances, la movilización de las tropas, los resultados en cada escaramuza, y mucho más. Así, cuando Tomura vuelve de su estadía en el frente puede discutir con él los detalles más apremiantes y el curso de acción.
Ha instalado un mapa detallado en la mesa de su oficina donde va añadiendo piezas de madera negra que representan a sus hombres y otras de color rojo que simbolizan al ejército de los salvajes. Pronto le queda claro que los refuerzos enemigos se han apropiado de todo el territorio del Coronel Kalto y de la mitad del territorio del Coronel Rutia. La prisión se encuentra en la frontera entre ambos y es ahí donde se encuentra el corazón del enemigo, el Coronel se ha asegurado de marcar la zona con una doble ficha.
—Han delimitado su territorio con hogueras —dice Tomura apoyando los codos en la mesa mientras observa el mapa como si fuera este quien lo ofende—, a lo largo de toda esta región —añade trazando una línea imaginaria sobre el mapa—. Queman hojas aromáticas o corteza de árbol regularmente, y cada fogata cuenta con guardias que se encargan de apagarlas o encenderlas según la dirección del viento.
—¿Y dices que esto es idea de la Bestia?
—Eso suponemos pues fue así como lucharon durante el asedio. Me he sentado con los oficiales que estuvieron presentes entonces y hemos hecho una lista detallada de sus tácticas de combate. Utilizan las hogueras para matizar los efectos del incienso, creemos que no es efectivo a largo plazo aunque no podemos garantizarlo. Sin embargo, hemos visto que rotan a sus hombres con regularidad, supongo que así mantienen a sus tropas frescas para la batalla.
—Qué más.
—Durante el asedio utilizaron a sus arqueros para defenderse desde lejos, ahora no pueden hacer lo mismo dado el tamaño de la zona que defienden sin embargo los centinelas que han conseguido acercarse para espiar su campamento creen haberlos visto construir lanzaderas. Como las nuestras.
—¿Las que Chisaki y los suyos usaron en sus barcos para lanzar el incienso contra los salvajes?
—Eso parece.
—Así que renunciaron a seguir atacando.
—Por el momento, sí. Y es lógico, casi destrozamos a los que intentaron un ataque frontal, es obvio que no estaban preparados para un combate directo pues el incienso sigue siendo su debilidad. Sin embargo, han aprendido.
—Y su objetivo actual es instalarse.
—Nuestras sospechas son que pretenden ampliar su territorio lentamente extendiendo sus fronteras con más hogueras y ahuyentando a los locales. No parecen tener prisa.
—Si son inteligentes no la tendrán. Saben que no pueden luchar contra el incienso, así que cuál es tu plan.
—Destruir las hogueras. Deje a Dabi con la orden de averiguar la posición exacta de cada una y las defensas que tienen. Quiero irrumpir en medio de su formación destruyendo las hogueras de ambos lados y después dividir a su fuerza de ataque en dos pedazos, entonces destrozaremos a la que esté en la vanguardia. Repetiremos una y otra vez hasta que no quede nada.
—¿Para eso necesitan el incienso?
—¿Incienso?
—El Coronel Rutia ha enviado una orden para solicitar más suministros, y no ha sido el único.
—Esos estúpidos lo desperdician sin razón. Lanzan cargas continuamente sin entender que es inútil. No me sorprende que se hayan quedado sin él porque creen que si saturan el aire podrán controlarlos de nuevo.
—Parece que todos ellos se han acostumbrado a tratar con salvajes mudos y blandengues, sin darse cuenta que estos salvajes no son mocosos aterrados sino guerreros entrenados que saben adaptarse. Sin mencionar que la Bestia les ha mostrado que pueden luchar contra el incienso y la fortaleza en la que decidió instalarse se ha convertido en el nido donde se agrupan. No será fácil echarlos.
—Tal vez no fácil pero no imposible.
—¿Crees estar a la altura?
—Me he prometido plantar un campo con cada una de las flores que les arrancare a esos perros asquerosos. Y por encima de todo clavare la cabeza de la Bestia para demostrarle a los suyos que es tan solo otro bastardo con suerte.
—¿Estás listo para enfrentarte a todos ellos?
