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Capítulo 40: Infiltración

Sinopsis: La suerte que hoy brilla tal vez no brille mañana. La desgracia que hoy se llora tal vez acabe mañana. No puedes saber el final si no terminas el viaje.

[...]

Nadie lo detuvo en la entrada y una vez que estuvo dentro de los túneles Izuku disminuyo el paso y procuro moverse con soltura. Le latía el corazón con violencia y notaba la zona de las axilas húmeda. El esfuerzo de mantener su aroma bajo control le estaba generando un malestar físico indescriptible; tal vez no hubiera nadie que pudiera detectarlo, pero Izuku no pensaba arriesgarse.

Los soldados con los que se cruzó ni lo miraron, nadie le dirigió la palabra mientras avanzaba por los pasillos transitados. En su mente destellaban, con una viveza nacida de la repetición, los mapas que había tardado semanas en bosquejar: Cada túnel, cada entrada, cada nota escrita con prisa en el borde de la hoja.

El miedo de perderse, de tomar la entrada equivocada, no dejaba de asediarlo, se hacía presente cada vez que debía escoger un camino pero no dejo que la duda lo detuviera. Sabía que, si dudaba, si se detenía en cualquier intersección para cuestionarse la dirección, alguien le llamaría la atención. Así que siguió avanzando, con resolución, con la certeza de que sabía a dónde iba incluso si no era así.

El tiempo está en su contra.

Incluso si los guardias se rendían a la evidencia de que se habían equivocado al contar, Izuku estaba preparado para esconderse hasta que las cosas volvieran a la normalidad, después de todo su aspecto resaltaba entre el resto y existía la posibilidad de que alguien se acordara de él.

No pienses en eso, eso vendrá después, enfócate en seguir moviéndote.

Conforme se aleja de las zonas más transitadas los pasillos empiezan a vaciarse, el ambiente se enfría y las lámparas de aceite que iluminan cada sección van escaseando. Izuku es presa del pánico cuando finalmente abandona el último de los pasillos que conoce, esa zona es un espacio blanco en el dibujo que tiene en mente.

Pero no se detiene.

Con las manos temblando, con el sudor cubriendo espalda y cuello, Izuku sigue adelante. El pasillo es más largo que los anteriores y no se atreve a girarse para ver cuánto lleva porque puede ver a un soldado haciendo guardia en la intersección que hay adelante.

Conforme se acerca a la silueta la sangre que ruge en los oídos de Izuku acallan el sonido de sus pasos y sus pensamientos se alborotan.

Me han enviado para hacer una inspección, se dice y lo repite una y otra vez, en tonos distintos, tratando de imaginar cómo va a pronunciarlo con calma y sin titubear. Me han enviado para hacer una inspección. No lo sé, tío. Hay un alboroto en las celdas inferiores. Alguien contó mal y solo quieren asegurarse de que no hay nadie suelto.

Se repite cada oración varias veces tratando de precisar el tono incrédulo y fastidiado que va a emplear. Imagina la conversación.

"¿Qué haces aquí?" dirá él y mi respuesta será "Me han enviado para hacer una inspección". Si me pregunta "¿Inspección de qué?" debo fingir ignorancia, enfadarme y decirle "No lo sé, tío. Hay un alboroto en las celdas inferiores, alguien contó mal y solo quieren asegurarse de que no hay nadie suelto". Me dirá, "Aquí no ha pasado nadie", y tendré que insistir.

Tiene que apretar los dientes para no murmurar en voz alta.

De cerca descubre que el guardia está cómodamente sentado en una silla, aparentemente durmiendo. El alivio baña a Izuku y le permite respirar, aprovecha ese momento para estudiar la intersección.

No hay señalamientos o marcas, no hay más guardias que aquel que tiene detrás. Uno de los pasillos desciende y el otro termina en una puerta maciza de hoja doble.

¿Hacia dónde? No puede equivocarse y lo sabe. Si me capturan...

El pensamiento solo alimenta su miedo. El miedo que se revuelve con la paciencia de un depredador al acecho.

"No seas un debilucho"

Katsuki está afuera, luchando; el pensamiento lo hace tomar aire. Cierra los ojos y se concentra, no hay aroma o sonido que pueda indicarle el camino. Solo está él. Y el guardia. Solo entonces se da cuenta de que el hombre no se ha movido, sigue sentado con la cabeza echada hacia el frente y la máscara puesta. Izuku lo observa con cuidado, el pánico anterior se ha atenuado y le permite descubrir varios detalles que ha pasado por alto.

