☪ 56 ☪
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"Sutil respirar"
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Narradora Pov
—¡Mira esto! ¡Es increíble!
—Todo en este sitio, es increíble —dijo con obviedad—. Ey, espera, ¿A dónde vas?
—A explorar un poco.
—No te alejes tanto.
—Como digas.
Los árboles, las plantas, el césped y los lagos, eran maravilloso. En un bosque donde abundaba la armonía y la magia, había personas sonrientes disfrutando de las comodidades otorgadas por unos animales que le parecían tiernos a unos y horrendo a otros.
La pequeña criatura con una forma cercana a la de un armadillo; que tenía un pelaje bastante suave en algunas zonas, e incluyendo unas garras cortas semejante a las de un reptil diminuto, cargaba en su capa dura de la espalda unas frutas recolectadas.
Los humanos gozaban; los humanos eran felices; los humanos no tenían más preocupación que los limitará a crear grandes hazañas peligrosas; los humanos... cometieron un error al ir más allá de lo permitido.
«Que estorbos...», murmuró con molestia la mujer que se acercaba cada vez más a un nuevo lugar. Sus pasos se detuvieron al contemplar un largo y estrecho puente de madera que guiaba a un hogar junto a un árbol de gran magnitud. Su corazón palpitó con emoción y su cabeza se volteó asegurándose de que nadie la hubiera seguido.
Al dar un paso, escuchó una suave melodía que la hizo fruncir el ceño y sentir nervios. Seguidamente sus ojos miraron con inseguridad la conexión tambaleante que le ayudaría a llegar a su destino; no le parecía seguro, debido a la fuerte brisa que lo movía de manera agresiva.
Tragó pesado y avanzó sujetándose con fuerza de las cuerdas. Cuando llegó al otro lado, sus pulmones se permitieron agarrar aire y sus piernas deliraron haciéndola caer; todo su cuerpo temblaba de miedo. Miró de reojo hacia atrás observando la caída al abismo y, al momento de ponerse de pie, no lo soportó y se desmayó.
«Un corazón débil no vivirá por mucho tiempo», escuchó y sus parpados se abrieron mirando desconcertada lo que la estaba observando a ella; su visión era borrosa y no podía distinguirla, pero cuando lo hizo, no duró ni dos segundos. «No intentes cruzar otra vez», volvió a escuchar, pero esta vez en modo de advertencia y su cuerpo de repente volvió a perder la consciencia.
—¡Mahrya! ¡Oye, Mahrya!
La mujer respondió abriendo sus ojos en sobresalto.
—¿Estás bien? ¿A dónde llegaste?
—Ella... —susurró anonadada recordando pequeñas fracciones de su rostro. Lentamente su brazo se estiró tratando de alcanzar algo o alguien. «Ella...», repitió y otra vez se sobresaltó tomando asiento—. ¡Es una mujer!
—¿Una mujer? ¿De quién hablas?
—De la dueña de este bosque —dijo y giró su cabeza en busca del lugar donde había ido. Al no encontrarlo su entrecejo se frunció, pero de inmediato tomó acción agarrando la libreta y la pluma en su cinturón—. ¡Esto es importante! ¡Un descubrimiento único!
—Espera, ¿viste al dueño del bosque? —preguntó asombrado.
—Sí, estoy segura de que es ella.
—¿Y cómo era?
—Cabello rubio, ondulado y largo. Su vestimenta era... acogedora; su voz cautivó mi corazón, pero, apenas puedo recordarlo; su piel parecía... tan suave y lisa, como el algodón de seda. —Ella sonrió—. Y su rostro... Ella es una Diosa. Una Diosa bondadosa que ayuda a una especie como nosotros.
El hombre levantó una ceja. No dudaba de que su compañera exploradora estuviera mintiendo, sino que le parecía extravagante, aunque todo en ese bosque, lo era.
—¿Y qué te dijo...?
—¡La melodía!
—¿La melodía?
—¡Estaba tocando! ¡Ahora lo recuerdo! —Y rápidamente lo apuntó—. Ese instrumento era... mágico. Todo es mágico en este lugar —dijo, aunque sonara redundante—. ¡No puedo esperar para escribirlo y compartirlo con todos!
Ella era una escritora; una escritora audaz y decidida que tomaría cualquier riesgo para descubrir más de las fascinantes cosas que existía en ese lugar. Y ella plasmaría en más de un libro, el bosque mágico que alguna vez... abrió sus puertas.
***
El bosque tembló por primera vez en años y las personas que actualmente se encontraban, se espantaron enseguida observando a diminutas aves coloridas volar con miedo y desaparecer en el cielo.
