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☪ 54 ☪

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"Libro de fantasía"

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Narradora Pov

—Oh, Dios, ¿Estás bien?

—Estoy bien.

—¿Estás seguro? —dijo exasperada tomándolo del rostro. Johan le sonrió despreocupándola, pero nuevamente la mujer lo abrazó con fuerza; la enorme agonía que sentía disminuía.

Las personas presentes sonrieron y la señora de cabello peli-azul junto a su hija, pasaron a un costado. Angelica le sonrió avisándole con la mirada que vendría en el día acordado para ayudarlo, Johan asintió y movió sus labios diciendo un sutil "gracias".

Bertha tomó distancia y juntó sus frentes derramando sutiles lágrimas que fueron limpiadas de inmediato por los dedos pulgares del señor. Él entendía perfectamente lo que estaba sintiendo; era su hermano mayor y el único que trabajó sin descanso para darle la vida que ahora tenía.

—¿Qué fue lo que pasó? —consultó y observó a Akko que estaba a dentro del hogar junto con Lotte, sufriendo de un posible ambiente incomodo entre las dos—. ¿Cómo llegaste a enfermarte?

—Es una larga historia.

—Tengo todo el día. Además, nos quedaremos unos más.

—A Akko le agradará tenerte. ¿Cómo se ha portado?

—Mucho mejor.

El señor sonrió y volteó para verlas creándole un sentimiento cálido en el pecho. Sus dos hijas, estaban juntas otra vez, pero faltaba una más.

***

Al día siguiente, la castaña, recibió un regaño por parte de su tía. «Debes de quererlo tanto como para escaparte de esa manera». Y Akko lo reconocía. Estaba perdida en esos ojos azules que algunas veces le habían mirado con curiosidad. ¿Diana seguía teniendo interés por los humanos? Era probable.

Tres días después se dirigió a la reunión que tenía con sus amigos como todos los meses. Al llegar se topó con unas reconocibles esferas verdes que la miraron con nerviosismo y que después se desviaron a otro lado. No esperaba verlo luego de lo ocurrido.

Akko suspiró y tomó asiento a un lado de Barbara.

—Buenas tardes —dijo—. ¿Dónde está Constanze?

Todos levantaron sus hombros. «Que extraño...» Su amiga rara vez era de faltar, y si no podía asistir avisaba de antemano.

Mary: Bueno, empecemos. ¿Te has enterado de algo? —consultó a la indiferente del grupo.

Sucy respondió alzando sus hombros.

Mary: ¿Ustedes no han visto algo sospechoso? —les preguntó ahora a los dos varones.

Andrew negó con la cabeza y Frank hizo lo mismo.

—¿Qué han escuchado decir a las personas del pueblo?

Frank: La mayoría de los hombres están dispuestos a luchar si llega a ocurrir una invasión de un reino diferente.

Barbara: ¿Estás seguro de que serán suficiente para vencerlos?

Sucy: Miles de hombres entrenados contra trecientos inútiles ciudadanos. ¿Crees que tendremos alguna oportunidad?

—Mi padre habló de algunos caballeros errantes, ¿No los has visto?

Sucy: ¿Los errantes? Son demasiados solicitados, y si el rey le ofrece más oro del que algún día podamos tener, créeme que elegirán el bando que más le favorezca.

Andrew: No quiero admitirlo, pero, Sucy tiene razón, de nuevo. He escuchado hablar de esos caballeros y no les importa realizar cualquier misión a cambio de dinero.

Barbara: ¿Cualquier misión?

Andrew volteó a verla.

Andrew: Si tienen que matar a una niña por una buena suma, lo harán sin dudar.

Frank: No son bondadosos y tampoco confiables. ¿Qué más opciones tenemos?

Quedaron silencio. Akko frunció el ceño y analizó cuidadosamente sus palabras. Los caballeros dichos con anterioridad no eran una buena alternativa si querían aumentar más sus defensas, o contrarrestar las del reino invasor; de igual manera nunca los había visto.

—¿Algunos están dispuestos a escapar? —consultó y todos se vieron entre sí.

Sucy: No abandonarán todo el trabajo que han hecho durante estos años.

Frank: Quizás las nuevas personas, pero los demás... lo dudo bastante, Akko.

Andrew: ¿Ustedes están preparadas?

Akko y Mary asintieron.

—Mi padre ha estado ahorrando para empezar de nuevo en otro lugar.

