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Capítulo 45: Un Final

Advertencias: Muerte de un personaje.

Sinopsis: Ningún plan es infalible. Ninguna ruta es absoluta.

[...] 

Hawks se espera la desconfianza; se prepara para las miradas acidas y las expresiones de repudio y de igual forma acepta la venda en los ojos y las ataduras en las muñecas. Se toma con humor cada tropiezo y la dura hospitalidad de los salvajes, aunque se guarda mucho de referirse a ellos con esa expresión pues sabe que la palabra los hace enfadar.

No se sorprende en absoluto cuando al llegar a la prisión lo encierran en una jaula bajo tierra, acepta la comida, el silencio y la soledad con calma. Los salvajes le dan un día entero para él en el que Hawks atiende sus alas y desentume sus músculos; cuando comienzan los interrogatorios, la única frase que escapa de sus labios es bastante clara:

—Quiero hablar con el príncipe de Yuuei.

Hay gritos, amenazas y mucha antipatía pero Hawks se aferra a su petición. Eventualmente quien baja a verlo es un joven alto y fornido, con el pelo de color del sol y una expresión impasible.

—Dijiste que querías hablar conmigo.

—Oh, amigo, tú no eres el príncipe de Yuuei.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque he visto al príncipe. Tiene una cicatriz a la izquierda de su rostro y su apariencia es inconfundible.

—¿Cómo conoces al príncipe? —interrumpe el hombre tras de ellos. Es más bajo que el rubio y tiene el pelo oscuro revuelto, también porta una expresión de cansancio absoluto.

—Evité que se matara saltando de una ventana y le di provisiones, a él y a Kamui, para volver con ustedes.

—¿Conoces a Kamui?

—Sí

—Entonces sabrás que las flores de lunaria crecen en esta región.

—¿Lunaria?, ¿flores?, ¿qué tiene eso que ver con lo que estamos hablando?

—Kamui no confiaba en ti.

—Seguramente no, pero cuando necesitaba ayuda la pedía. ¿Quién crees que le dio las monturas para sus espías? ¿quién crees que lo puso en contacto con el capitán que falsifico las notas de traslado?

Los salvajes intercambiaron una mirada y Hawks empezó a perder la paciencia.

—Traigan al príncipe aquí, debo hablar con él.

—El príncipe no puede recibirte —dijo el salvaje fornido—, así que hablaras conmigo.

—¿Y quién rayos eres tú?

—Mi nombre es Mirio y dijiste que querías hablar conmigo.

—¿El jefe bárbaro?

—Soy el líder de las Tribus Bárbaras.

—En ese caso tengo un mensaje para ti: Yagi fue capturado y Osaka sigue vivo.

—¿Osaka?

—Otsuka. Osaka. Se supone que tú debes saber de quien hablo.

—¿Quién te dio el mensaje?

—Izuku.

—¿Conoces a Izuku? —interviene el hombre de pelo negro.

—Te lo diré si me dices tu nombre.

—Soy Aizawa

—Bien, Aizawa, sí, conozco a Izuku. Pecoso. Ojos verdes. Estaba en la Ciudadela.

—¿Cuándo fue esto?

—Exactamente no lo sé ¿Días? ¿Semanas? —y sin perder tiempo Hawks se apresura a resumir su encuentro—. Fue ahí cuando nos separamos, dijo que tenía que liberar a sus amigos y me sugirió buscar al ejército de Yuuei. Me dijo que hablara con el príncipe o con Sawa, aunque ahora comienzo a sospechar que en realidad se refería a ti Aizawa. Dijo que ustedes me ayudarían a conseguir una audiencia con el jefe bárbaro y que al entregar mi mensaje aceptarían unirse a nosotros para luchar contra el General. También me dio los viales, dijo que eso explicaría todo.

—¿Estos viales? —y Aizawa le enseña las botellitas alineadas sobre un trozo de tela.

—Esos mismos, ustedes me los quitaron cuando me capturaron.

—Esto no explica nada —dice Mirio

—Oh, es que falta el trozo de papel —responde Hawks y de inmediato extrae la hoja doblada de entre sus plumas maltratadas—. Lo guarde para no perderlo.

Hawks ha leído la nota y se ha horrorizado con las implicaciones, así que no se sorprende cuando ve la expresión asqueada e indignada de sus interrogadores.

—¿De dónde sacaste esto?

—Te lo dije, Izuku y yo nos colamos en la oficinal del General, el tomó el diario y esa es una de sus hojas. Supongo que me la dio para apoyar mi historia. Los frascos que traía conmigo son muestras de los sueros que el General utiliza, son tres pero no sé como funcionan, la nota no lo dice e Izuku no me lo explico. Y a todo esto, me gustaría saber quien es Yagi y por qué eso sería suficiente para que decidieran luchar.

Mirio toma aire con calma.

