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Capítulo 30: La Naturaleza del Miedo

Notas: Tenemos más fanart (っ◔◡◔)っ ❤

La genial Boucle se dio a la tarea de representar el título de los capítulos como si fueran notas en el libro de Izuku. Pondré los link en mi blog y en un mensaje en mi bandeja aquí. Si tienen Twitter no olviden darle un like.

Saludos a mis queridos lectores, adelante.

.

Sinopsis: El miedo debería impulsarnos a luchar y no ser la excusa para huir.

[...]

—No vas a faltar, necesito que me dejes ocupar tu lugar.

La petición es absurda, Hitoshi sacude la mano como si el gesto pudiera apartar la idea, y en su lugar inquiere:

—Sigues sin responder a mi pregunta, ¿cómo conoces a mi maestro? Quiero saber quién eres y cómo es que has llegado hasta aquí.

Las cejas de Izuku se fruncen, su boca forma una delgada línea, pero Hitoshi no cede. Al final el muchacho suspira y se lo explica.

Todoroki-ouji y Aizawa, aquí.

Es oírlo y sentir que las puertas en su mente se abren.

En todo el tiempo que lleva encerrado Hitoshi ha procurado no pensar en el pasado, el recuerdo de su madre, de sus amigos, de su vida en el palacio se asemeja más a un sueño difuso que a una realidad posible. No quiere recordar el día en que lo esclavizaron, ni como su intento de escape lo llevo hasta su unión con Neito.

Todos esos son recuerdos que procura esconder en lo profundo de él, donde la vergüenza, la culpa y la ira vibran en tonos intensos y devastadores. Prefiere concentrarse en cuidar de Neito, en intentar aliviar el dolor que late en él y en cubrir las fisuras de su corazón.

Pero al escuchar el nombre de Shota Aizawa los recuerdos vuelve a él como una marejada que lo golpea en plena cara. Recuerda a su maestro, su tío, alto y rígido, impartiendo sus clases, controlando a un grupo bullicioso de niños que aspiran a convertirse en la guardia del ouji. Recuerda su rostro vulnerable cuando se sentó en el comedor junto a su madre para informarle de la desaparición de su padre. Recuerda su apoyo, silencioso y callado, mientras ambos trataban de mantener la tristeza de su madre a raya.

Tras la desaparición de su padre, su madre se sumió en un duelo tan intenso que durante noches enteras él se quedó junto a su cama temiendo perderla, pensar en lo que pasó con ella cuando él desapareció lo hace temer lo peor.

Esos recuerdos vuelven a él con fuerza mientras escucha el relato del omega que ha llegado para salvar a Neito.

Es un relato largo, increíble y asombroso.

Aunque Izuku se esmera en ser un narrador imparcial no puede evitar que su aroma fluctué cada vez que evoca un recuerdo: El naufragio, su vida en las montañas, su viaje en barco, y cada paso que lo llevo en un viaje que ha terminado de vuelta en las celdas.

Es un relato tan impresionante que Hitoshi no lo creería si no fuera porque el aroma a menta no oculta mentiras ni secretos. Su asombro crece con cada detalle, cada palabra, hasta que finalmente Izuku repite su petición.

—Tienes que dejarme ocupar tu lugar.

La única respuesta que Hitoshi puede dar es:

—No

—¿Qué?

—He dicho que no.

—Pero-

—¿No lo entiendes? No tienes mi tamaño, no te pareces a mí, no tienes la marca de un alfa, ¿cómo crees que vas a engañar a los guardias?

—Los engañe antes. Puedo dibujar una flor en mi pecho.

—¿Con qué tinte?

—Algo se me ocurrirá.

—Aun suponiendo que puedas dibujar una flor falsa y ellos no se den cuenta, mira el tamaño que tienes, la complexión, tu aroma...

—Ellos no lo ven así. Ellos solo se fijan en las flores.

—¿Crees que los guardias no se darán cuenta que uno de nosotros es más pequeño que el resto? ¿no crees que se den cuenta de que no te han visto antes?

—Eso espero.

—¡¿Esperas?!

—Escucha, sé que es un riesgo, pero debo hacerlo.

—¿Por qué?

Izuku toma aire y cuando responde lo hace mirándolo a la cara. Posee los rasgos asociados a su género: curvas suaves, labios mullidos, rostro delgado y encantador; pero la firmeza de su mirada y su resolución son un gesto digno de contemplar.

—Si queremos vencer tenemos que estudiar al incienso. Tengo una teoría y quiero ponerla en práctica.

—El incienso no te afecta a ti.

—No, pero creo que es débil ante las feromonas omega. Es lo que quiero comprobar.

—¿Quieres ir con el resto del grupo alfa e intentar usar tu aroma para ver si consigues poner al incienso a raya?

La mirada de Izuku se desvía a la izquierda y vuelve—Sí

—Hay algo que no me estás diciendo.

El aroma a menta se enrosca alrededor de su dueño como una capa protectora.

—No es-

—Estás mintiendo, ¿qué otra cosa quieres hacer yendo con el grupo alfa?

Los ojos verdes se apartan. Hitoshi lo ve tragar salivar, tironear de su oreja.

—Si quieres que te ayude tienes que decirme la verdad.

El muchacho suspira y finalmente lo mira.

—Estoy buscando a alguien, creo que está aquí, creo que está con el grupo nuevo. Quiero encontrarlo. Necesito encontrarlo. Según sé ya los dejaron salir, con toda seguridad estarán incorporándose a los grupos de trabajo. Si voy tal vez-

No termina la frase, se agita nervioso en su lugar y se rasca la nariz con la mirada fija en algún punto a lo lejos. El aroma a menta crece y se tambalea con una emoción indefinida.

¿Quién es la persona que puede hacerte reaccionar así?

Hitoshi suspira—El riesgo es demasiado alto, si los guardias te ven-

—En un grupo grande será imposible que me presten atención.

—Debes entender que no podrás vagar a voluntad. Los grupos son trasladados a su estación de trabajo y ahí se quedan hasta la hora de la comida.

—Pero todos se juntan para comer.

—Sí, nos llevan al comedor y usan el incienso para mantenernos controlados. Después volvemos a trabajar y al final regresamos aquí.

—Es perfecto. Es justo lo que quiero. Si todos están ahí...

—Todos los que trabajan en los puertos. Los que trabajan en los túneles comen en otra parte. Los que trabajan en las minas comen en otra parte.

—¿Cuántos grupos hay?

—No estoy seguro, no sabemos cuántas cúpulas son. Que sepa hay al menos seis, podría haber más, usualmente nos llegan noticias cuando traen a parejas de otras secciones, pero la información no siempre es fiable.

—Bien, lo tendré en cuenta; pero tienes que entender esto, tengo que ir.

Hitoshi sacude la cabeza, pero no importa cuantas veces lo repita, Izuku insiste. Una y otra vez enlistando todas las precauciones que va a tomar. Hitoshi aparta los ojos de él y descubre que Neito los mira.

¿No estabas dormido?

Quiere acercarse y preguntarle cómo se siente, pero es ver su postura encogida, sus ojos filosos y su expresión inescrutable para saber que cualquier pregunta sobre su estado se quedará sin respuesta.

Los ojos de Neito, a diferencia de los de Izuku, no transmiten una entereza calmada, la suya está llena de ira y dolor. Es completamente diferente de la mirada veleidosa, sarcástica y viva que tenía cuando se conocieron por primera vez.

A veces Hitoshi sueña con volver a ver esa expresión.

—Necesito...—dice Izuku sin darse cuenta de que Neito lo mira con una expresión iracunda.

—¡Cállate!,—interrumpe su compañero con una voz seca y baja—Es tarde y queremos dormir.

Neito lo mira, su orden es clara -quiero dormir- y Hitoshi se mueve hacia él sin dudar. Se recuesta a su lado, sin tocarlo, dándole la espalda a la entrada y acomodándose de tal forma que su cuerpo cubra la esquina donde su compañero duerme.

Los ojos de Neito se mantienen fijos en él y lentamente su expresión pierde su aire afilado hasta que sus parpados se baten perezosos antes de cerrarse por completo. Solo así, en esos raros momentos en los que todo el mundo duerme, el rostro de Neito pierde su tozuda rigidez. Solo ahí Hitoshi puede mirarlo sin provocar un enfrentamiento verbal.

La ira de Neito siempre es afilada, abrasiva, el miedo la inflama y la hace estallar. Neito lo desprecia y él no lo culpa.

No puedo protegerte, y lo sabes. El miedo saca lo peor de ti, pero no hay nada que hacer; el miedo forma parte de la naturaleza de todo omega.

—Miedo.

Un pensamiento repentino lo arranca de su contemplación, se gira buscando la silueta de Izuku que se desdibuja entre las sombras.

—¿No tienes miedo?

—¿De qué hablas?

—¿No tienes miedo de salir y que te descubran? ¿No tienes miedo de lo que podrían hacerte si se enteran que eres un omega sin pareja?

La sombra se mueve, a esa distancia Hitoshi no puede verle el rostro, pero su voz no tiembla cuando responde:

—Lo tengo. El miedo vive en mí, pero eso no va a detenerme. Tengo que encontrarlo.

Los ojos de Hitoshi vuelven a caer sobre el rostro dormido de Neito, su resolución se cristaliza como una imagen clara.

—Está bien—murmura en voz baja sin moverse—Te ayudaré.

[...]

—Me temo que su viaje ha sido en vano, Capitán. La investigación apenas ha comenzado y no puedo permitirle formar parte de ella.

—¿Por qué?

—Porque el Coronel Nezu fue quien la solicito, y siendo usted el capitán de su guardia, debo considerar que podría haber un conflicto de intereses si le permito acceder a los testigos y a la información que tenemos.

—Vaya, Kurogiri, ha sido una bonita manera de decirme que no confías en que no tomaré el asunto en mis manos.

—Capitán Hawks, no ha sido mi intención ofenderlo. Simplemente estoy dejando en claro por qué no puedo permitirle participar en la investigación sobre la destrucción de la aldea Ishiyama.

—Y eso me ha quedado claro, pero no vengo a interferir en su trabajo, vengo por órdenes del Coronel para evitar que las pesquisas queden... como decirlo, relegadas.

—Esa es una acusación-

—No estoy acusando a nadie, solo quiero evitar que la guerra del General se interponga en lo que el Coronel Nezu considera prioridad: Encontrar y enjuiciar al culpable por el asesinato de Ishiyama y de la gente bajo su cuidado.

—La investigación podría tomar meses...

—El Coronel está al tanto de la situación, por eso he venido yo dado que mi persona es reemplazable.

—Me cuesta trabajo creer que el Capitán de la guardia del Coronel Nezu pueda considerarse una persona prescindible.

—Eso es porque no estás familiarizado con nuestra organización, Kurogiri, pero está bien. Y ahora, ¿en dónde están mis aposentos?

—Mis ayudantes lo llevaran hasta allá, si me disculpa tengo deberes que atender.

Hawks lo ve marchar y después sigue a la mujer soldado que lo guía a través de pasillos amplios y bien iluminados hasta su habitación.

—Estaré fuera por si me necesita—dice la mujer antes de cerrar la puerta.

Una vez solo, Hawks sonríe:

—Muy bien, y ahora, ¿cómo me deshago de ella?

[...]

Izuku estudia los mapas que le dio Itsuka y con ayuda de Hitoshi los va perfeccionando. Los separa por niveles y añade notas, flechas, horarios. Escribe con una aguja mojada en tinta azul y procura no romper el papel mientras escribe números que identifican las secciones y el nivel de vigilancia. Cuando termina los estudia hasta memorizarlos por completo, después los enrolla y los esconde en la celda de Neito.

La parte más difícil de su plan es conseguir material que le permita dibujar una flor sobre su cuerpo, y tras muchas pruebas Izuku descubre que no cuenta con los sustitutos adecuados para poder llevar acabo su plan. La solución la ofrece Neito mientras finge que no los escucha barajear opciones.

—Véndala.

Es ahí donde Izuku descubre que Neito no ha sido la primera ni la última persona que ha perdido su flor a manos de Shigaraki. La diferencia radica en que Neito es una de sus víctimas favoritas ya que su flor siempre vuelve cuando la piel cicatriza a diferencia de otros cuya flor tarda en volver.

—Tendrás que sangrar—dice Neito aún sin mirarlo.

—Solo así no levantaras sospechas—añade Hitoshi con una expresión afligida.

Izuku asiente, el miedo vuelve a enroscarse en él como tentáculos que rodean su corazón, pero aun así se sienta a un costado de Hitoshi, cierra los ojos y aprieta los puños.

En cuanto los colmillos de Hitoshi se clavan sobre la suave piel de su antebrazo su aroma se sacude con violencia y el dolor se dispara a todo lo largo del brazo. La sangre tibia se desliza hasta su codo y gotea al suelo.

Izuku se muerde la mano hasta que finalmente la presión sobre su brazo cede y tras calmar el frenético latido de su corazón, comienza a limpiar la herida deprisa y con una eficiencia nacida de la costumbre.

—Recuerda mezclarte con el grupo—repite Hitoshi por centésima vez—no te alejes de ellos. A algunos no les hará gracia verte ahí, ten cuidado con esos, pero lo más importante es que no llames la atención sobre ti.

—Lo sé.

Se marcha en cuanto el grupo alfa se mueve.

Reunidos frente a la puerta del primer piso, Izuku procura ignorar las expresiones alarmadas y furiosas de aquellos que lo rodean, el aroma del grupo alfa es intenso y está cargado de una impaciencia e ira aplastantes. Lucha contra el miedo que se agita en su interior como una tormenta inclemente amenazando con ahogarlo.

—Maldita sea—oye el murmullo en algún punto a su izquierda—Shinsou se ha vuelto loco, ¿cómo le permite venir? Está arriesgando todo.

—Esto es absurdo—dice otra voz en algún punto detrás de él.

—Estás solo—está vez el murmullo viene del alfa a su derecha—nadie aquí va a meterse en problemas por tu culpa, ¿me oyes? No queremos involucrarnos.

Izuku aparta la mirada y se concentra en controlar el temblor en sus manos.

Conforme estudia al grupo descubre que no todos lo miran con antipatía, varios de ellos le dedican expresiones de preocupación y simpatía, pero ninguno se acerca.

No seas un debilucho.

Izuku toma aire, aprieta los puños, y controla su aroma hasta ahogarlo casi por completo. Cuando la reja se abre, Izuku avanza con el resto.

—¿Shigaraki estuvo aquí anoche?,—en cuanto oye la pregunta Izuku se echa a temblar, pero no deja de avanzar.

—No estuve aquí anoche—responde alguien—y él siempre se presenta sin aviso, ¿qué quieres que te diga?

Izuku no alcanza a oír el resto de la conversación una vez que se han alejado. Tiene que tomar aire y concentrarse en el camino.

Después de la reja el grupo avanza varios metros hasta que el túnel se amplía formando una especie de semiesfera con una puerta de entrada y salida. En la estancia hay varias torres altas que emiten un rastro blanco de humo. Al olerlo Izuku detecta los delicados patrones de la leche dulce, su reacción instintiva es arrugar la nariz ante la dulcísima fragancia que inunda el espacio.

Casi de inmediato nota que la tensión en el grupo se disuelve y que su paso se aligera. Izuku los imita sin dejar de observar.

Cruzando la segunda puerta encuentran un vagón metálico, los guardias gritan ordenes en voz alta y los organizan para sentarse. Cuando el vagón está lleno los guardias seleccionan a dos prisioneros para que impulsen el transporte usando la manija larga que hay en la parte trasera. La manija sube y baja mientras el vagón se desplaza por los túneles rápidamente.

Conforme ascienden el aire del túnel se refresca e Izuku entrecierra los ojos cuando la luz del exterior crece en intensidad. La parada es una pequeña estación en la cual los guardias los organizan para guiarlos hasta una estructura inmensa donde de inmediato el grupo entero es separado y llevado a distintas estaciones para trabajar.

A Izuku le toca sentarse con su grupo a pulir las planchas de madera. El ambiente es relajado y mecánico, el grupo alfa se mueve con lentitud pero sin pausa. Con muchísimo cuidado Izuku estudia los alrededores. Localiza a los guardias encaramados en una plataforma alta supervisando el taller, hay más en las entradas charlando animadamente.

Mientras trabaja Izuku espesa su aroma de manera que toque a los alfa más cercanos, pero ninguno de ellos da señales de reconocerlo.

Las cejas de Izuku se fruncen.

Muy bien, no basta solo con mi presencia, ¿qué hace falta?

Se muerde los labios sin dejar de lijar. El trabajo es pesado, monótono y tedioso, y aunque le permite barajear ideas y planes también exige un esfuerzo físico agotador. Para cuando llega la hora de la comida Izuku nota la rigidez en su torso.

El comedor se encuentra en otro edificio largo, dentro hay varias mesas con raciones simples y odres de agua. El espacio huele a leche dulce, Izuku descubre que en cada esquina hay colgadas fuentes de incienso cerca del techo.

—¡A comer!

La orden consigue que todo el grupo se mueva hacia las mesas con lentitud, una vez que todos están dentro las puertas se cierran para que el incienso siga concentrándose. Apenas los guardias se marchan Izuku se mueve entre el grupo escudriñando rostros e intentando detectar el aroma que busca.

El aroma a miel dificulta las cosas, Izuku empieza a sentir el malestar de estar tanto tiempo bajo su influencia: Su estómago se revuelve nervioso amenazando con escupir bilis y hay una palpitación tenue en la parte posterior de su cráneo que anuncia un dolor de cabeza sin precedentes; aún así recorre la estancia de lado a lado mirando y estudiando cada rostro. Cuando se da cuenta de que Katsuki no está ahí no puede evitar pellizcarse la nariz.

