Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝗱𝗶𝘅-𝗻𝗲𝘂𝗳. 𝗹𝗲 𝘀𝗲𝗿𝘃𝗶𝗰𝗲

capítulo diecinueve:
el favor

—Es hora de cobrar mi favor. 

Capella se llevó una mano al pecho, sobresaltándose al escuchar aquella voz a sus espaldas. No esperaba que Evan Rosier la abordase al salir de Transformaciones, su última clase del viernes. 

—¿Qué es lo que quieres ahora, Rosier? —preguntó con cansancio la chica, sujetando su varita en el bolsillo de su túnica. Solo por si acaso, no se fiaba de él. 

—Bueno, me debes dos favores, y quiero cobrar uno. Mañana es la primera excursión a Hogsmeade del curso, así que vas a ir conmigo. 

No. Eso era lo que Capella quería decirle. «No quiero verte, Rosier», y salir por patas del pasillo, esconderse en su habitación y no hacer nada. Pero solo hizo lo último: nada. 

Como siempre, a Evan no pareció importarle que ella no reaccionase a lo que le decía. Simplemente se quedó en silencio, caminando muy pegado a ella, tanto que sus brazos chocaban y a Capella se le puso la carne de gallina. 

—Te espero a las dos en Las Tres Escobas, a no ser que prefieras otro local. Cabeza de Puerco tiene una pinta horrible, pero si es donde quieres ir...

—No quiero ir a Cabeza de Puerco, ni a Las Tres Escobas —interrumpió Capella, callando esa vocecilla que decía que debía mantenerse en silencio. 

—Yo no soy muy fan del salón de té de Madame Pudipié, aunque no lo parezca. Te agradecería si fuéramos a Las Tres Escobas. 

—Rosier, el sitio no es el problema. Tú lo eres. No quiero una cita contigo. 

Él esbozó una sonrisa. 

—Yo estaba hablando de tomar algo. 

—Eso es básicamente una cita. 

—Está bien, si insistes, tendremos una cita en Las Tres Escobas. Mañana a las dos, no faltes. 

Antes de irse, Evan la miró de arriba abajo y añadió:

—Si vas, te contaré por qué va a ser bueno para ti y para tu hermana pequeña. Yo que tú me lo pensaba.

No sabía qué tenía que ver con Deneb, ni cómo iba a ser bueno para ellas que saliera con él a Las Tres Escobas, pero no le contestó. Y Rosier se fue, tomándose el silencio como una confirmación. 

El sábado amaneció con el sol brillando demasiado para ser mitad de octubre, no había prácticamente ninguna nube en el cielo y se respiraba un buen ambiente. Capella se preguntaba si era algún tipo de ironía del universo que el día fuera fantástico cuando en realidad iba a ser muy extraño, incómodo y nada agradable.

Pensó que si hubiera quedado con Andromeda tendría excusa para no ir, pero al final no habían podido quedar para verse. Los últimos días habían estado teniendo lugar más ataques que desde hacía mucho tiempo a hijos de muggles. No querían arriesgarse. Las noticias de desapariciones, asesinatos, torturas y secuestros eran cada día mayores. Todas, por supuesto, por parte de los mortífagos.

Sabía que su familia estaba directamente relacionada con todo aquello, y no era del lado bueno precisamente. Había varios mortífagos, estaba segura. Y le preocupaba. 

Pero ahora debía centrarse en el día que tenía por delante. Capella se había pasado la noche en vela, porque no paraba de dar vueltas a la conversación en su cabeza. No le gustaba tener que ir con Evan al pueblo, y no quería hacerlo, pero... Necesitaba saber por qué iba a ser bueno para ella. Y, sobre todo, para Deneb.

Así que Capella se vistió y bajó a desayunar antes de que sus amigas despertasen, llegando al Gran Comedor cuando apenas había nadie en las mesas. 

En la de Gryffindor solo se encontraban un par de personas, James siendo una de ellas, tomándose un café mientras escribía cosas en un pergamino. Dudaba de que se tratase de la tarea, y cuando se acercó a él comprobó que estaba ideando estrategias de quidditch. 

—Buenos días, Ella —la saludó con una radiante sonrisa, como si no fuese un sábado a las siete y media de la mañana. 

—Buenos días, James —correspondió ella al saludo, sentándose a su lado y agarrando un croissant.

—No sabía que también eras de madrugar —comentó James.

—Ya, es que hoy no tenía sueño —dijo ella en respuesta, algo que no era mentira del todo—. ¿Estás planeando jugadas? 

James terminó de dibujar una línea y le mostró el pergamino a Capella, orgulloso de su trabajo. Ella no entendía mucho de quidditch, pero Josephine y Gordon le habían hablado lo suficiente para que lograse comprender bastante de lo que le enseñaba. 

Estuvieron conversando un rato, y James consiguió sacarle a Capella más de una risa. Más cuando Lily bajó y James intentó hablar con ella. Pero Lily solo movió su varita en dirección a James, murmuró «Silencio» y ninguna palabra salió de la boca del chico. Fue imposible no reírse al ver lo frustrado que estaba James porque no podía decir el contrahechizo y Capella no sabía cuál era el encantamiento para que pudiera volver a hablar. 

Como había madrugado tanto, tuvo mucho tiempo por la mañana antes de salir a Hogsmeade. Lo aprovechó para hacer tarea con la que iba atrasada, que no era poca, hasta que Emmeline bajó a la Sala Común con un montón de libros.

—¿Estás haciendo la redacción de Pociones? Puedo ayudarte si quieres —se ofreció—. Hice mi redacción ayer. 

—Sería genial, porque no entiendo nada de lo que estoy escribiendo —reconoció Capella, dejando la pluma a un lado. 

La hora para ir a Hogsmeade llegó, para mala suerte de Capella. Fue en los carruajes junto a sus amigas y se quedó con ellas hasta que dieron las dos. Estaba frente a la puerta de Las Tres Escobas, debatiendo muy seriamente si entrar o salir corriendo. ¿Sería tan malo entrar? Al menos, así Rosier dejaría de ser tan pesado. O a lo mejor se volvía más insistente. 

Suspiró con pesadez y abrió la puerta del local, y el murmullo de todas las conversaciones le llegó a los oídos. Últimamente no había tanta gente, se acordaba que hacía dos años la clientela era casi el doble, pero era entendible. Los últimos años habían sido los peores con respecto a la guerra, y la gente tenía miedo. Parecía que los estudiantes de Hogwarts eran la gran mayoría de los visitantes. 

Divisó a Evan en una mesa a la derecha, pegada a la pared. La estaba mirando, probablemente se había dado cuenta hacía un rato de que se había quedado parada en la puerta. Pero no le había hecho ningún gesto para que se acercase, ni se había levantado. Le ponía muy nerviosa que nunca hiciera nada cuando ella se quedaba en silencio o quieta, como si lo entendiese. Era una estupidez, porque Evan Rosier no podía entenderla. 

Se decidió a avanzar hasta la pequeña mesa, donde dos cervezas de mantequilla les esperaban en el centro. Evan sonrió cuando Capella se sentó, y ella sintió la necesidad de irse de ahí cuanto antes. 

—Me alegra que hayas venido, Ella.

—Espero que al menos invites tú —contestó de mala gana, dándole un sorbo a su cerveza mantequilla. 

—Por supuesto, es lo que debo hacer como tu futuro...

—Marido, sí, ya lo he pillado. Vamos a casarnos y a tener diez hijos, lo que tú digas, Rosier. 

Él soltó una risa y también se dio un sorbo de cerveza de mantequilla, alzándola antes en el aire y brindando con ella. 

—No suena nada mal dicho por ti.

Capella rodó los ojos y bebió de nuevo. Tenía pinta de que la tarde iba a hacérsele muy larga. 

—Ahora que estás aquí, supongo que querrás saber por qué vas a beneficiarte de esto. —Evan interpretó el silencio de Capella como una invitación a seguir hablando—. Es muy sencillo, si te portas bien, yo también lo haré. Puedo escribirle a tu padre y convencerle de que has aceptado el matrimonio y que estás dispuesta a colaborar. 

—Hay un problema, eso es mentira —repuso Capella, sonriendo de forma sarcástica—. Si quisiera la aprobación de mi padre, no habría hecho todo lo que he hecho, ¿no crees?

—Sé que no te interesa eso. Pero creo que te conviene, ¿o se te olvida que no eres la única que ha decepcionado a tu familia? Me parece que a tu padre no le hizo mucha gracia que tu querida hermanita quedase con los tejones. 

Esta vez, no hubo ningún gesto irónico en el rostro de Capella. Solo tragó saliva y se le quedó mirando fijamente, porque había dado en el clavo. Cepheus le había mandado una carta a Deneb muy similar a la que ella había recibido años atrás.

—Personalmente, no me importa tu casa. Slytherin es la mejor, por supuesto, pero no creo que el valor de un mago dependa de eso, porque el Sombrero Seleccionador te manda donde te apetece. A mí me quiso mandar a Ravenclaw, pero le dije que no y no dudó en gritar Slytherin. No creo que ese sea tu mayor inconveniente. 

—¿Qué quieres decir? 

Evan se tomó unos segundos para responder. 

—Ella, si sigues siendo una decepción y una traidora para cuando salgas de Hogwarts, mi padre anulará el compromiso, y yo no quiero eso. Me gustas, eres divertida. Y sé que que harás cualquier cosa por Deneb, así que no veo por qué no podrías intentarlo. 

Se estiró en su silla con aire resuelto, como si fuera un villano que acabase de contar su plan maestro, y esperó pacientemente a que Capella contestara a él. La chica estaba de piedra. Tenía claro que casarse con Rosier no entraba en sus planes, nunca lo había hecho, pero ese día cada vez parecía más cercano, y no sabía qué hacer en esos momentos.

Todavía era una adolescente, estaba asustada, no podían pedirle que tomara decisiones tan importantes para su futuro y, por consiguiente, el de su hermana pequeña. Porque si lo hacía, cabía la posibilidad de que se equivocase mucho. 

—¿Qué se supone que debo hacer, entonces? —preguntó Capella—. ¿No pretenderás que sea tu novia? 

Evan se encogió de hombros y luego se irguió en la silla, apoyando ambos brazos en la mesa. Acercó su mano derecha a la izquierda de Capella, sujetando sus dedos entre ella, y Capella dirigió su mirada ahí. No apartó la mano, pero su tacto se sintió helado. 

—No voy a obligarte a que salgas conmigo, Ella. Solo quiero que sepas que puedes salvar a Deneb. Tu padre no la tocará si piensa que te tiene controlada. Que yo te tengo controlada. Me puedo encargar de eso. 

Un escalofrío le recorrió la columna vertebral cuando él le acarició los dedos de forma suave y fue cuando verdaderamente se sintió paralizada. 

—De todas formas, no tienes que ser mi novia, ya eres mi prometida. Solo quiero que te portes bien, como ya te he dicho antes, y yo haré lo mismo. 

Le soltó la mano con lentitud, y algo dentro de Capella se removió. Pero lo acalló y observó cómo Evan se ponía de pie y rebuscaba en sus bolsillos, sacando unas monedas y dirigiéndose a la barra. Cuando volvió, le tendió la mano a Capella para que también se levantase, pero ella todavía estaba recelosa. 

—Solo quiero que vayamos a pasear, no tienes que darme una respuesta definitiva. Simplemente actuaré como lo hagas tú. 

Y ese fue el incentivo que Capella necesitaba para aceptar la mano que le ofrecía, cogiendo su abrigo y poniéndoselo. Seguía haciendo un día claro, poco ventoso, y menos frío de lo que era habitual de un octubre en Escocia; pero eso no quería decir que se pudiese salir sin estar abrigado. 

Capella se sentía muy incómoda mientras caminaba a su lado por las calles de Hogsmeade. Varias personas se les quedaron mirando, entre ellas Marlene McKinnon, una amiga de Sirius. Estaba paseando con otra chica, de piel negra y pelo voluminoso, muy guapa, y le susurró algo al oído cuando Capella y Evan pasaron por su lado. 

—¿A dónde se supone que vamos? 

—A donde quieras, Ella, solo estamos andando. No voy a secuestrarte, te lo prometo. 

—Está bien. 

Nunca había sido alguien que se callase lo que pensaba. Bueno, sí lo era con su padre o su familia, la mayor parte del tiempo. Pero no con la gente de su edad, no con Evan Rosier. Algo le frenaba a mandarle a la mierda y largarse de ahí, y sabía que no se trataba solamente de Deneb.

Pararon en una zona poco concurrida, con una pequeña plaza y varias casas a su alrededor. Había menos de una decena de magos y brujas, la mayoría ancianos que se encontraban en sus porches, hablando entre ellos. Uno grupo de tres estudiantes estaba sentado en las escaleras de una casa, comiendo ranas de chocolate y riendo de forma despreocupada. 

Evan observaba a Capella en silencio mientras los ojos de ella recorrían la estancia. Su pálida piel hacía mucho contraste con su cabello negro y sus múltiples pecas oscuras, sobre todo porque con el frío del exterior resaltaban más.

—Voy a usar mi segundo favor —declaró Evan, y la atención de la chica volvió a él—. Quiero que cierres los ojos. 

—¿Por qué? 

—Solo hazlo. 

Capella lo pensó durante unos segundos. Había gente cerca, y en cierto modo no creía que Evan fuera a hacer nada malo. Pero el chico siempre acababa sorprendiéndola, para bien o para mal. Sin embargo, acabó por cerrarlos, todavía indecisa, para quitarse de encima de una vez esa tontería de que le debía favores. 

Sintió el aliento de Evan más cerca que antes y notó cómo pasaba sus dedos a través de los mechones de su rizado cabello. Evan posó despacio sus labios sobre los de Capella, que se quedó más quieta que nunca, y la besó. Sus labios estaban tan helados como sus manos, y desde tan recortada distancia reconocía el aroma a perfume caro. 

Cuando Evan retrocedió unos centímetros y Capella le volvió a mirar, le dio la sensación de que el chico había crecido. Le veía más alto, o tal vez a ella misma más pequeña. Permaneció en silencio mientras observaba una sonrisa formarse en la boca del chico. A lo lejos, escuchó los silbidos que les dedicaba el grupo de alumnos que se encontraba en la plaza. 

—Piénsalo. 

Evan acababa de darle su primer beso a Capella. 






no❤️

no en serio: Evan no. por favor.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro