Capítulo 30
Toda esa tarde estuvimos analizando cómo ocurrieron los hechos, y ya al descubrir cómo es que había operado la historia necesitábamos un testigo: alguien que quedara con constancia real de los hechos que han estado sucediendo en este lugar por si nosotros no volvemos desde sus profundidades. Esa persona fue Marie.
Nos encontrábamos en mi habitación explicándole todo acerca nuestra investigación.
— No puedo creer que los aborígenes del lugar hubieran tenido tal especie de cultos— dijo cabizbaja.
Miré a Ángel y proseguí.
— Ellos lo hacían, y llegada la época en que la zona sufrió bajas en las temperaturas ellos mermaron o se alejaron huyendo de estos parajes. de allí en más las ofrendas acabaron y la maldición se convirtió en cosa del pasado, pero luego, cuando aquella helada acabó, el retorno de nuevas familias como los es el caso de los Collins, hizo que nuevamente la zona se considerara un punto habitable en el mapa de la nación.
—La gente comenzó a retornar.
Afirmé con la cabeza.
—Con el pasar de los años llegó Mark Adams, quien más adelante pasaría a ser nombrado uno de los fundadores del pueblo de Yellowknife, quien atraído por la idea de una antigua leyenda de la región decidió proclamarla a modo de ser beneficiado por la "deidad" acompañaba estos bosques en su camino a la gloria con el negocio en minas había descubierto. Fue allí que consiguió con los habitantes más remotos de las cercanías el ritual necesario para conectarse con el alma del bosque, y lo hizo. Lo logró, claro que nunca pensó él sería el primero a quien sería arrebatado su hija. De allí en más la maldición resurgió de las penumbras como maleza inagotable en inmensos paisajes, en donde lo único capaz de frenarlo será la misma táctica utilizada para iniciarlo: ir a las profundidades donde yace aquello que le da vida a estas tierras malvadas y acabar con él destruyéndolo por completo.
Marie analizaba cada palabra que decía. Al principio claro que se negó a dejarnos ir, pero luego y tras nuestra insistencia con ojos temerosos e inseguridad resaltando en ellos asintió y acabó apoyándonos.
— Ok...¿cuál es el plan?— reacomodanse en la cama y esperando nuestra respuesta. Ante nuestro silencio e intercambio de miradas con el chico de orbes verdes inquirió indignada— ¿No tienen un plan?
Y pues, lo teníamos. Pero no estábamos seguros de que resultaría. Ángel esta vez decidió intervenir.
—Entre las anotaciones del libro del abuelo de la señora Collins aparece el contacto de un habitante del pueblo. Creemos falleció, pero tenemos esperanza que aún siga viviendo su familia en dicha dirección.
Intervine antes que ella dijera algo.
-¡Exacto!, ellos debieran de tener el libro con el conjuro para frenarlo.
Forcé una sonrisa para evitar una reprimenda por parte de mi prima. Ciertamente no sonaba muy convincente nuestro plan.
-Debo estar loca por apoyarlos en esto, espero no arrepentirme- y con dolor en la mirada nos abrazó- ¿Qué será lo siguiente suponiendo que eso sea así?
- Nos aventuramos en el bosque en busque de las coordenadas de la roca esculpida que alababan. Allí recitaremos el conjuro en contra del maleficio. A parte de ello debemos llevar sal- y dando un brinco ya que lo había olvidado, dirigiéndome ahora al chico detrás de mí- debemos llevar sal y pimienta, para hacer las figuras en el suelo.
Había olvidado que debíamos comprarlas.
- ¿Sal y pimienta?- desconcertada la joven de cabellos cafés.
Y sí. Resulta que los dibujos que hacían los niños, que también realizo Carolina O"Connell en su casa, no eran ni más ni menos que símbolos que atraían el mal reforzando más el poder por sobre las almas vulnerables de los locatarios del pueblo y sus alrededores. ¡Al fin pudimos descifrarlo!
-Sí cariño, una larga historia- agregué restandole importancia.
-No hay tiempo que perder. Me iré a dormir a casa, nos vemos. Paso a buscarte a las nueve a.m.
Ángel se fue, y sólo puede decir que aquella noche apenas pude cerrar un ojo.
