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''Familia''
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Narradora Pov
Flashback
Algunas cosas materiales, durarían para siempre. Otras, empezarían a desvanecerse con el tiempo. Pero, los humanos... podrían irse en cualquier momento.
—¡Mamá, ¿Necesitas ayuda?!
—No, cariño —dijo la señora con una amable sonrisa—. Pero ahora que lo preguntas... Tal vez necesite un poco de ayuda.
—¡¿Qué deseas?! —preguntó entusiasmada.
La señora apoyó sus manos en las rodillas y la miró fijamente de manera curiosa.
—¿Puedes despertar a tu padre?
La niña arqueó una ceja y observó la segunda planta de su hogar.
—Hum... —musitó pensativa—. ¡Está bien!
Rápidamente subió los escalones, y justo en ese momento la puerta principal se abrió dejando a la vista a una chica de cabellos negros con su vestimenta... totalmente sucia. La mujer hizo una mueca de disgusto.
—Te he dicho que...
—No quieren hacer las paces —la interrumpió, entrando de mal humor al hogar.
La señora suspiró resignada cruzando sus brazos.
—Ve rápido a darte un baño. La comida estará servida en unos minutos y necesito decirles algo importante.
Amanda sonrió débilmente y asintió con sutileza. Cuando llegó a la segunda planta, la señora, bajó la mirada y posó sus manos en su vientre. Una sonrisa se dibujó en sus hermosos labios rosados.
La lluvia era fuerte y parecía que no iba a calmarse durante todo el día. La mujer miró por la ventana, con sus ojos rojos como el rubí, como el pueblo se encontraba completamente despojado. Era probable que todos se hallaran cubriéndose de la tormenta; era aún más obvio que nadie saldría con semejante llovizna.
Sin embargo, la lluvia aparte de ser molesta para algunos, ayudaba a rociar los cultivos y también, hacía que la tierra optara una buena forma para empezar a cultivar nuevos alimentos.
«Algunas cosas son favorables y otras no», pensó la mujer dándole una pequeña sonrisa al clima. Seguidamente, dirigió su mirada a la mesa donde se hallaban la comida recién preparada. Y después, observó de reojo a su esposo e hijas.
—¿Qué es eso importante que mencionaste antes? —le preguntó Amanda con poco entusiasmo. Su malhumor, aún no la había abandonado por completo. Y eso, lo notó su señora madre. Ella simplemente le dedicó una suave sonrisa.
—Primero, demos las gracias por los alimentos de hoy.
La de cabello rubios, levantó su mano dispuesta a dar una pequeña oración a los dioses que los protegían. Todos inclinaron su cabeza y, Lotte, empezó a hablar despacio, pero entendible y seguro. No obstante, súbitamente en mitad de la plegaria un fuerte rayo provocó que las luces del hogar se apagaran por completo, causando un pequeño grito en la niña rubia y un sobresalto en la pelinegra y en el señor.
No obstante, en el instante que el relámpago cayó en alguna parte cercana, la mujer de cabello castaño apretó fuertemente sus parpados viendo inevitablemente unas imágenes pasando con lentitud. Dejándola fuera de sí misma. Su vientre cosquilleo y ardió ligeramente, pero no demoró en esa sensación.
Ella abrió sus ojos y rememoró lo que se presentó en su mente. Su respiración era agitada y su expresión era de completa extrañes e impresión.
—¿Estás bien? —le pregunto su marido.
La mujer parpadeó más de una vez saliendo de su trance. Al levantar la cabeza, se percató de que la luces fueron nuevamente encendidas, y que sus hijas... la miraban con preocupación y confusión.
—Sí... —susurró desconcertada.
—¿Segura? Estás sudando.
—Es... —Aclaró su garganta—. Estoy bien —dijo demostrando de nuevo seguridad y firmeza. Su mano se posó encima de la ajena, e inconscientemente llevó su otra mano a su vientre.
«¿Qué ha sido eso?»
En esa noche no logró descansar estando entre sus mantas y brazos de su marido; en la media noche, sus parpados aún se encontraban abiertos observando a la nada, mientras su mente divagaba en esas imágenes previas presentadas en su cabeza. Nunca antes le había sucedido algo parecido, y trataba de creer internamente que sólo había sido una alucinación del momento, pero... se sintió tan... real que gracias a eso no había podido dejar de recordarlo.
Ella se dio la vuelta y abrazó a su esposo con sus brazos y piernas, causando que el señor se despertara lentamente.
—¿Qué sucede? —consultó soñoliento agarrándola por los muslos para acomodarla mejor.
—No puedo dormir —le dijo con simpleza.
—¿Qué te preocupa?
La mujer se tomó su tiempo para volver a hablar.
—¿Qué crees que sea? ¿Niña o niño?
El señor sonrió tenuemente y lentamente abrió sus parpados para observar la fría pared.
—Niño.
«No, es niña», susurró en su mente estando segura de sus palabras. En esas presentaciones vistas, aparecía una encantadora niña de cabello castaño y ojos rubíes como los suyos; un parentesco bastante similar al de ella. Sin embargo, algo estaba mal y había algo más. Ella... lo sentía, pero no sabía cómo describirlo; no obstante, lo que había visto, no era algo que podía contarlo a la ligera. Era probable que no le creyeran, e incluyendo a su esposo, aunque fuera un hombre maravilloso que la amaba con todo el corazón.
La habitación permaneció en un silencio calmante, pero desesperante a la vez. Nuevamente sumida en sus pensamientos no se percató que, su marido, no había dejado de peinarla con sutileza. Un pequeño beso en su cabeza fue suficiente para que la sacara de su mente.
—Se lo tomaron bien.
—Eso pareció... —susurró ella.
La conversación acerca de su nuevo embarazo, alegró a sus dos primeras hijas que la miraban con mucha atención y curiosidad en ese momento. Al recordarlo, le provocó una leve sonrisa. El rostro de sus hijas demostraba bastante felicidad. Y ella no podía estar más contenta con sus reacciones. «Tendrán una nueva hermana», pensó, para después apegarse más al cuerpo de su esposo.
El tiempo comenzó a pasar con naturalidad y, lentamente los parpados del señor fueron cerrándose hasta caer en un profundo sueño. La mujer aún se hallaba despierta con su frente apoyada en el pecho del hombre que amaba. Pero, no duró mucho en esa posición por una pequeña luz que notó de poco a poco.
Con cuidado se alejó y se levantó de la cama teniendo puesta su bata blanca. E inconscientemente, empezó a acercarse a la ventana sintiendo una pequeña... atracción hacia el horizonte. Su palma, se posó en el vidrio y un ligero cosquilleo se apoderó de esa zona. Mantuvo su mirada fija en un lugar en específico, pero de repente dejó de sentir aquel interés que la condujo a, involuntariamente, abandonar la comodidad de su cama.
Ella miró su palma y la acarició con sus yemas. Pasaron algunos minutos donde permaneció de pies estando perdida de nuevo en sus propios pensamientos. Sacudió la cabeza al percatarse que otra vez se encontraba desorientada por esa sensación y lo visto con anterioridad.
«Necesito descansar», se propuso volviendo a su cama y arropando nuevamente su cuerpo. Sus parpados se cerraron e inmediatamente intentó despejar cualquier pensamiento que estuviera relacionado con lo sucedido en el comedor.
Pero lo que ella no sabía era que, en el trascurso de su embarazo, más representaciones empezarían a aparecer.
Fin del Flashback
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—¿Qué lees esta vez? —le preguntó el señor colocando más leña en el fuego.
—Aprendo —dijo Akko, sin quitar la mirada de su libro.
—¿Qué aprendes? —consultó curioso.
—Lenguaje de señas. Quiero comunicarme mejor con Constanze.
—Eso es un bonito detalle de tu parte —halagó el padre—. Me han dicho que has estado mucho últimamente con el hijo de Garrett. Debo admitir que es agradable que el pobre chico este aprendiendo a convivir. Por lo que tengo entendido no salía antes de casa. Me recuerda a alguien —dijo lo último con un pequeño sarcasmo que hizo reír a la castaña.
—¿Cuándo estarás libre?
—El trabajo ha aumentado y es necesario que ponga más de mi tiempo. Pero, por el momento no hay tanto que hacer, aunque tampoco me vendría mal que las tres me ayudaran.
—Yo lo hago.
El hombre la miro encima de su hombro y le sonrió con ternura.