—El único Yagi que conocí fue el líder anterior: Toshinori Yagi, quien abandonó su puesto para investigar las irregularidades con varios nidos noumu. Esto fue hace varios años y todos sospechamos que había encontrado su muerte en el desierto pues es una región peligrosa. ¿Hace cuánto fue capturado?

—Le preguntas a la persona equivocada —responde Hawks— ¿Y quién es el otro? Otsuka.

—Ese es un apellido común en las montañas, aunque no todos comparten línea sanguínea.

—Pero Izuku dijo que este Otsuka seguía vivo. ¿Hay algún Otsuka al que también creyeron muerto sin tener el cadáver?

—El exiliado —responde uno de los soldados que viajaban con Mirio, era altísimo con el pelo cortado al rape y una expresión pensativa—. Es el único Otsuka que se me ocurre.

Mirio asintió.

—Sí, él, pero por qué debería importarnos que siga con vida. ¿Es que acaso ambos son prisioneros del General?

—Podría ser —responde Hawks—, tal vez así fue como Izuku los conoció, ¿cuánto tiempo llevan desaparecidos?

—Yagi, unos seis años tal vez, pero Otsuka... Otsuka se marchó al desierto hace más de treinta años. Lo sé porque fue poco después de que Yagi asumiera el liderazgo de las Tribus.

—Entonces dudo que sea un prisionero porque en ese entonces el General todavía no aparecía.

—¿En qué momento el General asumió el gobierno de Hosu?

—Difícil decirlo, su ascenso fue impresionante, muchos no supieron de él hasta que declaró la guerra y comenzó a extender su territorio, y eso fue hace... ¿más de veinte años?... treinta tal vez. Todos saben que se apareció en uno de los poblados de las montañas, al parecer había vivido en el desierto toda su vida y volvía a casa tras haber descubierto cómo controlar a las bestias noumu. Con ellas no tardo en tomar el poder las aldeas vecinas y...

Hawks guarda silencio al reparar en lo extraño de la situación, y por la expresión de las personas al otro lado de la reja parece ser que ellos también se han percatado del mismo detalle.

—Otsuka se exilió al desierto hace más de treinta años —dice Aizawa— y el General apareció por esa época en Hosu.

—El General no venía solo, su hijo viajaba con él —replica Hawks.

—Otsuka se exilió con su familia —respondió Mirio.

—No —dice Hawks—, es imposible. La gente de las montañas jamás lo habría seguido de haber sospechado que era uno de ustedes.

—A menos que usara el poder que tenía sobre las bestias noumu —replico Aizawa— Si conseguía aliados, es probable que ellos guardaran el secreto. El poder siempre es persuasivo. Eso explicaría como fue que alguien consiguió crear una droga capaz de controlarnos. Solo alguien que pudiera entender y probar sus efectos podría haber refinado un arma tan peligrosa.

—Pero su hijo..., lo he visto usar el incienso y no ser afectado por él.

—Podría ser que no es un alfa.

Hawks no está seguro de lo que eso significa pero asiente de todos modos, sin embargo hay otra pieza del rompecabezas que empieza a encajar.

—La guerra civil.

—¿Qué? —pregunta Aizawa

—Hace unos años un grupo se rebeló contra el General. Oficialmente no estaban de acuerdo con los secuestros, creían que las flores en su cuerpo eran un símbolo de mala suerte y no querían involucrarse, pero si lo piensas es probable que tal vez sospecharan del General y de ser así explica porque éste decidió arrasar con todas las aldeas que se opusieron a él.

—¿Me estas diciendo que el General, el hombre que creo los inciensos, es en realidad uno de los nuestros? —pregunta Mirio con expresión incrédula.

—Sí —responde Aizawa—. Y si lo que dice la nota es cierta, empezará a buscar una forma para controlar también al grupo omega.

En ese momento Hawks comprende que debe que volver con Nezu, solo la verdad podría convencerlo de unirse a los salvajes y luchar.

—Tienen que dejarme ir.

Y la respuesta de ambos es una expresión incrédula.

[...]

A Denki le duelen las piernas; eso de caminar al compás que Jin impone estaba destrozándole los talones de los pies. El hombre decidía los descansos, el ritmo, el avance y la ruta, a veces enviaba por delante a alguno de sus hombres para verificar que la zona fuera segura; cuando eso sucedía –cuando Jin se quedaba con un hombre menos– se aseguraba de sentarse junto a Denki mientras esperaban.

—¿Cansado, monada? —preguntaba entonces Jin con su sonrisa interesada viéndolo masajearse los pies con las manos atadas.

Denki había aprendido que si no lo miraba a los ojos podía mantener su miedo a raya así que le contesto sin dejar de presionar el puño contra la planta del pie.

—Eso no te importa.

—No en realidad, encanto, pero puedo llevarte.