Hora del plan B.

De la mesa, Izuku toma tres odres de agua, después escoge a su víctima. El alfa esta sentado junto a pared en el centro de la estancia, oculto entre dos grandes bancos que permanecen vacíos.

Izuku se arrodilla frente a él y toma aire. Sin pausa vacía el primer odre de agua sobre la cabeza del alfa y le limpia el rostro, el cuello y los hombros con una de las servilletas de tela que había en la mesa asegurándose que el aroma a miel ya no impregna su cuerpo; al mismo tiempo enriquece su aroma hasta que la menta es una presencia casi solida que los rodea a ambos. Los parpados del alfa se sacuden e Izuku vuelve a empapar la tela y con ella limpia una vez más su rostro mientras su aroma se convierte en una barrera contra la miel dulce.

—¿Qué?

El alfa intenta apartarse, pero Izuku presiona la servilleta húmeda contra su nariz y boca mientras usa su otra mano para mantenerlo en su lugar.

—Escucha, escucha, no tengo tiempo.

—¿Dónde...? Tu aroma, eres-

—¡Escucha! Es la hora de la comida, tenemos poco tiempo antes de que los guardias vuelvan, necesito hablar contigo.

—El incienso, ¿cómo has podido-?

—Por favor, tienes que escucharme. Estoy buscando a alguien. Necesito que me digas si lo has visto. Es rubio, tiene los ojos de un color escarlata intenso, y tiene una flor de gladiolos roja, es una flor alargada como si fuera una espada. La tiene aquí, en el hombro, nace en su corazón y crece hacia su hombro. Su nombre es Katsuki. Katsuki Bakugou, ¿lo conoces?, ¿lo has visto?

—No, no conozco a nadie con esa descripción.

El corazón de Izuku se sacude.

—Bien, eh, de acuerdo... entonces dime si has oído de alguien que haya mencionado al príncipe de Yuuei, o que... que intentara escapar.

—¡Ah!, no, no recuerdo... no estoy seguro.

Izuku no se rinde y sigue haciendo preguntas, intentando recolectar más piezas de información que le permitan encontrar a Kacchan.

Cuando los guardias abren las puertas, Izuku se mezcla con el grupo para regresar al trabajo mientras el alfa lucha sin éxito contra el incienso. Esa noche Izuku vuelve a la celda de Hitoshi, exhausto, con los hombros rígidos y el aroma a miel impregnando su piel.

—¿Y bien?

Izuku se frota las manos y nota los dedos entumidos, el miedo se desdobla en su interior combinándose con el cansancio y la desesperanza.

No seas un debilucho.

Izuku se endereza y lo mira.

—Volveré a intentarlo.

[...]

En el día Hawks pasea por los astilleros observando el trabajo constante de los esclavos que construyen barcos para la armada del General, por la tarde visita las barracas de los soldados y se entretiene con ellos apostando, entrenando o simplemente charlando.

Su presencia es efervescente y la mayoría de los guardias lo reciben con los brazos abiertos. La mujer soldado que le hace compañía siempre se queda atrás, distraída mientras Hawks hace reír a los muchachos con sus chistes fáciles y su sonrisa eterna.

Por las noches, antes de retirarse a sus habitaciones, Hawks recorre los amplios pasillos de la fortaleza con su sombra detrás. Contempla los cuadros que adornan las paredes y las antigüedades que se exhiben a plena vista.

También toma nota de todas las puertas que encuentra cerradas.

En una noche en particular, mientras pasea cerca de la única puerta doble que siempre se encuentra con llave, Hawks se topa con la última persona que habría esperado encontrar.

—Buenas noches, General.

—Capitán Hawks, que gran sorpresa, ¿dando un paseo nocturno?

Pese a su tono cortés su expresión es inescrutable mientras le dirige una mirada a la mujer que camina detrás. Hawks puede oírla contener el aliento.

—Estoy conociendo el lugar, General—responde mirando hacia la puerta abierta, solo alcanza a distinguir el inicio de una escalera que desciende antes de que Kurogiri se adelante a cerrar con una llave que después entrega a su señor—¿Hay algún problema con eso?

—Por supuesto que no, Capitán. Espero que su estancia con nosotros no resulte tediosa. Kurogiri me ha dicho que la investigación sobre la aldea de Ishiyama procede como debería, pero en esta clase de situaciones los resultados pueden tardar. Tal vez lo mejor sea volver con el Coronel Nezu y esperar por el informe final.

—Dudo que el Coronel sea benevolente con mi fracaso, prefiero esperar aquí.

—Si así lo desea, que su estancia sea grata. Buenas noches, Capitán.

—Una petición, General, si me permite. Me gustaría conocer los túneles de la Ciudadela Subterránea, he oído hablar de las cúpulas que hay allá abajo y quería echarles un vistazo.

—Solo los salvajes viven ahí.

—Lo sé, pero tengo interés por ver el trabajo que han hecho.

En el silencio que sigue a su petición, Hawks procura mantener un gesto sereno y al final su paciencia obtiene frutos:

—Me encargare de que Kurogiri organice un recorrido, Capitán.

—No es necesario, puedo ir por mi cuenta.

—Debo insistir.

—Como ordene, General.

Le ofrece una reverencia mientras el hombre y su mano derecha se alejan. Hawks retoma su camino y cuando está de vuelta en su habitación la sonrisa en su rostro desaparece.

Otro día y Shigaraki sigue sin aparecer.

[...]

Son días de ensayos, largas conversaciones y un trabajo extenuante.

El miedo sigue ahí agitándose como una avecilla herida que busca escapar. El miedo ruge y se arremolina a la espera de que alguien se acerque a comprobar su identidad. Tiene miedo cuando los guardias lo miran o cuando camina entre el grupo alfa. Tiene miedo cada vez que sale y cada vez que vuelve, y aún así no se rinde.

Cada noche Izuku llega a dormir sin sueños, se despierta temprano para atender a sus pacientes y luego va a trabajar en los astilleros. Procura moverse entre los grupos en busca de nuevas personas que interrogar, es fácil hacerlo cuando los guardias solo se preocupan por contarlos y tenerlos calmados, así que Izuku cambia de sección en sección buscando alguien que pueda darle una pista sobre el paradero de Kacchan.

Tras muchos intentos encuentra a un alfa robusto con el pelo platino y unas cejas tupidas que si bien no conoce a Katsuki le ofrece una reacción inesperada cuando oye mencionar al príncipe.

—¡¿Conoces a Todoroki-ouji?!

—Sí, lo conozco, desembarco conmigo—la emoción de Izuku hace fluctuar su aroma enriqueciendo los contrastes y provocando que el alfa reaccione con el mismo ímpetu.

—¡¿Todoroki-ouji está aquí?!

—Sí, sí, ¿quién eres?

—Mi nombre es Tetsutetsu, ¿cómo es que conoces al príncipe?

—Es una historia muy larga y no tenemos tiempo, ¿eres tú uno de los guardias del príncipe? Sé que había cuatro de ustedes.

El dolor que cruza por la cara del alfa es indescriptible.

—Éramos cuatro, pero ahora solo quedo yo.

—¿Qué?

—No sé que sucedió. La última vez que los vi nos dividimos en dos grupos, uno viajo a la prisión en lo alto de las montañas y el otro a la prisión del valle. Kirishima y yo fuimos a las montañas, cuando llegamos nos separaron y no lo volví a ver. En la prisión me encontré con una chica omega que vivía en mi aldea, su nombre es Ibara Shiozaki, la convencí de que me ayudara a salir. Intento llevarme un cuchillo, pero la descubrieron y nos encerraron en las celdas. Yo...

El alfa se atraganta y un ramalazo de vergüenza cruza su rostro antes de que consiga controlarse.

—Ella y yo terminamos emparejándonos y nos trajeron aquí. No encontré a ninguno de mis amigos, pensé que ellos se habían quedado atrás pero después empezaron los rumores de que las prisiones se estaban cerrando. Llegaron más grupos, o al menos eso me han dicho, pero ninguno de mis compañeros está en mi cúpula y hasta el momento no he podido buscarlos.

—Shouto logró contactar a Kirishima, y Kirishima escribió de vuelta con noticias sobre el incienso y sus sospechas.

—¿Kirishima sigue vivo?

—Lo estaba entonces, tuvimos que marcharnos poco después, aún estaba en la prisión.

—Pero si no está aquí entonces está muerto. El rumor decía que aquellos sin pareja serían sacrificados.

—¿Puedes describirlos? Tal vez los haya visto.

Y Tetsutetsu lo hace, pero Izuku no consigue evocar a nadie con esas descripciones.

—Dime—murmura Tetsutetsu con el trozo de servilleta húmedo pegado contra su boca y sus ojos recorriendo al grupo alfa—¿cómo has logrado repeler al incienso?

—Me temo que es temporal y hasta el momento solo puedo hacerlo si primero te lavo para quitar los rastros de incienso de tu cuerpo. Si no lo hago así no funciona.

—¿Las feromonas omega combaten el incienso?

—Solo si no nos movemos y te mantengo limpio, pero empiezo a sospechar que tal vez si varios omega trabajan juntos sus feromonas sean suficientes para combatir al incienso.

—¿Por qué lo crees?

—El aroma a miel regula el ritmo cardiaco y activa la sensación de bienestar y calma, el incienso lo combina con algún tipo de droga que neutraliza la voluntad, pero el aroma de los omega es rico en contrastes que activan la naturaleza excitable de un alfa. Pueden calmarlo y estimularlo tan solo cambiando los contrastes de su aroma. Creo que si los omega consiguen coordinarse y unifican su esencia podrían crear una especie de capa protectora contra el incienso.

—No lo sé, he pasado mucho tiempo junto a mi omega, en ocasiones utilizaron el incienso para trasladarnos y aunque ella estaba ahí y su aroma era intenso, nunca pudo oponerse al incienso.

—Creo... creo que es porque tenía miedo.

—¿Miedo?

—Cuando los omegas tienen miedo su aroma se deteriora, es posible que en ese estado el remedio no funcione.

—Tu... tu no hueles a miedo.

—Lo mantengo bajo control, pero no es fácil... espera, ¿oyes eso? Los guardias regresan. Volveré a buscarte, mientras tanto hazme un favor y cuando vuelvas a tu cúpula, ¿puedes preguntarle al resto si conocen a Bakugou? Diles la descripción que te he dado e intenta averiguar si alguno de ellos lo ha visto.

—Lo haré, no te preocupes, ¿tienes alguna idea de cómo salir de aquí?

—Sé de alguien que conoce una salida.

[...]

Sus uñas escarban sin tregua la piel junto a su clavícula. Rasca con tanta saña que el tejido cicatrizado va adquiriendo un tono rojizo intenso. Cuando se aburre le da por recorrer el borde de su celda, ida y vuelta, estudiando la forma de los barrotes, el techo y el piso de tierra.

Lo único que se oye es el gruñido de las bestias que ocupan las celdas vecinas, eso hasta que distingue el inconfundible sonido de pasos acercándose.

—Ya era hora, Kurogiri

De pie frente a la puerta sus uñas vuelven a hurgar en la piel enrojecida.

—El General ha levantado tu castigo, Shigaraki—y mientras lo dice Kurogiri hace girar la llave que abre la reja—Puedes salir.

—¿El viejo me ha perdonado?

—El General espera que este castigo te permita controlar tus impulsos en un futuro.

—Esto no habría pasado si no hubieras decidido venderme.

—Tus decisiones fueron imprudentes. La destrucción de la aldea Ishiyama ha provocado que el Coronel Nezu se niegue a pagar su tributo y también ha solicitado que todos sus soldados le sean devueltos.

—Deberíamos matar a esa rata, nos ahorraríamos muchos problemas.

—El General lo está considerando, pero no puede ser un ataque abierto, no podemos permitir que el resto de los Coroneles decidan imitarlo.

Tomura se ríe entre dientes mientra se aleja de la jaula. Kurogiri lo sigue sin decir nada.

—¿Qué novedades hay?

—La flota de los salvajes se ha marchado, el General ha comenzado con los preparativos para cruzar el mar e iniciar con la conquista de Yuuei.

—Al fin.

—¿Han capturado al príncipe?

—Dabi encabeza el grupo que se encarga de su captura, aún no se han reportado.

—Y dudo que lo haga, cuando lo veas será porque llega con el príncipe salvaje, tal vez deba ir a buscarlo.

—Lo siento, Shigaraki, el General te ha dejado salir, pero tienes prohibido abandonar la Ciudadela hasta nuevo aviso.

—¿Por qué?

—Porque el General quiere que asumas el control de las fuerzas que zarparan hacia Yuuei.

Shigaraki se detiene y sonríe.

—Bien, en ese caso, encontraré algo aquí con que entretenerme.

[...]

—Necesito que me hables de la salida.

Hitoshi alza el rostro para recibir a Izuku mientras Neito se aparta de su regazo y se encoge en la esquina donde están las mantas que hacen su cama. Los dedos de Hitoshi caen sobre su pierna y se frotan entre sí.

—Bienvenido de vuelta, ¿has encontrado a la persona que buscabas?

—No, aún no, pero creo que estoy cerca, ahora necesito que me hables de la salida.

HItoshi le dirige una mirada a Neito cuyos ojos permanecen fijos en Izuku; su expresión es dura y afilada.

—Si lo que quieres es marcharte-

—Quiero que todos nos marchemos, dime, ¿dónde está la salida?

—En los túneles más profundos, en la zona conocida como la jaula.

—¿Qué hay ahí?

Vuelve a mirar a Neito quien lo mira ahora con una expresión rígida.

—Shinsou

Al oír la impaciencia de Izuku, Hitoshi suspira.

—Usualmente cuando algún alfa pierde a su omega el desbalance emocional, el estrés y la impotencia lo llevan a un estado feral. Es algo muy común entre los chicos que hay aquí, no están capacitados para manejar la ruptura de su vínculo empático de forma tan abrupta, así que enloquecen. Se los llevan a la jaula y ahí los dejan morir.

El aroma a menta se sacude, amargo y oscuro delata el miedo y el pánico que se agita en Izuku. Hitoshi espera hasta que el aroma es puesto bajo control antes de proseguir con su relato.

—Cuando algún alfa comete una infracción los envían ahí durante un periodo corto, no son muchos quienes tiene oportunidad de rebelarse, a veces intentan luchar para mantener a su cachorro si tiene la fortuna de estar presentes durante el parto, otros como yo intentan oponerse a que Shigaraki se lleve lo que es nuestro. Pasé unos días en la jaula cuando luche contra él porque intentaba llevarse la flor de Neito. Esa vez fracasé, pero a cambio descubrí que hay una salida allá abajo. Aunque la llamo jaula en realidad es una zona abierta que conduce a un túnel larguísimo que se pierde en las montañas. Los alfa ferales siguen el túnel y desaparecen, yo fui tras ellos.

—¿Escapaste?

—Si lo hubiera hecho no estaría aquí—responde Neito con una voz que se asemeja más a un latigazo—La salida es una trampa.

Los ojos de Izuku van de uno a otro esperando que alguien termine el relato. Hitoshi suspira, pero antes de que pueda explicarse Neito interviene.

—En el túnel habitan bestias Noumu y matan a todo aquel que intente cruzarlo.

—Podemos burlarlas—la mentira de Hitoshi se ha convertido en una respuesta automática, y la repite sin vergüenza—Podemos salir.

La respuesta de Neito siempre ha sido un 'No' seco y obcecado; para sorpresa de Hitoshi esta vez recibe una palabra llena de una ira amarga.

—Mientes.

Izuku deja entrever su confusión, el miedo vuelve a sacudirse en la celda, pero Hitoshi solo tiene ojos para Neito.

—Dijiste que había una salida—murmura Izuku con voz frágil.

—Hay una salida—irrumpe Neito con voz fría—¿no lo entiendes? Los omega se encargan de los campos de cultivo que están en el exterior, las huertas custodiadas por esas bestias, porque esas cosas no los atacan. Solo un omega podría atravesar ese túnel y salir con vida, eso si las bestias no intentan impedir que te marches.

El asombro deja a Hitoshi mudo y tras un momento consigue decir:

—¿Lo sabías?

—¿Crees que soy estúpido?,—es la respuesta afilada—Sé que quieres convencerme para que me vaya sin ti. Sé que quieres hacerme creer que podremos irnos juntos cuando en realidad estás dispuesto a morir aquí como un imbécil.

¿Por eso nunca te has querido ir?

No se atreve a formular la pregunta en voz alta, pero antes de que consiga decir algo Izuku vuelve a intervenir para recordarles que él sigue ahí.

—Aunque solamente los omega puedan huir es una salida y tenemos que considerarla. Si los omega se marchan, el grupo alfa tendrían el camino libre para luchar.

—Ningún omega querrá irse—responde Hitoshi—especialmente no aquellos cuyos hijos siguen aquí. No abandonaran a sus cachorros.

La respuesta de Izuku no es la que se espera.

—¿Y si los cachorros están muertos?

La pregunta provoca que algo dentro de Hitoshi cristalice y al mismo tiempo el miedo de Neito se agita con fuerza.

—¿Tienes pruebas?,—pregunta Neito

—No, pero puedo conseguirlas.

—¿Qué piensas hacer?

El aroma a menta se enrosca al alrededor de su dueño, Hitoshi puede detectar el miedo, intenso y potente, que emana de él; pese a eso la expresión de Izuku rezuma decisión y firmeza.

—Iré a buscarlos.

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