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"Reloj de arena"
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Narradora Pov
El sonido de un instrumento de cuerda era tocado por unas agiles manos entregando una hermosa melodía. La guardiana yacía sentada encima de una roca que estaba en el centro de un maravilloso lago con peces de múltiples colores.
Una agitada respiración captó sus oídos y detuvo suavemente su composición.
—¡M-me abandonaste! —dijo tratando de agarrar aire—. ¡P-por poco muero!
—No hubiera sido posible —contestó con tranquilidad desapareciendo el instrumento.
Akko levantó una ceja y la observó saltar para caer hacia su ubicación. La guardiana le quitó una hoja marrón que tenía en su cabello desordenado.
—El animal que llegó a perseguirte no quería atacarte —explicó. «Es normal que reaccionara de esa manera al reconocer la gran diferencia de tamaño, sin embargo, si se hubiera detenido era probable que la aplastara accidentalmente. Esas bestias no tienen algún control de sus impulsos emocionales», pensó.
—Oh... Yo creí...
—Es bueno que corrieras —acotó el tema—. He cumplido con lo ofrecido tiempo atrás. Has conocido a la persona que te trajo a tu mundo y, por cómo te encuentras puedo suponer que estás satisfecha con el resultado.
La castaña sonrió ampliamente.
—¡Sí! ¡Gra--
Se detuvo cuando se percató de lo que quería hacer: abrazarla. Ella había estado en sus brazos antes de que Kioko se presentara. La guardiana redujo el dolor que se encontraba recibiendo y le trasmitió la protección que buscaba. Estar en ese lugar la hacía sentir bastante segura.
Se dio la vuelta y disimuló un poco antes de volver a su posición anterior.
—No demoramos quince minutos —dijo.
La guardiana asintió estando consciente de ese hecho. «Debió haber durado ese tiempo». No obstante, se alargó a una hora. ¿Cómo era eso posible? Diana conocía la respuesta, pero no iba a decirla con exactitud; la desviaría un poco.
—El Árbol te ha concedido algo más de tiempo.
—¿Él controla todo lo que habita en el bosque? ¿no es así?
La guardiana otra vez asintió con la cabeza sutilmente. Akko miró su entornó de reojo, y luego dirigió su mirada otra vez a ella. Estaba pensando en la conversación que había tenido con su madre y el consejo que le había dado con respecto a varías situaciones que le estaban pasando.
En ese día ella comprobó las palabras de su padre acerca de su amabilidad. Kioko era una persona bastante amable y amorosa al mismo tiempo, no obstante, conservaba un carácter y personalidad un poco parecidos a los de ella.
Akko estaba feliz de que pudiera heredar muchas cosas de su madre, aparte de su apariencia. La mujer no habló mucho de las sensaciones que sentía cuando estaba en su vientre, puesto que, no podía describirlas bien. Pero sabía que había algo más allá de lo que conocían la mayoría de las personas.
Quería descubrirlo, sin embargo, en su estado no era recomendable y tampoco Johan la hubiera dejado explorar de esa forma. Ella aclaró que tuvo ciertas visiones al pasar el tiempo de cómo sería, y qué vida tendría. La joven se impresionó al escuchar aquel dato. ¿Acaso su madre podía ver el futuro? La respuesta era no. No del todo.
La guardiana tenía una explicación detallada de aquello, mas no obstante, no pensaba decirla, pero, gracias a la traída temporal de Kioko se había relevado y asegurado algo más. E incluso, de haber complacido más el corazón de la única humana que podía entrar al bosque.
Akko suspiró levemente encantada de los ojos azules que la miraban con neutralidad. Había un pequeño brillo en ellos que los hacían más hermosos. Sus mejillas se ruborizaron en el momento que su corazón empezó a latir de manera sutil, pero cálido. Lentamente sus labios se separaron y su respiración poco a poco era más despaciosa.
Sonrió al percatarse de su estado y agachó la cabeza para luego volver a verla con sus manos juntas al frente.
—Yo... —habló rompiendo el silencio—. Agradezco lo que has hecho. En verdad. Nunca imaginé poder verla hasta que... me lo ofreciste. Es increíble lo que la magia del bosque puede llegar a hacer.
—En otros mundos es posible realizar el hechizo, sin embargo, se necesita de mucha energía mágica y trae consigo algunas consecuencias.
—Tú puedes decidir quien sale y entra del bosque, ¿verdad?
—Es correcto.
—Verás... ¿A mi padre no le gustas? Simplemente por desaparecer tres días y no volver contigo. Ellos creen que me escapé para ver a mi pareja. ¡Y sé que no lo somos! —comentó con intenciones de no hacerla sentir incomoda—. No te preocupes. Es sólo que... sí hay una posibilidad de que puedas... presentarte a él, me gustaría que pasara.
Levemente el ceño de la guardiana se frunció.