Durante el primer tramo del viaje le había tocado ser un saco viejo. Atado de pies y manos Denki se había balanceado sobre el hombro de Jin o del de alguno de sus hombres hasta que se alejaron lo suficiente para que fuera seguro que Denki volviera a utilizar sus pies. Y también le habían quitado la mordaza bajo la promesa de hacerle daño si se ponía a gritar. No que Denki fuera a gritar, pero al menos fingió considerarlo. Al final lo habían dejado simplemente con las ataduras de manos que si bien no cortaban la circulación de sus muñecas si habían empezado a dejar marcas rojas sobre su piel.

—No —respondió Denki cuando fue obvio que Jin estaba esperando su respuesta.

—¿Seguro?

—Sí

Jin no se marchó, se quedo a verlo trabajar mientras Yō cuidaba de los pájaros que se asaban sobre la fogata. Cuando finalmente la comida estuvo lista Jin tomó una de las aves y comenzó a comérsela haciendo muecas cada vez que se quemaba la boca. Yō tomó otra y con mucho cuidado separo la carne que fue colocando sobre una hoja para después dársela a Denki.

Durante el intercambio, Denki se aseguró de no mirarlo pues sabía que Jin los observaba con mucha atención.

—Eres cruel, cariño —dijo Jin apenas Yō se sentó al otro lado de la fogata a comer—. El pobre cachorro se muere por una de tus sonrisas.

—Déjame en paz.

—Aunque entiendo que tal vez nuestro pequeño alfa no cumpla con todas tus expectativas.

—No quiero hablar de eso.

—¿Tanto lo odias?

—Ya te dije que no quiero hablar de eso.

—Pero a mi me gustaría saber si alguna vez planeas perdonarlo.

—No quiero tener nada que ver contigo ni con nadie que te sea leal.

—Lo entiendo, solo una pregunta más —entonces Jin se inclinó hacia él y susurró cerca de su oído—, ¿te gustaría que me deshiciera de él?

Al oírlo Denki se estremeció; no era la primera vez que Jin intervenía en favor de Yō –aunque él sospechaba que en realidad estaba poniéndolo a prueba– pero sí era la primera vez que le hacía esa pregunta. De la sorpresa se apartó y no pudo evitar mirarlo. La sonrisa de Jin le dio escalofríos.

—Casi llegamos a nuestros destino, encanto —continúo Jin en voz baja—, Yō se ha ganado su lugar en mi grupo pero si, por ejemplo, decidieras ser amable conmigo yo podría hacerte un favor.

—¿Amable? —repitió Denki con la boca seca

—Sí, y a cambio yo me desharía de la persona que te traicionó.

—Y después te desharías de mí.

—Mientras seas amable y te comportes como un buen omega te aseguro que será difícil que me deshaga de ti. Eres toda una joya, dulzura. Nuestros cachorros serían preciosos.

Denki se encogió y dejo que el miedo lo cubriera, bajó los ojos al suelo y cuando habló se aseguro de utilizar el mismo tono despectivo de siempre.

—Preferiría mil veces tirarme de un acantilado que tener nada que ver contigo.

Se salvó de tener que continuar con esa conversación cuando uno de los hombres de Jin volvió y él se levantó para oír su informe. Se cuido mucho de no mirar a Yō pues no quería levantar sospechas y si lo que Jin había dicho era cierto, si de verdad estaban cerca de su destino, eso significaba que se acercaba el momento de avanzar a la tercera fase del plan.

"Cuando se acerquen a su objetivo es probable que Jin intente deshacerse de Yō", había dicho Katsuki cuando se sentó con ellos a discutir la situación, "puede que no lo haga, pero es algo que debemos tomar en cuenta."

"Pero Jin creerá que Yō es leal", había dicho Denki

"Sí, pero si yo fuera Jin no confiaría de inmediato en un alfa que acaba de traicionar a su antiguo líder. La confianza se gana, requiere tiempo, y si Jin es tan desconfiando como sospechamos es probable que no quiera arriesgarse, pero como dije es una opción. Nuestra prioridad es encontrar la entrada del túnel y averiguar cómo burlar a las bestias que están ahí, si Jin decide conservar a es probable que le diga cómo hacerlo, pero si decide deshacerse de él tendremos que buscar una alternativa. En cualquiera de los dos casos lo más importante es evitar que el grupo de Jin entre al túnel antes de que mi grupo consiga alcanzarlos, de lo contrario nos quedaremos fuera"

—¿Quieres beber? —la pregunta de Yō lo devuelve a la realidad. Denki se enderezó y alzó la barbilla para beber directamente del odre de agua que el alfa puso contra sus labios.

Al terminar Denki se limpio la boca con las manos atadas.

—Me gustaría un zumo de naranja frío —suspiró con pena, consciente de que Jin los observaba.

—Pides imposibles, encanto —respondió Jin acercándose para ponerlo de pie—. Y es momento de que sigamos nuestro viaje.

