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Capítulo 17: Sin Rastro

Sinopsis: Te busco en el cielo y en el agua, tu recuerdo me acompaña. ¿En dónde estás?

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Los guardias al fondo del pasillo poseen rostros anodinos, Shino no recuerda haberlos visto nunca, pero siendo que su grupo no vive en el palacio y que cuando lo visitan su estadía suele ser corta le resulta imposible determinar si alguno de ellos pertenece al grupo de guerreros leales a Jin o si puede coaccionarlos para que se quiten de su camino.

Indecisa, Shino los mira por última vez y sigue su camino hasta el camarote de su grupo. Dentro encuentra a Yawara sentado junto a una afiebrada Ryouko que se retuerce en su cama sin emitir sonido alguno. Después de un día de parálisis total, siguió la fiebre y las convulsiones, el medico les ha dicho que su amiga sufre los síntomas de alguien que pasa por una larga y terrible desintoxicación.

—¿Cómo sigue?

—Ha despertado con fiebre, el médico le ha recetado compresas de agua fría. También insiste en que beba líquidos y ha ordenado que lo llamemos en cuanto recupere la conciencia..., ¿el plan sigue en marcha?

—Tengo las provisiones, las escondí arriba por si tenemos que realizar una salida rápida.

—¿Y Aizawa?

—Hay dos monitos cuidando el camarote donde lo tienen encerrado.

—¿Qué haremos con ellos?

—Derribarlos.

—Hum... ¿cuándo nos vamos?

—Jin está organizando un grupo que baje a Hosu a buscar al príncipe. He insistido en ir, pero me ha dejado fuera. Saldrán antes de anochezca, después esperaremos hasta que la guardia se relaje y entonces nos movemos.

Yawara asiente.

El barco se mece lentamente con el suave movimiento de las olas. En ocasiones se oyen voces apagadas y pasos apresurados por los pasillos de madera. Shino y Yawara se apilan junto a la cama intentando ofrecer algún tipo de consuelo a su amiga. Su aroma de apoyo y cariño inunda la cabina, pero Ryouko no reacciona ante ellos.

Cuando el silencio es casi absoluto Shino se mueve con cuidado hasta la puerta. La abre lentamente evitando el crujido de la madera. No le sorprende ver al guardia al fondo, pegado a la pared, a ella si la reconoce: Kenji Hikiishi. Guerrera alfa fiel a Jin.

Shino le hace señas a Yawara. Su compañero asiente y ambos se ponen en movimiento.

Yawara envuelve a una Ryouko dormida entre las mantas de su cama y con ayuda de Shino la colocan a su espalda, como un bebé muy grande. Una vez que las cintas de seguridad están puestas, Shino toma su balde con agua y lo vacía en una esquina de la cama, después sale dejando la puerta en manos de Yawara que se queda atrás, esperando la señal.

Shino avanza por el pasillo, su rostro es una máscara inexpresiva con una nariz aún inflamada y dos ojos enmarcados con amplios círculos negros que lentamente empiezan a difuminarse. Su mirada nunca se desvía del rostro de Kenji, que permanece en su puesto, observando, vigilando.

Shino pasa de largo y se desvía hacia las bodegas donde almacenan el agua para beber, baja y llena su cubeta de prisa. Al volver mantiene su cara inexpresiva, pero está vez avanza con lentitud para no derramar agua. El barco se mece y Shino aprovecha para tropezarse a propósito y detenerse bajo la excusa de no derramar más agua.

Se endereza, avanza dos pasos y entonces se mueve. Tiene a Kenji justamente enfrente cuando sin perder la calma ni alterar su aroma, se gira a una velocidad brutal estampando el cubo contra el costado de la mujer alfa para después lanzar un puñetazo directo a su mejilla antes de que ella reaccione.

Kenji se defiende, reacciona con esos malditos reflejos propios de los alfa. Es fuerte, no tanto como Masukyura, que era un alfa excepcional, pero si lo suficiente para que Shino se vea en dificultades. Por suerte Yawara se ha movido apenas ha empezado el trasteo y de inmediato se une a ella.

Entre ambos consiguen dejarla inconsciente.

—Atémosla—ordena Shino apartándose el pelo de la cara, después se inclina y arrastra a la mujer por las piernas—Una menos.

—Faltan dos—completa Yawara cerrando la puerta del camarote con la mujer alfa dentro.

Suben hasta el pasillo superior donde se encuentran todos los camarotes principales, Jin se ha asegurado de mantener al prisionero lo más cerca posible de su alcoba.

Al subir se encuentran con una grata sorpresa porque en lugar de los dos guardias encuentran solamente a uno, del que pueden deshacerse sin problemas. Lo atan y lo arrastran hasta el camarote que sirve como celda.

Aizawa se encuentra en el suelo, atado con pesadas sogas, manos y piernas inmóviles, y una mordaza en su boca. Sin perder tiempo Shino y Yawara se unen para cortar sus ataduras.

—¿Se ha ido?,—es lo primero que dice Shota después de aflojar los músculos de su mandíbula.

—Yo tengo preguntas—replica Shino de mal humor.

—Y te responderé, pero primero me dirás si se ha ido.

—No confío en ti.

