☪ 57 ☪
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"Algo más allá"
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Narradora Pov
«¡T-te lo recompensaré!», lo dijo y ahora desconocía exactamente lo que debía hacer. «Rayos...» Su mente era un completo caos y las acciones previas de la guardiana solo causaban que pensara demás.
Diana se había acercado por su cuenta; ella había tomado su cabello y juntado sus manos. «Nuestras manos...», recordó empezando a contemplar su derecha. «Sus dedos eran... largos y... suaves y delicados y... hermosos». Suspiró y acarició sus yemas.
—¡Akko, es hora de desayunar!
—¡Ya voy! —Su ceño se frunció. «Otra vez...» Interrumpieron su momento.
La mañana pasó con normalidad y en la tarde se preparó para ir a verla; tardó en buscar el vestido correcto y en decidirse si llevar en cabello suelto o amarrado en una pequeña coleta. Antes de abandonar su hogar, su hermana Lotte, que iba de despedida, la detuvo entregándole un libro.
—¿Qué es...?
—Te ayudará.
Akko levantó una ceja y leyó el título. «Dos corazones...» Sus mejillas se sonrojaron.
—¿P-para qué...?
—Solo léelo —dijo y se subió a la carreta junto con su tía Bertha.
La castaña la observó irse, para después leer una de las primeras páginas y cerrar el libro con fuerza. «¡¡¡Esto es demasiado directo!!!», pensó abrumada. «¡¿Estos libros son los que lee?!» Los consideraba excesivamente atrevidos, sin embargo, otra vez leyó con curiosidad una de las hojas. «Tal vez...»
Podría ayudarle.
***
La guardiana, era sumamente hermosa tocando aquel instrumento con tranquilidad. Akko la contemplaba y esperaba con paciencia, disfrutando de la bella vista mientras que sus pensamientos divagaban en el pequeño acercamiento que habían tenido hace tres días atrás.
Suspiró, la miró acercarse y se colocó de pie.
—¿Cómo estás?
Diana levantó una ceja y desvió su mirada a su cuello. Otra vez, había tenido aquel horripilante recuerdo.
—En el día de hoy, te llevaré a un nuevo lugar —dijo ignorando la pregunta que le pareció irrelevante.
«¿Un nuevo lugar?», pensó ilusionada.
—¿Qué será?
—Sígueme.
En el camino tomó varios momentos para descansar, puesto que, habían pasado tres horas y aún no llegaban a su destino. Diana miraba su entorno a la vez que la humana recuperaba el aire perdido y aprovechaba para recordar las pocas palabras leídas del libro entregado por su hermana.
Conservaba una idea, pero tenía miedo de realizarla; no deseaba que la guardiana pensara mal de su persona, sin embargo, debía intentarlo si quería avanzar en su intento de relación. De algo estaba segura, quería a Diana como su pareja; era lo único que le pedía al universo, o al Árbol que era el creador del universo.
No obstante, de nuevo sus pensamientos negativos hicieron acto de presencia recordando cómo, el ser que tanto amaba, la consideraba inferior; en otras palabras, estaba fuera de sus expectativas. «¿Y quién no lo estaría? ¿Quién sería la pareja adecuada para un Dios?». Rio con desanimo y levantó la cabeza topándose inesperadamente con sus esferas azules, causando que desviara las suyas de inmediato.
—Continuemos.
Debía admitir que el camino era nuevo: algunos árboles tenían diferentes frutos y el tronco de estos cambiaban a una tonalidad zafiro; las plantas que creía que poseían flores celestes, eran en realidad pequeñas criaturas reposando en ellas; y el sonido lejano del agua cayendo, le entregaba tranquilidad, sin embargo, el acantilado cercano a sus pies le causaba pavor. Unos pocos centímetros y caería al vacío.
—¿P-podemos ir más despacio?
La guardiana la ignoró y Akko suspiró intentando no ver abajo. Una hora más y se encontraron en una gigantesca pradera con distintos animales volando y caminando, y pequeñas burbujas mágicas flotando por dondequiera. Avanzó siguiendo sus pasos a la vez que admiraba sus alrededores. «Que... hermoso».
Con intenciones de mirar a Diana, una criatura pequeña se cruzó ante su visión provocando que se detuviera al instante. Parpadeó sorprendida y sonrió cuando el animal le sacó la lengua ladeando su cabeza a un lado.
—Que... —Rápidamente otro apareció y se lo comió de un bocado, dejándola estupefacta—. Adorable...
—No te detengas —dijo y Akko tragó saliva con fuerza. Miró hacia atrás observando con nervios al animal volador que degustaba con tranquilidad del otro.