Denki se dejó arrastrar, no se volvió parar mirar a Yō quien se quedó atrás para apagar la fogata y recoger las sobras, y tampoco hizo intentos por repetir el santo y seña. Si todo seguía de acuerdo con el plan Yō soltaría el pañuelo rojo, el que indicaría a Katsuki que estaban cerca de su destino iniciando la cuenta regresiva para el enfrentamiento contra el grupo de Jin.

[...]

Con la firme intención de buscar a Hawks, Mina y Mashirao abandonaron la villa de Nezu y descendieron por las colinas con intención de acercarse a la prisión y de ser posible solicitar audiencia con el jefe de los salvajes. Ambos sabían que era un plan arriesgado, especialmente porque su éxito iba a depender de la benevolencia de sus enemigos, pero mientras descendían por los caminos acostumbrados se toparon con varias procesiones de aldeanos que transportaban pesadas carretas mientras luchaban con el ascenso empinado.

No tardaron en comprender que todos ellos eran refugiados, aldeanos que huían del ejército salvaje que se había asentado en esas tierras.

—¿Aún estas segura de esto? —pregunto Mashirao

—¿Segura de acercarnos a la prisión, ofrecer nuestra rendición y solicitar audiencia con el chico rubio?

—¿Lo estás? Porque es probable que él se encuentre menos dispuesto a escucharnos ahora que su ejército está aquí.

—Nuestra intención es encontrar a Hawks y ese es el único lugar seguro para él en este momento. Si el General lo está buscando, a cualquier lugar que vaya tendrá un blanco sobre su cabeza.

—Y eso lo entiendo, pero sigue siendo arriesgado poner nuestras vidas en manos de uno de ellos. Especialmente de ese que estuvo a punto de matarte la primera vez.

Pero Mina estaba decidida y ambos siguieron avanzando hacia su destino. Las caravanas de aldeanos fueron creciendo en longitud e intensidad, casi todas eran guiadas por ancianos o niños pues los adultos habían sido reclutados para luchar.

Como carecían de monturas, su viaje se transformó en una travesía larga en la que se vieron obligados a seguir los sinuosos caminos que ascendían y descendía entre frondosas vegetaciones. Y en uno de sus últimos descensos, cuando el bosque se despejo lo suficiente para ver el horizonte, ambos fueron testigos del ejército que acampaba cerca del acantilado.

A esa distancia parecía una mancha negra rodeando la fortaleza, y aunque era imposible contar su número eran más que suficientes para presentarle batalla al ejército de la región.

—El Coronel Rutia no se atreverá a luchar —dijo Mashirao tratando de contar los hilos de humo que ascendían hacia el cielo—, no sin apoyo.

—Kalto y Elbar son los vecinos más cercanos, si los tres juntan fuerzas tendrán hombres suficientes para presentarle batalla a este ejército.

—¿Crees que Rutia logre convencerlos?

—Creo que lo ha hecho. Mira, allá, en la parte más alejada, ¿los ves? Creo que son ellos.

Y parecían serlos. Otra mancha oscura, más nutrida que la anterior, instalada en la región que conducía a la capital.

—Ahora será imposible acercarse —dijo Mashirao

—¿Por qué?

—Intentar colarse en la retaguardia de un ejercito que lucha es lo mismo que pedir que te entierren un cuchillo en el corazón. Nos mataran sin hacer preguntas.

—¿Y al frente?

—¿Y correr el riesgo de encontrarnos con los nuestros? No somos parte de ninguna de sus tropas, nos tomarán por desertores y tampoco perderán el tiempo intentando averiguar quiénes somos.

—¿Hemos viajado hasta aquí para nada?

—Hemos venido aquí para buscar a Hawks, nos quedaremos cerca por si aparece. Él conoce la región y sabe qué aldeas están más inclinadas a dejarlo quedarse sin hacer preguntas. Daremos una vuelta y dejaremos un mensaje, si viene a buscar a los salvajes forzosamente tendrá que parar en algún lado y sabrá que lo estamos buscando.

—¿Y si ya está con ellos?

—Solo el tiempo lo dirá, ahora vamos. Lo mejor será no perder tiempo.

Así que ambos hicieron una lista de las aldeas de la región y se separaron para visitarlas. Encontraron que varias de ellas se habían quedado vacías, otras estaban en el proceso de mudanza y solo un puñado hacían su vida como si nada. En cada una de ellas dejaron la misma placa de madera grabada con el mismo mensaje:

Kamui se ha ido y Cementoss también. Vuela, H, huye lejos. Los salvajes han llegado y la BESTIA anda suelta. ¿Dónde estás, H? Los huérfanos te buscan y al río han caído, ahora languidecen esperando por ti, allá donde el viejo amigo perdió su vida, allá donde el ÁRBOL se partió. Debes moverte. Debes huir.

—¿Crees que va a entenderlo? —pregunto Mashirao cuando Mina le dijo de su plan.

—Se supone que él conocía el nombre clave de Cementoss, y era él quien siempre hablaba de la Bestia de los salvajes. Si lo lee sabrá que el mensaje proviene de alguien que lo conoce.

