Capítulo 38: Corazón Omega
Mi Conciencia después de leer los comentarios de la actualización doble: Madre Santa, mira cuántas lágrimas, cuánto dolor, cuántos corazones rotos, ¿qué has hecho, Roquel?
Yo: err...
MC: Estos son buenos lectores, por qué les haces esto, por qué los haces sufrir así.
Yo: err...
MC: ¿Qué harás ahora?
Yo: ...actualizar?
Literalmente me he pasado los últimos tres días escribiendo esté capítulo, una suerte que tenga la estructura general, pero bueno, en compensación por el sufrimiento anterior.
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Sinopsis: Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no temas el resultado de cien batallas; pero si te conoces a ti mismo y no conoces al enemigo, por cada batalla ganada perderás otra. (El Arte de la Guerra)
[...]
Con el plato de comida en mano, Denki se despide de sus compañeros que se alistan para empezar a servir la cena. Hace el trayecto por el patio exterior con paso calmado cuidando de no derramar la tacita de caldo que lleva, por el camino saluda sin detenerse y atraviesa la zona de la enfermería donde el grupo de Momo está repartiendo la comida entre los heridos.
—¿Cómo sigue?
Es la pregunta de rutina, la hace cada que lleva la comida. La respuesta de Momo es un suspiro cansado y una señal vaga que Denki ha aprendido a asociar con 'sin cambios'.
Como de costumbre Denki asiente, se despide y sigue por las escaleras hasta la habitación privada en el segundo piso. Tras la puerta hay una cama vacía cosa que ya no le extraña, no desde el primer día en que Momo y él entraron en pánico y recorrieron el edificio completo solo para encontrar a su paciente escondido en el espacio entre la cama y la pared cómodamente instalado en un nido de cobijas limpias y almohadas.
El omega, Neito, no se siente cómodo en los espacios abiertos, le gusta acurrucarse pegado a la pared con una hilera de almohadas rodeándolo.
—Traje la cena—anuncia Denki en tono calmado colocando la bandeja de comida en el mueble cerca de la cama, después rodea el colchón hasta que puede ver perfectamente el espacio junto a la pared.
Desde ahí los ojos de Neito lo miran sin parpadear.
—Déjala y vete.
Pese a que su aroma posee los inconfundibles trazos del duelo, el muchacho es arisco y frío. No permite consuelo de nadie, no acepta compasión de nadie y a diferencia de otros omega que se sienten cómodos entre los suyos, Neito parece decidido a no permitir que nadie se le acerque.
Denki no está seguro de si es una característica innata en él o si las circunstancias -el aislamiento y la pérdida de su alfa- lo han vuelto huraño.
—¿Te importa si me siento un momento? Me duelen los pies y quiero descansar antes de seguir con mi rutina.
La suya es una mentira a medias; le duelen los pies, sí, pero su insistencia en quedarse es resultado de una petición de parte de Momo para monitorear el estado del omega, ya que aparentemente Neito no la deja acercarse. No desde que Momo descubriera su estado.
Hasta el momento él tampoco ha tenido éxito, pero a diferencia de Momo cuya educación le impide ser demasiado severa con un omega malcriado, Denki está listo para sacudir las cosas. Esta vez apela al sentido del olfato omega y su debilidad por la comida.
—Vaya—dice Denki fingiendo sorpresa—te han puesto panecillos dulces. ¡Mira que bonitos están! ¡y huelen delicioso!,—aun cuando solo recibe silencio no se da por vencido, ha repetido la rutina lo suficiente para saber que eventualmente conseguirá hacerlo salir—he probado la sopa, está bastante buena, tiene papa y...
—Cállate.
Obedece al ver la cabeza rubia asomándose por encima del borde de la cama, procura tomar nota de su apariencia e intenta discernir si las ojeras han disminuido o si presenta algún signo de dolor.
—¡Deja de mirarme así!
Denki nunca le ha prestado atención a la gente maleducada, el tono acerado y las bruscas respuestas nunca lo han hecho retroceder. Y si consiguió familiarizarse con Bakugou, no tiene intenciones de rendirse con Neito, después de todo aunque huraño el omega no le llega ni a los talones al carácter malhumorado de su líder.
—Tienes que acabarte la sopa.
—¡Cállate!, nadie ha pedido tu opinión.
—Si esperara que la gente pidiera mi opinión me quedaría con la boca cerrada; nadie le pide opiniones a los omega—inclina la cabeza y murmura—bueno, con algunas excepciones.
—Deja de farfullar, ¡no tengo por qué escucharte!
—¿Quieres mejorar? Tienes que comer, hazlo también por ya sabes quién.
—¿Te lo dijo?,—su expresión iracunda combina miedo y traición
—No te enojes con ella, Momo lo hizo de buena fe, quería consejo. Viene de la tribu de los barbaros, ahí no hay variedad de jóvenes omega y por lo que ella me ha dicho los hombres omega son todavía más raros.
