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☪ 63 ☪

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"El Guardián del Bosque"

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Narradora Pov

El estrepitoso y nuevo llamado del Árbol, desconcertó a Akko, en el momento que corría y pasaba por el puente sin tropezarse. Sujetándose la cabeza y llegando al otro lado, exclamó el nombre de la dueña una vez más, sin recibir una respuesta a cambio.

Al haber entrado al bosque, sus sentidos y su cuerpo se habían vuelto un poco más sensible. Se encontraba cansada de correr, sucia del polvo levantado por los estallidos de las explosiones, y lastimada por los caballeros y múltiples ramas que tuvo que apartar del camino.

Aun así, logró llegar a su destino.

Ella jadeó, tragó saliva para humedecer su garganta seca e intentar así, con más eficiencia, recuperar el aliento. Mientras miraba con sus ojos cansados como, la persona que buscaba, se daba la vuelta para verla con el mismo semblante indiferente de siempre.

Akko apretó los puños, estando otra vez al borde de las lágrimas.

Rápidamente y sin pensarlo mucho, corrió a sus brazos, aferrándose a su cuerpo.

—D-Diana... Dia... —soltó aliviada, para después llorar.

Akko dejó de contenerse, mojando y arrugando las prendas blancas que agarraba con fuerza. Ella tembló, recordando cada hecho viviente en su pueblo; cada muerte contemplada; y cada grito escuchado.

Se sentía a salvo; se sentía, al fin, segura. Sin embargo, al haber llegado con el único objetivo en mente de encontrarla, no se percató de lo que ocurría en el entorno.

Se sorprendió de no haberlo notado antes.

Sus parpados se abrieron en grande, cuando estos identificaron un cielo rojo, cubierto por unas nubes negras que relampaguearon con fuerza contra los hábitats, donde un número incontable de criaturas vivía. Las nubes blanquecinas que antes admiraba con maravilla, le eran ahora escalofriantes, causándole otro sobresaltó cuando se desahogaron otra vez.

«No...» Inconscientemente, se separó de la guardiana, contemplando ahora el césped perder su color y las islas levitantes que recibieron el castigo de las nubes, caer en enorme trozo hacia el vacío junto con los animales. Ella vio y escuchó el crujir de las rocas, la sequía de las cataratas y lagos cercanos.

Akko miró los cuerpos sin vida de los peces coloridos que se desvanecían lentamente en pequeñas luces circulares amarillentas, parecidas a un centenar de luciérnagas.

Akko miró, como todo, desaparecía lentamente.

Un rugir estruendoso que hizo de nuevo temblar los cielos, captó otra vez su atención, causándole un nuevo sobresalto insano, e impresionándose más por el aspecto dañado del animal que caía sin cuidado a la nada.

El golpe de la caída de otro, resonó en sus oídos. Y, un nuevo temblar descuidado de las tierras donde se encontraba, la hizo caer de rodillas.

«¿Q-qué está...?» Akko jadeó, con lágrimas aun picando en sus ojos. «¿Qué está pasando?» Era una pregunta absurda si lo pensaba coherentemente, pero en su estado, su mente era opacado por las personas que vio morir y seguían falleciendo bajo las manos de los caballeros.

Su corazón bombeó con más fuerza y sus ojos de nuevo se posaron en la atrocidad y el derrumbe del bosque.

Akko se puso de pie y observó temerosa a la guardiana que admiraba igualmente lo que pasaba.

«Mi magia está débil». Sus manos volvieron a temblar. «Y el Árbol está falleciendo arrastrándome junto con él». Y sus lágrimas abundaron otra vez.

«E-eso significa...» ¿Diana iba a morir? «N-no». Era imposible; Diana no podía hacerlo. Ella era el ser más fuerte entre los universos; las versiones de ella no podían igualar su poder mágico, fuerza e inteligencia. Diana, era la guardiana del centro de todo; ella podía hacer algo al respecto; ella lograría arreglar-

—Hace trescientos cincuenta años, las puertas del bosque fueron abiertas para una raza débil. Hace trescientos cincuenta años, humanos llenos de codicia invadieron y tocaron con sus manos una de las partes más importante del Árbol, creando un colapso irremediable. Hace trescientos cincuenta años, cometí el error más grande registrado en la historia del bosque.

«¿Qué...?» La mirada de Diana bajó, posándose en ella.

