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Capítulo 24: Estrellas en la Oscuridad


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Sinopsis: Su presencia eleva el espíritu del grupo. Su pasión se extiende a su alrededor. Ambos son estrellas en la oscuridad.

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—¿Cómo te sientes, Fumichan?

Tsuyu Asui desciende por las escaleras ligeramente encorvada, lleva en una mano un balde y en la otra, que utiliza para equilibrarse en la pared, un montón de trapos viejos. La habitación consta de dos literas, a la derecha, en la cama inferior, un bulto oscuro se agita cada vez que el barco se sacude.

—Te traje un cubo.

La persona oculta bajo las mantas gruñe, se revuelve y finalmente se asoma. En cuanto ve el balde que Tsuyu coloca junto a la almohada se acerca y vomita sin vergüenza alguna. Al terminar apoya el rostro contra el borde y cierra los ojos esforzándose por respirar.

—Creo que te convendría salir un rato a respirar aire fresco—dice Tsuyu sentándose en el suelo junto a la litera—Aquí abajo el movimiento es peor.

—Ugh—vomita de nuevo y abraza el cubo contra su pecho.

—Bueno, si te decides avísame y te ayudaré a subir las escaleras.

Fumikage mantiene la cara sobre el cubo y Tsuyu aparta los ojos para ofrecerle privacidad. Toma uno de los trapos y empieza a limpiar sus botas. No están sucias ya que llevan días en el mar, pero a falta de cosas que hacer, Tsuyu encuentra conforte en una tarea simple: Cuidar del único recuerdo que guarda de su familia.

Trabaja en silencio, con un cuidado que raya en la obsesión. Toma la punta del trapo y frota cada superficie, dos o hasta tres veces. Se asegura de eliminar cualquier rastro de polvo hasta que cada pieza reluce como si fuera nueva.

—Vas a desgastarlas de tanto frotarlas.

Tsuyu se gira para mirar a su amigo. Fumikage tiene los ojos vidriosos y una expresión desdichada, pero al menos ha dejado de vomitar y parece lo suficientemente compuesto para hablar.

—¿Quieres que llame al médico?

—No, estoy bien... solo... tengo la sensación de haber tragado mierda. Ugh. Detesto el mar.

—Toma, comete esto, te ayudará a sentirte mejor y mitigará el sabor de la boca.

—Uhg—tuerce el gesto al ver el pequeño envoltorio de papel—No estoy seguro. No quiero tener que vomitarlo después.

—Vamos, come. Te hará bien.

—Uhm—toma el paquete y lo desenvuelve—¿qué es?,—acerca las hojas a su nariz—¿menta?

—Sí, bañé las hojas en azúcar. Mastícalas un rato y te sentirás mejor.

Fumikage obedece y durante un rato el camarote permanece silencioso.

—Funciona.

—Lo sé.

—¿Cómo?

—Zuchan decía que eran buenas para mitigar los mareos. Me lo enseñó mientras hacia su lista de provisiones. Él también las empacó.

El recuerdo de Izuku vuelve a dejar al camarote en silencio, esta vez cargado de una pizca de nostalgia.

—Estará bien—dice Fumikage de pronto como si pudiera oír la incertidumbre que late dentro de Tsuyu.

—¿Lo crees de verdad?

—Se preparó a conciencia. Incluso si ocurre lo peor y es capturado, me aseguré de que pudiera contar con ayuda. Shoji me dio su palabra de vigilar la prisión beta. Conoce el santo y seña. Y se asegurará de aprovechar cualquier oportunidad que pueda presentarse para ayudar a Izuku.

—Pero el mar... solo hemos visto una tormenta hasta ahora y ha sido terrible. Una tormenta hundió el barco que lo transportaba hace años. Sin mencionar las serpientes marinas. Una de esas cosas estuvo a punto de hundir a uno de los barcos que iba en la avanzada. Zuchan no habría tenido oportunidad contra una de ellas.

—Izuku trazó su ruta asegurándose de mantenerse alejado de sus zonas de caza. Esa era la razón por la cual planeaba acercarse a Yuuei en lugar de poner rumbo directo hacia Kohei. Si todo salió según el plan ahora mismo es probable que haya llegado a Yuuei, puede que incluso esté ya rumbo a las islas.

