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☪ 49 ☪

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"Kagari Kioko"

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Narradora Pov

Las bestias volaban y corrían con prisa. Grandes criaturas con un aspecto majestuoso para cualquier ojo humano escapaban de su habitad cuando éste empezó a consumirlos. La guardiana se encontraba entre ellos ayudando a ralentizar lo inevitable. Su expresión se encontraba neutral mientras soportaba el dolor que provocaba el hechizo en su cuerpo.

Otro lugar estaba falleciendo y la magia igualmente decaía. Diana estaba consciente de que el tiempo que necesitaba se agotaba, y debería actuar lo más pronto posible si quería salvar el bosque.

Claramente si el bosque desaparecía, los errores que había cometido también. Sin embargo, uno de ellos perduraría y no podía permitir que eso sucediera. Estábamos hablando de una catástrofe universal, pero temporal. De igual modo no podía aceptarlo.

Movió su mano derecha deteniendo el deterioro a su costado y salvando a más bestias que corrían en vez de volar. La magia se estaba agotando y ellos igualmente perdían sus fuerzas para mantener por mucho más tiempo su cuerpo en el aire.

Su mandíbula se tensó cuando una corriente verdaderamente dolorosa viajó por todo su lado izquierdo, mas sin embargo no deliró y se mantuvo firme. Al pasar los minutos el lugar colapsó y la guardiana observó, desde una distancia lejana, como se dividía en pedazos pequeños y grandes que caían al vacío.

Sus pies no tocaban el suelo, aunque en ese sitio, no existía uno. Sus manos se encontraban juntas detrás de la espalda y su expresión era de completa indiferencia, pero por dentro una ira e impotencia yacía.

Se tomó unos segundos para retirarse y procurar que ninguna de las grandes bestias resultara afectada. Los examinó desde arriba buscando algún síntoma o rastro, y cuando lo encontró no dudó en hacerlo levitar como ella.

El animal bufó y movió su cabeza de un lado a otro en disgusto de lo que comenzaba a sentir. Diana ladeó la cabeza y observó cómo su costado derecho se tornaba de un color negro con puntos blancos.

La bestia la miró entristecido y preocupado. La guardiana sabía que su manada lo esperaba mientras lo contemplaban desde abajo. Los animales hicieron un sonido de llamado parecido a un aullar. Diana los escuchó y los vio de reojo sin necesidad de mover un musculo.

La bestia aulló débilmente a la guardiana y sus ojos le empezaron a rogar. Demoró un segundo. Solamente un segundo el contacto visual que tuvieron, y sin titubear o moverse lo partió en dos manchando su prenda blanca de su sangre azul. Los pedazos de carne se deshicieron en el aire y una esfera de color celeste flotó frente a ella.

Sin ver a los demás animales que perdieron su hogar, se retiró a gran velocidad con intenciones de volver y buscarles después uno nuevo. Al llegar al gran Árbol, sepultó con ayuda de su magia la esfera en la tierra alimentándolo para así otorgarle un poco más de tiempo.

Escuchó unos pasos poco lejos del lugar, y luego un llamado. Diana cerró los ojos por un momento para pensar, y después apareció a un costado de la persona que esperaba su presencia. Akko se asustó por la repentina manifestación y la miró con sorpresa notando enseguida las manchas azules en su rostro y vestimenta.

—¿Qué es eso? —consultó intentando tocarlo.

—Es sangre —respondió sin vacilación.

—¿E-es tuya? ¿E-estás bien?

—No es mía —aclaró mirándola inexpresivamente como solía hacer.

La castaña tomó con nervios su bolsa.

—Otro desapareció...

—Es correcto —dijo tomando un poco de la sangre para examinarla.

—¿Por qué...? —Se calló. Dudaba mucho en hacer la pregunta.

Diana no le prestó atención. Sabía lo que diría y era obvio que no obtendría una respuesta. Seguidamente chasqueó sus dedos y quitó cualquiera mancha de su cuerpo y vestidura.

—¿Estás lista?

Akko asintió sin verla y jugó un poco con sus dedos.

—Verás... ha pasado algo en el pueblo. Una persona importante para mí... murió hace una semana. —Ella la miró con una expresión de ligera tristeza—. Aún me sigue afectando un poco, pero intento... aceptarlo.

—Considerar en continuar después de una perdida, es algo que normalmente la mayoría realiza —contestó sin más, causando que el gesto de la castaña cambiara a uno de confusión—. Sígueme —ordenó y empezó a caminar.

Akko agarró aire tratando de asimilar lo escuchado y sucedido. La guardiana no la había abrazado y ella esperaba que lo hiciera. En verdad, necesitaba de su calidez en ese momento, sin embargo, Diana había ignorado su sentir y deseo. Lo que no sabía, era que el ser mágico ante sus ojos no estaba de humor para ese tipo de cosas.

