Botado XIII
Botado
-¿Quién mierda eres? Y ¿Por qué María está enojada contigo?- gruñó el loco que lo estaba apuntando con el arma.
Franco abrió la boca y la cerró, su corazón que apenas se había estado recuperando del fuerte orgasmo, ahora subió por su garganta con un golpe loco, casi saliendo por su boca.
-¡Wally!- gritó María mientras se movía en la habitación poniéndose la remera.
Wally no la miró hasta que ella estuvo vestida. María le lanzó una remera a Franco y él apenas se pudo tapar el regazo con eso, sin saber si quería ponérsela o no. María se puso frente el arma, bajando el cañón al suelo. Franco sólo pudo parpadear.
- Tranquilo bebis- susurró María mirando a su amigo que parecía un gorila.
-Gritaste-, dijo enojado él-. ¿Qué hizo ese idiota para molestarte?
María lo miró sobre el hombro e hizo una mueca. De seguro se dió cuenta de la palidez de Franco y que aún se mantenía en la misma posición. Cuando ella volvió la mirada a su amigo rió de forma forzada.
-Oh, Franco sólo me estaba contando una cosa que hizo ayer y me pareció una locura-, María carcajeó de forma exagerada y se puso de costado para mirarlo-. ¿No, Franco?- le pregunto haciendo una señal de que hiciera algo.
Franco abrió la boca, aún no podía calmar la locura de su corazón.
La adrenalina era una perra, pensó cuando se dió cuenta que no podía moverse. Jamás le habían apuntando con una maldita escopeta y el hombre tras el arma parecía bastante loco como para disparar si él decía algo incorrecto.
-¿Ves?-, dijo María como si Franco hubiera hablado y con una risa nerviosa.
Wally entrecerró los ojos sobre Franco y luego miró a María.
-No dijo nada.
-¿Y qué quieres si entras a mí habitación como Jeison pero con una escopeta y le apuntas a la cabeza?- le regaño María como si fuera un niño-. Malo, bebis. ¡Malo!
Wally frunció el ceño y terminó agarrando la escopeta con una mano, dejándola apoyada en su pierna. Él se rascó la cabeza llena de pelos negros y miró algo culpable a Franco.
-Lo siento viejo. Pensé que estabas molestando a María.
Franco tragó saliva y asintió cuando su corazón se calmó un poco. Él se aclaró la garganta y se obligó a hablar.
-Bien.
Él frunció el ceño. ¿Qué más podía decir? ¿Que no tenía problemas? ¡Obvio que tenía un maldito problema! Casi había tenido un paro cardíaco...
-¿Ves por qué no traigo nadie a casa? Son unos exagerados-, se quejó María golpeándolo y saliendo de la habitación.
Franco estuvo a punto de levantarse, pero recordó que sólo tenía una remera que le tapaba la polla que se había encogido muchísimo con el susto. Franco tragó saliva de nuevo mirando a Wally, y supo que él habría sido el que había pasado a buscar a María cuando se había ido de su casa.
El silencio se hizo pesado mientras se miraban uno al otro. De repente se escuchó un ruido fuera de la habitación y Wally miró sobre su hombro. Luego dió un paso adentro de la habitación y clavó su mirada azabache en Franco.
-Si la lastimas te meteré el cañón por el culo viejo. Te romperé las tripas y luego voy a dispararte en las pelotas y te voy a empalar como lo hacía el conde Dracul.
Franco se hundió más en el colchón con los ojos muy abiertos justo cuando María entraba murmurando y las manos llenas de la ropa de Franco. Ella se detuvo, notando la expresión horrorizada del castaño y la expresión inocente de su amigo. María suspiró.
-Vete de una vez Wally-, lo echó empujándolo y pateando su trasero. María cerró la puerta, aún con las ropas en las manos y miró culpable a Franco-. Lo siento por eso. Es muy protector, es como el papá del grupo-, le explicó rodando los ojos.
Franco miró a María y negó con la cabeza, la situación era la más loca que había vivido en su vida.
-Que. Mierda- dijo parpadeando.
María rió.
-Amigos-, dijo encogiendo un hombro.
María dejó la ropa de Franco sobre la cama, a un lado de él y lo miró.
-No quiero que tomes a mal esto. ¿De acuerdo?- Franco asintió, aún algo anonadado por todo-. ¿Estás limpio? Sé que te corriste afuera, pero... Umm- María se detuvo.
Franco agarró su boxer después de limpiarse con la remera.
-Estoy limpio-, dijo algo enojando, ahora que el miedo bajaba se empezaba a sentir un estúpido.
-¡Oh! ¡Que bien! Yo también-, aclaró mientras Franco la daba una mirada filosa mientras se ponía su ropa interior-. Yo también debería haberme fijado. Perdón.
Franco negó con la cabeza cuando agarraba su pantalón, su ceño sólo acentuándose. ¿Dónde mierda se había metido?
-De verdad Franco-, juro ella-. No tengo ninguna ETS. Si quieres puedo hacerme un análisis y mostrarlo. Creo que la semana que viene tengo la cita con mí ginecóloga-, balbuceo ella mientras él sacaba las medias del bolsillo de su pantalón ya puesto y se sentaba en la cama.
Franco no la escuchaba, la escena de hace sólo unos minutos se reproducía en su cabeza una y otra vez y odió su parálisis. Pero cómo mierda iba a saber él que uno de sus amigos era un sicópata. Franco se pasó las manos por el pelo cuando terminó de ponerse sus medias, dándose cuenta que María se había callado y lo miraba fijamente.
-Lo siento, ¿me dijiste algo?
María negó con la cabeza mientras agarraba la camisa de Franco y se lo extendía. Él la tomó, se la puso y comenzó a abrocharse la camisa.
-De acuerdo. Si quieres hacerte esos análisis está bien. Yo iré al médico y le pediré unos también para mostrárselos-, dijo distraídamente mientras terminaba de abrocharse los últimos botones.
Franco levantó la mirada cuando María no le contesto. Ella tenía las manos juntas frente a su estómago y se las refregaba, pero se detuvo con ese moviendo y sonrió. Franco notó su mirada algo opaca.
-Lo haré- le prometió mientras le extendía su chaqueta.
Continuará...
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