Capítulo 37: Escape
Notas para mí: Dios mío, qué he hecho.
Sinopsis: No supe quererte, no supe entender, y cuando finalmente te perdí me di cuenta cuánto me hacías falta.
[...]
Al quedarse solo Neito forcejea con la cadena en su pierna en un intento inútil por liberarse. El pánico late dentro de él con la fuerza de una tormenta, aún le cuesta trabajo entender cómo la situación ha llegado hasta ese punto: Hitoshi apresado, él mismo bajo la amenaza de los azotes e Izuku a punto de ser capturado.
El miedo envuelve su corazón de tal forma que los dientes no dejan de temblar. Tiene el cuerpo cubierto en sudor frío y un zumbido constante invade su cerebro con lentitud impidiéndole pensar.
Pese a que no puede ver lo que sucede afuera puede olerlo, el regreso del grupo alfa al completo envuelto en el aroma a leche dulce. También puede oír a los guardias.
—Estos son todos los esclavos de esta sección, señor.
El pánico hace que su aroma estalle en tonalidades amargas, una violenta reacción ante la idea de que descubran a Izuku y su presencia haga empeorar su propio castigo. Vuelve a forcejear con la cadena, sin éxito.
Afuera, la voz de Shigaraki cuenta en voz alta, sus pasos resuenan en el piso de piedra.
—Te falta uno, dijiste que estaban completos, pero falta uno, dejaste que uno se quedara aquí sin hacer nada.
—No, señor, los conté cuando salieron. Estaban todos, lo juro.
—Aquí falta uno, y es el que acabo de enviar a los calabozos, ¿no los cuentas cuando salen?, ¿permites que vaguen a su antojo?
—No, señor, llevamos un control estricto, el conteo se hace al salir y al entrar y nunca ha faltado uno. Este grupo estaba completo cuando salió, yo-
—Cuéntalos entonces, ¡dime que están completos!
Un balbuceo nervioso, una réplica temblorosa.
—¿Te atreves a repetir lo mismo? ¡Cuenta! ¿Me dirás de nuevo que estaban completos?
—Señor, estaban completos al salir, no trajeron a todos. Falta... sí, falta el más pequeño del grupo—al oírlo Neito se encoge, ya no busca huir ahora quiere esconderse, el miedo es una mano que aprieta su garganta—el que tenía una venda en el brazo. Al último a quién le quito una flor.
Suena un golpe y una maldición y la voz de Shigaraki se eleva por encima de todos.
—¿Qué venda?, ¿quién?
—Tenía una venda en el brazo, señor, pensamos que usted había-
—¡Yo no he tomado ninguna flor de ningún brazo!, ¡descríbelo!
Más balbuceos, murmullos ininteligibles.
—¡Ustedes! Vayan al resto de las cúpulas y ordene un cierre total. Quiero un conteo completo de todos así tengan que encerrarlos durante el resto del día. ¡Tú! Haz el conteo de esta sección, ¡y llévense a este imbécil fuera de mi vista! Lo quiero en una celda y no saldrá hasta que lo ordene.
Los guardias se dispersan, oye sus pasos apresurados alejándose en todas direcciones. Un momento después el grupo alfa lo imita siguiendo las órdenes del guardia que sigue con ellos. Eventualmente oye los cerrojos y finalmente Shigaraki vuelve en compañía de los soldados que se llevaron a Hitoshi.
—Antes de tus azotes, tú y yo vamos a tener una charla sobre qué hacía ese alfa aquí, y dependiendo de lo que digas tu castigo podría mejorar o convertirse en una sentencia.
Los guardias atan sus manos pasando una cadena delgada entre las argollas de sus muñequeras y sujetan sus piernas con una soga gruesa. Una vez inmóvil liberan la cadena de su pierna y lo alzan por los brazos hasta guiarlo fuera de su celda y fuera de la cúpula.
En el túnel principal Neito hace un descubrimiento tan asombroso que la sorpresa es capaz de contrarrestar su miedo.
—¿Qué pasa?,—pregunta un hombre altísimo, musculoso y enorme que por el uniforme parecer ser uno de los guardias—¿A qué se debe el alboroto?
Pero no es un guardia. El hombre es un alfa; el aroma de avellana que lo envuelve posee las tonalidades recias y espesas de un adulto alfa libre y sano.
