Capítulo 34: Cuenta Regresiva
Mil gracias por el apoyo y todo su maravilloso entusiasmo. ¡Tenemos actualización doble! Los dejo para que puedan leer en paz.
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Sinopsis: Se usan carnadas para incitar al enemigo y se finge desorden para aplastarlo (El Arte de la Guerra)
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—Empuja mi mano con tus dedos, más fuerte, bien. Ahora dobla el arco hacia atrás, excelente, ¿te duele?
—No—responde el alfa desde su lugar en el catre de la clínica.
—¿Y bien?,—preguntó Aizawa de pie detrás de ella—¿Habrá secuelas?
—Lo dudo—responde Momo enderezándose—¿cuánto tiempo la mantuviste inmovilizada?
—Casi dos ciclos lunares.
—Entonces no hay problema, se ha curado bien.
—¿Y por qué le duele?,—interviene Aizawa
—Bueno, al tener la pierna inmóvil durante mucho tiempo debes hacer ejercicio para recuperar la movilidad y ayudar a disminuir la rigidez, supongo que no lo hiciste, ¿verdad?
—No.
—¿Qué hiciste después de quitarte los vendajes?
—Um... salté por la ventana.
Momo lo mira tratando de discernir si el alfa le está tomando el pelo, pero no, la expresión de su cara es la viva imagen de la seriedad.
—El músculo de la pierna está ligeramente hinchado, pero es natural si consideramos el estrés y el viaje que ha tenido que hacer. Te daré medicina para bajar la inflamación y tendrás que hacer ejercicios regularmente para aflojarlo. Fuera de eso es probable que te duela cuando haga mucho frío, pero si la cuidas bien no te causará problemas.
—¿Podré luchar?
—Ahora mismo necesitamos bajar la inflamación, cuando eso pase puedes entrenar para recuperar la movilidad, pero no puedes forzarla o volverá a tensarse. Haré revisiones periódicas para asegurarme que no estás exigiéndole demasiado, ¿de acuerdo?
—Muchas gracias, Momo—dice Aizawa
—De nada.
—Gracias—repite el muchacho que le ofrece una inclinación cortés y sumamente deferente. Un gesto que no habría esperado ver jamás de un alfa y mucho menos de un príncipe.
Momo parpadea, sorprendida ante el gesto.
—¿Cómo está la prisionera?
La pregunta de Aizawa la devuelve a la realidad.
—Tiene un terrible golpe en la cabeza, magulladuras y cortes leves; es probable que esté desorientada al despertar, pero fuera de eso su vida no corre peligro.
—Es bueno saberlo, ¿has visto por casualidad a Kirishima? Me parece que él también necesita una revisión.
—Se quedo en la celda y no quiso mi ayuda cuando se la ofrecí. También vi a Bakugou, ¿debo preocuparme por eso?
—No.
Momo se aleja con dirección al gabinete de medicinas que hay en la esquina de la sala, se sorprende cuando Aizawa la sigue.
—No es nada serio—repite ella con calma—las fracturas son peligrosas si no se tratan adecuadamente, pero este no fue el caso, su pierna sanará bien.
—No es eso.
—Entonces qué.
—¿Podrá Togata convencer a los suyos de luchar?
—No necesita convencer a nadie, solo ordenar, su título no es simbólico nuestras costumbres dictan que su palabra es ley; es cierto que suele mostrar deferencia hacia los ancianos e intenta pedir su opinión y mantenerlos contentos, lo hace para mantener un gobierno abierto. Una muestra de ello soy yo. Cuando Togata decidió tomar un consorte beta no muchos estuvieron de acuerdo aunque nadie se atrevió a contradecirlo, al final acepto que me uniera a su grupo bajo la promesa de que si deseaba procrear yo sería su primera opción. No tenía necesidad de ello.
—¿Cuánto tiempo tardará cruzar el desierto?
—No hay suficientes monturas para que todos sus soldados atraviesen el desierto en un solo viaje, así que enviará al frente a una comitiva grande, ellos llegarán primero. Sin duda estará conformado por guerreros beta que sean inmunes al incienso. Sobre el tiempo puede variar, siendo un grupo grande será imposible pasar desapercibido así que el viaje será lento.
