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Capitulo 3: El Cuarto Intento


Sinpsis: Izuku inicia el regreso a casa, pero las despedidas son amargas y los recuerdos aún más. 

Notas: (Heat) Básicamente se refiere a la época de celo de los omegas. No quise poner la traducción en español porque no me gusta cómo suena, así que preferí la palabra ciclo. Se refiere a la época en que son más fértiles y tiene más posibilidades para procrear. Hay muchos criterios sobre cuánto tiempo dura, cada cuando sucede, o cuál es el comportamiento de los omegas durante esa etapa, hay muchas ideas al respecto. En todo caso iré dando detalles poco a poco para no abrumar demasiado.

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Se despertó con dolor de cabeza y tardó un momento en comprender que sí, la lámpara sobre su cabeza se movía y que eso no era resultado de su imaginación. Tampoco se estaba imaginando los barrotes que había junto a su cara.

—Hue—murmuró con la boca seca. Intentó levantarse, pero solo consiguió girar sintiendo que su cabeza latía como un corazón gigante.

—¿Estás bien?,—pregunto otro chico, sentado junto a él, un omega de su aldea dos años mayor que él.

—¿Dónde?

—En un barco—murmuró alguien más.

Izuku cerró los ojos y se concentró en calmar el dolor de su cabeza. Se tocó el chichón y masajeó el contorno pese a los escalofríos que recorrieron su cuerpo al hacerlo. Cuando logró calmar el mareo se levantó lentamente. Había otros ocho omega en su jaula. Todos de su aldea. Había cuatro jaulas ahí, y en todas ellas había omegas de todas las edades. Izuku contó no menos de quince rostros desconocidos.

Ninguno de ellos era Katsuki.

Al principio sintió alivio, porque si el rubio no estaba ahí no cabía duda de que lo habían dejado atrás. "Sigue en casa", pensó, y fue casi absurdo sentir que ese consuelo conseguía tranquilizarlo; pero la calma no duró demasiado. El cuarto olía a estrés. El miedo de los omega se había dispersado por todo el compartimiento llenándolo de un aroma amargo. Era imposible conservar la calma en esas circunstancias. Izuku lo intentó. Intentó no pensar en la sangre, intentó no pensar en el cuerpo de su amigo inconsciente.

"Había demasiada sangre" se dice e inmediatamente sacudió la cabeza. "No. Kacchan está bien. Solo fue un golpe. Alguien lo habrá encontrado. Mis padres lo habrán atendido. Va a recuperarse. No es la primera vez que se abre la cabeza. Y cuando despierte les dirá a todos lo qué pasó. Mitsuki y el resto lo sabrán"

Izuku salió de su trance cuando Toru se apretó junto a él, solo entonces el muchacho se dio cuenta de que había estado murmurando en voz alta.

—¿Vendrán a buscarnos?,—preguntó la chica apoyando su cabeza en el hombro de Izuku.

La respuesta fue inmediata—Vendrán.

"Kacchan vendrá" se dijo Izuku para sí, lleno de una confianza ciega. Y cuando lo hiciera Izuku lo estaría esperando.

[...]

Los omegas se amontonaron en pequeños grupos intentando darse consuelo. El enviciado ambiente se aligeró pero aún apestaba a miedo, incertidumbre y zozobra. Izuku respiraba y cada inhalación hacía tambalear su certeza de que Katsuki lo buscaría. Cayó en un sueño intranquilo. Soñó con Katsuki cubierto de sangre, soñó con su piel blanca deshaciéndose entre sus dedos. Su miedo se unió al de los otros y cuando ellos empezaron a llorar, no tuvo fuerza para detener sus lágrimas.

[...]

No los dejaban salir para ir al baño así que pronto el cuarto se llenó del aroma a orines, mierda y vomito. Izuku y el resto utilizaron una esquina de la jaula como baño y se amontonaron en la otra. Recibían comida una vez al día. Como sus raciones eran diminutas y se limitaban al pan y al agua, el baño empezó a utilizarse con menos frecuencia. Todos empezaron a mostrar signos de desgaste y agotamiento. Dormían más, se movían menos. Solo hacía falta que uno empezara a llorar para que el resto lo imitara.

