Capítulo 17
Momentáneamente todo pareció detenerse. Marie y yo nos quedamos petrificadas. La casa no estaba vacía. Y es que lo que venía a continuación era algo irreal y difícil de digerir.
Mis pupilas se dilataron hasta no poder más al observar que a aquella puerta abierta que daba a la cocina se asomaba una mujer. En mi mente sólo podía pensar qué le había ocurrido. Con aquel cabello vuelto pajas y enredado, vestida con un hermoso y antiguo vestido blanco que llegaba hasta la punta de los dedos de los pies y una cola que arrastraba por el piso mientras daba pequeños pasos bailando en lo que parecía ser el sos de una canción de valls. Éste estaba sucio y mal arañado, pero lo que más me llamaba la atención era la expresión de ella en el rostro, ya que no es la que uno esperaría de una señora amargada y maniatica. Todo lo contrario; ella luce feliz e inmersa en una especie de sueño del cual parece no poder despertar. Con la mirada perdida y jugando con las telas lisas de su prenda sonreía sosteniendo en sus manos un cuchillo con el cual ahora se dirigía al comedor.
Marie y yo nos hincamos para evitar que aquella mujer nos vea.
Sin perder el paso de su baile se sienta en frente de un gran y antiguo espejo hecho de bronce. Allí se mira detenidamente. Hasta que en un momento desciende su vista y comienza a observar sus harapos. Al ver esto sus orbes se entristecen y por primera vez allí pude reconocer al ser frágil en frente mío desde que yacía parada como estúpida sin hacer nada en ese lugar: se trataba de la señora O"Connell. <<Dios, ¿qué le ha pasado?>> . Pero las recientes lágrimas que habían emergido y limpiado parte de su sucio rostro cubierto en parte por lo que parece ser cenizas haciendo a aquella mujer lucir tan vulnerable desaparecen para ser reemplazadas por una sonrisa amplia, tallando aquel rostro de un modo macabro. A la vez sus ojos empiezan a tornarse negros y poseídos por algo más, haciendo que ella tome el cuchillo con fuerza y lo acerque a su mandíbula. Luego de ello empieza a abrir lentamente su cavidad bucal para enseñar sus dientes blancos al espejo en frente de ella.
Allí es cuando todo se hizo real. A pesar que en mi interior quería convencerme de que todo aquello no era cierto.
Carolina O"Connell acerca el cuchillo a maxilar, específicamente al límite entre su diente incisivo derecho y su encía, mientras que con todas sus fuerzas empuja su propia mano hacia aquel lugar. Un grito estruendoso se escucho proviniendo del lugar. Pero el dolor no la detuvo. Siguió empujando y dañando su encía mientras de aquella encía mal arañada sólo quedaban colgajos de lo que alguna vez fue. La sangre roja obscura escabullía tiñendo el resto de los dientes al interior de su boca y caían tiñendo su vestido primero la parte de su pecho para caer posteriormente recorriendo su abdomen. Hasta que finalmente lo logró, logró llegar a la profundidad de donde llegaba la raíz del incisivo, para jalarlo con todas sus fuerzas y hacer que ahora este quedase colgando de solo uno de sus extremos.
Se había destrozado por completo los labios e incluso un poco de piel. Pero su mirada no cambiaba, sus orbes permanecían cegados por algo. Ella ahora no sentía dolor.
Se detuvo y lentamente levantó su mano hacia el diente que acababa de remover.
Mi cuerpo se encuentra helado y apenas quiero respirar. Quiero irme, irme de aquí. Todo esto es una porquería, ¿qué hago aquí?.
Carolina toma su diente con sutileza desde la esquina aún colgante y lo tira con fuerza para remover el diente por completo. La sangre sigue saliendo por su boca pero a ella no parece importarle. Deja su objeto recién extraído en el antiguo tocador de enfrente de ella y de pronto a partir de debajo de sus pies comienzan a emanar una especie de...
- Marie...
Eran...
- Alicia... ¿esos...son?
<<Cienpiés>>
Uno tras otro comenzaron a emanar desde bajo de su vestido, por entre sus mangas anchas y llenas de hermosos detalles de encaje, pero ahora cubiertos de la creciente cantidad de bichos que la albergaban. Y en multitud comenzaron a apoderarse del lugar para que ella aún con la mirada inmersa en aquel antiguo espejo en la pared de pronto plasmara ésta en nosotras y sonriera de oreja a oreja.
- ¡Diablos! - dijo Marie.
Sus ojos eran diabólicos. Ella siempre supo que estábamos aquí.
Me tenía atrapada, me quedé inmóvil.
- ¡ALICIA, VAMOS!- jalando fuertemente de mi brazo para sacarme corriendo de aquel lugar.
Con paso pesado y torpe corría en medio de aquel camino para llegar al coche. Mientras Alicia me llevaba aún tomada del antebrazo logré ver un par de baldes llenos de un tinte viscoso color rojo carmesí...como con el cual se encontraba teñida la casa. Pero después de eso comprendí todo. Entendí de dónde provenía tan mal olor.
<<Oh mi Dios>>
Era un vacuno degollado cuyas tripas yacían todas afuera y él permanecía colgado de sus patas en un inmenso árbol.
- Alicia... la casa la manchó con sangre de un vacuno.
Mi voz era como un hilo.
- ¡Rápido, pasa! - abriendo el portón para salir corriendo y ella toma el mando del manubrio.
Trataba de asimilar todo lo que vi pero no podía hacerlo... estaba en shock.
Casi al llegar a la casa unos veinticinco minutos después, incluso de haber pasado a dejar el "grandioso" regalo Marie hablo enojada.
- No sé que fue eso, pero debes alejarte de Carolina y toda esta mierda de caso en el que estás metida.
Se detuvo bruscamente en frente de nuestra casa.
Inhala y pasa su blanca mano por entre su cabello.
- ¿Qué fue eso prima?- hizo una pausa para seguir.- Tengo miedo, temo por ti.
Pero estaba sin palabra...¿qué le iba a decir?
- No tienes por qué Marie... estaré bien.
Intentaba ser fuerte, pero lo de hoy era algo horripilante...algo desgarrador.
- Prima, debo hacer algo ve con papá y mamá, ¿si?. Voy en un rato.
- Lo haré.
La joven de ojos de color tomó su bolso para dejarme sola en el auto. Tomé mi teléfono celular y marqué el número del oficial Meyer. Los pitidos a través del celular sonaban hasta que de pronto contestó.
- Meyer.
- Oficial, es Alicia Carrasco. Tengo algo que reportarle.
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