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☪ 59 ☪

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"Suavidad"

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Narradora Pov

Su corazón latía sin control; su rubor era sutil; su mirada demostraba miedo, emoción y cariño. Y Diana lo notó enseguida.

—Buenas tardes, Atsuko —dijo con normalidad causando que las palpitaciones de la mencionada fueran con mayor fuerza.

Quedaron en silencio unos largos segundos mirándose la una a la otra. Akko intentaba controlarse; sus manos temblaban y sus piernas las sentía débil, pero, aun así, no iba a permitir que sus emociones crearan un ambiente incomodo.

—B-buenas tardes... —murmuró mirando a otro lado.

Con un leve movimiento de manos y sin necesidad de tocarla, despojó su bolso y lo abandonó en el suelo.

—Sígueme.

En el camino permaneció en silencio mirando la espalda de la guardiana a la vez que reconocía el lugar por donde avanzaban. Y, al observar más de doscientos escalones suspiró. «Aquí vamos otra vez...», pensó con cansancio, para después comenzar con un paso.

Cuando llegaron a la cima se dejó caer de rodillas recuperando el aire perdido. «¿P-por qué...?» ¿Por qué Diana no había utilizado su magia como la otra vez? Era demasiado agotador y su cuerpo rogaba por agua que le fue, inesperadamente, entregada en una gota que pudo sostener levitando sobre sus manos.

—G-gracias... —susurró y la acercó a sus labios.

En la cima de una torre creada de piedra, se podía ver algunos ambientes y criaturas, e incluyendo una pequeña parte de lo que ya conocía: el lugar de los dragones. Se aproximó, aún sin tomarse la gota completamente, y admiró lo amplio y grande que era el bosque.

—Existen más tierras de las que aún no conoces; este mundo, es más exorbitante de lo que alguna vez puedas llegar a imaginar. Con el pasar del tiempo nuevos habitad nacerán y nuevas criaturas lo habitarán.

—¿Hoy iremos a un nuevo lugar?

Diana la volteó a ver.

—No es posible.

—¿Por qué?

—Mi magia está débil. Y en esas tierras, es requerido poseer una cierta cantidad.

Akko frunció el ceño.

—¿T-te sigues debilitando? ¿El bosque...?

—Continúa desapareciendo —acotó regresando su mirada al hermoso panorama.

—¿Por qué no has hecho algo? P-pensé que el bosque... estaba bien. Pensé que estabas bien, Diana. —«Ese sentir...», se dijo recordando ese especifico momento cuando estaba con su hermana, no había sido solo una especulación—. ¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste?

La guardiana no le costó entender su pregunta.

—Tu mente ha estado ocupada en estos días —dijo y la miró—. ¿No es así, Atsuko?

La castaña se ruborizó, pero no cedió y volvió a arrugar su entrecejo al recordar unas palabras dichas previamente; unas palabras que provocó que su corazón se sintiera afligido.

—¿V-vas a morir?

«Morir...», repitió. Diana permaneció en silencio, y luego regresó a ver el paisaje; el viento cálido y sutil actuó moviendo su cabello rubio al compás. Y en el pasar de dos minutos, suspiró agarrando y soltando con lentitud aire; todo su cuerpo se relajó dejando salir sin previo aviso sus orejas y colas.

Akko la miró sorprendida de que tomara aquel aspecto que le causaba curiosidad y la hacía ver más hermosa de lo que era, sin embargo, ¿por qué lo había hecho?

—¿Tengo tu confianza?

«¿Qué...?» Parpadeó confundida varias veces.

—¿M-mi confianza? —La guardiana giró a verla—. S-sí, por supuesto. Confió en ti —le aseguró.

Diana levantó una ceja e, inesperadamente, su mano se movió empujándola por la espalda. «¿Eh?» Y empezó a caer. La gota de agua entregada con anterioridad se deshizo y sus lágrimas de miedo no tardaron en aparecer; sus manos taparon su boca para evitar soltar algún grito mientras que su corazón volvía a temer por su vida.

Sus ojos se cerraron al estar cerca del suelo y volvieron a abrirse cuando su cuerpo fue tomado con delicadeza, sintiendo un leve descender.