—¿Crees que enviará a una comitiva formada por hombres beta?
—¿Y por qué no?
Como no dice más Momo vuelve con su paciente, Aizawa se queda a su lado pero su mente parece estar en otra parte.
[...]
Ochako está familiarizada con el miedo, lo ha sentido latir en su interior durante años; a veces es un latido constante que la acompaña en sus quehaceres diarios, y solo en ocasiones es un rugido paralizante que hace temblar sus huesos.
El miedo que siente ahora es diferente. Es una sensación fría en la punta de los dedos y un hueco en el fondo de su estómago. El miedo vuelve siempre que le toca subir a la muralla para hacer su turno como vigía. Conforme camina de ida y vuelta, no puede dejar de mirar los banderines que se agitan a lo lejos. Odia estar en la muralla donde se siente desnuda y expuesta. Si pudiera cambiaría trabajo con Yui que se dedica a terminar de hacer estacas en el patio exterior, es una labor pesada y mecánica y precisamente por eso es perfecta para entumir su mente.
Es gracias al aroma a madera quemada que Ochako se siente capaz de subir a la muralla a patrullar, es un aroma denso que mantiene el miedo a un nivel mínimo y le permite pensar. Es un aroma familiar y el recuerdo constante de que no están solos y de que hay alguien que luchara con ellos hasta el final.
Cuando no está en la muralla, entrena. Lo hace con más ímpetu hasta que el sudor cubre por completo su cuerpo, hasta que sus brazos son dos bloques pesados que hacen crujir sus hombros cuando los levanta; atrás han quedado los días en los que no podía completar una vuelta sin doblarse en dos mientras jadeaba por aire, ahora puede manejar una lanza que le dobla de tamaño.
Sus movimientos no son perfectos, no poseen la misma gracia y agilidad que Kyouka quien se mueve como si el arma fuera una extensión suya, pero al menos sabe que no está indefensa y esa certeza es la que le permite dormir por las noches.
Y aun si no puede dormir hay tanto trabajo que podría pasar horas ocupada hasta que su cuerpo exhausto caiga rendido en un descanso sin sueños. Ochako prefiere mil veces doblarse la espalda cargando rocas que pasear por la muralla viendo a los demonios prepararse.
[...]
Usada antiguamente como una oficina, la sala de reuniones tiene el tamaño justo para reunir al grupo más cercano a Bakugou cuando éste necesita repartir nuevas órdenes.
Con Aizawa y Bakugou a la cabeza, Denki ocupa su lugar junto a Eijirou que le sonríe con afecto antes de volver su atención a su derecha donde Inasa está rindiendo un breve reporte sobre las lanzaderas que se han construido en las murallas.
La atención de Denki divaga y se sorprende cuando encuentra a Yō y a Jirou escuchando cuidadosamente a Inasa; el primero nunca ha sido convocado a participar en las reuniones y la segunda solo asiste para reportar el avance en el entrenamiento del grupo omega. Otra cara nueva es el príncipe, que de pie junto a Aizawa estudia con interés el mapa donde se han marcado las defensas de la prisión.
—Bien—dice Bakugou cuando Yosetsu termina con su informe sobre las defensas fuera de la muralla—¿de verdad crees que la avanzadilla de Togata estará conformada mayormente por hombres beta?
Se dirige a Momo y ella parpadea en respuesta, mira a Aizawa durante una fracción de segundo antes de responder.
—No estoy segura, es- era una suposición.
Los ojos de Bakugou se posaron en Inasa quien frunce el entrecejo ante la silenciosa pregunta.
—Uhm... el Jefe Togata es consciente del poder del incienso y estoy seguro de que no repetirá el mismo error. Al saber que la fuerza alfa es vulnerable, sería lógico organizar una defensa usando como línea principal al grupo beta que puede atacar sin temor al incienso.
Bakugou y Aizawa se miran.
—¿Cuál es el problema?,—pregunta Momo y es Aizawa quien responde.
—La Flota de Yuuei se enfrentó al incienso a ciegas y cuando gran parte de su fuerza alfa cayó el resto se replegó a las naves. El segundo ataque tenía como intención enviar al grupo beta para neutralizar el incienso, entonces el grupo alfa sobreviviente ayudaría a limpiar la zona.
—Es una buena estrategia—dice Yosetsu
—Sí—responde Bakugou—y el hombre que la diseño ahora mismo está en una de nuestras celdas.
El silencio que sigue a su declaración se alarga hasta que Aizawa vuelve a tomar la palabra.
—Jin convenció a Todoroki-ou de movilizar a todo el ejercito dejando a Yuuei con una fuerza mínima, y de alguna forma consiguió quedarse atrás mientras el Ou era emboscado. El plan de utilizar al grupo beta como ofensiva es sin duda lógico, de haber tenido éxito habría compensado el gran error del Ou, pero de fallar habría sido el fin para nuestra gente.
—¿Por qué habría de fallar?
Bakugou y Aizawa vuelven a mirarse.
—No debemos dudar que Jin es un traidor—dice Aizawa—y lo ha sido desde hace tiempo. No podemos confiar en su plan.
Momo protesta, pero su frase queda entrecortada cuando Bakugou interviene.
—Lo que esta tratando de decir es que podría ser una trampa.
—Aunque lo fuera—dice Inasa—el grupo beta es inmune al incienso, un grupo bien organizado podría hacerle frente sin problemas.
—Piensa un momento—dice Bakugou—eres el comandante de un ejército, consigues neutralizar a una parte de la tropa enemiga, tienes el factor sorpresa y con él barres al resto, ¿cuántas veces podrías repetir esa táctica? ¿Una, dos?, no importa. Al final el enemigo movería a sus hombres para que los inmunes fueran al frente. Y cuando lo hagan entonces atacarías con alguna otra sorpresa. Enviar al grupo beta como la primera línea ofensiva es la opción lógica, la más obvia para nosotros. Y estoy seguro de que también para el General.
—Los demonios no tienen interés en el grupo beta—dice Yō.
—Y sin embargo los están capturando.
Momo es la primera en reaccionar.
—¿Cómo lo sabes?
Todos en la sala de reuniones miran a Bakugou, pero es Aizawa quien responde.
—Sabemos que han capturado tripulaciones beta, por desgracia desconocemos desde cuándo empezaron. Bakugou y yo hemos discutido este asunto, y sospechamos que están tratando de replicar una versión del incienso para el grupo beta.
—Las feromonas omega no funcionan de la misma forma en nosotros—añade Jirou
—No—dice Bakugou—pero no podemos confiar en que los demonios no encuentren una alternativa.
—Independientemente de si existe este incienso o si es un proyecto a largo plazo—añade Aizawa—no podemos ignorar el hecho de que el General está capturando hombres beta, por lo tanto tendremos que tomar precauciones en caso de que intenten engañarnos.
—Un momento—dice Yosetsu—el beta... interrogaste a la mujer sobre un hombre beta, ¿no es así?
—¿Y qué con eso?,—dice Bakugou
—Ella dijo que lo mato, si de verdad están capturando hombres beta, ¿por qué matarlo? No tiene sentido.
—Ella no lo mato.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque era un omega haciéndose pasar por un beta. Si ella lo hubiese matado entonces hubiese sabido que la flor en su pierna era falsa. No quiere decir a dónde lo envió, pero insiste en haberlo matado, ¿por qué? Porque no quiere que lo sepamos. Para nosotros está perdido, pero ella sabe en dónde está.
Denki está seguro de que todos en la sala sienten la misma incredulidad que él. Un omega haciéndose pasar por un beta. Sería imposible entre los suyos, pero ahí donde solo importan las flores y su posición, la situación es plausible aunque absurda.
Un omega. Un omega perdido.
Antes de que pueda detenerse a pensar Denki abre la boca.
—¿Es Izuku?
Bakugou lo mira y es la única respuesta que necesita.
Carajo. Nunca me había parado a pensar en cómo sería el omega de Bakugou, bonito seguro, pero esto... joder.
Denki no presta atención al resto de la conversación en la cual Bakugou y Aizawa insisten en discutir tácticas de ataque que balanceen en proporciones adecuadas al grupo alfa y omega, incluyendo además al grupo beta de los bárbaros.
No pone atención porque su cabeza está llena de rostros hipotéticos para el nombre de Izuku: Serio, elegante, afilado. Distante, tal vez.
