Botado XV
Botado
Franco apagó de la moto y miró la casa donde vivía María. Se sacó el casco y suspiró mientras bajaba y enganchaba el casco en la cadena después de trabar el volante. Buscó en su mochila el sobre y lo sacó mientras subía los escalones para golpear la puerta.
Hacía dos semanas que los amigos de María habían ido a su casa y, aunque aún estaban en época de exámenes, ya no eran tantos. Era fin de semana y no sabía si ella estaría en la casa, pero por lo menos se lo dejaría a alguien y se libraría de esa culpa que le carcomía. Ese día en lo único que había pensado era en que María se había hecho los análisis con una supuesta fobia en las agujas y se sentía un hijo de puta. Así que esa misma tarde fue a la clínica a pedir una cita lo antes posible y a los pocos días pudo hacerse el análisis de sangre.
Lo que tardó más fueron los resultados de algunos, pero ya los tenía confirmado lo que él había dicho. Y no lo hacía por la estúpida amenaza que le había hecho el pandillero de su amigo Andrew. Sino porque ella merecía que los hiciera, también sacó la caja de chocolates que le había comprado para pedirle disculpas por olvidarlo.
Él frunció el ceño y volvió a golpear la puerta, notando después que había un timbre al lado del marco. Franco suspiró y lo toco, pero no se escuchó nada. Tal vez estaba roto. De todos modos a los pocos segundos abrieron la puerta. Franco se tensó, esperando que no fuera el par de locos. Él parpadeó al ver a un chico alto y pelirrojo, muy pálido, que lo miró con ojos grandes y negros.
Franco frunció el ceño cuando él no dijo nada y se aclaró la garganta.
-Hola, buscaba a María ¿Ella está?
El chico lo miró a la boca con el ceño fruncido, haciendo que Franco lo mirará de la misma manera. El pelirrojo se volvió, descalzo se sumergió un poco en el pasillo y gritó:
-¡MAIA!
Franco parpadeó y miró confundido al pelirrojo cuando volvió a a la puerta.
-Ara iene-, dijo en voz alta con movimientos de sus manos.
Franco asintió y ocultó su sorpresa al notar que el chico parecía sordo, ya que le había gritado y no hablaba del todo bien, más el hecho que había movido sus dedos en el lenguaje de señas. Él nunca había aprendido, pero podía reconocerlo.
-Gracias-, dijo algo lento, preocupado en saber si le entendería.
El pelirrojo le frunció el ceño de nuevo.
- Es sordo no estúpido- dijo María desde la espalda de su amigo.
Franco la miró, notando su cabello despeinado en un rodete flojo y las ojeras bajos sus hermoso ojos. No tenía maquillaje y estaba con una enorme remera y un chandal muy grande para ella. María tocó el hombro del pelirrojo y sonrió.
-Gracias David, yo me encargo-, dijo y también movió las manos.
El chico sonrió y le hizo una seña a Franco diciendo la vocal A. Franco sonrió y asintió con la cabeza mirándolo marchar. Bajo la mirada para ver a María apoyar su hombro en el marco de la puerta, bostezando tras su mano y después rascarse la cabeza con pereza.
-Hey, ¿Que hay?- preguntó ella cuando se dió cuenta que la estaba mirando.
-Hola, lo siento por eso-, dijo haciendo una mueca por su comportamiento de hace un momento.
María sonrió y lo descartó con una mano.
-Pasa todo el tiempo cuando conocen a David. Es sordo desde los diez, recuerda como suenan algunas palabras, pero no muy bien-. María negó con la cabeza-. No importa. ¿Qué pasa?- preguntó cambiando su mirada pérdida para ver su rostro.
Franco no se detuvo a pensar en ello, lo haría cuando no tuviera a María de frente. Le extendió el sobre primero. Ella parpadeó al verlo y luego frunció el ceño.
-Son los análisis, disculpa que no pude traerlos antes. Sólo...
-No tienes que explicar nada-, le cortó María agarrando el sobre y arrebatándolo de sus dedos-. No era necesario que los hicieras.
-Paridad-, dijo Franco.
-¿Paridad?- preguntó ella mientras dejaba el sobre sobre una mesita que estaba llena de correo.
Franco frunció el ceño con eso.
-Tu los hiciste y yo debía hacerlos también. ¿No vas a verlo?
María alzó una ceja mientras se cruzaba de brazos de nuevo.
- Sabía que estabas limpio Franco. Patrick me contó lo que le dijiste. No necesitabas perder tu tiempo con eso.
Franco hizo una mueca, pudo escuchar en el fondo de sus palabras algo que no le gustó del todo.
-Lo hice y ya están hecho. Lo merecías María. Tú también te tomaste tu tiempo con eso, aunque te creí cuando me dijiste que estabas limpia.
Franco notó como una sonrisa quiso tirar de la comisura de los labios de María cuando bajó la mirada a los pies. Él empujó la caja hacía ella.
-Esta es mí forma de disculparme-, aclaró.
María abrió grande los ojos, separándose del marco de la puerta y parándose derecha. Miró la caja y a Franco una y otra vez, sin hacer nada más que tener una expresión de anonadada. Franco sonrió.
-No me mires como si fuera un bicho raro o te estuviera regalando un millón de dólares-. Él rió cuando María lo miró con la boca abierta-. Es una caja de chocolates nena. No es mucho.
Su sonrisa se borró cuando notó que los ojos de María se llenaban de lágrimas cuando llevó sus manos para cubrirse la boca.
-Oye, ¿Estás bien?- preguntó preocupado.
María agitó la cabeza y tomó la caja, limpiándose con el talón de la mano las lágrimas no derramadas.
-Gracias-, murmuró con un hilo de voz cuando abrazó la caja en su pecho.
Franco metió sus manos en sus bolsillos, sintiéndose algo incómodo sin saber qué había hecho para que ella reaccionara así.
-¿No te gustan los chocolates?- preguntó algo confundido.
María soltó una carcajada y lo miró con ojos iluminados, negó con la cabeza mientras reía y reía. Franco sonrió contagiado por sus risas cada vez más fuertes.
Empezó a pensar que se estaba contagiando de está locura que parecía rodear a María.
Continuará...
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