El animal que anteriormente les otorgaba los alimentos, miró lo que ocurría, e impresionado retrocedió dos pasos. Su pequeña cabeza se volteó a ver a los presentes que disfrutaban de la comodidad del bosque, y las personas hicieron lo mismo en busca de alguna respuesta.
Su ceño se frunció y su apariencia cambió, aumentando su tamaño, garras e indestructible caparazón; sus ojos brillaron de un rojo intenso y sus dientes se mostraron con furia, para después, soltar un fuerte rugido que los hizo estremecer.
—¡¡¡Largo!!!
Un objeto tocado por manos humanas, causó un irremediable colapso. Y, la guardiana, que no se encontraba, no demoró en hacer acto de presencia y observar con desdén a los humanos que se hallaban en un lugar sagrado.
Los hombres la miraron con sorpresa, deleitándose con su apariencia, pero en un parpadeo y sin mover algún musculo, sus cuellos fueron degollados y la sangre se derramó y esparció en el suelo.
—¿Qué está pasando? —preguntó confundida.
—Debemos irnos...
—No, estamos cerca.
El hombre la tomó de la muñeca.
—¡Debemos irnos, ahora!
Los animales dormidos despertaron y los humanos en ese habitad miraron con impresión al que, previamente, creían que era una roca.
—Un error... —se escuchó en un eco con ira proveniente de un lugar desconocido—. Humanos...
«¿Un error? ¿Humanos...?», repitió desconcertada.
—¡Mahrya, hay que irnos! —Y ante esa exclamación, empezaron a correr.
Un sonido horrendo se escuchó al ritmo lento de un fuerte tambor, a la vez que la tierra se movía sin control. Les era difícil correr y escapar de las criaturas que recién habían despertado, no obstante, lograron llegar a la salida junto a otras personas que observaban con terror lo que pasaba.
Un enorme velo cubría con lentitud el bosque y los que aún estaban dentro, fueron expulsados sin piedad creándoles heridas permanentes y otras difíciles de sanar.
—No, no, no, no, no... —dijo en desesperación sintiéndose realmente impotente.
El bosque, desapareció ante sus ojos.
Mahrya miró a su compañero en busca de alguna respuesta, pero el hombre conservaba la misma expresión que los demás. «No intentes cruzar otra vez». «Esas palabras». Sus parpados se abrieron en grande y poco a poco fue uniendo los puntos en su cabeza. «Error... Humanos... Error humano...»
Alguien había llegado más allá de lo debido.
***
Una melodía era tocada por un ser que habitaba en un bosque único entre muchos otros; los peces de múltiples colores se movían en entorno a la hermosa armonía. Y las otras bestias lejanas en diversos lugares, sentían igualmente la tranquilidad otorgada, pero fue interrumpido por la presencia y el grito agitado de una persona que se aproximaba con desesperación.
—¡Diana!
La mencionada abrió sus parpados y volteó a verla de reojo, provocando arrepentimiento en el rostro de la castaña. Con un simple chasquido el instrumento desapareció y su cuerpo fue trasladado a un lado de la joven, causándole un pequeño susto; aún le era difícil acostumbrarse.
—¿A qué se debe tu...?
—¿Estás bien? —volvió a interrumpirla y la guardiana levantó una ceja.
—Mi estado está perfecto, Atsuko.
—¿Estás... segura? —soltó sujetando con fuerza la bandolera de su bolso—. S-sentí...
—Lo que sea que te haga dudar de mi respuesta, no le tomes relevancia.
«¿Qué...?» Estaba confundida. Hace dos días atrás un sentimiento diferente se había apoderado por completo de su corazón; un sentimiento horrible.
—P-pero...
—Luces mejor.
Esas palabras la sorprendieron, pero en pocos segundos la hicieron sentir avergonzada al recordar el estado previo con el que había ido a verla. Sus mejillas se ruborizaron y su mirada se desvió, dando un pequeño asentimiento.
—El fruto... funcionó. —Hizo una sutil pausa—, gracias. —La miró—. Gracias por ayudarme.
Azul y rojo, hicieron juego por unos largos segundos que se sintieron como minutos, hasta que, antes de perderse por completo en la mirada indiferente de la causante de aquellas emociones amorosas y románticas que conservaba, se recordó de unas palabras dichas por sus hermosos labios.
«Te concederé lo que necesitas, pero a cambio harás algo. Algo importante para mí». El palpitar de su corazón latió con prisa y su curiosidad nació excesivamente. ¿Qué era ese algo importante que pediría?
—T-tú... dijiste-- —Se calló y sobresaltó por el rosar repentino de los dedos fríos y suaves en su cuello. Con cuidado su cabello fue apartado y esa zona examinada por un ser que buscaba algún indicio de lo visto en su mente con anterioridad.
