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"La decisión correcta"
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Narradora Pov
En un bosque mágico, donde los más grandes sueños se hacían realidades, habitaban criaturas y seres impresionantes que ningún humano era capaz de imaginar. Los árboles alcanzaban una altura de más cincuenta metros, algunos de los frutos tenían un tamaño gigantesco y las tranquilas aguas cristalinas en el que estaban diferentes tipos de entidades vivas como sirenas, peces y hadas del mar, era una de las más importantes creaciones que alguna vez existieron.
Bajo un árbol que era capaz de compartir sus pensamientos y emociones, se encontraban un ser, con anteojos de cristales redondos y una cabellera totalmente blanca y brillante agarrado la mitad por una coleta, leyendo con el ceño fruncido unos apuntes de una hoja.
Esta, levitaba ante sus resplandecientes ojos de color agua marino, ayudándolo a tener una lectura más eficiente.
El ser, o la criatura, levantó una ceja y chasqueó sus dedos haciendo aparecer una pluma dorada a su costado. Con cuidado agarró de la hoja y dibujó una línea sobre un texto, para después ponerse de pie y admirar el bello panorama que lo rodeaba con una expresión neutra y distante.
Lejos, se encontraba uno de los hábitats más hermoso que conocía: el hábitat de las nubes. Los animales que se hallaban en ese lugar, conservaban una apariencia peculiar, pero única a diferencias de los demás, que se dividían por categorías extensas en el que ninguna mente pequeña era capaz de comprender y aprender.
Su cabello largo hasta los tobillos y su vestimenta blanca, reaccionaron al compás de la suave ventisca, mientras que sus ojos marinos, miraron más allá de lo desconocido para cualquiera raza existente en el bosque.
«Es incomprensivo», pensó entrecerrando sus parpados.
—Una esperanza... —susurró—. Es increíble que algo como eso se haya dado antes de mi creación. ¿Estoy en lo equivocado? ¿Estoy en lo incorrecto?
«No. Conserva su parte lógica, sin embargo...» De la manera que provenía era la parte difícil de creer.
Su cabeza se agachó y una de sus manos viajó a su mentón.
—Somos seres imperfectos, creados de algo perfecto. Entonces...
«¿Por qué escoger a una raza como ellos? ¿Por qué darles algo importante a la raza más débil existente?» No obstante, la verdadera pregunta era: ¿Cómo algo que era considerado perfecto era capaz de cometer errores?
¿Acaso había empezado un desequilibrio del que no estaba al tanto? ¿O alguna ocurrencia que pusiera en peligro lo que por años había estudiado y cuidado?
«No». Estaba seguro de que no era así. «Entonces... lo único que queda es pensar que pasará». Pero, ¿Cómo? Y ¿Por qué?
—Eres el más importante entre los sin fines de copias que has creado de ti. Eres el centro de todo lo que conocemos. Entonces, dime, ¿cómo es posible que cometas un error? ¿Cómo es posible que tu existencia corra peligro? La magia fluye de las venas de tus raíces; la magia es el don más importante y existente en todos los mundos que lo poseen. Entonces, por favor, dime, ¿por qué escoger a la raza más débil que creaste para salvarte?
Una suave y nueva ventisca lo acarició. Y, bruscamente, sus rodillas terminaron en el suelo. El crujir del suelo se hizo perceptible.
—Perdone mi ignorancia. Por favor, permítame explicarme. No pienso cuestionar mi lealtad, pero tampoco pienso vivir en la incertidumbre de lo que me rodea. Si estás en desacuerdo con mis intenciones, por favor, le pido acabar con la vida que me ha otorgado y bendecir a alguien más con ella.
No hubo respuesta. Sin embargo, al estar acostumbrado a ello y sentir de nuevo el control de sus piernas, el alivio y la tranquilidad nuevamente se presentó.
—Lo agradezco —dijo, de nuevo de pie—. Juro, desde el alma que me fue ofrecida, informar a los siguientes guardianes de esta historia que he descubierto.
Contemplando una vez más el horizonte, topándose a la lejanía con una de las más peligrosas y grandes bestias, cerró sus ojos e inhaló profundamente, llenándose del refrescante aire que lo envolvía, para luego expulsarlo y abrirlos de nuevo.
—Nosotros somos la balanza; nosotros somos lo que conocen las criaturas de otros universos como el bien y el mal. La malicia y la virtud. Hacemos lo necesario para resguardar y proteger lo que les da vida a muchas otras. El Árbol nunca perecerá al cuidado de un buen guardián. Ese, será nuestro lema.
