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Capítulo 44: Supervivencia

Saludos a todos mis lectores: Para los recién llegados y los que han tenido que aguantar mis tiempos de espera. Aquí vamos.

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Sinopsis: A veces significa huir. A veces significa luchar. Y a veces la supervivencia significa quedarse quieto y pensar.

[...]

En opinión de Hawks solo los gusanos se mueven bajo tierra, y como él distaba de ser un gusano en lugar de descender, ascendió por los largos pasillos que lo llevarían a la superficie.

Tenía el tiempo en su contra, sus perseguidores no tardarían en alertar al resto de los guardias y para cuando eso sucediera él debía estar fuera, tan lejos como se lo permitieran sus alas. La mayoría de los guardias seguían ocupados en el conteo general y como no daba la impresión de estar siendo perseguido consiguió pasar varios puestos de control sin problemas. En cuanto estuvo cerca de la superficie se alistó, agitando sus alas con discreción para calentar los músculos de su espalda.

Un puñado de guardias lo esperaban en la entrada del túnel que conectaba con el patio exterior, supo que lo buscaban a él porque uno de ellos gritó al verlo. Hawks sonrió ante el sonido y en lugar de retroceder echó a correr en su dirección mientras los guardias lo imitaban.

Apretó los brazos contra su pecho, protegiendo los frascos que había escondido ahí, y cuando estuvo lo suficientemente cerca batió las alas con fuerza y usó el impulso para atravesar al grupo de soldados como si su cuerpo fuera la bala de un cañón.

En cuanto llegó al otro extremo trastabilló, se enderezó rápidamente y siguió corriendo hasta que el cielo se abrió sobre su cabeza, entonces agitó las alas y se elevó en un movimiento fluido hasta que los edificios se hicieron pequeños.

Volar requería de los músculos en su espalda y si bien Hawks estaba acostumbrado a usarlos también sabía dónde estaba su límite; también sabía cuál era la velocidad máxima que podía alcanzar sin desgastarse.

Hawks voló a una velocidad constante siempre dirigiéndose hacia el este, indiferente al terreno escarpado y la dura superficie. Al final fue el viento frío que soplaba en las alturas el que lo obligo a descender, pero se mantuvo por encima de las copas de los árboles en busca de un lugar para descansar.

Encontró una zona de aterrizaje y se posó con suavidad estirando el cuello y las alas para relajarlas, entonces se dio a la tarea de buscar comida, agua y un refugio para pasar la noche. Sabía que cualquier partida de búsqueda que fuera tras de él tendría dificultades ascendiendo por ese terreno y con esa idea en mente se dedicó a descansar con la intención de retomar su camino a la mañana siguiente.

Lo despertó el chillido de una bestia, una que no había oído nunca, entonces se levantó hasta quedar de pie sobre la rama en la que había estado dormitando y concentró todos sus sentidos en la negrura que lo rodeaba. Cuando el chillido se repitió lo hizo más cerca.

Hawks sabía que el General tenía el control sobre las bestias Noumu que habitaban en el desierto, las había visto con anterioridad: Animales aberrantes con seis patas y un pelaje largo del color de la arena, sabía que eran animales formidables para desplazarse en las superficies rocosas, pero estaba seguro de que esas cosas eran animales diurnos.

Sin perder tiempo Hawks agitó las alas y se elevó hacia el cielo oscuro, desde ahí trato de detectar el movimiento que indicaba la dirección de sus perseguidores, pero el bosque permaneció quieto. El chillido se repitió, esta vez acompañado de un batir de alas.

Hawks alzó los ojos a tiempo de ver una sombra descender sobre él a una velocidad impresionante. La esquivó de pura suerte y alcanzó a ver que el animal era grande con alas membranosas que se confundían con la noche. Todo él parecía una sombra invisible.

El batir de otras alas justo a su espalda lo puso sobre aviso y consiguió girar a tiempo, aunque no fue lo suficientemente rápido porque sintió el estallido de dolor cuando una garra inmensa se aferró a su ala derecha. Golpeó con el puño a la bestia y ésta lo soltó; sin perder tiempo Hawks giró en el aire, se impulsó con fuerza pese al dolor en su ala y salió disparado hacia la noche.

Las bestias comenzaron a chillar con más fuerza, sin duda alertando de su posición a quien quiera que estuviera lo suficientemente cerca para seguir su rastro. Y volaron tras de él.

Para despistarlas Hawks descendió hasta ocultarse en el bosque y se deslizó entre los árboles a toda velocidad. Notaba un escozor agudo en el ala cuando la movía y supo de inmediato que no podría mantener el ritmo por mucho tiempo. Decidido a deshacerse de sus perseguidores, viró a la izquierda y la bestia que lo seguía por ese flanco de inmediato embistió hacia él.

Prevenido, Hawks se cubrió la cabeza con las manos y forzó a sus alas para impulsarlo hacia el frente como hiciera en el túnel. Empotró al animal contra el tronco que tenía detrás, y pese a que su cuerpo absorbió todo el golpe Hawks tuvo que estabilizarse para no caer.

La bestia se quedó inmóvil, supo que se había roto algo -probablemente la columna- por la sangre que escupió sobre él, pero no se detuvo a examinar el daño porque oía que el otro animal empezaba a darle alcance así que salió disparado hacia el frente, notando en la nuca la brisa ocasionada por una extremidad extendiéndose hacia él.

