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☪ 53 ☪

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"Cambio de página"

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Narradora Pov

—Esto es... impresionante. —Hizo una ligera pausa—. Estás... sano —concluyó.

Johan sonrió y giró a ver a la persona a su costado. Akko le devolvió el gesto y sintió en sus hombros las caricias proporcionadas por una mujer de cabello rojo.

—¿Cómo es su nombre?

—Dian.

—Dian —repitió—. Me gustaría conocerlo si está dispuesto a compartir su antídoto secreto —comentó y rio colocándose de pie—. Me alegro de que estés sano, Sr. Johan.

—Solo Johan, por favor —dijo y le extendió su mano. El hombre despojó su lente y la estrechó sin dudar.

—Bueno, no hay nada más que hacer. Si necesitan algo, saben dónde encontrarme. —Se despidió de los demás y se retiró.

El lugar quedó en un silencio que no duró mucho.

—¿Estás seguro de que te sientes bien? —consultó dudosa una mujer de pelo y ojos azules colocando a la vez una de sus manos en su hombro.

—Me siento perfecto —contestó con una sonrisa situando su mano encima.

Angelica asintió y Akko frunció el ceño. Las palabras de "broma" dichas por su padre no le habían causado ninguna gracia, pero, ¿Por qué le molestaba tanto? Angelica no era su madre, de eso estaba segura, sin embargo, parecía que su corazón no quería ver a su padre con alguien más, aun pese a que sonara egoísta.

Suspiró en resignación y giró a ver a Constanze que le empezó a hablar. Ella le respondió de la misma manera y su amiga enseguida abandonó el lugar.

Barbara: ¿A dónde va?

—Tiene prisa —respondió.

Sucy: Entonces... ¿Tú chico misterioso ha salvado la vida de tu padre con un medicamento que hizo efecto en un día? No lo creo.

Frank: Johan es una clara demostración de que funcionó.

Sucy suspiró y giró a ver a su amiga con el ceño fruncido.

—¿No estás dejando ir algunos detalles? ¿Verdad?

—¿N-no? F-fue una medicina efectiva.

La chica de cabello morados levantó una ceja y cruzó sus brazos.

Sucy: ¿No es alguien de dinero?

«¿Dinero?»

—¿N-no...?

Sucy bufó. «Chico tonto», pensó y exhaló.

—Como sea. —Miró a Johan—. La muerte es impredecible y la nuestra es bastante corta. No desaproveches esta nueva oportunidad y haz algo de lo que te sientas orgulloso.

El señor se sorprendió y asintió confundido no esperando aquellas palabras. ¿Una joven de veintitrés años le había dicho lo que una persona de cuarenta diría? «Algunas maduran con más rapidez», pensó dibujando una sonrisa sutil en sus labios.

—Gracias por venir —dijo mirando a todos en el salón de su hogar.

La Sra. Finnelan le sonrió.

—Los milagros existen. Y tú. —Miró a Akko—, no lo mantengas en secreto por mucho tiempo. Nos beneficiaría bastante tener a alguien que pueda combatir estas enfermedades.

Akko rio nerviosa. Aunque la situación pareciera la correcta para hablar acerca de un lugar mágico, no lo haría. Sabía que, probablemente, la tomarían por loca; Diana era un ser considerado como un Dios por otros, sin embargo, se encontraba consciente que, su poder mágico no se comparada a dichos individuos dominantes que eran llamados de esa forma.

Diana no era un Dios, de eso estaba segura. Ella era algo más que eso y, al recordarlo y tomarlo en cuenta la hacía aún sentirse demasiado inferior, aun pese a que, hubiera escuchado de sus labios que era especial, no se sentía de esa forma. «¿Especial en qué sentido?».

Mary: Hello...? ¿Estás con nosotros?

La castaña se sobresaltó volteando a verla y, en el momento que abrió sus labios para contestar se escuchó dos toques en la puerta, que se conservaba abierta, dejando ver a un hombre de cabello castaño y ojos verdes que creó enseguida una tensión que los dejó a todos un poco nerviosos.

—Garret... —murmuró colocándose de pie.

—Sigues con vida —habló con neutralidad.

—Que dulces palabras.

—Quería venir a comprobarlo —dijo y cruzó sus brazos—. Te ves bien.

Johan se acercó e imitó su postura. Los dos hombres se dedicaron una neutra mirada que decía muchas cosas; pese a que, tuvieran una edad avanzada, en sus cuerpos se reflejaba el arduo trabajo que conllevaban día tras día aumentando más la rigidez en al aire. ¿Acaso iban a lastimarse? No lo dudaban.

Akko los contempló por unos segundos, para después intentar en recordar el por qué Garret y Johan no tenían una buena relación, pero su padre no había dicho nada al respecto durante todos esos años.

—¿Solo apareces cuando estoy al borde de la muerte?

—Tú harías lo mismo en mi situación —aseguró y tomó la canasta que estaba situada a un costado. Johan levantó una ceja y lo miró extenderla—. Mi hijo lo preparó. El pobre no descansó en toda la noche —dio a conocer y giró a ver a la castaña—. No sé lo que pasa exactamente entre ustedes dos y no tengo intenciones de entrometerme, pero sería agradable que tuvieran una conversación adecuada. Es bueno darles un final a las cosas, ¿no, Johan? —concluyó observándolo otra vez.

Él arrugó ligeramente el ceño.

—Aprecio el gesto, Garret.

El hombre exhaló.

—No es una competencia.

—Claro que lo es.

—Dejó de serlo hace mucho tiempo.

—Deshiciste el trabajo de mi vida.

—Tú lo hiciste primero con el mío.

—No fue mi intención. Te lo dije, me tropecé.

—¿En serio?

—¿Qué más hubiera pasado? Éramos amigos y jamás se me cruzó por la cabeza en hacer algo para dañarte.

—Y éramos joven —acotó e hizo una pausa que duró dos eternos minutos—. Lo veo ahora. —Extendió su mano derecha—. Lo siento.

De nuevo, la tensión e incomodidad aumentó debido a que, Johan, permaneció sin mover algún musculo. Lo miró directamente a sus esferas verdes en busca de alguna mala intención, pero, al no encontrarlo relajó sus hombros y estrechó su mano con fuerza.

—¿Quieres un abrazo?

—No hagas que me arrepienta.

—¡Ja, ja, ja!

Garret se retiró del lugar despidiéndose de los demás y, Johan, compartió el obsequio; todos disfrutaron de unos ligeros y deliciosos aperitivos en esa tarde donde había ocurrido... lo que muchos llamarían como un milagro.

***

Horas después el lugar retomó el ambiente agradable volviendo a hacer como antes, y las personas mayores volvieron a su labor sin antes ser invitados a una celebración que se llevaría a cabo en pocos días.

—Te ayudaré.

—¿Estás segura? ¿No tienes algún trabajo pendiente? Puedo hacerlo.

—Con ayuda es más rápido, ¿no? —contestó con una sonrisa cálida que provocó un leve rubor en las mejillas ajenas. Johan asintió dudoso mientras que Akko los observaba sentada en una de las sillas del comedor.

—¿Le gusta?

—¿Disculpa? —dijo Mary quitando la mirada de su cuaderno, y la castaña la miró.

—Tu madre, ¿le gusta mi padre?

Mary se sorprendió y los volteó a ver notando el claro coqueteo que Angelica había estado realizando desde que Johan capturó su interés.

—¿Lo estás preguntando? —consultó con diversión.

—¿Sí?

Mary se rio y le hizo una ceña para que hablaran afuera. Una vez en el jardín posterior del hogar, la peli azul se acercó a las nacientes orquídeas.

—¿Te molesta?

—Un poco... —Mary la observó de reojo y Akko suspiró resignada—. Sí, lo hace, no me gusta.

—¿Por qué?

Akko hizo un incómodo puchero y Mary lo notó encaminándose ahora a otras cercanas flores.

—¿Crees que las personas no pueden tener otra oportunidad en el amor?

«¿Otra oportunidad en el amor?», repitió con extrañes. No lo había pensado de esa manera.

—Las personas que no han sido correspondidas —continuó—, o perdieron a un amor preciado hace ya un tiempo, tienen la ventaja de encontrarlo en alguien más. Ser feliz, otra vez.

—¿No te molesta?

La peli azul la miró y negó con la cabeza.

—Ella me lo ha dado todo después de lo que pasamos. Trabajó demasiado para mantener comida en la mesa y se trasnochó varias noches para concluir varios pedidos. ¿Por qué me molestaría que tenga una oportunidad de ser feliz?

—Haces que me sienta mal.

Mary se rio.

—No está mal pensar de esa manera. Por lo que sé, tu madre falleció al darte a luz y tu padre tuvo que criar de ti, al igual que de tus hermanas, sin alguna ayuda.