—¡Por supuesto!
—Entonces adelante. Tal vez tu victoria en esta tarea sea suficiente —dice el General observando con atención como los dedos de Tomura escarban en el tejido cicatrizado que se asoma por el borde de su ropa.
Tomura sonríe sin dejar de mirar el mapa.
—Por cierto, tu cazadora vivirá pero se ha roto ambos tobillos y su recuperación será dolorosa. ¿Has averiguado qué le paso?
—No consiguió decir nada antes de desmayarse. Creo que cayó por un hueco en el techo de uno de los túneles mientras luchaba contra alguien, pero cuando salí por el otro extremo y volví para rastrear la zona no encontré nada. Sé que su oponente perdió mucha sangre, encontré unos dedos mutilados que mi noumu se terminó comiendo, y seguí el rastro que ascendía en línea recta. Al parecer fue interceptado por otra bestia, encontré señales de lucha, y por la cantidad de sangre he de creer que el animal acabó con él.
—¿Tenemos noticias de Jin o alguno de los suyos?
—No se han reportado conmigo.
—Si llegaron a la fortaleza de los salvajes y lograron entrar, ya deberíamos tener noticias de ellos.
—Si es que siguen vivos.
—¿Crees que no lo consiguieron?
—Eso o nos han traicionado. Te dije que no confiaras en ellos.
—Aquellos que estén dispuestos a unirse a nosotros serán aceptados, los necesitamos para demostrar que existen otras alternativas a luchar en esta guerra.
—Pero es divertido cuando lo hacen.
—Es una pérdida de recursos.
—Ja —se carcajeó Tomura apartándose del mapa con un empujón—. Si no los aplastas por completo, si no destrozas su voluntad, siempre habrá uno que piense que puede cambiar las cosas. No, deben aprender que su victoria es un sueño. Solo mira a los salvajes que tienes aquí, obedecen y se comportan, y han aprendido lo que se espera de ellos.
—Eso me recuerda que debo permitirles salir.
—¿Siguen encerrados?
—Al principio fue su castigo por la huida del omega y después fue por la disminución en el personal.
—Entonces déjalos en sus jaulas, por ahora no sirven de nada. Si no hay suficiente personal para vigilarlos no pueden construir más barcos, excavar más túneles o recolectar minerales.
—Sabes que tenerlos encerrados aumentara sus niveles de estrés, el grupo alfa se pondrá violento.
—¿Y qué? Que se desquiten entre ellos. Con suerte dejaran a todas sus perras preñadas, es eso lo que quieres, ¿no?
El General emitió un murmuro distraído, sin dejar de pensar.
—¿Qué paso con el pajarraco? —añadió Tomura tras una pausa.
—El capitán Hawks desapareció del mapa. Después de que Dabi le perdiera el rastro envíe a otro grupo tras él, pero perdieron su rastro cerca del territorio de los salvajes.
—Seguro que ellos se encargan del problema.
—Es probable. Si es así no tendremos que preocuparnos. Sin embargo, también existe la posibilidad de que este trabajando para ellos.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Mi mascota.
—¿El omega que tienes en las jaulas? ¿Hablas de él?
—El mismo.
—Creí que ibas a ponerlo con el resto.
—Y lo haré, antes necesito encontrarle una pareja. También quiero entender cómo lo ha hecho. Tiene agallas, sabe mentir, pero cada mentira me dice algo más de él. Unas cuantas conversaciones más y empezaré a detectar sus engaños. Tengo curiosidad por saber lo que esconde.
—¿Crees que conoce al pajarraco?
—Él dice que no, pero resulta inusual que ambos estuvieran aquí al mismo tiempo. El muchacho estuvo en mi oficina, se llevó mi diario, y estoy seguro de que se apoderó de varios viales los cuales no conseguí recuperar. ¿Trabajaba con alguien? Pudo haber sido Hawks. Pudo haber sido alguien más. Si hay un traidor en mi casa, necesito averiguar quién es.
—Si lo hay entonces irá a buscarlo apenas sepa que está ahí.
—Oh, sí. Y cuando lo haga lo atraparé.
