Capítulo 13: Jaque
Sobre el título. El Jaque es una jugada del ajedrez en la cual el rey se encuentra amenazado por una pieza del contrincante; en el caso del Jaque Mate la amenaza le impide al rey defenderse y pone el fin a la partida. Mientras escribía el capitulo pensé en ponerle Jaque Mate, pero no, no es el final de la partida.
Definiciones. La Cofa es la plataforma que se encuentra en lo alto de los mástiles donde los vigías se posicionan para maniobrar las velas altas y vigilar el mar.
Sobre los personajes. En este capítulo volveremos a ver al grupo de los Gatos que aparecieron en el capitulo 10. Los pongo de nuevo por si acaso.
Tsunagu Hakamata (Beast Jeanist)
Ken Takagi (Rock Lock)
Ryuko Tsuhikawa (Pixie-bob, de los pussycats)
Tomoko Shiretoko (Ragdoll, de los pussycats)
Yawara Chatora (Tiger, de los pussycats)
Shino Sosaki (Mandalay, de los pussycats)
Más personajes. Tenemos a otros a los que mencionare por el nombre de pila:
Taishiro Toyomitsu (Heroe FatGum)
Jin Bubaigawara (Villano Twice) El admirador de Toga.
Kenji Hikiishi (Villana Big Sis Magne)
Por último, tenemos al villano Muscular, a quien Izuku enfrentó con la intención de proteger al sobrino de Mandeley. Como no tenemos su nombre voy a ocupar la romanización de su kanji Masukyura.
Sinopsis: Donde hay soberbia, la ignorancia brilla; cuando el orgullo manda, la desgracia llega.
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Capítulo 13: Jaque
Aizawa se queda en cubierta hasta que la orilla de Hosu se desvanece. Incapaz de dormir o de calmarse, se pasa la siguiente semana entrenando a Tenya en las costumbres de las tribus bárbaras, lo obliga a memorizarse mapas enteros e intenta aplacar sus prejuicios natos.
—Debes mostrarte siempre respetuoso frente a su líder—repite por enésima vez mientras su alumno se retuerce en su lugar—Desconozco la personalidad del joven Togata, pero es importante que no lo contradigas. No poseerá el título de rey, pero lo es a los ojos de su gente. Merece el mismo respeto que Todoroki-ou. No cometas el error de menospreciar sus tradiciones, son gente orgullosa y no tienen miedo de aceptar un duelo para defender su honor.
—Pero su forma de vida es...
—Tenya, no.
El muchacho asiente con calma.
—No lo decepcionaré, maestro.
Aizawa se despide de él en los picos. Lo ve alejarse hacia el interior mientras su barco pone rumbo de vuelta hacia Yuuei. El viaje le resulta insoportable, no deja de pensar, no deja de barajear teorías y cada día se arrepiente de haber abandonado a Shouto.
Es llegar al puerto y entender que es demasiado tarde; la flota real se ha ido y solo queda un puñado de barcos con la misión de patrullar la costa. De inmediato Aizawa ordena que el barco se ponga en marcha, pero el capitán le advierte que necesitan al menos tres días para realizar revisiones de rutina, reabastecimiento de suministros, limpieza y otros detalles.
—Nos vamos mañana al amanecer—ordena Aizawa en un tono que no admite réplica.
Mientras el capitán se encarga de los preparativos, Aizawa deja a los cachorros alfa bajo el cuidado de uno de los oficiales, también se despide de Hizashi, que se prepara para partir hacia el sur.
—Tal vez deba ir contigo—medita Hizashi junto a la nave en la que piensa viajar—Necesitarás ayuda para convencer a Todoroki-ou.
—Conseguir refuerzos debe ser nuestra prioridad.
—Pero todos los reportes indican que nuestra fuerza de combate es superior al ejército de Hosu, no creo que los refuerzos sean necesarios. Con el Ou viaja su guardia personal, los Gatos fueron reclutados y no habrá plan alguno que Sir Nighteye no apruebe. Temo que los refuerzos solo te causen problemas. Todoroki-ou no verá con buenos ojos que tomes los asuntos diplomáticos en tus manos.
—Si resultan ser innecesarios me disculpare y aceptare cualquier penitencia que me imponga el rey.
—Sigo sin entenderlo, ¿por qué insistes en traer ayuda?... ¿te preocupa lo que dijo el joven Midoriya? Tal vez no fuera cierto.
—Eso haría todo más fácil, pero supo detallar la posición de las aldeas en Hosu, los itinerarios en sus patrullas, la trayectoria de sus navíos comerciales. Sin importar cuántas veces lo interrogué, nunca detecté mentiras ni encontré contradicciones. Su información era sólida.
—Bien..., entonces hay una alianza: Hosu y Overhaul.
—No se trata solamente de la alianza, el chico supo de la desaparición de barcos muchísimo antes que nosotros.
—Los naufragios son moneda corriente en el mar.
—Hable con el capitán. Hace dos años que el número se incrementó, no siempre hay tormenta cuando los barcos desaparecen, pero lo hacen sin dejar rastro.
—Si es tan inusual, por qué nadie notifico al rey.
—Lo hicieron. El capitán me dijo que enviaron un aviso a la corte hace más de un año. Recibieron respuesta: El asunto se desestimó. Y hace un par de meses enviaron otra nota informativa. Esta vez nadie se tomó la molestia de contestar.
—Tal vez el asunto no era su prioridad.
—O tal vez nunca supo de el.
—¿Insinúas que hay mensajes que no llegan hasta el rey?
En lugar de responder, Aizawa toma aire y lo suelta con lentitud. Las dudas no dejan de revolotear dentro de él sin pausa. Su incertidumbre se ha convertido en una certeza frágil, cada día más firme y concreta. Al final no puede evitar pronunciar en voz alta la idea que no lo deja en paz.
—Me temo que hay un traidor en la corte. Uno que filtra la información que recibimos.
Hizashi lo mira estupefacto, con la frente arrugada ante la idea. Cuando habla su voz carece de los tonos altos y estridentes que lo caracterizan, es un susurro quedo, lleno de matices confusos.
—...esa es una acusación grave.
—Lo sé, y no dejo de pensar en ello. Ninguno de nuestros espías supo de la droga. Ni uno solo. Y cada vez que pienso en sus informes me doy cuenta de que son réplicas casi exactas, con los suficientes cambios para pasar desapercibidos. La mayoría duró menos de tres meses antes de desaparecer. Y no solo es la droga. Los secuestros continúan. Nuestra flota patrulla las costas día y noche, los horarios cambian, las rutas se alteran, y de alguna forma los esclavistas siguen llegando. Además, el capitán me confirmó que los barcos desaparecidos tienen una tripulación compuesta enteramente de hombres beta. Son demasiadas coincidencias.
—Pero hemos tenido victorias. Conseguimos evitar la captura de este año.
—Porque el príncipe ordeno la inmediata movilización de los barcos. El capitán tenía ordenes de mantener la vigilancia en esta zona. No se habría movido de aquí sin una orden directa.
—...nadie esperaba que el príncipe estuviese aquí.
—Todos creen que está descansando con su hermana en el bosque de la noche. Esa fue nuestra coartada.
—Espera, espera, hemos tenido otras victorias. El ataque a la fortaleza fue posible gracias a la información de los espías.
—Espías que fueron enviados con Kamui, un contacto al que solo yo tengo acceso y cuya identidad real se ha mantenido en secreto. Gracias a él conseguimos coordinar ese ataque. Mitsuki y los suyos lograron recuperarla, pero todos los prisioneros habían muerto muchísimo antes de que sus puertas cayeran. Ese fue el primer contacto que tuvimos con la droga, pero nunca supimos de ella. Alguien se aseguró de mantener esa información oculta.
—Entonces qué, ¿hay una conspiración dentro de la corte?
—No lo sé... ya sea un espía o un grupo de traidores, lo cierto es que se trata de alguien capaz de manipular los registros de información.
—Si existiera un traidor habría intentado acabar con la vida del rey.
—Dudo que su intento sea tan burdo como un cuchillo por la espalda o una porción de veneno en su vino. Temo que está guiando a nuestro rey hacia una trampa.
—¿El ataque a Hosu?
—Piénsalo. El rey viaja a ciegas, sin saber de la alianza ni del arma que usan contra nosotros. Si su ataque falla...
—En su ausencia, Shouto asume sus obligaciones, todas las familias de la corte son leales a él.
—¿Qué puede hacer un rey de diecisiete años con su ejercito al otro lado del mar cuando las tropas enemigas lleguen primero?
Hizashi se pasa una mano por el pelo, lleno de incredulidad.
—¿Crees que la intención de Hosu sea invadir Yuuei?
—Todoroki-ou se llevó a todo su ejército; dejo un mínimo de hombres, los suficientes para mantener el orden, pero su mano derecha, el capitán de su guardia, los patriarcas del consejo, todos ellos viajan con él. Si Hosu ataca, mientras están fuera, no tendremos la fuerza para hacerle frente.
—Sir Nighteye sugería mantener al rey aquí y enviar a Tsunagu con la mitad de la milicia, ni un hombre más.
—¿Recuerdas quien convenció al rey de participar en la lucha y reunir a todos sus hombres?
Hizashi lo mira, la arruga en su frente profundizándose. Traga saliva incapaz de pronunciar en voz alta el nombre que tiene en mente, en su lugar murmura.
—¿Alcanzaras a la flota del rey?
—Nos lleva cinco días de ventaja, pero con suerte Sir Nighteye estudiará la situación antes de organizar un ataque.
—¿Qué pasara si no consigo convencer al Concejo?
—Yuuei queda desprotegida y si cae no habrá nadie que pueda oponerse a Hosu.
Hizashi toma aire con labios trémulos.
—Maldita sea, Shota, de verdad espero que te equivoques.
[...]
Tomoko se apoya en la barandilla de la cofa con sus ojos fijos en el horizonte. Es de noche, pero la luz de las estrellas que se reflejan sobre el agua le permiten distinguir la sombra que se aproxima hacia ellos. Se da cuenta de inmediato cuando detrás de la sombra empiezan a perfilarse más siluetas. Todas del mismo tamaño, deslizándose por el mar a la misma velocidad.
Al ver las luces titilar en lo alto de los mástiles en un patrón que no reconoce, Tomoko grita.
—¡Enemigo a la vista!
Su grito reverbera en la noche, alertando a la tripulación y a sus compañeros que hacen sonar la señal de alarma. Sin perder tiempo Tomoko toma su linterna de aceite, que mantiene encendida en la cofa, y se gira hacia la izquierda, donde cubre la llama y la descubre en un patrón regular alertando al resto de la flota. De inmediato recibe una respuesta del barco más cercano, una luz que destella, se apaga y vuelve a destellar. La señal se repite en otro barco y sigue sucesivamente hasta que todas las naves de la flota responden a su advertencia.
Sin perder tiempo Tomoko se desliza por las cuerdas y cae grácilmente sobre sus dos piernas antes de correr hacia la escalera que conduce al interior. Baja para encontrarse con el rey que sale de su habitación sin su uniforme de batalla.
—¿Cuántos son?,—pregunta Todoroki apenas la ve descender.
—Consigo contar dos decenas de barcos, Su Majestad, es probable que haya más detrás.
—¿Nuestros hombres están enterados?
—La flota está lista, Su Majestad.
—Entonces es momento de luchar.
Tomoko asiente, está a punto de dar media vuelta cuando la sosegada voz de Sir Nighteye se eleva junto al rey.
—Tal vez sea prudente enviar una ofensiva por delante.
—Una excelente idea—añade Tsunagu materializándose junto a la mano derecha del rey—Si nuestro comité de bienvenida es tan pequeño, no vale la pena perder el tiempo con ellos.
En silencio y completamente inmóvil, Tomoko estudia el ambiente. Sus ojos vagan de la expresión impaciente del rey hasta el rostro sosegado y firme de Sir Nighteye. Junto a ellos Tsunagu exhibe una postura relajada, pero sus ojos delatan su nerviosismo. Es obvio que intentan convencer a su monarca de no participar en batalla sin pronunciar la petición en voz alta.
—Ellos tienen razón—responde una cuarta voz con el timbre alegre y despreocupado de aquellos que no guardan dudas en su corazón. Jin Bubaigawara, guardia personal del rey, palmea a Tsunagu en la espalda y le ofrece una sonrisa confiada a su soberano—Dejemos a los peones en manos de peones. Estoy seguro de que Su Majestad prefiere conservar su energía para la batalla en tierra.
—¿Ese es tu consejo?,—murmura el rey con su expresión enfadada.
—Una recomendación. Cuando desembarquemos en el puerto nuestros hombres verán a su rey guiar la ofensiva, a menos que prefiera esperar en el barco mientras hacemos limpieza.
—No hemos decidido...
—¡Hemos venido a luchar!,—replica Todoroki-ou cortando la protesta de su mano derecha.
El rey se mueve antes de ellos. Sir Nighteye lo sigue de inmediato y Tsunagu se gira hacia Jin.
—¿Por qué has tenido que abrir la boca?
—¡Hey!, estaba intentando ayudar. Pensé que la idea de luchar en el puerto lo haría cambiar de opinión sobre luchar hoy.
—¿Y cómo planeabas convencerlo de no luchar en los puertos?
—Sir Nighteye habría ideado un plan para entonces. ¡Yo solo quería hacer tiempo!
Tsunagu se marcha rechinando los dientes. Jin los ve desaparecer antes de girarse hacia Tomoko.
—Nuestro rey es como un niño pequeño, ¿hum?
Tomoko procura mantener su expresión neutra, aún se acuerda de su castigo la última vez que se quejó de su rey, pero hay algo en Jin... su sonrisa, la expresión en sus ojos, la familiaridad con la que se mueve, que instan a Tomoko a relajarse.
Al final se rinde y suspira.
—A nadie le gusta que le prohíban cosas.
Jin le regala una sonrisa inmensa, todo burbujeante y natural.
—Eres Tomoko Shiretoko, ¿no?, miembro de los Gatos Salvajes. He oído muchas historias de ustedes. Me han contado todo sobre su grupo y su forma de luchar..., también me han dicho que son de los pocos amigos que tiene Aizawa.
—Él no suele socializar con nadie.
—Lo sé, es un gato arisco, tal vez por eso se lleva tan bien con ustedes... por cierto, ¿dónde está él, hum? No lo vi abordar.
—Ya quisiera saberlo.
—Es extraño. Siempre creí que su intención era recuperar a su sobrino.
—Y lo es, pero tiene obligaciones.
—¿Cuidando de nuestro príncipe?
—Esa es su vida.
—Oí que el príncipe se retiró con su hermana al bosque de la noche, ¿es cierto? Hace años que no van ahí.
Tomoko sonríe emocionada ante la perspectiva de intercambiar noticias y rumores, mira a su alrededor en busca de oídos indiscretos y cuando no encuentra a nadie se gira hacia Jin, abre la boca y oye a Ryouko llamarla desde lo alto de la escalera.
—¡Tomoko, ven aquí!
Su cuerpo reacciona por instinto, se mueve hacia la escalera sin pensar y tiene el pie en el primer escalón cuando se da cuenta de que ni siquiera se ha despedido. Gira el rostro con las palabras de adiós en la punta de su lengua cuando se topa con la expresión de Jin que vuelve a su camarote.
Lo que ve resulta incomprensible. Jin no sonríe, su boca está torcida en un gesto de burla y manía tan alarmante que paraliza a Tomoko en su lugar.
—¡Tomoko!
Sus pies se mueven solos. La mueca de Jin la sigue y es un recuerdo fijo hasta que ve las siluetas negras que se recortan contra el horizonte. De inmediato asume su mentalidad de batalla y empuja ese mal presentimiento al fondo de su conciencia.
No volverá a pensar en él jamás.
[...]
En cuanto empieza la lluvia Ryouko maldice.
Detesta luchar mojada, detesta que su pelo se pegue contra su cráneo y que su fleco le cubra los ojos. Odia luchar en el mar con el suelo que se balancea y la amenaza de caer por la borda.
—¡No veo nada!,–exclama con ira
—¡Pues abre los ojos!,—grita Tomoko en algún punto sobre de ella.
Ryouko rechina los dientes. Tomoko ama el mar, tiene unos ojos asombrosos que le permiten observar el mundo a kilómetros de distancia sin importar si de día o de noche, sabe navegar, le encanta subirse a los mástiles y sentarse en los postes a estudiar el horizonte azul. Puede luchar en un barco con la misma agilidad y destreza que en tierra firme.
Ryouko detesta su perfección, también aborrece su exiguo sentido de autopreservación.
Cuando el primer barco se acerca, Tomoko salta hacia él con las cuerdas listas para construir un puente. No titubea, no duda. Ryouko se maldice porque ella también es un alfa pero en comparación de Tomoko se siente relegada.
Instigada por su audacia, Ryouko salta detrás de su compañera y empuña su espada sin titubear. Con el enemigo frente a ella se olvida de su odio por el mar y se concentra en la lucha. Esquiva ataques a derecha e izquierda, después golpea, usa su espada para cortar las zonas blandas del cuerpo. La sangre mancha sus ropas, pero la lluvia mantiene su cara limpia.
De pronto detecta el aroma de advertencia, denso y apremiante, que la hace reaccionar de forma automática. Se aparta cuando un hombre inmenso, con el torso superior cubierto de pelo oscuro y dos cuernos en forma de espiral, embiste contra ella. Ryuoko se resbala por el piso mojado incapaz de apoyar la pierna para levantarse, pero cuando el hombre arremete de nuevo, Yawara lo empuja de costado aprovechando la sacudida del barco para desequilibrarlo.
El hombre bestia sacude su cabeza apartando el agua de sus ojos e inmediatamente después enfoca su atención en Yawara. Cuando embiste contra él, Yawara se inclina como si tuviera intención de hacer frente a su fuerza bruta, pero justo antes de la colisión, cuando el hombre inclina sus cuernos para ensartarlo, Yawara se mueve. Usa su pierna izquierda como punto de apoyo, sujeta los cuernos y en lugar de empujar hacia el frente, gira usando el impulso de su enemigo para lanzar a su contrincante fuera de la borda.
Después le tiende una mano ensangrentada.
—Luchamos en pares—le dice con su voz potente y amable.
—¡Díselo a Tomoko que saltó sin permiso!
Yawara se ríe.
—No te preocupes, ¡Shino hablará con ella!
Ryouko sonríe, se sacude el pelo de la cara y se endereza. Está lista para otra ronda.
[...]
La victoria es aplastante. Las tropas de Hosu caen bajo el ataque masivo e indiscriminado de la flota de Yuuei. El rey lucha entre Sir Nighteye y Tsunaga, rugiendo cada vez que un enemigo cae por su espada.
La mañana los alcanza haciendo una limpieza final.
Yuuei pierde dos barcos en la contienda por culpa del fuego, pero consiguen dieciocho navíos capturados en buen estado, aunque extremadamente viejos, y otros diez con exiguas provisiones que terminaran por hundirse. Todas las fuerzas enemigas son lanzadas al mar, los pocos interrogatorios que realizan no aportan más información con excepción de la noticia de que los refuerzos se aproximan. El día termina con la flota dividiéndose en dos grupos, uno de ellos se aleja hacia babor con la intención de atacar el segundo puerto.
El barco del rey se ancla frente la costa. Sir Nighteye decide posponer el ataque con la intención de preparar el asalto, todo ello mientras esperan la aparición de los refuerzos enemigos, pero la paciencia del rey es corta y al final, dos días después de la batalla en el mar, reúne a su grupo para ultimar los detalles.
—Mañana temprano invadiremos el puerto—exclama Todoroki-ou estudiando el rostro de cada uno de los presentes—Quiero que mi grupo esté en primera fila.
Nadie se atreve a llevarle la contraria. Ni su mano derecha –Sir Nighteye aprieta los labios–, ni el capitán de su guardia –Tsunagu toma aire con lentitud–, ni ninguno de los hombres de su escolta personal. Jin es el único que asiente con energía, como si estuviera listo para la batalla.
—Solo tengo una pregunta Su Majestad—interrumpe Jin sonriendo con diplomacia—¿quién se quedará a coordinar las fuerzas que dejaremos protegiendo nuestra retaguardia?
—¿Quieres quedarte?,—pregunta Tsunagu con el ceño fruncido.
—¡No! Yo quiero luchar..., propongo que Sir Nighteye permanezca en el barco.
—Es una buena idea—responde el rey cruzando los brazos.
—Prefiero acompañar al grupo de Su Majestad. Tengo interés en inspeccionar los mapas y libros que guardan aquí. Tal vez sea apropiado que nuestro rey...
—No voy a quedarme.
—¿Qué tal Tsunagu?,—propone Jin señalando al capitán.
—No.
—Pues alguien se tiene que quedar—insiste Jin—no podemos dejar los barcos sin un líder.
—Será tu trabajo—exclama el rey con firmeza—Te quedarás aquí, Jin
—Quiero luchar—replica el alfa con asombro.
—Es una orden. Te quedarás al mando mientras estamos en tierra. Si los refuerzos enemigos aparecen tienes la autorización de organizar nuestras tropas.
El rostro de Jin se contrae de pena, pero asiente a las órdenes de su rey sin decir nada.
—Dejare a Taishiro contigo—exclama Sir Nighteye de pronto mirándolo con una atención avasallante.
Jin lo mira, la sonrisa titubea un momento, pero emerge amplia e inmensa como es su costumbre.
—Será lo más sensato—responde con un tono neutro—Y ya que tu grupo tiene un luchador menos, te ofrezco a uno de los míos. Toma a Masukyura, es un excelente guerrero y cubrirá el espacio que Taishiro deja libre.
Con eso la reunión se disuelve, solo queda dormir y descansar para la batalla que se avecina.
[...]
Desembarcan temprano en pequeños grupos de diez o quince usando los botes de asalto para llegar a la costa. Una vez ahí Tsunagu separa grupos, determina objetivos y se asegura de que su ejército se extienda a lo largo del puerto con la intención de arrasar con todo lo que haya a su alrededor.
Los Gatos son asignados como grupo de reconocimiento que tiene como objetivo avanzar por delante del rey para prevenir cualquier emboscada.
—Tengo un mal presentimiento sobre esto—murmura Sir Nighteye mientras su grupo se adentra en el puerto que, curiosamente, está vacío.
—Es normal que no haya nadie—responde Tsunagu sin distraerse—es probable que la mayoría huyera.
—Terminemos con esto. Encuentra las oficinas administrativas después le prendemos fuego a todo.
Tsunagu asiente mientras la lluvia sigue cayendo inmutable.
[...]
Ryouko y grupo llegan a una intersección sin haber visto a nadie, lo único que se oye es el repiqueteo incesante del agua al caer sobre los tejados de madera. Sin decir nada forman dos grupos y se separan, alfa y beta luchando juntos, mezclando la fuerza de uno con la intuición del otro.
La natural impaciencia de Ryouko se ve suavizada por la calma y estoicidad de Yawara. Ella toma las decisiones y dirige, él apoya y ofrece consejo. Se comunican mediante gestos y suaves cambios en su aroma.
Han trabajado durante años, conociéndose de tal forma que Ryouko se detiene al notar que Yawara emite una señal de alerta. Ella no detecta nada, solo oye el delicado sonido del agua caer, aspira el aroma a miel dulce y aunque sus ojos vagan inquietos no distingue ni una sola sombra amenazante.
Le hace una seña a Yawara y éste responde señalando su nariz. Ryouko arruga el entrecejo y aspira. Solo huele a miel, deliciosa y pegajosa miel. Exquisita en su dorada densidad.
Ryouko suelta el aire con lentitud y su cuerpo emite un callado suspiro de calma. Ni siquiera detecta el aroma de alerta que Yawara emite. Solo puede oler la miel, es tan intensa que se imagina la sensación pegajosa en la punta de los dedos.
¿Lo hueles?, quiere preguntárselo en voz alta, pero por alguna razón no consigue reunir la fuerza para mover su lengua. Cierra los ojos y aspira la dulce esencia hasta que la siente asentándose en su estómago.
La miel está dentro de ella, la cubre por completo. No tiene fuerza para moverse, no siente manos, pies ni dedos. No ve nada. No oye nada. El mundo a su alrededor es un espacio en blanco.
[...]
Tomoko es una fuerza de la naturaleza, es la viva representación de un alfa alegre, completo, lleno de energía y decisión. Yawara es demasiado blando con ella, su naturaleza beta se somete con demasiada facilidad. La naturaleza alfa de Ryouko siempre choca con la de Tomoko, siempre están compitiendo, siempre están impulsándose a cruzar límites. La única capaz de mantenerla a raya, de hacerla reaccionar es Shino, quien no posee los asombrosos ojos de Tomoko ni la nariz de Yawara capaz de separar aromas que otros ni siquiera identifican. Tampoco cuenta con la fuerza de Ryouko o su destreza con los cuchillos.
Shino se caracteriza por su mente, su capacidad de hacer planes, de observar, de obtener conclusiones tan solo mirando.
Está en el piso superior de una de las bodegas donde almacenan leche cuando se da cuenta. Al mirar por la ventana del edificio, procurando mantenerse escondida, los ve: Un sinfín de siluetas, escondiéndose en la línea de los árboles, agrupándose y preparándose para avanzar. Su primera reacción es espesar su aroma para advertirle a Tomoko del destacamento enemigo, la segunda es buscar una ruta de escape para volver con el rey.
Está haciendo un conteo rápido del número de enemigos cuando ve que un grupo se separa de la columna principal y se dirige hacia dónde están. Shino se aleja de la ventana con la intención de buscar a Tomoko e iniciar la retirada, pero se detiene cuando ve a su compañera de pie en medio de la bodega con los brazos a los costados.
Sin perder tiempo Shino se inclina sobre el barandal buscando la amenaza que ha paralizado a Tomoko, pero no hay nada. En un intento por atraer su atención, Shino vuelve a espesar su aroma y se concentra en emitir una advertencia sin alzar la voz, pero no funciona. Tomoko permanece quieta, de pie en medio de la bodega, sin emitir ni una respuesta.
Shino aspira con lentitud esperando dilucidar el estado de ánimo de su compañera, pero de ella no emana nada. El ambiente huele a leche. Leche y miel. Le resulta familiar. Se distrae un momento intentando recordar de dónde lo conoce y entonces su mente hace click. En ese mismo momento las puertas laterales se abren y el grupo de demonios embiste contra Tomoko sin que ella levante un solo dedo para defenderse. Shino se mueve.
—¡Tomoko!
Corre por la plataforma y baja por las escaleras sin dejar de gritar, pero es inútil porque ella no reacciona. Ni siquiera lucha cuando el cuchillo de un enemigo se aprieta contra su cuello. La imagen la paraliza. Reacciona cuando los demonios gritan y la señalan.
—¡Mátenla!
El instinto de supervivencia de Shino la empuja hacia atrás, aunque no puede despegar su mirada del cuerpo caído de Tomoko. Cuando los demonios alcanzan la escalera Shino reacciona, con los ojos abnegados en lagrimas se da la vuelta y corre de vuelta a la plataforma superior. Enfila a la ventana que da a la parte frontal, esconde la cara en su brazo y se lanza contra la ventana de vidrio que se hace trizas ante su peso.
Shino cae sobre el tejado y rueda hasta el borde desde donde se descuelga, de ahí trastabilla y corre sin dejar de llorar. En su mente no deja de dibujarse la sangre roja y brillante brotando del cuello de Tomoko.
[...]
Sir Nighteye no es supersticioso. No cree en la suerte y no cree en las maldiciones. Su vida se guía bajo hechos concisos, demostrables y lógicos; y es precisamente por eso que le resulta extremadamente doloroso admitir en voz alta:
—Tengo un mal presentimiento sobre esto.
No es una admisión que esté dispuesto a verbalizar sin razón alguna, lo hace porque no deja de sentir que alguien lo empuja en esa dirección con los ojos cerrados. No importa que haya planeado cada detalle con cuidado, no importa que haya considerado cada posible amenaza, en su mente hay una vocecita que no deja de susurrar peligro.
El puerto vacío es otra alarma silenciosa que se añade a las que suenan dentro de su cabeza. Resulta un alivio encontrar el edificio administrativo y mientras él sube a investigar acompañado de dos compañeros el resto vigila los alrededores.
Sintiéndose observado Sir Nighteye se asoma por la ventana. En el exterior todos los hombres del grupo han asumido una posición defensiva. Tsunagu y el resto forman un circulo alrededor del rey inspeccionando los alrededores. Como todo parece en orden Sir Nighteye retoma su búsqueda. Repite la misma acción un par de veces hasta que ve a Masukyura separarse de su columna en actitud furtiva.
En un intento por entender lo que hace, Sir Nighteye dirige su atención a los edificios más cercanos buscando alguna señal. Lo que ve es un tenue rastro de humo, casi indistinguible en la lluvia, deslizándose hacia el rey. Curiosamente ninguno de los guardias parece detectarlo.
Sin perder tiempo Sir Nighteye abre la ventana y grita:
—¡Fuego!
Se da la vuelta y corre al exterior con sus dos compañeros detrás. En cuanto está junto al rey inspecciona los alrededores buscando el origen del incendio, pero el aire no huele a humo.
—¿Hueles el humo?
—¿huo?,—pregunta Tsunagu y hay algo raro en su voz, carece de la pizca férrea y alerta que usualmente posee. Sir Nighteye abandona su escrutinio frenético y posa sus ojos en el capitán.
—El humo.
—huo
—¿Tsunagu?
Es ver su expresión perdida y sentir que su premonición fatídica se materializa frente a él.
—¡Saquen al rey de aquí!,—empuja a sus dos compañeros beta para que se muevan—¡Ahora , ya!
La risa que oye en ese momento lo hace estremecer de pies a cabeza.
—Lo siento, pero yo quiero una audiencia con tu soberano.
Sir Nighteye aprieta los dientes, empuña sus armas y grita.
—¡Todos conmigo!,—corre para cerrar filas en la calle—¡protejan al rey!
Del grupo más de la mitad permanece inmóvil, el resto son hombres beta que se apresuran a obedecer mientras los ayudantes de Sir Nighteye arrastran el pesado cuerpo de su rey inmóvil de vuelta a los barcos.
[...]
Shino corre bajo la lluvia sin dejar de pensar en Tomoko y en la sangre manando de su cuello. Tan ensimismada está que choca con Yawara y rebota aterrizando en el suelo.
—¡Shino!
Es oír su voz y sentir que el miedo atenaza su estomago sin piedad, pero en lugar de hundirse y llorar, Shino toma aire y se concentra.
—¡Es una trampa!... ¡Tenemos que advertirle al rey!
—¿Dónde está Tomoko?
La pregunta desata su angustia, se esparce a su alrededor cargando el aire con desesperación, agonía y tristeza. Basta que Yawara detecte su dolor para que lo imite por reflejo.
—Vamos
Yawara la ayuda a levantarse y juntos emprenden el regreso a la costa. Solo entonces Shino se percata del cuerpo que su compañero carga sobre su hombro derecho. Desde ahí Ryouko se balancea como un saco vacío, tiene los ojos abiertos pero su expresión está ausente.
Shino se acuerda de Tomoko, aprieta los dientes y acelera el paso.
[...]
Tomura se ríe mientras lucha y saborea la adrenalina que recorre su cuerpo. Lo que mejora su humor es que su contrincante no le tiene miedo, lo mira con sus ojos juzgones, repletos de ira y aberración.
Tomura se mofa de él, se ríe cuando lo golpea, se carcajea cuando derrama su sangre. Se entretiene de tal forma que se le olvida que su misión es capturar al rey. Para cuando se acuerda tiene a su enemigo desangrándose por la herida de su pecho mientras sus hombres terminan de limpiar la zona cortando el cuello de todos los salvajes que siguen inmóviles.
—Mira nada más—murmura con fingida decepción mientras observa el precioso jacinto azul que se encuentra en la sien de su enemigo—Me has hecho perder mi cita.
—¿Cómo puedes...?,—jadea el hombre en el suelo sujetándose la herida en un vano intento de detener la sangre
—Lo hago con gusto.
—¿Quién eres?,—el charco a sus pies ha comenzado a teñirse de rojo.
—Quien destruirá Yuuei.
—No vencerás...
—¿De verdad?,—Tomura se ríe—Porque si miras con atención, creo que ya lo hice.
El salvaje se mueve, intenta alcanzar su espada, pero Tomura la patea lejos de su alcance. Se acuclilla junto a él, saca su cuchillo y lo hunde bajo la piel de la mejilla. Ignorando el grito de dolor del salvaje, Tomura traza los contornos de la flor que nace en la sien derecha y se extiende sobre el ojo.
Para cuando termina tiene las manos cubiertas de sangre, pero en ellas sostiene un trozo de piel donde la flor de jacinto azul se vislumbra con claridad.
[...]
El ataque de Hosu es devastador. Las tropas dispersadas a lo largo de la costa hacen frente a un enemigo invisible. Ningún alfa es consciente del ataque, todos se paralizan, envueltos en aroma de miel y leche, incapaces de oponer resistencia. Las tropas pierden a sus capitanes y más de la mitad de su fuerza. Los beta, inmunes al incienso, se ven emboscados, superados en número e información; muchos escapan, huyen de vuelta a la costa, incapaces de entender lo que está sucediendo.
[...]
Shino y Yawara encuentran al grupo del rey, o lo que queda de él, tambaleándose por la calle principal. De inmediato Yawara empuja a Ken, uno de los beta que carga con su majestad, le entrega a Ryouko y él mismo se encarga de alzar al rey sobre su espalda antes de emprender el camino hacia la costa.
—¿Dónde está Sir Nighteye?,—pregunta Shino a lo que Ken sacude la cabeza incapaz de pronunciar palabra.
Están a unos treinta pasos del bote más cercano cuando oyen una voz detrás de ellos.
—¡Eh!, esperen.
Shino se gira para recibir a Masukyura que avanza hacia ellos.
—¿Qué haces aquí?,—pregunta Shino escaneando a su alrededor en busca de su tropa—¿dónde están los demás?
—Nos separamos—responde Masukyura deteniéndose frente a Yawara—Eso se ve pesado, deja que te ayude.
Yawara duda, una fracción de segundo, y de inmediato su aroma se espesa lanzando una advertencia que Shino capta de inmediato. Masukyura también la detecta porque se mueve de prisa, sin titubear, empuña su daga y se lanza contra Yawara desestabilizándolo.
Shino está sobre él al siguiente instante, pero la fuerza del alfa es sorprendente, así como sus reflejos. Shino no consigue esquivar el codazo que le rompe la nariz, pero oye el rugido de furia de Yawara y cuando consigue sacudirse el dolor ve a los dos luchando de forma encarnizada mientras un beta arrastra al rey inconsciente hacia los barcos y Ken vuelve de dejar a Ryuoko en el bote.
Cuando Shino se acerca descubre con horror que la daga de Masukyura sobresale de la espalda del rey, hundido hasta la empuñadura. Está a punto de inclinarse y ayudar cuando el aroma de urgencia de Yawara llama su atención.
Shino corre a donde Masukyura se encuentra presionando su rodilla contra el cuello de Yawara. Con la nariz punzando de dolor, Shino se abalanza sobre la espalda del alfa y le sujeta del cuello con el brazo ejerciendo fuerza hacia atrás para obligarlo a retroceder.
La fuerza del alfa es inmensa, con una mano la sujeta del cabello y con la otra sujeta su brazo; aprieta su muñeca hasta que Shino grita por la presión sobre su hueso. No obstante, la distracción funciona porque Yawara consigue impulsar su cuerpo, aparta la rodilla que presiona su cuello y empuja a Masukyura a un lado, después le lanza un puñetazo que el alfa evita al lanzar a Shino contra su compañero.
Sin perder tiempo ambos rearman su postura defensiva interponiéndose en el camino de Masukyura hacia el rey.
—Ustedes beta tendrían que morir—murmura el alfa alistándose para luchar.
—Y lo harán—murmura otra voz.
Del camino principal se aproxima un hombre delgado de piel clara con el pelo de un azul deslavado. Shino lo estudia con atención intentando identificarlo, pero sus ojos se detienen en el trozo de piel que lleva en la mano.
—¿Eso es...?,—no puede evitar decir y el extraño se ríe.
—Oh, sí, es otra pieza de mi colección. Creo que añadiré la tuya. Me gusta la flor de catnip que tienes en tu mejilla.
Antes de que Shino responda Yawara emite una sutil señal de retirada. Masukyura la detecta, pero él reacciona con lentitud al no estar acostumbrado a sus señales. Corren hacia el bote que se aleja de la costa. Chapotean con el agua hasta las rodillas hasta que consiguen abordar mientras el hombre de pelo azul se ríe a carcajadas.
[...]
—¡Necesitamos un médico!,—grita Taishiro mientras ayuda a transportar al rey a sus aposentos.
Jin lo ve alejarse con el grupo de sanadores personales del rey, observa con indiferencia el rastro de sangre que dejan a su paso y dirige su atención hacia Ryouko, inmóvil y con los ojos abiertos, que es transportada hacia el interior. Por último, centra su atención en el resto del grupo: Yawara intenta recomponer la nariz de Shino y Ken busca sobreponerse a su estupor. Jin procura que la decepción no se refleje en su cara.
—¿Dónde están los demás?,—pregunta Taishiro al volver a cubierta.
—¿Cómo está el rey?,—pregunta Jin modulando su tono de consternación
—El médico está con él. No me quede a escuchar un diagnóstico. ¿Dónde está Sir Nighteye?
Ken Takagi responde—Se quedó a defender nuestra retaguardia.
—¿Y Tsunagu?
—Estaba con él.
—¿Cómo los emboscaron?
La pregunta es para Shino que tiene la cabeza entre las rodillas luchando por controlar el dolor.
—¡Nos traicionaron!,—alza el rostro ensangrentado y lo mira con ira—Masukyura... ¡el bastardo estaba con ellos!
—¿De qué estás hablando?,—pregunta Jin conteniendo el impulso de gruñir.
—¡Fue él quien apuñalo al rey! ¡Fue él quien nos atacó en la costa! ¡Todo fue una trampa!... Nos querían dentro del puerto.
—¿Qué paso?,—interviene Taishiro
—No lo sé. Había algo en el aire. Olía... olía dulce. Como la miel, pero no era igual. Olía como mi hermana... como cuando ella estaba... cuando estaba a punto de tener a mi sobrino... Olía a omega.
—¿Había omegas prisioneros ayudando al enemigo?,—pregunta Jin con calma.
—No era natural—interviene Yawara—Olía a miel y leche, pero también detecte el aroma de la amapola y de la valeriana. Ambas eran tenues, imperceptibles al principio... pero su efecto fue inmediato. En cuanto Ryouko lo aspiro su cuerpo perdió su postura defensiva, la sentí relajarse, y entre más respiraba dejo de moverse, se quedó quieta, no respondió cuando intenté llamarla.
—Tomoko—el nombre se quiebra en los labios de Shino, toma aire y vuelve a intentarlo—Tomoko también reaccionó igual. Se quedó inmóvil. No se rebeló ni aunque los demonios fueron hacia ella.
Yawara se arrodilla a su lado y le frota la espalda con afecto.
—Lo mismo paso con el grupo del rey—murmura Ken encorvado en su lugar mirándose las manos ensangrentadas—Fue Sir Nighteye quien nos ordenó arrastrar a Todoroki-ou de vuelta a los barcos. El rey... el rey no se movía. Tuvimos que empujarlo mientras Sir Nighteye organizaba la defensa a nuestra espalda—alza los ojos y deja vagar su vista de los gatos a Jin y de vuelta—¿Cómo pueden... cómo hicieron eso?
—Neutralizaron a todos los alfa con ese aroma—dice Shino mirando a Jin y Taishiro.
—Nada de conclusiones absurdas—responde Jin alzando las manos
—¡No es absurdo! ¡Ryouko, Tomoko... y el rey!
—Sigue siendo una suposición—dice Jin antes de volverse hacia Ken—¿Hubo algún alfa obedeciendo las ordenes de Sir Nighteye?
—No lo sé... todo paso tan rápido.
—Ahí lo tienes—señala Jin mirando a Shino—Tal vez sea una coincidencia.
—¿Coincidencia?,—gruñe Shino mientras se pone de pie
—Es algo que tenemos que investigar.
—¿Piensas mandar más tropas?
—Nuestra misión es inutilizar este puerto.
—¡Ordenar un ataque sin saber que es esa cosa es una estupidez!
—¡Estupidez es quedarse esperando un contraataque!
—¡¿Por qué no nos vendas los ojos y nos tiras por la borda?! ¡Será más rápido!
—¡No seas absurda! ¡Harás lo que digo!
—¡Tú no eres mi rey! ¡No te debo obediencia!
—¡Yo estoy a cargo y tengo ordenes que cumplir!
—¡Eres un necio si no escuchas lo que te hemos dicho!
—¡Basta!,—Taishiro se interpone y los mira con severidad imponiéndose—Basta los dos. Nuestra prioridad en este momento es el rey. Tenemos que volver.
—No podemos volver—interrumpe el sanador que viene a reunirse con ellos.
—¿Cuál es el diagnostico?,—pregunta Jin.
—Me temo que el cuchillo perforó el pulmón, pero como Todoroki-ou se encuentra bajo una sedación profunda no tengo forma de confirmarlo.
—¿Qué clase de sedación?,—interviene Taishiro
—No lo sé, su cuerpo no muestra las señales visibles de estrés o dolor. No reacciona a nuestras preguntas, su ritmo cardiaco es muy lento, eso ha mantenido la pérdida de sangre al mínimo, también ha detenido el esparcimiento del veneno, pero...
—¿Veneno?
—Hemos extraído la hoja y por el olor podemos afirmar que fue corrompido, todavía no identificamos la composición. Tendremos que vigilar su condición durante un par de días.
—No podemos quedarnos aquí.
—El rey no sobrevivirá al viaje de vuelta. Necesitamos que recupere la conciencia, necesito que se encuentre fuera de peligro antes de considerar someterlo al estrés de la travesía.
—De acuerdo—exclama Jin tomando el control—Esperaremos.
—Tenemos que enviar una patrulla a buscar a los demás—exclama Shino—tenemos que avisarles del peligro
—Yo iré—anuncia Taishiro—los traeré de vuelta.
—Muy bien, que Shino y Yawara vayan contigo.
—No—dice Shino—nos quedaremos con el rey. Es nuestra obligación.
Jin está listo para protestar cuando Taishiro interviene.
—Es lo mejor. Tomaré cinco barcos de escolta e iremos por ellos. Shino, te quedarás con el rey, pero recuerda que Jin está a cargo, es tu obligación obedecerlo.
Shino asiente con rigidez. Jin se despide de ellos y se marcha a repartir obligaciones.
[...]
El barco de Aizawa atraviesa el mar a una velocidad impresionante. Los vientos están de su parte y consiguen recorrer el mar en tan solo diez días al no tener que enfrentar ninguna tormenta seria. Por desgracia llegan demasiado tarde. Su navío sortea las naves escolta hasta detenerse junto al barco real, en cuanto Aizawa salta a cubierta Shino lo intercepta.
—¡¿Dónde estabas?!—lo reprende la mujer con la nariz hinchada y los ojos negros.
Aizawa se sorprende al verla, pero su urgencia es aún mayor.
—Tengo que hablar con el rey.
—Todoroki-ou está inconsciente—responde Jin apareciéndose junto a él—¿De dónde vienes?
—¿Y Sir Nighteye?
Shino toma aire y se lo explica. Han pasado dos días, pero su voz aún se quiebra cuando habla de Tomoko, cuando eso pasa toma aire y retoma su relato de inmediato. Le cuenta de la batalla, del humo con aroma a omega, de la perdida de la mano derecha del rey y del capitán de su guardia. Le explica que del consejo real solo quedan los patriarcas de cada familia de la corte a quienes Taishiro intenta alcanzar.
—Una pequeña flota de barcos nos atacó ayer—concluye Shino con su voz controlada—pero conseguimos repelerla. Tuvimos que alejarnos del puerto para evitar que nos acorralaran.
—He llegado demasiado tarde.
—¿Dónde está el príncipe?,—interroga Jin con severidad—Tu tarea es mantenerlo a salvo.
Al pensar en Shouto, Aizawa reacciona.
—Necesito un barco, necesito que Shino y Yawara vengan conmigo.
—¿Por qué?,—cuando Aizawa intenta desviar la conversación Jin se endereza—El rey me dejo a cargo, eso significa que soy responsable de su hijo. Tienes la obligación de decirme qué has estado haciendo y por qué el príncipe no está contigo.
Aizawa mira a Shino que asiente con rigidez. Pese a su renuencia les cuenta del rescate de los cachorros alfa, el secuestro de barcos beta, la existencia de la droga y la alianza entre Hosu y Overhaul.
—¿Quién te ha dicho esto?,—inquiere Jin con voz tensa.
—Eso no importa ahora. Todo ha resultado ser cierto. Incluida la traición de Masukyura, aunque no esperaba que fuera él—dice mirando con fijeza a Jin.
—¿Dónde está el príncipe?
Aizawa guarda silencio.
—Me lo dirás ahora o tomare tu silencio como una afrenta contra el rey mismo—cuando el silencio se prolonga, Jin balancea su cabeza en un intento por relajar sus músculos—Traigan al capitán.
La autoridad de Jin sobre la tripulación beta es absoluta porque ante su orden dos hombres abandonan la cubierta para cumplir su mandato.
—Sujétenlo—ordena después y otro grupo de guardias aferra a Aizawa que intenta apartarse—No dejen que intervenga.
En cuanto el capitán se presenta frente a ellos Jin se impone.
—Soy Jin Bubaigawara y en este momento soy la máxima autoridad que existe por debajo del rey. Me dirás exactamente qué hicieron desde el momento en que tu barco salió del puerto por primera vez.
El capitán toma aire y se lo cuenta. En cuanto termina de hablar Jin empieza a reírse. Consigue tranquilizarse lo suficiente para tomar aire.
—Lo siento, pero la idea es hilarante—dice Jin mirando con fijeza a Aizawa—¿me estás diciendo que nuestro príncipe, el heredero de la corona, se encuentra en tierra hostil, en manos de un sospechoso que bien podría venderlo a nuestros enemigos para recuperar su posición?, ¿y qué tú lo permitiste?
—Kamui es de fiar, mientras Shouto escuche sus recomendaciones estará a salvo.
—Yo no podría mi fe en uno de ellos, ¡Guardias!, enciérrenlo.
—¿Qué estás haciendo?,—protesta Shino con furia.
—¡Ha puesto la vida de nuestro príncipe en peligro! Shota Aizawa te remuevo de tus obligaciones hasta no confirmar que tus imprudentes acciones no hayan resultado en la muerte de nuestro príncipe.
—¡No puedes hacer esto!,—grita Shino
Jin la ignora—Si por tu culpa el príncipe muere, me aseguraré de que tu castigo sea ejemplar.
—No puedes hacer esto—dice Aizawa con toda la autoridad que posee mientras los guardias lo arrastran hacia la bodega.
—El rey no te lo perdonara—dice Shino
—Cuando el rey despierte podrá dar su opinión sobre este asunto.
Pero esa misma noche Enji Todoroki, soberano de Yuuei, fallece; y casi al mismo tiempo un cuervo negro vuela desde tierra hasta la popa del barco. Jin acaricia su plumaje y coloca el mensaje en la bolsita de su pata. La nota es un trozo de papel enrollado que dice:
El rey ha muerto y su heredero pasea en Hosu.
Jin sequeda ahí hasta que el ave se pierde vista sin dejar de sonreír.
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