Tsuyu se frota las manos y sacude la cabeza; mira hacia la puerta y cuando se asegura de que no hay moros en la cosa dice:

—¿De qué servirá?,—murmura con expresión tormentosa—Aún si ahora está a salvo, ¿qué pasará cuando lleguemos allá?

—Tsuyu...

—Tendremos que luchar. Yo...

—No lo digas.

—...no quiero luchar contra ellos.

—Son órdenes del rey.

—El rey sigue en casa. El rey está enfermo. Son las órdenes del príncipe.

—El príncipe de Chisaki es nuestro gobernante.

—Lo sé... pero-

—Shh

El corazón de Tsuyu se encoge al detectar pasos en el pasillo, contiene el aliento para inmediatamente soltarlo cuando las pisadas se alejan del camarote.

—No deberías repetir lo que me has dicho.

Lo sé, piensa ella con tristeza. No solo arriesga su vida, sino también la de su familia. El rey siempre fue severo, pero justo y su hijo... su hijo no tolera ninguna clase de insurrección.

—Cuando llegaron los rumores de la guerra—dice Tsuyu después de un momento—pensé que tendría que luchar para defender nuestro hogar. Estaba bien con eso. Pensé que nos enviarían a Hosu como refuerzos contra ellos. Me había hecho a la idea. Pero nunca creí que nos enviarían al otro lado del mar a conquistar sus tierras.

—Ellos enviaron a su ejército primero.

—Deberíamos estar luchando contra ellos entonces, ¿por qué tenemos que estar aquí?

—Porque somos soldados. Porque somos leales a nuestro rey.

Tsuyu se apoya contra la cama y su cabeza se deja caer sobre el colchón.

—No quiero estar aquí—murmura Tsuyu mirando el techo fijamente—¿Es traición si me niego a luchar?

—Tendremos que luchar. Es luchar o morir. Vamos a invadir sus tierras, ellos van a defenderse. Y cuando nos encontremos en el campo de batalla, no se detendrán a preguntarnos si estamos de acuerdo con esto.

Tsuyu lo mira, se abraza a si misma y encoge las piernas hasta convertirse en un nudo pequeñito.

—¿Hay alguna forma de detener esta guerra?

—No lo sé.

—Si no hubiéramos conocido a Izuku, ¿aborreceríamos a su raza?

—Probablemente.

—Si todos conocieran a Izuku...

—Izuku no está.

—Pero no es el único... si alguno de ellos... si uno de ellos...

—Nos odian.

—Porque el General les ha hecho daño, si él no existiera...

—Calla. Que no te oigan hablando así. Recuerda lo que sucedió con Itto. El General no es nuestro rey, pero es su aliado. Y nuestro señor le ha jurado lealtad.

Tsuyu cierra los ojos, se encoge y finalmente llora, en silencio, sin moverse. Sus lagrimas se deslizan por su mejilla hasta empapar la sabana de Fumikage.

—Quiero volver a casa.

[...]

El corazón de Taishiro Toyomitsu se encoge al divisar la Flota Real, o lo que queda de ella. La persona que lo recibe es Tensei Iida, el alfa de mayor rango en toda esa sección.

Taishiro no pierde tiempo en presentaciones—¿Qué pasó?

Tensei se envara en su lugar ante el tono acerado del alfa y responde sin perder tiempo.

—El plan inicial había sido desmantelar el embarcadero, pero al descender no encontramos a nadie. Todos los civiles se habían ido y no había fuerza defensiva. El Consejo temió una emboscada así que ordenó la retirada. Tras una breve reunión el Consejo decidió subir por el canal para eliminar los puertos que se encuentran río arriba y así bloquear el paso de barcos. No conseguimos llegar. Sus tropas salieron a nuestro encuentro dos días después de haber abandonado el embarcadero que había sido nuestro primer objetivo. Sabían hacía donde nos dirigíamos. Y sabían dónde golpear. Concentraron su ataque en la flota del Consejo. Perdimos un tercio de nuestros barcos en la emboscada, algunos lograron a escapar. Los hemos interrogado, no tenemos detalles, solo que usaron una especie de droga. Los beta se encuentran bien, pero los alfa están abajo, inmóviles, como estatuas. Los médicos no aciertan a entender qué fue lo que sucedió.

—¿Y el Consejo?

—Los perdimos a todos. El único que queda, el único que se quedo atrás, fue Yoroi Musha, pero el viaje ha sido excesivo para su salud.

—Así que te ha dejado a cargo a ti.

—Sí, señor.

—¿Por qué no volvieron cuando el Consejo cayó?

—Hemos estado conteniendo sus ataques durante los últimos días. No hemos lanzado una contraofensiva porque no sabemos la clase de droga que están utilizando.

—Bien, da la orden de movilización. Tenemos que irnos.

—¿A dónde?

—El rey ha sido herido, tenemos que volver con él. No hay tiempo que perder.

—Pero señor, nos seguirán. Han estado tras nosotros desde la emboscada. Si nos vamos ahora corremos el riesgo de llevarlos hasta el rey.

—Es un riesgo que debemos tomar; el rey se encuentra en peligro.

[...]

—Esta vez no puedo quedarme—dice Itsuka apenas entra por el hueco que es la entrada mientras le lanza un pequeño paquete de comida—¿Qué necesitas? Dame una lista e intentaré conseguirlo.

Izuku se sienta con ella y le dicta una serie de ingredientes, cuando ella se va, él vuelve a tumbarse en la oscuridad a dormir. Aprovecha el tiempo para descansar y pensar. Y también sueña. La emoción de saber que Katsuki podría estar cerca es abrumadora, a veces no consigue calmarse y tiene que levantarse para dar caminatas en círculos dentro del nido oscuro.

Su mente es la que no deja de pensar en él. La que se empeña en llenarse de esperanza y anhelo. Te encontraré, Kacchan. Sueña con él y el deseo de volver a verlo se convierte en una tortura casi física.

Itsuka vuelve dos días después llevando más comida y una bolsa con las raíces que le ha pedido.

—La cena está en marcha—dice ella mientras Izuku empieza a trabajar—Puedo quedarme hasta que termine y después debo volver a mi celda.

—¿Crees que pueda ir contigo?

—¿Por qué?

—Los efectos no son inmediatos, pero preferiría que estuvieras en cama lo antes posible. Quiero acompañarte para asegurarme de que no se presentan complicaciones y también porque es tiempo de que aprenda a moverme en este lugar.

Cuando Itsuka accede, Izuku regresa la atención a las plantas que le han traído.

—Necesito una estufa, ¿crees que podamos salir?

—Usualmente hay guardias en el comedor, no suelen acercarse a la cocina, pero no quiero arriesgarme a que nos vean a ambos ahí, ¿qué quieres preparar?

—Hay que hervir esto.

—Dámelo, lo llevare y volveré cuando esté listo.

—También trae agua caliente.

—Bien.

Se marcha llevando la lampara y regresa al cabo de un rato balanceando con cuidado una charola en la que tiembla dos pequeñas ollas. Una con agua limpia y la otra con una sustancia marrón de la que emana un denso aroma a hierbas.

En un cuenco aparte Izuku comienza a machacar un puñado de semillas añadiendo cucharadas de agua caliente a intervalos regulares, cuando termina vacía el contenido sobre la tetera con hierbas y remueve la infusión con cuidado.

—¿Y...—pregunta Itsuka al verlo trabajar—cómo funciona?

—Sentirás un dolor intenso a la altura del vientre. El dolor puede durar horas, pero es importante que no entres en pánico. Tendrás fiebre y posiblemente escalofríos. Sangraras. Muchísimo. Es normal. Asegúrate de tener sabanas limpias y una cubeta.

—De acuerdo.

—¿Tu alfa sabe sobre esto?

—¿Necesito su permiso?

—No es su decisión, es tuya. Sin embargo, dudo que sea posible esconderle la verdad. Tendrás que quedarte en cama durante algunos días. Y es probable que este ahí cuando estés sangrando. Lo mejor es prepararlo para que pueda ayudarte en caso de que haya complicaciones.

—¿Complicaciones?

—Es un proceso de alto riesgo. Podrías ser alérgica a alguna de estas plantas. Puedes desangrarte. La fiebre puede matarte. Y existe la posibilidad de una infección.

—¿Infección?

—A veces quedan restos en el interior. Cuando termines de sangrar tendré que revisarte para asegurarme de que no quede nada, pero aun así existe el riesgo. Es importante que haya alguien contigo pendiente de los síntomas. Si tu alfa no lo sabe, no podrá ayudarte.