—Tantos planes por un omega. Siento curiosidad, ¿qué flor tiene?
—Aún no lo sé. Como a todos, el tema le aterra, cada vez que lo menciono se encoge. Es una buena forma de distraerlo y hacer que se equivoque.
—Tal vez deba averiguarlo por mi cuenta.
—Si eso quieres, quizá eso se necesite para empezar a romperlo.
—En ese caso me tomaré mi tiempo la siguiente vez que venga, por ahora me voy. Tenemos planes para un contraataque en dos días.
—No olvides el incienso y asegúrate de que no se desperdicia. Tenemos suficiente pero no es ilimitado.
La respuesta de Tomura es sacudir los dedos al salir por la puerta.
[...]
Cuando Hitoshi despierta el mundo es un borrón impreciso..., aunque tal vez despertar no sea la palabra exacta. Ha estado despierto aunque no alerta, pues su mente se encuentra sumida en la densa neblina que huele a leche dulce. Si pudiera describirlo diría que es como mirar un pasillo lleno de niebla y al mismo tiempo estar sumergido en un frasco de miel pegajosa. Una miel exquisita que siente en el paladar y la garganta como capas dulces que lo ahogan. El tiempo transcurre así, con su consciencia paralizada y su mente convertida en algodón.
Eventualmente el incienso se difumina cuando ráfagas de aire fresco entran en la habitación, lo hace de forma lenta permitiendo que su mente se libre de la pesadez que lo ahoga. El primer movimiento de su cuerpo es el espasmo nervioso de uno de sus dedos, entonces Hitoshi se concentra en el cosquilleo que siente en él. Primero un dedo y luego el otro y después su garganta. Tragar es una tortura porque tiene la boca seca, porque lleva horas –días– sin beber agua y lo único que sabe es que tiene la lengua como hojarasca seca y los labios partidos.
La sed es repentina. Agobiante.
Entonces parpadea y el mundo sigue siendo una imagen desfragmentada e inconexa. Parpadea de nuevo. Y de nuevo. En movimientos lentísimos como si cada agitar de parpados representara levantar rocas con un dedo.
—¿Has vuelto? —dice entonces la voz.
Una voz que no conoce, que nunca ha oído antes pero que se ha vuelto familiar porque está cada vez que despierta.
—Solo has estado fuera seis horas, así que podemos descartar esta muestra —la voz se mueve, la oye alejarse y acercarse, el crujido de sus botas contra la roca del suelo—. Y me alegra ver que no te has convulsionado, ese es un avance. Muy bien, ahora bebe.
El agua es una bendición, inunda su boca y baja por su tráquea hasta llenar su estómago vacío. Se siente como un campo seco que recibe agua por primera vez en meses.
—Es bueno ver que ya no te atragantas como las primeras veces. Traga.
Se siente como una avecilla al ser alimentada, inútil y hambrienta. La papilla está fría y no sabe a nada, pero su estómago ruge al recibirla y el hambre que late en él es voraz... pero nunca consigue satisfacerse.
—Muy bien, ahora veamos. Mueve tu pulgar derecho —la voz está cerca, en algún lugar frente a él. Hitoshi no puede hacer nada más que obedecer—, ahora el izquierdo. Muy bien. ¿Recuerdas lo que dijimos antes? Mueve el derecho cuando la respuesta sea sí y el izquierdo cuando sea no, ¿entiendes? —Sí
—Excelente. ¿Sabes quién eres? —Sí— ¿Tu nombre es Hitoshi? —Sí— ¿Sabes cuánto tiempo llevas aquí? —No— ¿Sabes por qué estás aquí? —Si. No— Estás aquí porque intentaste escapar, ¿recuerdas que pasó con tu omega? —No— Él también intento escapar, pero lo capturamos y ahora está muerto. ¡Eh!, calma.
No puede calmarse. Quiere moverse. Tiene que moverse. Su cuerpo no responde.
—Ag...
—Reacción instintiva ante la muerte de su omega —dice la voz mientras se escucha que garabatea sobre un papel—. Con calma muchacho, hemos pasado por esto antes. ¿Recuerdas?