La pérdida de otro lugar importante del bosque la había afectado. Y sólo añoraba acabar rápidamente con lo ofrecido hace tiempo atrás. Por dentro sentía un remordimiento de sentimientos.

***

Las nítidas aguas con hojas de colores reflejaban los altos árboles. En el fondo había un animal descansando plácidamente encima de lo que era una roca que igualaba su tamaño. Akko lo observó con impresión y tuvo intenciones de sentir la frialdad del enorme y largo lago, sin embargo, no lo hizo por miedo a despertarlo y recibir un ataque imprevisto.

A su alrededor habían cosas realmente asombrosas que entregaban una tranquilidad increíble. La castaña juraba que, si llegara a dormir en el suave pasto de color verde que era movido por el sutil viento y tocado por un cálido sol, descansaría agradablemente con seguridad.

Algunos árboles tenían frutas y Diana tomó una de ellas con ayuda de su magia. Akko esperaba que hiciera algo más, pero simplemente la cargó consigo en su palma derecha en todo el camino.

Al llegar divisó las grandes columnas de tonalidades blancas y las mariposas de distintos colores volando en su entorno. El pasillo era largo y caminaba con un poco de timidez cerca de la guardiana que no le había dirigido la palabra desde que emprendieron ese pequeño viaje.

«¿Acaso está molesta?». Era probable, pero pensaría en cómo dispersar esa emoción. «¿Qué le gusta? Piensa. Piensa». ¿Qué le podría dar o hacer a la guardiana? Bueno, mucho que hacer no podía. Así que, esa opción la descartó enseguida. «¿Quizás... distrayéndola con un tema de conversación? ¡Sí! ¡Eso es!», pensó alegre.

—Sabes, la hijastra de la antigua dueña de la biblioteca me visitó hace cuatro días atrás y--

—Eres dueña del sitio —le interrumpió sin mirarla y detener su andar.

—Eh... Sí. —«Como lo sabía?», se dijo confundida.

—Análisis de la situación —contestó.

Akko la miró ligeramente sorprendida. Diana sintió su mirada y volvió a hablar.

—Su tiempo de vida humana llegó a su final, y su único familiar era esa persona. Por lo que sé, gracias a la información que me has entregado meses atrás. A ella le gusta crear. —Hizo una pequeña pausa—. Tomando en cuenta lo dicho previamente, la humana le otorgaría el lugar a la persona que fue la más cercana.

—Vaya... Bueno, pensaba dárselo a mi hermana, Lotte. No puedo cuidar de la biblioteca y ella no sabe manejar el trabajo familiar que mi padre construyó. Entonces... creo que es una buena opción.

Diana no respondió y detuvo sus pasos frente a una mediana fuente con una hermosa escultura de un enorme árbol. De cada hoja de éste salía una cantidad de agua que caía en la que se encontraba alrededor.

La guardiana lo observó y la castaña lo contempló. Era precioso y sobresaliente. Diana le extendió el fruto tomado con anterioridad.

—¿Debo... comerlo? ¿Para qué es? —preguntó agarrándolo.

—Para disminuir el dolor.

—¿É-el dolor? ¿Qué clase de dolor?

—Cuando una de las hojas sea colocada en la piel de tu antebrazo, el agua fluirá a través de tus venas en busca del recuerdo. Es necesario que digas interiormente lo que quieres ver.

—P-pero, te lo he dicho. No la recuerdo. No sé cómo es —explicó.

—Has recibido de su tacto —le recordó—. Es más que suficiente.

Akko tragó pesado y observó el fruto en sus dos manos. Tenía un aspecto bastante peculiar, pero delicioso. Le dio un mordiscó confiada de que tuviera un buen sabor, sin embargo, se arrepintió cuando su paladar lo saboreó. Ocultó sus labios con su mano y trató de no vomitar.

Seguidamente lo ingirió con fuerza y observó a la guardiana.

—Esto sabe...

—Dependiendo de cuánto comas sentirás menos dolor.

La castaña hizo una mueca.

—N-no me gusta... —murmuró.

—Si ese es el caso, ¿Podemos comenzar?

—¡N-no! —dijo ocultando el fruto con su cuerpo en el momento que Diana levantó su mano para hacerlo desaparecer.

Akko conocía aquel chasquido y la guardiana levantó ligeramente una ceja.

—L-lo comeré. Dame un segundo.

Ella asintió y dirigió su mirada a la escultura del árbol. A continuación, posicionó sus manos detrás de la espalda. Akko suspiró agarrando el valor necesario para llevar otro pedazo a su boca.