—No me interesa.
—Pues debería, Momo quiere ayudarte, quiere asegurarse que te recuperas, si no la dejas acercarse no puede atenderte.
—No la quiero cerca, no quiero a nadie cerca. ¡No te quiero a ti aquí!
—Pues mientras te niegues a permitir que Momo te atienda me vas a tener a mí aquí, todos los días, cada comida.
—¿Es una amenaza?
—No, amenaza sería si te dijera que me pasaré todas las comidas hablando hasta que quieras quitarte las orejas. Tengo muchos temas para hablar, especialmente sobre pan. ¿Sabías que puede hacerse pan con harina de bellota? Primero tienes que juntar un montón, después tienes que quitarles lo amargo. Lo cierto es que aun haciendo eso el pan tiene un sabor muy fuerte, no te lo recomiendo. Mi madre tenía la receta e hizo modificaciones-
—¡Cállate!
—¿Vas a comerte la sopa?
—¿Con eso vas a callarte?
—Al menos en esta ronda, sí.
Denki guarda silencio y Neito se acaba la sopa.
—¿Qué pasa?,—pregunta Denki después de un rato cuando lo ve probar uno de los panecillos y parar.
—No me gustan las manzanas.
—¿Por qué?
—Hi- Él me trajo una cuando perdí al primero, y lo hizo con los otros. Ni siquiera sé como conseguía las malditas manzanas. Siempre hace... siempre hacía—se interrumpe de golpe y su aroma se sacude.
Denki procura usar un tono suavecito cuando dice.
—Aizawa me ha dicho que a Hitoshi le gustaba el pescado, ¿es cierto?
—¿Por qué habla contigo de esto?
—Porque no puede hablar contigo. Vino a verte, ¿no? Te dijo que Hitoshi era su sobrino y te prometió un hogar.
—No necesito su caridad.
—¿Por qué es caridad? Hitoshi era su sobrino, tu eres el omega de su sobrino, para él tu eres familia.
—No lo somos.
—Aizawa lo cree, ha estado hablando con Momo para ver en que pueden ayudarte. Incluso me ha preguntado a mí si hay algo que pueda hacerte sentir mejor.
—No quiero nada de ellos.
—¿Ni siquiera para tu cachorro?
Por primera vez desde que lo conoce, Neito titubea. Es apenas un segundo, una vacilación corta que se transforma en una mueca agria:
—He perdido a todos los anteriores, será lo mismo con este.
Denki procura que el dolor de la revelación no se note en su cara, en su lugar toma aire y procura ser completamente honesto cuando dice:
—Lo que fue antes no necesita repetirse.
—No depende de mí.
—Si te cuidas y aceptas ayuda, si te alimentas y tomas todas las precauciones que Momo te indique, tal vez él consiga lo que los otros no.
Neito lo mira con una expresión incisiva, cejas enarcadas y la boca en una firme línea.
—¿Y si todo falla?
—Sabrás que hiciste todo lo que estaba en tu poder para traerlo aquí; sino siempre te preguntarás qué habría pasado si hubieses hecho las cosas diferente.
—No sabes nada, no entiendes nada.
—No entiendo tu situación eso lo acepto, pero te diré algo que acabo de aprender: No pienses si va a funcionar, no te preocupes por lo que puede pasar, mejor piensa en si realmente lo quieres. Si es algo que quieres hacer entonces hazlo. No tengas miedo de intentarlo.
La respuesta de Neito es un bufido corto pero Denki tiene esperanza al verlo comerse el panecillo dulce.
—Ya terminé, ahora vete.
—Antes, ¿puedo pedirte un favor?
—¿Cuál?
—Cuéntame de nuevo cómo escapaste.
Teme que Neito vaya a negarse, pero al final cede e incluso soporta las preguntas que Denki hace con relativa calma.
Un rato después, Denki se despide y sale llevándose la charola vacía; en el piso de abajo tiene que pasar quince minutos con Momo antes de poder marcharse. Su rutina lo lleva de vuelta a las cocinas donde recoge las bolsas con las raciones de los prisioneros, entonces cruza nuevamente la prisión, ahora en dirección contraria, hasta el patio interior.
Se queda a charlar con Eijirou como tiene por costumbre. Sus conversaciones siempre son triviales, muchas preguntas sobre la comida, las actividades diarias y una curiosidad insaciable sobre lo que le gusta a Denki y lo que siente. La sonrisa de Eijirou es pura ternura, Denki se sonroja ante ella y se permite soñar mientras comparten secretos en el pasillo que conduce a la celda de la mujer demonio.
En la privacidad que confiere el lugar, Denki deja que los dedos de Eijirou tomen nota de sus manos, sus muñecas y sus codos. Y en ocasiones se deja besar. Los besos de Eijirou son notas delicadas que nunca van más allá de lo que Denki está listo para entregar.