¿Está respirando?

Estudia su pecho y sus hombros, ninguno se mueve. Reúne suficiente valor para acercarse, despacio por si tiene que echar a correr, extiende una mano trémula y lo pica en el brazo.

No hay movimiento.

El miedo lo abandona como si acabara de quitarse un pesado saco de encima, Izuku se acerca, lo pica de nuevo y su confianza regresa al ver que el guardia sigue sin moverse. Toma su muñeca -tiene las manos frías- y trata de encontrarle el pulso, sin éxito.

Sin perder tiempo Izuku se arrodilla junto a él y empieza a buscar heridas visibles, algo que le indique la razón de su muerte, pero no hay nada. Quien lo haya matado se aseguró de no dejar rastro. Y sabe que fue un asesinato porque esa persona también se llevó sus llaves; la argolla en la pretina de su pantalón está vacía.

Izuku se aparta del cuerpo y vuelve a la intersección, esta vez no duda, toma el pasillo de la derecha, el que conduce hasta la puerta de hoja doble. Corre el último tramo y su alivio es inmenso al descubrir que nadie ha vuelto a colocar el cerrojo.

Se llevo las llaves, piensa y esa idea lo hace moverse, alguien más está buscando algo.

Al otro lado de la puerta se encuentra el descansillo de una escalera en forma de espiral amplia con peldaños de roca desgastados. En la pared de frente hay dos soportes, uno de ellos vacío y el otro con un candil que alcanza a iluminar los primeros tres escalones que suben y los tres que bajan.

¿Hacia dónde?

Izuku se acerca a las escaleras que conducen al piso superior y se queda quieto tratando de detectar algún ruido, después inhala lentamente sin encontrar nada. Repite la acción en la otra sección con el mismo resultado.

¿Hacia dónde?

Piensa en los esclavos, atrapados bajo tierra en celdas oscuras, y eso lo lleva a moverse. Desciende por los escalones negros con una mano deslizándose por la pared de roca fría, tratando de no tropezar, hasta llegar a otro descansillo con una puerta cerrada y el candil apoyado en el soporte de piedra.

Empuja la puerta y nada.

El intruso no está aquí.

Está girándose para seguir bajando cuando las sombras que hay en la escalera se mueven y antes de que pueda reaccionar tiene a la sombra sobre él, haciendo presión contra su cuello y hombros.

No consigue ver a su atacante, solo oye esa voz oculta en las tinieblas, un timbre elegante que no parece tener prisa. El miedo de Izuku se dispara, lucha con la fuerza nacida del pánico, pero la persona que lo sujeta es más alta, más fuerte, y ni siquiera parece esforzarse para contenerlo.

—Sigue luchando, amigo, y me veré obligado a romperte el cuello —la amenaza paraliza a Izuku—. Eso es.

—No soy uno de ellos —dice Izuku en un murmullo ahogado.

—Shhh, muchacho, esto terminará rápido.

—El General —gruñe Izuku notando la cara caliente, la respiración irregular— el... él miente.

—Dime algo que no sepa.

—Las bestias... control... el control...

Eso consigue que la presión sobre su cuello se afloje lo suficiente para respirar de nuevo. Izuku tose y se revuelve.

—¿Qué control? —pregunta la voz sin soltarlo— ¡¿Qué control?!

—Sobre las bestias —responde Izuku con voz entrecortada—. El control sobre las bestias.

—¿Qué sabes tú de eso?

—Suéltame —traga saliva y se aclara la garganta— suéltame y te lo diré.

Hay una larga pausa en la que Izuku lucha por aclarar su mente, por buscar una escapatoria; cuando finalmente el brazo que lo sujeta se retira, la fuerza de sus rodillas le falla. Cae sin dejar de toser, luchando por tragar aire.

—Habla —dice la silueta oculta entre las sombras— ¿cómo las controla?

Izuku no deja de toser, el miedo late en su interior y lo hace consciente del peligro que tiene enfrente. La posibilidad de fracaso aclara su mente.

Calma, Izuku, tienes que calmarte.

—Si te lo digo tienes que prometer dejarme ir.

—¿Para qué puedas ir corriendo a delatarme?

—No soy uno de ellos.

—Ya lo dijiste, y sin embargo sigo sin entender qué significa eso.

—Significa que mataste a un guardia, robaste sus llaves, entraste aquí sin permiso. Al igual que yo. No me interesa qué te trajo aquí, no voy a delatarte. No soy leal al General ni a sus hombres. Si te olvidas de que me viste aquí, yo me olvidaré de ti.

La sombra lo estudia, tiene ojos suspicaces y una expresión imperturbable.

—¿Quién eres?

—No hay tiempo para presentaciones, ¿tenemos un trato o no?

—Dependerá de lo que tengas que decir.

Apenas lo oye Izuku se obliga a levantarse. Le duele el cuello, los hombros y la tráquea, pero desestima la sensación enfocándose en sus opciones.

—¿Y bien? —dice la sombra.

—Usa una droga —responde Izuku

—¿Qué droga?

—No estoy seguro.

—Es decir que me has mentido —gruñe la sombra dando un paso al frente.

Solo que ya no es una sombra, la luz ilumina sus rasgos elegantes: Pelo corto de una tonalidad dorada, afilados ojos, cejas rubias tupidas y una expresión inescrutable. Lo más sorprendente son las alas rojas que sobresalen de su espalda.

—No, no te mentí —dice Izuku apartándose de él y tratando de no echarse a temblar— no sé cómo la hace, pero sé que la usa para mantenerlas bajo control.

—Tu respuesta no es suficiente. ¿Qué droga?, ¿cómo la prepara?, ¿cómo funciona?

—Si me dejas trabajar tal vez pueda encontrar la respuesta.

—No lo creo, amigo.

—¡Espera! —Izuku retrocede cuando lo ve dar un paso al frente y extiende ambas manos hacia él— Podemos seguir perdiendo el tiempo aquí o podemos trabajar juntos.

—¿Por qué trabajaría contigo?

—Porque el General es nuestro enemigo.

La sombra sigue mirándolo con sus ojos duros.

—Bien —dice— pero si intentas algo, te mataré.

—Hecho.

—Ahora qué.

—¿Has intentado abrir la puerta?

—Probé con todas las llaves que tomé del guardia, planeaba forzar la cerradura cuando te oí bajar.

—Oh, bien, pues hazlo —se aparta mientras el hombre se arrodilla para estudiar el cerrojo—. ¿Sabes a dónde conducen las escaleras superiores?

—A la oficina del General, el despacho de Kurogiri, y una sala de reuniones, pero la vigilancia es constante. Se supone que aquí abajo están las habitaciones del General y su oficina privada.

—Es un inicio.

—Inicio de qué... ¿qué buscas?

—Información principalmente, un laboratorio tal vez, ¿y tú?

—He venido a matar a alguien.

El corazón de Izuku salta hasta su garganta y el deseo de echar a correr es abrumador.

—No a ti —dice la sombra notando su incomodidad— así que deja de temblar.

—¿Y entonces a quién?

—Eso no es de tu incumbencia.

—¿Al hijo del General? —Izuku soporta la brusca mirada de la sombra sin parpadear— ¿Qué? ¿no esperabas que adivinara? Dijiste a alguien, no al General. Y si viniste hasta aquí entonces esa persona pertenece a su círculo personal: Su hijo y su mano derecha. Dudo que te hayas colado hasta aquí para eliminar a su mano derecha. Eso solo deja a su hijo. También podría ser que me has mentido y en realidad has venido a buscar algo, lo cual tiene sentido si consideras que intentaste entrar aquí aunque era obvio que el hijo del General no estaba dentro.

—Eres bastante astuto para ser un salvaje.

—Detesto esa palabra: Salvaje, sugiere que no somos civilizados cuando en realidad simplemente somos diferentes. Es todo.

—No hay porque ofenderse, ustedes nos llaman demonios.

—Yo no, y de hecho me gustaría saber tu nombre para no tener que referirme a ti como 'hey, tú'

Su monologo se interrumpe cuando el pestillo de la puerta salta.

—En ese caso —dice la sombra al levantarse— puedes llamarme Hawks.

—Y yo soy Izuku.

Avanzan uno tras otro llevando el candil en lo alto. La luz amarilla revela una habitación larga. Tiene los elementos de una oficina saturada y la cama al fondo indica que el dueño suele trabajar hasta tarde. Hay un escritorio inmenso con decenas de papeles, notas y libros mal apilados, y junto a él, estantes altísimos exhiben colecciones de libros y frascos.

Izuku procura no tocar nada mientras sus ojos barren la zona.