—¡Lo malo! —continuó—. Es que tendrías que cambiar tu apariencia. Ya sabes, ¿Parecerte más a un chico? ¡No pienses que no me gustas siendo una chica! ¡Me gustas como eres, en verdad! Es s-sólo q-que--
—Bajo ninguna circunstancia abandonaré el bosque para ir a tu mundo —dijo interrumpiéndola. Akko la miró con sorpresa y tristeza, sin embargo, asintió comprendiendo inmediatamente; no obstante, tuvo una suposición que la hizo hablar otra vez de ese tema.
—¿Qué pasaría si un espíritu--
—Los espíritus atacan solamente a los mundos que poseen magia. En cambio, en el tuyo no existe —aclaró con firmeza.
«¿No existe?», repitió en su cabeza confundida. «Si no existe, ¿Cómo es que mi madre...? No tiene sentido», se dijo, pero no indagó mucho. Al menos había intentado que la guardiana saliera del bosque para presentarse a su padre, aunque, no eran pareja y no tenía motivos más importantes o relevantes para hacerlo.
Akko suspiró entendiendo que lo pedido había sido totalmente absurdo, pero aun así no podía evitar sentir leves punzadas en su corazón. «Es verdad». Pese a que no quería admitirlo. «Ella no es mi novia». Y ahora dudaba mucho que llegaran a hacerlo algún día.
—La invasión... —habló, pero fue nuevamente interrumpida.
—No pienso ayudar a los de tu raza.
La joven frunció su ceño y bajó la cabeza. Toda pisca de amor y felicidad que había sentido previamente, desapareció en ese instante.
—Sí... Gracias por... aclararlo. De nuevo —acotó.
«No tengo oportunidad». Se sentía tonta en confiar en las palabras de su madre. La guardiana posiblemente sólo la viera como un juguete de entretenimiento. Era probable que se aburriera estando sola en un bosque por tanto tiempo. E incluyendo que la consideraba débil, por sólo ser humana. «Algo inservible», se dijo una vez más, para después mirar su bolso y recordar el libro que llevó consigo.
Ella sonrió tristemente. «No funcionará». Era impensable como algunas veces llegaba a sentirse motivada e inspirada a intentar conseguir más del afecto de la guardiana. Y otras... sólo aceptaba las realidades de las cosas. Akko sabía que en esos primeros momentos se estaba dejando guiar por el sentimiento de su corazón, y en los otros utilizaba su cabeza.
—Tengo dos preguntas que hacerte antes de que llegues a retirarte —dijo captando enseguida su atención. La guardiana se inclinó levemente para estar un poco a su altura y cercanía—. ¿Qué sientes realmente por mí, Atsuko? ¿En verdad estás enamorada de la magia?
Sus parpados se abrieron en grande y su corazón empezó a bombear con fuerza su sangre. No lo esperaba. Ella no esperaba que la guardiana le preguntará acerca de sus sentimientos. Sintió miedo. Y muchos nervios se presentaron.
—Y-yo... A-ah... —No sabía que decir y sus manos empezaron a temblar. Seguidamente sus parpados llegaron a cerrarse con fuerza. «Piensa, piensa, piensa».
Diana observó con normalidad su reacción y se aproximó para tomar su mano con delicadeza. Sin embargo, su acción sólo había causado que la joven se intimidara más; no obstante, al pasar los segundos en esa posición en completo silencio empezó a respirar y calmarse.
Al notar que su cuerpo se encontraba más relajado posó una de sus manos en la cintura y la otra en su mejilla incitándola a verla. Akko agradeció el contacto, pero por dentro sentía que le iba a dar un infarto. Sentir la mano de la guardiana en esa zona hacía que su cuerpo estuviera algo frio y nervioso, pero su miedo se redujo casi por completo.
Lo que ella entendía que la guardiana trataba de trasmitirle, era que a pesar de lo que dijera su respuesta no afectaría. Sin embargo, Akko estaba segura que sucedería algo malo si llegaba a declarar por completo sus sentimientos. No quería perderla y actuó en base a su corazón y pensamientos.
Su cabeza se movió ligeramente acariciando su mejilla contra su palma, para después verla con sus mejillas ruborizadas.
—Te quiero —susurró en un tono audible y sus manos llegaron a posicionarse en sus hombros arrugando levemente la prenda blanquecina—. Amo la magia. —Exhaló encantada y observó sus labios unos segundos, para luego regresar a ver los ojos azules que tanto le encantaban—. Lo amo tanto —concluyó apegando más de manera impulsiva e inconsciente su cuerpo al ajeno.
Su rostro lentamente se empezaba a acercar y su deseo fue incrementando cada vez más, sin embargo, al notarlo se desvió suavemente apoyando su mentón en el hombro de la guardiana. Tragó pesado y respiró profundo sintiéndose de nuevo nerviosa y temerosa al pensar en lo que estuvo a punto de hacer. Ella por poco la besaba.