—¿Vuela, H? ¿Crees que es suficiente para que Hawks entienda que hablas de él?

—Es inteligente.

—¿Dónde el árbol se partió? ¿estás hablando del lugar donde Kamui murió? ¿Hawks lo sabe?

—Sí, me hizo describirle el lugar un montón de veces cuando volvimos con su cadáver.

—¿Por qué?

—Porque ahí se quedaron dos de los guardias que nos acompañaban y Hawks quería asegurarse de recuperar sus cuerpos.

Deciden colgar la placa en la puerta de la casa principal. En las aldeas vacías no encuentran objeciones, pero en aquellas que aún cuentan con habitantes se ven obligados a mentir para convencerlos de dejar la placa en su lugar.

—Es un poema —le dijo a una anciana cuando ella insistió en saber su significado—. Un recordatorio de los invasores en nuestras tierras.

Tras visitar todas las aldeas, Mina y Mashirao hicieron el viaje de vuelta hasta el lugar de la emboscada, el mismo donde Kamui había perdido su vida. No fue difícil encontrarlo y una vez ahí procedieron a instalarse. Durante días se turnaron para visitar las aldeas más cercanas esperando oír noticias de Hawks, sin éxito. Lo que llego hasta ellos fue otra noticia, mucho más terrible y trágica.

—No —dijo Mina tras oírla de boca de Mashirao—. Nezu no puedo estar muerto.

—Son los rumores que hay. Dicen que cayó en batalla.

—Nezu no es un hombre de guerra, nunca participaría en la contienda.

—Pero si el General lo reclutó...

Ella se negó a aceptarlo y durante días ambos se dieron a la tarea de recabar información. Supieron que el General había movilizado a todas sus fuerzas para acabar con los intrusos, que la guerra había terminado por desplazar al resto de las aldeas dejando el territorio de Rutia casi vacío. Y finalmente escucharon la noticia de que la flota de los salvajes había vuelto.

—Tenemos que volver —dijo Mashirao, la misma afirmación que había estado repitiendo desde que oyeran los rumores sobre Nezu—. No podemos seguir esperando a Hawks.

Lo discutieron y decidieron esperar unos días más, pero su espera llegó a su fin cuando oyeron el aleteo inconfundible de unas alas inmensas y miraron al cielo justo a tiempo de ver a Hawks descender hacia ellos en un movimiento fluido.

—¡Hawks! —gritaron

—Así que ustedes son los huérfanos.

—¿Leíste nuestro mensaje?

—Por supuesto, fue lo primero que vi cuando me detuve a buscar provisiones.

—¿Dónde has estado?

—Disfrutando de la hospitalidad de los salvajes.

—¿Cómo lograste escapar?

—En realidad los convencí de que me dejaran ir. Tuve suerte que uno de ellos tuviera intención de abandonar la prisión para ir a la costa y aceptó llevarme con él; apenas nos separamos me fui directo a la aldea más cercana. La cual estaba vacía con excepción de la placa en la puerta. ¿A quién se le ocurrió?

—Mina

—Pues fue excelente. Me costó entender lo de viejo amigo y tuve varias opciones en mente, esta es mi segunda parada.

—¿Por qué no volviste a la villa?

—Mis alas se dañaron mientras huía de la Ciudadela, me habría sido imposible cruzar las montañas sin ellas y con mis perseguidores tras de mí; así que tome la ruta que me llevaba directamente al único lugar donde el General no tiene poder.

—Pudieron haberte matado.

—Y lo habrían hecho si no hubiera llevado un mensaje para ellos.

—¿Qué mensaje?

—Podemos hablarlo en el camino, por ahora lo más importante es volver a casa... ¿por qué tienen esa cara?

—Nezu está muerto.

—¿Qué?

—No hay confirmación —dijo Mina—, solo es un rumor.

—Pero si es cierto —añadió Mashirao— es probable que no sea prudente volver a la villa del Coronel.

—No tenemos otra opción —insistió Hawks—. Debemos volver ahí y hablar con el resto, necesitan saber la verdad sobre el General.

Mina y Mashirao se miraron.

—¿Qué verdad? —pregunto ella.

Y Hawks se los explico.

[...]

Su dilema es bastante simple: Conservar o no a Yō. El chico ha resultado útil en el viaje, atiende ordenes sin quejarse y sabe cazar, el problema es el omega. Aunque Jin está seguro de que el cachorro alfa se someterá mientras su premio se encuentre a salvo, lo cierto es que resulta problemático tener a un soldado cuyo amor por su omega es mayor que la lealtad a su líder, sin mencionar que él mismo desearía un trocito de ese omega. Lo cual viene a ser un problema porque no está seguro de que Yō esté dispuesto a compartir.

Podría dejárselo, piensa mientras lo ve avanzar frente a él, podría simplemente olvidarme de él.

Pero Jin nunca se ha contenido cuando encuentra un omega que le gusta, nunca ha encontrado a un soldado que se niegue a compartir. Sin mencionar, que el omega no ha mostrado ni una sola pizca de interés por el cachorro, lo cual podría haber inclinado la balanza a su favor pero su intención de ofrecerle una alternativa a Denki había caído en saco roto, el muchacho no había mostrado interés en la venganza lo cuál de cierta forma demostraba que no era estúpido.

Sabe que es gracias a Yō y a su empecinada necedad por evitar que lo toquen lo que ha evitado que se familiarice con la amabilidad de mis hombres.

Era obvio que Yō intentaba ganarse nuevamente la confianza del omega, lo hacía ofreciéndole paciencia, buenas intenciones y mucho arrepentimiento, pero hasta el momento Denki no había mostrado señal alguna de querer perdonarlo. Jin había confiado en que eso hiciera su decisión más simple y se había equivocado.

Durante los días posteriores a su conversación, Jin se asegura de mantener una vigilancia constante y absoluta sobre Denki, sospecha que el muchacho intentará utilizar su amenaza para tratar de poner a Yō en su contra. Y cuando finalmente llega el momento de tomar una decisión, Jin decide abordar el problema desde otro ángulo.

—Eres demasiado blando —le dice a Yō cuando el muchacho se aparta tras otro infructuoso intento de conversación—. Este omega necesita mano dura.

El aroma de Yō se sacude, sin duda sorprendido por la sugerencia.

—Lo haré a mi modo.

—Y él terminará escupiéndote en la cara.

—Denki entenderá que lo hice por él.

—¿De verdad? Entonces supongo que cuando te mire con sus ojos tristes terminarás por darle lo que te pida.

—Si él lo quiere-

—Oh, muchacho, que mal te han criado. Tu omega recibe lo que tú le des, ellos no exigen, ellos no piden, se limitan a disfrutar lo que su alfa decide entregar. Es simple.

—En la prisión las cosas eran diferentes.

—Pero ya no estamos ahí.

—Se contaban historias, decían que en las islas-

—A la mierda las islas. Puras mujeres estúpidas que avergüenzan al género alfa, no estamos en la islas y cuando todo esto acabe no habrá islas para recordar.

Yō tuvo el tino de no responder y Jin tomó aire para calmarse.

—Escucha, entiendo que el muchacho te tiene por las narices, pero no es justificación para que te humilles de esta forma. Necesitas enseñarle que ahora eres su alfa y que debe obedecerte. Si me lo dejas, puedo ablandarlo.

—¿Dejar?

—Podemos compartirlo —fue la respuesta de Jin acompañada de una sonrisa calmada—, no hay nada de malo en ello. En cuanto el muchacho aprenda lo que es aceptable, lo tendrás de vuelta.

Las manos de Yō se convirtieron en dos puños tensos, su cuerpo entero se puso rígido y su aroma explotó con el inconfundible aroma de un alfa furioso.

—¡No!

Una simple palabra que transmitía la inequívoca tozudez de la juventud, Jin casi sintió pena por él.

Bueno, supongo que eso lo decide.

Se movió apenas el sonido de la 'o' desapareció. La sugerencia había tenido dos objetivos, la primera era averiguar si Yō estaba dispuesto a someterse y la segunda desequilibrarlo. Y lo había conseguido, su ira ante la sugerencia le impidió reaccionar a tiempo.

A una velocidad impresionante Jin lo sujeto y empujo contra él hasta derribarlo contra el suelo; lo hizo sin alterar su aroma, sin emitir señal alguna de peligro y utilizando toda su fuerza para inmovilizarlo. Yō se debatió furioso y cuando consiguió reunir suficiente aire para gritar, lo hizo.

—¡Corre!

Jin tardo un momento en entender que se lo decía al omega y cuando miró hacia atrás lo vio salir disparado hacia los árboles.

—¡Vayan por él! —gritó Jin devolviendo su atención hacia Yō que se debatía como animal acorralado—. Cuando lo tenga de nuevo voy a divertirme con él.

—¡Te mataré!

Pero eran palabras vacías, estaba inmovilizado contra el suelo con Jin sentado en su pecho y uno de sus brazos atrapado junto a él.

Jin lo aferró de la garganta y presiono. Presiono hasta que las maldiciones de Yō fueron apagándose, hasta que su rostro fue adquiriendo un asqueroso color morado y sus forcejeos se transformaron en sacudidas espasmódicas. Lo último que vio fue la sonrisa victoriosa de Jin.

Este es el fin, cachorro.

Cuando finalmente se quedó quieto, Jin se tomó un momento para recuperar el aliento, desentumir las manos y calmarse, después salió corriendo tras el resto de su grupo. Casi esperaba que sus hombres hubieran alcanzado al omega sin problemas, pero pronto quedo claro que su condición física era mejor de lo que había pensado.

—¡No corran detrás de él como perros sin amo! —gritó Jin cuando alcanzó finalmente a sus hombres—. Vamos a cortarle el paso.

