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Botado

-¡María!- gritó Franco cuando salió del baño de mujeres, sin importarle un carajo chocarse con dos chicas que estaban por entrar.

Él miró hacia el pasillo y vió su espalda caminar con rapidez por arriba del pasillo. Franco se movió entre las dos chicas, sin escuchar los murmullos de ambas de que él estaba con María en el baño.

-¡María espera!- gritó cuando empezó a trotar tras ella.

Ella o no lo escuchó o no quería detenerse porque se giró en el otro pasillo que llevaba al comedor de la universidad. Franco se detuvo en la curva y apretó los puños cuando vió que María estaba al frente del grupo de Pamela. Varios estudiantes parecían rodear a las chicas, al parecer era algo normal que ellas se enfrentarán. Franco caminó hacia ellos, pero se mantuvo escondido para escuchar qué se estaba diciendo.

-¡Deja de hablar de mí vida!- gritó María mientras apuntaba a Pamela, ella carcajeó.

- ¿Qué te dice que hablo de ti? Tengo cosas mejores que hacer.

-Las escuché, mangas de cotorras descerebradas.

- Descerebrada serás tú, que tienes que chuparle la polla a Manuel para que te dé más tiempo para un informe de mierda-, saltó como aceite hirviendo Sheila.

Franco miró el perfil de María, ella sonrió con superioridad.

-¿Celosa? Manu jamás te vería tabla.

Sheila abrió la boca asombrada con sus palabras y Franco se rió, ya que ella había dicho que Manuel era sexy en el baño.

- Por lo menos Sheila es delgada, foca fofa-, la defendió Pamela.

María soltó una carcajada.

-Tu novio no me dijo lo mismo-, se jacto mientras pasaba las manos por la cintura y las caderas anchas-. Es más, recuerdo que le encantó ésto-, dijo dando nalgadas en su grande trasero.

Franco se unió a las carcajadas. Pamela estaba roja de furia.

-¡Eres una arrastrada!- gritó sobre las risas-. Franco sólo te follo porque te le tiraste encima.

-Puff, sí. Disfrute mucho de su grande y grandiosa polla-, María abrió grande los ojos y mostró un promedio de su tamaño con las manos(aunque era algo exagerado, pensó Franco con una sonrisa divertida)-. Jode muy bien, y me follo como cuatro veces. Al otro día estaba caminando todo raro, pero lo disfrute mucho-, rió María.

Las carcajadas llenaron todo el pasillo. Franco se mordió el labio, pero no dijo nada. Podía sentir que sus orejas se calentaban, sabía que había sido algo brusco con María esa noche. Ella lo había apretado tanto como un guante y no había podido controlarse después de un año de celibato.

Pamela quiso lanzarse contra ella, pero sus amigas la detuvieron. Pero nadie paro a Sheila que agarró de sus coletas. Franco empujó a los que estaba entre ellos y se acercó intentando separarlas. Él se detuvo de golpe cuando vió que María pisaba con su bota fuertemente el pie de Sheila y le daba un puñetazo en la boca del estómago. La chica gritó mientras caía de bruces al suelo.

-¡Estás loca! Maldita puta.

María le sacó el dedo de corazón a Pamela.

-Por lo menos no soy una zorra disfrazada de cordero.

Pamela gritó intentando zafarse de sus amigas. Franco ya había tenido suficiente y se movió para agarrar a María. Él esquivó por poco el puñetazo que iba a su rostro. María lo vió asombrada cuando se dió cuenta que era él.

El silencio reino en el pasillo mientras ellos se miraban fijamente.

-¿Franco? ¿Qué haces aquí?- preguntó Pamela.

Franco ni siquiera la miró, no perdería su tiempo y fuerzas en hablar con una mujer que le había engañado tanto tiempo. Él jamás habría creído hace unos meses atrás si venían diciendo que Pamela trataba así a una chica.

