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''Malos momentos''
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Narradora Pov
En un lugar donde los árboles superaban la altitud de las nubes, se encontraba un animal paseando a los alrededores con seguridad y felicidad. Dentro de este maravilloso árbol, había una persona subiendo unos escalones que conducían a la cima. La vista de arriba y el viento alisio que normalmente se movilizaban del este al oeste, regalaba una tranquilidad placentera que cualquiera le gustaría disfrutar de tan bello panorama y tan refrescante ambiente.
El sitio en el que se hallaba, estaba cerca de unas montañas con cataratas que tenían un final, sin embargo, habían otras que no. Y éstas se encontraban a una distancia totalmente lejos del paradero actual de esos árboles. No obstante, regalaban también una hermosa vista y emoción calmante.
La persona que habitaba y conocía completamente todos esos lugares, mantenía el cuidado de cada uno de ellos, haciéndolos fortalecer cada día. Sin embargo, había una zona en específico... que hace muchos años empezó a causar en unas partes de ciertos sectores el marchitar de muchas plantas nutritivas y hermosas.
Este daño, fue provocado ni más ni menos por los humanos que una vez habitaron en el bosque. Y durante todo el tiempo que pasó, la guardiana, no había logrado remediar esa acción inadecuada e imprudente del hombre. Su magia y su conocimiento no eran lo suficientemente fuerte como para remediarlo.
La piedra de color azul marino que se encontraba dentro del gran árbol, era importante; demasiado importante. Al ser quitada de su sitio, creó un perjuicio tan grande que ahora ciertas partes del bosque se empezaban a perder hasta quedar... absolutamente nada de lo que una vez fue un hermoso lugar lleno de prosperidad.
Cuando eso sucedido, la guardiana, percibió de inmediato a las personas en el lugar que previamente había aclarado que no estaba permitido acercarse, pero lastimosamente no llegó a tiempo. Y el desastre... comenzó.
La furia de la guardiana se desató contra todos los que permanecían en el bosque. Y sin piedad los echó. Enseguida, las puertas se cerraron y nunca nadie volvió a poder a entrar.
Muchos suplicaban una y otra vez por vidas enfermas de familiares propios o conocidos. Sin embargo, la guardiana nunca respondió a sus lamentos.
"Lo hecho, hecho está."
El bosque era como el cielo. Algunos tomaban como referencia de que se trababa del mundo que estarían después de la muerte. Y trataban a la guardiana como un Dios, aunque la gran mayoría no conoció su rostro y, simplemente habían visto su cabellera rubia y ojos azules.
Unos decían que su piel se veía tan suave como la seda. Otros creían que era un animal que aprendió a hablar su idioma, y que por eso no se mostraba. Sin duda, hubieron varias teorías por parte de los humanos que una vez estuvieron enfermos e ingresaron al bosque para curar tal enfermedad que seguramente los iba a llevar a descansar bajo tierra.
Todas las cosas que una vez creyeron imposible, estaban haciéndose realidad. Pero todo lo que empezó, llego a su final de una mala e inesperada manera.
Muchas personas intentaron crear medicamentos a base de lo que habían visto y experimentado en el bosque, ya que éste... había desaparecido por completo y no contestaba sus llamados.
Sin embargo, las medicinas que hicieron provocaron más resultados negativos que positivos. Ninguno se encontró capaz de realizar algo semejante a lo visto y vivido en el bosque.
Después de mucho tiempo, las cosas volvieron a la normalizarse. Hombres y mujeres regresaron a trabajar en la ganadería. Una que otra mujer en casa permaneció cuidando a sus hijos. Otros se dedicaron completamente a la agricultura. Y, al final... las personas que se enfermaban, se apartaban de las demás y empezaban a morir... solos.
Al llegar a la cima, contempló las nubes y disfrutó de la suave brisa. Inhaló y exhaló sutilmente, observando de reojo con un semblante serio al animal que surcaba a su alrededor. Lentamente, extendió su mano incitándolo a acercarse. La barbilla de él se posó en su palma. Y su largo y gran hocico fue acariciado con delicadeza por su tacto frio.
Las escamas verde agua del animal que rodeaba todo su cuerpo, se abrieron y cerraron al compás. Seguidamente se desplegó hacia arriba y desapareció entre las nubes.
De nuevo la suave brisa movió su cabello rubio. Ella volteó y se aproximó a un pequeño pilar donde colocó su palma derecha. Y enseguida, ésta fue rodeada por una magia de color azul que atrajo a muchos animales pequeños del tamaño de una mariposa.
No obstante, a punto de acabar con el procedimiento iniciado, escuchó a la lejanía una rama ser rota.
Sus orejas y colas aparecieron al instante. Y su mirada se dirigió a donde provino. Lentamente quitó su mano y se acercó al borde observando desde la lejanía a la persona que se acercaba cada vez más a la pared espejo e invisible que protegía el bosque.
Dio un paso sin temor comenzando a caer. Y con elegancia y normalidad tocó el suelo con sus pies. Continuamente se impulsó corriendo entre las ramas a una velocidad bastante rápida.
Al llegar a donde habitualmente vivía, pudo sentir con más cercanía la presencia de la persona que anteriormente consiguió tocar dicha protección.
—¡Auch! ¡Rayos! —escuchó decir.
«¿Cómo lo ha encontrado?» Nuevamente se encontrado la niña que había dejado abandonada en ese campo de flores. Ella la observo extender su mano y tocar la pared que no era vista por ningún ojo humano. Y no podía ser sentida por este mismo.
Al instante, una sonrisa se dibujó en los labios de la niña al tantear la protección del bosque.
—¡Sí! —exclamó.
La expresión de emoción de la castaña, hizo incomodar a la rubia. No obstante, su semblante neutro era un gesto que siempre permanecía en su rostro; no demostrando ninguna de las emociones comunes.
Diana, volvió a su previa apariencia y giro a ver las hojas de los árboles que caían en su hogar. Estiró su brazo y colocó su palma hacia arriba dejando que una de esas hojas descansara en esa zona. Nuevamente dirigió la mirada hacia la niña que estaba dibujando algo en un papel. Y con un leve soplido, envió a esa dirección la hoja verde que en el trascurso cambió a una tonalidad amarillenta.
«¡Lo hice, lo hice, lo hice! ¡No puedo creerlo!». Pequeños saltos de alegría acompañaron esa celebración mental. Un suspiro profundo cargado de alivio y una sonrisa de completa felicidad caracterizaron lo que sentía en ese momento.
Akko acarició de nuevo la pared transparente asegurando de que ésta siguiera ahí. Rápidamente despojo de su bolso un cuaderno y un lápiz. Seguidamente, hizo un círculo en el lugar donde estaba. Y luego leyó lo escrito por ella misma. Akko tenía preparado lo que iba a decirle cuando la encontrará otra vez.
Dos años. Fueron dos largos años que pasó buscando lo que creyó que, al principio, era un sueño. Pero, todo lo que había pasado hasta el momento teniendo ahora una edad de siete años, había valido totalmente la pena.
—Oh guardiana del bosque. ¿Me concedería unas palabras de su bella voz?
«¿Su voz es bella?, se preguntó en desconcierto haciendo una ligera mueca ante lo que había escrito cuando tenía seis años.
—Esto es ridículo —musitó arrancando con molestia la hoja. Antes de abrir sus labios otra vez, aclaró su garganta—. Hermosa dama de ojos azules. ¿Podría usted hablar conmigo?
«¡Esto es tonto!», gritó internamente, a la vez que lanzó con fuerza el cuaderno al suelo. «Piensa, piensa. ¿Cómo puedo pedirle de manera más educada, sin ser tan directa, que hable conmigo?»
Permaneció unos segundos pensando en las palabras correctas. Y en el instante que su boca se abrió nuevamente una fuerte brisa la tiró hacia atrás, como la vez anterior.
Eso, sólo la hizo enfardar.
—¡Oye! —llamó con el ceño fruncido.
«Y yo tratando de ser amable. ¡Espera! ¡¿Habrá desaparecido otra vez?! No, no, no, no, no.» Con prisa, se levantó del suelo y extendió su mano tocando la pared. Un suspiro de alivio escapó de sus labios, pero una mirada de extrañez y una pregunta sin respuesta apareció en los pensamientos de la mujer que, en ese momento, se encontraba dentro de su hogar observando a la niña que tenía la capacidad de tocar y sentir... la magia que guardaba en un lugar que ningún humano podía ver.
Inesperadamente para Akko, unas letras se presentaron azules ante sus ojos.
"¿Qué deseas?"
Una pregunta simple, pero directa. La castaña se mordió su labio inferior aguantando las ganas de gritar de emoción. Ella le habló. Ella le estaba hablando.
—Qui... quiero... hablar contigo. Sabes... no fue sencillo encontrarte, pero gracias a... No sé. Lo que sea que me atrajo hasta aquí. Fue como un cosquilleo en mi pecho.
Silencio. Akko aprovecho ese silencio para tomar asiento en el suelo y dejar sus cosas a un lado. La castaña miró con atención el muro, esperando que otras palabras se mostraran. Pero, luego de aproximadamente unos treinta minutos, empezó a cansarse.
De su bolso, despojó el libro que... con anterioridad su hermana dañó en un arrebato. Luego de tenerlo al frente, introdujo su mano derecha nuevamente en su bolso sacando unos trozos de papel rasgados y arrugados. Y también un pegamento hecho con ajo.
Le había costado mucho tiempo buscar y encajar las partes en sus sitios correspondientes. No deseaba devolverle el libro en ese estado a la Sra. Holbrook. Y no le gustaba imaginarla que fuera a su casa a darle una queja a su querido padre que había tenido suficientes problemas con sus dos hermanas. Por eso, se hallaba remediando lo que la rubia cometió.
Akko estaba consciente que, si no hubiera devuelto aquellos libros que Lotte "pidió prestado", no hubiera actuado de esa manera cuando le recomendó que leyera uno que le pareció de su tipo y agrado.
El tiempo fue transcurriendo, y al terminar de pegar todos los trozos recostó cansada su espalda en el césped. Y sin darse cuenta, sus parpados fueron cerrándose lentamente hasta caer en un profundo sueño.
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"¡¿Cómo pudiste?!"
"Cálmate, Lotte."
"¡Eran todo para mí!"
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"Bien hecho, estorbo. Empeoraste las cosas en este hogar."
"Los libros pertenecen a la biblioteca"
"Y tú no perteneces aquí."
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"¡Akko! ¡Akko, ¿dónde estás?!"
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"Sólo te preocupas por ella."
"Eso no es verdad."
"¡Ella es perfecta para ti! ¡Sólo mírala! ¡Mírala, maldita sea! Es igual a ella. Nos lastima verla siempre."
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"No puedes seguir reprochándome lo mismo una y otra vez. Tienen que superar y aceptar lo que sucedió."
"No aceptaremos tus errores."
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"No me hables; no me mires; y si es posible... ¡Desaparece!"
"¡Lotte!"
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"Sabes lo que pienso de ti, ¿verdad?"
"Sí..."
"Entonces... ¿Qué haces estorbándome la vista? Piérdete, ¿quieres?"
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"¡¿Cuántas veces tengo que repetírtelo?! ¡¿Acaso no entiendes?! ¡No vengas más aquí!
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"¡Yo no quise a una hermana como tú! ¡Nunca te pedí en primer lugar! ¡Ojalá nunca hubieras nacido!"
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"¡Akko! Akko... ¿Dónde estabas? Estaba muy preocupado."
"Ellas me odian."
"No lo harán toda la vida, pero eso no importa ahora. Me tienes a mí. Yo siempre estaré contigo. Soy tu padre y jamás te abandonaré."
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Sus parpados lentamente se abrieron y contemplaron el atardecer. Con pesadez, se sentó nuevamente en el césped, estiró su cuerpo y bostezó. Pero en el momento de acariciar sus ojos para despertarse por completo, sintió sus mejillas humedecidas.
Poco a poco empezó a recordar las palabras de su padre y hermanas. Sintiendo nuevas lágrimas descender. Molesta las limpió con su antebrazo.
Akko sabía el motivo de su llanto. Y no iba a lamentarse más por eso. Sin embargo, casi de inmediato su mente reaccionó y le hizo recordar donde se estaba.
Rápidamente se recompuso y levantó la mirada hacia el muro, encontrando... una nueva pregunta que la dejó sorprendida.
"¿Por qué lloras, Atsuko Kagari?"
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Fin del Cap. 6 (Malos momentos)
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