Pese a todo era un consuelo estar rodeado del aroma de sus compañeros. Izuku despertaba en una pila de brazos y piernas, intentando rescatar el aroma de su hogar.

[...]

Izuku se despertó con nauseas. El barco se mecía con tal violencia que una de las lámparas que colgaba de la pared salió disparada y se estrelló en el suelo. El aceite se desparramó sobre la madera y el fuego se extendió sin control.

Todos los omega comenzaron a gritar.

No pasó mucho tiempo antes de que uno de los guardias bajara a investigar el alboroto. Al ver el fuego salió corriendo y volvió cargando dos cubetas con agua. Era casi gracioso verlo tambalearse por culpa del barco, pero al final consiguió apagar el fuego. Cuando terminó se dio la vuelta para marcharse pero justo en ese momento la nave entera se sacudió con violencia y todas las jaulas se desplazaron.

Una de ellas se estrelló contra el guardia y el hombre rebotó hacia la pared donde su cabeza emitió un fuerte 'Plop'.

—Las llaves—gritó Izuku al verlo en el suelo.

De inmediato uno de los omegas adultos que estaba en la jaula sacó los brazos de los barrotes y tras una breve vacilación comenzó a buscar en los bolsillos del hombre inconsciente. En cuanto encontró las llaves probó cada una hasta encontrar la que abría su jaula.

Los omegas salieron. Otra violenta sacudida los envío al suelo y los hizo desplazarse hasta la pared. El adulto, que había tenido la rapidez para sujetarse de la jaula, se tambaleó pero mantuvo la vertical. Con muchísimo cuidado fue desplazándose de jaula en jaula abriendo las puertas. Todos los omegas empezaron a moverse lentamente, algunos a gatas, otros sujetándose de las jaulas, pero las sacudidas iban creciendo en intensidad. Y no solo era eso, con cada violenta sacudida el agua que iba entrando por las escaleras se acumulaba hasta alcanzar una profundidad de dos dedos. Después cubrió sus tobillos y seguía aumentando.

Los omegas tropezaron y cayeron. Sus cuerpos se deslizaron de izquierda a derecha. Izuku, que se sujetaba de una de las jaulas, espero hasta que el movimiento del barco se inclinó hacia la derecha y entonces se soltó. Chocó contra otro omega pero consiguió llegar hasta la esquina más cercana a la puerta.

Otra violenta sacudida, la peor de todas, desplazo las jaulas, todas se movieron como un grupo completo hasta estrellarse en la pared opuesta. La marejada de agua que entro por las escaleras fue más pronunciada.

Y no se detuvo.

Aferrándose a la argolla incrustada en la pared de madera, Izuku notó que el agua empezaba a llegarle a la cintura, después al pecho y para cuando alcanzó su cabeza se soltó. Flotó y espero hasta que su cabeza toco el techo. De reojo vio a varios omegas siguiendo su ejemplo. Entonces inhalo profundamente y se sumergió.

Nadó hasta la puerta. Pataleó con fuerza, y pese a que se sentía débil y exhausto, no se dio por vencido. Nadó por las escaleras esperando salir pero cuando lo hizo encontró que no había aire o cielo. Estaban bajo el mar.

Izuku nadó. Pataleó hasta que sintió calambres en las piernas. Braceó hasta que sus hombros se convirtieron en fuego. Su cabeza atravesó la superficie y su reacción inmediata fue abrir la boca y respirar. Cuando una ola se estrelló contra su cara volvió a hundirse. Emergió presa de toses y con la sensación lacerante de haber tragado agua en contra de su voluntad.

Luchó por mantenerse a flote, pero ola tras ola lo hundía sin remedio. En un momento algo duro se estrelló contra su cara, el golpe lo sacudió y extendió la mano para aferrarlo. Se le escapó entre los dedos, e Izuku utilizo el resto de sus fuerzas para ir tras el trozo de madera que se alejaba de él. En cuanto lo tuvo a su alcance se aferró y lo utilizo como flotador.

Más exhausto que nunca, Izuku se tomó un momento para respirar. El mar embravecido no dejaba de elevarse hasta caer con una potencia terrible. La lluvia caía con fuerza, fría e implacable. El viento emitía rugidos como los de una bestia furiosa. Y en el cielo destellaban luces, una tras otra, acompañadas de un bramido ensordecedor. Cuando Izuku miró a su alrededor, esperando ver a otros omegas emergiendo del mar, solo vio agua, olas blancas balanceándose contra él. No había rastro del barco, su tripulación, ni de la mercancía que llevaban en la bodega.

Izuku estaba solo.

Cerró los ojos y apoyo la mejilla contra la tabla. Pensó en su hogar y dejo que la dulce nostalgia lo invadiera. Lloró en silencio despidiéndose de sus padres, de sus amigos, de Katsuki.

"No seas debilucho"

La frase sonó clara y fresca en su mente. Podía recordar los matices de esa voz sin esfuerzo. Podía ver la sonrisa confiada y la expresión rebosante de presunción.

Katsuki siempre había sido brillante, había sido el primero en obtener su flor, había iniciado su entrenamiento antes que ningún otro, tenía manos diestras para empuñar cuchillos y hacer nudos, era rápido y ágil y se había convertido en la estrella que guiaba su vida. Izuku quería estar a su altura, quería ser lo que Katsuki era para él.

Las manos de Izuku se aferraron a la tabla sin dudar, abrió los ojos y luchó contra el sueño, el hambre y el cansancio. Mientras la lluvia rugía sobre él, Izuku se juró no rendirse.

—El ajenjo es amargo—murmuró para sí mientras el viento seguía soplando—Tiene hojas largas de un verde oscuro. Sirve para calmar los dolores del estómago. La albahaca...

Con la tormenta azotando por encima de su cabeza, Izuku continúo enumerando las plantas que conocía. Recito una a una sus características, sus utilidades, su forma. Las imagino e intento recordar el aroma de cada una.

Cuando terminó de recitar todas las plantas que se sabía de memoria volvió empezar. Sabía que nunca podría volver a ver a Katsuki si se rendía.

[...]

Cuando volvió en sí la tormenta había terminado, ni siquiera recordaba haberse desmayado. Despertó frente a un cielo azul, brillante y despejado. Despertó con el cuerpo entumido y la cabeza llena de ruido. Despertó bajo el escrutinio de unos grandes ojos negros. Cuando vio que junto a ella había otra persona con la cabeza de un pájaro, Izuku empezó a gritar.

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Izuku abre los ojos y lo primero que ve son los familiares ojos negros, la delgada cara cuadrada y la pequeña nariz. Esta vez sonríe.

—Hola, Tsuyuchan—sonríe mientras trata de identificar la hora del día por la posición del sol—No sabía que ibas a venir hoy.

—Vine a recolectar moluscos, no pensé que fuera a encontrarte aquí. Es más de media tarde.

—¿De verdad?,—se endereza despacio, desentumiendo su espalda—Estuve trabajando en las velas, pero me quedé dormido.

—Sabes que no puedes quedarte en la playa, Zuchan. Es peligroso si alguien más te encuentra.

—Cerré los ojos un momento, ni siquiera me di cuenta de que había pasado tanto tiempo. Empezaré a empacar mis cosas.

—Te ayudaría, pero debo darme prisa. Mi hermana vendrá a buscarme si no regreso pronto.

—Está bien, si quieres te ayudaré para que no te retrases—Izuku toma el cubo que la muchacha lleva y se pasan la siguiente media hora con los pies metidos en el mar—¿El toque de queda aún está vigente?

—Durará hasta que lleguen las tropas del rey.

—¿Cuánto falta? ¿Una semana?

—La carta de reclutamiento llegó hace dos semanas. Así que otras dos antes de que el primer grupo llegue. Fumikage me ha dicho que piensas marcharte para entonces. ¿Estás seguro de que es una buena idea? Podrías hacer lo mismo que haces todos los años.

—Me internaré en el bosque cuando mi ciclo llegue. Tengo todo listo. Comida, agua y mantas; pero no quiero arriesgarme a que alguno de los soldados encuentre el barco. Si lo hallan harán preguntas, o peor aún, se lo llevaran.

—Fumikage dice...

—Lo sé. Se ha ofrecido a responsabilizarse por él en caso de que lo encuentren, pero es un riesgo que no quiero correr. No puedo pasarme otro año construyendo uno nuevo.

—Lo has hecho antes.

—Sí, pero este es el primero que no se hundió durante los viajes de prueba. Es el mejor que he hecho hasta ahora.

—¿Estás seguro de que resistirá el viaje?

—Eso espero.

—¿No has hecho alteraciones en la ruta?

—Según los mapas que Tokoyami me consiguió, estamos al sureste del Mar Interior. Del otro lado del mar está el reino Yuuei. Si consigo llegar hasta ahí y bordeo sus costas, llegare hasta el extremo sur del continente. Desde ahí debo seguir en dirección suroeste hasta llegar al grupo de islas Kohei. Una de esas islas es mi hogar.

—Cruzar el Mar Interior no es fácil. Abundan las tormentas y hay serpientes de agua. Quienes lo cruzan usan barcos inmensos para que la travesía resulte exitosa. Creo que sería mejor que no te separaras de la costa. Si la sigues rodearas el mar y llegaras de todos modos al otro extremo.

—Es una opción, todavía no la descarto. Podría alejarme de la costa lo suficiente para evitar ser visto por tierra. Si me topó con una tormenta podré acercarme a la costa y esperar que pase. Es sin duda una opción viable. Pero si lo hago tendría que atravesar cerca del castillo Overhaul, y sabemos que tú rey no soporta a los de mi raza. Si me atrapan me matarán. Aun suponiendo que pase sin ser visto, inmediatamente después están las tierras del General y sabemos que su puerto siempre está abierto. No podré cruzar con el barco, podría abandonar el bote antes de llegar al puerto y probar suerte por tierra, pero aun si consigo cruzar el territorio sin que me atrapen, tendré que atravesar la zona en guerra... —Izuku se detiene y se gira hacia ella—Lo siento, me deje llevar.

—No te preocupes. Me alegra ver que has considerado todos los posibles escenarios, pero aun así creo que atravesar el Mar en ese barco es arriesgado.

—Gracias por tu preocupación, Tsuyu, pero es algo que tengo que hacer.

Una vez que terminan de recolectar los moluscos, Tsuyu lo ayuda a recoger sus cosas y a esconder la pequeña embarcación bajo hojas y ramas. Inician el camino de vuelta y antes de separarse, Tsuyu suspira.

—¿Fumikage te lo dijo?

—¿Qué su nombre está en la lista de reclutamiento? Sí. Me lo dijo. También me dijo que planeabas alistarte para evitar que tu hermano tengo que hacerlo.

—Samidare es demasiado joven. Mi madre se moriría de dolor si tuviera que verlo partir.

—También le dolerá perderte a ti.

—Soy la mayor, es mi deber. Tal vez para el siguiente año la guerra haya terminado.

—¿Esas son las noticias que llegan?

La muchacha suspira.

—Se dice que el General y nuestro rey han iniciado los trámites de una alianza.

—¿Por eso el reclutamiento de este año es más exhaustivo?

—Se dice que nuestro rey enviará tropas de apoyo para el General. Supongo que con ambas fuerzas planean oponerse al rey de Yuuei.

Izuku se frota distraídamente la nariz.

—Si los dos reinos de la zona oeste se unen, nadie estará a salvo.

—Debes tener cuidado, Zuchan. El General ha convencido a nuestro rey de entregar a cualquiera que porte flores en su cuerpo. Han decidido ayudar en la construcción de navíos. Si alguno de sus barcos te encuentra, no habrá escapatoria.

Izuku sacude la cabeza.

—Es un riesgo que tomaré. No puedo quedarme toda mi vida aquí, escondido en el bosque, esperando que nadie me encuentre. Agradezco la preocupación que Tokoyami y tú sienten, pero cuando se vayan no quedará nadie que sepa que estoy aquí. No soporto pensar que no volveré a ver mi hogar. Tengo que irme. Tengo que arriesgarme.

La muchacha asiente e Izuku se aleja de ella ofreciéndole otra triste sonrisa.

[...]

El ciclo de Izuku llega y se va. Lo deja exhausto, insatisfecho y con la mente llena de recuerdos: El aroma a madera y humo, la sensación fantasmal de la piel alabastrina, la sonrisa condescendiente, y el rojo brillante de los gladiolos.

El recuerdo de Katsuki es radiante y caliente. Izuku se toca pensando en él, murmura su nombre hasta que pierde sentido y se frota hasta que su cuerpo se derrite una y otra vez. Y aún entonces nunca es suficiente.

[...]

El cielo es de un gris claro cuando Fumikage y Tsuyu llegan a la playa para despedirse. Entre los tres transportan la comida, la ropa, las mantas, las botellas con infusiones y el agua.

—Zuchan—dice la muchacha cuando al terminar se detiene a observar a su amigo—¿Qué es eso?

Al ver que señala su tobillo, Izuku levanta su pantalón para mostrar su obra de arte.

—La hice yo

Una hermosa orquídea blanca destellaba justo sobre el hueso de su tobillo, de ella nacen líneas verdes que envuelven su pierna.

—No es perfecta, pero creo que servirá.

—¿No se despinta?,—pregunto Fumikage.

—Si la mojo y la froto se irá. Si permanece mojada durante mucho tiempo la tinta se correrá. Pero pretendo envolver mi pierna con vendas. Así evitaré que se moje y servirá como distracción.

—¿Has cargado con suficiente loción?

—Toda la que he podido. De todos modos ustedes no pueden reconocernos por nuestro aroma.

—Pero podemos rastrearlos.

—Lo sé. En fin. Tengo todo lo que necesito. Llevo también algunas plantas por si me mareo, me enfermó o me hago una herida. Creo que estoy listo.

Vuelven a abrazarse, ofreciendo consejos, consuelo y buena suerte. Cuando el sol ha terminado de salir, Izuku les abraza por última vez.

—Gracias por rescatarme—les dice apretando con fuerza—Gracias por ayudarme cuando no tenía nada. Gracias por la comida. Gracias por la compañía. Gracias por no entregarme.

Tsuyu llora silenciosamente mientras murmura—Cuídate, Zuchan. Deseo de corazón que consigas volver a tu hogar.

—Gracias, Tsuyu. Si puedo, algún día espero volver.

Fumikage no llora pero su expresión es de honda tristeza.

—Con suerte, Zuchan, no volverás a ver a ninguno de los nuestros jamás.

Los dos amigos empujan la pequeña embarcación mientras Izuku se alista con los remos. Agita las manos hasta que las siluetas de la playa se empequeñecen. Después se gira hacia el mar.

—Aquí vamos.

[...]

El primer día el viento es favorable. Izuku suelta las velas y guía su navío tomando como referencia al sol. Avanza a buen ritmo, y cuando no hay viento procura pescar para mantener sus reservas de comida, aunque sabe que comer regularmente pescado crudo puede ser peligroso.

El sol es insoportable, así que Izuku se envuelve la cabeza con una de sus camisas y se desnuda. Duerme a intervalos, siempre cuidando que su bote no se aleje de la línea imaginaría que ha trazado. Cuando llueve consigue reunir agua dentro de una de las ollas que lleva y cada día que pasa hace un conteo de su comida, de los días que lleva viajando y procura ajustar sus raciones según lo necesite.

Según sus cálculos no va ni a la mitad de su viaje cuando se topa con su primer tormenta. No es terrible, pero agita el mar con furia, y las olas frías golpean contra su embarcación con tal fuerza que Izuku se ve en la necesidad de amarrarse al mástil para evitar caer. Las náuseas lo sacuden y la experiencia en general es terrible.

Cuando la tormenta finalmente se calma, Izuku se haya exhausto. Su primer pensamiento es asegurarse de que sus cosas siguen a salvo, tarda lo que parece una eternidad en su inventario y cuando finalmente termina y se prepara para retomar su rumbo se percata de la sombra negra que destella en el horizonte. Y no es la única, detrás de ella empiezan a distinguirse otra.

El estómago de Izuku se contrae de pánico.

[...]

Lo primero que hace es vestirse. Las manos le tiemblan tanto que no consigue colocarse sus vendas a la primera. El miedo late dentro de él con fuerza, pero Izuku se muerde la boca, utiliza sus ejercicios de respiración para calmarse y reinicia su labor. Se pone sus pantalones, su camisola, su chaleco y procura doblar su pantalón para dejar su tobillo vendado a la vista. Después de eso iza las velas, aunque por desgracia para él no hay viento.

Izuku maldice.

La sombra negra avanza a una velocidad asombrosa y sus contornos no tardan en distinguirse. Detrás de él vienen otras tres embarcaciones. Una detrás de otra.

Izuku usa los remos para iniciar la retirada, pero el vigía del primer barco debe tener una vista excelente porque el barco ha modificado ligeramente su ruta y ahora enfila directamente hacia él. Queriendo evitar una colisión, que sin duda acabaría con su barco partido en dos, Izuku se las arregla para moverse en línea paralela al buque. Está esperando que la velocidad del buque le impida detenerse y él consiga alejarse antes de que los otros reaccionen, pero el deseo es en vano porque se da cuenta de que el barco inició su desaceleración desde el mismo momento en que corrigió su ruta.

En cuanto el bote de Izuku pasa cerca del barco largas cuerdas caen desde la barandilla. Izuku intenta usar el remo para alejarse pero antes de que su barco empiece a moverse, uno de los hombres de abordo salta usando las cuerdas y cae sobre su embarcación.

El golpe sacude el barco e Izuku se dobla sobre el borde a causa del movimiento. Suelta el remo sin querer, y cuando intenta empuñar el otro para defenderse el intruso lo sujeta del cabello. Otro intruso cae desde el buque y mientras el primero de ellos usa las cuerdas para ascender llevando a Izuku como un costal de papas, el otro se entretiene metiendo todas sus pertenencias en varios costales.

El ataque no toma más de diez minutos, y pese a la situación, Izuku se sorprende de la eficiencia.

El atacante deja caer a Izuku con fuerza y el muchacho gruñe cuando su brazo recibe todo el peso de su cuerpo. Antes de que consiga decir nada, manos extrañas lo giran e intentan desgarrar su chaleco. Izuku lucha y patea, pero el hombre de piel cobre es muchísimo más fuerte; es entonces que una voz cerca de él dice.

—Déjalo ya. Es un obrero—una mano aferra la pierna de Izuku y el muchacho reza porque su engaño funcione. Al parecer lo hace porque la mano lo suelta y su atacante lo iza como si fuera un niño.

Izuku mira a su alrededor, estudiando los rostros. Muchos de ellos tienen características animales, pero hay otros, como el hombre que lo sostienen, cuya única diferencia es el color de su piel.

—Ponlo en la bodega—la voz pertenece a un hombre pequeño con los ojos de un hombre pero con el pico de un ave—Y el resto a trabajar. Vuelvan a avivar las calderas. Máxima velocidad.

Justo en ese momento un espantoso estruendo resuena en la lejanía. Izuku se gira para mirar hacia el horizonte. A lo lejos el segundo y el tercer barco parecen haberse estrellado, pero después de una concienzuda observación, Izuku se da cuenta de que el segundo barco se encuentra en llamas mientras que el tercero parece entero. Más aún, cuando Izuku los estudia distingue que ni siquiera son del mismo tipo de barco. El que se quema tiene un solo mástil, mientras que el otro tiene tres; y la bandera que se agita sobre ellos es diferente.

Escucha una maldición de alguien de la tripulación y el hombre pequeño empieza a gritar.

—¡Vamos, muévanse! ¡Quiero que esta cosa se mueva! A menos que quieran disfrutar de la maldita hospitalidad de los salvajes.

Lo último que Izuku ve antes de que lo metan en la bodega es que el cuarto barco, el que viene detrás de todos, pasa de largo a los otros dos y enfila directamente hacia ellos. Al igual que el tercer barco, el último tiene tres mástiles y encima de uno de ellos ondea una bandera gris y roja.

[...]

Izuku se espera las jaulas, pero a diferencia de las que conoció cuando lo arrancaron de su hogar, estas celdas son individuales. La bodega está llena de pequeñas jaulas, la mayoría de ellas llenas. A Izuku le basta una inspiración para saber que todas las personas que están ahí son alfa. No hay ni un solo beta a bordo.

Dentro de su jaula, Izuku se acomoda su ropa e intenta no retorcerse de ansiedad. Es difícil hacerlo cuando todo el compartimiento está lleno de ira. Los alfa, aunque jóvenes, exudan advertencias y furia, Izuku los huele y entiende porque ellos, a diferencia de los omega, van en espacios separados. Huelen a encierro, a violencia. Izuku siente la urgencia de hacerse pelotita, de suplicar perdón. Tiene la tentación de liberar feromonas para calmarlos, pero se muerde la mano y entierra la nariz en su ropa.

Su ropa huele a flores. Flores y plantas. Se concentra en el aroma y procura no mirar a nadie. El alfa que está en la celda de junto le habla:

—¿De dónde has salido?—su tono es acerado, por su cara no tiene más de quince años, pero sus dientes parecen aterradores y sus ojos destellan peligro.

—Viajaba en mi barco—explica intentando mantener la voz firme—Me aleje de la costa y me capturaron.

El alfa aspira varias veces seguidas.

—No eres un alfa—gruñe.

—S-soy un beta.

—Tampoco hueles como uno.

—Soy sanador. Hago pastas y medicinas con plantas. Seguramente huelo a eso.

El alfa vuelve a aspirar—Sí... huelo las flores.

—¿Qué fue el estruendo que se oyó?,—pregunta otro alfa, el muchacho cuya jaula está justo frente a la de Izuku.

—Un barco... había un barco quemándose.

—¿Cuál?

—No lo sé... ¿no todos son iguales?

—¡No! ¡Los demonios atacaron nuestra villa pero la flota del rey los persigue, hemos estado escuchando sus cuernos de advertencia desde que hace dos días! Es cuestión de tiempo antes de que nos alcancen.

—Están cerca—explica Izuku para después detallarles la escena que vio mientras estaba en cubierta.

—¿El barco de los omega estaba en llamas?,—pregunta alguien e Izuku se gira hacia la voz pero no sabe de donde proviene.

—¿Barco de los omegas?,—inquiere mirando hacia todos lados.

—¿De dónde eres que no lo sabes?

Izuku se atraganta—De las islas de Kohei—responde con voz seca—Atacaron a mi aldea hace algunos años, pero nunca supe que...

Uno de los alfas lo corta con un ademan—Los demonios siempre usan dos barcos. Uno para alfas y uno para omegas. Si la flota del rey ha conseguido abordar el barco, entonces los omegas estarán a salvo.

Hay murmullos de emoción entre los muchachos. Izuku nota que la ira se atenúa. Sin duda muchos de ellos agradecen saber que sus amigos, hermanos o futuros prometidos, ahora están a salvo; pero hay algo que sacude a Izuku de pie a cabeza.

—¿Cuántos barcos de la flota había?,—pregunta alguien e Izuku reacciona con lentitud.

—Vi dos—murmura sin fuerza—Uno se quedó con el barco en llamas, el otro viene detrás.

Hay gritos de emoción, el compartimiento se inunda de energía, de arrebato, pero Izuku no presta atención. No puede dejar de pensar. Barco de omegas. Barco de alfas. Su corazón se retuerce. No, piensa con desesperación. Kacchan está en casa. Está en casa; pero incluso mientras se lo repite no deja de ver el cuerpo de Katsuki inconsciente. No deja de recordar el agua llenando la bodega, no deja de pensar en el mar embravecido.

Dos barcos, se repite. No vi otro barco.

Dos barcos. No había otro barco.

Los dos barcos... ¿Se hundieron?

Izuku se tapa la boca, retrocede hasta la esquina de su jaula, se tensa para controlarse y deja que las lágrimas se desborden. Silenciosas, amargas y saladas.

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