—Muchos de los humanos gozaron de las riquezas ofrecidas. Muchos de los humanos, desaprovecharon la oportunidad frente a sus ojos.

Akko frunció el ceño, realmente confundida. ¿Por qué le contaba esa historia otra vez? «No». ¿Por qué ahora decidía hablar sobre eso cuando había algo más, mucho más, importante en ese momento?

Su hogar se estaba derrumbando, al igual que el suyo.

Diana levantó su mano derecha y chasqueó sus dedos, cambiando en un parpadeo de ojo el lugar donde se encontraban. Akko se movió con prisa, observando los alrededores con sorpresa y enorme curiosidad.

«¿Esto es...?» Era grande, lo suficiente como para hacerla parecer una hormiga. «¿Qué es este lugar...?»

—El deseo, es una de las emociones más que alberga en cada uno de ustedes. Sin eso, muchas de las cosas existentes en tu mundo, no hubieran sido creadas. La evolución de los humanos en este siglo, solo está comenzando. Algunas cosas deben de suceder para que esos cambios sean aplicados.

La guardiana caminó hacia unas enormes estatuas de raíces hechos de un material único con apariencias nunca antes vistas por ella. Estas eran rodeadas por un gran lago circular y bañados de unas hojas marchitadas que caían de un... árbol.

Un nuevo temblor y grieta en sus pies, causó que se tambaleara entre sus pasos.

—Siglos atrás, existieron otros guardianes que protegieron el bosque —habló de nuevo, mirando las figuras—. Uno de los más importantes, fue el primero. Conocido como el guardián de la sabiduría. Gracias a él, conocemos cada parte, criatura o ser, e historia que habita en este lugar.

Nuevamente, el brazo y la mano derecha de la guardiana se movió.

—El fruto de la esperanza, es una de los rumores históricos más conocidas en el que, muchos de los guardianes, hicieron caso omiso en su momento, considerándolo como un simple rumor poco confiable. Sin embargo, la guardiana Athenea, fue una de las excepciones al reconocer nuestros defectos. —Diana levantó la mirada—. ¿Crees capaz que el Árbol pueda causar su propia desaparición gracias a sus propias creaciones?

Akko miró lo que la guardiana contemplaba, asombrándose de caer en cuenta de lo que tenía en frente.

«No puede ser. ¿Esto es... el Árbol?» Era más grande de lo que había imaginado, pero, ¿Por qué alguien como ella, una simple humana, estaba en un sitio como ese? ¿Por qué la guardiana la había traído a ese lugar?

—¿Estás preparada para escuchar esa historia?

«¿H-historia?»

—La historia del rumor que pasó a ser una relevación.

La sorpresa de Akko aumentó. Le era impresionante: las apariencias de los guardianes que existieron, los tenía justo frente a sus ojos.

Todo era realmente histórico; una información que valía más que cualquier ser o universo existente.

Todo lo que la guardiana estaba a punto de decir; todo lo que había mantenido su curiosidad alimentada por años, iba a ser contado.

Su corazón cosquilleaba, pero, no podía.

Mientras ella se encontraba en un sitio que, igualmente, se deterioraba, pero que impedía la entrada de esos caballeros. Muchas personas que conocía y apreciaba con todo su corazón, luchaban a muerte.

Los caballeros habían invadido el pueblo antes de lo previsto, no dándoles el tiempo requerido para prepararse adecuadamente.

«Pero...» Eso no era todo. La cantidad exorbitante que trajeron consigo, era absurdo. ¿Por qué personas que se creen lo suficientemente fuertes como para seguir las órdenes tontas de un codiciado rey, no podían contra unos pueblerinos?

Akko apretó los puños.

«¡Son unos cobardes...!» No lo entendía; no lograba entender por qué, su pueblo, era tan importante. Debía haber alguna razón más atrás; no podía creer que atacarán así sin más.

Aun así, las personas que se habían ofrecido para abrir una salida a las mujeres y niños, no soportarían. En poco tiempo, todo terminaría en cenizas y los cuerpos serían acumulados en montañas.

«N-no...» Akko se negó. Ella no iba a permitirlo. Y con una enorme seguridad, miró a la guardiana que la esperaba con paciencia mientras admiraba el desfallecimiento lento del Árbol.

—Q-quiero saber, p-pero...

—Morirán, Atsuko —interrumpió, causando que su cuerpo se estremeciera.

«¿Q-qué...?»

—Ellos morirán —aseguró, volteando por fin al verla.

Akko quedó asombrada. «¿Ella sabía lo que pediría?»

—N-no, si nosotras podemos-

—Recuerdo haber dicho que la vida humana, no es de mi interés.

Otro frío, y Akko quedó sin palabras.

—Para sobrevivir en un mundo caótico como el tuyo, uno debe pensar por sí mismos. La compañía solo adelanta lo inevitable. —La guardiana la miró desde arriba con unos ojos azules oscuros, vacíos y penetrantes—. No desperdiciaré la última gota de magia en una raza que tiene como destino la muerte. No desperdiciaré mis fuerzas en alargar los hechos establecidos.

Sus frías palabras y la mirada en sus ojos, golpearon por completo el corazón agobiado de Akko, llenándolo de dudas y miedo.

Ella retrocedió un paso, temblando en sus huesos.

Akko no lograba entender por qué, Diana, se rehusaba tanto.

—Diana... el p-pueblo... M-mi f-familia está-

—Nunca tuviste una. Siempre has pertenecido aquí.

«¿Q-qué.?» De nuevo, retrocedió un paso más.

La guardiana desprendía un aura temible.

Y, debido a las grietas en el suelo que se extendían hasta las paredes de roca que la rodeaban, cayó sobre su retaguardia, soltando un leve quejido.

Campanillas sonaron a su costado y pequeñas hadas volaron en busca de refugio. El Árbol se estremeció una vez más y las nubes gritaron otra vez en agonía; y mucho más allá, los animales, comenzaron a matarse entre ellos.

La corrupción del bosque se extendía por las raíces del Árbol. Los pedazos de las islas que aún permanecían, perdían sus fuerzas. Y los grandes espíritus, comenzaron a despertarse de su largo letargo.

—Te he mostrado más de lo que algún humano jamás verá. Te he compartido y hablado de las riquezas que abundan en este bosque. Has visto con tus propios ojos la conexión que existe entre los mundos y universos...

La contundencia en su voz, en cada palabra dicha, la confundía y atemorizaba mucho más. ¿Por qué Diana actuaba de esa manera? ¿Por qué después de lo que habían hecho juntas?

«¿A-acaso ella no...? N-no...»

Su corazón dio un vuelco.

—Eres lo que necesito para salvarlo. Sin tu consentimiento asegurado, la magia que resguarda en ti, no funcionará.

La guardiana le extendió la mano y Akko la miró con mucho dolor.

—D-Diana... —Sus lágrimas desbordaron de sus ojos—. Diana... —susurró débilmente.

Ella podía verlo. Ella al fin, podía ver, a la guardiana.

—¿Diana t-tú...?

Akko se calló y la guardiana quedó inmóvil, admirándola.

Un nuevo estremecimiento; un nuevo sonido de agonía, y partes de las ramas del Árbol empezaron a caer a sus costados; partes importantes que se perdieron para nunca más ser recuperados.

Akko arrugó el ceño, mordió su labio inferior con enojo y se puso de pie, sin aceptar la mano extendida. Todo su cuerpo temblaba y cada parte de su corazón latía con mucha prisa. Con rabia, quitó las lágrimas que no paraban de fluir de sus ojos y respiró con mucha fuerza, exhalando con exasperación, para después enfrentar la mirada fría de la guardiana, que no deliró ante su acción.

—¿Me a-amas?

Diana solo la observó.

—¡Contéstame!

«T-te quiero... T-te quiero mucho».

«Amo la magia. La amo tanto».

«¡¿Entonces por qué me dejaste entrar?! ¡¿Por qué no desapareciste otra vez cuando me dijiste que no volviera?!»

«Ella confía en mí». Ella la había dejado entrar al bosque. «La guardiana... es hermosa»

Añoraba abrazarla otra vez; poder sentir su calor.

«Estos sentimientos los siento devorándome por dentro».

«E-estoy... e-enamorada de ti... T-te amo, Diana».

—P-por favor...

«T-te amo con cada parte de mi ser».

El ruido exterior y el silencio se prolongó, y el corazón de Akko latió con más dolor y fuerza en cada segundo.

Lentamente, Diana, abrió sus labios.

—No, Atsuko. Tengo sentimientos, pero no el del amor.

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Fin del Cap. 63 (El guardián del bosque)

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