A veces Denki tiene que hacer preguntas para no dejarse llevar.
—¿Ha dicho algo más?
—No, insiste en que puede llevarnos hasta el cuerpo del espía.
—¿No le has dicho que sabemos la verdad?
—Bakugou fue bastante claro: Los prisioneros no deben recibir información.
Denki asiente, el nombre del líder lo hace recordar la lista de pendientes que tiene así que tras otro beso se despide. Su siguiente parada es la celda que vigila Yō.
Y como ocurre cada vez que entra el alfa prisionero se levanta para recibirlo, su sonrisa es amistosa y serena, un gesto que Denki encontraría llamativo sino fuera porque ha aprendido a recelar de él.
—Hola, bonito
Denki lo ignora como tiene por costumbre; termina de entregar las bolsas con comida en cada celda y después se toma un momento para charlar con Yō que ha vuelto a tratarlo con normalidad una vez que logro superar su rechazo.
Como a Yō no le gusta platicar con él en la celda, bajo la atenta supervisión de los prisioneros, Denki se ve obligado a seguirlo por las escaleras hasta el pasillo. Yō come en silencio mientras Denki le hace una lista de eventos insignificantes y sucesos curiosos que vio durante el día, a veces Yō se relaja lo suficiente para compartir chistes o incluso hablar del prisionero, como en ese día.
—Nunca se calla—le dice con una mueca cansada
—Bueno y qué dice.
Yō agita la cabeza, de pronto parece incómodo.
—No importa. Por cierto, gracias por el panecillo de manzana, estaba delicioso.
—¿De verdad? ¡Qué bien! Se supone que tenemos que hacer pan blando para todos, pero de vez en cuando consigo que me dejen usar el horno para mí.
Pese a que Yō no ha vuelto a mencionar cortejo de ninguna clase, a Denki le da pena cuando lo ve mirarlo con esa expresión de nostalgia mal disimulada, y cuando eso sucede suele despedirse de inmediato.
Al volver a las cocinas por tercera vez consecutiva descubre que sus compañeros se han marchado a descansar, le basta ver el lugar limpio y ordenado para sentir el anhelo de marcharse a su cama a dormir, pero aún tiene una actividad pendiente y se ha pasado toda la mañana pensando en ella.
Con mucho cuidado Denki prepara la siguiente bolsa de comida, se asegura de recoger todo cuando sale y emprende su tercer viaje hasta la torre de oficiales llevando con él una marmita con agua y hojas.
En el camino se topa con Aizawa que luce tan cansado como él se siente.
—¿Cómo está?,—pregunta el hombre al detenerse frente a él.
Denki le hace un resumen breve de su conversación con Neito y otro con las sugerencias de Momo.
—Ella cree que podrá recuperarse, pero necesita mucho cuidado.
Aizawa asiente, pensativo.
—Es mi turno de preguntar, ¿cómo está él?,—señala la sala de reuniones cuya puerta permanece cerrada.
La respuesta que recibe es un suspiro cansado.
—Se niega a recibir a nadie.
—No es noticia nueva—dice Denki
—Y sigue siendo preocupante, necesita salir de ahí.
—Sí, bueno, mis intentos anteriores no hay funcionado, pero tengo un plan.
—¿Por qué cuando dices eso me haces pensar en desastre?
—Podría ser desastre o podría ser magistral, solo el tiempo lo dirá. Ahora, ¿hay alguna novedad que deba decirle?
—Las defensas están instaladas, el campamento del Jefe Togata está listo, los grupos de caza han vuelto sin incidentes. El grupo omega que escogiste ya empezó con las practicas del incienso beta, y los bárbaros han comenzado a incorporarse a nuestras tácticas defensivas, pero los chicos necesitan verlo; aunque Togata esté a cargo en este momento, en una batalla lo necesitamos.
Denki suspira.
—Ya te diré como me va.
Se despide y recorre la distancia hasta la puerta de madera, el alfa que la cuida parece ligeramente incómodo al verlo pasar. Denki toma aire, cuadra los hombros y entra.
Las pequeñas ventanas en la parte superior de la habitación dejan entrar suficiente luz del exterior para que Denki no tropiece con las cosas rotas que se unirán a la pila creciente de la esquina. Lo primero que hace, después de dejar su bolsa de comida en la mesa, es encender la chimenea, la acción mecánica de trabajar con el pedernal y disponer de la madera consigue que su mente se relaje hasta que el potente aroma alfa deja de ponerlo nervioso. Cuando el fuego está listo empieza a recoger la habitación devolviendo las sillas a su lugar, la que está rota la amontona en la esquina junto a las otras.
Recoger los papeles del suelo, los fragmentos de porcelana y los trozos de comida sin tocar lo mantienen ocupado durante largo rato. Cuando la habitación vuelve a tener un aspecto mínimamente decente Denki vuelve hasta la mesa, la única cosa sólida de todo el cuarto y la razón de que siga en pie, y transporta la marmita hasta colgarla sobre el fuego de la chimenea.
Regresa por su bolsa de comida y finalmente dirige sus ojos hacia la persona sentada con las rodillas alzadas y la espalda presionada contra el muro de roca. La expresión de Bakugou se asemeja a la de un animal furibundo; tiene la misma expresión de ira, impotencia y horror que tenía justo después de oír la historia de Neito. Denki recuerda cómo después de oír el final del relato, Bakugou se había marchado en silencio para encerrarse en la sala de reuniones a destrozar muebles.
Se había negado a salir, había expulsado a todos aquellos que habían intentado entrar para hablar con él y se había apoderado de ese espacio hasta que su aroma lo cubría por completo; todos aquellos que pasaban cerca se sobresaltaban al detectar la furia visceral de su líder. Todo el cuarto olía a él. A su ira. Su ferocidad. Su agonía.
Cada vez que Denki entraba para llevarle comida el aroma lo golpeaba con fuerza, era tan intenso que le resulta insoportable, aun ahora tenía que contener las ganas de salir y esconderse. Todos sus intentos de conversación habían fracasado, todas sus preguntas y dudas se habían estrellado contra un silencio amargo y afilado.
Nadie había logrado romperlo.
Ni Aizawa y su sentido común.
Ni Momo y su empatía.
Ni Denki y su persistencia.
Curiosamente el grupo alfa se había negado a intervenir, ellos parecían comprender y respetar la encarnizada violencia que despedía ese aroma. Ni Togata, ni Inasa, ni Eijirou, ni Todoroki se habían atrevido a cruzar el umbral anticipando sin duda un conflicto mayor.
Entrar en la guarida de un alfa en duelo podía resultar en un combate sangriento.
—¿Es normal?,—había preguntado Denki en su momento ya que nunca se había topado con una situación así
—Bastante—había sido la respuesta de Togata—El luto de un omega es diferente al de un alfa, no todos reaccionan así. Debemos dejar que se calme.
—¿Estás seguro?,—había preguntado Aizawa—Sin el cuidado apropiado un alfa en luto podría descender a un estado feral.
—Bakugou es demasiado fuerte para eso y por lo que sé no hay vínculo empático, ¿cierto? No hay marcas de unión. Es un luto común, necesita tiempo.
El grupo alfa se había apartado para darle espacio; Aizawa y Denki seguían tratando de aliviar su miseria.
En el fondo Denki sabía que ni él ni nadie podría arrancar a Bakugou de su desdicha, nadie de los que convivían con él podía aliviar el dolor que se agitaba en su interior. Y con esa idea en mente había trazado un plan.
Con la bolsa de comida en mano, Denki inspira con fuerza -el aroma a madera lo rodeaba, se instala en el fondo de su estómago, agita su corazón sin piedad- avanza hasta detenerse frente a su líder. Entonces se sienta en el suelo.
De cerca el aroma es aún más denso, lleno de matices oscuros y una violencia palpable, para soportarlo Denki se concentra en sus manos, en la textura de la fruta contra las yemas de sus dedos y en su propio aroma que palidece ante la esencia del alfa.
Cuando toda la comida estuvo afuera empieza a separarla. Divide los panes a la mitad, cuenta la fruta en voz alta pese a que sabía exactamente cuántas piezas había guardado y después empieza a crear dos montos iguales.
—¿Qué estás haciendo?
No puede evitar echarse a temblar al oír la pregunta, lo cierto es que el suyo es un miedo instintivo, una respuesta de su propio cuerpo ante el aroma alfa. Denki se ve transportado al pasado, a un momento especifico en su vida: Una celda oscura, una sentencia de muerte y la compañía del mismo alfa que ahora tiene frente a él.
El recuerdo lo ayuda a calmarse.
—No sé cuanto tiempo ha pasado—dice con las manos en el regazo y la espalda recta—han sucedido tantas cosas que podría creer que han sido años desde el día en que me metieron a una celda contigo, pero no.
—Lárgate—su aroma se sacude, es humo espeso, asfixiante en su furia.
—He pasado dos ciclos en libertad, he dormido bajo el cielo abierto y he caminado bajo la lluvia fría.
—¿Qué es esto?
—Me ha vuelto a crecer el pelo y he dejado de tener frío.
—¡Lárgate!,—cortinas de humo invisible, un aroma tan potente que paraliza.
No puede hablar, el miedo le ha pegado la lengua al paladar, pero no huye, se queda ahí, con la espalda recta, los puños apretados y la sensación de ser papel que se enrosca cuando se deja caer sobre el fuego.
Se rebulle en su lugar, luchando por concentrarse en su propio aroma para soportar la terrible embestida de la presencia alfa. Evoca el miedo que sintió meses atrás cuando lo encerraron bajo la amenaza de emparejarse o morir.
Y entonces lo nota, el agua de la marmita ha empezado a hervir y con ella las hojas de menta se agitan en su interior.
—Íbamos a morir—dice al detectar la delicada esencia de menta, incomparable e insignificante con la fragancia que guarda el frasquito que Bakugou lleva al cuello—Íbamos a morir y tú nos sacaste. Estuvimos en esa celda durante días, a oscuras, y jamás te rendiste. Compartiste la comida conmigo—para remarcar la frase empuja uno de los montoncitos hacia Bakugou—pese a que no me conocías ni me apreciabas.
—¿Qué haces?,—el mismo tono acerado y la misma brusquedad, pero su aroma se ha calmado, ha retrocedido para darle paso a la esencia herbal que se cuece en la marmita de la chimenea.
—Creo que nunca te di las gracias. En ese momento no habría podido, estaba demasiado ocupado tratando de mantenerme entero, pero después, debí agradecerte después. Por sacarnos, por arrastrarnos bajo la lluvia, por luchar con nosotros, por impedir que siguiéramos huyendo. Por salvarme cuando ese guardia estuvo a punto de matarme, sé que no lo hiciste por mí. Querías salir. Querías buscarlo. Lamento que no llegáramos a tiempo.
Bakugou aparta los ojos de él, se tensa, su aroma fluctúa con la misma impetuosidad de antes, pero se controla, en ningún momento se atreve a ahogar la delicada fragancia de la menta.
—Todo fue inútil desde el principio.
—¿Inútil? Mira a tu alrededor, yo diría que fue cualquier cosa menos inútil. Lo que has hecho aquí... no desprecies el esfuerzo que hiciste buscándolo.
—Un esfuerzo inútil; ahora sé que nunca estuve cerca de encontrarlo. Cuando creí estar cerca descubrí que había llegado demasiado tarde. Lo he perdido más veces de las que puedo contar. Un fantasma que no dejo de perseguir.
—¿Te arrepientes de haberlo recibido?,—señala el morralito que cuelga de su cuello.
La respuesta es inmediata—No.
—Él tampoco se arrepiente de buscarte.
—Eso no lo sabes.
—Tuvo muchas oportunidades para renunciar y no lo hizo, siguió adelante.
—¿Por qué has venido a darme un discurso de apoyo?
—Porque eres mi amigo, eres nuestro líder. Y porque Izuku quería que Kacchan convenciera al líder de la prisión para atacar la Ciudadela.
El aroma a madera se sacude.
—Itsuka está ahí. Ibara también. Y otras más a las que conocí y ahora están tratando de sobrevivir bajo tierra. Nosotros tuvimos suerte, te tuvimos a ti, pero ellos no. Izuku luchó por ellos, intentó salvarlos, ¿no merece que honres su labor cumpliendo con lo que esperaba de ti?
—Pensaba hacerlo muchísimo antes de que vinieras a molestar. Nada me dará más placer que matar al General y a sus hombres.
—Bien, me alegra que pienses así.
—Si has terminado, lárgate, quiero estar solo.
—Antes tengo una duda y me gustaría que me ayudaras a aclararla.
Le tiende una manzana de su pila y tras un momento de duda Bakugou la acepta.
—¿Qué duda?
—¿Existe alguna posibilidad de que Izuku siga vivo?
La boca de Bakugou deja de masticar, tiene que tragar y aclarar su garganta antes de hablar.
—El omega dijo que vio cómo la flecha lo atravesaba.
—Sí, sobre eso—escoge una fruta y la mastica—hable con él de nuevo y me surgió una duda: Si la flecha atravesó al jinete, ¿por qué la bestia no siguió corriendo como hizo la de Neito? Él dice que su bestia nunca se detuvo, ¿por qué la otra no hizo lo mismo? Aun si mataron a su jinete, el noumu habría salido tras Neito, ¿no?
—Una flecha la derribo.
—¿Dos flechas disparadas casi simultáneamente? Neito dice que una primera flecha cayó sobre la montura de Hitoshi, él lo vio caer desde atrás, pero el arquero no alcanzó a recargar lo suficientemente rápido y la montura de Neito consiguió entrar en el túnel, desde ahí vio que la segunda flecha caía sobre Izuku. Dice que la flecha lo atravesó, le pregunte por qué creía que lo había atravesado y me dijo que la flecha también parecía haber alcanzado a la montura. Le pregunté cómo lo sabía, y él dijo había visto a la bestia tambalearse, ¿eso quiere decir que la segunda flecha también estaba dirigida hacia la montura?
Bakugou lo mira. Denki se acaba su manzana y empieza con otra.
—Le he preguntado exactamente qué fue lo que dijo Izuku. Dijo que tenía las notas del General, ¿significa eso que se metió a sus aposentos y los robo? Tiene sentido si dice que estaba usando un uniforme que se parecía al de los guardias, pero si eso fuera cierto, ¿por qué tenía gente que lo estaba persiguiendo?, ¿significa eso que sabían que no era un guardia o que tenía cosas que no debía tener?
Denki se limpia el jugo de la manzana que escurre por la comisura de su labio y mira a Bakugou cuya expresión sigue paralizada.
—Si yo fuera el General y supiera que alguien se acaba de meter a mi casa aparentemente impenetrable creo que me gustaría conocer a esa persona. Además, Neito y su alfa fueron interrogados para saber quién era la persona que había fingido ser él, si es que existía, ¿no suena sensato pensar que el General hubiese querido saber cómo entraron a su casa? Después de todo si él lo hizo alguien más podría hacerlo, ¿no?
Bakugou no se ha movido y Denki le sonríe con afecto.
—Podría no estar vivo—murmura con calma—la flecha podría haberlo alcanzado, podrían haberlo matado después de capturarlo, no lo sé, pero aún si ya no está, ¿no te gustaría asegurarte primero y recuperar su cuerpo para despedirte apropiadamente?
En el silencio de la habitación solo se oye el crepitar de las llamas, el agua sigue hirviendo y la menta expande su dominio hasta que el fresco aroma herbal comienza a filtrarse por las ventanas altas.
Entonces Bakugou se ríe, se cubre los ojos con una mano y deja escapar un sonido que combina esperanza e incredulidad. Cuando acaba suspira y lo mira con la misma expresión beligerante de siempre.
—Has dicho una duda y has soltado un puñado de preguntas.
—Tienes razón, me disculpo; esta es mi duda—toma aire, se acomoda en su lugar y asume una expresión completamente seria—¿tu nombre es Kacchan?
La respuesta que recibe es una manzana mordida que se estrella en su frente.
—Cruel—dice Denki.
—¿Qué novedades hay?
—Un montón, a ver, por dónde debería empezar.
[...]
—Oh, no, no, no, no de nuevo.
Neito se encoge contra la esquina de la cama arrimando la manta contra su pecho y tratando sin éxito de construir un muro de almohadas.
—Ya te he dicho todo lo que sé, he repetido la misma historia una y otra vez. No importa cuantas veces me hagas contarla no va a cambiar. ¡Te he dicho todo lo que sé!
—Tengo preguntas—dice Bakugou tomando asiento en la única silla disponible
—¿Más?
—Sí, pero primero, vuelve a contarme la historia. No omitas nada, quiero detalles y hechos. Empieza desde que Izuku llegó con ustedes.
[...]
—Quiero que tomemos la Ciudadela.
La declaración de Bakugou es recibida con silencio, el único que no parece mínimamente impresionado con ella es Denki que había estado contando los días para escucharla.
—Estoy seguro que todos han oído el relato del omega, todos saben lo que sucede ahí—continúa Bakugou—Tenemos que detenerlo.
—Tenemos—dice Togata en cuanto se recupera—pero no contamos con la fuerza necesaria para un asalto de esa magnitud, aun con mi ejército no es posible.
—Si mencionar—añade Aizawa—que ni siquiera podríamos acercarnos. La entrada de la Ciudadela se halla más allá de la capital, para llegar a ella tendríamos que atravesar todo Hosu mientras luchamos contra un ejercito que quintuplica al que tendríamos aún con los hombres del Jefe Togata.
—No tenemos suficientes provisiones para emprender un viaje a lo largo de Hosu—interviene Todoroki.
—Tendríamos que llevar al grupo omega—continúa Inasa—y no habría un lugar seguro dónde puedan pasar los días de ciclo o dónde descansar. Es demasiado arriesgado.
—No quiero atravesar Hosu—dice Bakugou extendiendo varios mapas en la mesa—según Monoma...
—Neito—dice Denki
—...la Ciudadela está compuesta de varios túneles que cruzan la sierra montañosa de esta región. La entrada principal está cerca del canal que marca la línea divisora entre Overhaul y Hosu, pero hay otras entradas, al menos una de ellas es por donde Monoma escapó.
—Pero él no estaba consciente durante su huida—dice Momo.
—Y mis nombres no encontraron rastro de su montura—añade Togata
—Una vez que encontremos la entrada a uno de estos túneles ocultos—dice Bakugou ignorando ambos comentarios—podremos movilizarnos por los túneles hasta las cúpulas. Ahí coordinaremos un ataque desde el interior.
Los mira uno a uno hasta que las preguntas estallan sin ritmo ni pausa.
—¿Qué te hace creer que los esclavos lucharan?
—Lo harán cuando sepan lo que sucede con sus hijos.
—No están capacitados para luchar contra el incienso.
—No mientras no les enseñemos.
—¿Cómo sabrás moverte por esos túneles?
—Izuku hizo varios mapas con detalles, Monoma consiguió recrear varios de memoria. Aquí están.
—¿Cómo esperas atravesar a las bestias que Monoma dice custodian la entrada?
—Nos desharemos de ellas.
—¿Cómo planeas movilizar a nuestros hombres sin alertar al General?
—Con muchísimo cuidado.
Aizawa alza ambas manos para imponer silencio y lo mira.
—No sabes en dónde están estás entradas, no hay señales ni mapas.
—Tenemos a alguien que podría saber en dónde están.
—¿Quién?,—pregunta Inasa pero es Aizawa quien responde.
—¿Estás confiando en que la prisionera te indique la entrada de la fortaleza secreta del General?
—Es una opción.
—¿Por qué crees que ella lo sabe?
—Planeaba llevar a sus prisioneros ahí, ¿no es así?
—¿Y por qué crees que aceptará ayudarte?
La respuesta de Bakugou es un encogimiento de hombros.
[...]
Cuando el salvaje con los ojos rojos finalmente va a verla, Toga se ve abrumada por la impaciencia.
—Te has tardado, bestia.
El salvaje ni siquiera se inmuta, la mira con esos ojos fríos que parecen estudiarla en silencio; tras él están los tórtolos a quienes Toga ha aprendido a detestar.
—¿Has dicho que me llevarás hasta el cuerpo del espía?
—Por supuesto.
—Supongo que a cambio quieres tu libertad.
—Me parece justo.
—¿Cómo me garantizas que no nos llevaras a una trampa?
No lo sabrás, perro, no sabrás que te he traicionado hasta que tengas mi cuchillo en tu corazón.
—Soy yo la que está en cadenas y ustedes mayoría.
—Pero tú conoces la zona, podrías llevarnos a... no sé... ¿un nido noumu?
—No por aquí. El cuerpo del espía está al este, es campo abierto, no hay ni una sola fortaleza cerca. Una vez que te lleve a él y me dejes marchar, tendré que cruzar un bosque entero hasta que encuentre el camino que lleva a la Capital.
Conocerás mi zona de caza, bestia, y llevaré tu cabeza como trofeo para el General.
El salvaje asiente sin dejar de mirarla, cuando se marcha el rubio se va con él, dejando a su celador con ella. Toga procura sonreírle con fingida timidez.
—Kirishima, ven.
Al quedarse sola, Toga se acurruca en la esquina de su jaula.
[...]
Jin no se rinde, estaba acostumbrado a tratar con gente de la corte, a camelar, extorsionar y convencer a negociadores más experimentados que el pequeño Yō. Así que cada día se esforzaba por mantener su sonrisa, su cordialidad. Un comentario aquí, una sugerencia allá, un relato conmovedor y simpático. Yō no siempre respondía, pero escuchaba. Siempre escuchaba.
Jin había pasado horas buscando temas de conversación, detalles que hicieran reaccionar al alfa, hasta el momento lo único que parecía sacarlo de su mutismo férreo era el omega rubio. Denki. Había oído el nombre en alguna de las muchas visitas que había hecho.
Cada vez que Jin lo saludaba el rostro de Yō exhibía una mueca tensa y alerta, cada vez que lo mencionaba en alguna de sus conversaciones Yō se volvía huraño y se negaba a conversar con él. Era el único tema que parecía tocar una fibra sensible dentro del cachorro.
Y Jin se había asegurado de presionarla cada día hasta que finalmente Yō estalla.
—Deja de hablar de él, deja de mencionarlo; tiene a alguien.
—Aquí—había dicho Jin de inmediato sin perder oportunidad—pero si te lo llevas será para ti.
Yō se había reído.
—¿A dónde?
—A dónde tu quieras. Sé mi amigo te aseguro que tendrás una bonita casa, un título, propiedades y suficiente dinero para que tu omega se olvide de todo lo que no seas tú.
Jin sonríe ante el ceño fruncido de Yō, pero el resto de su argumento se muere cuando detecta el repentino aroma a madera. Y no mucho después el cachorro líder se aparece por las escaleras con el omega rubio detrás quien no pierde tiempo en repartir las bolsas de comida.
—Gracias.
El gesto es para el omega aunque tiene la mirada fija en el joven líder.
Hace mucho que no te veía, cachorro, ¿qué te trae por aquí?
Abre la bolsa y hurga en su contenido mientras el alfa rubio viene a pararse frente a su celda.
—¿Has estado en La Ciudadela?
—No
—¿Niegas ser un espía del General?
—Lo niego.
—¿Niegas haber atentado contra la vida de tu Señor?
—Lo niego, ¿a qué viene este interrogatorio?
—Eres mi prisionero, ¿por qué no debería interrogarte?
—No parece ser algo que tú hagas, por lo que sé crees ciegamente en todo lo que Aizawa dice.
—Esa podrá ser tu impresión y no me importa.
—¿Qué planes tienes para mí, cachorro?
—Mantenerte aquí es un desperdicio de recursos, tal vez considere la opción de dejarte ir. O tal vez te mate, todavía no lo decido.
—Una decisión semejante nunca debería tomarse a la ligera.
—Me tomaré mi tiempo, entonces.
—El que quieras, y si hay algo que pueda hacer por ti para facilitar esta decisión no dudes en consultarme.
—¿De verdad?, ¿aceptarías compartir información conmigo?
—Por supuesto—tengo cuentos de toda variedad—soy un libro abierto.
—Lo pensaré. Yō, ven.
El cachorro líder se marcha con el omega detrás, Jin tiene el atrevimiento de mirar a Yō con las cejas enarcadas en un mensaje silencioso.
Podría ser tuyo, el tiempo se acaba.
Y es extremadamente satisfactorio ver al cachorro apartar la mirada y seguir a su líder sin decir nada.
[...]
El baño y la comida de Neito retrasan a Denki, al llegar a la sala de reuniones descubre que Bakugou ha empezado sin él, corre a sentarse y escucha en silencio el plan que ya ha oído con anterioridad.
Nadie se lo toma bien.
—Claro que no—dice Togata—No lo apruebo
—¡No!,—exclama Yō
—Absolutamente no—añade Eijirou.
—No puedes confiar en ellos—asegura Aizawa
Denki toma aire y repite lo mismo que dijo cuando Bakugou le contó su idea.
—Yo creo que es un buen plan.
Todos se giran para mirarlo y Denki se asegura de mirarlos directamente a la cara.
—Creo que el riesgo vale la pena—dice—si existe una sola posibilidad de que podamos rescatar a los prisioneros, ¿no deberíamos tomarla?
Bakugou asiente, se levanta y mira a cada uno de los cinco hombres en la mesa.
—El ejercito de Yuuei se ha ido y no sabemos si volverán, los guerreros de las montañas vienen hacia acá, pero su fuerza apenas será suficiente para contener al enemigo cuando éste decida enviar a su ejército contra nosotros. Que una fuerza externa tome control de la Ciudadela es un reto casi imposible tomando en consideración todo lo que Monoma nos ha dicho, además es ahí donde crean el incienso y con mayor razón debería ser el primer lugar en caer. Podemos quedarnos aquí y seguir esperando que el General envíe más tropas de asedio contra nosotros, esperar a que el invierno aumente el riesgo de nuestra situación, o podemos intentar un cambio de mano.
Tras su declaración Togata y Aizawa se enfrascan en una discusión acalorada con él, Eijioru es la voz externa que apoya la renuencia de su maestro, y el único que se ha quedado en la mesa es Denki a quien todos ignoran.
Todos excepto Yō.
—Será un fracaso—dice sentándose en la silla junto a él—no puede funcionar.
—Tal vez lo haga.
—Es peligroso y arriesgado. Es una locura.
—No puedo decirte que no, pero también fue una locura enseñar a luchar al grupo omega y lo hemos hecho bien.
—No confío en que tenga éxito.
—Por eso está pidiendo su ayuda, Bakugou no puede hacerlo solo—palmea con afecto la mano que tiene sobre la mesa y le sonríe—Si te sirve de consuelo yo creo que lo harás muy bien.
Denki se apiada de su cara herida, le palmea el hombro en apoyo y después se levanta.
—Bien, ¿cómo empezamos?
[...]
Dabi sonríe mientras lanza los cilindros de incienso hacia el túnel, tararea una melodía que oyó la noche anterior en la taberna y cuando termina monta sobre su noumu, una vez ahí azuza a la bestia que se interna por el túnel a una velocidad espeluznante.
El cuerno que hace sonar mientras viaja a oscuras emite un rugido cavernoso que rebota en las paredes de tierra. La respuesta que provoca es un gruñido gutural en decenas de gargantas que se unen a la carrera del líder.
La risa de Dabi se ve ahogada por incontables pisadas que hacen temblar el suelo.
[...]
n/a
Después de leer todos los comentarios de los últimos dos capítulos me doy cuenta que no importa cuantas palabras de ánimo y promesas haga, lo único que puedo hacer para aliviar el dolor y la incertidumbre es seguir escribiendo.
Voy a caminar por este campo de espinas porque quiero llegar hasta el capítulo que todos quieren leer y que han estado esperando hasta este momento. Ya sea que tengas la paciencia para acompañar a esta escritora que va desenrollando está historia con mucho cuidado o que hagas una pausa y vuelvas después, ten por seguro que yo seguiré por aquí.
Les diré que no, el encuentro no es el capítulo final, es la recompensa que nuestros protagonistas recibirán tras el esfuerzo y la lucha que han hecho durante todo este viaje y al mismo tiempo marcara el inicio del final.
Ahora sí, tras este me pongo a contestar comentarios, aunque me temo que dejare en blanco aquellos que puedan representar un spoiler. No quiero arruinarle la sorpresa a nadie. Así que gracias por comentar y seguirme.
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