Estaba preparándose para deshacerse de la segunda cuando ésta cayó sobre él desde el cielo. No pudo evitar gritar al sentir las garras perforando la delicada membrana de sus alas, casi podía sentir a sus plumas ser aplastadas cuando ambas zarpas se cerraron formando un puño.

Incapaz de soltarse, Hawks apretó los dientes y se impulsó por última vez en el aire hasta rotar por completo, la fuerza de su propulsión y el cambio de posición causo que la bestia perdiera estabilidad. Ambos giraron como una peonza mientras caían chocando con las gruesas ramas de los árboles hasta llegar al suelo.

Pese al dolor Hawks consiguió zafarse antes de estamparse con el suelo, el impulso que consiguió al empujar al animal lejos de él consiguió salvarlo si bien el golpe lo dejo sin aire y, durante lo que parecieron horas, lo único que pudo hacer fue quedarse ahí luchando por respirar.

Y no era el único, podía oír el jadeo desesperado del animal que trataba de levantarse.

Cuando por fin sus pulmones aceptaron cooperar con él, Hawks se enderezó con lentitud y avanzó lentamente hasta el animal que se agitaba por volver al aire. Una roca puso fin a su miseria y Hawks jadeó examinando a su perseguidor por primera vez.

Era tan grande como había temido y a diferencia de las bestias que el General utilizaba como transporte, estos carecían de pelo. Tenían una piel acartonada de color oscuro con dos patas semejantes a las de un águila, pero no eran aves porque carecían de pico. Su boca era un morro sucio lleno de dientes afilados.

—¿Cuántas más de estas cosas maneja ese hombre? —preguntó en voz alta.

El cansancio cayó sobre él y no tuvo la fuerza para seguir de pie.

Ahora que me he deshecho de estas dos seguro enviarán más. Dudo que pueda volar más rápido que ellas, joder, dudo que pueda volar en absoluto; mi espalda me esta matando. ¡Maldita sea! Adiós plan de alcanzar al Coronel Nezu antes que ellos. Si no consigo llegar primero estaría poniendo en peligro a la Villa, tal vez lo mejor sea no llegar con ellos.

Tras meditarlo con cuidado Hawks decidió que solo le quedaba una opción, y para poder conseguirla tendría que moverse de prisa. Y siendo que era imposible atender sus alas dado que no conseguía alcanzarse, iba a tener que correr.

Bueno, siempre hay una primera vez.

Mirando por última vez el cadáver de la bestia, Hawks escupió sobre ella y se marchó. No tenía tiempo que perder.

[...]

La vida en las celdas de la Ciudadela se compone de dos partes: El silencio y la soledad. En un principio ambos resultaban insoportables especialmente para alguien nacido en la libertad de las montañas, educado en la vida del guerrero que duerme bajo el cielo abierto y cruza el desierto a voluntad.

Al final, Toshinori aprendió a sobrellevarlos pues era lo único que podía hacer. Eso o rendirse, y la idea de someterse ante Akio era demasiado aberrante para permitirla florecer.

Aunque no era Akio quien deseaba someterlo. Akio había desaparecido en el desierto y en su travesía se había convertido en el General. Un hombre que gobernaba Hosu con tal maestría que había logrado deshacerse de todos aquellos que se opusieron a reconocerlo como líder único. Un hombre que al reconocerlo lo salvó de una ejecución y lo condenó a vivir en una celda bajo tierra.

Pero el deleite de ver a su rival en una celda había sido breve y el General había dejado de visitarlo con la misma asiduidad de antes. En cambio, Toshinori se preparaba para cuando Tomura, el hijo del General, decidía bajar a comprobar si la flor de su costado había vuelto a nacer.

Ese día, cuando oyó la puerta al final del pasillo abrirse a una hora inusual, Toshinori pensó que Tomura había vuelto por fin de alguno de sus viajes. Y por eso fue una sorpresa inmensa cuando la persona en el pasillo abrió la puerta de la celda de junto y resulto no ser el muchacho que esperaba.

—Si no supiera quién eres —dijo el General cruzando las manos a la espalda— me costaría trabajo reconocerte como el hombre que una vez fuiste.

—Sigo siendo la misma persona —respondió Toshinori abandonando su posición recostada. Se sentó con las piernas cruzadas y añadió—: Aquel que te venció.

—Te aferras a un pasado que ya no existe.

—Lo dice alguien que no supo enfrentar una derrota.

—Una injusticia-

—¿Tendremos la misma conversación de siempre o has venido por algo más?

—Si tanta prisa tienes por volver a quedarte solo, allá tú. —El General se acercó a los barrotes que separaban ambas celdas y dijo—: Cual fuera el plan que hicieras con Mirio, ha fracasado.

—¿Mirio? —murmuró Toshinori evocando de inmediato el rostro confiado y decidido de su pupilo.

Lo había educado para continuar con el legado de su maestra, había sido su orgullo verlo coronarse como campeón y próximo líder. Escuchar su nombre de labios del General resultaba sorprendente y preocupante.

Sabía que Akio había cortado todos sus lazos con las tribus bárbaras en un intento por mantener su pasado en secreto; el mismo General había admitido en su presencia que desconocía la situación que se vivía en su antiguo hogar, se lo había dicho mientras lo interrogaba sobre los acontecimientos que siguieron a su desaparición. Toshinori se había asegurado de perfilar un panorama general evitando los detalles específicos, entre ellos el nombre del nuevo líder.