Al alcanzar a la mitad colocó una de sus manos en el estómago y le extendió el fruto a la guardiana sin verla; no podía más. Diana lo desapareció en un chasquido y tomó una de las hojas. Antes de que Akko llevará su mano libre con la otra, la detuvo tomando de su muñeca utilizando su magia y lo colocó en el antebrazo con cuidado.

El hechizo fue dicho y la hoja empezó a funcionarse con su piel hasta disiparse por completo. Diana la soltó cuando escuchó un quejido. La observó caer de rodillas mientras soportaba el dolor causado. Sus cejas se fruncieron tan tenuemente que, si alguien intentara notarlo, no podría.

Ella no se había acabado por completo el fruto, y lo que estaba sintiendo era sólo un pequeño porcentaje de lo que en verdad era.

Apoyó su rodilla derecha en el suelo y mantuvo la otra en el aire. Extendió su mano con intenciones de ayudarla. Akko la miró con pequeñas lágrimas en sus ojos y la tomó con esfuerzo. Logró ponerse de pie y el dolor fue disminuyendo con lentitud. El alivió que sintió hizo que su cuerpo se recostara en el de la guardiana, y que sus ojos se cerraran.

Diana la sostuvo y observó el remolino que se empezaba a formar. Akko abrió sus ojos cuando sintió una ligera brisa acariciar a su rostro y los amplió al observar a la persona que despaciosamente aparecía. Su cabello levitaba y movía al compás del aire.

Seguidamente de manera lenta sus parpados se abrieron mostrando unos hermosos ojos rubíes idénticos a los de ella; su cabello era castaño y cargaba una camisa manga larga blanca y una extensa falda de color marrón que cubría sus zapatos negros.

Akko arrugó con fuerza la prenda de la guardiana sintiéndose insegura y con miedo. Cuando las esferas de la mujer se posaron en ella, su corazón dio un vuelco. Ella la contempló de arriba a abajo y la esperó pacientemente.

Akko observó a Diana tomando un poco de distancia. Y ésta le asintió dándole la seguridad y el valor que necesitaba para acercarse.

—¿Mamá? —llamó dudosa.

La señora de cabello castaño y ojos rubíes, le sonrió con sutileza.

—Eres hermosa. —Ella rio y ocultó su boca y nariz con sus dos manos aguantando las ganas de llorar—. Eres preciosa —dijo y extendió sus brazos.

Akko vaciló y pensó en acceder o no, sin embargo, en el momento que su corazón latió con más fuerza por el deseo desesperado que empezó a surgir, corrió hacia sus brazos. El contacto la hizo suspirar.

—M-mamá... M-mamá... —susurró. Sus ojos se humedecieron y sus manos se aferraron más a su cuerpo. Era como si en verdad estuviera con vida—. ¿Enserio eres tú?

—Sí. S-sabía que algún día te conocería. —Sus labios chocaron contra la cabeza de la joven entregándole un sutil beso y su mano derecha acarició su cabello mientras la escucha contener su sollozar—. Estoy aquí, bebé. Estoy contigo, mi niña. Estás con mamá.

Y esas palabras fueron las ultimas gotas que derramó el vaso. Las lágrimas que contenía Akko comenzaron a deslizarse por sus mejillas sin control. El llanto no demoró en ser escuchado. La mujer miró a la guardiana que las observaba desde la distancia y murmuró un: "gracias" tenue mientras la abraza con fuerza.

El ser que habitaba y cuidada del bosque, asintió y desapareció en un parpadeo de ojo, dejándolas a solas.

—T-tengo tantas cosas que contarte. P-papá te extraña. Él te extraña mucho.

—Estoy segura de que lo hace —le aseguró y la distanció un poco para limpiar sus ojos y apartar un mechón de su cabello. Akko la miró mientras sus pulgares se deslizaban por sus mejillas.

—N-nunca pude conocerte. —Kioko hizo un gesto con ternura y tristeza—. Todos saben de ti, pero y-yo... Y-yo n-no...

—Shhh... —calmó y la volvió a atrapar en sus brazos—. Lo sé. Lamento no estar a tu lado; lamento no poder verte crecer. Pero cada segundo que estuviste conmigo, te amé. —Hizo una ligera pausa—. Estaba dispuesta a tomar el riesgo cuantas veces fuera necesario. —Ella la apretó levemente—. No me arrepiento de haberte tenido.

—Y-yo hubiera querido crecer contigo —dijo y tomó un poco más de espacio. La mano derecha de la mujer se posición en su mejilla y la acarició con dulzura.

—Oh, Akko. Estás destinada a hacer algo muy grande. Y confió en que tomarás la decisión correcta cuando llegue el momento.

La mencionada arrugó en confusión ligeramente su ceño.

—¿Cómo estás segura de...?

—También pude sentirlo —interrumpió.

—¿Qué cosa?

—El bosque.

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Fin del Cap. 49 (Kagari Kioko)

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