Mary: Mi madre también.

—¿Te quedarás? —le preguntó a su amiga de cabello morado.

Sucy: ¿Me ves que tengo cara de querer morir? Por supuesto que no, tengo cosas que hacer.

Akko le sonrió con sutileza.

—¿Qué hay de ti?

Barbara hizo una mueca dudosa.

Barbara: No creo que... me vaya.

Mary: ¿Qué? —soltó alarmada—. No puedes quedarte.

La pelinegra le sonrió con tristeza.

Barbara: Las cosas han estado saliendo de maravilla para mis padres. El negocio que siempre quisieron está creciendo y... no creo que quieran empezar de nuevo; no después de lo que vivieron.

El lugar quedó otra vez en silencio mientras que algunas personas continuaban laborando con normalidad. El pueblo, por alguna extraña razón, se encontraba bastante lleno; sin embargo, ninguno le ponía atención a la conversación de los jóvenes.

Andrew: Ganaremos tiempo —habló rompiendo el silencio. Esas palabras no le gustaron para nada a una persona en especifica—. Posiblemente, cuando vean la destrucción que causarán, tomarán la decisión de irse —dijo dirigiéndose a Barbara, aliviando un poco su corazón.

La cabeza de Akko se agachó al sentir sus ojos humedecerse; se sentía impotente, con las manos atadas. Muchas de las personas que, actualmente conocía, morirían. «Sra. Finnelan...» «Si haces las cosas con pasión y amor saldrán bien». «Sra. Piscis...» Su característica sonrisa en su puesto de frutas hizo que su corazón se estruja. «¿Cómo estás, hermosa jovencita?»

No podía aceptarlo. Simplemente, no podía, pero, ¿qué haría al respecto? No tenía idea y otra vez se sintió inútil. Estaba más que claro que no deseaba irse del pueblo y abandonar a la mayoría de personas que había conocido; las tierras donde se crio le importaban, quizás demasiado.

Sus amigos la miraron con preocupación y, a punto de que alguien dijera una palabra, fue interrumpido por una peculiar voz.

—Nadie morirá.

«¿Qué?» Su cabeza se levantó, mirando con sorpresa a las dos personas presentes ante sus ojos. La mujer le dedicó una amplia y confiada sonrisa. «¿Croix...?»

—¿Qué tal vas, Castaña?

***

En un lugar despejado y algo lejano del pueblo, se encontraban siete jóvenes y una mujer de treinta y seis años, observando dos figuras cubiertas por una manta marrón.

—¿Están listos para ver mi mayor invento? —les dijo con una gafas redondas y oscuras de color morado que ocultaban sus ojos.

Sucy: Por algo estamos aquí, ¿no?

—Tienes razón, pero antes. —Se volteó a ver a Akko y despojó sus visores—, me alegro de que tu padre esté con vida. Lamento no haber ido a verlo, pero, ya sabes, ocupada.

Akko le sonrió agradeciendo el gesto.

—Está bien.

—¡Bien! —exclamó volviendo a ocultar su visión y avanzó hasta llegar a un lado de su creación—. ¡Les presento a, Mini Boy! —La manta fue despojada exponiendo solo una pila de basura.

Las miradas desconcertadas se dibujaron en el rostro de la mayoría acompañado de un leve alzar de ceja. Croix despojó un control de su bolsillo y presionó un peculiar botón azul que activó el movimiento de este. Poco a poco su apariencia mejorada los sorprendió, sin embargo, le impactó más a alguien en particular.

«Esa forma...»

Un animal. Un especifico animal parecido a un armadillo, pero con garras afiladas de reptil, se hallaba reflejado en un metal con grandes púas en su caparazón que aparentaba ser de una buena calidad y mucho más resistente. «Los libros...» Aquellos libros de fantasía que Croix había mencionado antes le ayudó a replicar la figura de la criatura casi a la perfección y sin necesidad de un dibujo; nunca imaginó ver tan exagerada a la pequeña criaturita que una vez tuvo en sus manos.

Anonadada miró a Croix y, en el momento que deseó hacer alguna pregunta al respecto, fue interrumpida cuando este empezó a moverse, un paso tras otro, alejándose de ellos.

—Una tecnología revolucionara —dijo observándolo—. Tenía intenciones de venderlo al dueño anterior de estas tierras, pero parece que las cosas cambiaron un poco, ¿no es así? —concluyó volteando a verlos.

Barbara: ¿Qué puede hacer?

—¿Has leído alguna historia que trate sobre dragones, o haya alguno?

Barbara: Más o menos.

—¿Y ustedes?

Andrew y Frank, vacilaron.

—Bueno, los dragones en los cuentos nacen con la singularidad de lanzar fuego por el hocico. —Miró al Mini Boy—. Esto, puede hacer lo mismo a un largo alcance, sin embargo, el fuego es en verdad un aliento helado. Congelará todo a su paso —aclaró.

Mary: ¿Eso no sería una desventaja?

—Lo fuera, si pudieran destrozarlo antes de que él, los asesine primero. Mini Boy, no solo puede congelar a las personas hasta su muerte. Las espinas a su caparazón son difíciles de romper y logran desplegarse en una dirección que les ordene. Es como un arma, pero más letal y grande. —Mostró el control que tenía ahora una pequeña palanca, un botón amarillo, verde, negro, y uno blanco que podía moverse de manera circular.

Frank: Es impresionante, pero, ¿solo hay uno?

—Con uno es más que suficiente para derrotar una cantidad considerable de hombres, pero, crearé otro idéntico.

Andrew hizo una dudosa mueca.

Andrew: ¿Cuánto tiempo te tardará?

—¿Unos dos meses más? No estoy segura, los materiales son difíciles de conseguir, pero trabajaré lo más rápido que pueda. Constanze también ha estaba laborando en este día. —Extendió su mano a la persona en su costado—. Ha hecho unos buenos explosivos para persuadir y eliminar a unos cuantos enemigos.

Croix asintió y Constanze le quitó la manta marrón. Las miradas confundidas aparecieron otra vez en el rostro de la mayoría por su tamaño dudoso.

Sucy: ¿Y funciona?

Constanze movió sus manos.

—Funciona. Los hemos probado y pueden eliminar a más de diez hombres si están bien posicionados. —Ella rio y colocó una mano en la cabeza de su ayudante provocando que sonriera—. Te sorprenderá la destrucción que pueden hacer varios de ellos.

Barbara: Entonces... ¿Esto es suficiente? —dijo mirando a sus amigos—. ¿Podemos defendernos con esto?

Akko no estaba del todo segura y, cuando iba a responder con una pregunta para la mujer apodada como: "La loca de los inventos", la volvieron a interrumpir, pero esta vez fueron unos pasos aproximándose. Ella volteó y se topó con la mirada enojada de su hermana. Tragó pesado y la observó suspirar con cansancio; los demás hicieron lo mismo.

—Por fin te encuentro, tengo un mensaje de nuestro padre. —Lotte levantó una ceja, al ver al animal metálico y el pequeño caballo de madera—. ¿Qué están haciendo?

—¿Algo...? —contestó.

—¿Es acerca de la invasión?

Mary: ¿Sabes de eso?

La joven rubia giró a verla.

—He estado fuera de estas tierras y he escuchado a algunas personas murmuras algo parecido. —Nuevamente suspiró—. Como sea, vine con alguien —dijo y una persona apareció, de manera repentina, detrás de su espalda.

Hello!

«¿Qué?» Unos se extrañaron y otras dos personas se quedaron incrédula al verla. «¿Hannah...?» ¿Qué hacía allí?

—¿A qué juegan?

Andrew: ¿La conoces...? —le consultó a la castaña.

Akko asintió un poco nerviosa.

Lotte suspiró captando otra vez la atención.

—Nuestra hermana llegará pronto, no demores —le dijo a la castaña.

«¿Amanda...?», se dijo confundida.

—¿No venía hasta la próxima semana?

—Los planes cambiaron y envió una carta —explicó y exhaló—. Solo no demores con... lo que sea que estés haciendo —dijo, para después darse la vuelta dispuesta a retirarse, mas sin embargo, fue detenida de inmediato.

—Hey, rubia.

Ella la giró a ver.

—¿Tienes algo que aportar?

Lotte lo pensó tomándose unos segundos antes de contestar, sintiendo a la vez las miradas impacientes, curiosas e inseguras de las personas que eran, exactamente, dos años menores que ella.

Al tomar una decisión, volvió a suspirar, pero esta vez de resignación.

—Tal vez.

La mujer sonrió.

—Soy toda oídos.

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Fin del Cap. 54 (Libro de fantasía)

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