No, no lo recuerda. No recuerda nada más que caminar en el túnel lleno de niebla. Recuerda la sensación del agua contra su garganta seca. Recuerda la papilla sin sabor. Recuerda volver a hundirse en el tarro de miel. No recuerda- Lo recuerda. Sí. La niebla en su mente se dispersa, puede pensar.
Neito está muerto, lo ha dicho la voz. Lo ha dicho antes. Neito está muerto. Ha sido su culpa.
—Veo que nos hemos calmado, muy bien. Sigamos.
Hay más preguntas, la mayoría de ellas en referencia a lo que recuerda de las veces que ha despertado antes. Puede contestar más de la mitad pero el resto se quedan sin respuesta. Hay preguntas sobre Neito, sobre su ciclo, sobre sus cachorros (si los hay), sobre las flores en su cuerpo... pero se niega a contestar esas.
—Me alegra ver que tu memoria sigue funcionando y vuelve a sorprenderme que la reacción ante la muerte de tu omega sea tan intensa como la primera vez, al igual que tu instinto para protegerlo aún si sabes que está muerto. Habrá que anotar eso.
Vuelve a oír el rasgar del papel y Hitoshi se da cuenta que se oye más nítido. Su mente empieza a adquirir claridad.
—Ahora, para terminar, ¿conoces a Mirio? —No— ¿Recuerdas al omega con el pelo verde oscuro? —Sí— ¿Era su nombre Mirio? —No. Sí. NoSí.
Los bordes de su visión se afinan, puede sentir todos sus dedos, los mueve sin ritmo.
—Esto ha sido excelente —dice la voz. La oye alejarse, la oye volver. Ahora puede pensar.
¿Eso que suena que es?
—Te veré después, Hitoshi.
Y entonces lo huele. El incienso. La miel vuelve a él. Leche endulzada, tan deliciosa que su estómago ruge. Única e inigualable.
Lo último que piensa antes de que su mente se desvanezca es el recuerdo que desea poder olvidar. Neito está muerto.
[...]
Sentado en su celda, Izuku mira el interrogatorio sin moverse. Había llorado las primeras veces, había suplicado por él, pero sus lágrimas se han agotado y lo único que queda en él es el dolor de ver a Hitoshi como una marioneta envuelta en incienso que no mira nada. Un dolor que crece día con día y lo consume.
—¿Cómo lo ves, Mirio? —dice el General y el corazón de Izuku se encoge porque cada vez que pronuncia ese nombre puede oír la burla en su voz, el eco de una pregunta simple: ¿Me has mentido?
—No es él —responde Izuku sin apartar los ojos de Hitoshi. Sintiendo la culpa revolverse en su interior porque fue él quien le pidió salvarlo, porque fue él quien le rogó ayuda, y lo hizo sin pensar en las consecuencias. Sin detenerse a considerar el riesgo de poner a su amigo en las manos de ese hombre.
Quería salvarlo. Quise darle una oportunidad para que viviera. Y lo cierto es que Hitoshi estaba vivo. Respiraba y existía, pero... ¿es eso vida? La pregunta lo atormenta.
—Si esto es un castigo para mí-
—Oh, muchacho, aunque me resultes interesante mi mundo no gira en torno a ti.
Y lo cierto es que no lo hace. El General va y viene con regularidad aunque casi todo el tiempo su atención se centra enteramente en Hitoshi al que mantiene desnudo y encadenado contra la pared. Lo alimenta con cuidado pero ni eso evita que el alfa se haya convertido en piel y huesos. Cuando el cerebro de Hitoshi termina por sacudirse el incienso, el General está ahí para hablarle e interrogarlo, para husmear en su mente débil la cual es incapaz de crear pensamientos complejos.
A veces se divierte a costa de Izuku, a veces sus preguntas se refieren a él como la de hace un momento: "¿Era su nombre Mirio?". E Izuku entiende porque lo hace. Lo entiende y lo aborrece porque sin importar que sea consciente del motivo tras las acciones del General, el terror le oprime el corazón hasta convertirlo en una bola pesada contra su pecho.
—¿Qué buscas entonces? —pregunta porque pese al miedo y a la desesperanza, la curiosidad sigue ahí. El anhelo por saber y comprender lo que se agita en la mente de ese hombre. La mente del hombre que traicionó a todos los suyos y los encadenó bajo tierra—. ¿Por qué haces esto?
—Mi meta sigue siendo la misma.
—Pero tu incienso ya funciona, ¿por qué torturas a Hitoshi de esta forma?
—Tú lo llamas tortura, yo lo llamo aprendizaje. Por desgracia a veces solo aprendemos mediante el dolor.
—No tu dolor.
—Yo tuve mi cuota. Vi morir a mi esposa.
—Y usaste sus restos para caminar entre las bestias, ¿no es así?
—Oh, veo que has estado pensando sobre eso —suena encantado como si la perspectiva de discutir el tema con alguien más le resultara irresistible—. ¿Cuál es tu conclusión?
—Dijiste que ella murió en el parto, pero debiste darte cuenta de que las bestias no atacaban desde antes. Seguramente te preguntaste por qué, por qué ellas te perseguían cuando te alejabas del que fuera tu refugio con tu esposa y tu hijo. ¿Qué pruebas hiciste entonces?
—Me lleve a mi cachorro, creí que funcionaría pero no fue así.
—Así que pensaste, ¿qué es diferente ahora? ¿Por qué antes nos perseguían y ahora no?
—Bravo, muchacho, tienes la mente de un intelectual; algo raro en un omega.
—Y no tardaste en entender que la diferencia simplemente era un aroma. El aroma de los omega encinta. Leche y miel combinados en un patrón tan delicado que las bestias no atacaban, ¿por qué?
—Porque es el aroma de las criaturas inofensivas, el aroma de las crías y las madres. En el primitivo cerebro de las bestias no existen pensamientos complejos, solo instintos gobernados por el hambre, la supervivencia y la reproducción. Parte de nosotros es igual, por eso reaccionamos de forma tan visceral cuando nuestros cachorros se encuentran en peligro o cuando detectamos el delicioso aroma de un omega durante su ciclo. Nosotros reaccionamos al aroma de leche dulce y ellos también.
—Así que ella se murió pero no fue el fin porque tu cachorro olía como su madre. Leche y miel en una nota tan potente e invariante durante todo un año. ¿Qué hiciste con tu omega?
—La estudie buscando la respuesta a una pregunta muy simple: ¿De dónde proviene el aroma?
—De nuestras glándulas por supuesto.
—Sí, en el cuello se encuentran las dos más importantes, pero toda nuestra piel emite un aroma. Nuestra sangre lo contiene. ¿Por qué crees que el enlace entre un omega y un alfa requiere sangre?, porque es la sangre la que nos une. Es la sangre la respuesta.
—¿Qué paso entonces? Se acercaba el final de año, tu cachorro iba a perder esa capa protectora. ¿Qué hiciste? Los restos de tu esposa ya no serían, no tenías ningún otro omega para estudiar.
—En eso te equivocas, los dioses me brindaron su misericordia.
—...tu primer cachorro.
—Seis años y las flores aparecieron en su vientre. Otro omega para mí.
—Así que lo estudiaste a él.
—Por supuesto, si la sangre era la respuesta podía tomar la suya.
—Creaste el incienso.
—Una versión, la primera de todas, suficiente para tener a las bestias calmadas si bien no era perfecto. Con ella llegue a Hosu, me encargue de su problema con la plaga del desierto. Mi éxito me volvió popular, me consiguió apoyo.
—Pero llegaste a Hosu con uno de tus hijos. ¿Y el otro?
—Me temo que mi cachorro no sobrevivió a mis pruebas, sin embargo me había dado suficiente incienso para crear mi reputación y con ella fue cuestión de tiempo hasta que me hice con el control. Y una vez que lo tuve hice traer a más de los nuestros, empecé con los omega adultos, los que podían procrear más fácilmente pero solo un puñado sobrevivió así que tuve que hacer pruebas. Modificaciones. Hasta tener lo que ves.
—Y si tu incienso ha tenido éxito te pregunto de nuevo, ¿por qué tienes que seguir torturando a Hitoshi? Déjalo en paz.
—Mirio, mirio, mirio. Solo los estúpidos paran cuando están en la cima. Solo los conformistas se felicitan por un éxito. Si hubiera parado con la primera versión, no habría conseguido el suero que me permite controlar a las bestias. No tendría el incienso capaz de matar al grupo beta. No tendría el incienso que controla al grupo alfa.
—¿Y qué buscas ahora?
—Muchas cosas. Prolongar los efectos del incienso alfa. Crear una versión que les permita tener pensamientos complejos pero anule su voluntad. Como puedes ver en el caso de nuestro alfa aquí presente esta versión lo paraliza por completo solo puede razonar cuando la dosis se atenúa. Mi intención es conseguir un suero que anule toda capacidad combativa.
—Eso es arrancarles todo lo que son.
—Es también lo que da más problemas. La constante lucha por el poder, su violencia, el hecho de que reaccionen de forma tan visceral a las órdenes de un líder. Todos comparten la misma energía, y si el líder no es apto tu ejército se desmorona. Si el líder es cruel todos los serán. Si tu líder es rebelde... creo que entiendes el punto.
—Y cuándo consigas eso empezarás con el suero omega, ¿no es así?
—Puedo trabajar en varios proyectos simultáneamente, muchacho. Por ahora dada la situación mi prioridad es potenciar el incienso alfa.
—¿Qué situación?
Pero el General sonríe, sacude la cabeza y se aparta de la silla que siempre está frente a la celda.
—¿Sigues sin querer bañarte?
La respuesta de Izuku es encogerse, frotarse las manos enmugrecidas y presionarlas contra su rodilla doblada. La otra, pese a ya no estar hinchada, duele al doblarse.
—Te traeré agua, te daré privacidad.
—¿A cambio de qué?
—¿Cuál es tu nombre?
—Mirio —responde Izuku con decisión a lo que el General sonríe.
—Si no lo obtengo de ti, lo obtendré de él. ¿Estás seguro de que quieres arriesgarte?
E Izuku lo está porque entregar su nombre significa rendirse, porque entiende que darle algo al General es abrir la puerta para que entre y anide. No puede permitirlo. Además, le aterroriza la simple idea de quedarse desnudo en ese lugar, de que alguien mire sus hojas sin flores y se lo cuenten a su carcelero.
—En ese caso —añade el General—, tendremos que esperar a ver qué pasa primero. Si el cuerpo de tu amigo cede o si consigo tener éxito.
[...]
Hawks parece conocer todos los atajos de la región, con su ayuda Mina y Mashirao cruzan el valle en menos tiempo del que les tomó hacer el mismo recorrido meses. Su ritmo únicamente disminuye cuando llegan a la frontera, entonces los tres recorren el borde hasta que puedan encontrarse con algún soldado del que Hawks pueda fiarse. De los cuales hay muchos pues casi todos han servido bajo las ordenes del capitán.
Orquestar el encuentro con Moashi no representa dificultad, y lo único que tiene que hacer es esperar hasta que aparezca.
—Así que sigues vivo —es lo primero que dice cuando entra en la pequeña habitación donde los otros tres matan el tiempo.
—Un gusto saludarte también, Moashi —responde Hawks—. ¿Tienes noticias del Coronel? Hemos oído rumores.
—Estoy seguro de que el General se habrá encargado de eso. Una buena forma de hacerle saber a todos que ahora es él quien controla esta villa. El grupo que envió para buscarte ha tomado control de todas las actividades y los suministros; están preparándose para una movilización.
—¿Van a luchar?
—Esa es la intención. Alcanzar la retaguardia de los salvajes y coordinar nuestro ataque con las fuerzas principales.
—El Coronel Nezu no lo aprobaría. No es un hombre de guerra.
—El Coronel Nezu está muerto.
—Esos son rumores.
—Lo es. Aparentemente cayó luchando contra los salvajes.
—Lo dudo.
—Y debes hacerlo pues Nezu fue a reunirse con el General. Es muy conveniente que no mucho después llegara una nota avisando de su desafortunada caída.
—¿Por qué fue a verlo? Nezu nunca confió en él.
—Por una razón, pero esta vez fue para abogar en tu nombre, para rogarle a él que te permitiera explicar por qué cometiste la estupidez de matar bajo su techo para después huir.
—Me habrían matado.
—Bueno, pues ahora el que está muerto es Nezu y tu cabeza tiene precio.
—No podemos dejar que se salga con la suya.
—Lo siento, Hawks, no hay nada que yo pueda hacer.
—Claro que sí, recupera el control de la villa. Expulsa a los espías del General y declara este territorio independiente. Ese hombre no se merece la lealtad de nuestra gente, no es quien dice ser.
—¿Y entonces quién es?
Así que Hawks se lo explica, con detalle, todo lo que sabe y todo lo que hizo desde el momento en que llegó a la Ciudadela del General hasta que terminó de vuelta en su hogar. Siendo que es la primera vez que oye la historia completa Mina no puede evitar sentirse horrorizada y asombrada, es probable que Moashi se sienta igual porque se ha enderezado en su lugar y mira a Hawks con ojos de horror.
—Estás seguro de esto —pregunta finalmente.
—Sí... por eso tenemos que expulsar a los espías y tomar el control de la villa. Todos te conocen, te obedecerán si les pides luchar en contra del General.
—No.
—Claro que sí.
—No. Soy un administrador, no soy un líder. Nunca lo he sido. Tú en cambio lo eres.
—Soy un soldado.
—Eres más que eso, el Coronel lo sabía. Nuestros hombres te conocen, te respetan y te siguen. Ellos te escucharan a ti, ellos lucharan si tú les dices que luchen. Necesitamos un líder y sé que es una clase de compromiso que nunca te ha gustado tomar, pero..., ¿quieres que nos declaremos traidores y reneguemos de nuestro tratado con el General? Entonces tienes que asumir la responsabilidad de esa tarea.
El silencio en la sala se extiende y Mina se frota las manos, nerviosa. Ella, que perdió su hogar a manos del General, entiende más que nadie el terror y la culpa que surgen ante la pregunta: ¿Fui yo quien llevo la desgracia a mi casa? Una pregunta que la atormenta en algunas noches, que la persigue pese al tiempo transcurrido. Ahora que mira la cara tensa de Hawks, sospecha que él se está preguntando lo mismo.
—¿Y bien? —presiona Moashi.
—Lo haré —responde Hawks tras una larga pausa—, pero necesitaré tu ayuda.
—Por supuesto. Soy el administrador. Y si me permites un consejo te sugiero que no asesines a los hombres del General hasta que no sepas cómo vas a tratar con su ira.
—Está ocupado con los salvajes —interviene Mashirao
—No, muchacho, nunca hagas eso —responde Moashi—, nunca subestimes al General porque aún si lo que dices es cierto y es uno de ellos, también es cierto que unifico Hosu. Una proeza que no podemos desestimar. Creer que el asunto con los salvajes impedirá que nos exija cuentas solo nos pondrá en una situación vulnerable.
—Aún si todos los Coroneles están ocupados con el asunto de los salvajes —dice Hawks—, el General sigue contando con la fuerza de Overhaul.
—A ellos los ha enviado al mar a luchar contra la flota enemiga, creo que su misión es intentar destruir tantos barcos como sea posible eliminando así su vía de escape. Si lo consigue su misión final será empujar a los salvajes al desierto donde además tendrán que lidiar con las bestias que habitan ahí.
—El General también cuenta con su ejército personal —dice Mina
—El cual mantiene el orden en la Ciudadela —responde Hawks—, es poco probable que decida enviarlos aquí dejando su casa vacía pero es una opción que debemos considerar.
—Y no olvidemos que cuenta con un ejército de bestias —añade Moashi—, y serán ellas a las que enviará para darnos caza una vez que sepa de nuestra traición. Así que antes de embarcarnos en esta empresa me gustaría saber cómo vamos a sobrevivir al ataque de esas cosas.
Nadie dijo nada y tras una larga pausa, Mina se aclaró la garganta.
—¿Y si tapamos la entrada de los túneles?
[...]
n/a
Mucha conversación, poca acción. Uf.
No olviden revisar la animación que hicieron sobre el sueño de Katsuki.
https://twitter.com/AndreaC49020246/status/1223090938282512384?s=20
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