Epílogo
Epílogo
Franco observó a María comer el ramen con una de sus remeras sobre su cama. La tarde había sido muy productiva. Su habitación estaba más desordenada de cuando había empezado, pero se habían puesto al día con el sexo. Eso hizo sonreír a Franco. Él también comió, él iba por el segundo, María por el tercero. Al parecer había encontrado alguien que le gustaba el ramen más que él mismo.
Ella notó su mirada y sonrió.
—¿Qué quieres saber?— le preguntó después de tragar su comida
Franco la miró asombrado, recordando que ella le había dicho que le diría todos sus secretos. Él se encogió de hombros.
—Lo que quieras decirme, nena.
María aflojó su expresión, una tierna sustituyó a la sonrisa picara que había tenido.
—Estoy segura que tienes preguntas—, le dijo en cambio.
Franco se mordió el labio inferior. Tenía muchas preguntas. Él se estiró para dejar la taza de ramen instantáneo en la mesita de luz y observó a María hacer lo mismo y acomodar sus piernas en posición de loto. Franco la imitó, concentrándose en su rostro y no en sus piernas desnudas.
—¿Cómo conociste a los chicos?
María aún no le había contado detenidamente la historia de cada uno y tenía muchísima curiosidad por saber esa parte. María sonrió, mostrando sus ojos brillosos de recuerdos.
—Al primero que conocí fue a Patrick—. Franco asintió recordando la historia de la difícil infancia de María—. Estamos en preparatoria y mis amigas me habían dejado un poco de lado—. Ella se encogió de hombros, como si eso ya no le molestará—. Patrick era nuevo y la mayoría se burlaba de él porque era muy pálido y lo tenían de punto. Ya sabes, era el blanco de los abusivos, las chicas lo trataban para mandados. Hasta los nerd se burlaban de él.
María tenía una mirada triste y luego sonrió.
— Hasta que me cansé. En mí cabeza, dije que éramos parecidos. A ambos nos hacían desprecios y lo defendí. Hice que los abusivos dejarán de molestarlo, diciendo que me enojaría con ellos. Los nerd se mantenían alejados de mí, se ponían todo nerviosos—, ella y Franco rieron—. Las chicas era un asunto aparte. Comencé a enseñarle la forma de ganarse a las chicas y pronto todas estaban tras él. Pero Patrick no las quería. Él...
Ella suspiró y se detuvo por unos segundos. Pareció dudar.
—Si no quieres contarme todo, está bien—, dijo Franco.
—No es un secreto mío, por eso no puedo decirlo. Sólo te diré que él estaba muy enamorado de una chica, pero ella se fue de la escuela y él se volvió algo frío con las demás. Excepto conmigo, obvio—, María sonrió como si fuera que caía de maduro.
Franco sonrió.
— Patrick te ama—, dijo sin pensar.
—Y yo a él. Es como un hermano menor que con el tiempo se volvió el mayor—, ella rió.
A Franco no le molestó que dijera eso. Él sabía que había distintas formas de amar, y él comprendía que quería decir ella con eso. Aunque aún no olvidaba que ella no había contestado a su declaración de amor.
—Luego fue Andrew—, siguió ella—. Fue un tiempo después de Darren. Yo no andaba en buenos pasos en ese tiempo—, ella hizo una mueca y él frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
María suspiró.
— Bebía alcohol y fumaba marihuana. Dejé de hacerlo hace mucho, y tampoco me gustaba. Supongo que quería que la gente hablará con razón—, ella se encogió un hombro—. Andrew era el duro del barrio, pero todo era una pantalla. Él viene de una familia complicada, tenía un hermano menor que murió en una balacera y eso lo marcó mucho. Sus primos eran pandilleros, siempre estaba en la calle, pero en secreto él estudiaba mucho. Él quería salir de ese círculo vicioso en su familia. Él se enteró lo que yo estaba haciendo y fue a amenazarme—, María se rió.
»— Nunca olvidaré lo que dijo: "Eres bonita, una niña tierna. Pero eres estúpida como un asno"—. María negó con la cabeza con más risas—. Él me dijo que dejara de tirar mí vida a la mierda y que hiciera algo para cerrar la boca de los demás. Yo le dije que se metiera en sus asuntos, y él juró que yo lo era—. Ella lo miró algo culpable—. Otra chica de la que no puedo hablar.
Franco asintió.
—Entiendo—, sonrió.
—Eramos los raros, yo me había mudado a lo de mí papá, pero él no vivía muy lejos. Así que seguía llendo a la escuela con Patrick y veía a veces a Andrew. Empecé a ayudar en un asilo de ancianos en el invierno. Allí encontré a David. Él era muy retraído, siempre iba a visitar a su abuela. Todos los fin de semana, él estaba ahí sin falta. Creo que sus padres lo mandaban allí para no tener que tenerlo en la casa—. María suspiró con el ceño fruncido.
—Un fin de semana, lo vi haciendo esos signos con la mano y me dió curiosidad. Hablé con su abuela un día de semana y ella me contó que David era sordo y lo que eran el lenguaje de señas. Yo le dije que quería aprender y ella estuvo muy contenta en enseñarme. Aprendí rápido, así que al poco tiempo podía ver de qué conversaban ellos los días que él iba. A veces lo cazaba viéndome fijamente, pero cuando se daba cuenta que yo lo atrapaba, desviaba la mirada. Así estuvimos unos dos meses más o menos. Hasta que la abuela murió. Decidí buscarlo a los pocos días y cuando lo ví le dije:"lo siento"— ella movió sus manos mientras decía las palabras.
Sus ojos se llenaron de lágrimas que parpadeó. Franco se acercó a ella y la abrazó. Ambos terminaron acostado, mirando el techo. De esa forma, María siguió sin mirarlo, apoyando su mejilla en el pecho de él.
— David lloró y me cerró la puerta en la cara. Volví, con el mismo resultado. Pero él no me conocía, iba todos los días, a la misma hora. Unas veces fui con Patrick y Andrew. Tuve que enseñarles lengua de señas, ellos lo aprendieron a la fuerza porque sabían que lo iba a integrar fuera como fuese.
Franco acarició su cabello, sabiendo que ella era así. Era testaruda, pero de un corazón gigantesco.
—Una tarde él se cansó y me gritó que no fuera más a su casa. Patrick y Andrew lo sostuvieron mientras yo movía mis manos salvajemente diciéndole que no lo dejaría en paz hasta que fuera mí amigo—. María rió—. Lo obligué, pero no me arrepiento. Ese verano conocimos a Robin. Es el primo de David.
Franco parpadeó, eso no lo sabía. Aunque ahora que María lo decía, veía las pequeñas similitudes. Aunque lo más obvio era sus cabellos rojos.
— Robin nos ganó con facilidad. Él dijo que quería ser parte de los inadaptados sociales. A mí me gustó el nombre y le pregunté que tenía de raro, además de su forma de vestir. Nunca me olvidaré como infló su pecho y dijo muy orgulloso: "Soy disléxico"
María rió.
—"¿Eso que mierda es?" Gritó Andrew"¿Es contagioso?"—. María negó con la cabeza, Franco podía escuchar su timbre divertido—. Robín nos explicó su problema y lo acepte en el grupo. Mí papá notó que yo extrañaba a mis amigos cuando no podía ir muy seguido y decidió que nos mudáramos más cerca, para estar todos juntos. Al lado de mí casa vivía un gigante. ¿Te puedes imaginar quién era?— preguntó riendo.
— Wally.
María asintió.
— El tenía mí edad, pero era enorme y no iba a la misma escuela que yo y Patrick. Un día domingo lo ví comiendo un pastel en la vereda y me acerqué. Le pregunté si me convidaba y él me enseñó el dedo del medio—. Ella hizo la misma seña y río—. "Púdrete petisa" me dijo y siguió comiendo. A mí me molestó mucho, Patrick había empezado a entrenar profesionalmente con el King Boxing y estaba musculoso y metía miedo. Y yo era vengativa...