Los sentimientos se hacían cada vez más fuerte y temió por no poder controlarlos después.
Sus ojos se cerraron y su ceño se frunció en confusión. Instintivamente su rostro se ocultó en el espacio libre de su cuello. Las manos de la guardiana habían empezado a acariciar levemente su cintura a un ritmo bastante sutil y cariñoso de arriba hacia abajo. Sus dedos se deslizaron con agilidad y un suspiró escapó de sus labios reaccionando a sus acciones.
Lentamente las manos ajenas comenzaron a acercar más sus caderas hasta no haber más espacio y Akko juró en ese momento que el calor incrementó de manera abrupta, pero encantadora a la vez.
La prenda de la guardiana se arrugó con fuerza y el respirar de la castaña empezaba a acelerarse.
No tardó en tomar distancia para verla directamente a los ojos descubriendo que su expresión no había cambiado para nada. Diana la miraba de la misma forma.
—T-tengo que regresar —soltó zafándose con suavidad del agarre hasta quedar a una distancia considerable para su corazón; parecía que le daría en verdad un infarto en ese día.
Estaba confundida. Verdaderamente desconcertada. No podía explicar lo que sentía y sintió. Sus mejillas se encontraban fuertemente sonrojadas mientras intentaba encontrarle sentido a lo ocurrido con su mirada clavada en el suelo.
—V-vendré d-después —dijo e inició su andar hacia la salida del bosque.
Diana la observó retirarse y se adentró con naturalidad a su hogar luego de que la perdió de vista. Akko, en cambio, tenía un completo desastre emocional. «¡¿Qué acaba de pasar?! ¡¿Qué acaba de pasar?! ¡¿Qué acaba de pasar?!»
Al llegar a su hogar con su mente aún por las nubes, no se percató de las personas que se encontraban reunidas en el salón, hasta que una de ellas habló.
—Akko —llamó. La castaña volteó a verla con impresión—. ¿Estás bien?
—¡S-sí! ¡E-estoy bien! ¡T-todo está bien! —soltó nerviosa con la mejor sonrisa que podía poner en ese momento.
Mary levantó una ceja no entendiendo su comportamiento, sin embargo, les mostró a las otras personas que estaban presentes. El agitado corazón de Akko empezó a calmarse sintiendo ahora confusión. ¿Qué hacía la señora Angelica, el padre de Sucy y la misma Sucy en su hogar?
El señor cargaba una bata blanca y unos lentes. Su cabello era morado y sus ojos iguales. Akko podía jurar que su amiga era casi una réplica de su padre, si no fuera porque era un hombre y estaba algo mayor. Posiblemente le llevaba unos años más a su progenitor, sin embargo, se veía en buen estado.
—Hola... —saludó extrañada, para luego mirar a su amiga de cabello purpura.
—Hasta que decides aparecer.
Akko frunció el ceño, no gustándole sus palabras.
—Está enfermo —soltó.
—¿Quien? —preguntó.
Mary: Tu padre. Angelica lo encontró en el suelo con fiebre alta. Ella acudió rápidamente al único doctor de este pueblo y henos aquí.
«¿Qué?» Eso había sido muy repentino. Hace una semana el señor se encontraba bien.
—¿C-cómo? Él me dijo q-que-- Iré a verlo —soltó decidida, pero la detuvo al instante.
Mary: No —negó—. No puedes.
—Es peligroso en este momento —habló el señor.
Angelica suspiró y se acercó colocando la mano derecha en su hombro. Akko la miró desconcertada de reojo. «¿Qué está pasando?» No era mucho de qué preocuparse. Una persona experta en medicinas estaba frente a sus ojos. Había solución para lo que ocurría.
—¿Cuántos días le tomara recuperarse? Puedo encargarme del trabajo mientras.
El señor, Mary y Angelica la miraron con lastima.
—Lo siento, pero está fuera de mis manos. En el estado que se encuentra, no hay algún remedio.
«¿Q-qué?» Ahora entendía el motivo de la acción de Sra. Angelica; ella sabía que su padre parecía encontrarse en un estado crítico.
«No...» De repente las palabras de la guardiana llegaron a su mente. «Los humanos son débiles». Sus ojos se cristalizaron y su corazón volvió a latir sin control, pero esta vez de desesperación y negación.
—Te quedarás conmigo mientras, Akko. No puedes... estar cerca de él —dijo Angelica.
Ella se separó mirándola con incredulidad. Todo estaba pasando demasiado rápido. Su mente no lograba procesarlo. Hace segundos atrás había tenido una experiencia que le causó confusión, pero felicidad a la vez. Y ahora no sabía cómo sentirse aparte de la inquietud.
Respiró y bajó la cabeza tratando de analizar lo escuchado. «¿Acaso...?» ¿Johan iba a morir?
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Fin del Cap. 50 (Reloj de arena)
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