Caminaron por otra hora y sus piernas no daban para más, necesitaba urgentemente agua y un poco de alimento; caminar tanto le había dado hambre, pero, ¿qué podía comer en ese sitio? Dudaba que fueran esas criaturas, aunque la idea no le gustaba en absoluto; no podía ni tan solo imaginarlos hechos en un plato de porcelana, le resultaba asqueroso y quizás eran venenosos para su estómago humano.
«Tal vez un pez...», pensó y miró de reojo las aguas cristalinas que tenían algunos. «No... son mágicos...». Su ceño se frunció al sentir nuevamente disgusto.
—Oye... Diana--
—Hemos llegado —le interrumpió encontrándose en la cima de una colina. Akko llegó segundos después y miró donde la guardiana tenía puesta su mirada, quedándose sin palabras.
Grandes animales salidos de los cuentos que leía, estaban frente a sus ojos reunidos en un solo lugar. Su corazón palpitó con emoción dibujando una expresión de felicidad e ilusión en su rostro. «Increíble...» Era extraordinario. Criaturas con un aspecto maestral, digno e imponente se movían en curvas en el aire demostrando su gran fortaleza con tan solo su presencia y simples movimientos.
—Dragones... —murmuró todavía no creyendo que los tuviera ante sus ojos. Le parecía un sueño; un sueño muy realista.
Algunos eran de tonalidades blancas y otros de color zafiro, escarlata y dorados. Y uno de los últimos, se aproximó a donde se encontraban provocándole miedo por la gran diferencia de tamaño.
—Riona, ¿qué te trae por aquí?
«¿Riona...? ¡Espera! ¡¿Está hablando?!» ¿Acaso eso era posible? Estaba en un bosque mágico, y la criatura que se encontraba a una distancia poco cercana era una de las muchas creaciones del Gran Árbol.
Diana permaneció en su lugar y movió sus ojos dando a conocer la presencia de la persona que la había acompañado. El dragón volteó a verla y ladeó un poco su cabeza.
—Un humano... Qué curioso, no había visto humanos en décadas.
«Su mandíbula no se mueve...», pensó agregando a su expresión nerviosa una mirada curiosa.
—¿Por qué has traído a un humano a este lugar?
«Su voz...» Era grave y sublime; su mente aún procesaba lo que estaba pasando ignorando casi por completo la pregunta, mientras que los dos se miraban fijamente y las pupilas del dragón se dilataron por unos segundos.
—Ya veo... —dijo y regresó a verla con tranquilidad—. Tus intenciones siempre tienen un motivo y cumpliré con tu orden.
«¿De qué habla?» Akko observó a la guardiana. «¿Diana le ha dado una orden?»
—Bienvenida a las tierras de Nilsaret, humana. El nombre que me ha impuesto el Árbol, es Asrom, pero te daré la oportunidad de llamarme como mejor lo desees.
—¿Asrom...? —Le parecía un poco largo—. ¿Qué te parece As?
El dragón asintió.
—Atsuko Kagari, es el nombre que han elegido los humanos para ti.
«¡Lo sabe!» Ahora conocía un poco de lo que podía hacer, o quizás Diana se lo había dicho cuando no estaba prestando atención.
—Puedes decirme, Akko.
Otra vez el divino animal, asintió.
—Atsuko Kagari.
Su ceño se frunció. ¿Por qué nadie en ese lugar era capaz de decir su apodo? ¿Era acaso tan malo?
—La guardiana te ha concedido la entrada al bosque mágico y te ha traído hasta mi presencia para que conozcas un poco más de los numerosos habitad que existen. Has recorrido un largo camino y me sorprende que aún sigas con vida.
«¿Seguir con vida?» ¿A qué se refería?
—Disculpa... ¿Qué haces... exactamente aquí?
—Este es mi hogar —dijo y movió su cabeza contemplando a los otros de su especie—. Hemos sido creados con un único propósito: en caso de que la guardiana no se encuentre, nosotros y otros más protegeremos el bosque. —La observó directamente en sus esferas rubies—. Estoy agradecido con el árbol por la oportunidad de vivir y conocer.
—¿Alguna vez el bosque se ha encontrado en peligro?
Asrom asintió de nuevo.
—La rebelión de los espíritus, es uno de los sucesos más recientes.
«¿Rebelión?»
—Los espíritus atacan a los mundos que poseen magia. No los vi cuando... estuve en uno.
—Hace muchos años los espíritus que fueron creados por el Árbol se rebelaron contra él. La guardiana que existió en ese entonces se atendió a las consecuencias para derrotarlos, y mi especie y otras más cuidamos del bosque en espera de un nuevo guardián —finalizó observando a Diana unos pocos segundos, para luego regresar a la castaña—. Todo ser humano que existe en diferentes mundos tienen un propósito, sin embargo, el tuyo es el más importante. No pierdas el tiempo.
«¿Tiempo?»
—¿De qué hablas?
El dragón permaneció en silencio, para después responderle con la misma neutralidad previa.
—Fue un placer conocerte, Atsuko Kagari, lamentablemente nuestro tiempo se ha acabado, pero estoy seguro que pronto volveremos a vernos —dijo y se dio la vuelta.
—¡Espera! —exclamó, pero el fuerte viento provocado por su ágil acción la hizo callar.
Exhaló decepcionada y cansada.
—Regresemos.
Otra vez, un poco de aire abandonó sus pulmones. Debía recorrer nuevamente el camino por donde habían venido, pero antes, la guardiana, respondería sus dudas; no iba a quedarse otra vez sin respuestas.
—Diana —llamó y fue ignorada—. Diana —volvió a llamar y otra vez, la mencionada, hizo caso nulo.
Enojada tomó su muñeca deteniendo sus pasos, no obstante, un cambio repentino la aturdió un poco. Con extrañes observó su alrededor sorprendiéndose de encontrarse a un costado del hogar de la guardiana. «Hemos... regresado», pensó soltándola con sutileza. «No, concéntrate», se dijo, parpadeó un par de veces y se posicionó frente a ella.
—¿Qué trataba de decirme Asrom? —preguntó y Diana la miró sin intenciones de responder—. ¡Ustedes se guardan muchos secretos! —exclamó molesta—. Mi madre me dijo de una decisión, As me habla de un propósito y tú... me consideras especial por una razón y... y no por el motivo que pienso, ¿verdad? —Ella se mantuvo en silencio—. ¿Verdad? —reiteró—. Por favor, dímelo. —Sus ojos se humedecieron al notar que no diría alguna palabra y, cuando una de sus lágrimas estuvo a punto de asomarse, Diana, acercó su mano evitando que pasara.
—Luces preciosa hoy —soltó.
«¿Eh?»
—Las respuestas que buscas serán respondidas una vez llegue el momento. Por ahora. —Deshizo, la gota de lagrima que levitaba en su dedo índice—, debes conformarte con lo que sabes y has aprendido hoy —acotó llevando su mano nuevamente a la mejilla ajena. Akko cerró su ojo izquierdo sintiendo el sutil tacto de su pulgar cerca de su parpado, para luego tomarla de nuevo por su muñeca—. Continúa amando y creyendo en la magia —continuó—. Eso es lo que harás por mí.
«¿Eso es... todo?» Su ceño se arrugó no a gusta de esa petición.
—¿Qué pasaría si te dijera que amo algo más que la magia que existe dentro de este bosque? —dijo sintiendo sus mejillas calentarse.
—¿Tienes algún sentimiento por algún interesado en tu mundo?
«¿Eh?» La guardiana, parecía no haber captado la indirecta.
—N-no. —Diana alejó su mano y Akko la sujetó—. N-no podría. No podría... a-amar a alguien más —soltó y guio su palma entre medio de sus senos haciendo que sintiera su rápido latir—. No podría —repitió y exhaló con fuerza tratando de calmarse.
Diana continuó mirando sus inquietos ojos que intentaban decir lo que no podía en palabras, no obstante, las palpitaciones eran tan apresuradas que pensó en la posibilidad de que la humana sufriera de un posible infarto. «Esto es...»
—D-Diana... —volvió a hablar captando otra vez su atención—. Y-yo... e-estoy... —No podía; le costaba demasiado—. Agradecida contigo... y n-no quiero perderte. —Suspiró soltando su mano y tragó saliva—. N-no puedo... —acabó sintiéndose decepcionada de sí misma.
«¿Por cuánto tiempo más...?» «Me gustaría conocerla y ver si en verdad vale la pena para que te aguantes tanto», las palabras de Mary resonaron en su cabeza. ¿Por qué no podía decirlo después de todo lo que había pasado? ¿Por qué seguía sintiendo miedo? Su corazón parecía una bomba de tiempo cuando lo intentaba.
Ella la amaba, ¿cierto? Entonces, ¿ese amor que sentía no era lo suficientemente fuerte para declararlo, o era lo suficientemente fuerte para no poder decirlo en palabras?
—Eres egoísta, Atsuko.
«¿Egoísta?», repitió y sonrió con desanimo.
—Sí... eso parece.
—Tu corazón anhela un deseo.
—¿Un deseo...? —Se rio—. N-no lo c-creo.
—¿Aún no estás dispuesta a decirlo?
—¿Decir q-qué?
Diana se inclinó y la tomó de su mentón.
—Puedo sentir tus sentimientos, Atsuko Kagari —declaró—. Tú, sientes amor por mí.
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Fin del Cap. 57 (Algo más allá)
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