Franco rió mientras negaba con la cabeza.
—¿Qué le hiciste al pobre Wally?
María rió.
— Armamos un plan todos juntos. Dónde Patrick asustaría a ese gigante y Andrew y David le sacarían el pastel que siempre comía los domingos a la tarde. Mientras Robin hacía de campana. ¡Todo se fue a la mierda!— gritó entre risas. Franco rió con ella—. Todo terminó con un Patrick con la nariz sangrante, un Andrew con un corte en la cabeza, un Robin sin remera y el ojo morado y un David con sangre en la boca. Wally estaba algo golpeado, pero estaba más enojado porque su pastel se había caído en la tierra. Yo estaba furiosa y me lance a él, Wally sólo actuó por instinto y me empujó.
»— Caí de culo sobre el pastel y lo mire con ojos llenos de lágrimas y me largué a llorar. Todos los chicos se preocuparon que me hubiera lastimado. Y Wally corrió a su casa—. Ella se encogió de hombros—. Al otro domingo él vino a mí casa y me regaló una porción de torta, pidiéndome disculpas y dijo que él nunca golpearía a una mujer. Yo no lo perdoné.
Franco alzó las cejas, pero no dijo nada. La voz de María se había vuelto algo hueca como si recordara algo doloroso.
—A los pocos días hubo un problema en la casa de al lado. Ambulancias y policías. El padre de Wally golpeó a su madre hasta casi matarla y él apuñaló a su papá. No lo mató, creo que le tuvieron que sacar un riñón, pero fue nada comparado a las costillas rotas que le había dejado a su madre.
Franco la apretó en sus brazos cuando escuchó su voz furiosa. Ella había estado tensa, pero se relajó poco a poco.
— Así que decidí hacerle un pastel, como ofrenda de paz y decirle que lo perdonaba. Era domingo y Wally estaba sentado en la vereda, pero sin ningún pastel. Llamé al grupo de inadaptados y todos fuimos a pedirle disculpas y le ofrecimos el pastel. Wally había entrado en su casa sin decir una palabra y nosotros nos sentimos un poco heridos. Pero él volvió con platos y cubiertos. Wally nos convido a todos el pastel. Ahora siempre hago uno para su cumpleaños—, terminó con una sonrisa.
Franco acarició su brazo, entendiendo a todos mucho mejor. La violencia con la que había conocido a Wally y Andrew. La seriedad de Patrick. La sensibilidad de David y lo extrovertido de Robin.
— Ellos son tan parte de mí, como yo soy de ellos—, murmuró María haciendo un círculo en su pecho.
Ella suspiró y detuvo su mano para apoyar su barbilla allí y mirarlo a los ojos.
—¿Qué más quieres saber?— preguntó curiosa.
Franco dudó un poco, sin saber si era correcto preguntar. Pero no iba a desperdiciar la oportunidad.
—¿Cómo nació la rivalidad entre tu y Pamela? ¿Por qué se odian tanto?
María se tensó, con la mirada fija en él. Luego suspiró y miró hacia la pared contraía, ofreciendo su perfil a él.
— Conocí a Pamela en la biblioteca. Ella era muy callada y todo el tiempo se ponía roja con cualquier cosa que le decía. Me caía bien, no parecía mala ni prejuiciosa. Y era rara.
Franco no separó los ojos de su perfil, así que no se perdió el tirón que sufrió la comisura de su labio, como si hubiera querido sonreír.
—Yo me hice su amiga al poco tiempo que empezamos la universidad, no puedes imaginarte lo feliz que estaba. Por fin tenía una amiga mujer y ella no me juzgaba con cualquier cosa que le contara. A veces parecía que se iba a desmayar—, ella no pudo evitar la sonrisa ahora. Pero sólo duro unos segundos, su rostro volviéndose distante de nuevo—. A mí me gustaba un chico que había visto por ahí, pero por alguna razón extraña no podía acercarme a él a hablar. Él era tan... Perfecto—, suspiró.
Franco se tensó un poco, los celos se alzaron horriblemente. Pero se controló cuando entendió que ella había hablado en pasado.
—Le pedí a Pamela que le hablará por mí, que se hiciera su amiga y me lo presentera un día. Yo estaba muy encandilada—. María suspiró—. Pero cuando ella lo vió, cuando lo conoció, simplemente decidió que lo quería para ella—, Franco frunció el ceño—. Se hicieron novios y cuando la enfrente por eso, ella dijo que yo no le gustaría nunca a él. Que él no me miraría ni dos veces porque le gustaba las mujeres como ella—. María lo miró al fin con un extraño brillo en los ojos.
Franco juntó toda la información. Él sabía que era el primer novio que había tenido Pamela y si lo que María decía era cierto...
Él abrió la boca cuando lo entendió y María sonrió.
—Si, yo estaba encandilada contigo. Te había visto una vez con Nair y me gustaste mucho—. Ella apoyó la mejilla en su pecho, pero sin dejar de mirarlo. Franco estaba seguro que ella podía escuchar su corazón palpitar con fuerza en su caja torácica. Ella sonrió—. Te amé desde el principio— murmuró.
Franco abrió más grande los ojos, sin poder creerlo.
—¿De verdad?— preguntó confundido.
María rió y asintió, levantó su rostro de su pecho y se subió arriba de él, poniéndose a horcajadas.
—Te amo desde antes de que me veas nene. Intenté sacarte de mi cabeza, con otros chicos. Pero siempre que te veía con Pamela, me dolía el corazón y sabía que no podía olvidarte. Pero te veáis tan feliz al lado de ella, que yo pensé que jamás mirarías a mi dirección. Siempre lloraba cuando me regalabas algo porque sentía que estaba en un sueño. Yo ya te amaba y esos detalles... Sentía que me iba a morir si sólo estabas jugando conmigo, como lo habían hecho la mayoría de chicos que conocí.
María sonrió y acercó su rostro al suyo y lo besó con lentitud. Franco respondió a su beso, aún algo aturdido, pero la información fue instalándose en su cabeza y corazón y pronto tenía sus manos recorriendo la piel desnuda de su espalda por abajo de su remera.
—Te amo, nena— murmuró contra su boca.
Él jamás le había dicho te amo a otra pareja, novia o chica que no fuera su madre. Y se sentía bien decírselo a María, porque eran palabras transmitidas de su corazón. María le sonrió.
—Te amo, mí botado.
Franco mordió el labio de ella y se separó.
— Tengo una última pregunta.
— Dispara.
—¿Por qué botado?
María sonrió mientras comenzaba a mover sus caderas con sensualidad sobre su polla que comenzaba a llenarse de sangre.
—Porque esa tonta te botó y yo te tomé. Vi todo el día de la fiesta.
Franco hizo una mueca cuando ella metió la mano entre sus cuerpos y sacó su pene duro de sus boxer y corrió su tanga a un lado. Sus manos fueron a su cintura cuando ella comenzó a bajar lentamente.
—¿Ah si?— preguntó con voz profunda, muy excitado al ver el rostro de María mientras ella misma se penetraba con su polla tiesa.
María asintió y tiró la cabeza hacia atrás mordiéndose el labio. Franco gimio cuando ella estuvo totalmente al rededor de su polla dura, sus dedos se apretaron en su cintura. Ella bajó la mirada a él, y Franco se quedó casi sin aire por la intensidad de sentimientos qué había allí.
—Y como dicen por ahí: La basura de otro, puede ser el tesoro de uno.
F I N
Y llegamos al final. Gracias por acompañarme en esta rara historia. Me gustó el resultado jaja
La próxima historia será de Patrick.
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