—¿Qué esperas? —dice Hawks

Izuku se mueve hacia los estantes ignorando aquellos que están llenos de libros; centra su atención en los que exhiben distintos tipos de frascos. En el centro de uno hay una botella grande llena de un líquido transparente, al abrirlo descubre que se trata de alcohol.

Sin perder tiempo Izuku vacía el contenido en sus manos y lo esparce hasta que está seguro de que el aroma a menta ha quedado mitigado, entonces devuelve el frasco a su lugar y cuando se da vuelta descubre que Hawks lo mira.

—¿Qué haces?

—Soy precavido —dice Izuku apartándose de él antes de volver al escritorio donde empieza a revolver los papeles. Hojea el contenido de los libros, la mayoría de ellos son volúmenes médicos y los aparta para revisar el escritorio— entonces, ¿qué estás buscando?

—Mensajes, informes, cualquier cosa sobre la aldea Ishiyama.

—Aquí hay varias cartas —y le extiende todas las hojas sueltas que encuentra en uno de los cajones— tal vez alguna tenga lo que estás buscando.

Mientras Hawks comienza a revisar los papeles, Izuku sigue examinando el escritorio. En el segundo cajón de la izquierda encuentra una caja pequeña, dentro hay una bolsita de tela con varios viales llenos de un polvo granulado de color blanco, otros de color rojo, y por último negro. Bajo ellos hay un libro que Izuku procede a estudiar sin perder tiempo.

El libro es en realidad un diario, cada página tiene largas anotaciones hechas con una letra elegante y diminuta, el cuaderno está lleno de principio a fin con descripciones detalladas, preguntas y teorías; es la muestra clara de una personalidad cuidadosa, trabajadora y metódica. Izuku quiere leerlo de principio a fin, quiere hojearlo y estudiarlo con calma, pero se traga el deseo de empezar desde el principio y procede a pasar páginas a gran velocidad.

Su corazón se estremece cuando su periferia alcanza a leer un párrafo en particular:

Por fin, después de años de fracasos, creo que he encontrado una respuesta para elaborar el suero beta. Si mi teoría es correcta el ciclo estará completo.

Con el corazón en la garganta Izuku sigue leyendo y cada palabra es una roca en su pecho, el miedo en su interior se sacude con violencia y lo único en lo que puede pensar es 'no'. Una negación inútil.

—Mierda —la exclamación lo sobresalta— Hijo de puta —Hawks alza los ojos y lo mira, su expresión rabiosa se desvanece— ¿Estás llorando?

Aterrado, Izuku descubre que tiene los ojos húmedos y ha perdido todo el control sobre su aroma. La habitación entera está saturada con la esencia de la menta amarga, una representación clara de su miedo, indetectable para Hawks, pero indiscutiblemente presente para Izuku. Entonces comprende su error.

—Tenemos que salir de aquí.

—¿Qué?

—¡Tenemos que irnos! —coloca todas las cartas sueltas entre las hojas del libro y aferra la bolsita donde los viales de cristal tintinean al chocar entre sí, se aparta del escritorio y pone rumbo a la puerta, pero Hawks lo detiene apenas pasa a su lado.

—¿De qué estás hablando? No tiene que saber que estuvimos aquí, solo deja eso. Déjalo tal y como estaba. Me llevaré simplemente la-

El resto de la palabra se corta cuando Hawks gira la cabeza hacia la puerta como si acabara de detectar algo.

—Alguien viene.

Izuku se tensa; aunque se esfuerza no consigue oír nada más que el rugido de la sangre en sus oídos. Sigue a Hawks cuando este se encamina hacia la puerta, desde ahí puede oír el murmullo incoherente de voces que provienen de las escaleras superiores. Se miran y en silencioso acuerdo salen cerrando la puerta tras ellos. Siendo que las voces se oyen desde arriba, ambos bajan después de dejar el candil en el soporte junto a la puerta.

Hawks baja primero con Izuku detrás, avanzan deprisa por los escalones iluminados, pero cuando la luz del candil deja de alcanzarlos Izuku se ve obligado a reducir su marcha hasta que choca con Hawks, quien se ha detenido.

—¿Y dónde está? —pregunta una voz en tono fastidiado e Izuku tiene que interponerse en el camino de Hawks cuando este da la impresión de querer subir otra vez.

—El General se encuentra ocupado, he mandado a buscarlo —los pasos se acercan y el murmullo de voces se aclara— Esperaremos por él.

—No tengo tiempo para esperar a mi padre —dice la primera voz— tengo un esclavo que interrogar.