Se dividieron en tres grupos y Jin se desvió hacia la izquierda por donde la pendiente era más pronunciada. Tenía una clara noción de dónde se encontraba el omega, su miedo impregnaba el bosque con el delicado y amargo aroma de la naranja.

—¡Si paras ahora no te haremos daño! —gritó Jin sin dejar de correr.

Una mentira por supuesto, pero siempre era divertido probar el nivel de credulidad de sus presas. Pese a la molestia que suponía desandar el camino que tanto trabajo les había costado recorrer, no podía evitar reírse. La adrenalina rugía dentro de él y la persecución había sacudido su instinto de cazador. No había nada mejor que destrozar a un alfa inferior para después reclamar su premio.

¡Oh!, y realmente voy a divertirme con este. No pudo evitar relamerse.

Resbaló por la pendiente pero en lugar de caer aprovechó el movimiento para saltar hacia adelante y deslizarse con la gracia de un felino.

—¡Cierren filas! —gritó al aire.

El bosque se lleno con el aroma de sus hombres al obedecer, su avance triangular garantizaba que su presa no escaparía y una vez que el cerco comenzara a cerrarse sería cuestión de suerte la dirección que el omega escogería para intentar alejarse. Jin esperaba que Denki decidiera irse a la izquierda.

Y los dioses debieron haber oído su petición porque no mucho después lo vio correr entre los árboles.

Jin apretó el paso y extendió la mano para aferrarlo, pero Denki reacciono a tiempo y se apartó provocando que su pie se hundiera en la tierra suave. Cayó al suelo y rodó colina abajo hasta terminar en un arbusto. Cuando Jin llegó a su lado el omega se apretó contra un árbol enarbolando un trozo de rama como si fuera una espada.

—¡No te acerques! —gritó, todavía inestable sobre sus piernas tras la caída

—Dame eso antes de que te hagas daño.

—¡Yō!

—¿Y ahora lo llamas? —se rio Jin— Un poco tarde, me parece. El muchacho se ha ido.

—¡Yō!

—Va a ser divertido hacer que grites mi nombre.

Cuando intento acercarse Denki sacudió la vara y lo obligo a retroceder.

—Si me obligas a quitártela te golpeare con ella hasta que pidas clemencia.

—¡Da un paso mas y te sacare los ojos!

Jin sonrió.

—¿Jefe?

—Quédate ahí —respondió Jin— Dame un momento para enseñarle modales a este omega. ¿Lo ves, monada? Solo somos tú y yo. Vamos a divertirnos y si te portas bien tal vez decida no compartirte por ahora.

Dio un paso y Denki retrocedió sin bajar el trozo de rama, por la forma como se apoyó contra el árbol era claro que se había lastimado el pie en la caída así que no había riesgo de que volviera a correr. Jin tenía planeado tomarse las cosas con calma.

Volvió a avanzar y Denki se giró para que la rama estuviera justo entre ellos; solo entonces Jin tomó nota de la postura recta, del brazo firme y la expresión concentrada. Era obvio que el muchacho sabía utilizar esa cosa.

—Así que te han enseñado a luchar.

—No será un cuchillo —dijo Denki— pero si intentas acercarte te lo voy a enterrar en la cara. ¡Yō!

—Ya te dije que no está aquí.

Jin se movió y Denki lo esquivó, levanto la rama y la dejo caer sobre la mano de Jin a una velocidad impresionante.

—Eso no fue amable.

—¡Come mierda! ¡Yō!

Jin se movió y la respuesta del omega fue esquivar, golpear y desplazarse, pero con su pie lastimado era obvio que no podía moverse con libertad. Jin se entretuvo tentando los límites de su habilidad, quedaba en claro que el entrenador del omega le había enseñado a golpear las partes blandas y delicadas, también le había enseñado a mantener su distancia y a no confiarse.

—¿Quién te ha enseñado a luchar, monada?

—¡Muérete! ¡Yō!

—Ese nombre empieza a hartarme.

—¡Yō!

El aroma de su miedo era exquisito, amargo e intenso, como una nube oscura que lo cubría por completo.

—Hueles delicioso.

—¡Ayuda!

La paciencia de Jin terminó por agotarse, el juego había sido divertido, pero quería cobrar su premio. La siguiente vez que se acercó estaba listo para la velocidad del golpe y sujetó la rama al vuelo mientras balanceaba su cuerpo para hacer que el omega perdiera el equilibrio.

—¡Suéltame!

Denki le clavó las uñas en la cara, en el brazo y en la muñeca. La respuesta de Jin fue empujarlo contra el árbol.

—Ahora te voy a enseñar modales.

—¡Katsuki!

El nombre lo tomó por sorpresa.

—¿Quién? —preguntó

—Me está hablando a mí, imbécil.

Y antes de que consiguiera girarse alguien embistió contra él y ambos cayeron por la pendiente en un nudo de puñetazos y forcejeos. Jin logró desembarazarse de su atacante y se enderezó entre un montón de arbustos aplastados.

