Botado XXXI
Botado
Franco estaba en su habitación esa misma tarde. Su parlante de Bluetooth estaba encendido con el volumen todo lo que daba mientras ordenaba y preparaba sus cosas para empezar la universidad. La voz del cantante de Skillet retumbaba en sus paredes y la guitarra era fuerte con el contaste golpe de la batería. Era su grupo favorito, tenía buenas letras y lo hacían sentir rebelde, por alguna tonta razón que ni él sabía.
-Arriba, arriba, arriba...-, cantó el coro mientras movía la cabeza sin poder evitarlo.
Tan concentrado estaba mientras tarareaba la canción que no se percató que abrían la puerta de su habitación y luego la cerraban. Rise comenzó casi enseguida, él seguía ordenando sus remeras y se volteó cuando terminó. Se quedó congelado cuando vio a María justo con un chicle rosa en forma de globo en su boca fruncida. Ella reventó el chicle y sonrió mientras comenzaba a masticar de nuevo.
La mirada de Franco la recorrió de pies a cabeza. Llevaba sus botas negras con sus cadenas, una medias largas hasta arriba de las rodillas oscuras también. Sus muslos resaltaban blancos gracias a su pequeño shorts de mezclilla azul oscuro y una camiseta oscura que dejaba al descubierto su vientre levemente curvado, su arito en forma de remolino con la piedra naranja llamó la atención de Franco. Él tragó saliva y siguió subiendo, notando que llevaba una cazadora negra que llegaba hasta sus rodillas, pero ella lo llevaba abierta, mostrando así sus pechos turgentes y él se mojó los labios al notar la punta de sus pezones tensos.
María se alejó de la pared y se acercó al congelado Franco. Él había estado seguro que ella aún estaría en su casa, con Akihiro tal vez. Franco había decidido que iba a hacer cualquier cosa para distraerse y había empezado a ordenar su habitación. María sonrió cuando llegó justo frente a él. Ella se llevó la mano a la boca y se sacó lentamente el chicle, Franco volvió a tragar duro. Ella lo lanzó a la papelera, pero ninguno miró para ver si había caído allí.
Franco tenía las manos crispadas al costado de su cuerpo. Anhelaba tocarla, agarrarla y besarla hasta perder el sentido. Pero se mantuvo quieto, sin saber por qué había venido María.
Ella ladeó el rostro y sonrió mirándolo. Franco contuvo la respiración cuando ella dió el paso para pegarse a él y subió sus manos hasta sus mejillas. María lo bajo y atacó su boca con la misma ferocidad que sentía Franco. Ella mordió su boca y él sintió el choque de su arito redondo contra sus dientes.
El cuerpo de Franco rugió a la vida mientras la canción de Not gonna die empezaba. Sus manos y boca se volvieron salvajes mientras respondía a María, no con palabras sino con acciones. Él tiró de su pelo hacia atrás para besar su cuello y ella le araño por sobre la ropa mientras gemía su nombre. María saltó para rodearlo con las piernas a la altura de la cadera mientras él giraba y tiraba todo lo que tenía en su mesa para sentarla allí.
-Te necesito-, gimio María.
-Vas a tenerme nena-, le respondió con voz profunda mientras peleaban con la ropa de ella y María desabrochaba sus pantalones. Él gruñó de frustración-. Hubieras traído una falda-, se quejó sin poder evitar la urgencia de sus movimientos.
María jadeó cuando cerró la mano en su polla dura.
-No quería parecer muy desesperada-, dijo con la voz entrecortada.
Franco gimio mientras tiraba la cabeza hacia atrás, deteniéndose por unos segundos para luego apartar las manos de ella de un tirón.
- Me voy correr si no te detienes-, jadeó y siguió son su ropa, sacando al fin su cazadora. Casi desgarra la remera para sacársela por arriba de la cabeza-. Que bien-, gimió cuando sus pechos grandes saltaron cuando estuvieron desnudos.
Franco bajó la cabeza y chupó el pezón, María apoyó sus manos tras ella en la mesa y se curvó, gimiendo y gimiendo. Los dedos de Franco siguieron trabajando en los botones de sus shorts y ella apoyó los pies en la mesa para levantar la cadera y dejar que él los sacará junto con su braga. Franco estaba demasiado excitado cuando sus dedos bajaron a su coño. Suavidad y humedad lo recibieron y el quiso gritar de triunfo. María estaba lo suficientemente mojada para que él pudiera follarla sin lastimarla.
Franco soltó su pezón con un chasquido y se sacó la remera por arriba de la cabeza, sus pantalones y boxer terminaron en sus tobillos, pero él no se preocupó en sacárselos. El sudor caía por su frente cuando agarró la base de su polla y se guió a su interior con lentitud. Franco tiró la cabeza hacia atrás mientras gemía con fuerza, sus dos manos se cerraron en el filo de la mesa y su cabeza cayó hacia adelante cuando estuvo completamente en su interior. Su respiración era trabajosa y ya no podía reconocer que canción se escuchaba.
