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Botado V


Aclaración: Sexo explícito, lenguaje soez.

Botado

Franco se despertó cuando el sol le dió de llenó en el rostro. Se quejó mientras giraba en la cama e intentaba volver a dormir, pero algo no lo dejó. Su cerebro estaba perezoso, pero mientras se mantenía con los ojos cerrados, destellos de imágenes pasaron por su cabeza.

María y él entrando a tropezones a la habitación. Ni siquiera habían llegado a la cama antes de desnudarse.

Franco sonrió y se giró de nuevo, sintiéndose increíblemente saciado sexualmente. Recordó como él mismo había tirado todos los libros de su mesa y la había subido allí para apreciar su hermoso cuerpo pálido. La perforación que tenía en el ombligo era con forma de un remolino con una piedra naranja en el centro. Él lo había visto bien cuando lo chupó en su boca para luego bajar a al coño más sexy que había visto en su vida. La había saboreado hasta que ella se había corrido para luego follarla sobre la mesa.

Se había sentido un idiota por no tener condones, pero luego ella había sacado de su cartera dos cajas y él prácticamente se lanzó sobre ella sin otro pensamiento de estar enterrado profundamente en ella. Maria se había corrido con tanta fuerza que había sido casi una fuente de chorros y alaridos de voz ronca.

Franco abrió los ojos y se pasó la mano por los cabellos desordenados, recordando como ella había tirado de ellos. Había follado a María contra los vidrios de la ventana que daba al patio trasero y por fin dos veces más en la cama. Primero con ella arriba y luego la tomó por atrás, nalgeando las mejillas de su trasero hasta que se habían puesto rojas por su sensible piel.

Franco se sentía pegajoso ya que no se había bañado. Ambos habían caído rendidos luego de la fuerte ronda de sexo y dormidos en unos pocos minutos. Él frunció el ceño y recién en ese momento se dió cuenta que ella no estaba. Franco se sentó y miró el desastre que era su habitación, dejando que la sonrisa tirará de su boca. Se levantó, estirando su cuerpo y buscando algo para ponerse. Maria tal vez había ido al baño.

Salió de su habitación con una chandal holgado y lo primero que vió fue a Tobías preparando dos desayunos. Seguramente para Susy y él.

-Buen día-, dijo mientras camina al baño.

-Buenas tardes-, le contestó su amigo-. Si buscas a la gótica, se fue temprano- gritó en su espalda.

Franco frunció el ceño y fue de todos modos al baño, viendo con sus propios ojos que María no estaba allí. Se lavó los dientes y la cara, cuando se vio en el espejo sonrió y pasó su dedos por el chupón violáceo que tenía en la unión del cuello y hombro. Volvió a la cocina viendo a Tobías aún allí.

-¿Gótica?- preguntó confundido, recordando lo que su amigo había dicho.

Tobías asintió mientras chupaba un dedo con mermelada mientras preparaba tostadas.

-La chica que trajiste anoche. ¿No era gótica?

Franco se movió por la cocina, agarrando su taza y llenándola con café.

-¿Tu crees? No me fije- se sincero.

-Cabello negro, ojos pintados de negro, ropa negra y súper rara. Para mí era gótica-, Tobías se encogió un hombro antes de dejar la mermelada de tomate en la heladera.

Franco también se encogió de hombros.

-Puede ser ¿Se fue temprano dices?- agarró el paquete de tostadas nuevo y lo abrió.

- Susy y yo apenas llegábamos, era algo de las siete de la mañana. Había un auto afuera con un gorila y ella salía de la casa...

-¿Gorila?- le interrumpió Franco deteniendo la tostada a unos centímetros de su boca.

Tobías suspiró y apoyó sus codos en la mesada, mirándolo y dejando la bandeja de desayuno olvidada por el momento.

-Un hombre grande, estaba vestido normal, pero tenía rostro de pocos amigos. Por un momento creí que era un policía, pero ella salió de la casa justo cuando iba a hablarle. Ella nos saludó como si nos conociera y se subió sin más al auto. El chico nos dió una mirada y luego se fueron-, Tobías se encogió de hombros y tomó la bandeja-. Cómo dije: rara. ¿De dónde la sacaste?

-La conocí en el bar-, dijo distraídamente Franco.

-¿Vas a empezar a traer mujeres de bares, viejo? Ese no es tu estilo-, Tobías chasqueo la lengua.

-Vete a la mierda-, dijo Franco rodando los ojos-. Te recuerdo que está es mí casa, idiota.

Tobías le mostró el dedo de corazón como respuesta y mientras se iba a la habitación, dijo sobre su hombro.

-O era gótica o una gata-, Tobías se detuvo cuando Franco le miró confundido. Su amigo azabache sonrió de lado-. Tienes toda la espalda marcada amigo-, y con ese último comentario entró a la habitación y la cerró con el pie.

Franco frunció el ceño e intentó mirarse la espaldas. Sólo llegó a ver unas pocas marcas de uñas en su espalda, pero no le molestaban.

María le había regalado la mejor noche de sexo de toda su vida, no se iba a quejar por unas marcas que se irían en pocos días. Por un momento se le pasó por la cabeza que le habría gustado conseguir su número para tener algún reencuentro en unos días, pero lo descartó.

Ese había sido un rollo de una noche y él se sentía muy bien con eso. No dejaría que ninguna mujer intentará jugar con su cabeza de nuevo. Franco saboreó su café y suspiró con una sonrisa permanente en el rostro, aún recordando algunas cosas. Se mojó los labios al sentirlos secos cuando pensó en tener aunque sea una vez más a María, le habría gustado follarla por la mañana.

Él suspiró y se movió a la habitación con la taza de café. Buscaría ropa y se bañaría, era domingo y quería terminar de revisar unas anotaciones para el lunes.

Franco volvió a suspirar cuando entro a la habitación y sintió el fuerte olor almizclado de sexo aún. Maldijo cuando piso un condón usado e hizo una mueca. Tendría que limpiar su habitación también.

Continuará...

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