—No estarías aquí si eso fuera cierto, Shino. Eres la persona más inteligente y observadora que conozco. Estoy seguro de que has deducido la verdad uniendo cada pieza de información que tienes.

Shino aprieta los dientes, toma aire y lo enfrenta.

—El ataque a Hosu fue una trampa.

—Lo fue.

—La muerte del rey fue planeada.

—También la de Sir Nighteye.

—La droga neutraliza al grupo alfa.

—Sí.

—Nos han traicionado.

La respuesta de Aizawa es asentir lentamente; el gesto provoca que Shino cierre los ojos y se tambalee en su lugar.

—¿Jin?,—pregunta en voz baja, incapaz de creerlo.

—Eso dependerá... ¿se ha ido?

Ella lo mira—¿A dónde quieres que vaya?

—Eso no importa, lo importante es que se ha marchado.

—¿Por qué eso lo vuelve un traidor?

—Tú dímelo. ¿Se reunió con el resto de los capitanes para movilizar un grupo de rescate?, ¿envió un aviso al consejo para informarle de la muerte del rey?, ¿ha reunido a todos los compañeros de Masukyura para interrogarlos y determinar si no cuenta con aliados? ¿ha empezado a prevenir a las tropas sobre la droga?,—como Shino guarda silencio, Aizawa prosigue—En lugar de asumir el mando mantiene a la flota a ciegas. He notado que el barco no se ha movido en los últimos dos días, ¿ha ordenado un alto total?

—Las ordenes son esperar al resto de nuestra armada.

—¿Y le crees?

Shino aspira con fuerza.

—Si le creyera no estaría aquí. Jin no se ha tomado la molestia en interrogarte, Sir Nighteye lo habría hecho si hubiese creído que eras el traidor. Lo que hizo fue interrogar al capitán y a la tripulación que viajaron contigo. Nos ha dejado aquí, con ordenes de esperar, mientras él desciende a tierra, "a buscar al príncipe", pero no tiene sentido... Jin es un soldado del rey y sin embargo ha abandonado su puesto. El Ou lo dejó al mando de la flota y él se ha ido dejando a nuestros hombres con órdenes vagas y con la firme creencia de que deben esperar. El Ou confió en él.

—Y pago con su vida. Jin nos ha traicionado, y sin duda se ha marchado para terminar el trabajo. Tenemos que movernos antes de que sea demasiado tarde.

—¡Maldita sea, Aizawa!, ¡Ya es demasiado tarde! Hemos perdido a nuestro rey. Hemos perdido a Sir Nighteye. No sabemos si el resto de la flota sigue a salvo. El príncipe, ¡nuestro príncipe!, está en tierra enemiga. Enviado por ti a recabar información de la capital, y es probable que ahora mismo le estén dando caza. ¡Jin irá a buscarlo y no tenemos forma de advertirle del peligro en el que se encuentra!

—Shouto estará bien.

—¡¿Cómo puedes decir eso?! ¿Cómo puedes haberlo enviado a una misión de reconocimiento? ¡Aunque Hizashi e Iida estén con él no entiendo cómo has podido cometer semejante falta de juicio!

—Cometí un error, sí, pero no fue el enviar al príncipe a la capital de Hosu.

—¡¿Qué?!

—El capitán mintió. Él y toda la tripulación.

—¿El príncipe no está en Hosu?

—Lo está, pero no en la capital. Todo lo que le han dicho a Jin es mentira.

De la sorpresa Shino se queda muda, cuando finalmente se recupera su pregunta carece de la ira anterior.

—¿Hace cuánto que sospechas de él?

—Desde que escuche sobre la droga y los raptos de los barcos beta. Jin escogió y autorizó a cada espía que terminó desapareciendo. Convenció al rey de movilizar a todas las tropas. Intentó que el príncipe participara en este asalto, pero en lugar de unirse a su padre, Shouto aprovecho la oportunidad para iniciar su propia investigación... Sin embargo, mantuve la esperanza de equivocarme, esperé que todo fuera un error. Y entonces hablé con él. Su cara al escuchar sobre la alianza Hosu-Overhaul fue lo único que necesité para convencerme. Ahora no tengo duda.

—¿Qué pasara cuando no encuentre al príncipe?

—No creo que fuera a buscarlo. Creo que se ha marchado dejando la flota a merced de un ataque. Creo que su intención es apartarse mientras el General y sus hombres nos destrozan; así nadie podrá reprochárselo cuando se encuentre con el consejo, o cuando vuelva a casa.

—Maldita sea... ¿qué haremos?, ¿cuál es el plan?

—Quiero asumas el control de la flota, los hombres te conocen, te respetan, necesito que los convenzas de movilizar los barcos. Reúnete con el resto de nuestro ejército, habla con los hombres del consejo y después llévalos lo más cerca de la frontera con Noumu.

—¿Y tú?

—Buscaré a Shouto.

—¿Dónde está?

—En Hosu, cerca de la frontera con el desierto. Está con Kamui, el único espía que jamás tuvo contacto con Jin.

—¿Y los otros?

—Envíe a Iida con las tribus bárbaras, su misión es solicitar ayuda a Togata para cruzar el desierto y reunirse con Shouto.

—¿Y Hizashi?

