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☪ 65 ☪

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"Últimas palabras"

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Narradora Pov

Con su ropaje totalmente sucio y poco ensangrentado, Johan luchaba contra uno de los caballeros con la espada que había tomado de uno fallecido. No era ágil, ni tampoco diestro; nunca antes había combatido de esa manera, pero le ayudaba a cubrirse e igualar un poco el combate.

—¡Akko!

Otro choque de espada y la suya salió volando. El caballero se lanzó hacia él y con una emboscada que le causó un corte más, logró tirarlo al suelo. El hombre terminó inconsciente, luego de unos golpes más.

Rápidamente, Johan se puso de pie y continuó buscando.

—¡Akko!

«¿D-dónde? ¡¡¿Dónde?!!» Su corazón latía de una adrenalina increíble. Y muchos de los ciudadanos que reconocía como sus clientes, estaban siendo masacrados sin piedad.

Ellos tenían que irse; ellos tenían que escapar, ahora mismo.

—¡Mary!

Angélica estaba cerca de él, igualmente buscándolas a las dos.

El sonido de una catapulta y el derrumbe de uno de los numerosos hogares, los hizo retroceder y buscar un refugio cercano y un poco alejado de la horrenda situación que acontecía.

—Oye...

Las manos de Johan, golpeadas y cansadas, temblaban del miedo. ¿Qué pasaría si no las encontraban? ¿Qué haría si uno de los caballeros las había herido gravemente? Él estaría destrozado; demasiado herido.

Johan no podía perder a Akko; él no podía permitir que alguien la tocara. La niña que crio después del fallecimiento de su esposa; la pequeña niña que le pedía que le leyera cuentos por las noches; la inocente niña que lo esperaba con una sonrisa en los labios luego de acabar con un trabajo.

«No». Él no lo permitiría y mataría a quien se atreviera a ponerle una mano encima.

—Johan —llamó con suavidad logrando que la viera—. Ellas están bien. Las encontraremos.

Por su estado inquieto y temeroso, Angélica aseguró sus dudas.

Él estaba reviviendo un trauma y necesitaba de una mujer o compañía fuerte para guiarlo. Con su vestimenta igual de sucia, al haber sido arrojada y lastimada sin cuidado por uno de los hombres, se puso de pie incitándolo a hacerlo también, sin embargo, el estrepitoso sonido de una roca chocar contra unos hogares y caer al suelo, los devolvió a los dos a sus posiciones anteriores.

Johan atrapándola contra su pecho, cubriéndola de las pequeñas rocas y tierra que apenas salpicaron en su dirección.

—Necesitamos un buen techo.

Él conocía bien el protocolo.

Venían las flechas.

—¡No los dejen escapar! ¡Quiero que algunos se dispersen, ahora!

Saliendo de la casa en derrumbe y se apresuró con Angélica al negocio bajo su nombre, topándose con el desastre de los frutos y vegetales, y unas gotas de sangre en el suelo. El corazón de Johan se aceleró cada vez más y Angélica buscó en la parte trasera sin éxito.

—No están aquí. No deben estar lejos.

Johan no respondió, teniendo la mirada perdida en las manchas rojas. «¿Akko...?»

—Johan —llamó tomándolo del rostro.

El hombre estaba aturdido con un sentimiento de incertidumbre en su pecho.

—Ella está bien. Te necesito despierto para encontrarlas.

Él asintió parpadeando y respirando un par de veces para reaccionar.

Los caballeros continuaron quemando, destrozando y asesinando a cada persona en el pueblo. Hombres y mujeres, al igual que niños y bebés, eran cortados y apuñalados a sangre fría.

La mayoría de las casas y centros de artesanía, ropa y cultura, estaban destrozados. Animales de ganados, que eran vendidos por diferentes distribuidores, estaban muertos dejando un rastro de sangre encharcado.

Johan contempló el desastre con pavor e impotencia, recordando lo que hace muchos años ocurrió; recordando como su padre, el hombre que más respeto, era asesinado frente a sus ojos para protegerlo a él, a su madre y a su hermana de un año de nacimiento.

¿Él también moriría en una situación igual?

—¡Quiero que derriben esa cosa, ahora!

Johan actuó cubriendo a Angélica de un ataque directo, y luego vio como la roca catapultada pasó sobre su cabeza y chocó directamente en el suelo, matando e hiriendo a otros.

El caballero, que se había acercado a lastimarlos, fue atacado por otra persona del pueblo que lo asesinó con una apuñalada limpia y enseguida corrió al siguiente.

Mientras, Angélica continuaba buscándolas entre la multitud que gritaban por ayuda; lloraban por las pérdidas y morían por la diferencia de fuerza. A su vez, unos tres caballeros con armaduras arrastraban a una mujer a un solo lugar. Johan estuvo dispuesto a seguirlos, pero él mismo se detuvo al estar consciente de su propia situación.

«¡M-maldita sea...!» No podía arriesgarse.

Rápidamente, identificó a unos metros lejos a un joven de cabellera castaña, cansado y herido, cargando con su brazo a una mujer de pelinegra que tenía una herida profunda en el abdomen.

«Andrew, Barbara...» Incentivo a avanzar esta vez, un grito de una reconocible voz captó su atención.

—¡Mary!

Los dos voltearon a donde provenía, aliviándose enseguida al verlas con vida. Mary sangraba y parecía aturdida por toda la situación.

Angélica las vio moverse a una casa poco lejana y cercana, pero cuando intentó seguirlas sin considerar primero el entorno, fue tirada con brusquedad a otro hogar con un techo resistente.

—¡Todos cúbranse, ahora!

Los escudos de los caballeros fueron levantados y posicionados, y las flechas empezaron a caer, incrustándose en los hombros, pechos y cabezas de las personas que no lo lograron.

—¿Viste por dónde se fueron? —le preguntó mirando a la caballería nuevamente levantarse para atacar.

Angélica asintió observando el sitio con impaciencia. Había visto a su hija sangrar y su corazón se llenó de miedo. Si no fuera por la reacción rápida de Johan, hubiera muerto por las flechas. Pero, ella debía llegar a ellas, a toda costa.

—Te abriré camino y luego me esperarán en el mismo sitio. Iré a buscarlas y nos iremos de aquí.

—B-bien...

Todo estaba preparado, desde hace días atrás, Johan y Angélica, habían alistado todo lo necesario en una carreta con los ahorros que juntos consiguieron. El pueblo más cercano se encontraba a unos cuatro días y rogaban porque el animal que habían comprado, estuviera en el mismo sitio que lo dejaron.

A punto de salir y, nuevamente, ponerse al descubierto, Angélica lo agarró de la muñeca.

—Ten cuidado.

—Tú también.

***

Esto, era una pesadilla. Angélica rogaba que lo fuera, pero la realidad de las cosas, era otra. Un nuevo disparo se lo aseguró otra vez.

Había pasado veinticinco minutos desde que, Akko, las abandonó. Había pasado veinticinco minutos esperando impacientemente la aparición de Johan.

Con Mary en sus brazos, calmando su llanto y enojo contenido junto con el dolor que le causaba la cortadura en su brazo, se mantuvo atenta.

—Lo siento, m-mamá.

—Está bien, bebé. Estaremos bien.

Los gritos eran demasiados; las llamas se hacían cada vez más enormes; y el número de los pueblerinos se reducía drásticamente. Pero, el pisar mutuo y firme de una multitud de caballeros nuevos, hicieron que su corazón saltará.

Miró, por una pequeña brecha del hogar en escombros, y abrió sus parpados en gran sorpresa al toparse a la lejanía con una cantidad exorbitante de caballeros encima de sus caballos.

Tomando en cuenta la distancia, ellos llegarían en menos de diez minutos.

El estrepitoso estruendo de la madera romperse de golpe, las hizo sobresaltarse a las dos, mirando como los dos hombres, que aparecieron de una manera agresiva, luchaban a muerte frente a sus ojos.

Johan había llegado con muchos minutos de retraso, sin embargo, a medida que el número se reducía, los caballeros ganaban mayor terreno.

El hombre de alto rango arriba de él, le insertó dos golpes fuertes, uno en sus brazos para quitar la defensa y otro en su rostro, ocasionando que la sangre empezara a brotar de sus labios y nariz.

Con molestia y mucha furia, gritó y lo levantó y giró, cambiando sus posiciones.

Él no iba a morir ahí; él no iba a morir igual que su padre, aunque lo recordaba como un héroe, no era el destino que quería.

Johan no quería morir; no sin haber asegurado la vida de las personas que amaba.

Un golpe cerrado, poco débil, colisionó contra el casco del caballero y una daga imprevista se clavó en su hombro.

—¡¡Ah!!

Johan se apartó de él y el caballero aprovechó para insertarle unos golpes más antes de que él pudiera recomponerse, sin embargo, lo que no esperó fue que la resistencia del hombre irritado y herido, lograra darle el tiempo suficiente a la mujer para colisionarle un ladrillo pesado en la cabeza.

Johan aprovechó para quitarle el caso y aturdirlo de un solo golpe. Su cuerpo cayó encima y con dificultad y ayuda, lo apartó.

Respiró, Johan por fin respiró, pero la herida en su hombro no lo dejó moverse adecuadamente.

Angélica le ofreció apoyo para levantarse y sentarlo a un lado de Mary, que lo recibió e igualmente ayudó.

Ignorando las zonas moradas y cortadas, algo profundas en sus costados, brazos y piernas, él observó a su alrededor en busca de la persona que esperaba ver.

—¿D-dónde...? ¿Dónde...? —susurró, realmente exhausto.

Angélica lo miró con lástima y disculpa. Y Johan la entendió sin necesidad de las palabras.

Akko se había escapado.

Y con mucho enojo, golpeó el suelo con su puño.

—¡¡Mierda!!

«¿P-por qué...?» ¿Por qué ahora? Sus fuerzas eran cada vez menores y estaba seguro de que, no lograría luchar con dos caballeros más. Ellos eran fuertes, muchos más fuertes y tenía la suerte de seguir aun respirando.

Al notar a Mary y la herida abierta que requería un par de puntos, Johan pudo volver a pensar con claridad.

—L-la buscaré, pero primero, necesito que se vayan.

—Johan, si sales ahora-

—No me iré sin ella.

Johan tragó saliva y levantó la cabeza, sintiendo cada dolor agobiante en su cuerpo.

—Las llevaré... —soltó.

Poniéndose de pie con ayuda de Angélica, se preparó para salir otra vez.

No obstante, lo que nunca esperaron, fue ver a la misma persona que buscaban pasar frente a sus ojos.

***

Akko corría con todas sus fuerzas.

«Tienes que tomar una decisión». Las palabras de la guardiana causaron que su corazón doliera aún más, y que los recuerdos de una conversación pasada se comenzaran a presentaran en su mente.

«Estás destinada a hacer algo muy grande». Su madre lo sabía. «Confío en que tomarás la decisión correcta cuando llegue el momento». Pero, ¿por qué?

¿Acaso su madre estaba aprobando que todas las personas, e incluyendo a su padre, murieran?

«N-no... Ella n-no...» Tenía que ver algo más.

Sus lágrimas caían con rabia, dolor y tristeza. Estaba herida. Ella se sentía traicionada; Akko se sentía usada.

«¡¡Te lo di todo!! ¡Cada parte de mí! ¡Cada cosa de mí! ¡Maldita sea, te amo, Diana! ¡Te amo... t-tanto...! ¡¿Acaso yo...?! ¡¿Acaso... nada de lo que hice fue suficiente para ti?! ¡¿Nada de lo que te demostré?!» Y la contestación de la guardiana, la lastimó aún más. «Tus sentimientos nublaron tu juicio. Perdiste el camino».

«¿Perder?» ¿Quería decir que las cosas que había hecho por ella, y con ella, había sido una pérdida de tiempo? La guardiana se lo explicó con un poco de impaciencia y, Akko, por fin, pudo comprender el significado detrás de sus palabras.

«Eres especial». «Eres diferente». «Eres distinta a todos ellos».

Akko no logró responder nada en ese momento; estaba tan impactada que todo lo que hizo fue dar unos pasos hacia atrás.

La orden del Árbol. El propósito de sus acciones: complacer su corazón, porque era eso lo que necesitaba.

Diana quería su corazón.

«Continúa creyendo en la magia y obtendrás esa respuesta».

Impotente y con el corazón roto, escuchó a la mujer que amaba y adoraba, a la mujer que le había dado cada parte de ella, dar a conocer sus verdaderas intenciones.

«¿Vas a matarme, Diana?», le había preguntado con la última gota de energía que tenía.

Por supuesto, la guardiana, no le respondió. Y, aprovechó ese momento, para salir de ese lugar.

Encontrándose cerca del pueblo que continuaba siendo atacado, observó al grupo de los caballeros, que una vez estuvieron en una colina contemplando el desastre, hallarse más cerca.

La gente estaba aterrada; la gente estaba desesperada; la gente buscaba una salida inexistente. Porque, lastimosamente, nadie, lograría escapar. Y, Akko, lo sabía.

Ahora ella lo sabía todo.

«Dime una razón para que ellos ameriten mi misericordia». No la había. «Los humanos están destinados a morir tarde o temprano».

«No me siento débil». «Lo eres».

Ella le demostraría. Akko le demostraría a la guardiana, de lo que era capaz.

«La vida de los humanos no son mi responsabilidad. Cada uno es responsable de sus acciones».

«La vida de los humanos con los que convives día tras día, no son de mi interés».

Podía no importarles; podía ni siquiera valorar sus vidas, pero Akko, sí. Su familia y sus amigos, morirían si no hacía algo. Las personas con las que convivió a lo largo de su vida, quienes le entregaron todo su amor, apreciación y respeto, dejando a un lado las diferencias, estaban en ese pueblo e iban a hacer asesinados.

Ella no podía aceptarlo.

«Todo ser humano que existe en diferentes mundos tienen un propósito, sin embargo, el tuyo es el más importante. No pierdas el tiempo».

Ella pasó entre las multitudes de personas luchando y defendiéndose. Deteniéndose solo en pequeñas situaciones que lo ameritaban para encontrar un camino diferente. Y, sin mirar atrás, sin sentir algún arrepentimiento, Akko, se subió a una de las rocas destrozadas.

«La decisión que debes tomar no es difícil». La guardiana, no lo entendía. «¿Por qué todavía dudas, Atsuko Kagari? ¿Por qué sigues prefiriéndolos?»

No iba a dejarse a intimidar más. Ella no iba a permitir que nada más, fuera destruido.

Su hogar lo estaba haciendo y uno de los más hermosos que conoció, estaba viviendo la misma situación.

Era posible que lo que estuviera a punto de hacer, no diera resultado; era posible que ni siquiera fuera considerado. Las palabras de la guardiana, eran demasiado sólidas, pero...

«Estoy intentándolo. Los salvaré, lo prometo».

Ella lo intentaría.

Akko tiró del collar en su cuello y lo levantó al cielo.

—¡Sé que estás escuchándome!

«Si hay una oportunidad...».

—¡Sé que lo haces!

«Si hay una posibilidad...»

—¡Por favor, respóndeme y haz lo que te pido!

«La tomaré».

—¡Respóndeme y te daré lo que buscas!

Con lágrimas secas en sus mejillas, Akko exclamó con dureza sus últimas palabras.

—¡Seré tuya y tú, serás mía!

La atención de las personas estaba sobre ella. Muchos la miraban de manera incrédula y otros como si hubiera perdido la cabeza. Johan, Mary y Angélica se encontraban igual de anonadados, mirándola con los ojos bien abiertos.

El sonido de unas nuevas catapultas y la acción del líder del primer grupo, hizo que una de las armas le apuntará directamente. Y, nuevas bolas gigantes de piedra acompañadas de nuevas flechas de fuego, fueran soltadas.

Andrew, Barbara, Constanze, Mary y las demás personas que conocía, y que no había logrado escapar o estar ilesos, e inclusive la loca de los inventos que había recuperado el conocimiento hace unos minutos, observaron el cielo con terror y espanto.

Ellos morirían. Y, ciertamente, nada lo contradecía.

Akko había declarado; Akko había dicho sus palabras, y si eran las últimas, por lo menos, lo había intentado.

El disparo se escuchó con claridad y una de las enormes rocas, con una cantidad abrumadora de flechas, se dirigió hacia ella.

Akko cerró sus ojos.

—¡AKKO!

Tan solo si ella, hubiera hecho las cosas correctamente; tan solo si ella, no se hubiera dejado llevar por sus sentimientos; tan solo si ella, no hubiera sido tan ingenua...

Tal vez. Solo tal vez, las cosas hubieran sido diferentes.

Un claro silencio se precipitó, y el impacto esperado cesó cuál aguja en el mar. Lentamente, sus parpados volvieron a abrirse; lentamente su brazo levantado fue bajado; y, lentamente, sus ojos se posaron en unos penetrantes azules que la miraban con indiferencia.

—Eres un humano muy egoísta, Atsuko Kagari.

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Cap. 65 (Últimas palabras)

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