—Lo sé.
En esa noche, una tormenta había empezado a caer desde la mañana. Muchas personas no lograron poder salir por las pequeñas inundaciones fuera de su hogar. Y otras, continuaban su labor, pero con dificultad; puesto que, nadie deseaba enfermarse. Y, por ende, Akko no ha podido visitar el lugar donde halló el muro invisible que había desaparecido del antiguo sitio.
La pregunta de ese día, aún le seguía dando vueltas en la cabeza. «¿Sabía mi nombre? Pero, ¿Cómo?». No recordaba haberlo mencionado antes, ¿o sí?
Akko suspiró dándose por vencida en ese día de encontrar una respuesta a sus variedades de preguntas. Se propuso mejor en aprender el lenguaje de señas para ser más cercana a su amiga que había nacido muda, pero con un buen aprendizaje.
Ella sabía comunicarse a través de la escritura, sin embargo, su madre le había dado a conocer que también ella aprendió trasmitir sus palabras con sus manos. Al principio le pareció extraño, pero luego de una pequeña explicación entendió como era el funcionamiento. Y, sin pensarlo dos veces se apresuró a la biblioteca; no obstante, antes de abandonar la casa, le prometió a Constanze volver a hablarle con señas.
—¿Quieres que lea hoy un libro para ti?
—No. Puedo sola, gracias.
El señor arqueó una ceja.
—Veo que te estas volviendo independiente de mí, eh.
Akko se sobresaltó ligeramente.
—¡No es cierto! ¡Aún te necesito!
—Para darte comida —dijo de broma.
—¡No! Bueno... Sí... —musitó haciendo un sutil puchero.
Su padre rio a carcajadas provocando que su puchero se hiciera más notable. El señor se sacudió las manos y la levantó con cuidado del sofá, para después sentarla en sus piernas y depositar un pequeño beso en su cabeza.
—Déjame ayudarte.
El día pasó con tranquilidad estando protegida de la tormenta bajo el techo de su hogar. Y sin percatarse, sus pequeños parpados empezaron a cerrarse lentamente hasta quedar dormida en los brazos de su padre. Su cabello castaño fue acariciado con gentileza por una mano que le entregó total calidez y seguridad.
La vista del señor se posó en el fuego dejando que sus pensamientos viajaran al pasado...; a ese pasado donde la sonrisa de su mujer lo hacía sentir con vida; a ese pasado donde sus palabras y cariños despejaban todo el malestar de su cuerpo cansado y mente estresada. El pasado, se convirtió en uno de sus recuerdos más tranquilos y dolorosos. Él siempre pensaba en ella; no había transcurrido ni un sólo día en el que su rostro no apareciera en su memoria.
En esos días había estado más lidiando con sus dos primeras hijas que continuaban causando solamente más estrés en su vida. Sin embargo, él las comprende; él entiende el dolor de perder a la única persona que llegó a tocar sus corazones trasmitiendo ese gran amor que siempre tenía para dar.
Muchas veces se preguntó cómo logró llegar a estar con una encantadora mujer; muchas veces le consultó a ella si estaba conforme con él. Y su respuesta, siempre era un beso en los labios y unas palabras que lo llenaban de nuevo de esa seguridad.
"Eres suficiente."
Muy intensamente e inconscientemente deseaba haber aprovechado más de ese tiempo a su lado; muy profundamente deseaba volver a verla y sentirla en sus brazos, pero, la realidad era otra. Ella se había ido... La persona que amaba con todo su corazón se fue de su vida luego de dar a luz a su última hija. Sin embargo, recordaba perfectamente los pocos minutos que duró con ella en sus brazos y la sonrisa que mantuvo en sus labios al verla. Sus últimas palabras fueron:
"Te amo, mi pequeña. Mamá siempre estará contigo."
Una pequeña lagrima descendió por su mejilla izquierda y, seguidamente otras fueron abandonando sus ojos verdes. No obstante, su expresión aparte de demostrar tristeza, demostraba también felicidad. Una sonrisa forzosa, pero sincera se dibujó en sus labios con su mirada aún puesta en el fuego.
«Cuidaré con mi vida, lo que me has dejado antes de tu partida».
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Fin del Cap. 7 (Familia)
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