—Lo he enviado a las islas. Se reunirá con el consejo de trece y les pedirá ayuda para luchar.

—Están el otro lado del mar, ¿qué pueden hacer ellos ahora?

—Toda nuestra fuerza está aquí, Jin se ha asegurado de ello. Temo que mientras nos fuerzan a luchar contra los hombres del General, el ejército de Overhaul atacarán Yuuei.

—¿Esperas que Hizashi logré convencer a todas las matriarcas de que aporten guerreros que defiendan Yuuei?

—Confió en que lo conseguirá.

[...]

Ha escuchado mal. Tiene que haber oído mal.

—¡¿Qué has dicho?!

Necesita oírlo de nuevo. Necesita que se lo repitan, aunque no está seguro de que pueda entender con el sonido de la sangre rugiendo en sus oídos.

—¡Eh!,—dice ella aferrando sus manos—¡Suéltame!

El pelirrojo se adelanta, pero Katsuki lo empuja sin remordimientos.

—¡¿Qué has dicho?! ¡Repite lo que has dicho! ¡Dime su nombre!

—¡No sé su nombre!,—grita ella luchando por apartase, sin éxito—¡Nunca me dijeron su nombre!

—¿A qué olía?

—¿Oler? ¡Maldita sea, no lo sé! ¿A qué huelen las personas? Sudor, tierra.

—¡Descríbelo!

—¡Ya te lo dije! ¡Tenía pelo verde!... Era de un verde oscuro, esponjoso y con rulos. Ojos verdes, del color del musgo. Y las manchas... tenía pequeñas manchas oscuras bajo sus ojos. No tenían un patrón definido, se amontonaban en colores oscuros sobre el puente de la nariz y se difuminaban sobre las mejillas. Tenía cicatrices en la mano derecha, sobre el dorso de la mano y en sus dedos... además tenía la costumbre de rascarse la nariz al hablar.

Siente que se ahoga. Un recuerdo vuelve a él de inmediato, una imagen completa, llena de color y brillo.

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Izuku sentado en el suelo, con las piernas cruzadas, haciendo inventario de sus plantas, inclinándose sobre su montón de hojas sueltas mientras anota con su letra diminuta todos los detalles de la planta que estudia.

Hay algo extremadamente fascinante en la forma como escribe con el entrecejo fruncido, las manos manchadas de tinta azul y los dedos de sus pies moviéndose mientras se esmera en su trabajo. Lleva el torso desnudo con miles de pecas cubriendo hombros, espalda y pecho. Lo ve enderezarse, lo ve leer con atención lo que acaba de escribir... y mientras lo hace se rasca la nariz, una delicadeza cubierta de pecas que se oscurecen cuando pasa mucho tiempo bajo el sol.

Al percatarse de su mirada, Izuku alza los ojos y lo mira. Su sonrisa es vibrante y deliciosa.

—¡Kacchan!

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Un calor inefable le sube por la garganta, se expande por sus pulmones, crece hasta dejarlo sin aliento.

No

—Suéltala

La voz del pelirrojo lo arranca de su estupefacción. Obedece, pero su reacción inmediata es girarse y golpearlo.

—Pero qué...—el pelirrojo retrocede con la mano en la mejilla y una expresión herida.

—¡Dijiste que no lo conocías!

—¡Uah!... ¿de qué estás hablando?

Se envara en su lugar, aprieta los puños y ruge:

—¡¿En dónde está?!

—¡Hey!... ¡No sé de qué estás hablando!

—¡Está aquí!,—el aroma que emana de él es amargo y terrible—¡¿Qué está haciendo aquí?!

—¡Para un momento!,—levanta las manos, inclina el cuello y aligera su aroma. Un claro gesto de sumisión—¡Realmente no tengo idea de lo que estás hablando!

—¡¿Quién viaja con tu príncipe?!

—¡No lo sé!... ¡No conozco a nadie con esa descripción! ¡De verdad!... El príncipe no tiene amigos fuera de su guardia. Éramos seis: Hitoshi fue raptado hace unos años. Hanta, Tetsutetsu, Rikidou y yo estamos aquí. Solo queda Iida, pero él es el más alto de todos y tiene un pelo de color azul oscuro, no verde. No tengo idea de quién viaja con Todoroki-ouji.

Lo mira de frente, con los ojos limpios y sin rastro alguno de engaño. Sigue teniendo las manos en alto, con las palmas hacia él manteniendo un porte tranquilo, completo. Es verlo y sentir que su ira se desinfla y en su lugar la ansiedad cubre cada centímetro de su cuerpo.

Dentro de él crece un hueco, inmenso e insondable. Siente que se asfixia, siente que el calor se extiende por sus brazos hasta su cuello. No puede respirar.

Se gira hacia la muchacha que lo mira con el entrecejo fruncido y una postura en guardia.

—¿Dónde lo viste?, ¿cuándo fue eso?, ¿hacia dónde iban?

—Ya te dije...

—¡No quiero excusas!, quiero que me digas exactamente lo que sucedió el día que se encontraron. Palabra por palabra.

La muchacha mira al pelirrojo, después a su amigo de pie junto al otro alfa, finalmente toma aire lentamente y le responde, mirándolo directamente a los ojos.

—Por lo que sé, los espías se reunieron con Kamui hace casi tres semanas. Eran dos, no sé sus nombres.

—¡Tuvieron que presentarse de alguna forma!

—¡Pues no lo recuerdo!

—¡Inténtalo!

La muchacha lo mira con ira, pero Katsuki no cede, su expresión tormentosa permanece fija en ella hasta que consigue vencerla. Ella cierra los ojos y se concentra.

—Kamui fue a recogerme a mi aldea, quería enviar otro mensaje, pero esta vez iba a llevar un paquete. Hablamos durante todo el trayecto. A Kamui le preocupaba permanecer demasiado tiempo ahí.

—¿Por qué?

Los ojos dorados vuelven a mirarlo y Katsuki contiene el impulso de gritarle que se apresure.

—Al parecer fueron descubiertos por uno de los espías de Kurogiri, el hombre más leal al General. Kamui quería marcharse, pero los espías querían enviar un mensaje más antes de partir. Pospusieron su retirada y Kamui no dejaba de hablar de ello.

—¿En dónde los viste?

—En la cascada que está cerca de la frontera.

—La conozco—interviene el pelirrojo—Ahí conocimos a Kamui la primera vez. Fue nuestro punto de encuentro.

—¿Ambos estaban ahí?

—Sí. Eran dos. El chico alto con los ojos de distinto color y el pequeño, de ojos verdes.

—¿Te dijeron sus nombres?

—No recuerdo.

—¡Piensa! Tuvieron que presentarse de alguna forma.

La muchacha cierra los ojos con fuerza.

—No me dijeron sus nombres—dice ella esforzándose por evocar el recuerdo—pero Kamui lo hizo. Era. Shu... Sho...

—¿Shouto?—sugiere el pelirrojo y de inmediato la chica lo mira y asiente.

—¡Sí! ¡Shouto! Solo Shouto.

—¿Y el otro?

—zzz... zzzk... izz... no lo sé.

Izuku

Katsuki no se da cuenta que ha pronunciado el nombre en voz alta hasta que reacciona y ve la expresión de curiosidad en la cara de todos.

—¿De qué hablaron?,—inquiere con voz tensa

—De ti—señala al pelirrojo—El chico alto, Shouto, quería enviarte el paquete a ti. Contenía unos frascos y un cuchillo, pero quite este último porque no pensaba arriesgarme a que mi capitán lo descubriera. Me preguntaron cuándo podía dártelo, les dije que dos días si no te enviaban a las celdas de los pisos inferiores. Fue ahí cuando propusieron dárselo a Rojo. No supe quien era hasta que me explicaron que estaba en la celda de junto.

—¿Por qué Rojo?,—pregunta Katsuki

—Por la flor en tu pecho—responde el pelirrojo con expresión pensativa—Así te llame en la respuesta que le envíe al príncipe, en ese entonces no sabía tu nombre.

—¿Les dijiste qué flor era?

—No, solo que era de color rojo.

No sabe que estoy aquí, la conclusión es inmediata. El interior de Katsuki se enrosca, se comprime hasta extremos dolorosos. No se suponía que él estaría aquí.

—¿Planeaban quedarse más tiempo?

—No, oí que partirían a la costa ese mismo día. Kamui me acompaño parte del camino y después volvió por ellos.

—¿Qué rumbo tomaron?

—No lo sé. Kamui no me lo dijo.

—Si está con el príncipe—interviene el pelirrojo—es probable que hayan viajado a la costa para reunirse con las tropas del rey. Es probable que ahora mismo estén allá. Si quieres ver a tu amigo tenemos que volver con los otros.

Katsuki asiente con rigidez.

—Volvamos—se gira, se detiene y vuelve a mirarla—Aborrezco a todos los de tu raza, pero tú y yo estamos en paz. Con suerte nunca nos volveremos a encontrar.

Se aleja mientras el pelirrojo se despide en voz baja. Sin esperar, Katsuki corre de vuelta imponiendo un ritmo desquiciante que los otros dos igualan sin quejas.

Dentro de él, la impaciencia resurge más alta y ruidosa que nunca. Se mueve con decisión, con una menta en mente, incapaz de apartar la idea: Izuku está aquí. Aquí.

[...]

En cuanto desaparecen, Mina emite un suspiro cansado.

—Eso fue agotador.

—Pese a su edad, es un ser realmente aterrador—responde Ojiro acercándose a ella

—Lo sé..., es una suerte que se sienta en deuda con nosotros.

—¿De verdad lo crees?,—Mina le responde encogiéndose de hombros—Han dicho otros, ¿cuántos de ellos lograron escapar?

—No lo sé. Tal vez sean aquellos que fueron dejaron atrás.

—¿No crees que debimos preguntar?

—¿Para qué? Entre menos sepamos mejor, además ya lo has oído. Con suerte está será la última vez que nos topas con él.

—¿Nos vamos?

—Sí, hemos perdido demasiado tiempo.

[...]

Eijirou iguala el ritmo de Bakugou sin queja; avanza en piloto automático con su mente evocando el aroma a menta. El sutil aroma que provenía del frasco que el rubio lleva al cuello. Se acuerda de su expresión mientras lo guardaba en el saquito que Denki le regaló.

Menta. El recuerdo es difuso, no consigue evocar con precisión los matices del aroma, pero se acuerda del golpe de frescura que lo inundó al aspirarlo por primera vez. Era un aroma exquisito, más tenue y rico que el de las hojas que el rubio solía frotar entre sus dedos.

Menta. La ira del alfa. Su renuencia por emparejarse. Su interrogatorio. Su impaciencia. La mente de Eijirou empieza a encajar piezas, hay muchos huecos, pero el panorama general es ligeramente más claro.

Izuku. El nombre no evoca recuerdo alguno. Sabe que no lo conoce y está seguro de que el príncipe tampoco, ¿cómo es que ambos han terminado en Hosu?

[...]

El ritmo de Bakugou no disminuye en ningún momento, la energía que brota de él es impresionante y Eijirou no comete el error de intentar conversar. En su lugar se concentra en todo lo que harán una vez que vuelvan al campamento y tengan que ponerse en marcha.

Pero sus planes se desmoronan porque en cuanto alcanzan los límites del campamento uno de los centinelas se materializa frente a ellos con una expresión de apremiante pánico. De su incongruente resumen, Eijirou alcanza a entender que se han encontrado con otro grupo alfa, un grupo de más allá del desierto.

—¿Cuántos son?,—es la pregunta de Bakugou quien parece haber entendido el fragmentado discurso.

—Dieciséis. Mitad alfa, mitad beta. Todos guerreros mayores que los nuestros.

—¿Y el líder?

—Alto, rubio, inmenso.

—¿En dónde están?

—Se han instalado cerca de los omega.

—¿Por qué?

—Se ofrecieron a patrullar sus carromatos.

Eijirou no se sorprende cuando escucha a Bakugou gruñir órdenes, sin perder tiempo le hace una seña a Hiryu para que busque a Yosetsu mientras ellos se encaminan hacia la fogata de los omega. Aunque es temprano encuentran a Denki despierto, sentado junto al fuego, charlando con una mole inmensa que sonríe con un gesto infantil.

El extraño pierde la sonrisa en cuanto los detecta, se endereza en toda su altura y los mira, retándolos a avanzar. A diferencia de él, Bakugou no vacila mientras avanza hacia ellos.

—¿Deseas algo?,—pregunta el extraño con su potente voz y su aroma a vainilla intensa que deja en claro su disgusto. Su pregunta es cortés pero firme, llena de advertencias invisibles.

—¿Quién rayos eres tú?

Bakugou no es cortés, a su alrededor se espesa el aroma de la madera que se quema. Huele a humo y roble, huele a ira.

El extraño no parece intimidado—Podría preguntarte lo mismo.

—Y estarías perdiendo tu tiempo, yo no te debo respuesta alguna, pero tú a mí sí, ¿quién rayos eres?

—¿Cómo te...?

—Se llama Inasa—responde Denki avanzando hacia Bakugou; su presencia es fresca y ligera, una bocanada de aire limpio que paraliza la batalla invisible—es la mano derecha de Togata, el líder de las tribus bárbaras—en cuanto está cerca del rubio se gira hacia Inasa para presentar—Inasa, este es Bakugou, te hable de él, nos sacó de la prisión y nos trajo hasta aquí. Es nuestro alfa.

Su declaración es sencilla, carente de matices emotivos, pero no hay mayor halago de parte de un grupo omega. Eijirou lo sabe. Lo que Denki ha hecho es reconocer al rubio como autoridad máxima, como líder, al mismo tiempo que deja claro su respeto y lealtad.

Eijirou no es capaz de describir la emoción que ruge dentro de él.

—¿Dónde está tu líder?,—pregunta Bakugou ajeno a los dilemas que Eijirou enfrenta.

El hombre llamado Inasa, alto e inmenso, con su pelo corto y sus ojos feroces, tuerce el gesto claramente ofendido por el tono y el descaro, pero basta que le dirija una mirada a Denki para que su expresión se transforme en un gesto sereno, casi complaciente.

Eijirou se paraliza en su lugar, enderezándose sin darse cuenta.

—Te llevare con él—dice Inasa antes de darse la vuelta y alejarse.

Bakugou lo sigue con Denki detrás, Eijirou se apresura para alcanzarlos procurando igualar su paso con el de Denki. El muchacho le dirige una breve mirada de reojo, asiente para saludar y regresa su mirada al frente.

—Buenos días—saluda Eijirou en voz baja, sin dejar de mirarlo, le gusta la forma de su cara y el color de su pelo. No puede mirarlo sin pensar en el sonido de su voz al reírse—Te has levantado temprano, Denki.

Durante una fracción de segundo el aroma a naranja se intensifica, es un soplo frutal lleno de acidez y deliciosa frescura. Eijirou lo aspira con ansias antes de que el rubio se controle y lo salude de vuelta.

—Buenos días—suena formal, distante, pero Eijirou aparta la rigidez y se concentra en la reacción.

Su primer impulso es abrir la boca y vomitar todos los saludos que se sabe con tal de conseguir que el aroma se repita, pero entonces se acuerda de Ochako y se muerde la lengua para no cometer el error de presionar demasiado.