—...he hablado con él. La idea no le gusta, pero me apoya.

—Bien..., ¿estás segura sobre esto?, ¿entiendes las consecuencias?

—¿Intentas convencerme de que no lo haga?

—Aun si supiera que saldremos de aquí antes de que tu hijo nazca, no me atrevería jamás a tomar la decisión por ti; pero tampoco te mentiré. Este es un proceso delicado, y aun tomando todas las precauciones, las cosas pueden salir mal. Lo único que quiero es que entiendas lo que va a pasar.

Itsuka asiente con firmeza, su aroma, una delicada combinación de frutas, se mantiene firme y sin fluctuaciones. Izuku le tiende la tacita de té con la infusión amarga desde la cual se elevan espirales blancas.

Con la tacita en las manos, Itsuka hace una pausa.

—¿Solo es esto?,—pregunta mirándolo fijamente a los ojos.

—Sí. Una vez que lo tomes no hay marcha atrás.

Itsuka toma un sorbo y arruga la cara, hace una pausa y después vacía el contenido de la taza de un solo golpe.

—Vamos—ordena mirándolo fijamente a los ojos.

Nervioso, Izuku se levanta. Ella se adelanta y después de un momento le hace una seña para que la siga. Afuera solo quedan los omega que limpian, todos le dedican miradas de soslayo cuando aparece junto a Itsuka, aunque ninguno se acerca ya que hay guardias esperando para cerrar las puertas del comedor. Se unen al grupo como si acabaran de terminar de limpiar la cocina y avanzan hacia la salida.

Cuando se han alejado, Izuku se atreve a mirar atrás y ve a los guardias cerrar las puertas con llave y candado. Después de avanzar por un corto pasillo se cruzan con otro guardia que hace descender una reja de metal cuando todos están dentro. De inmediato los omega se dispersan e Itsuka se encamina hacia las escaleras que hay junto a la pared.

—Hemos vuelto a la cúpula—murmura Izuku mientras empiezan a subir.

—Así es. Mi celda está en el nivel 2, contando de arriba hacia abajo. En total hay cuatro niveles. En el primero están las entradas. La que nos lleva al exterior, al huerto. La segunda que usan los alfa cuando van a trabajar y la tercera que conecta con la siguiente cúpula. Todas esas puertas se mantienen cerradas cuando no se usan, y cada una es un punto de control. Te cuentan cuando salen y cuando entras. Los guardias hacen patrulla todos los días y a todas horas. En el segundo y tercer piso solo hay celdas. En el último también hay celdas, pero también cuenta con pasillos que llevan a la cocina, al almacén y a los baños, como habrás visto esas puertas se cierran al anochecer y se abren por la mañana. Allá abajo no hay salida, solo un ascensor manual que usan los guardias para subir al primer piso y bajar sin tener que atravesar el interior de la cúpula.

Al llegar al segundo piso salen del hueco de las escaleras y se encaminan a la izquierda. Hacia donde mire, Izuku ve celdas con las puertas abiertas.

—Creí que los encerraban.

—Solo al principio. De todos modos, no hay forma de salir. Todas las entradas a la cúpula están cerradas, lo único que hacen es encadenarnos en nuestra celda.

—Has dicho que el grupo omega adulto se encarga de la comida.

—De la despensa en realidad, también cuidan de los nuevos y de los niños. No duermen aquí, tienen sus celdas en otro lado.

—¿Los guardias nunca entran en la cúpula?

—Llevan un registro de los omega en cinta y cuando el parto se acerca bajan en grupo para llevarse a nuestros hijos. Fuera de eso, no, nunca vienen aquí.

En la celda de Itsuka encuentran a su alfa esperando con la cena. Izuku aprende entonces que son ellos quienes bajan a las cocinas para recoger las raciones que después llevaran de vuelta para compartirla con su compañero.

—Este es Izuku, de quien te hable. Izuku, este es Sen.

El alfa sacude la cabeza sin decir nada; tiene pómulos marcados que revelan su mala alimentación, y una expresión exhausta que resulta alarmante en alguien de su edad. Tiene dos flores de gardenia en ambos hombros y una línea de hojas conectándolas a través de su clavícula. También apesta a dolor y tristeza.

—Hola—saluda Izuku con repentina timidez.

El alfa se limita a sacudir la cabeza, centrando su atención de inmediato en Itsuka, pero ella le hace una seña de calma antes de girarse a Izuku.

—Tendrás que esperar hasta mañana para volver a la cocina.

—¿Nadie notará que estoy aquí?

—Como te dije los guardias no entran en la cúpula, puedes ir a dónde quieras, pero intenta no acercarte a las puertas del primer piso, si te ven merodeando puede que tengas problemas. Si quieres puedes dormir aquí, si deseas privacidad hay un par de celdas libres en-

—Itsuka

Izuku se gira hacia la voz. El visitante es un alfa joven, mucho más joven que él, con expresión de cansancio absoluto y ojos exhaustos.

—Hola Kato—saluda Itsuka—¿Qué pasa?

—Es Inue, sigue enferma, ¿crees...?

No termina la pregunta, pero mira a Izuku con intención y el muchacho se gira hacia Itsuka.

—Hice correr la voz—dice ella mostrándose ligeramente avergonzada—Era inevitable. Tu aroma te hubiera delatado, ¿estuvo mal?

—No—su respuesta es automática, firme y segura—Quiero ayudar.

Se despide de ellos y sigue al alfa que lo guía hasta su celda, donde encuentra a una omega joven extremadamente flacucha y emitiendo un aroma a tristeza tan intenso que el estómago de Izuku se encoge dentro de él. Su reacción natural es unirse a ella, acurrucarse a su lado y ofrecerle consuelo de cualquier clase como es común entre los suyos, pero le basta mirar las celdas que lo rodean, los rostros que espían en las jaulas vecinas, para sentir la determinación centellear en su interior.

Sí, permite que su aroma la rodee como una manta abrigada en una noche de invierno, pero también la ausculta con calma, tomando su pulso, revisando sus pupilas y esforzándose por oír sus pulmones sobre la tos seca que no la deja en paz. Es metódico y directo. Y al final le da una serie de instrucciones al chico alfa que asiente en silencio y balbucea un agradecimiento. No ha terminado de despedirse cuando otro alfa lo llama desde la celda vecina.

Después de ese viene otro y después un tercero. Y antes de que Izuku lo sepa se encuentra haciendo una ronda completa durante toda la noche.

[...]

—¿Perdimos a uno?

—No es-

—No quiero excusas, Kurogiri. Creo que entiendes la importancia de mantener esto en secreto. Ahora mismo el ejército de Yuuei estará pendiente de la droga alfa, una vez que se organicen enviarán un ataque utilizando oficiales beta. Entonces los destrozaremos. Es de vital importancia que no sepan de nuestra arma.

—Lo sé, General.

—Bien, entonces explícame esto. Si la prueba beta se realizo hace días. Ocho Días. ¿Por qué solo hasta ahora me entero de que uno de los prisioneros sigue desaparecido?

—Sabíamos que en algunos casos el incienso no actúo de forma inmediata. Algunos lograron alejarse del punto de administración. Enviamos una patrulla a buscarlos. En un caso el cuerpo se encontró a casi cinco kilómetros del punto de partida. Tuvimos que peinar toda la zona en ese radio, pero no hay señales del prisionero faltante.

—Es aún peor, significa que el incienso no es perfecto. Significa que podríamos tener, no solo una fuga de información, sino también un posible fallo en el producto. Tenemos que encontrar a ese prisionero.

—Muy bien, señor. Me encargaré personalmente.

—No, envía a Shigaraki, es un asunto delicado. Tú te encargaras de la comunicación con Jin, quiero saber si ya encontró al príncipe. Y también quiero que empiece con los preparativos para la última batalla. Quiero deshacerme de las fuerzas de Yuuei antes de que decidan volver a casa.

—Como ordene señor.

—También envía una nota al ejército de Overhaul. Quiero que me informen en cuanto lleguen a tierra.

—Así se hará, General.

—Y por último... ¿tenemos noticias sobre la fuga en la prisión? ¿Iguichi y sus hombres han limpiado ese desastre?

—Su último mensaje fue hace tres días informándonos de que habían hecho contacto. Planeaban atacar al amanecer del siguiente día.

—¿Y?

—Aún no sabemos-

—Pues quiero saberlo. No tolerare más desastres.

—Como ordene, señor.

[...]

La victoria es suya, aunque el precio es alto.

Katsuki no pierde tiempo. Tiene una herida en el hombro y aun mientras sangra no deja de ladrar ordenes ni atender los informes que van llegando. El campamento es un caos con los animales desaparecidos, los carromatos volteados y los heridos, pero aún así se las arregla para imponer orden y comenzar con la limpieza.

—Eh...

Katsuki se gira hacia la voz, encuentra a la omega de mejillas redondas y pelo castaño, retorciéndose las manos mientras procura no mirarlo.

—¿Qué?

—Tu herida. Hay que limpiarla.

Cuando Katsuki termina de dictar ordenes sigue a la omega hasta la zona donde los heridos son tratados. Ahí, la alta mujer de pelo negro reparte su atención entre todos mientras lanza ordenes al grupo omega que la ayuda.

Katsuki se sienta y espera su turno. Cuando la mujer beta se acerca a él, lo primero que Katsuki nota es su expresión desolada. Tiene los ojos hinchados, la cara pálida y un rictus amargo en el rostro, pese a ello trabaja de forma rápida y eficiente, apenas lanzando un par de preguntas en su dirección para estudiar el daño y la forma de su herida.

Cuando finalmente termina lo ayuda a colocarse la parte superior del uniforme.

—Evita movimientos bruscos—le dice ella—como este o este que hagan saltar los puntos. Te los quitare en un par de días y mientras tanto evita mojar los vendajes.

Katsuki se levanta, está listo para irse, pero al final no puede resistirse a señalar:

—¿Cómo esta?

Al seguir la dirección de su mano la mujer toma una brusca bocanada de aire antes de recomponerse.

—Inconsciente. Traté su herida lo mejor que pude, pero sigue sin reaccionar. Temo que...

—Despertará—la interrumpe Katsuki—Si sobrevivió a la primera administración despertará. Usualmente la primera vez es la más difícil, pero eventualmente volverá.

Ella asiente con rigidez.

—Sin tu líder, ¿quién es el segundo a cargo?

La expresión de la mujer empeora, su aroma fluctúa durante un breve segundo revelando dolor y agonía, pero de inmediato se recompone, se traga las lágrimas y responde con voz firme.

—Tamaki está muerto. Kousei también. De los dieciséis que éramos solo quedamos siete, incluido el jefe Togata.

—¿Quién toma las decisiones ahora?

—Por ley, sería Inasa, es el último alfa de nuestro grupo. Por jerarquía, yo, mi padre es uno de los líderes barbaros.

—Bien, consigue que alguien te supla, tenemos decisiones que tomar. Reúnete conmigo al otro lado del claro.

—¿Decis-?

Pero Katsuki no la deja terminar porque le da la espalda y se mueve hacia dónde el pelirrojo intenta hacer de enfermero.

—¡Bakugou!

—¿Dónde mierda has estado?

—Lo siento, pero...

Hace una seña hacia la figura recostada contra el tronco que tiene a su lado como si eso fuera explicación suficiente. El omega rubio está desnudo de la cintura para arriba, pero tiene el hombro derecho envuelto en vendas que le cruzan todo el torso, y su brazo está apretado contra su pecho, inmóvil.

—Lo hiciste bien—le dice el omega alzando los ojos hacia él. Tiene la cara ceniza, los ojos vidriosos, el sudor perla su frente y el aroma a naranjas posee el indistinguible atisbo de dolor, pero aún así el muchacho es capaz de ofrecerle una sonrisa débil—Felicidades por tu victoria.

—Felicidades por no morirte.

—¿Te refieres a esto? No es nada. Debiste ver la flecha que Momo me arrancó. Yo no la vi. Me desmaye en medio de todo el proceso, pero Ochako dice que tenía el tamaño de mi brazo.

—No debe dolerte si puedes bromear así.

—No te confundas... me duele lo suficiente para echarme a llorar, pero al menos estoy vivo.

—¿Puedes levantarte?

—Sí

—¡No!,—interviene el pelirrojo—Yaoyorozu ordeno reposo absoluto.

—Estoy bien—replica el omega—además, debe ser importante, ¿o no?

—Lo es.

—Pero-

—Si tanto te molesta llévalo en brazos—replica Katsuki dándoles la espalda—Hablaremos al otro lado del claro.

No se detiene a escuchar el balbuceo nervioso del pelirrojo, en su lugar se mueve hacia donde el beta con la flor de azalea en el rostro se encuentra inspeccionando uno de los cilindros que contiene el incienso.

—¿Qué haces?,—pregunta Katsuki

La respuesta el hombre es sacudir el cilindro, lo hace girar entre sus dedos y lo mira con fijeza.

—¿Hace cuánto que lo tienen?, ¿cómo lo producen?, ¿cuál es la base?, ¿es el único que hay?

—¿El único?

—Imagina que tienes un arma... ¿por qué usarla solo para neutralizar a una parte de las tropas enemigas?

—Si derribas la cabeza, los demás caerán.

—Así es en la mayoría de los casos, pero una vez que el enemigo sabe cómo funciona, puede tomar las precauciones adecuadas para evitar el desastre. Y entonces tu arma deja de ser letal.

—¿Crees que hay otro tipo de incienso?

—No lo sé... pero me inclinaría a pensar que no es el único as bajo su manga—guarda el cilindro en la bolsa de su pantalón y se gira hacia Katsuki—¿Fue cierto lo que dijiste?

—¿Acerca de qué?

—¿De qué buscarías al príncipe para recuperar algo que era tuyo?

—Lo fue.

—¿Te refieres a Midoriya?

Es escuchar el nombre y sentir que su corazón se contrae dentro de su pecho. Tiene la boca seca así que aprieta los dientes y evita contestarle, pero su expresión debe delatarlo porque el hombre suspira con cansancio.

—Si tu intención es encontrar al príncipe, iré contigo, te ayudaré, pero antes debes decidir qué hacer con ellos—y para enfatizar su punto se gira para escudriñar al campamento por completo.

—Yo no decidiré nada—responde Katsuki con firmeza.

—Pero-

—Hablaremos allá—señala hacia al otro lado del claro—Y entonces se tomará una decisión—se da la vuelta y está listo para marcharse cuando se detiene—Dime la verdad, ¿crees...—se atraganta, aprieta los puños y se entiesa—¿crees que él estará a salvo?

—Supongo que no te refieres al príncipe.

Silencio.

—Todoroki-ou es un hombre noble, aceptó la ayuda de Midoriya porque no planeaba involucrarse en combate. El principe se asegurará de que él este a salvo. Si no llegaron a la costa seguramente es porque tuvieron que esconderse. El príncipe nunca pondría la vida de un omega en peligro.

Es todo lo que Katsuki necesita escuchar, se marcha sin mirar atrás.

[...]

—No podemos quedarnos aquí.

La potente voz de Katsuki consigue que todos se giren para mirarlo. El grupo entero guarda silencio mientras contemplan al grupo que, desde el otro lado del claro, permanece inmóvil.

—Es cuestión de tiempo antes de que los demonios envíen más tropas contra nosotros.

Murmullos, susurros llenos de miedo y ansiedad se elevan a lo largo de todo el claro.

—Calma—interviene Tenya alzando las manos para imponer orden—Seguiremos con el plan. Avanzaremos hasta el desierto y esperaremos a que un barco nos recoja.

—No podemos entrar al desierto—interviene Kyouka—Un grupo de este tamaño llamaría la atención de todos los noumu. Y con tantos heridos será difícil mantenerlos a raya.

—Tal vez lo ideal sea buscar un lugar cerca de la costa—dice Aizawa—Y ahí esperar a que las tropas de Yuuei vengan.

—Establecer un campamento es lo mismo que marcar un tiro al blanco—dice Katsuki—es levantar una señal para que nos ataquen. Quienes vayan deben ser conscientes del peligro.

—¿Quiénes vayan?,—interrumpe Denki—¿Tu no irás?

—No—responde Katsuki y se endereza—Es momento de que cada uno tome una decisión. Llegamos aquí, huyendo, pero yo no seguiré haciéndolo. Estoy harto de ser perseguido como un perro. Mi intención es volver. Buscaremos al príncipe de Yuuei y lucharemos contra los demonios—su voz se agrava, su ira se despliega a su alrededor alimentando la impaciencia y la voracidad del grupo alfa que lo rodea—Los destruiremos.