Que el General lo supiera sugería que algo terrible había ocurrido con las Tribus.

—¿Qué ha pasado? —preguntó

—Oh, y yo aquí esperando que te atrevieras a negar su nombre, ¿aceptas que lo conoces?

—No veo razón para negarlo.

—¿Aceptas entonces tu error?

—He cometido muchos errores en mi vida, tendrás que ser más específico que eso.

—Por favor —respondió el General con ira—. No intentes engarme, creí haber sido claro.

—¿Sobre qué?

—Te prohibí hablar de mí con cualquiera. Fui claro sobre lo que haría con esa persona.

—Y he cumplido con mi palabra.

—Mirio dice otra cosa.

—¿Has hablado con él?

—Por supuesto, es un chico encantador. Y por esa misma razón me sorprende que decidieras arriesgar su vida de esa manera.

—¿Arriesgar? Él no me debe obediencia, las decisiones que toma son suyas de principio a fin.

—Así que nuestras tradiciones han cambiado, ¿es eso? ¿ahora ellos tienen derecho de opinión?

Toshinori frunció el entrecejo. La conversación no tenía sentido.

—Su opinión es la única que debería contar —respondió lentamente tratando de entender.

—No, en este asunto mi opinión es única. Y mi orden fue clara.

—Bueno, nunca creí que él fuera a conocerte. Además, no vi por qué debía callar algo que todos saben.

—¿Todos? ¿Hablas de mí con todos los prisioneros que llegan?

—No.

—Pero lo hiciste con Mirio.

No, había algo que no tenía sentido. Toshinori guardó silencio, si el General lo interpretaba como culpa sería asunto suyo, pero tenía la certeza de que era mejor fingir ignorancia.

—Supongo que él te lo dijo.

—Por favor —respondió el General—. No hubo necesidad. Sabía de mi esposa. De mi primer hijo. Sabía mi nombre. Sabía incluso de las cicatrices de Tomura. Todo eso lo aprendió de ti.

Una terrible conjetura destelló en su mente. Solo existe una persona con la cual he hablado de las cicatrices de Tomura. Solo una. Y no era Mirio Togata porque durante ese tiempo ni el mismo sabía que Akio seguía con vida.

—¿Qué pretendías? —dijo el General.

—Ya te lo dije, nunca creí que fuera a conocerte. ¿En dónde está?

—Muerto, ¿te sorprende?

—No. —Se obligó a mantener su aroma quieto—: Nada de lo que hagas me sorprende. No más.

—Y aún así desobedeciste mis ordenes, aún así hablaste de mí con él, ¿por qué?

Toshinori decidió arriesgarse. —Creí que conseguiría escapar.

—Pues esa fue una idea estúpida. Y será mejor que en el futuro evites las ideas estúpidas, a menos que quieras formar parte de mi próximo experimento.

Toshinori lo vio marcharse y esperó. Permaneció en la misma posición durante horas hasta que la puerta volvió abrirse y detecto los inconfundibles pasos del guardia que llevaba su comida, solo entonces se levantó y se acercó hasta la rejilla de la puerta.

—Este es un banquete oscuro —dijo y deseó no haberse equivocado.

Tal vez no lo hizo porque la persona al otro lado de la puerta se quedó quieta un momento antes de decir.

—Ese santo y seña no es para ti.

—No, pero nuestro amigo en común está en problemas. ¿Sabes que fue de él después de salir de aquí?

—No sé si debería decírtelo.

—Entonces tal vez deba decírtelo yo, —dijo Toshinori— porque de alguna forma logró colarse en la Ciudadela. ¿Se puso en contacto contigo?

—No, pero yo lo abordé cuando lo vi en el patio. Se hacía pasar por uno de los prisioneros que trabajan en los astilleros.

Algo que haría él.

—Bueno, lo hizo antes y funcionó, pero está vez no fue así. Creo que lo han capturado.

—¿Por qué lo crees?

—Porque el General vino para decirme que estaba muerto.

La persona al otro lado de la puerta se quedó en silencio.

—Entonces tal vez esté muerto.

—No —respondió Toshinori con calma—. El General sabía su nombre, bueno no su nombre. Un nombre. Le dijo que se llamaba Mirio.

—¿Eso que diferencia hace?

—El General nunca se habría tomado la molestia de saber el nombre de un prisionero si tuviera intención de ejecutarlo, además si este Mirio es en realidad nuestro amigo dudo que el General se deshiciera de él. No se atrevería a eliminar a un omega sano.

—¿Y por qué crees que es Izuku?

—Porque sabía cosas que solo le dije a él.

—¿Por qué mentir sobre su nombre?

—Bueno, se me ocurren dos razones, la primera es complicada de explicar. No sé si sabes que entre los nuestros existe la posibilidad de comunicarte mediante cambios en el aroma, podemos detectar estados emocionales y alertarnos del peligro. En ciertos casos hay personas con olfatos muy finos que pueden discernir una verdad de una mentira. Hay quien entrena arduamente para dominar esa habilidad, pero el General no es una de ellas, y aunque lo hubiera sido es imposible mantenerla sin practicar. Es probable que Izuku este mintiendo en detalles para evitar que el General pueda leerlo a la perfección.

—Suena complicado.

—Lo es, pero Izuku sabe lo importante que es mantener al General en la ignorancia. Es un hombre inteligente y peligroso, una vez que cree conocerte te usará para sus fines. Izuku necesita asegurarse de que no se convierte en un peón predecible.

—¿Y cuál podría ser la otra razón para mentir?

—Bueno —murmuró Toshinori meditando con cuidado—. Podría estar tratando de enviarme un mensaje. Mirio es un nombre que conoce gracias a mí, y por mis advertencias sabía que el General vendría a verme después de interrogarlo porque solo por mí podía saber lo que sabe.

—Si ese fuera el caso, ¿cuál es el mensaje?

—No estoy seguro; antes de marcharse le dije a Izuku que se pusiera en contacto con una persona de nombre Mirio. Tal vez esté tratando de decirme que lo consiguió.

—O tal vez no haya tenido ninguna intención y simplemente mintiera.

—Es una posibilidad, pero aún así necesita tu ayuda. ¿Crees que puedas encontrarlo?

—No, ya me he arriesgado demasiado por él.

—Lo entiendo, sé que es difícil, pero si tú no haces nada Izuku podría terminar muerto.

—Lo ayude una vez, mi deuda está saldada.

—Pero si así fuera no te habrías acercado a él, ¿verdad? Tú dijiste que lo abordaste en el patio, ¿cuál era tu intención?, ¿no pretendías ayudarlo?

El silencio que recibe es toda la respuesta que necesita.

—Búscalo, por favor. No te pido que arriesgues tu vida, solo... solo averigua si hay algo que puedas hacer para ayudarlo.

—¿Y si no hay nada?

—Al menos lo habrás intentado.

Sin otra excusa para prolongar la charla, Toshinori toma la bandeja de comida y vuelve a su lugar en el suelo, pero no consigue comer. No deja de imaginarse lo que sucederá cuando el General descubra que la marca de Izuku carece de flores.

Si es que no lo sabe ya. Cualquier destino es mejor que ser objeto de interés del General.

[...]

El ritmo incesante de la persecución provoca que su pierna comience a dar señales de tirantez. Shouto procura masajearla cada vez que se detienen a descansar, pero tras días de dormir en el suelo y caminar sin descanso el dolor en su pierna crece, se extiende hasta llegar a su espalda. El duro terreno y la difícil subida no ayudan en nada.

Su dolor se deja entrever en su aroma que se oscurece conforme el malestar se incrementa.

—¿Estás bien? —pregunta Eijirou con una expresión consternada que Shouto se niega a reconocer.

—Sí —responde sin detenerse.

Estoy bien, piensa como si la oración pudiera borrar el malestar, tengo que estar bien.

Solo puede pensar en el dolor, en la sensación caliente que le sube por la pierna y en la tirantez del músculo, el cual siente como si alguien estuviera tirando de él en la dirección equivocada. No importa cuantas veces lo masajee el dolor no se va, hasta que llega un momento en el que lo único que desea es sentarse a gritar.

Pero no lo hace. Sigue. Camina sin pausa, indiferente a la molestia y la agonía. Tengo que seguir.

—Tal vez debamos descansar —sugiere Eijirou mientras ascienden.

—No hay tiempo —responde Shouto de mal humor—. Perderemos el rastro si nos quedamos aquí.

—Tal vez no.

La seriedad en su voz sacude a Shouto que se detiene para mirarlo.

—¿De qué hablas?

—No estoy seguro, pero no creo que esté intentando perdernos.

—¿Por qué lo dices?

—Hace unos días el rastro que seguíamos era impreciso, te hacía pensar que nuestra prisionera estaba débil o que se había cansado de seguir, pero de unos días para acá su avance va incrementándose, está cubriendo más terreno que antes.

—¿Se dio cuenta de que la seguimos?

—Eso creo.

Shouto tomó aire y apartó el dolor de su mente, para ello se concentro en lo que sabía de la mujer. Había viajado con ella durante días y no había tardado en comprender que todos en el grupo la consideraban la guía. Ella decidía la ruta y se encargaba de cubrir su rastro; en las noches se había vanagloriado de su habilidad para esconderse en el bosque, por esa razón habían usado el agrio aroma que pertenecía al incienso beta. Ese aroma la envolvía y era imposible que pudiera detectarlo.

—El aroma del incienso se ha mantenido sin cambios, ¿cierto?

—Así es, pero no está siendo tan cuidadosa como antes al borrar su otro rastro.

—Podría estar cansada.

—¿Lo crees?

No, Shouto no lo creía. No en alguien que se jactaba de ser una con el bosque.

—Si no le preocupa ocultar su rastro es porque sabe que de todos modos la seguiremos.

—Y si se ha dado cuenta —añadió Eijirou— podría tratar de engañarnos.

Shouto asintió.

—¿Qué hacemos ahora?

La pregunta era para él y deseó que Aizawa estuviera ahí para decirle lo que tenían que hacer porque había quedado claro que sus decisiones no eran las más acertadas: Había enviado a sus amigos en una travesía imposible, uno de ellos había muerto por su culpa y era probable que los otros corrieran igual destino. Había convencido a su maestro de dejarlo en Hosu acompañado de un omega que no tenía entrenamiento defensivo, un omega que probablemente estaba muerto. Había aceptado huir con Kamui y en su ingenuidad había hecho que lo mataran.

No, Shouto no confiaba en sus decisiones.

—¿Alteza?

Qué era lo que solía decir su maestro: ¿Saboreamos nuestras victorias y aprendemos de nuestros errores?

—Descansemos —dijo tras una pausa—. Si es verdad que se ha dado cuenta que la seguimos lo mejor es tener un plan para enfrentarla.

—¿Y si no? —preguntó Eijirou— ¿Qué pasa si la perdemos?

Habremos fallado¸ pensó Shouto con calma, pero en su lugar respondió.

—Es un riesgo que tenemos que correr.

Así pues, comieron, descansaron, y tomaron turnos para dormir. Dado que el clima había empezado a refrescar decidieron encender una pequeña fogata para pasar la noche, Shouto aprovechó el fuego para calentar agua y volvió a frotarse la pierna con el bálsamo que Momo le había dado sin dejar de pensar.

Para cuando llegó la mañana ya tenía una idea clara de lo que iban a hacer y la compartió con Eijirou mientras comían.

—Ese es un plan terrible —dijo él.

—Tal vez.

—Dudo que Aizawa-sensei lo acepte siquiera.

—Pero él no está aquí.

Eijirou suspiró, su expresión indicaba que no iba a discutir el plan, pero cuando llegó el momento de separarse se balanceó sobre sus pies y Shouto supo lo que diría antes de escucharlo.

—Alteza, tal vez yo debería...

—No —lo cortó Shouto—. No —repitió con más calma y lo miró con afecto—: Una vez hiciste un juramento, un lazo que te ató a mi servicio mucho antes de que tuviéramos opción de conocer algo más. Y tras todo lo que ha ocurrido creo que es lógico liberarte de él.

—Pero, Alteza-

—No, Eijirou. Somos amigos, pero te libero de toda responsabilidad sobre mi persona. Sé que cuento con tu lealtad, pero eres libre de ofrecer tu servicio y tu nombre a quien quieras. Independientemente de lo que suceda en este viaje quiero que sepas que siempre tendrás un hogar en Yuuei, siempre podrás servir en la corte, pero quiero que sea tu decisión y no el resultado de una obligación que adquiriste, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

—Ahora, como dos personas en igualdad de condiciones no puedo ordenarte que me obedezcas, y si tu objeción se basa en creer que el plan no funcionará entonces te escucho, pero si no quieres hacerlo porque temes por mi seguridad quiero asegurarte de que no debes preocuparte por eso. ¿Cuál es?

—Aizawa-sensei se enfadará conmigo si esto sale mal.

—Entonces no se lo digamos, ¿estás listo?

—Sí.

—Entonces te veré después.

Le dio la espalda y continuó ascendiendo mientras Eijirou se alejaba, cuando dejo de captar su aroma Shouto se detuvo. Observó con cuidado los alrededores y cuando retomo la marcha lo hizo a un ritmo pausado no deseando forzar su pierna.

Localizó el rastro de la mujer y lo siguió, como Eijirou había dicho daba la impresión de que el cansancio la había vuelto descuidada o tal vez no le importaba porque se encontraba cerca de un refugio. Bajo cualquiera de esos dos escenarios el plan se mantenía: Seguirla hasta que los guiara a la entrada de la Ciudadela, pero si la mujer sospechaba de ellos al menos estarían preparados y tendrían una oportunidad para capturarla de nuevo.

Shouto esperaba que su plan tuviera éxito.

[...]

Las visitas del General ayudan a Izuku a mantener una noción básica del tiempo transcurrido. El hombre suele bajar cada dos días para charlar, sus preguntas siempre son las mismas con ligeras variaciones en el orden o el sentido, pero Izuku debe mantenerse alerta para no equivocarse en las respuestas.

Ese es el problema con mentir: Debes recordar la respuesta que has dado para no contradecirte después.

Izuku miente, no demasiado y no descaradamente, si puede se asegura de devolver la pregunta y si no procura ofrecer una versión tergiversada de la verdad.

—¿Quién te ayudó?

—Fueron tus hombres quienes abrieron la puerta y me dejaron subir.

Mantener una postura defensiva es extenuante, asegurarse de que su aroma no cambia en la presencia del General independientemente de la pregunta que le haga es desgastante. Tener que soportar el miedo que vive en él, que se sacude cada vez que detecta la esencia del romero, que late en su interior mientras los ojos del General lo observan como una fiera esperando verlo dar un paso en falso, es aun peor que correr en el bosque mientras las bestias se apresuran para darle caza.

Y lo peor de todo es que el General lo sabe; se aprovecha del poder en su aroma y el indiscutible aire alfa que posee para mantener a Izuku en un estado de incertidumbre que no lo abandona mientras lo tiene enfrente.

Para soportarlo Izuku dedica todo el tiempo que se queda solo para dormir, descansar y relajarse. Se obliga a no pensar en Katsuki ni en nadie de los conocidos que tiene afuera, hacerlo es permitir que la esperanza crezca y la esperanza es la única arma que podría destrozarlo. Así que vive cada día contando las líneas de la pared y buscando diferencias entre los barrotes de su celda hasta que el aburrimiento puede con él y se duerme.

Cuando despierta repasa todas sus conversaciones con el General y procura corear cada una en su mente hasta que las mentiras se convierten en verdades y puede repetirlas sin miedo de equivocarse. Cuando el General deja de visitarlo el miedo de Izuku lo hace pensar en la razón de su ausencia, pero se obliga a distraerse, para ello recrea en su mente la estructura que compone la Ciudadela, rehace las mapas en su cabeza para asegurarse que ninguno de los túneles que visitó alguna vez desaparecen.

La ausencia del General despezada su sensación de tiempo. Las comidas no ayudan porque no sabe si le toca comer una vez al día, o dos, o incluso tres. A veces duerme y la comida está ahí, a veces no es así.

Un día el General vuelve, lleva una lámpara cuya luz lastima los ojos de Izuku acostumbrados al suave fulgor que proviene de las antorchas en la pared de fondo.

—Creo que necesitamos darte un baño —dice e Izuku se frota las manos mugrientas.

Le gusta la idea del baño. Agua limpia y jabón. Y si puede un cambio de ropa. Eso lo hace pensar en sus vendas, un pensamiento instintivo, y el terror se sacude dentro de él con la fuerza de un rayo.

—¿No quieres un baño? —pregunta el General con la misma expresión condescendiente de siempre; a Izuku no le cabía duda de que había detectado su incomodidad.

—En privado tal vez.

—¿Te he dicho que me encanta la costumbre omega de guardar sus flores únicamente para su alfa?

—¿Por qué?

—¿Por qué me gusta?

—Sí.

—Es una tradición que le gusta a todo alfa.

—Creo que la mayoría considera que establece un vínculo, un secreto que solo ellos comparten, pero dudo que eso aplique para ti. Dudo que sientas placer de compartir algo con alguien más.

—Esa es una buena suposición.

—Entonces dime, ¿por qué te gusta?

—¿Por qué crees?

—¿Si te lo digo podré bañarme en privado?

—Lo considerare.

Izuku lo medito con cuidado.

—Porque indica poder. El alfa posee algo que nadie más tiene, algo a lo que nadie más tiene acceso. Supongo que lo ves como una expresión de sumisión por parte del omega.

—¿Y tú no crees que es así?

—No. El omega lo ofrece voluntariamente.

—Pero no recibe nada a cambio.

—Los regalos no necesitan ser en ambas direcciones.

—Un poco injusto, ¿no lo crees? El omega guarda su marca para su alfa, la oculta de todos y pasa su vida sin permitir que nadie la vea mientras los demás son libres para exhibirlas a voluntad.

—Tu no crees que es injusto, has dicho que favoreces la costumbre.

—Y lo hago, solo soy honesto al respecto. Es una buena tradición, una tradición que garantiza la dominancia alfa, pero quiero saber tu opinión.

—Yo no creo que involucre dominio, es un intercambio mutuo: El omega guarda sus flores y su alfa le corresponde con devoción y secretismo.

—¿Así lo enseñan en las islas?

—Así debería ser.

El General lo mira, su atención es enervante.

—¿Y qué pasa si el omega decide no guardar sus flores para nadie?

—Es su decisión, tiene derecho a ello.

—¡Ah!, pero ahí es donde te equivocas. Esa decisión lo condena al ostracismo social.

—Claro que no.

—Díselo a Yuuei. Ahí los omega que exhiben sus flores se venden en los burdeles de cada ciudad.

—Ese no es un ejemplo de autonomía, dudo que un omega haya escogido esa vida por voluntad propia.

—¿Y si lo hubieran hecho? Aun entonces estarían sometidos al repudio del resto.

—El error sigue siendo del grupo que lo rodea y no de él.

—¿Y consideras que ese omega tiene derecho a establecer un hogar con un alfa?

—Por supuesto.

—¿Y el alfa debería aceptarlo? ¿aceptar que todos han visto la marca y que no hay intercambio privado como tú lo llamas?

—Si hay afecto no debería importar.

El General sonríe, su sonrisa nunca presagia nada bueno.

—Es decir que si tú decidieras, por ejemplo, dejar que alguien más viera la flor que llevas, eso no debería importarle al alfa que escojas. Él debería aceptarlo.

El miedo volvió a sacudirse en su interior con más fuerza que antes. Con tal intensidad que sintió nauseas, solo entonces se dio cuenta de que temblaba. Para controlarse encogió las piernas contra su pecho y aferro sus tobillos.

—Si yo decidiera mostrar mi flor eso no debería importarle a mi alfa.

—Pero tampoco debería importarle si sucede aun sin tu consentimiento, ¿cierto? Esa es tu postura.

Atrapado, así fue como Izuku se sintió en ese momento. No por las paredes que lo rodeaban ni por la reja que tenía enfrente, o su rodilla aún en recuperación. Se sentía como una mariposa atravesada por un alfiler, inmóvil y rota, absolutamente a merced de un gigante inmisericorde.

Había sido un estúpido al permitir que la conversación se desarrollara así. Culpaba a la ausencia prolongada del General que lo había hecho bajar la guardia. Culpaba al cansancio que se aferraba a él con saña. Culpaba a su propia moralidad que deseaba contestarle con la verdad pese al riesgo que corría.

—No tengo un alfa —respondió Izuku con muchísima calma. Tenía los dientes apretados, el cuerpo tenso y el miedo flotaba a su alrededor ofreciéndole un simple consuelo—: Así que la pregunta no tiene sentido.

—Pero sigue siendo una cuestión interesante.

Izuku guardó silencio, era consciente de la importancia de sus respuestas. Si insistía en un baño privado era probable que el General cumpliera solo con la mitad de su petición. Si rechazaba el baño era probable que el General decidiera obligarlo.

No parecía que hubiera forma de ganar.

El destino lo salvó cuando se oyó una puerta que se abría y los pasos apresurados de alguien que se acercaba.

—¡¿Por qué me has hecho volver?!

Quien gritaba era un muchacho delgado y feroz, con un pelo de color azul claro que se asemejaba al gris. Izuku supo quién era en cuanto lo escucho hablar, había oído esa voz antes; en unas escaleras mientras Hawks y él intentaban huir.

—¿Quién te dio permiso para bajar aquí?

—¡No respondas con una pregunta! ¡Enviaste a Dabi a buscarme y-!

Izuku no alcanzó a oír el resto, el General tomó del brazo a su hijo y se lo llevó al final del pasillo. Sus voces se oían entrecortadas y era imposible entender de lo que hablaban, aunque Izuku alcanzó a captar algunas palabras sueltas, entre ellas Hawks, ejército, y salvajes.

El nombre de Hawks y la forma como lo pronunciaron lo hizo suponer que el soldado había logrado escapar.

Si lo hizo y convence a su Coronel de enviar un mensaje a las Tribus al menos ellos sabrán del incienso, cómo funciona y los tipos que existen.

Esa idea lo hizo suspirar de alivio, al menos los aliados de Shouto no estarían ciegos al luchar contra el General.

Eventualmente las voces desaparecieron e Izuku supo que ambos se habían marchado. Notó que el alivio lo inundaba y se permitió relajarse; sabía que la cuestión del baño y las flores volvería a presentarse en el futuro e iba a tener que usar todo su ingenio para mantener su secreto.

Con los ojos cerrados Izuku se frotó la nariz tratando de apartar el aroma a romero que había inundado la celda, solo entonces se dio cuenta de que no había otro aroma acompañándolo. Abrió los ojos e inspeccionó el lugar. Podía olerse a sí mismo y también al General, pero nada más.

El hijo del General no huele.

¿Qué había dicho el hombre sobre su hijo?

Nació sin el sentido del olfato.

Si no podía oler a los otros era lógico que nunca hubiera desarrollado la habilidad para comunicarse, y aparentemente también había afectado su propio aroma. Eso explicaba por qué nadie en las cúpulas sabía sobre el origen del General. Su hijo no olía y por ende podía pasar como uno de los soldados de Hosu, incluso si carecía de características distintivas como el resto de ellos no ponía en riesgo el secreto de su padre.

Y eso explica también porque es invulnerable al incienso.

Era de suponer que el General no lo fuera, se mantenía alejado de las cúpulas y todo aquello que pudiera ponerlo en contacto con los prisioneros, pero no su hijo. Su hijo bajaba con regularidad.

Izuku se preguntó si habría alguna forma de usar eso a su favor.

[...]

La visión de un campo lleno de guerreros había impresionado a Ochako la primera vez que los vio llegar y seguía impresionándola cada vez que era su turno como vigía y le tocaba subir a lo alto de las murallas. El mar de cabezas oscuras se extendía en todas direcciones y el sonido de sus voces, sus hachas, y sus pasos se combinaba en una cacofonía que le brindaba cierta paz.

Su angustia ante la idea de ser capturada de nuevo disminuía al ver como el terreno que rodeaba la fortaleza iba llenándose de barracas que se extendían en todas direcciones. A donde quiera que volteaba veía rostros duros inmersos en su trabajo; pero esa brusquedad se desvanecía cuando alguno de ellos la miraba, entonces el gesto rudo se transformaba en una sonrisa amable. Lo cierto era que hacían lo mismo con cualquier omega que estuviera en las murallas.

Aparentemente las Tribus Bárbaras se tomaban muy a pecho eso de que cualquier omega era algo digno de adoración si bien parecían extremadamente sobreprotectores al respecto porque apenas habían llegado algunos habían ido a quejarse con Mirio sobre el hecho de que hubiera jóvenes omega entrenando.

Ochako se había enterado al oír a Momo y Kyouka discutir sobre eso; era un tema delicado porque Mirio había sugerido que todos los entrenamientos del grupo omega se hicieran dentro de la fortaleza evitando así más disensiones al respecto.

En consecuencia, ella y su grupo no tenían razones para salir. El ejército de Mirio se encargaba de la recolección de alimento, las armas, las defensas, la limpieza del terreno y todo lo demás. Todos los alfa de la prisión habían salido para unirse a las filas que trabajaban fuera; sin ellos la prisión se sentía más grande y vacía, pero nadie tenía tiempo para extrañarlos. Había trabajo que hacer, además de entrenar tenían a su cargo el huerto que seguía creciendo, la extracción de roca y la administración de la comida que iba llenando las celdas bajo tierra.

—¿Será suficiente? —preguntó en voz alta al ver que otro grupo de los guerreros de Mirio se acercaba a la entrada para entregar más piezas de caza limpiados y frescos.

—Cuando los salvajes vengan —respondió Kyouka, quien hacía patrullaje con ella— nos apropiaremos de todo lo que traigan. Y de ser necesario siempre podemos enviar patrullas al desierto para cazar comida.

—¿Qué clase de comida hay en el desierto?

—La carne de los wamu es nutritiva y sustanciosa.

—¿Qué son los wamu?

Gusanos del desierto.

—Ew.

—Hey, cuando tienes hambre no puedes hacerle caras a nada.

—Espero que nunca tengamos que comer gusano.

—Cuando visites los Picos tendrás que probarlo.

Ochako sonrió. Al igual que el resto de sus compañeros ella había abandonado su deseo por planear el futuro. Durante su estancia en Ochako había aprendido a vivir el presente y no pensar en los horrores del mañana; recordar que existía un futuro para ella había sido un descubrimiento aterrador y revitalizante.

Quería visitar los picos, quería volver a casa.

Pero por sobre todas las cosas quería que Denki volviera.

No estaba segura de por qué había tenido que irse, tampoco sabía que había pasado con los prisioneros. Aizawa se negaba a hablar de ello pero su expresión siempre parecía indicar que el asunto le causaba malestar.

Al final había tenido que conformarse con su respuesta: Se fue con Katsuki y está con él.

Ochako estaba meditando si debía tratar de averiguar la verdad cuando percibió movimiento en el campamento. Al observar con mayor atención se dio cuenta que alguien corría esquivando a todo aquel que se cruzara en su camino.

El corredor se dirigía directamente a la fortaleza.

—¿Quién es? —le pregunto a Kyouka.

—No lo sé, pero lleva prisa —y sin perder tiempo se inclinó sobre la muralla y gritó con todas sus fuerzas—. ¡Mensajero!

Cuando Kyouka se dio la vuelta para ir a las escaleras, Ochako la siguió. Aizawa y Mirio emergían de la torre principal donde solían reunirse para discutir asuntos oficiales y se detuvieron al ver el revuelo del patio.

—¿Qué pasa? —preguntó Aizawa

—No lo sabemos —respondió Ochako apresurándose para alcanzar a Kyouka, pero no hubo necesidad porque el hombre atravesó la puerta, se detuvo un momento para tomar aire y escanear el patio, y entonces se dirigió directamente hacia Aizawa.

—Hemos capturado a un demonio espía.

—¿En dónde?

—Más allá de la frontera noroeste. Mi grupo hacía reconocimiento de terreno como teníamos indicado, buscábamos campamentos enemigos o fortalezas que pudiéramos sacar y nos topamos con él.

—¿Por qué no lo eliminaron? —pregunto Mirio.

—Akura, el líder de mi grupo, estaba a punto de hacerlo cuando el demonio dijo que quería hablar con el Príncipe. Dijo que tenía información para sus oídos.

—¿Qué clase de información?

—No quiso decir, solo pidió hablar con el Príncipe.

—Esa no es razón suficiente para mantenerlo con vida.

—Akura también lo pensó y el demonio debió darse cuenta porque le dijo que la información era importante. Y entonces la conversación fue así: "Dile a tu Príncipe que recuerde quién salvó su huesudo trasero cuando decidió que podía descolgarse por una ventana". Entonces Akura le respondió: "No sirvo a ningún Príncipe. Mi espada pertenece al Jefe Togata y a las Tribus Bárbaras" Eso hizo al demonio sonreír, fue entonces cuando dijo: "Mejor aún. También quiero una audiencia con ese jefe bárbaro, dile que Yagi fue capturado y que Otsuka sigue vivo".

—¿De qué habla? —pregunto Aizawa

Pero Mirio sacudió la cabeza.

—No estoy seguro —entonces se volvió hacia el mensajero—. ¿Qué hicieron con el espía?

—Akura lo dejo inconsciente y me dio una de las monturas para venir a entregar el mensaje. Ellos vienen detrás.

—Bien. Kyouka, ve y prepara una celda para el recién llegado. Y tú, vuelve con tu grupo y asegúrate de que no se presenten problemas mientras lo traen hacia aquí. Veamos que información tiene este espía.

—Podría ser una trampa —respondió Aizawa cuando los dos guerreros se marcharon para cumplir con su orden.

—Podría, tendremos que averiguarlo.

—¿Con Yagi se refiere a Toshinori Yagi?

—Eso creo, pero él murió-

El resto de la conversación se perdió cuando volvieron al salón de reuniones dejando a Ochako atrás. Ella no pudo contener un suspiro cansado y volvió a las murallas a seguir vigilando.

[...]

n/a

¿Estamos listos para volver con Katsuki?

Y en otras noticias la publicación del libro está lista. A dos años de haber iniciado con esta historia hemos conseguido llegar hasta aquí, admitiré que estos últimos meses han sido largos porque he tenido que volver a releer esos primeros capítulos modificando detalles hasta el punto que me costaba retomar el capítulo en el que íbamos porque había olvidado en dónde me había quedado. Pero el trabajo ha dado frutos y por fin está terminado. Puedes encontrar los detalles en mi blog.

Me temo que la venta para Latinoamerica todavía sigue pendiente porque estoy buscando distribuidor, pero ya les avisare.

Nunca podré darles las gracias por todo el apoyo que me han brindado, por cada comentario, fanart y mensaje. Cada lector ha hecho esto posible. Y mi deber es continuar y terminar esta historia. Así que nos veremos en el que sigue.

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