Está a punto de hablarle cuando se percata de la tensión que proviene de Bakugou. Dirige sus ojos al frente y de inmediato nota los hombros tensos, la espalda recta y la forma como su aroma crece a su alrededor hasta convertirse en una afilada advertencia.

La razón tras su comportamiento está de pie, esperándolos con una sonrisa relajada y una lanza en su mano.

Togata –asume que es él por el gesto sumiso que Inasa le dedica– es más pequeño que su subordinado, pero compensa su altura con lo majestuoso de su presencia. Lo primero que Eijirou piensa al verlo es: Estoy frente al sol. Hay algo en él, en su postura, en su sonrisa, en el aroma que no consigue identificar, que lo hace brillar con una energía tibia, revitalizante y abrumadora.

Es una amenaza silenciosa pese a su postura relajada y su sonrisa abierta.

Bakugou responde a ella creciendo en toda su altura, espesando el aroma a su alrededor, afilando su mirada y torciendo su boca hasta convertirla en el gesto opuesto al de Togata. Si Togata es el sol, Bakugou es fuego, humo, y centellas.

—¿Tu nombre?,—no hay amabilidad en su voz ni calidez en sus ojos.

—Mirio Togata—responde el otro sin perder su sonrisa, completamente inafectado por la brusquedad que recibe—He de suponer que eres el líder del grupo, ¿Bakugou?

—¿A qué has venido y cómo has llegado hasta aquí?

—Cruzamos el desierto, escalamos la pared de roca y atravesamos la frontera con la intención de parlamentar con el príncipe de Yuuei, Todoroki Shouto.

—¿Qué asuntos tienes con él?,—interviene Eijirou sin poder evitarlo

Togata lo mira, sus ojos negros poseen una seguridad absoluta.

—¿Tu nombre?

—Eijirou Kirishima, soy uno de los guerreros que forma parte de la guardia real del príncipe.

—Vaya..., pues da la casualidad de que conozco a uno los tuyos.

—¡Eijirou!

El grito proviene del grupo que se aproxima. Son tres en total, dos de ellos tienen el pelo negro brillante y una belleza indiscutible, el tercero es más alto que los otros y con una constitución más robusta, es él quien aprieta el paso para encontrarlos.

—¡Tenya!—responde Eijirou al reconocerlo.

Se saludan con efusividad e intercambian preguntas inevitables: ¿estás bien?, ¿qué estás haciendo aquí?, ¿qué ha pasado?, ¿cómo llegaste?, ¿dónde está el príncipe?

La última es la pregunta que hacen al mismo tiempo y provoca que ambos se callen de inmediato.

—Tal vez debamos sentarnos a charla con calma—intercede Togata atrayendo la atención de todos los presentes.

Se reúnen en torno a una de las hogueras de los extraños. Una vez allí, Tenya empieza con las presentaciones y cuando ha terminado de nombrar a todos los presentes, se gira hacia Eijirou.

—¿Dónde están los demás?, ¿qué pasó?

Eijirou toma aire y empieza su relato desde el momento en que su grupo llegara a Hosu. Les habla de Kamui, de au estadía en la prisión, de los emparejamientos, de la droga, y finalmente de su escape. El silencio que se extiende alrededor del fuego es absoluto, la cara de horror que comparten los barbaros ejemplifica perfectamente sus emociones.

—El hombre que estaba a cargo en tu ausencia nos dijo que habían partido a inspeccionar otra prisión cerca, ¿encontraron más prisioneros?,—pregunta Togata, la gravedad en su rostro se intensifica ante la ausencia de su sonrisa.

Cuando Bakugou no responde, Eijirou interviene.

—Todos los que se quedaron atrás murieron de hambre, el edificio estaba vacío.

—¿Cuántas prisiones de ese tipo hay en total?

Para sorpresa de Eijirou, Bakugou dirige su atención a Denki, que da un respingo al verlo.

—¿Cuántas?,—repite Bakugou

—Solo ocho.

—¿Cómo puedes estar seguro?,—pregunta la mujer de pelo negro, que Tenya ha presentado con el nombre de Momo.

—Cada cierto tiempo se realizaban traslados con la intención de potenciar los emparejamientos. Éramos enviados a otras locaciones durante un periodo de algunos meses. Los omega siempre duermen juntos así que podíamos intercambiar noticias e historias. Fue así como logramos reducir el número de fortalezas, aunque no podría decirte en dónde se encuentra cada una.

—¿Qué hacen con las parejas?

—Se las llevan, no sabemos a dónde. Nunca los volvimos a ver.

—¿Dónde están Hanta y el resto?,—repite Tenya mirando a Eijirou

—No lo sé..., Tetsutesu estaba en la misma prisión que yo, pero no lo vi ni entre los heridos, los muertos o los que escaparon. Tal vez lo trasladaran a otro lugar... o tal vez...—Eijirou se encoge de hombros incapaz de formular la idea en voz alta—Tampoco sé que sucedió con Hanta o Rikidou.

—¿Y el príncipe? Se suponía que una vez fuera se reunirían con él.

Eijirou sacude la cabeza, entonces procede a resumirle el contenido de la última carta, los viales que envió, las pruebas que han hecho y las teorías que tienen. Finalmente, cuando se da cuenta de la impaciencia que emana de Bakugou, Eijirou dice:

—¿Quién viaja con el príncipe? Pensé que era Aizawa-sensei, Hizashi o tú.

—Aizawa-sensei volvió a Yuuei para hablar con el rey. Hizashi fue a las islas Kohei para hablar con el consejo de trece y solicitar ayuda.

—¿Cómo espera convencerlas?

—No lo sé.

Antes de que Eijirou pueda formular otra pregunta, Tenya procede a relatarle su viaje. Lo hace de forma resumida, sin demasiados detalles, centrándose especialmente en repetir lo difícil que fue para él abandonar a Todoroki-ouji.

—¡¿Por qué hay un omega viajando con tu príncipe?!

El interior de Eijirou se encoge al oír el estallido, mira hacia Bakugou que observa a Tenya con el entrecejo fruncido.

—¡¿Qué...?!—tartamudea Tenya al oírlo—¡¿cómo...?!

—¡Responde!

Tenya se gira hacia Eijirou, pero él se limita a sacudir la cabeza alentándolo a responder.

—No sé que te han dicho, pero te equivocas—responde Tenya apretando la mandíbula—No hay ningún omega...

—¡Mientes!

Se levanta y lo señala, la fuerza de su presencia es suficiente para congelar el resto de las excusas de Tenya. Eijirou, que se ha levantado casi al mismo tiempo, estira las manos en un intento por evitar un enfrentamiento.

—Tenya, por favor, dime quién viaja con el príncipe y cómo es que lo conoces.

Su expresión ansiosa basta para que la rigidez de su compañero se mitigué—Muy bien.

Su respuesta consigue que Bakugou vuelva a sentarse.

—Su nombre es Izuku Midoriya. Vivía en las islas de Kohei cuando fue capturado por los esclavistas, su barco naufragó y él sobrevivió en la tierra de Overhaul, escondiéndose de los soldados hasta que logro construir un barco. Según sus propias palabras planeaba cruzar el Mar Interior hasta Yuuei y después bordear sus costas hasta su hogar, pero en el camino fue capturado. Nosotros habíamos estado persiguiendo ese barco durante días hasta que logramos abordarlo. Midoriya salvó la vida de Hizashi, también trató a todos nuestros heridos, se hacía pasar por beta, pero cuando nuestro maestro lo descubrió lo obligo a decirle la verdad. El chico no era un simple médico, conocía las rutas de los barcos de Hosu, la posición de sus fortalezas y muchas otras cosas... él mismo se ofreció a venir para ayudar con la droga, y aunque Aizawa-sensei no estaba convencido, la situación que se presentaba lo obligó a tomar la decisión de permitirlo. El plan era pedir ayuda a Kamui para liberarlos a ustedes, después dirigirse a la frontera donde se reunirían con nosotros, pero si lo que has dicho es cierto, Eijirou, si el grupo del príncipe fue descubierto, entonces es probable que ellos fueran hacia los barcos en busca de refuerzos inmediatos. Lo único que podemos hacer es aproximarnos a la costa y esperar que Aizawa-sensei se reúna con nosotros. Estoy seguro de que el príncipe vendrá con él.

De improviso y sin palabra alguna, Bakugou se pone de pie y se aleja. Su postura, su aroma, su cara, todo en él grita desgracia. Ninguno de los presentes se mueve, Eijirou no se atreve a seguirlo, pero Denki lo hace. Se levanta y va detrás de él, sin mirar atrás.

Antes de que pueda levantarse a seguirlo, la mujer llamada Momo le habla:

—Descríbeme el incienso, por favor, dime exactamente qué es lo que hace.

Con un hueco en el corazón, Eijirou permanece en su lugar y responde las preguntas de los bárbaros.

[...]

Denki avanza sin vacilar, sigue el aroma a madera hasta que encuentra a Bakugou de pie, en medio de un montón de matorrales, mirando el cielo gris que empieza a clarear. Se para junto a él sin mirarlo, con los brazos detrás suyo.

—¿Se llama Izuku?,—pregunta con la vista en el cielo.

—¡¿Por qué no te callas?!

—Me gusta su nombre... ¿es él quien huele a menta?

—¡Si no cierras la boca-!

—Lo encontraremos.

Denki articula su afirmación con la voz más serena que tiene, más que una sugerencia es una certeza. Posee tanta seguridad que consigue que el rubio lo mire.

—¿Si?,—la pregunta está cargada de sarcasmo, de ira mal disimulada—Me dirás ahora que sabes dónde está.

—No, pero sé que lo encontrarás.

—No sabes nada.

—Sé que no te rendiste. Sé que luchaste contra ellos. Sé que nos liberaste... y sé que lo encontrarás.

Tras una larga pausa Bakugou resopla.

—Eres un idiota—murmura rearmando su postura.

Su presencia se inflama, crece y se concentra. Denki la huele y se emociona.

[...]

Katsuki reúne a los suyos y ladra ordenes sin parar, desayunan sin pausas y se ponen en marcha apenas terminan de recoger el campamento. Es un día brillante con el sol en lo alto en un cielo sin nubes, los caminos se han secado lo suficiente para que los carromatos avancen sin problemas.