Un solo rugido emana del grupo. Un "si" absoluto que reverbera en las copas de los árboles asustando a los pájaros que anidan ahí. El claro se llena de hambre, de impaciencia, de decisión. Venganza. Retribución.

—Espera—interviene Inasa—al menos debes asignar a un grupo alfa para que acompañe al grupo omega hasta la costa.

—Asumes que todos los omega quieren ir a la costa.

—Es la opción más sensata. No puedes llevarlos contigo.

—Que sean ellos quienes decidan. Si quieren seguir hacia la costa y esperar a un barco que lo hagan, y quienes quieran venir, que vengan.

—No, no puedes llevarte a ninguna omega.

—Yo no me llevaré a nadie. Quien quiera venir lo hará.

—Si lo dices de esa forma los obligas a seguirte. Lo harán porque creen que vas a protegerlos.

—¿Es así? Entonces dejemos las cosas en claro. Si vienes conmigo será para luchar. Aquí no hay garantías. No hay un lugar seguro, no a menos que nosotros hagamos uno. Si deciden acompañarme será bajo su propio riesgo, será igual si deciden seguir y esperar ayuda. La única diferencia es que ustedes lo habrán elegido.

—No puedes llevarlos, no son luchadores,

Katsuki se ríe.

—Si no lo fueran hace mucho que habrían muerto. No tienen habilidades combativas, es distinto.

—Lo que Inasa trata de decir—interviene Momo—es que tu responsabilidad es cuidar de ellos.

La ira de Katsuki llena el aire con el aroma a madera quemada, se lleva una mano al pecho, donde aferra su camisa, y el frasco que se esconde debajo, con fuerza. Izuku. Toma aire y sus ojos refulgen en tonalidades escarlata.

—Un alfa debe cuidar de su omega, su seguridad siempre será primordial, pero eso no significa volverlos inútiles. Ellos deben saber defenderse. Estos omegas no necesitan que los cubras en seda mientras juras que todo estará bien, no necesitan tu caridad. Tu responsabilidad es cuidarlos y asegurarte de que tengan todos los medios para salir adelante cuando no estés ahí para defenderlos. Sé su escudo, pero también dales un cuchillo.

El silencio es absoluto y entonces:

—Yo iré—dice un Denki pálido con voz diminuta atrayendo todas las miradas sobre él.

—No queremos vivir con miedo—añade Ochako con expresión aterrada pero firme—Queremos aprender a defendernos.

—Los omegas no luchan—repite Inasa

—Si ellos quieren—interviene Katsuki—aprenderán.

—¿Y quién va a enseñarles? ¿tú?

—No, yo no soy maestro de nadie..., además soy un alfa. Solo sé luchar como uno.

—Yo puedo enseñarles—interviene Kyouka mirando a Denki fijamente—si ellos quieren... les enseñaré a defenderse.

—Queremos—responde Denki

Los murmullos se repiten a su alrededor, voces tímidas que se alzan, que intercambian miradas con sus vecinos intentando compartir la seguridad que en ese momento sienten.

—¿De verdad vas a llevarlos?,—pregunta Aizawa en voz baja mirándolo fijamente.

—Los necesitamos—dice Katsuki mirando al frente—Ganamos esta batalla por ellos. El incienso nos había rodeado, pero de alguna forma su poder fue neutralizado. Tenemos que averiguar cómo hacerlo. Eso si queremos ganar esta guerra.

—¿Cuál es el plan?

Todos lo miran, pero en lugar de sentirse abrumado, Katsuki se llena de valor y resolución. No hay marcha atrás. Te encontraré.

Izuku

Nopuede saber que en ese momento su leyenda empieza a escribirse.

[...]

n/a

Les cuento también que a veces escoger el título para un capítulo es facilísimo. Otras veces tienes que barajear títulos conforme lo escribes. Los capítulos 15, 17 y 21 han sido los más difíciles. Y el 12 fue una decisión impulsiva que al final consiguió satisfacerme. Pero el título de este capítulo lo he decidido cinco minutos antes de publicarlo. O mejor dicho lo decidí y supe que era el correcto así que lo publiqué. Ya me dirán que les pareció.

En los siguientes capítulos nos iremos dando una vuelta sobre los otros personajes involucrados en la guerra.

Tenemos más fanart. Hice una lista en mi blog.

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