—Estorbas, Masukyura—gruñe Shigaraki desde algún punto tras ellos—tengo un interrogatorio pendiente.
El hombre llamado Masukyura repara entonces en el prisionero maniatado y sus fosas nasales se agitan registrando de forma automática su género. La sonrisa que esboza es un gesto voraz que anuncia desastre.
—Pero que monada—el tono sedoso provoca que el corazón de Neito se encoja dentro de su pecho—¿es a él a quien vas a interrogar?
—No es tu asunto, y si mal no recuerdo mi padre te prohibió bajar con los esclavos, ¿qué estás haciendo aquí?
—Estoy buscando al pajarraco.
—...¿el mensajero del coronel Nezu?
—No sé nombres, sólo sé que parece un pollo gigante. Rubio, alas rojas.
—Hama está a cargo de su vigilancia.
—Lo único que sé es que el pajarito le dio el esquinazo a su escolta y nadie sabe dónde se ha metido. Me han mandado a revisar los túneles.
—¡Maldita sea!, lleven al prisionero al calabozo y después continúen con el conteo. Y tú Masukyura vas a decirme exactamente qué sucedió con el emplumado protegido del coronel.
Los guardias obedecen y Neito se ve recorriendo un túnel tras otro, descendiendo por pendientes pronunciadas y un elevador de mano hasta llegar a una zona que huele a encierro y mierda. Las antorchas han sido encendidas de antemano y su luz traza semiarcos naranjas que dotan de un aire tétrico al lugar.
Avanzan por un pasillo larguísimo escoltado por decenas de jaulas donde bestias de seis patas y dientes inmensos se lanzan contra los barrotes sin dejar de rugir, al final de la misma alcanzan una zona abierta dónde no hay jaulas pero sí un círculo de tierra sucia sobre el cuál argollas inmensas cuelgan desde el techo.
—¡Hitoshi!
Neito no puede contener el grito de pánico que escapa en cuanto reconoce la figura sentada dentro del círculo, el alivio lo inunda cuando el alfa se levanta al escucharlo.
Los guardias no se acercan al círculo de tierra, dejan caer su carga en el borde de este y se marchan sin mirar atrás. Neito se gira hasta quedar boca a bajo y se arrastra hasta que consigue entrar al círculo, entonces los dedos de Hitoshi se cierran sobre su brazo y de inmediato lo acerca a él.
—¡Neito! ¿te han hecho daño?
No se molesta en responder, entierra la cara en el hombro de Hitoshi y lucha por controlar las lágrimas. La respuesta de su alfa es abrazarlo con cuidado, frotar la mejilla contra su pelo y espesar su aroma en un intento por ofrecerle consuelo.
Neito cierra los ojos y se deja confortar, los dedos de Hitoshi están suaves cuando acarician su espalda y el murmullo de su voz es un bálsamo fresco que calma su ansiedad. Cuando su miedo remite lo suficiente para que pueda enderezarse, lo primero que hace es tomar aire y estudiar la situación.
De las argollas del techo cuelgan tres cadenas largas, una de ellas sujeta al collar de Hitoshi y las otras dos a sus muñequeras, tras él hay una abertura inmensa que parece no tener fin.
—Eso es-
—Es la salida—dice Hitoshi revisando la atadura de sus manos.
—¿Es dónde están las bestias libres?
—Sí, pero no entran aquí. Si logramos quitarte estas cosas podrás escapar.
—¿Y tú?
La respuesta de Hitoshi es tironear con más fuerza de sus muñequeras, eventualmente dirige su atención a la soga de sus piernas y tras varios intentos consigue deshacer el nudo, entonces Neito estira las piernas y con ayuda de Hitoshi se levanta.
—Tienes que huir, Neito.
Lo ignora, en su lugar empieza a barrer la zona buscando algo filoso que pueda cortar o abrir el collar de Hitoshi.
—¡Neito!
—¡No!
Se sacude la mano que Hitoshi ha puesto en su hombro y lo mira.
—¿A dónde voy a ir, eh?—alza sus manos atadas y las sacude frente a él—¿cómo voy a poder correr, esconderme o hacer cualquier cosa con las manos atadas? Ahora deja de gritar y ayúdame a buscar algo para quitarte-
—¡Neito!
—¡Escucha! Izuku no volvió, no estaba con los demás, eso significa que se escondió o se fue. Si no lo encuentran creerán que contaron mal, será problema de ellos, y nos dejaran volver en paz.