Una vez que su mano se alejó contempló el rostro abruptamente sonrojado y avergonzado de la humana. «No está...» Un recuerdo hizo que la contemplara de una forma desagradable; un recuerdo del primer error en la historia de los guardianes.
Exhaló con suavidad y volvió a tomar distancia. Seguidamente su cabeza se movió observando un sitio lejano que Akko no podía ver a esa distancia.
—N-no fue una suposición. —Diana volvió a verla—. T-tenía razón, la invasión es real y sucederá. Sé que no te importa, pero quería... que lo supieras. —Suspiró y el sonrojes en sus mejillas fue disminuyendo—. Nos estamos preparando y mi padre no sabe... que sé cuándo pasará. No quiero decírselo o nos iremos unos días antes. E-estoy un poco... molesta.
Su ceño se frunció.
—Descubrí que mi hermana... Amanda, fue igualmente abusada y obligada a tener a un niño, y no pude hacer nada al respecto. Pienso que, si hubiera actuado antes lograría haber hecho algo que lo impidiera y es realmente... frustrante. Muchas cosas han pasado y otras van a suceder, y no sé qué hacer. Amanda me pidió que escapemos, pero... no puedo... No puedo simplemente dejarlos —concluyó teniendo en su cabeza la imagen de las personas que apreciaba.
Quedaron nuevamente en un silencio de segundos, donde la guardiana la observó sin más.
—En ese mundo, la violencia y diferencia de genero suceden con frecuencia y continuarán haciéndolo —dijo y movió su mano derecha atrayendo un poco de las cercanas aguas cristalinas, para después situarlo en las palmas de la castaña y reflejar en una esférica apariencia a personas, específicamente mujeres, siendo capturadas—. Existen otros lugares; diferentes tierras —especificó y deshizo el hechizo—, donde ocurren lo que más te crea disgusto.
Akko exhaló impresionada.
—En tu mundo —continuó—, las invasiones son una causa más entre otras. Es común que esas acciones sean tomadas debido a la codicia que yace en los corazones humanos con el deseo de obtener o demostrar sus débiles fortalezas; y cada acción humana tomada desde ese ángulo, tiene un costo. ¿Estás segura de no darle a conocer a las personas que aprecias acerca de la devastación que sucederá?
La joven humana, llevó su mano al pecho y arrugó ligeramente su prenda.
—No puedo. Andrew se quedará, Barbara tal vez también lo haga, e incluyendo a la Sra. Finnelan, Piscis y Chariot. Además de las otras personas que estoy conociendo. No quiero abandonarlos... No puedo hacerlo.
«...»
—En la vida; en tu mundo, la única persona que importa eres tú. —Con lentitud dio un paso conservando sus manos juntas detrás de su espalda—. Tienes que entender que algunas vidas no pueden ser salvadas.
El ceño de Akko se frunció mirándola con molestia.
—Debo intentarlo —dijo—. Las creaciones de Croix pueden ayudar y... Y... —Su voz tembló y minimizó por otra acción imprevista de la guardiana. El sutil respirar en su oreja izquierda, la hizo estremecer y el sentir de sus dedos tomando su cabello con sutileza, complació y abrumó su débil corazón.
—Conoces las adversidades que existen en tu mundo; has visto una de las muchas maldades que se hayan en las más profundas oscuridades. Entonces, dime, ¿por qué deseas entregarte a ellos? ¿Por qué los escoges, Atsuko? —Lentamente su mano dejó caer los mechones castaños—. En mis brazos, a mi lado, no temerás. Estarás a salvo si tomas la decisión correcta.
«¿A salvo...?» Ella se distanció y la observó detenidamente con confusión y leve sorpresa. Era cierto que, Diana, la había ayudado en varias ocasiones y que el bosque poseía grandes cosas que aseguraban sus palabras, pero seguía sin entenderla.
¿Por qué ahora le decía palabras bonitas? ¿Acaso estaba declarando su amor por ella, o se encontraba celosa de que pensara en otras personas? Aunque sabía que era imposible, le gustaba tomarlo como una posibilidad.
Era extraño y confuso, pero de algo estaba segura: aquellos ojos azules que antes expresaban indiferencia, ahora la miraba de una forma... diferente que le creaba lo que con frecuencia perdía: ilusión.
Diana ladeó su cabeza provocando que Akko hiciera lo mismo, y con leve movimiento junto sus palmas derechas y las elevó con lentitud, provocándole un sutil suspirar.
—Te advertí, que la desigualdad entre los humanos se vería nuevamente.
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Fin del Cap. 56 (Sutil respirar)
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