—No —dijo cuando le vio la cara—, tú estás muerto.

La sonrisa del cachorro líder fue un gesto carnívoro que mezclaba orgullo y deleite.

—¿Y morirme sin haberte cortado el cuello? No lo creo.

El cachorro embistió contra él enarbolando un cuchillo que destellaba al moverse, parecía una serpiente estirándose para atacar y retrayéndose en el mismo movimiento fluido y veloz. Danzaron en círculos, atacando y esquivando, ajeno a las voces externas y al mundo que se movía más allá de ellos

—¿Cómo-? —murmuró Jin evitando por centímetros que el cuchillo le cortara la nariz.

—Mis hombres son míos —respondió el cachorro y esa fue toda la explicación que Jin necesitaba para entender.

Además, no había tiempo para charlar, debía concentrarse en el movimiento vertiginoso del cuchillo que intentaba atravesarlo. En un descuido la punta se enterró en su hombro, Jin aprovechó el momento para sujetar las manos de su contrincante y estrellar su frente contra la nariz del otro.

La respuesta que recibió no fue la que esperaba. El muchacho rugió de dolor e ira, su aroma se sacudió con la fuerza de una tormenta y embistió contra él haciendo que ambos trastabillaran. Terminaron de rodillas en el suelo, Jin gimió de dolor cuando se arrancó el cuchillo del hombro y después se vio obligado a soltarlo cuando lo patearon en la cara. Ya sin armas intercambiaron puñetazos y mordidas, rodaron por el suelo y se maldijeron en voz alta.

—¡Eres un estúpido! —rugió Jin al sentir su labio estallar, el dolor de los golpes no podía compararse con la frustración que sentía ante el aroma del alfa.

La esencia a madera quemada inundaba el bosque con una intensidad asfixiante, la sentía en sus poros y garganta, la sentía ascender por su cerebro nublando toda razón. Odiaba ese aroma. Su intensidad. El poder. Se ahogaba. No podía respirar.

—¡No comprendes lo que estamos haciendo aquí!

—¡Comprendo que eres un perro! —respondió el cachorro con una virulencia ofensiva, con su mueca desdeñosa y sus ojos furiosos— ¡Una alimaña sin honor ni lealtad! ¡Comprendo que eres escoria!

Su desprecio era palpable, su odio latía con la intensidad de una llamarada. Jin quería aplastarlo. Ahogar su aroma y someterlo.

—¡Venceremos! —gruñó Jin espesando su aroma para contrarrestar al de su contrincante.

—¡Nunca!

Y así, sin aviso de ninguna clase, el brazo del cachorro se movió a la misma velocidad de antes y Jin trastabillo sorprendido al notar la humedad caliente que empapó sus ropa. Se tocó el cuello a tiempo de sentir el borbotón de sangre y aunque presiono no pudo evitar el río que desbordó su mano. Jin trastabilló y cayó al suelo de rodillas con la mano aún en el cuello.

Frente a él el cachorro se erguía triunfante, la nariz sangrante, el cuchillo en la mano y la misma expresión rencorosa de siempre.

—Pudiste haberlo tenido todo —murmuró Jin—. El General te habría dado-

—¿Darme? —dijo el cachorro con desprecio— ¿Por qué voy a necesitar que ese bastardo me dé nada? ¿Por qué voy a vivir con las sobras que me ofrezca? ¿Por qué debería obedecerlo? ¡No soy como tú! ¡Lo que tenga será mío por derecho y por esfuerzo! ¡Mi gente me seguirá por decisión propia! ¡Mi lealtad le pertenece a quienes me son leales! ¡Mi honor no está a la venta!

Jin se desplomó, ya no tenía fuerza para seguir ejerciendo presión.

—Eres un estúpido —dijo—. El mundo te comerá vivo.

—Y yo haré que se atragante —respondió el cachorro alzándose sobre él, tan alto que parecía inalcanzable, con el aroma a humo, denso y opresivo, como una llamarada incontrolable.

—Tu confianza te matará.

—No cometeré el mismo error que tú.

Y lo último que Jin vio antes de morir fue la figura del muchacho alejándose entre los árboles. Inmenso y firme. Tan sólido que por un momento le pareció indestructible.

[...]

n/a

Este capítulo tenía varias escenas con Toga, supongo que no es spoiler decirles que iba a morirse, pero la escena que escribí incluía una lucha donde Eijirou terminaba apuñalado. Y no un apuñalamiento bonito. Tampoco uno que resultara creíble para sobrevivir. Así que intenté cambiar la situación pero nada de lo que escribí me convencía, es de esas escenas que quieres tener pero no funcionan en términos generales. Total, decidí quitarlas, en su lugar añadí a Hawks y Toga se queda para después. No sé, todo parece indicar que esta mujer no quiere morirse.

Peroya nos veremos en el que sigue. 

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