Tiene ganas de acercarse a Bakugou y preguntarle. Hasta ese momento Izuku ha sido el nombre de una sombra, una imagen difusa y difícil de visualizar, pero ahora se siente real.
—Vamos, Denki—dice Eijirou tomando su codo con muchísima suavidad.
En ese momento descubre que la reunión ha terminado y que todos empiezan a salir, Denki estira el cuello para espiar sobre el hombro de Eijirou y sus ojos se topan con la mirada de Yō.
—Quédate Shindo—dice Bakugou haciendo que Yō aparte sus ojos de él—Kirishima, ven.
Lo último que Denki ve antes de que la puerta se cierre es al grupo de Bakugou, Aizawa, Shindo, Kirishima y el príncipe reunidos en el extremo de la sala.
En lugar de quedarse a husmear, Denki se apresura a contarle las novedades a Ochako.
[...]
Inasa ha pasado tantos años entrenando y luchando bajo las órdenes de Mirio que puede reconocer hasta el mínimo cambio en su aroma y actuar en consecuencia. Está tan familiarizado con la potente esencia a mirra que para él, luchar a su lado es una respuesta instintiva.
Había creído que nunca podría adaptarse al liderazgo de otro alfa. Bakugou le había demostrado lo equivocado que estaba. Se había adaptado a él casi de inmediato, adecuándose a su ritmo salvaje y su presencia calcificante. Era rojo y asfixiante y al mismo tiempo brindaba energía y hacía sacudir su ira. El aroma a madera era tan potente que hacía a su corazón rugir en un ritmo sin pausa.
Desde que amanecía hasta que anochecía Inasa se bañaba en el aroma a madera, que había adquirido fuerza y consistencia conforme los demonios se acercaban.
Y era perfecto.
El aroma mantenía el ánimo alto, mantenía la atención enfocada, no permitía que los jóvenes alfa se ofuscaran ante la visión de los demonios alistándose, pero lo más importante era que mantenía al grupo omega calmado.
El miedo latía en ellos en notas bajas, era imposible de evitar estaba en su naturaleza y formaba parte de su ser, sin embargo se movían con resolución, trabajando tan arduamente como el resto.
Cada vez que los veía entrenar o los veía cumplir con sus labores diarias sin protestar y con la mirada decidida de alguien que no se rinde, Inasa se enternecía. En su hogar todo omega era mimado y protegido, eran capullos delicados que no conseguían sobrevivir a la dura vida de las montañas, estos eran diferentes, tal vez por la vida que habían tenido o por el lugar de dónde provenían, en ellos resonaba con fuerza un anhelo de vida.
E Inasa se prometía luchar por ese sueño.
[...]
El cambio es como un grito al aire, o al menos así lo ve.
Ambos son muy sutiles en público, contacto mínimo y conversaciones mesuradas, pero los detalles están ahí para quien sepa observar: La forma como Kirishima se mantiene cerca, siempre a un brazo de distancia, sonriendo con su expresión bobalicona y llena de adoración, o la forma como Denki sonríe, tímido y recatado mientras camina junto a él, la forma como se deja llevar por el codo cuando no permite que nadie más le ponga la mano encima.
Yō ha escuchado todos los rumores que se cuentan junto al fuego y los cotilleos que se murmuran en los tiempos de descanso. Rumores que aseguran que Denki es el omega de Bakugou y el único que tiene permitido tocarlo. Y sin embargo no es Bakugou quien se sienta con él a comer o quien lo busca para charlar.
Cada vez es más frecuente ver a Kirishima acompañando a Denki en sus entrenamientos con Inasa o sentándose a charlar con él en sus turnos sobre la muralla, cada una de esas interacciones provoca que el resto murmure a su espalda. La cara magullada de Kirishima ha creado nuevos y fastidiosos rumores.
Yō está harto de no saber, así que decide averiguar la verdad.
—Hey.
Al oírlo Denki se detiene, su actitud despreocupada es reemplazada por un aire defensivo que suele usar con el resto, con todos excepto Kirishima o Bakugou.
—Hola, Yō—sonríe, un gesto diminuto que no se compara en absoluto a las sonrisas deslumbrantes que reciben los otros omega—¿Necesitas algo?
Yō se siente ligeramente humillado cuando dice:
—¿No te acuerdas de mí?
Denki parpadea, tiene unos ojos preciosos que combinan con su pelo dorado, una nariz pequeña y adorable, y una boca mullida que se antoja exquisita cada vez que sonríe.
Yō quiere verlo sonreír.
—Al terminar el verano se organizaba el Festival de Luces y todas las aldeas y villas en la costa se reunían para participar en los eventos, ¿lo recuerdas? Había competiciones de arco y de caza, también había un torneo para los hombres alfa. En el primer día se encendían las hogueras que ardían durante todo el festival y podías pasearte por la zona de comida siempre buscando los mejores postres y platillos. Tu familia tenía un puesto de pastelillos, bocadillos diminutos y azucarados que se derretían cuando los ponías en tu boca. Eran deliciosos.
El recuerdo hace florecer la sonrisa de Denki, es un gesto repentino y cegador, tan hermoso que Yō no puede evitar sonreírle de vuelta. Tiene ganas de tocarlo, pero se contiene, lo que hace es dar un diminuto paso hacia él y esta vez Denki no se tensa.
—A mi madre le encantaban esos bocadillos—añade en tono bajo—la primera vez que me llevo yo tenía ocho años y te vi ayudando a tu madre a decorarlos. Cada año me pasaba ahorrando dinero para gastarlo ahí, y tú siempre me saludabas. Hasta que un año tu familia dejo de asistir y no volví a verte.
Es sorprendente como la tristeza cae en él como si alguien hubiera tapado el sol, la sonrisa de Denki se desvanece con lentitud.
—Mi padre murió—responde con una voz diminuta—y tuvimos que cerrar la panadería.
—Lo siento.
—Está bien.
—¿De verdad no te acuerdas de mí?
—Lo lamento, fue hace mucho tiempo y cuando trato de pensar en esos días me acuerdo de mi padre y aún me entristece.
—Lo entiendo, cuando te volví a ver no te reconocí hasta que te oí hablar de hacer pan y supe que eras tú.
—¿De verdad?
—Sí, también me acuerdo de tu amiga Ochako. Sus padres vendían arroz, ¿no es así?
Denki vuelve a sonreír y Yō da otro paso hacia él.
—Escucha, Denki, sé que no es el mejor momento para hablar de esto pero... ¿Bakugou y tú están juntos?
—No, somos amigos y nada más.
—Entonces—toma su mano y la sujeta con muchísimo cuidado—¿estaría mal si te pidiera permiso para cortejarte?
La sonrisa de Denki cae.
—Lo siento—dice—pero...
—¿Hay alguien más?,—su respuesta es un asentimiento corto—¿Es Kirishima?
Al oír el nombre Denki se sonroja, la visión es espectacular. Ojos brillantes y una mirada avergonzada, lo mejor es el aroma a naranja que se sacude con timidez.
—Lo siento—repite tras un momento de silencio retirando su mano con lentitud. Su sonrisa es un gesto de disculpa y calma—Pero podemos ser amigos.
Yō se humedece los labios y emite un sonido impreciso mientras procura no pensar en la sensación de sus dedos contra la piel de Denki.
[...]
Toga despierta con dolor de cabeza y sed. Gruñe, se remueve y se detiene cuando el zumbido en su cabeza empeora. Su cabeza es un corazón que late y el malestar la pone de mal humor.
Tiene que hacer un esfuerzo extra para calmar el dolor, finalmente se las arregla para girarse, plantar los codos y levantarse, todo eso sin vomitar. Hay una antorcha cerca de las escaleras y la luz que derrama en la habitación es suficiente para que tome nota de sus alrededores.
—Hey, ¿tienes sed?
La voz proviene de una sombra cerca de las escaleras. Toga entrecierra los ojos buscando a su interlocutor, cuando no lo encuentra gruñe:
—¿Si te digo que si me darás agua o lo usarás para joderme?
Hay movimiento y la forma de una persona toma nitidez conforme se acerca. Es un salvaje alto y robusto con un pelo rojo oscuro y colmillos de animal. También tiene la cara magullada, sombras y morados cubren gran parte de ella.
Me acuerdo de ti.
