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☪ 9 ☪

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''¿Tía?''

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Narradora Pov

—Pero, ¡Que grande está! —exclamó alegre una señora, aproximadamente de unos cuarenta años.

Akko la miró un poco asustada.

—¡Que grandes están todas!

—Hola, tía Bertha —dijo Amanda pasándola, por un lado—. Adiós, tía Bertha.

La señora parpadeó confundida.

—¿Y qué le pasó a esa? —le consultó extrañada a su hermano, que se encontraba a su costado izquierdo.

Johan levantó sus hombros e hizo una ligera mueca en sus labios. Ella entendió dando un leve asentimiento.

—No estuviste cuando Akko nació. Las cosas se volvieron algo... complejas desde que ella falleció. No te vi en su funeral, tampoco.

—He estado ocupada. Ya conoces mi trabajo.

—Es extraño que una mujer trabaje.

—Lo sé.

Bertha dirigió su mirada a la chica de cabello rubio que no le había prestado ni la más mínima atención desde que se presentó en aquella casa. Lotte, se encontraba sumida en su mundo dando a entender que no deseaba simpatizar o ser interrumpida por nadie en ese momento.

—¿Cuántos años tienen? —susurró para que únicamente a su hermano escuchara.

—Lotte diez. Amanda doce. Y Akko cumple ocho —le contestó, de la misma manera.

—Oh... —musitó la señora—. ¡Les traje unos regalos! —exclamó en canto, para luego agarrar la maleta que había dejado a un lado de su pie derecho.

Akko jugó con sus dedos sintiéndose nerviosa e inquieta. Las únicas personas de las cuales recibía obsequios, provenían de su padre y de algunas personas del pueblo. Eso incluía a sus amigos. Andrews, le hizo entrega de lo mismo de todos los años: una barra de chocolate creada por sus manos. Constanze, se dedicó en ese día más a escucharla y enseñarle uno de sus nuevos proyectos en proceso; le obsequió un aparato que todavía no había descubierto su función.

Luego de que Bertha le hiciera entrega del presente, Akko agitó ligeramente la caja en sus manos tratando de descifrar que se hallaba dentro. En los labios de Bertha, se creó una pequeña sonrisa por lo tierno que le pareció el gesto.

—Se parece a ella —soltó sin pensar.

—Ese es problema —murmuró Lotte, sin despegar la mirada de su libro.

—No empieces —le amenazó su padre.

Un chasquido hecho por su boca se escuchó claramente. Bertha, frunció el ceño y recompuso su postura.

—Señorita —dijo en un tono alto, dirigiéndose a Lotte—. ¿Cuál es el problema de que tu hermana se parezca a su señora madre?

—Sabes la respuesta —contestó groseramente.

Bertha se indignó y observó de reojo a Johan. Él negó ligeramente con la cabeza, dándole a entender por ese simple gesto el problema que había estado teniendo por esos ocho largos años.

—Ya veo... —musitó—. Akko, cariño. ¿Qué opinas de tu madre?

La castaña detuvo su intento de abrir la caja para verla.

—Era una mujer hermosa.

—¿No te molesta el hecho de que haya fallecido y dejado?

Akko negó con la cabeza.

—La muerte es algo que no se puede evitar —contestó.

Bertha sonrió con complicidad y asintió en agradecimiento.

—Al menos hay alguien con cerebro en esta casa. Sin ofender, Johan.

—¿A eso viniste? ¿Él te contactó? ¿no? Para que tengas un poco más de conocimiento, tía. La niña que ve ahí, nunca conoció a mi madre y es obvio que no sienta ninguna pisca de dolor por eso. Ellos la mataron.

—¿Crees que eso no le afecta a tu padre? ¿Crees que Akko no siente un poco de tristeza por no haber conocido a su madre? Ella no estuvo en sus brazos como lo estuvieron ustedes; no logró ver su sonrisa; no pudo comer de su comida; y tampoco consiguió escuchar sus cuentos y cantos. No te hagas la víctima, niña. Todos seguirán sufriendo por eso una y otra vez si no lo superan.

—Suena tan fácil —dijo sarcásticamente rodando sus ojos.

—No lo es. Lo que lo complica es el hecho de no luchar contra ese sentimiento; dejar que te consuma. La muerte de una persona importante lastima, pero más hiere cuando no la dejas ir.

—No estuviste en su funeral. Y eso que eras su mejor amiga; su cuñada favorita. —Lotte pasó con lentitud la hoja de su libro.

—He tenido muchos trabajos que me han dejado sin tiempo libre. No es fácil para mi visitarlos siendo una persona independiente. Pero, puedo entender que no tomes esto como una excusa y lo escuches más como palabras vacías. —Hizo una pequeña pausa—. Tu madre era una mujer hermosa y esplendida. Sirvió a tu padre hasta su último aliento y dedicó todo su tiempo a ustedes.

—Servir se escucha un poco...

—Cállate, Johan. Como decía...

—No quiero escucharte hablar más de ella —le interrumpió, poniéndose de pies.

Bertha no continúo hablando y, simplemente la observo subir los escalones hasta perderla de vista.

—Creo que me quedaré unos días más... —susurró.

—¿Estás segura?

—Sí, muy segura.

El silencio en la sala, no duró mucho por el sonido de un cartón siendo roto. La señora y el señor giraron a ver a la pequeña castaña abriendo su obsequio, encontrándose despreocupada de la corta conversación que tuvo con su hermana.

—Lamento no haber estado —dijo la señora.

—No te preocupes —susurró con sutileza Johan.

—¿Cómo te sientes ahora?

—Esperaba que pudieras hablar con... ellas: Amanda y Lotte. No me escuchan y...

—Veo que una se pintó el cabello —le cortó riendo ligeramente.

Johan también rio.

—¿Es sorprendente? ¿no?

—No. Me lo esperaba.

—¿Qué quieres decir?

—Me esperaba esto, Johan. Su madre fue una persona especial... Cuando me la presentaste por primera vez, sabía que no sería tan fácil dejarla en el pasado una vez que llegara su momento. Siéndote sincera aún me cuesta asimilar que... ya no está aquí —susurró lo último para ella misma, pero Johan, logró escucharla —. No es fácil, Johan. Y tienes que ayudarlas.

—Esperaba que me dijeras cómo —sonrió tratando de alegrar el ambiente triste.

—¡Bueno! —Bertha se levantó del sofá con los ánimos recuperados—. Comencemos con lo primero.

—¿Y qué es?

—Ella. —Extendió su palma en dirección a Akko.

La castaña levanto extrañada la mirada. «¿Me he perdido de algo?»

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—¿Hola? ¿Estás ahí? Traje el libro.

Las hojas de los árboles cercanos al muro, se movieron sutilmente como respuesta. Akko, sonrió, tomó nuevamente asiento en frente de la pared invisible y abrió el libro en la primera hoja.

—Escrito por Mónica Cook. La Sra. Holbrook me contó que Mónica Cook se dedicaba a la cocina, por eso su apellido era Cook. —Cambió la hoja—. Lo primero que ha escrito es acerca de su vida como cocinera. Luego habla sobre como su marido se enfermó gravemente en su trabajo. Después expresa como se siente al respecto, pero enseguida su esposo le habla acerca de unos rumores que había escuchado de camino a casa.

Akko agarró aire antes de seguir.

—El libro no tiene muchas hojas. Lo que conocemos del bosque, es poco. La abuela de la Sra. Holbrook decía que, las aguas... eran tan cristalinas que fácilmente lograbas ver tu reflejo en ellas. Otras personas que tuvieron la oportunidad de estar en ese lugar, contaron y aseguran haber visto unas clases de espíritus volando a sus alrededores. ¿Es verdad que hay un lago que puede curar las enfermedades de las personas? —le preguntó con un poco timidez.

"Es correcto."

En los labios de la castaña se dibujó una sonrisa esperanzada.

—¿Crees que podrías...?

"No. ¿Conoces el motivo del por qué el bosque desapareció?"

Akko agachó la cabeza y dio un leve asentimiento.

—Dañaron... el bosque. ¡Pero! ¡Ahora las personas son diferentes! ¡Muchas necesitan de tu ayuda, por favor!

Silencio. La de cabello corto castaño, esperó impaciente una respuesta de su parte. Su mirada se mantuvo fija en el muro y sus puños se mantuvieron apretados. Las siguientes palabras que leyó, hizo desaparecer todo sentimiento de esperanza que había sentido previamente.

Ella tensó su mandíbula, tomó asiento en el césped y recostó su espalda en el muro. Seguidamente, un suspiro cansado escapó de sus labios y sus ojos se posaron en el cielo azul y resplandeciente. Internamente agradeció las sombras de los árboles y la humedad de la tierra. Podía verse a larga distancia que el sol... estaba más caliente de lo habitual.

—Quiero ayudar... —Guio su mano al pecho sintiendo el latido de su corazón—. Creo en ti... Creo en la magia. Y cada vez que imagino como puede ser el lugar en donde estás... un cosquilleo acaricia mi corazón. La Sra. Holbrook, mencionó que tengo un don.

Akko observó la palma de su mano y rio ligeramente.

—Sabes... hoy vino mi tía a visitarme. No sabía que tenía una tía; parece que aun desconozco cosas de mi familia. Y también hoy... es mi cumpleaños. Cumplo ocho años.

Sus piernas se recogieron y sus brazos las abrazaron.

—Me gusta jugar; me gusta divertirme con mis pocos amigos. Mis hermanas no me quieren porque mi madre murió por mi culpa. Todo el tiempo me lo recuerdan y... mi mente lo cree. Nunca pude verla; nunca logré... escuchar su risa o su voz.

Sus ojos empezaron a humedecerse y un nudo se formó en su garganta.

—Mi... mi padre cree que con lo que hace me ayuda a olvidarme de eso, pero... la verdad es que... me afecta. Y muy dentro de mí... la extraño. —Akko rio y limpió la primera lagrima que descendió por su mejilla derecha—. Debes pensar que tal vez... es ridículo. ¿Cómo extrañas a alguien que no conociste? Es tonto, ¿verdad? —Sonrió con esfuerzo—. Mis hermanas la querían mucho y la mayoría dicen que era... una mujer bella y amable; la mayoría también dicen que... me parezco mucho a ella.

Sus manos se cerraron fuertemente.

—Si hubiera podido verla... Si hubiera podido escuchar algo de ella... Tal vez... no estaría de esta manera. Y quizás... comprendería el sufrimiento de mis hermanas. A veces me siento sola, pero luego recuerdo que tengo a personas... que me quieren. Eso me hace sentir mejor. —Sonrió deshaciéndose a la vez de sus lágrimas—. No estoy sola y quiero... poder ayudar a las personas que me han dado de su tiempo y... cariño. Quiero...

A punto de voltearse, una voz suave con una buena entonación la detuvo.

—No te muevas.

«¿Qué?» Akko se sobresaltó, pero no se movió; se tensó en su lugar. Sus manos agarraron la hierba con fuerza y sus latidos se hicieron más apresurados. ¿Ella le habló? «Su voz...» Exhaló conmocionada. «Es... su voz». Trato de verla de reojo, pero lo único que pudo alcanzar a ver fue el reflejo del sitio donde estaba.

«Tan cerca...» La guardiana se encontraba cerca de ella o tal vez... estaba bastante lejos o quien sabía a qué distancia se hallaba, pero podía sentir su presencia. Tragó saliva y esperó a que dijera algo más. Sin embargo, después de unos minutos sin escucharla, pensó que quizás esa voz sólo había sido un producto de su imaginación; no obstante...

—En la vida, la única persona que importa eres tú —le aconsejó provocando palpitaciones rápidas en el corazón de la castaña—. Los humanos están destinados a morir tarde o temprano; nadie de esa raza vive para siempre. Es mejor aprovechar el tiempo a su lado.

—Tu... Tu... Tu voz... —habló con dificultad sintiendo un calor apoderarse de sus mejillas.

En el otro lado, Diana había arqueado una ceja con su mirada fija en la castaña, mientras que en su mano reposaba una pequeña flor.

—Es hermosa —concluyó.

«¿No ha prestado atención a lo que dije?», se preguntó Diana con cierto desconcierto que no se demostró en su rostro, pero, aunque eso fuera cierto no importaba. Diana contempló unos segundos la flor en su mano, para después dirigir de nuevo su mirada a la castaña de cabello corto que se encontraba de espalda.

—Tú... ¿Crees que pueda... venir luego?

—¿Por qué deseas seguir visitando un lugar que no lograras ver?

—Te lo dije... creo en la magia.

Akko se puso de pies y se dio la vuelta, observando donde en el punto fijo donde sentía que se encontraba la guardiana.

—Eres real. Esas historias que me contó la Sra. Holbrook cuando era una niña más pequeña, no eran sólo... eso. —Lentamente estiró su mano—. Algún día... Algún día... ¡Ayudaré a todos! ¡Ah! —gritó adolorida alejando su mano de inmediato.

Akko observó con confusión el muro y aprisiono su mano herida contra su pecho. «¿Qué ha sido eso?», se cuestionó. ¿La barrera... la lastimó?

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Fin del Cap. 9 (¿Tía?)

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