María hundió sus uñas en su espalda y movió sus caderas haciendo que sus ojos casi se quedarán en blanco. Cuando el coño de María tuvo una apretón, él supo el por qué se sentía mejor que nunca.
— Maldita sea—, gruñó pero no podía moverse para salir.
—No te detengas—, gimoteo María con los ojos desesperados—. Vamos muévete—, lo instó haciendo el mismo movimiento. Franco jadeó y ella tiró a cabeza hacia atrás con un sonido gutural—. Estoy a punto de correrme—, casi lloró.
—Estoy desnudo—, fue lo único que pudo decir Franco entre dientes apretados.
María lo miró y sonrió un poco.
—Yo también nene y disfruto de eso.
A su pesar, Franco se rió un poco.
—En tú coño, listilla—. Él abrió la boca con lo bien que sentía cuando salía y entraba lentamente.
—Ay que rico—, María se dejó caer hacía atrás y levantó las piernas, juntándolas—. Follame así—, rogó.
—Nena...—, Franco estaba a nada de perder por completo el control cuando María abrazó sus piernas a su pecho, mostrándole su coño rosa con su polla muy profunda en ella.
—Tomo pastillas—, dijo María. Franco la miró asombrado—. El condón es para la ETS, pero confío en ti—. Franco no se movió, aún asombrado por sus palabras. María se quejó—. Confío en ti—, admitió de nuevo, sus ojos celestes, misteriosos y lujuriosos, le atravesaron el alma.
Franco se inclinó, atrapando las piernas de ella entre sus torsos , movió el rostro a un costado y la beso lentamente, con ternura.
—¿Confías es mí?— preguntó con los ojos llenos de adoración, olvidando momentáneamente que se encontraba profundamente hundido en ella.
María se mordió el labio y asintió, su mano acarició con suavidad el rostro de Franco.
— Confío en ti—, repitió por tercera vez, y lo sorprendió diciendo lo siguiente:— Quiero contarte todos mis secretos y hacer nuevos contigo.
Franco la miró a los ojos, sólo viendo que estaba hablando con mucha seriedad. Él se mordió el labio inferior.
—Te amo María.
No esperó respuesta, la beso con la suficiente fuerza para dejarla sin respiración. Aprovechando que ella se había quedado aturdida por su confesión y el arrollador beso, él se alzó agarrando la parte posterior de sus muslos, justo abajo de sus sexis medias negras, mirando directamente a su coño rosa, mojado y apretado, se sumergió.
Franco salió con lentitud, nunca apartando la mirada de dónde sus cuerpos se unían. Él volvió a entrar hasta que no pudo más, así, lentamente le hizo el amor mientras María gemía y apretaba las manos en sus propias piernas. Franco miró su rostro e hizo una mueca, el placer que ella transmitía, no lo hacía sólo con su maravilloso cuerpo, ni con sus sonidos, también con su rostro.
Sus dedos se apretaron en la carne blanca y ya no pudo contenerse, comenzó a entrar rápido y duro, jadeando y gimiendo con lo bien que se sentía. María le apretaba como si hubiera sido creada para él, ella estaba muy mojada y caliente y Franco estaba perdiendo rápidamente su cabeza.
Cerró los ojos y tiró la cabeza hacia atrás, sus dientes se apretaron mientras sus pelotas dolían por disparar la carga que tenía en el interior. Él giró sus caderas y la golpeó con un nuevo ángulo y María gritó.
—¡Ah Si! ¡Sigue!— lo instó.
Franco apretó más su cuerpo, golpeando una y otra vez ese punto dulce. Ella comenzó a gritar una y otra vez "Si, si, si", pero su voz perdía fuerzas mientras ella se quedaba sin aire. Franco ya tenía los párpados fuertemente apretados, los labios en una mueca de fuerza mientras sus dientes se molían uno a otros.
Hasta que al fin líquido salió de la vagina de María mientras ella murmuraba:— Me corro...
Franco gritó cuando su coño se cerró con contracciones que le hizo ver las estrellas. Él dejó de luchar con contener su orgasmo y se dejó ir, gritó mientras sentía el más fuerte clímax que había tenido en su vida. Todo su cuerpo tembló como si una corriente eléctrica le recorriera entero, sus bolas se apretaron tanto que fue una mezcla de dolor y placer.
María abrió las piernas y él terminó sobre ella casi sin fuerza y ambos se abrazaron mientras intentaban recuperar el aire.
Franco frunció el ceño cuando María empezó a reír, sin saber el por qué. Se movió para verla y ella alzó las cejas.
— Escucha—, le dijo alzando un dedo.
Franco parpadeó, dándose cuenta que la música de su parlante seguía sonando.
Si está noche tu novio de bota~a, dile que tu no estás sola~a. Que yo soy el clavo, que saca esa clavó y dile que se joda...
Franco frunció el ceño.
—Debe ser propaganda. No consumo esa música—, gruñó aunque se rió un poco al final.
—Un final apropiado, nene—, dijo María divertida estirando sus brazos por sus hombros y besándolo lentamente.
Fin
Habrá Epílogo 💕
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