...
El crujir de la madera tras los golpes que daba Ángel me hacían temblar. ¿Que ocurriría si ellos ya no vivían aquí? ¿Qué pasa si están muertos? En tal caso, ¿qué fue de nuestra única manera de acabar con el bosque?
Los nervios me comían, pero el aullido de la bisagra oxidada de la puerta abriendose me salvó. Ángel nos presentó, y por suerte era la familia indicada. Todavía vivían aquí, salvo que el señor al cual buscábamos falleció hace más de tres décadas. Eso no fue inconveniente para que la familia escuchara nuestra petición.
-Quisiéramos saber si pudiesen facilitarnos aquel libro. Sabemos lo importante que es para ustedes ya que es un legado familiar y, que por ende lo han cuidado con su vida tal y cual se los ordenó su visabuelo, pero debido a las circunstancias y considerando nos une la misma historia, no estaríamos aquí solicitándoles nos presten su ayuda. Nuestro visabuelo confiaba en el suyo, nosotros hoy lo hacemos con ustedes, esperamos sea recíproco.
Muy bien, tal vez distorsionamos la historia haciéndolos creer que se trataba del libro de nuestro visabuelo el que llevábamos en nuestras manos, pero era algo necesario y lo ameritaba el propósito.
El padre de familia, que jamás, de por cierto había visto en mi vida, y ni siquiera alguno de sus hijos y/o esposa, dudaron, pero finalmente dijeron.
-Nos une una misma historia, confiamos en ustedes. Terminada su investigación por favor devuélvanolos- la señora le tomó del brazo brindándole apoyo. No cabía duda que el entregarnos una reliquia tan importante y de familia que ya ha pasado por cuatro generaciones le preocupaba mucho. Era lógicamente comprensible, si yo estuviese en su lugar también temería por que a una herencia así le ocurra algo. Salvo que esta salvará al mundo entero.
Nos despedimos de la agradable familia para dirigirnos a un almacén cercano. Compramos sal y pimienta, y fue muy gracioso porque nos quedaron mirando extrañados al llevar tanta sal y pimienta, aproximadamente seis kilos de sal y cuatro dr pimienta, y es que tal vez era mucho, pero preferíamos no arriesgarnos. También debíamos de protegernos con una pertenencia de metal, así que yo llevé un collar teníamos mi hermana y yo en símbolo de nuestra hermandad. Por su parte, Ángel llevó consigo el anillo que sus padres le regalaron para su licenciatura de secundaria. Estábamos listos, así que miramos el mapa y embarcamos camino al lugar que más cercano nos dejara a el círculo.
Pasada una hora llegamos a una zona poco visitada por los habitantes del pueblo. Estaba segura que si nos perdíamos o salíamos sin vida de esto, nadie sería capaz de encontrarnos.
Suspiré.
-Tranquila, confiemos en que todo saldrá bien- estábamos fuera del auto observando los imponentes pinos se acercaban dándonos una escalofriante y poco deseada bienvenida al lugar.
Abracé a Ángel y susurrando le dije.
-Junto a ti no conozco el miedo- el joven me abrazó con fuerza luego de oír aquello para luego separarnos y resignados proceder a tomar las pequeñas mochilas con instrumentos que nos permitirían llegar al lugar al que nos dirigíamos.
Comenzamos haciéndonos paso en medio de un sendero que poco a poco se volvía más disperso para finalmente desaparecer quedando sólo las hojas secas que caían de los grandes y milenarios robles que también yacían en el lugar. Los minutos avanzaban y cuando ya nos dimos cuenta habían transcurrido ya dos horas desde que ingresamos al lugar. Pero no debía faltar poco, al menos eso parecía por lo que veíamos en el mapa. Todo cambió cuando de pronto Ángel señaló con un tono de preocupación en su voz.
-¡No, no, no! ¿Qué sucede?- gritó.
-¿Qué sucede?- su repentina habla interrumpió el estrepitoso silencio del lugar por lo cual incluso aseguraría llegué a sonar enojada producto del susto que me dio.
Mostrándome la brújula entendí. Marcaba en todas direcciones como si repentinamente se hubiera descompuesto.