Los pasos se detienen.

—Has dicho que enviaste a Masukyura a las jaulas.

—Quería entretenerse con el omega así que lo deje, a quien me interesa interrogar es al alfa —el tintineo de las llaves rebota en las paredes de roca—. Quiero saber cómo rayos consiguió quedarse atrás. Hay un guardia que asegura que falta uno de los esclavos, y quiero saber si es cierto.

—El conteo lo dirá —dice la segunda voz al tiempo que el cerrojo de la puerta vuelve a escucharse.

—Ya veremos, pero no he venido por eso, ¿qué pasó con el pajarraco?

—Eludió a sus guardias y nadie sabe dónde está, pero no te preocupes por eso. Eventualmente aparecerá y tendrá que explicarse.

—¡Bah!, sin importar lo que diga ha comprometido la posición del Coronel Nezu, mi padre-

El resto de la frase se pierde cuando la puerta se cierra, solo entonces Izuku se atreve a susurrar.

—¿Qué estás haciendo?

—Voy a matarlo. Fue él... fue el responsable.

—¿Y qué vas a ganar luchando ahora? —gruñe Izuku sin quitarse del camino— nada, ellos son dos y cuando llegue el General serán tres.

—Esto no tiene nada que ver contigo.

—Tienes razón, supongo que solo importas tú y tu venganza, ¿cierto? Lo matarás y serás completamente feliz. Que se pudran las consecuencias y las personas que van a tener que pagar por tu imprudencia.

—Merece morir.

—¿Y merece que arriesgues todo lo que tienes por él? —cuando Hawks no responde Izuku se apresura a empujarlo— Baja, vamos, baja. Hay que salir de aquí. El General ya viene.

Tras una larga pausa Hawks se da la vuelta y desciende, Izuku lo sigue tratando de no tropezar con los escalones a oscuras. Las escaleras parecen interminables y al final encuentran otras dos puertas alumbradas por otro candil. Las llaves del guardia abren una de ellas, pero no la otra.

—Por aquí —dice Izuku alejándose por el pasillo.

—¿A dónde?

—Debo buscar a mis amigos.

—¿Sabes al menos dónde están?

—Han dicho en la jaula, Shinsou me contó que se encontraba en los pisos inferiores, cerca de dónde las bestias descansan, ¿qué piensas hacer tú?

—Volver y fingir que me he perdido.

—¡Por aquí!

El grito proviene de algún punto detrás de ellos, cuando se giran ven a dos guardias corriendo en su dirección. La reacción de Izuku es echar a correr, pero la de Hawks es dar media vuelta y enfrentarse a sus perseguidores. Se mueve a una velocidad impresionante y consigue reducir a sus atacantes sin esfuerzo.

—Supongo que eso arruina mi plan —dice Hawks enderezándose entre los dos cuerpos inconscientes.

—¡Vamos! —grita Izuku

Descienden por los caminos mal iluminados que zigzaguean bajo tierra, oyen las voces de sus perseguidores detrás acercándose a cada momento.

—¿Qué harás ahora? —pregunta Izuku sin dejar de correr.

—Volver con Nezu, si le entrego la prueba de que fue el hijo del General quien ordeno la ejecución de Ishiyama entonces podrá convencer a otros de luchar, pero tenemos que irnos ya. Salir de inmediato.

—No me iré sin mis amigos.

—Bueno, tal vez lo mejor sea separarnos. Así al menos uno de nosotros saldrá.

—En ese caso te daré esto —dice Izuku deteniéndose, y antes de entregarle la bolsita con los viales de vidrio, extrae tres de su interior, uno de cada color los cuales guarda en el bolsillo de su pantalón— y esto.

Abre el libro, pasa las hojas y procede a arrancar una de las páginas.

—Busca al ejército de Yuuei y pide hablar con el Príncipe, o con Shota Aizawa, entonces dáselo en mano.

—¿El Príncipe?, ¿el chico alto con una cicatriz en la cara?

—¿Lo conoces?

—Lo he visto.

—¿Dónde?, no, no hay tiempo. Escucha, entrégaselo y dile que a cambio te ayude a conseguir una audiencia con el jefe bárbaro. Y cuando estés frente a él dile que Yagi fue capturado, dile que Otsuka sigue vivo.

—¿Quién?

—Si lo haces ten por seguro que los bárbaros aceptaran luchar con tu gente. Y si necesitas ayuda busca a Shoji. Trabaja en la prisión de la Ciudadela, nuestro santo y seña es "Este ha sido un Banquete Oscuro", así sabrá que puede confiar en ti.

—¡Alto!

El grito los hace reaccionar, sin despedirse Izuku se marcha mientras Hawks se queda atrás para encargarse de los guardias.

Abajo el aroma de las bestias es inconfundible, Izuku lo usa para guiarse por los pasillos laberinticos hasta llegar a una sala inmensa con decenas de jaulas. Sin perder tiempo toma una de las bolsas de viaje que encuentra colgadas en un poste de madera y procede a meter dentro el diario y algunos odres de agua.

Izuku rebusca entre los estantes que contienen las sillas de montura y las correas, ahí encuentra varios frascos llenos con un líquido rojizo. Recordando el contenido del diario, Izuku toma uno y se encamina hacia la jaula más cercana.

La bestia que está ahí ruge y presiona su cabeza contra los barrotes, Izuku remueve el tapón y vierte un poco de la fragancia en sus manos.

El morro de la bestia se sacude.

Con mucha lentitud Izuku extiende una mano y toca la nariz húmeda que sobresale de los barrotes, el aroma a leche dulce que brota de sus manos lo asquea pero aparta la repulsión para repetir el proceso con otras dos monturas y guiarlas lentamente por la sala.

Avanzan entre los pasillos llenos de jaulas, entran en una sala inmensa con un túnel de salida que Izuku ignora mientras salen por otro de los pasillos laterales sin dejar de buscar. Hasta que lo huele: El aroma de Shinsou, denso y oscuro, transmitiendo furia y dolor.

[...]

Todo sucede demasiado rápido. La montura de Hitoshi cae, lo hace en cámara lenta aunque sabe que no sucede así.

En el futuro Izuku siempre recordará ese momento: El grito de Neito cuando la montura de Hitoshi se desplomó, el cuerpo de Hitoshi inmóvil, la silueta de Neito alejándose en el túnel.

Tenía el torso pegado contra el lomo de la bestia, sus piernas apretaban la silla de montar y sus manos aferraban el largo pelaje como único soporte. Sentía que se resbalaba hacia la izquierda y la respuesta automática de su cuerpo fue tratar de inclinarse a la derecha.

La flecha que cayó sobre ellos lo hizo a centímetros de su costado, en el hueco entre su torso y brazo, tan cerca que incluso perforo su uniforme. Su montura se alzó sobre sus cuartos traseros emitiendo un rugido de dolor, Izuku se aferró con más fuerza en un intento por no caer.

El animal se sacudió, otra flecha se clavó en su costado provocando que el animal se desplomara; ambos cayeron sobre la pierna de Izuku.

El peso de ambos cuerpos se concentró especialmente sobre su rodilla. Izuku sintió el crujido que lanzó un coletazo de dolor hasta su cerebro, el dolor fue tan atroz que su mente se sumió en una negrura impenetrable.

[...]

Notas:

Akio Otsuka es el seiyu de All for One, le puse ese nombre porque no quería ponerle All for One ni AFO.

Este capítulo me costó. Mucho más que cualquier de los anteriores. El doble de cualquiera. El encuentro entre Izuku y Hawks me ha costado sangre, porque quería que fuera coherente, quería que no fuera simplemente ah, mira, soy de los buenos y te creo, y no estoy segura de si lo he conseguido. No estoy segura de que tenga sentido. Dios. Odie este capítulo, estuve cambiando escenas, cortando, cambiando posiciones, todo con tal de que no fuera algo del tipo "mira, nos ponemos a platicar cinco horas mientras estamos esperando que nadie venga". Se supone que tenía las líneas generales de la conversación y con eso siempre avanzo bien, pero aquí, aquí... dios, ahhhh...

Toda crítica es bienvenida. Hasta pensé en haberlos presentado antes para que no fuera tan repentina la aparición, pero ¿cómo presentarlos? En fin, es agua vieja, no voy a cambiar nada.

Lamento el rant. Han sido dos semanas difíciles; para quien me haya leído por ahí donde me desahogo sabrá que mi madre estuvo enferma y yo me entere hasta después mientras estaba con los tramites del viaje que haremos. Y aunque ella está bien no consigo sacudirme la preocupación.

Así que ya saben porque no he contestado comentarios ni nada y tampoco podré contestar los de aquí, pero cuando vuelva me pondré a ello. Gracias por leer y comentar. Nos leemos. 

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