-Te llevo a tu casa-, le dijo a María.

María frunció el ceño y miró hacia Pamela y luego a él. Se mordió el labio, Franco pudo ver que no sabía qué hacer.

-Vamos a buscar tus cosas-, dijo dando un paso hacía atrás, pero sin empujarla. Esperando que ella lo siguiera.

María sonrió y le dió una mirada a Pamela sobre el hombro, sacándole la lengua. Ella metió su manos en la de Franco y guió el camino.

-¡FRANCO!- gritó furiosa su ex.

Él no se detuvo, ni cuando la escuchó gritarle y llorar. Los demás se movieron del camino de ambos mientras Franco seguía a María.

No podía creer lo ciegos que eran los de esa universidad. Se notaba que María no era ni siquiera cerca de las cosas que decían. Tal vez tenía un sentido del humor algo pervertido, le gustaba ser floja de boca y provocar. Pero él no podía verla como la describían ellos.

Escuchar todas esas cosas de María en el baño le dieron una leve idea de ella, de su vida difícil y su esfuerzo por ser alguien. Pero Franco estaba seguro que desde pequeña ella había estado luchando con esa idea que se hacían las personas por acciones que ella no había hecho. En algún momento, María se cansó de pelear y decidió darles cosas de qué hablar.

Él observó su vestimenta negra y tan diferente a todas las mujeres que se quedaban viendo.

Todo un escudo que levantó para que los idiotas no pudieran herirla más. Franco miró furioso un grupo que cuchicheaban sobre ellos. No podía creer la poca materia gris que tenían estos.

Se detuvieron en el casillero de ella y mientras María sacaba sus cosas, él le sacó el dedo medio a otro grupo que desviaron a la mirada. María lo cazó justo y miró al grupo con curiosidad y luego le sonrió a él.

-Tienes una moto ¿verdad?- dijo mientras miraba su casco que todavía tenía en su codo.

Franco hizo una mueca.

- Lo siento no tengo otro casco.

-No hay problema-, dijo ella con su humor restaurado-. Vamos a pedirle mí casco a Patrick-, dijo agarrando su mano y empujándolo a otro pasillo.

Franco se dejó guiar, hasta que se detuvieron en un vestidor lleno de hombres prácticamente en ropa interior.

-¡Hola chicos!- gritó María entrando como si nada.

Franco alzó una ceja mientras la seguía, los hombres no parecían afectados de verla y supo que ella hacía eso muy seguido. Lo arrastró hasta que se detuvo frente a uno que tenía una toalla blanca enrrollada en la cintura. El chico tenía pelo muy rubio, casi blanco, y un cuerpo marcado y pálido, él sonrió cuando vió a María pero frunció el ceño cuando vio a Franco.

-Hola Patrick, cariñito-, se adelantó María dándole un beso en la mejilla.

-Hola beba. ¿Que pasa?- preguntó con la mirada filosa en Franco.

-Te presento, este es mí nuevo amigo. Franco mí botado. Me va a llevar a casa y necesito un casco. ¿Me darías el mío cariñito?

Franco alzó una ceja con el apodo que le puso María y sonrió a Patrick, intentando ser amistoso.

-¿Qué hay botado?- preguntó Patrick con un movimiento de cabeza.

Franco hizo una mueca cuando María le dió una palmada en el pecho, su piel blanca se marcó enseguida volviéndose roja.

-Auch, ¿Por qué fue eso?- se quejó Patrick.

- Sólo yo le digo así-, le regaño María.

Patrick puso los ojos en blanco y se volvió, agarrando un casco negro con motivos en letras raras que Franco no entendía.

-¿Contenta?- preguntó Patrick cuando se lo dió.

María saltó, feliz.

-Si, gracias cariñito-, le dió otro beso en la mejilla y se volvió a Franco con una gran sonrisa-. ¡Lista!

Franco no sabía lo que había pasado, pero sonrió.

Continuará...

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