Todos viajan con las cabezas descubiertas, muchos sin la parte superior del peto dejándose acariciar por los tibios rayos solares. Los bárbaros asumen posiciones en la retaguardia, vigilando los carromatos del grupo omega, charlando con ellos y deleitándose con la mezcla de aromas suaves e intensos que despiden.

Togata viaja con tres de sus hombres cerca del frente, le insiste a Katsuki para que duerma, su respuesta es un gruñido harto y una expresión feroz; en ningún momento hace ademán de asumir el control, hace sugerencias pertinentes que Katsuki oye porque son sensatas y demuestran el sentido práctico de alguien que está acostumbrado a moverse en condiciones difíciles.

Los bárbaros se acoplan a sus rutinas sin mayor queja, aceptan su comida y a cambio se ofrecen a limpiar las piezas de caza. Ellos, a diferencia de los omega –quienes aprendieron a base de prueba y error en la prisión– son expertos en separar la carne y en aprovechar lo más posible de cada pieza, cocinan las vísceras en llamativos y olorosos platillos que terminan siendo comestibles. Son amables y ruidosos. Entrenan con los alfa libres ya que la mayoría de ellos no saben luchar con propiedad y charlan con los omega, a quienes encandilan con historias y detalles.

Cuando Togata insiste en conocer el incienso, Katsuki se encoge de hombros y le muestra el carromato lleno del polvo que al quemarse huele a leche y miel. Uno de sus hombres se ofrece a probarlo y termina muerto, entre convulsiones y la expresión horrorizada del resto. Katsuki y los suyos limpian la zona, para ellos las pruebas se han convertido en una rutina, su tolerancia es más alta, pero Togata y los suyos se apartan de ahí, incapaces de soportar la fragancia.

Viajan sin pausa aprovechando el cielo despejado y el clima cálido, siguen el cauce del río alertas a cualquier emboscada, pero la región parece deshabitada.

De día Katsuki patrulla, organiza y decreta. También entrena. Uno de los bárbaros, el gigante llamado Inasa, lo reta a luchar. Pierde las primeras veces, el otro es más alto, está mejor alimentado y ha vivido toda su vida en libertad, pero Katsuki no cede ni se avergüenza. Tiene muchas cosas que aprender y otras que recordar.

Le toma cuatro sesiones, pero al final consigue vencerlo. Y una vez que lo hace se aferra a la victoria cada vez, aunque no siempre la consigue. La derrota no lo inhibe y en su lugar inflama su hambre. Entrena y suda hasta que su cuerpo entero protesta al moverse. Ruge y salta hasta que su cuerpo recuerda la flexibilidad de antaño. Con la práctica puede volver a sus tiempos de lucha intuitiva, solo que esta vez no pretende confiar en su destreza innata, está vez está dispuesto a pulir cada golpe y movimiento hasta que no exista nadie que pueda vencerlo de nuevo.

Por las noches Katsuki patrulla, vigila y duerme. Sueña con Izuku y su sonrisa inmensa de mejillas redondas y ojos brillantes.

.

Lo mira con una adoración palpable; es tan intensa que el interior de Katsuki se enrosca y se esconde.

—¡Kacchan!

Su voz infantil, llena de timbres agudos, es una melodía que lo sacude de pies a cabeza.

.

—¡Kacchan!,—el orgullo en su voz, la felicidad en sus ojos—¡Lo he terminado!

.

—No lo hagas, Kacchan—el miedo que hace temblar sus hombros al ver la caída de varios metros que se abre a unos pasos de él—No saltes desde aquí.

.

Los recuerdos vuelven a él con más facilidad. Su ansia crece con ellos, se dispara sin control forzándolo a entrenar con mayor ímpetu, a moverse con mayor apremio. En la prisión los recuerdos eran motivo de amargura, un recordatorio constante de su error y el detonador de su culpa. En el mundo exterior los recuerdos son la chispa que exalta su mundo, brotan sin orden, como una represa que se ha roto y de la que fluyen ideas sin ritmo. Antes se aferraba a ellos con ira y violencia, ahora se baña en cada memoria sin hartarse.

Está aquí. Aquí.

Toda su ansia estalla cuando uno de los centinelas vuelve con la noticia de que la catarata está cerca.

—Hay alguien ahí—dice el muchacho y de inmediato Katsuki detiene el avance de la caravana.

El grupo que envían al frente está compuesto de cuatro personas. Eijirou, Tenya, Inasa y Katsuki. El resto se queda atrás asumiendo una postura defensiva.

Los cuatro rodean el campamento del extraño, se aproximan con cuidado comunicándose a base de cambios en su aroma. Descubren que el hombre es uno de ellos porque se endereza en cuanto percibe su presencia y de inmediato se gira en la dirección en la que se acercan.

—¿Kirishima?

La respuesta que recibe es atronadora y vibrante.

—¡Sensei!

Dos siluetas corren a su encuentro, el hombre abraza a sus discípulos con evidente alivio y los tres se toman un momento para disfrutar de su encuentro. Inasa se mantiene al margen, estudiando al recién llegado. Katsuki ni siquiera lo mira, su impaciencia burbujea dentro de él mientras no deja de mirar a su alrededor, buscando.

Esto hasta que tres voces formulan la misma pregunta.

—¿Endónde está el príncipe?    

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