—Mi madre... —susurró y sujetó de manera instintiva el dije del zorro que colgaba en su cuello. ¿Qué pasaría si le dijera que había visto a su madre? O mejor, ¿qué había un sitio que podía volverla a la vida? Aunque, por supuesto, la guardiana no lo aceptaría. «Ni siquiera me contestó la pregunta que le hice en ese momento», recordó enojada y dejó salir un poco de aire de sus pulmones.

—¿La extrañas?

Akko asintió.

—Sí. Ella me... Mi padre, me dijo —corrigió—, que me cantaría canciones en las noches sin impórtale cuantos años tuviera. —«Y no estaba en lo incorrecto».

—¿Quieres que mi madre te cante canciones por las noches?

—¡No! —gritó avergonzada y Mary volvió a reírse.

—Solo bromeo. No digo que mi madre pueda reemplazar a la tuya, porque nadie es reemplazable, pero, podrías darle una oportunidad. No será lo mismo, sin embargo, estoy segura de que te gustará —concluyó con una sonrisa.

Akko observó su hogar unos segundos, para después bajar la mirada y verla otra vez.

—¿Te gustaría a mi padre como el tuyo?

—No tengo porque verlo de esa forma. Lo considero más como un amigo, pero, quien sabe. El tiempo pasará y es probable que mi perspectiva cambie.

—Estás muy segura de que acaben juntos.

—Mi madre no es fea —soltó con gracia y obviedad.

«Tiene razón...», pensó desviando la mirada. Todavía le costaba aceptar el hecho de que su padre estuviera con alguien más, pero gracias a las palabras de su amiga se sentía un poco mejor; con el tiempo le daría el buen visto a ese nuevo cambio de página en proceso.

—Entonces. —Tomó sus manos—. ¿Estás lista para que sea tu hermana?

«¿Qué?» Akko la miró con sorpresa y Mary se rio.

—Estoy bromeando. Cambiando de tema, tenemos una conversación pendiente.

«Oh no...» Intentó zafarse, pero su amiga la sujetó con más fuerza.

—No te vas a ir a ninguna parte —dijo sonriéndole con enojo.

—¿Q-qué quieres que te diga?

—No son parejas. ¿Sabes cuantos años has estado perdiéndote en ese bosque? ¿Qué demonios has hecho?

«¿Admirarla?», se contestó nerviosa.

—Ya te lo dije, es... complicado.

—¿Por qué? ¿Acaso no le gustas?

Su expresión cambió a uno de tristeza que fue escondido por una inocente sonrisa.

—No lo sé.

Mary arqueó una ceja.

—Ella te ayudó a salvar a tu padre. Eso, para mí, es una clara demostración de que le importas. ¿No has dado el primer paso? ¿Al menos lo has intentado?

«Intentarlo...» De nuevo su tristeza fue oculta en una sonrisa, pero esta vez Mary llegó a notarlo.

—No puedo. No puedo hacerlo —dijo y se soltó del agarre con delicadeza—. Me ha costado... demasiado. —Suspiró—. No quiero que todo mi esfuerzo se heche a perder.

El ceño de la peli-azul se frunció.

—Eres bonita. Eres una encantadora mujer y muchos darían tanto por tener tu mano. Y lo digo en serio. Hay muchos detrás de ti, aunque no sea el punto. —Exhaló—. Lo que quiero decir es que, aunque la desees sola a ella, no puedes estar de esta manera toda tu vida. Tarde o temprano tendrás que enfrentar ese sentimiento que tienes aquí. —Apuntó a su pecho.

Akko se rio con sutileza y la miró con diversión.

—Pareces mi madre.

Mary le devolvió el gesto y negó la cabeza con la mirada baja.

—No sé cómo sea, pero en serio tiene que ser demasiada bonita con una personalidad encantadora para que sigas detrás de sus pasos.

La castaña le sonrió con un sutil rubor en sus mejillas.

—Ella es... mágica.

Mary levantó una ceja.

—Bueno, ¿Sabes besar? No querrás arruinarlo, ¿verdad? ¿Necesitas que te enseñe también?

El color se le subió al rostro.

—¡Por supuesto que no!

Mary se rio y fue interrumpida por dos toques en la puerta. Las dos voltearon encontrando a Johan en el marco de esta con una sonrisa. Él hizo un movimiento con su cabeza para que entraran y en pocos segundos lo hicieron topándose casi al instante con los ojos celestes de una joven con pecas y lentes que volteó a verlas con indiferencia.

La sutil sonrisa en los labios de Akko desapareció.

—¿Lotte...?

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Fin del Cap. 53 (Cambio de página)

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