—¿Y si lo encuentran?
—No pueden probar que estaba con nosotros, diremos que no lo conocemos. Se las arreglará solo.
—No, nunca tendremos otra oportunidad así.
Hitoshi insiste y Neito se niega y la discusión avanza en círculos.
—¡Neito!—Hitoshi nunca ha sido brusco, nunca lo ha tratado con dureza, hasta el momento en que lo aferra de los hombros y su aroma se alza en la indiscutible señal de un alfa al mando—¡Tienes que irte!
La orden es clara, el poder en su vínculo provoca que la dureza que Neito acostumbra usar se vea reducida a cenizas.
—Deberías hacerle caso, monada.
Un escalofrío lo recorre al oír la voz y su miedo hace reaccionar a Hitoshi que de inmediato lo coloca tras de él.
Acercándose con paso despreocupado está el alfa adulto de tamaño inmenso que le sonríe con la misma voracidad de un animal salvaje.
—¿Quién eres?
La voz de Hitoshi lo hace temblar, nunca ha oído un tono tan acerado y violento, el desafío de un alfa a otro.
—¿Quieres mi nombre, cachorro?, ¿por qué debería darle mi nombre a un muerto?
—Eres uno de los nuestros.
—¿Tuyos?, ¡ja!, no te confundas, cachorro, perteneceremos al mismo tipo de variedad, pero de ninguna forma soy aliado tuyo.
—¡Traidor!
El alfa se ríe—Los cachorros siempre son tan absolutos. Todo es blanco y negro para ellos y nunca pueden entender el panorama completo.
—¿Cómo puedes servir a la gente que nos encierra en celdas y nos arrebata a nuestros hijos?
—No son míos, cachorro, y mi recompensa será diez veces más de lo que puedo esperar sirviendo a la familia Todoroki.
—¿Eres guardia del palacio?
—Fui.
—Me das lástima.
—¿Hmm?, no soy yo quien está encadenado; ahora, he convencido a Shigaraki de que me deje participar en este interrogatorio. Es mucho más divertido que la tarea que me habían encomendado. Al parecer tengo que averiguar cómo lograste evitar participar en el trabajo de hoy y quién era, si es que existe, el alfa que ocupo tu lugar. Dependiendo de la información que cualquiera de ustedes me dé, tengo permiso para revocar el castigo de los latigazos.
Solo entonces Neito descubre el látigo que el alfa lleva abrochado en la cintura junto a un juego de llaves.
—Qué será, ¿eh, cachorro? Vas a contestar mis preguntas o vamos a ver cuántos azotes requiere tu omega antes de que se ponga a llorar.
—¡No vas a tocarlo!
La sonrisa del alfa se acentúa.
—Hace mucho que no comparto el calor de un omega, si sobrevive a los azotes tal vez me anime a consolarlo.
El alfa se mueve por el borde del círculo de tierra sin entrar en él, Neito aferra el borde del pantalón de Hitoshi en una súplica muda de que no lo deje para ir a luchar. El hombre es inmenso, más grande que Hitoshi y en una condición física mucho mejor.
Si de algo está seguro, es que no quiere verlos pelear.
El látigo crea un sonido seco cuando el alfa lo agita en al aire mientras sigue dando vueltas alrededor del círculo de tierra; Hitoshi rota con él, piernas flexionadas, postura defensiva, aroma desafiante.
Neito se mantiene oculto detrás de su alfa buscando algo en los alrededores que pueda servir como arma. Lo único que encuentra es una vara apoyada en la pared más allá del círculo de tierra. Esta en la misma dirección que la inmensa abertura al fondo del calabozo.
El látigo se agita en su dirección pero no alcanza a tocarlo, Hitoshi se interpone y la punta de cuero corta la piel de su hombro.
—Excelente reacción, cachorro, pero un intento inútil. Lo único que estás haciendo es retrasar el castigo de tu omega y si me aburro del látigo entonces él tendrá que sobrevivir a mis atenciones privadas, ¿entiendes?
—Te mataré antes de que le pongas una mano encima.
—¡Oh!, eso me gustaría verlo. Tal vez decida aplastarte la cabeza antes de familiarizarme con tu omega. O tal vez te deje vivir hasta que acabe con él.