Temblaba; cada hueso de su cuerpo temblaba. Con molestia y lágrimas aún en sus ojos, miró a la guardiana que la cargaba en sus brazos.

—¡¿P-por qué h-hiciste eso?! —Diana no le respondió—. ¡N-no fue d-divertido!

El alzar de ceja hizo que Akko se sonrojara al notar en donde estaba y cómo su mano arrugaba con fuerza la prenda blanquecina. La soltó con lentitud y respiró hondo tratando de calmarse. «Una prueba de confianza...», pensó. No se lo esperaba, aunque sabía que no iba a morir, sin embargo, ¿quién no se asustaría al ser empujado de un lugar extremadamente alto?

Exhaló sintiéndose un poco más relajada y arregló su vestido una vez que sus pies tocaron el suelo. Cabe resaltar que su cabello era un desastre, y que lágrimas secas todavía yacían en sus mejillas. Segundos después, estando concentrada en arreglar su apariencia, se sobresaltó ante el tacto repentino en esa zona.

—Tuviste miedo.

Su entrecejo otra vez se frunció del enojo.

—No puedo volar, Diana —soltó con obviedad.

—Estabas a mi lado.

Akko exhaló terminando de amarrar nuevamente su coleta.

—Confío en ti —dijo mirándola con seguridad—. Confío en que no me empujarás otra vez.

La guardiana juntó sus manos detrás de la espalda y la contempló por unos segundos. Akko aprovechó para limpiar con las suyas el rastro de sus lágrimas y terminar de acomodar su flequillo, sin embargo, sus siguientes palabras la dejaron anonadada.

—Te invito a quedarte esta noche.

«¿Qué? ¿Está... noche?» El color rojo volvió a adornar sus mejillas.

—¿E-esta n-noche?

Diana asintió tomando con delicadeza un mechón de su cabello castaño que guio lentamente a sus labios.

—Tenemos un tema pendiente que debemos discutir. —«Un poco más...»

***

«¡Voy a morir, voy a morir, voy a morir! ¡¿Esto en verdad está pasando?!» Su emoción y felicidad eran tanta que logró sorprender a Johan, Angelica y a Mary que la esperaban con paciencia; ninguno pudo dirigirle la palabra por lo rápido que había desaparecido.

Akko ingresó a su habitación y empezó a guardar con prisa todo lo necesario en su bolso, para después bajar a pasos apresurados y ser detenida por la voz de Johan cerca de la puerta trasera.

—¿A dónde vas? —La castaña volteó a verlo y él se rio—. Ignora esa pregunta, fue algo tonta. ¿Regresarás para la cena?

—No, me quedaré esta noche. —El hombre arqueó una ceja y Akko se arrepintió de sus palabras sonrojándose hasta las orejas. «Eso sonó mal...»

—Uy...

—¡No lo empeores! —le pidió enojada a su amiga quien se rio como respuesta.

—¿Quieres tener una charla de... eso primero? —propuso su padre, pero inmediatamente se negó.

—¡No voy a eso!

—¿Estás segura? Te ves muy emocionada.

—¡Cállate!

Angelica suspiró llamando la atención.

—¿Podemos hablar, Akko?

«¿Hablar...?» La castaña asintió dudosa y la siguió al jardín de los cultivos.

—¿Cómo te sientes?

—E-estoy bien.

Los pasos de la mujer se detuvieron, dándose la vuelta para encararla.

—Mary me dijo que la persona que amas es una mujer.

Akko se puso nerviosa y asintió mirando a otro lado.

—No pienso recordarte las bajas y altas que tendrás por esta sociedad. Al contrario, si estás segura de tu decisión tendrás mi apoyo, siempre. —Sonrió y la castaña la miró otra vez.

—¿Pero...?

Angelica volvió a suspirar.

—¿Has considerado en decírselo? —dijo refiriéndose a Johan—. Por el tiempo que lo conozco, sé que no le gustan los secretos. Créeme, ha estado pensando una y otra vez quien es el misterioso chico que vas a ver dos veces a la semana.

—No quiero... que se decepcione; no quiero decepcionarlo —aclaró.

La mano de la mujer se acercó para pasar uno de sus mechones castaños detrás de su oreja.

—Él te quiere, demasiado. A veces el cariño puede contra las indiferencias, y te aseguro que él estará feliz, si eres feliz. —Akko hizo insegura una mueca—. En un futuro cercano tendrás que empezar tu vida con esa persona y no verás a tu padre tan seguido como ahora, pero, al menos, ven a visitarlo cuando puedas. Recuerda. —Angelica acarició su mejilla y le dedicó una de sus tranquilas sonrisas—. Él siempre esperará a que vuelvas a casa.

***

El sonido de los pequeños animales en su entorno era sutil y cómodo. Lentamente empezó a caminar con la mirada en el suelo, hasta llegar a un peculiar puente que con suavidad se tambaleaba. Levantó la cabeza sorprendiéndose al instante de ver a la guardiana sentada en el césped frente a su hogar con criaturas de mitad de tamaño rodeándola.

Se aproximó nerviosa y la observó con sus parpados cerrados mientras recibía miradas curiosidad de los animales. Pensaba que la atacarían o harían algo peor, sin embargo, una criatura escondida con aspecto parecido a un armadillo salió de un salto y dio otro para caer en sus manos.

Akko parpadeó confusa, pero sonrió cuando este lo hizo de una forma que le pareció demasiada tierna. «Qué bonito dientitos». Seguidamente, contempló a los otros animales acompañados de pequeñas luces parpadeantes de color zafiro y blanco, para luego tomar asiento al frente de ella dejando a la criatura en el suelo.

Este regresó con ayuda de sus cortas patitas a donde había salido, pero, antes de que pudiera esconderse por completo, fue tomado con magia y acercado a la vista de la guardiana.

Diana abrió sus parpados y lo miró con desdén. El animalito le sonrió de la misma forma que lo había hecho con la humana, no obstante, el gesto no le fue devuelto y con cuidado fue devuelto al suelo.

—Buenas noches, Atsuko.

—B-buenas noches, Diana.

La mencionada la miró y volvió a cerrar sus ojos dejando que los animales continuaran con su acción previa.

—¿Qué es lo que te preocupa?

«¿Eh?» Esa pregunta, no la esperaba.

—¿M-me preocupa?

—Tu mente, te hace sentir abrumada.

«Oh...»

—B-bueno, tuve una conversación con la madre de mi amiga y me preguntó... algo que había olvidado. —Suspiró—. No quiero decirle a mi padre sobre... que eres una mujer. ¡No me molesta! —aclaró enseguida—. ¡M-me gusta como eres! Es solo que... no es bien visto y... tengo un poco de miedo de que mi padre... me rechace, aunque la Sra. Angelica me haya asegurado de que no cree que pase, pero... —Exhaló y acarició su brazo—, no sé qué pensar. ¿Qué hay de ti? ¿Qué hacen... estos animales?

—Me entregan su magia, menos este —dijo volviendo a abrir sus ojos para tomar al pequeño animal escondido detrás de su espalda—. Su energía mágica no la necesito. —La criatura sacó la lengua y expandió sus iris; le encantaba ser cargado y más por la guardiana. Akko le sonrió nuevamente, para después mirar a los otros con preocupación.

—¿Eso significa...?

—Entregaran sus vidas para mantener la mía —explicó con sencilles y ante sus ojos uno de estos empezó a desaparecer en pequeñas luces amarillentas.

—¿M-mantener la tuya? Diana, tú--

—Te escucharé —le interrumpió—. Escucharé tus sentimientos en palabras —acotó mirándola con atención.

Akko se ruborizó y con leve inquietud acercó la mano a su bolso, pero una barrera invisible, que chispeó al tocarla, hizo que no pudiera despojar lo que había escrito con anterioridad, creándole impresión. Miró a la guardiana quien levantó una ceja, comprendiendo enseguida lo que deseaba.

«Rayos...» Suspiró sintiendo de nuevo su corazón querer salir de su pecho. En ese momento, otro de los dos animales restantes desapareció de la misma forma y la criatura que estaba de paso, volvió a su habitad.

—Y-yo... —«Vamos...»—. E-esas veces. —La mirada de la guardiana era penetrante, no ayudándole en absoluto—, n-no mentía cuando... dije que, t-te quería. —«Respira, respira»—. T-te quiero, Diana. E-estoy... e-enamorada de ti... —susurró; su rostro y sus orejas se sentían demasiado caliente, y su corazón... Su corazón parecía que iba a explotar.

Abrió sus labios para decir aquellas anhelantes palabras, pero los volvió a cerrar sintiéndose insegura; sin embargo, al hacer de nuevo contacto con las esferas azules que tanto les encantaba, agarró el valor necesario en un gran respirar.

—T-te... a-amo... T-te amo, Diana —dijo con más claridad.

Exhaló con fuerza; sus pulmones se permitieron agarrar aire. Aún temblaba ligeramente; aún sentía miedo y nervios, pero, aquellas palabras que había estado conteniendo y diciendo incontables veces en su cabeza, salieron al fin de sus labios. El alivió que sintió en su pecho, fue demasiado; no obstante, sus pensamientos negativos no tardaron en aparecer.

—S-sé que soy una humana; sé que me consideras una especie... débil, pero, yo q-quiero... —Apretó sus puños—. ¡Quiero hacerte feliz! —exclamó con mucha vergüenza y seguridad. Y la expresión de la guardiana, tenuemente, deliró en cortos segundos que pasaron en un abrir y cerrar de ojo. «Felicidad...»

El ultimo animal se deshizo dando a entender la finalidad de su tarea. La miró, esperando otras palabras más, pero al verla con la cabeza girada a un costado en un intento de ocultar su notable sonrojes con el largo de su cabello, contempló el cielo, aprovechando esos minutos en silencio para perderse en sus pensamientos.

Akko la observó de reojo y bajó su mirada a sus manos. «Suavidad...», pensó recordando el momento en que la guardiana unió sus palmas. De manera inconsciente y lenta la tomó, acarició y examinó, para luego pasar la yema de sus dedos sintiendo ese leve y agradable cosquilleo, pero al salir de su trance la soltó y pidió disculpas.

Diana, simplemente la observó.

—El amor, es un sentimiento confuso, descuidado y controlador. Y has demostrado cada uno de esos aspectos. Reconozco la seguridad de tus sentimientos; reconozco ser la fuente de aquellas emociones que hacen palpitar con fuerza tu corazón; reconozco el brillo en tus ojos y el deseo que florece cada vez más con mi presencia. —Con lentitud sujetó su mano por sus dedos y depositó un suave y silencioso beso.

Akko suspiró impresionada y aturdida; el calor era tanto en sus mejillas que se sentía un poco mareada. Ella miró sus labios unos largos segundos sintiendo otra vez ese impulso anhelante comerla por dentro.

Observó sus ojos en busca de alguna negación y bajó nuevamente. Con cuidado y sutileza, se movió e inclinó hacia el frente y, cuando sintió su respiración, se detuvo a unos pocos centímetros.

El latir y la calidez de su corazón aumentaron mientras era contemplada con neutralidad. Lentamente sus labios se separaron añorantes y anhelantes. Y, al no sentir o ver alguna acción o emoción negativa proveniente de la guardiana, cerró la distancia.

Respiró con profundidad y frunció el ceño por la increíble sensación ocasionada. En cambio, Diana, continuaba observándola a la vez que correspondía de manera adecuada el sutil beso entregado.

«Lentos y temerosos movimientos...» «Agitado corazón...», pensó situando con lentitud su palma a esa zona y, seguidamente sus ojos se cerraron disfrutando del excesivo palpitar.

«Suavidad...» La tomó y acomodó en su regazo, dejando que sus dedos se enredaran en su cabellera rubia y que sus labios profundizaran con más deseo la acción comenzada. Al separarse con sutileza, la miró con la misma expresión. Akko suspiró; su respiración era un poco elevada e intensa y sus ojos rojos se habían vuelto a perder en los azules.

Diana se aproximó y soltó un leve y cálido suspirar cerca de sus labios que provocó un enorme anhelo en la persona que sostenía.

—Atsuko Kagari... duerme conmigo.

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Fin del Cap. 59 (Suavidad)

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