- ¿Campo magnético cerca?- dije en posible opción. El me observó ceñudo.
-¡ES LO QUE HACE, QUIERE PERDERNOS DE VISTA. DEBEMOS ESTARNOS ACERCANDO!- no lo reconocí. La ira lo consumió al decir aquella frase a tal punto que su cara se puso roja al lanzar las palabras al aire.
No paraba de maldecir en susurros intentando no mirarme, me daba la espalda para así evitar lo viese. Pero no lo dejaría sólo. No así. Solté mi mochila dejándola caer en el piso de tierra, oyendo cómo la botella metálica en la que llevaba agua para beber sonó. Me acerqué al chico que tenía sus manos en la cabeza y lo volteé hacia mi. Esquivaba mi mirada. Pero lo obligué a hacerlo.
- Sé que estás nervioso, pero no temas. Lo lograremos juntos, ¿está bien?- mi voz sonó más dulce que nunca. Los orbes duros de Ángel parecieron ablandarse y me abrazó.
-No sé qué haría sin ti.
Le di una pequeña sonrisa y luego le brindé un pequeño beso en la frente.
- Lo lograremos con o sin esa brújula, ya verás. Sólo necesitamos estar juntos.
Así proseguimos el camino guiándonos sólo por lo que nuestros instintos decían. Debían de ser más menos las tres de la tarde cuando divisamos a más menos un kilómetro y medio una vasta planicie en la cual justo al medio se elevaba una roca con musgos en su cubierta. Eso hacía que no se notara muy bien el rostro del hombre esculpido, pero sabíamos que se trataba de él.
Nuestros ojos dieron un destello de alegría al encontrarnos con aquella vista, y rápidamente nos dimos un corto beso. Seguimos avanzando, sin duda alguna el corazón me palpitaba ahora mucho más rápido que incluso, aquel sueño en el que por primera vez me encontraba pisando estos parajes. Antes de entrar al circulo nos detuvimos.
Hablé soltando la mochila para abrirla y comenzar a sacar los ingredientes.
-¿Tienes el objeto de metal puesto?- cuestioné.
-Sí.
-Muy bien. Es necesario, y según el libro del amigo del señor Collins que apliquemos sal en la entrada y salida que ocuparemos para ingresar al círculo. Debe ser una longitud considerable ya que no sabremos qué puede pasar y ante una salida apresurada en la huida podemos quedarnos encerrados dentro si no recordamos el lugar en que vertimos sal.
La sal era el método para anular el maleficio, entrar al circulo sin temer a quedar encerrado en él y acabar como un alma prisionera del bosque.
-Vertamoslo en toda esta zona- señaló el alto chico más menos un tercio de la circunferencia del área.
Así lo hicimos, en ese momento agradecí haber comprado tal cantidad exuberante de sal. Acabado el acto nos juntamos al medio del área en el cual desparramamos sodio. Colgamos nuestras mochilas color rosa y azul en un viejo roble y antes de seguir Ángel dijo.
-Tu mochila fluorescente un día me dejara ciego. Dejemosla aquí por si necesitamos huir y encontrar el punto de salida- y no pude evitar reírme. Sabía cuándo lanzar bromas, y ésta vez lo hacía para aligerar la tensión del ambiente. Lo besé castamente y el tomó de mi mano. Nos situamos en frente del límite para entrar a la planicie.
- Uno, dos y ...- tomados de la mano y de un brinco nos encóntrabamos dentro del círculo.
Rápidamente tocamos nuestros cuerpos y, ¡efectivamente! Había resultado. La roca seguía igual y todo lo que la rodeaba, funcionó.
Con el libro en mano de la familia amiga de los Collins en mano y la sal y pimienta a mano poco a poco nos dirigimos hacia la gran roca. De verdad si que era alta y ancha. A medida que comenzamos a acercarnos una tenue brisa de viento comenzó a levantarse meciendo las hojas cafés y amarillas que teñían el piso. Una vez ubicados a unos cuatro metros de ella y siguiendo las instrucciones hicimos los símbolos de defensa y contraataque para el maleficio. El círculo de sal y pimientas sería para nuestra protección, mientras que aquellos triángulos y estrellas al rededor de la roca eran para acabar con la maldición. Sería ataque contra ataque. Esto no sería fácil de conllevar.
Cada vez que comenzábamos a hacer una figura diferente el clima comenzaba a tornarse un poco más grisáceo, poco a poco fue haciendo más frío y ya para cuando terminamos con la última figura, la tenue brisa que ya les había mencionado, ahora había desaparecido para el ambiente ser completa y totalmente un lugar tan helado como el mismísimo polo sur.
-Estamos listos. Sólo falta recitar el conjuro- me encontraba tiritando, pero al momento en que Ángel soltó aquellas palabras noté que el frio en el cual estábamos era más que sólo eso. De nuestras bocas emanaba vaho al hablar.
Fruncí mi ceño. Esto no está bien. El bosque está haciendo esto para evitar ocurra nuestro plan.
-Apresuremosnos.
Rápidamente tomamos posición dentro del circulo mientras Ángel emitía vapor para calentar sus manos y yo las sobaba para ahuyentar la inmovilidad que el frío había traído con sigo para con ellas. Una vez mis dedos pudieron volver a incorporar un poco más de movilidad erguida y aclarando mi garganta dimos inicio.
Ángel tomó de mi mano y ambos recitamos el conjuro.
-"Ante las tinieblas sufrimos alejados del mundo real que nos rodea, acabados por tu penumbra, perturbados por la perversidad. Ya no más te llevarás nuestros seres queridos, más bien a la tumba tú volverás...
Mientras decíamos las frases de pronto el cielo se nubló por completo, como si de la nada una tormenta se acercara cayendo por sobre nosotros. Nubes negras se apoderaron del cielo y neblina comenzó a emanar de la fresca tierra negra, lo cual poco a poco empezó a dificultar nuestra lectura.
-...no eres más que palabrería sin más, a la gente de nuestro pueblo no aterrarás. Yellowknife no será una víctima y hoy yo vengo a destrozarte porque con mi pueblo te aferraste...
Ese fue el clímax que alcanzó el desenlace de lo que nos tenía preparado el bosque. Obviamente no tenía pensada nuestra inesperada visita, pero si de algo estaba segura era de que no tenía presupuestado dejarnos escapar con vida.
En ese momento se desencadenó una lluvia torrencial, fuertes gotas cayeron del cielo, a lo cual Ángel puso se quitó la chaqueta que llevaba puesta para cubrir el libro de la lluvia que caía. No era impermeable, por lo que temimos ya que aún quedaba mucho por recitar.
-..¡No te temo bosque del infierno, regresarás a las profundidades de donde saliste y de allí no volverás porque de eso nos encargaremos el resto de las generaciones venideras! ...
La chaqueta de Ángel comenzó a filtrar las gotas de agua por lo que las páginas del gastado y añoso libro comenzaron a mancharse de goterones, haciendo que la tinta se esparciera borrando los escritos. Entre aquel problema y el hecho que ya nos encontrábamos empapados y la lluvia cayendo en nuestros ojos apenas nos dejaba ver, en voz alta gritamos el último párrafo a todo pulmón.
-..."HOY Y AQUÍ DE CULMINO MISERABLE MALDICIÓN. ¡LIBERO A YELLOWKNIFE DE SU TERRIBLE PERDICIÓN PARA INICIAR UNA VIDA DE ESPLENDOR Y DE RENACIMIENTO!
El viento se convirtió en ráfaga y torbellinos, caímos por ello fuertemente azotados contra el piso. La sal y la pimienta vertida en forma de amuletos de protección en el suelo sólo se mantenían en dicha posición debido a la lluvia que caía, pero el resto comenzaba a llevárselos el viento. Debíamos apresurarnos a dar la sentencia final, no podía leer más ya el antiguo libro, sus paginas estaban inundadas en agua. Por suerte nuestra debía salir de nuestras bocas y la habíamos aprendido el día de ayer, salvo que había que hacer un pequeño cambio.