El salvaje se sienta frente a los barrotes e introduce entre ellos un cuenco vacío que está atado a la punta de una larga rama. Una vez dentro el salvaje lo llena de agua y lentamente lo levanta hasta acercarlo a su cara.
El ceño de Toga se frunce.
¿Demasiado cobarde para entrar aquí, perro?
Inclina la cara y sorbe el agua como puede, el líquido frío refresca su boca y calma el zumbido de su cabeza. En determinado momento apoya la mejilla contra el borde del tazón provocando que se voltee.
—¡Cuidado!,—grita al sentir que el agua le moja las rodillas.
—¡Lo siento!
La respuesta del salvaje la hace sonreír aunque se asegura de ahogar el gesto tan pronto se materializa en su mente.
Tenemos a un salvaje dócil, ¿eh? Veamos hasta dónde.
—Uhg, ¿qué estoy haciendo aquí?, ¿van a cortarme en trozos?, olvídalo, no me sorprende, son como animales.
Se alegra cuando ve al salvaje retorcerse de incomodidad. El espectáculo no dura, eventualmente el muchacho cuadra los hombres y la mira directamente a la cara.
—¿A dónde llevan a los hombres beta?
—No sé que es un beta.
—Aquellos que tiene flores en la cara, en las manos o en las piernas.
—No tengo ni idea.
—¿Qué hiciste con el muchacho que tenía una flor en su pierna?
—Lo maté.
—¿Por qué?
—Era un espía, debía morir.
—¿No lo interrogaste?
—Si lo hice no sería tan estúpida para decírtelo, ¿verdad?
—La flor que tenía en la pierna...
—No sé que flor era y no te la voy a describir. No voy a decirte nada.
—Escucha, Bakugou quiere...
—¿Ese es el nombre de tu líder?, ¿el nombre del animal que me apuñalo en el pie?, si es así dile que puede irse a la mierda y que no voy a decirle nada. Que si quiere torturarme vaya empezando para acabar pronto.
—Nadie va a torturarte.
—He oído mejores mentiras.
—Esto no tiene que ser así, ¿de acuerdo? Si nos dices...
—Ahórrate el discurso, no me interesa.
El salvaje suspira y se aparta. Ella vuelve a recostarse contra el suelo frío, desde ahí se dedica a estudiar su celda. Memoriza la posición de las escaleras, la amplitud del pasillo, y la altura del techo, también toma nota del dolor de su pie y sus ataduras.
Puedo salir de aquí. Las ataduras son lo más fácil, si me disloco los pulgares podré liberar mis manos, pero voy a tener que correr así que debo esperar hasta que mi pie deje de sangrar y mientras tanto debo descansar. Después será cuestión de conseguir que uno de estos estúpidos entre aquí.
El salvaje le lleva de comer. Su comida consiste en una sopa con trozos de pan y debe beberla del cuenco como si fuera un perro. Come con calma hasta acabar, después bebe más agua y vuelve a dormirse.
La tortura que espera no llega, es difícil medir el tiempo estando a oscuras así que ni siquiera lo intenta. En lugar de obsesionarse con lo que vendrá pasa el tiempo estudiando a su celador, trata de aprender cómo se mueve, que brazo usa la mayor parte del tiempo y el ruido que hace cuando camina. El salvaje solo se marcha para ir al baño, la interroga sobre el espía y cuando se cansa de sus respuestas va a sentarse cerca de la escalera.
Cuando las preguntas empiezan a repetirse Toga responde soltando obscenidades solo por el placer de verlo torcer el gesto.
La única persona que viene de vez en cuando es un chico rubio que baja a llevarles la comida, ella solo lo ve de lejos porque cuando lo oye acercarse su celador siempre se apresura a recibirlo en las escaleras.
Toga los escucha susurrar aunque no consigue verlos, tampoco le interesa porque aprovecha esos momentos de privacidad para mover sus piernas y estudiar la lesión de su pie.
Tras varias comidas Toga comprende que el salvaje que le han asignado como guardia es un perro sin dientes, blando y soso, que siente pena por ser una chica y que es correcto y cortés. Sus interrogatorios carecen de voluntad y su tono jamás se altera con ella, se atreve a dormitar en el día y en lugar de ofrecerle un aspecto fiero solo parece interesado en esperar por las apariciones del muchacho rubio.
Toga lo desprecia y solo desea hundirle un cuchillo en la cabeza.
Cuando acabe contigo buscaré a tu jefe y lo haré añicos.
Solo necesita tener paciencia.
[...]
Jin odia esperar, lo odia tanto como seguir órdenes.
Permanecer en una jaula mientras espera que el asedio a la prisión tenga éxito parece un plan lógico cuando se considera en teoría, en la práctica resulta aburridísimo. Él y sus hombres pasan mucho tiempo solos en la oscuridad, los oye moverse y estirarse, los oye maldecir.
Cada cierto tiempo el pequeño Yō baja con luz para llevarles agua y asegurarse que siguen en sus celdas, se queda con ellos durante largo rato hasta que el omega rubio baja con la comida. Es divertido ver la cara de cachorro enamorado que Yō pone cada vez que lo ve, y la forma como lo sigue cuando ambos se marchan.
Hasta el momento sus conversaciones con el pequeño Yō se han enfocado en el tema de la familia y Yuuei, Jin espera que con el tiempo consiga ganarse su confianza y así pueda empezar a indagar sobre la situación en el exterior.
Jin sabe que es luna llena cuando el omega rubio es reemplazado por otra muchacha que baja con sus raciones de comida. Ella, a diferencia del rubio, no se molesta en ocultar su miedo, el agrio aroma de su incomodidad impregna cada esquina y provoca que Jin tenga dolor de cabeza.
Eventualmente el omega rubio vuelve con aspecto cansado e insatisfecho pero igualmente exquisito y apetecible.
Ah, siempre he sentido debilidad por los omega con aromas frutales.
No pasa mucho tiempo hasta que nota la diferencia en su trato, el omega ha dejado atrás la formalidad y saluda a Yō con una sonrisa amistosa; cuando se marchan no lo hacen uno tras otro, ahora charlan. Lo interesante es que la expresión del pequeño Yō es la de alguien que no ha conseguido lo que quiere.
Tal vez sea la oportunidad que he estado esperando.
La siguiente vez que Yō baja, Jin le sonríe y lo saluda:
—Felicidades.
Es todo un logro cuando el cachorro no lo ignora.
—¿Por qué?
—Has logrado que el omega bonito deje de tenerte miedo, ¿le has dicho que te gusta?
—Cállate.
—Oh, no, ¿te rechazó?
—¡Cierra la boca!
—Hey, no te enfades, aún tienes oportunidad, no he visto ninguna marca en su cuello, y aun cuando la tuviera siempre puedes reclamarlo para ti.
Lo ve tensarse pero esta vez no dice nada.
—Pareces un chico inteligente, Yō, apuesto que tus padres estarían encantados de saber que has vuelto a casa y más aún si de casualidad tuvieras la oportunidad de unirte a la corte.
Se asegura de no sonreír cuando Yō lo mira.
—Solo el Ou tiene el poder para hacer eso.
—El Ou siempre escucha a sus fieles sirvientes.
—¿Y aún eres uno? Aizawa dice que eres un traidor.
—Es su palabra contra la mía, y aun si lo fuera, ¿no crees que me aseguraría de que mi recompensa fuera lo suficientemente importante para arriesgar mi puesto en la corte?
—¿Y qué? Nada de eso importa ahora. Estás metido en una jaula bajo tierra.
—Por ahora, pero las cosas siempre pueden cambiar. Solo piénsalo, ¿quieres? ¿Prefieres ser un lacayo el resto de tu vida o prefieres tener el poder de gobernar?
—Tú sirves al Ou.
—Y aún así cuento con su favor, traidor o no mi posición no podría ser mejor.
—No confío en ti.
—Ah, ¿quién habla de confianza?, solo necesitas saber que yo siempre pago mis deudas.
Esta vez se permite sonreír y sigue haciéndolo mientras el omega rubio llega para entregarles su bolsa de comida para después marcharse con un Yō silencioso.
[...]
La montura de Mirio salta la escarpada pendiente sin esfuerzo, cuando llega a la cima se gira y ve a su grupo en la base del muro de roca que marca la división entre el desierto de Noumu y la tierra de Hosu. Es una tropa numerosa aunque la mayor parte de su fuerza viene atrás y aún les tomará días llegar siendo que avanzan a pie.
Su grupo asciende a velocidad constante pero incluso así Togata calcula que les tomará más de un día conseguir que todos sus hombres estén arriba.
—Acamparemos aquí—ordena y de inmediato los que están con él comienzan a preparar las fogatas y la comida. Otro grupo sale de inmediato a barrer la zona y a establecer centinelas como precaución.
Han cruzado cerca de la zona montañosa lejos de la costa, todo con tal de acotar la distancia que tendrán que cruzar para volver con Bakugou y el resto. Su objetivo es cruzar el río en la parte más alta lejos de la cascada, donde puedan encontrar formaciones rocosas que ayuden a sus monturas saltar la corriente sin problema.
Avanzan a ritmo constante, internándose en el bosque, alertas ante cualquier emboscada. Sus descansos son cortos y sus comidas rápidas. Cada día Mirio manda a varios centinelas para barrer toda la zona circundante, envía más de los acostumbrados porque necesita conocer la zona y no quiere sorpresas. Sus alarmas se disparan cuando uno de los centinelas corre a informarle que su grupo abatió a un Sukabenja.
—Los Sukabenja no cruzan hasta aquí—responde Hiro—no pueden saltar la pared de roca.
—Ha tenido que venir de alguna parte—replica Mirio.
Mirio y un puñado de los suyos se aleja del grupo principal para investigar. Sus monturas avanzan rápidamente desviándose de su ruta e internándose en la parte rocosa del bosque.
—¿Cómo fue que lo encontraron?,—pregunta Mirio
—Akemi pensó que sería prudente subir tanto como fuera posible para estudiar el valle, su intención era ver a qué distancia estaba el río y cuánto quedaba de viaje. Cuando encontramos el primer claro Akemi insistió en detenerse para dibujar un mapa. Nos preparábamos para volver cuando vimos que algo se movía en la zona lateral. Creí que era un venado y planeaba cazarlo para comer, dejamos las monturas y avanzamos hacia él. No supimos que era un sukabenja hasta que le atravesé el cuello con mi flecha. De inmediato asumimos posiciones defensivas, esperábamos encontrar a su manada, pero nadie llegó. Entonces Akemi y yo decidimos separarnos, ella fue a investigar y yo volví para alertar al resto.
—¿La dejaste sola?,—pregunta Hiro
—La deje con sus dos puñales, su espada y su arco, Akemi no necesita nada más.
—Un sukabenja solo—murmura Mirio
—Y no solo eso—añade el centinela—se movía muy lentamente, por eso creí que era un venado. Parecía atontado o cansado, no fue normal.
Mirio azuza su montura sin decir nada, y aunque el terreno se convierte en una superficie accidentada con árboles escasos y zonas peladas, sus monturas mantienen el ritmo.
Lo huelen antes que verlo, el inconfundible aroma beta de nerviosismo y estrés.
El cuerpo del sukabenja yace de lado con una flecha atravesándolo, junto a él se encuentra Akemi que tiene las manos manchadas de sangre y el aspecto de alguien que ha visto un fantasma, cuando se acercan descubren por qué.
Hay un muchacho inconsciente apoyado contra la bestia, viste únicamente unos pantalones sucios y rotos llenos de pelo color castaño, lo peor es que la flecha le ha atravesado la mano no dejando duda de que era el jinete del sukabenja pese a que la idea es absurda.
La incredulidad es reemplazada por el espanto cuando descubren que el muchacho de aspecto débil y enfermo exhibe una hilera de tallos verdes sobre la piel de su cintura.
Omega, piensan todos al mismo tiempo.
Y el horror de saberlo no se compara con el que sienten cuando ven las cicatrices.
[...]
n/a
Detalle: En el capítulo 11 a Denki le da por asociar el aroma de Bakugou con las fogatas que se hacían en su hogar. En el capítulo 26 Yō también menciona que el aroma le recuerda a las fogatas y de hecho hay un momento en que siente un aire de familiaridad cuando se encuentra con Ochako y con Denki. Y es porque se conocen. No provienen de la misma aldea, pero si de la misma región.
Hice una nota sobre los noumu en mi blog, el Sukabenja es un tipo de noumu con seis extremidades que pueden correr muyrápido.
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