El gruñido de Hitoshi es aterrador, Neito tiene que hacer un esfuerzo para controlar el pánico que amenaza con ahogarlo antes de pegarse a la espalda de Hitoshi y murmura tan bajito como le es posible.
"Vara", solo una palabra y un apretón suavecito en el brazo de Hitoshi en la dirección del arma.
No está seguro de si Hitoshi entiende su mensaje, lo que sabe es que su aroma se agita un momento antes de volver a endurecerse.
—¿Estás listos para decirme la verdad, cachorro?
Otro silbido y el látigo alcanza el brazo de Hitoshi dejando tras de sí una línea rojiza, siguen girando con el alfa repitiendo sus preguntas una y otra vez y descargando el látigo de forma imprevista creando cortes delgados y dolorosos en la piel de Hitoshi.
No sabe si Hitoshi no entendió su murmullo, está a punto de repetirlo cuando escucha como las cadenas que cuelgan del techo tintinean al chocar entre sí. Neito alza los ojos y estudia su longitud; sabe, aun sin medir, que si se estira Hitoshi podría tocar el borde del círculo de tierra y nada más allá de él. La vara está demasiado lejos para que pueda tomarla.
La certeza de que tiene que ser él quien vaya por ella se convierte en un bloque de roca en el fondo de su estómago, el miedo altea con fuerza.
Siguen girando, el alfa se ríe de ellos, profiere amenazas horribles pronunciadas en un tono de voz dulce como si hablara del clima en lugar de las cosas que desea hacer con Neito. Entre más lo oye, el aroma de Hitoshi se oscurece amenazando con perder la paciencia.
Neito sabe que tiene que actuar antes que sea demasiado tarde.
A la siguiente vuelta, cuando tiene la vara tras de él y el alfa está al otro lado, Neito se mueve, oye el grito de Hitoshi aunque no consigue registrar lo que dice. La sangre le late en los oídos y el mundo es un borrón impreciso mientras corre hasta la vara, la toma y se gira.
—Hola—dice el alfa inmenso de pie tras de él.
Un mazo gigante cae sobre su cara y Neito se desploma como un saco inútil.
[...]
Cuando despierta lo primero que registra su cerebro es la sensación de entumecimiento en su mejilla derecha, lo siguiente es el zumbido en su cabeza la cual palpita como un corazón vivo, y por último lo brillante que parece la luz pese a que sigue bajo tierra.
Gira el rostro y escupe, tiene que parpadear varias veces hasta que consigue distinguir la saliva rojiza que salpica el suelo.
—Buenos días, monada
Parpadea, se encoge, alza la cara y su campo de visión se ve lleno del alfa adulto con su sonrisa voraz y sus ojos inmisericordes. La respuesta automática de su cerebro es asegurarse de que sigue vestido, y lo está.
—Aún no juego contigo, monada, me gusta cuando mis omega ponen resistencia.
Hitoshi grita, el sonido posee una violencia tan acerada que Neito no consigue entender lo que dice, al mirarlo su corazón se encoge. Durante su inconsciencia, el alfa se ha distraído usando el látigo en Hitoshi hasta que todo su cuerpo es una herida abierta.
—Aún no me decido, monada—dice el alfa cerca de él, con cada paso el mundo tintinea—debería matar a tu alfa antes o después de probarte.
—No—es la única palabra que puede pronunciar, la única palabra que da vueltas en su mente sin pausa—No
—Va a morir, monada, eso no va a cambiar, te doy a escoger cuándo.
—No lo mates—reúne suficiente fuerza para apoyar el codo en el suelo y levantarse—te diré lo que quieras, haré lo que quieras, no tienes que matarlo.
La emoción es palpable en la voz del alfa cuando se acerca.
—¿Lo que quiera?
Lo envuelve en su aroma, solícito y abierto como una invitación silenciosa. Sentado en el suelo, con la cabeza punzando, Neito alza el rostro para mirarlo.
—Lo que quieras.
Una mano viene a cerrarse sobre su garganta, la fuerza que vibra en ella amenaza con partirlo en pedazos.
—No lo sé, monada, a veces es más divertido conseguir las cosas que no quieren darnos.
Pero incluso mientras lo dice el deseo brilla en sus ojos.
—Puedo fingir—dice Neito acercándose con lentitud hasta que su aliento cálido baña el rostro del alfa—haré que valga la pena.