Truenos y relámpagos empezaron a caer. El cielo se iluminaba y la neblina no dejaba ver más allá que la imponente roca brillante ante el choque de la humedad del ambiente con el granito. Relámpagos chocaban contra el piso, mientras uno que otro topó en su camino con pinos. A lo lejos vi un brillante punto anaranjado que prontamente comenzó a crecer. Ángel interrumpió mis pensamientos mientras juntos intentabamos aferrarnos al suelo para que el viento no nos llevase sin antes no acabar con la ceremonia.
-¡ALICIA APRESURATE, ACABA CON ESTO!
Era fuego. Había que terminar de una vez con esto. Miré a Ángel decidida y ahí ambos supimos que de una vez por todas había que poner un alto a esto. Luchando con la tempestad y ayudados de la fuerza de ambos nos pusimos en pie intentando mantener el equilibrio entre los fuertes azotes de viento. Grité.
-¡HOY YELLOWFNIFE SURGE POR SÍ SÓLO, NO GRACIAS A TI! ¡NO MÁS "GRACIAS A ELLOS SURGIMOS"!
En ese momento los relámpagos cesaron, al igual que el viento y caímos directo al piso golpeános duramente debido a la fuerza que hacíamos en contra de él. Lo siguiente que mermó fue la lluvia. Mis costillas me dolían, débilmente y con los brazos temblorosos me levanté del barro limpiando parte de mi mejilla que se había manchado. Me levanté y el cielo poco a poco volvió a despejarse, lentamente y entre las negras nubes, comenzaba a distinguir otras más plomas, y entre medio de ellas luego un pequeño agujero de cielo azul.
<<Lo hicimos>>, pensé.
-Cariño...¡lo logramos! -y sin aún mirar a Ángel pude ver las grandes llamas que ahora se extendían más allá de donde la última vez había visto el pequeño fulgor. Y ahora no sólo había un punto de incendio, en realidad eran tres a nuestro al rededor.
-Mi amor, hay que salir de aquí- sin darme cuenta había pasado el límite del circulo de protección, y no me había ocurrido nada. Sin duda nuestro plan había salido con éxito, ¡liberamos a nuestro pueblo de la maldición!.
-¿Ángel?, debemos irnos- y cuando volteé pude ver a Ángel tirado en el piso.
Me acerqué corriendo rápidamente a él para inclinarme e intentar despertarlo. Pero nada, no reaccionaba.
<<No, no. Ángel, responde>>
Y al tomar su cabeza entre mis manos pude apreciar que ésta se manchó de rojo oscuro.
<<No, por favor, no me dejes ahora. Logramos hacer esto juntos...>>
Mi rostro se torció en una mueca de dolor, un aullido suprimido emergió de mi interior. Lo abracé con fuerza mirando al cielo y sólo pidiendo Diosito le permitiera quedarse unos años más conmigo. El extenso cielo volvió a ser como era antes, celeste y sin nubes a la vista. Pero desgraciadamente el fuego había crecido rápido, y no me había dado cuenta que ya quedaba un único espacio para salir del lugar, incluso la planicie ahora tenía fuego y las llamas comenzaron a acercarse a dónde estábamos ubicados nosotros.
Debía salir de allí, así que con fuerza tomé a Ángel cruzando su brazo detrás de mi cuello. Mi cuerpo dolía por completo, pero si quería salieramos con vida esto era lo que debíamos hacer. ¿Quién vendría a buscarnos o socorrernos si estábamos a un lugar tan apartado? Debía de hacerlo yo.
Las llamas crecieron y eran enormes, siquiera podíamos saltar sobre ellas, el agujero por el que creí podríamos pasar, a unos pocos metros de llegar a él terminó por consumirse, no con llamas tan altas pero si lo suficiente para no poder saltarlas.
Pedí a Diosito por nosotros, y sólo agradecí por acompañarnos y protegernos ante la maldad. Sólo nos quedaba la alegría de que salvamos a nuestras familias y a todos los niños que viven en Yellowknife. Eso apaciguó mi tristeza.
De pronto unos gritos me despertaron, y provenían de la lejanía. Eran hombres, que tan pronto llegaron tras las llamas gritaron.
-¿¡Están ustedes bien!?
No quedaba espacio ya dónde estar dentro del lugar donde no hubiese fuego, mi corazón dio un salto de alegría y agradecí al Señor por salvarnos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro