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☪ 47 ☪

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"Es complicado"

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Narradora Pov

—¿Eso es todo?

—Sí. Gracias por ayudarme —agradeció la Sra. Finnelan mientras despojaba su mantel y lo colocaba en un clavo firmemente puesto en la pared—. Muchas personas nuevas están llegando al pueblo. Era de esperarse que las ventas y el trabajo aumentaran.

—¿No ha pensado en tener algún ayudante?

—Sí. Lo he hecho, pero ninguno de los niños jóvenes se encuentra capacitado para elaborar mis hermosas creaciones. Conservo mi toque.

—¿El toque? —preguntó confundida.

—Es correcto. No muchos logran conseguirlo.

—¿A qué se refiere? ¿Qué es el toque?

La Sra. suspiró y se acercó lentamente a pasos seguros. Su cuerpo ya no era como el de antes y necesitaba tomar ciertos periodos de descanso cada vez que caminaba demasiado o se mantenía mucho de pie. Su cabello también había cambiado, casi por completo, a un color albino.

Akko pensaba que le quedaba de maravilla, pero se entristecía en pensar en el esfuerzo que estaba haciendo la señora. Ella no conocía mucho de su vida pasada y tampoco era como si le gustaba hablar de eso, sin embargo, tenía muchas dudas y deseaba conocer un poco más de la persona que se preocupó por su repentina ida.

—El toque puede significar muchas cosas. —Hizo una ligera pausa para agarrar algo de aire—. Pero es difícil mantenerlo. Mantener ese espíritu de felicidad y armonía.

«¿Felicidad y armonía?» ¿Enserio estaba hablando con la Sra. Finnelan? Parecía que la vejez le estaba empezando a afectar, pero, al menos era un poco más amable.

—Presta atención —regañó dándole con un duro palo de pan en la cabeza.

Akko se quejó encogiendo un poco el cuello. «Retiro lo pensado».

—¿Cómo se consigue?

—Pensando en algo que amas. Si haces las cosas con pasión y amor saldrán bien.

«¿Con pasión y amor?», se repitió extrañada. Su mente empezó a trabajar nuevamente recordando los momentos precisos en donde su cuerpo había actuado por sí solo, provocando que la guardiana frunciera levemente el ceño.

Habían pasado tres días desde su regreso y decidió permanecer un tiempo más en el pueblo para calmar el preocupado corazón de su amado padre y el de las demás personas que conocía.

Se dedicaría a ayudar. Y la primera en su lista, era la señora Finnelan. Luego pasaría al hogar de Chariot y por ahí mismo visitaría a la sorprendente mujer que era conocida como: la loca de los inventos. Akko no quería admitirlo, pero tenía ciertas esperanzas puestas en sus inventos ahora que era posible que sucediera una invasión a sus tierras.

—¿Usted se ha enamorado? —soltó inconscientemente recibiendo una mirada de sorpresa que la hizo ponerse nerviosa.

La Sra. se rio y prosiguió a agarrar unos guantes.

—Por supuesto —contestó con simpleza.

—¿C-como era él? —preguntó curiosa y tímida.

—Era alto. Poseía un cuerpo corpulento, ojos azules y una maravillosa sonrisa. Siempre cargaba consigo un broche que tenía dibujado un águila dorada.

—¿Era un caballero?

Ella asintió y observó los guantes con detenimiento. El horno estaba encendido elaborando una mejor apariencia a lo que era creado por las manos de la señora. Akko simplemente la había ayudado a mover algunas cajas de harina y limpiar un poco el lugar.

Quedaron en silencio unos pocos segundos que, para la castaña, parecieron minutos. Finnelan era una persona conservadora y, normalmente no le gustaba hablar de su vida personal, no obstante, la expresión curiosa de la joven hizo que tomara una decisión en ese corto tiempo.

—Murió —dijo sin titubeo y con una sonrisa tenue en sus labios—. Tengo dos hijos. Ninguna hija, aunque me hubiera gustado.

«Ninguna mujer...», repitió en su cabeza.

—¿Dónde están?

—No lo sé, pero espero que estén con vida.

Akko frunció su ceño no comprendiendo, pero se limitó a preguntar más. Dejó una de las cajas de harina encima de otra con sumo cuidado y sacudió sus manos dispersando el poco polvo blanco.

Era momento de retirarse, pero antes de abandonar el lugar miró por la ventana el brillante sol que demoraría un par de horas más en ocultarse.

En su mente rápidamente la imagen de la guardiana apareció, haciendo que levemente su ceño se volviera a fruncir. Estaba preocupada y deseaba ir a verla, pero había hecho un trato con ella misma y lo cumpliría sin dudar. «Es la guardiana», se recordó. «Ella estará bien», concluyó.

Akko pensaba que cuando volviera al bosque todo iba a estar en su lugar, o eso esperaba. Se encontraba consciente del daño que poseía, pero confiaba en el método que Diana tenía para resolverlo; sin embargo, a veces se le venía a la cabeza el motivo por el cual se demoraba tanto.

Suspiró y volvió a ver a la Sra. Finnelan despojando con cuidado la bandeja de pan del horno.

—He escuchado que tu padre hará una cena de celebración por su nieto.

—¿Nieto? —preguntó desconcertada.

Ella asintió sin quitar la sonrisa de sus labios.

—El hijo de tu hermana Amanda.

«¡¿Qué?! ¡Espera! ¡¡¡Es cierto!!!» Se había olvidado por completo del repentino embarazo.

—¿Y-ya nació?

Johan no le había comunicado nada.

—No lo sé. Pero esperemos que nazca con buena salud.

La Sra. Finnelan había dicho todo eso sin necesidad de mirarla. Ella estaba ocupada con sus creaciones recién hechas. Akko nerviosa asintió y dio pasos lentos hacia atrás.

—T-tengo que irme. Fue un placer ayudarla, Sra. Finnelan.

—Gracias por el ofrecimiento. Me ha servido de mucho.

Sin más que decir, Akko abandonó el lugar y caminó enseguida hacia su siguiente objetivo. No obstante, una peculiar mirada que se hallaba posada en su persona, captó su atención. Ella volteó e hizo un segundo de contacto visual con un joven de cabello castaño que antes era su mejor amigo. Ahora parecían unos totales desconocidos.

Andrew tenía sus razones para molestarse. Y, aunque Mary le hubiera dicho varias veces que sólo debía esperar a que el enojo se le pasara. Akko no estaba muy convencida de que eso sucediera. Ella lo conocía; lo conocía tan bien que podía hacerse una idea de cuanto duraría ese "enojo".

«Quizás toda la vida», se dijo e hizo una mueca de desagrado en sus labios. Ella había escogido a su "enamorado" por encima de él. Y eso que el joven había estado más años a su lado. Tal vez la situación parecía un poco exagerada, sin embargo, siempre recordaba lo expuesto que estuvo y las miradas que lo veían.

Ella suspiró y empezó a caminar con tranquilidad. «Lo hecho, hecho está». Observó a su alrededor saludando a las personas que la miraban con curiosidad y murmuraban cosas a sus espaldas. No se inmutó por tales acciones y continuó su andar sin preocupaciones.

A punto de llegar a la casa de una de las amigas adultas que había hecho, su mejor amiga la detuvo a medio camino.

—¡Hey! Lamento no ir a visitarte en estos días. Estoy castigada —dijo desconcertada de que en verdad había recibido un castigo—. Es... extraño.

—¿Por qué?

Mary se ruborizó avergonzada.

—Tengo tu edad y... me es... incomodo que me castiguen siendo ya una persona "madura".

Akko levantó una ceja.

—Tomaré eso como una broma.

—¿Qué? No es una broma. ¡Estoy avergonzada!

El señor Johan amablemente conversó con Angelica y le pidió que hablara con su hija respecto al mal consejo que le había dado a la suya.

—Además —siguió—. ¿Por qué seguiste mi consejo?

—¿Por qué me lo dijiste en primer lugar? —contestó con burla.

La peli-azul infló sus cachetes y exhaló con fuerza dándose por vencida.

—Bien. Tuve suerte que me dejaran salir hoy.

—Hola, chicas. ¿Qué hacen?

—Hola, Barbara —saludó la castaña seguida de Mary.

Mary: Estamos hablando. Nada fuera de lo nor-- ¡Es cierto! ¡Ella lo sabe!

Barbara: ¿Quién sabe qué?

—Sí. ¿Quién sabe qué?

Mary frunció su cejo y agarró un poco de valor antes de decirlo.

Mary: Mi madre sabe que te gusta una... mujer.

—¡¿Qué?! —soltó abrumada e impactada. Su amiga peli-azul le tapó la boca con una de sus manos.

Mary: Shh... Silencio. Lamento habérselo dicho, ¿bien? Pero mi castigo se extendería a más de un mes de no ser por eso.

Barbara: ¿Te gusta una mujer? —consultó impresionada—. Había pensado que era un hombre.

Akko y Mary se miraron entre sí, y luego se la llevaron a rastras a un lugar más privado. Barbara sobó sus dos muñecas con leve molestia. Era cierto que no sabía del tema. Únicamente estaba consciente de que a su amiga peli-azul les atraían a las personas de su mismo sexo.

Barbara: Entonces... el misterioso chico es en realidad una mujer. Que sorpresa. El ego de Andrew será golpeado una vez más cuando se entere —comentó con diversión.

—No pasará.

Mary: No se enterará —aseguró.

Barbara: ¿Qué? —dijo arqueando una ceja—. Entonces... ¿Qué planeas? ¿Tenerla a escondidas para siempre?

—¿No...? No lo sé. Ni siquiera estamos en una relación —soltó causándole sorpresa a las dos presentes—. Oh no... —«Maldita sea». Se le había salido. Otra vez daba por asegurado que no sabía cuidarse las espaldas.

Mary: ¿No están saliendo? ¡¿Entonces que han hechos todos estos años?!

—¡Shhh...! Es complicado, ¿bien?

Mary: ¿Complicado? Para ti todo es complicado. Oh, Dios mío... —Acarició sus cienes tratando de dispersar su mal humor—. Al menos... ¿Al menos la has besado?

Akko se sobresaltó y sonrojó sutilmente por la repentina pregunta.

—¡Por supuesto que no!

Barbara: ¿Has tenido relaciones con ella?

Su sonrojes aumentó indescriptiblemente. «¡¡¡Dios!!!» Su corazón bombeaba con rapidez, y con sus dos manos trató de ocultar su vergüenza.

Barbara: ¿Eso es un sí?

—¡No! No me he acostado con e-- él —corrigió por miedo ser escuchar por alguien más.

«La guardiana es un ser puro. A ella no le vendría eso a la cabeza, ¿verdad?», pensó tratando de hallar la respuesta a su pregunta. Ni siquiera la había besado y dudaba mucho que sucediera. A penas recibía un poco de su calidez y tacto, pero nada más.

Si le tomó tanto tiempo en conseguir eso último, ¿Cuánto le tardaría en llegar a ese punto? «Probablemente a los cuarenta», se contestó disgustada. No le agradaba pensar en esperar tanto para conseguir algo de afecto de la guardiana. «Ella puede vivir muchos años, pero yo no».

Mary: ¿Puedo ir cuando vayas a verla otra vez? Me gustaría conocerla y ver si en verdad vale la pena para que te aguantes tanto.

Barbara: Dudo que sea una Diosa, pero si te encuentras tan enamorada de ella es probable que la veas así.

Literalmente, Diana, era una especie de Dios. Ellas no lo sabían y Akko no se los diría.

—¡Tengo que irme! —exclamó y caminó con prisa hacia la salida de aquel pequeño callejón.

Mary: ¡Hey, espera! —gritó, pero su amiga hizo caso nulo.

La peli-azul suspiró profundamente y negó con su cabeza antes de ver por donde se había ido. «¿Qué clase de persona te hace esperar tanto?», se preguntó. Ella no lo entendía y tenía muchas preguntas al respecto.

***

—¡Estoy ocupada tratando de salvar a miles de vidas! ¡No estoy interesada en tu estúpida biblioteca! —escuchó decir de una voz conocida.

Akko se encontraba ingresando tranquilamente al lugar, hasta que, escuchó los gritos. Ella había ido primero hacia el hogar de la pelirroja, pero al no encontrarla se dirigió a la casa de la vecina quien tampoco estaba.

Su última parada en ese día era la biblioteca para ayudar a la Sra. Holbrooke en cualquiera actividad que tuviera pendiente. De paso, era probable que tomara prestado algunos libros.

La castaña deseaba tirarle una pequeña y sutil indirecta a la guardiana con un libro en específico. Aunque anteriormente lo había intentado y no obtuvo algún resultado, era lo único que le sacaba un tema de conversación con respecto al amor.

Sin embargo, la descripción de amor de Diana no le gustaba del todo. Era como si nunca hubiera sentido amor, no obstante, parecía que con ella era diferente. De algo estaba segura: la guardiana la quería. Al menos un poco.

—¡Esos bastardos pagarán por lo que hicieron!

Y con prisa, una mujer de cabello morado pasó a su costado sin notarla. Parecía demasiado enojada y centrada en sus propios pensamientos. Akko dudó si continuar en ese lugar, pero se decidió en cumplir su última tarea del día.

En tres días más tenía planeado hablar con la pelirroja y sus amigos, e incluyendo ver el progreso de las creaciones de Croix. Entre esos días ayudaría a su padre en el cultivo de nuevas plantas, para después prepararse mentalmente y emocionalmente para ir al bosque.

Ella estaba consciente de lo que le esperaba. Ver a su progenitora era algo que, probablemente, le chocaría, puesto que, no conservaba ningún recuerdo de ella. Ni siquiera la había conocido en primer lugar. «¿Cómo será?», se preguntaba. «¿Cómo reaccionará al verme? ¿Me reconocerá?»

¿La magia era tan poderosa para guardar todos los recuerdos de una persona fallecida? La respuesta era sí. El bosque y otros pocos mundos tenían la capacidad de conservar un alma con memorias pasadas y momentos presentes. Lo que quería decir que la persona con quien hablaría estaría consciente de quien tendría ante sus ojos.

—¿Hola...? —llamó audiblemente buscando a la dueña.

Una vez que la encontró se acercó a pasos tranquilos sin ser notada. Akko se extrañó y la observó detenidamente. Luego ubicó su mirada a lo que veía la señora. Galletas recién horneadas y dos tazas de té. Ella estaba segura que no lo había hecho por su repentina visita, sin embargo, sintió lastima al recordar la situación vista y poco escuchada previamente.

Croix no había tocado ninguna. Y tampoco había bebido del té.

—Buenas tardes, Sra. Holbrooke —saludó animadamente, causándole un susto que casi le provoca un infarto—. ¡Lo siento, lo siento! —dijo tomándola del brazo derecho.

La Sra. era un completo adulto en sus años de vejez. A veces la castaña se entristecía al pensar que no le quedaba mucho tiempo en el mundo, pero mientras intentaría pasar y disfrutar todo el tiempo posible a su lado.

—¿Está bien?

Holbrooke respiró y volteó a verla temblando ligeramente; su leve temor se debía a su débil cuerpo.

—Estoy bien —contestó palmeando la mano de la joven—. Siempre es un gusto verte.

—Lo mismo digo.

—Has crecido tanto. —Se rio sutilmente—. Aún recuerdo cuando eras una niña.

Akko le sonrió y tomó asiento en el sofá frente a ella.

—La acompañaré en esta tarde. ¿Tiene algún trabajo que pueda darme?

Ella rio en agradecimiento y negó suavemente con su arrugada mano.

—Me has alegrado el día con tan sólo venir.

Akko sonrió complacida y tomó una de las galletas. Ella tenía curiosidad acerca de lo sucedido, pero no iba a preguntar. Claramente era algo que no la incluía.

Una sonrisa llena de nostalgia se dibujó en el rostro de la señora. Frente a sus ojos apareció la castaña con tan sólo cinco años de edad. «¿Podría terminar su historia de ayer? La escucharé», dijo una pequeña y dulce voz en su cabeza.

Ella suspiró recordando con cariño aquellos momentos.

—¿Quiere contarme alguna historia?

Sorprendida posó su mirada en los ojos rubíes que la miraban con atención. En su comisura conservaba migajas de galletas. La Sra. rio ligeramente y recostó por completo su espalda.

—Ya no tengo más historias que contarte. —Ella agarró aire sintiéndose verdaderamente cansada—. Es momento de que tú empieces a crear una.

—¿Crearla? ¿Y de qué hablaré?

—Tu vida apenas comienza, Akko. Pronto descubrirás algo que algún día contarás.

Sus parpados se cerraron lentamente y sus labios dibujaron una sonrisa. Akko supuso que descansaría y no dudaría en retirarse cuando acabara con las galletas y el té. Sin embargo, lo que no sabía era que en ese día sería las ultimas vez que escucharía a la Sra. Holbrooke.

Su tiempo, había llegado.

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Fin del Cap. 47 (Es complicado)

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