«Sin importar las circunstancias; sin importar las decisiones. Un buen guardián hará lo correcto».
***
En el reflejo de sus ojos azules, el fuego y la destrucción estaban sucediendo; en el reflejo de sus ojos, el dolor y el miedo yacía.
Diana, admiraba con neutralidad lo que se presentaba ante ella.
El cielo estaba rojo, cubierto por una neblina. El césped verde empezaba a marchitarse y los hábitats en el que, las más grandes y resplandecientes criaturas se encontraban, comenzaron a demorarse.
El crujir de las rocas caer al vacío junto con los ruidos de los quejidos de los animales; el temblor del suelo; y la vista de los ríos, lagos y cataratas, desvanecerse, era el peor escenario imaginado. Eso sin contar a las numerosas criaturas que tomaban formas distintas, siendo afectadas por este nuevo y primer gran desastre ocurrido en la historia del bosque.
Dentro de poco, el cielo empezaría a rugir con truenos; dentro de poco, el número de almas y vidas dejarían de ser existentes; dentro de poco, los espíritus cautivos en un sueño eterno despertarían; dentro de poco, todo lo que alguna vez existió, se perdería por innumerables décadas. Invocando así, la presencia de un nuevo ser; un ser que causaría una destrucción masiva e irremediable en varios universos.
Sin embargo, no estaba acabado. No aún.
Aunque su magia era cada vez más débil, la esperanza aún vivía; aunque era cada vez más consciente de su debilidad, la ilusión aún la mantenía en pie. Conservando la firmeza que siempre la acompañó, mientras esperaba a la persona que, justamente había cruzado con prisa las barreras frágiles del bosque.
«Creer y anhelar...» Sus parpados se cerraron.
«¡Entonces, el niño entró al lago y su enfermedad se curó! ¡Es asombroso!». «Sí que lo es». «Traje un libro conmigo, se trata acerca de una chica hada que puede ver tus más profundos deseos. ¿Me lo lees?»
Una vez, esas hadas existieron. Eran hermosas y encantadoras.
«¿Por qué lloras, Atsuko Kagari?» La niña estaba tirada en el suelo mientras luchaba contra las lágrimas en sus ojos.
Muchos años más continuarían pasando.
«No regreses», fueron sus palabras molestas después de alejarla del muro. Diana la miraba a la distancia con un disgusto que solo ella podía sentir.
«¿Cómo...?» ¿Cómo era posible que un alma humana, débil como la de ella, era capaz de hacer cambios en un lugar como lo era el bosque?
El bosque lo era todo; el centro de todo ser, galaxia o planeta viviente.
Al principio, fue confuso, por supuesto.
«¿Hola? ¿Estás ahí? Traje el libro. Escrito por Mónica Cook...» Una historia de cuentos que muchos tomaban como irreal, no obstante, Mónica Cook no había sido la primera humana en escribir un libro con relación al bosque.
«No...» Diana los recordaba: cada persona; cada palabra; y cada sonrisa. Y de nuevo, estaba una en especial.
«¿Cómo estás, Diana? ¿Quieres hacer algo en especial hoy?» Frente a ella, con unos ojos rojos brillantes y una sonrisa tranquilizadora, estaba toda cúpula de la magia; el rumor de una historia traspasado entre los guardianes.
Era increíble e imposible de creer.
«Sientes que es obligatorio, pero para mí es común ver a humanos enamorarse de otros. Es parte de su naturaleza». Sin embargo, ¿Era posible que un humano tuviera sentimientos por algo que no lo era?
«¿Qué pasaría si te dijera que amo algo más que la magia que existe dentro de este bosque?»
Diana era conocida por varios seres exteriores como un Dios, un rumor, un ser omnipotente, una idea, un demonio, una calamidad, un sueño, una especulación, un ángel, entre muchas otras cosas más que los humanos les gustaba crear para su propia compresión y entretenimiento.
Era improbable que un ser humano la tomara como una figura idéntica a ella, que pudiera amar, querer y apreciar; era inaceptable, inadecuado e imposible.
El lugar donde vivía; el lugar donde varias especies mágicas habitaban, estaba falleciendo por culpa de su acción. Riona, el ser más poderoso conocido, el guardián más compasivo de la historia del bosque, que vio una esperanza en la raza más débil existente, era incapaz de creer que una de su especie la quisiera tanto.
«El corazón de los humanos es débil», había pensado, después de verla desmoronarse por segunda vez; después de saber de esas ocurrencias simples que le parecían normales.
«Son una raza demasiado emocional».
Por supuesto, no lograba entenderla y no tenía el derecho de hacerlo. Eran diferentes; eran de mundos distintos. No existía comparación alguna.
Era totalmente imposible.
«Mi corazón te ama; mi corazón te anhela; mi corazón... quiere decirte muchas cosas». «He creado mi camino; he tomado mi decisión. ¿Estarás bien con eso? ¿Estarás feliz cuando te diga que te veo en mi futuro? ¿Será suficiente? ¿Yo seré suficiente para ti? Es difícil explicar estos sentimientos en palabras».
Diana suspiró.
«Y mi corazón te ha amado por tanto tiempo que... estoy segura de que este amor es de un para siempre».
«...» No tenía palabras.
«Te amo, Diana».
Sus parpados se abrieron, escuchando sus pasos cada vez más cerca.
«Quiero ayudarlos. Quiero apoyarlos. Y no me importa si son buenos o malos. Siguen siendo personas con corazón y sentimientos. Llámame egoísta, o lo que sea. Pero sé que mis intenciones son buenas. No haría daño a nadie, aunque me enoje y me llene de furia. Mis emociones y mis acciones me hacen lo que soy».
Ella frunció el ceño.
«Las palabras lastiman. Ya debes saberlo. Siendo así... por favor, dime... ¿Por qué me dejaste entrar?»
Diana permaneció, con sus manos juntas detrás de la espalda y con la cabeza baja.
«Creo en ti... Creo en la magia».
Sus manos se apretaron entre sí.
«Hiciste magia... El remolino de hojas». Era curioso como algo tan simple y básico, pudiera encantarle.
—¡Diana!
«Entonces, dime, ¿por qué deseas entregarte a ellos? ¿Por qué los escoges, Atsuko?»
Un sonido de alegría opacó sus pensamientos.
Una sonrisa de dientes le fue entregado, mientras la cercanía de sus labios volvía a cerrarse en un dulce beso. Atsuko Kagari estaba feliz. Ella realmente lo estaba y su corazón latía con mucha fuerza, demostrándolo.
Diana podía sentirlo.
«En mis brazos, a mi lado, no temerás. Estarás a salvo si tomas la decisión correcta».
Acostadas juntas sobre su lecho, Akko sonrió y bromeó, compartiendo cualquiera anécdota que se asomara por sus pensamientos, creando a la vez el futuro que tenían por delante y llenando a Diana de una ola de cariño, hasta quedarse dormida sobre sus brazos protectores.
«Luces preciosa hoy».
—¡Diana!
«Los humanos están acostumbrados a dejarse guiar por sus emociones. Los que los conlleva a querer a otra persona sobre a sí mismos».
Lentamente, su cabeza se levantó.
«El deseo humano es insaciable». Diana estaba segura de ello.
Otro sonido de piedras caer, aseguró otro hábitat perdido.
«¿Está mal lo que siento...?», preguntó tímidamente. «¿Piensas que es correcto?»
Escuchando su jadeo y el intento de recuperar el aire perdido, sintió su insistente y agobiada mirada.
«Bueno... yo... no lo siento como algo malo», dijo, guiando su mano al pecho. «Estoy feliz. Estoy muy feliz, Diana». Su sonrisa creció. «Tú, me haces muy feliz».
La guardiana se dio la vuelta.
«Y quiero... hacerte feliz también. Q-quiero que seas feliz, conmigo. ¿Es eso malo?».
Ella volvió a jadear y tragó saliva, tratando de recuperar el aliento.
«¿Yo seré suficiente para ti?»
Akko apretó sus puños y la miró con sus ojos al borde de las lágrimas.
«La pregunta correcta...» Diana la miró con firmeza, ignorando el gran derrumbe a sus espaldas.
«¿Cómo surgió la magia? ¿Qué clase de magia posees? ¿Alguna vez fuiste una niña? ¿Qué cosas puedes hacer dentro y fuera del muro? ¿Por qué tanto poder debe estar oculto?»
«¿Te he complacido lo suficiente?»
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Fin del Cap. 61 (La decisión correcta)
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Siguiente capítulo a publicar:
5/04/2024
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