Lo besa con calma extendiendo sus manos hacia la entrepierna del alfa, tienta con cuidado hasta llegar a la pretina del pantalón y desliza sus dedos sobre la superficie metálica; entonces sin perder tiempo muerde la lengua del alfa asegurándose de imprimir toda la fuerza que tiene y cuando se separa se aparta llevándose el manojo de llaves que antes colgaban de ese cinturón.
Aún con la cabeza punzando Neito salta y corre con las llaves en mano, no cuenta con que el alfa reaccione de inmediato y lo derribe al siguiente instante. Incluso mientras cae Neito usa el impulso para lanzar las llaves hacia Hitoshi y aún sin ver en dónde caen se voltea y comienza a patear con toda la ira que puede reunir.
Eso hasta que el alfa consigue aferrar su pierna y la tuerce en un ángulo imposible hasta oír el crujido del hueso. El grito de Neito se confunde con el de Hitoshi que salta sobre el alfa con intención homicida.
Ambos luchan encarnizadamente; Neito los ve rodar, morderse, intercambiar gruñidos y rugidos mientras tratan de someter al otro. Hay un momento terrible donde el alfa consigue enterrar los dientes en el brazo de Hitoshi y la fuerza de su mandíbula se cierra hasta arrancar un trozo de carne sanguinolenta que después escupe.
La sangre mancha el piso, la mezcla de sus aromas es una bomba amarga y densa que congela su mente; tan inmerso está en la batalla que ni siquiera presta atención al recién llegado. Solo repara en él cuando grita:
—¡EH!
Es Izuku vestido con un raro uniforme negro parecido al de los guardias. El aroma a menta estalla en un patrón tan curioso que los dos alfa se ven momentáneamente paralizados, entonces Izuku hace descender la pala que tenía alzada sobre la cabeza del alfa gigantesco. Apenas hace contacto Izuku alza la pala de nuevo y la baja otra vez solo que es interceptada por la mano del alfa.
Izuku no pierde el tiempo forcejeando, suelta la pala y echa a correr con el alfa detrás, cuando Hitoshi intenta levantarse para perseguirlos se desploma sobre su brazo.
El alfa inmenso alcanza a Izuku en apenas dos zancadas, lo sujeta del pelo y lo jala hacia atrás sin esfuerzo. Otra mano se cierra sobre la garganta de Izuku y sus piernas se sacuden en el aire mientras el alfa lo alza para estudiarlo con calma.
—¡Mi día de suerte—dice el alfa—otro omega para jugar!
Izuku alza su mano y la deja caer con fuerza sobre la cara del alfa. Neito alcanza a distinguir un polvo blanco antes de que el alfa grite como animal herido, su reacción inmediata es alcanzar la mano que Izuku tiene sobre su cara y apretarla.
Izuku grita, se debate con violencia luchando por arrancar la mano que se cierra sobre su cuello.
Neito consigue levantarse, al apoyar su pierna rota contra el suelo el dolor lanza una descarga a lo largo de toda su espina dorsal. Aprieta los dientes y se dobla enterrando las uñas en su pierna sana.
Otro gemido lo hace alzar la cara, le toma un momento entender que los movimientos del alfa se han ralentizado, y otro más en verlo tambalearse. Finalmente la mano del alfa libera a Izuku que cae de trasero al suelo y se pasa los siguientes minutos tosiendo hasta recuperar el aliento.
El alfa oscila de pie con la mirada ida y se desploma, no pasa mucho tiempo hasta que la sangre que brota de las heridas hechas por Hitoshi empieza a extenderse.
Neito cojea con cuidado hasta donde el cuerpo de Hitoshi yace en su propio charco de sangre.
—¿Hitoshi?
Odia como su voz tiembla al pronunciar el nombre, odia darse cuenta que no lo ha pronunciado con la frecuencia que debería.
—¿Hitoshi?
Le da la vuelta con cuidado horrorizándose al ver la piel blanca contrastando con el rojo oscuro de la sangre.
—Tenemos que salir de aquí
En algún momento Izuku ha conseguido levantarse y ahora está junto a ellos, aferrando su mano herida.
—Cúralo.
—Primero tenemos que salir de aquí, y tiene que ser ya. Me han descubierto y están tras de mí. Si no salimos ahora, no saldremos nunca.
—...váyanse
Es sorprendente que aun cuando el sonido sea débil y destrozado pueda llenar de alegría y esperanza el corazón de Neito.
—No te voy a dejar.
—...siempre has querido salir, está es tu oportunidad. Vete. Vete y no mires atrás. Vive, Neito. Es lo único que te pido.
—No te voy a dejar.
—Nos iremos—interviene Izuku con firmeza
—¿Cómo?,—pregunta Neito
—En esos—señala hacia atrás, hacia las tres bestias de seis patas que permanece quietas con los ojos vacíos—ayúdame con Shinsou.
Apretando los dientes y forzando a su cuerpo a moverse, Neito sujeta un brazo de Hitoshi e Izuku hace lo mismo del otro lado, y entre los dos consiguen que el cuerpo del alfa quede sobre el lomo de la bestia como un saco de papas.
Es curioso que el animal ni siquiera reaccione al aroma de sangre.
—Tenemos que darnos prisa—dice Izuku utilizando las cintas de la silla para asegurar a Hitoshi—el efecto que las mantiene quietas durara hasta que consigamos alejarnos.
—¿A dónde vamos?
—Con el grupo rebelde. Buscaremos el río y lo seguiremos corriente abajo hasta llegar a la cascada, cerca está la fortaleza donde los nuestros están ofreciendo resistencia. Ahí está Kacchan.
—¿Quién es Kacchan?
—Kacchan nos ayudará; con su ayuda convenceremos al líder de este grupo para organizar el ataque a la Ciudadela.
—¿Atacar?
—Toma—dice Izuku tendiéndole la bolsa de piel que lleva cruzada al pecho—asegúrala en mi silla, voy a improvisar un torniquete mientras tú montas.
—¿Qué es esto?
—Las notas del General, informes sobre el incienso alfa y beta.
—¿Sabes cómo lo hacen?
La expresión de Izuku es agonizante.
—Los cachorros para el aroma a leche y miel; y alfa ferales para el incienso beta.
No dice más, se da la vuelta y se apresura a utilizar su uniforme para detener la hemorragia del brazo de Hitoshi. Neito aprieta los dientes y cojea con lentitud hasta una de las monturas donde se asegura de amarrar la bolsa con todos los nudos que se le ocurren, después cojea hasta la tercera y se impulsa hacia arriba.
El esfuerzo lo deja sin aire y las nauseas lo hacen doblarse sobre sí en un movimiento repentino, es por esa razón que la flecha no lo alcanza.
Los perseguidores de Izuku han llegado y no parecen tener intenciones de capturarlos con vida. El arquero es bueno pero está solo mientras el resto corre hacia ellos emitiendo gritos de guerra.
Izuku golpea la montura de Hitoshi que de inmediato se mueve hacia el túnel para después correr hacia la suya. Neito no pierde tiempo y azuza a su animal hasta que sale tras su compañero.
La siguiente flecha cae sobre la montura de Hitoshi. Neito grita y su grito acompaña al animal al desplomarse hacia el suelo. Trata de detenerse pero no importa cuantas veces jale del pelaje amarillo su montura no se detiene y sigue adelante hasta internarse en el túnel. Mira hacia atrás y ve a Izuku montado en su bestia a varios metros tras de él.
Es testigo de cómo la siguiente flecha lo atraviesa.
Vete. Vete y no mires atrás.
Con el dolor fresco en su mente y cuerpo, Neito aferra el cuello de su montura y azuza con más fuerza.
Vive.
El animal sigue adelante, obedeciendo el único comando que entiende: Correr.
Y Neito, con los ojos cerrados, se aferra a su silla mientras recorren el túnel oscuro, salen a la luz y cruzan las laderas sinuosas; pero en lugar de la dicha que Neito había esperado al salir de las celdas oscuras lo único que siente en su corazón es el dolor inconmensurable de saber que Hitoshi se ha ido.
Vive, Neito.
[...]
n/a
¿Izuku no sabe que el líder del grupo es Katsuki? Eh, no, sabe que está luchando, pero no sabe que la bestia y Kacchan son la misma persona, después de todo la única referencia que tiene de este líder son los ojos rojos.
Nota extra: Tengo pendiente contestar mensajes de los últimos dos capítulos, los contestaré la proxima semana ya que voy de salida para el fin de semana y preferí publicar ahora que contestar. Nos vemos y que pasen un excelente sábado y domingo.
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