Aquella noche todo lo demás fue de ensueño. Reímos y compartimos todos juntos como la familia que fuimos hace no mucho tiempo atrás. No quiero decir que Ángel no siga siéndolo, es más, nuestra amistad perdura y agradezco eso más que nada en el mundo. Pero a ser sincera, tengo que asumir que en el pasado a pesar de la distancia algo siempre pidió en mi interior volver a tenerlo cerca, sentir su compañía, sus abrazos y caricias.
Los días siguientes transcurrieron rápido y tomé rienda al verdadero motivo por el que decidí mudarme de nuevo a este pueblo. Resulta que tío Alfredo cada vez se encuentra peor de salud lo que para nosotros es muy triste ya que es él en gran parte quien cuidó de mamá cuando era pequeña. Lo que en gran medida deterioró su estado fue la soledad creemos, ya que, hace poco quedó viudo. En resumidas cuentas no tiene más familiares de real confianza dispuestos a cuidarlo más que mi madre. Ella siempre ha estado allí para él, porque según me ha dicho, lo considera como un segundo padre. Los hijos de tío Alfredo se han apartado de él y lo han abandonado. Desde hace cinco años se les perdió el rastro y sólo hemos sabido de ellos por publicaciones en redes sociales que creemos por descuido no se han percatado aun podemos ver. A decir verdad, creo que si sus hijos habitaran aquí tampoco lo ayudarían, ya que aunque suene frió decirlo, a todos ellos se les subió el humo a la cabeza cuando en conjunto iniciaron un negocio familiar que resultó dar buenas ganancias económicas olvidando de dónde provenían sus raíces. Es así como ayudo a mamá cuidando todo el día a Pablito, mientras sólo 3 días a la semana atiendo a pacientes en el consultorio en las mañanas. En eso consiste mi contrato temporalmente. En cuanto a papá se puede decir que casi ni se le ve, ya que, sale temprano y llega a cenar cuando ya está anocheciendo. Al parecer están en temporada de alta demanda turística, el es chef y trabaja en las cercanías de la ciudad. Cada día en la casa noto cada vez más ésta un cuanto más fresca a cuando me marché, esto me agrada, ya que significa que mis padres al fin están pudiendo dejar todo lo malo atrás ya que creo que tanto nos afectó la muerte de mi hermana, mi bebé y todo lo malo que acompañó aquellos tiempos, creo es un indicio de que al fin ellos están pudiendo pasar pagina y seguir adelante. En cuanto a cómo comenzó a efectuarse mi rutina es despertar para darle desayuno a mi pequeño hermano, luego hacer aseo, cocinar almuerzo, jugar con él y acompañarlo siempre que él lo estime a ver televisión. Sino, claro, me quedaba haciéndole compañía y vigilándolo de cualquier accidente leyendo libros de Psicoanálisis. Luego ordenar y preparar la once para esperar a mis padres. Debo asumir que había olvidado lo que se sentía que una pequeña parte de tí, te mirase e intentase pronunciar tu nombre. Que de pronto te observase a los ojos y riera a carcajadas sobre algo que ni si quiera comprendes pero que de igual modo acaba por hacerte reír porque es insostenible la alegría que te transmite su sencillez. Y eso me hace pensar. ¿Por qué los adultos redundamos tanto en nuestros sentimientos y pensamientos? Y es que quizá la respuesta está en que si tan sólo mirásemos el mundo como un bebé o un niño, y, quiero decir, con aquella ligereza e inocencia.. todo definitivamente sería más fácil. El mundo sería definitivamente un lugar más feliz.
Aunque había evitado salir a pasear por el pueblo debido a el rechazo que al parecer sigo causando en los locatarios, debía de salir más tarde y eso era impostergable. Se trataba de algunos materiales y accesorios que necesitaba para la nueva sala en la cual atendería a mis pacientes y así de a poco ir comprando decoración para hacerla más agradable y amena. Por eso es que decidimos salir con el pequeño Pablo y hacer la excepción a los días anteriores. Fuimos en bus con su coche a la mano y paseamos por el centro de Yellownife. El Sol brillaba más que nunca lo cual no hacía más que dar gusto y dar aún más ganas de seguir caminando. Recorrimos librerias y otras cuantas tiendas. Allí mi pequeño hermano fue la llave maestra para elegir algunos cuadros para decorar el pequeño despacho que se me había designado. De hecho podría decir que es mejor diseñador de interiores que yo. Hasta que de pronto escucho una voz que se me es familiar por lo que volteo y no hago más que ver a Olivia frente mio tras la cual se apróxima una castaña a quien también conozco. Ésta última aún no nota mi presencia ya que está muy concentrada observando la blusa que llevaba en sus manos, la cual probablemente quiera comprar ya que la analiza con su tosca mirada.
-Olivia, acabo de encontrar la blusa indicada para la cena familiar.- Dice la castaña, que al notar que la pelirroja se encontraba paralizada observando detenidamente a alguien cambia su mirada de dirección y se encuentra conmigo para al fin lograr percatarse de mi existencia. Ambas me miran perplejas, aunque no por mucho, ya que la castaña, cuyo nombre es, por cierto, Abigail, me abraza.- Creí que no volverías.-Susurra.
Me siento un tanto incómoda con su abrazo y aunque se notase que era un cuanto frío mi gesto, lo devolví.
- Pues aquí estoy. ¡Duevuelta en Yellowknife!- Con tono sarcástico para luego bajar mi mirada. La levanto en cuanto Olivia cuestiona.
-¿Cómo te ha ido en todo este tiempo?
Ay por favor, ¿vendrán a preocuparse de mi ahora?. No lo necesito.
- Bien, gracias. Tengo que irme, espero todo les haya resultado como lo habían planeado...sus sueños. Todo.
Es estúpido, siquiera logro soltar bien las palabras ni formar una oración coherente, pero mis palabras eran sinceras, a pesar de el naciente sentimiento de enojo y rencor que comenzaban a brotar en mi. Y aunque sé que es grosero, sin dar tiempo a más charla tomo el coche y me dirijo a la caja a cancelar todo.
Una vez en casa dejo a Pablo en el comedor jugando en la alfombra con sus juguetes, para dirigirme a poner la tetera y calentar pan para la cena. Seguro papá y mamá llegarán hambrientos. En poco deberían estar por llegar, por lo que abandono por unos momentos al pequeño querubín para dirigirme a la cocina. Allí comencé poniendo el pescado en el horno, el puré en el microondas y el pan en breve a tostar. Pero de pronto, y no en la cocina, se siente un ruido seco, como si algo no tan grande se hubiese caído de pronto al suelo. Creí era en el comedor. Corro para cerciorarme que Pablo se encuentre bien, pero por lo que veo el golpe no sucedió aquí. Todo está en su posición y mi hermano me observa sonriente con su pequeño libro de animales en las manos. Acto seguido lo tomo en brazos y lo dejo en su cuna, ubicada a comienzos del pasillo observando desde la perspectiva de una mirada desde el comedor hacia el resto de las habitaciones. Sabía que hasta el momento, si es que se tratase de una persona dentro de la casa no se encontraba en el segundo piso, ni en la cocina , ni tampoco en el de mi hermano. Provenía del primer piso, por lo que sigo avanzando con paso cauteloso. Intento respirar sin provocar mayor ruido a modo de no despertar sospecha hasta que llego al baño y nada. Sólo quedaban dos opciones, la habitación de mis padres, y aquella puerta que jamás volví a abrir desde aquella noche en el bosque. Ésta tiene algo que la hace especial, algo que la invade y la hace diferente a todas las demás habitaciones de la casa...Como si estuviese maldita.
Abro rápidamente la puerta que da hacia la pieza de mis padres y observo dando un vasto vistazo a cada lugar donde pienso podría caber una persona, pero nada luce fuera de la normalidad. Ni un cuadro caído, ni una lámpara en el piso. Ahora tan sólo queda una alternativa, y es la puerta a mi derecha, la habitación de Angela.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro