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☪ 44 ☪

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"Hermosa calidez"

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Narradora Pov

Había sucedido. Lo que tanto añoraba ocurrió en esa noche que se escapó para ir a verla. La calidez de la guardiana era mucho mejor de lo que imaginó unas incontables veces. Cuando llegó a su hogar lo único que pudo pensar era en ese sentimiento provocado por su acción. Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras abrazaba con fuerza su almohada.

Diana en verdad la traía enamorada. Y ella estaba consciente de ese gran dato. «Cada vez más cerca...», pensó en ese momento que no podía conciliar el sueño. Al día siguiente tenía que ayudar a Johan con el negocio familiar, sin embargo, deseaba permanecer un poco más despierta para recordar muchas veces más lo ocurrido.

Y sin percatarse se había hecho de día. No se arrepentía, puesto que, sus energías eran tan altas que deseaba utilizarla todas. Estaba muy contenta, pero no lo iba a demostrar. Ella intentaría ocultarlo y más de su señor padre debido a la conversación que habían tenido el día anterior.

Si llegara a ver algo diferente en su persona, era probable que la atacara con preguntas que no deseaba responder.

Se preparó dándose una ducha rápida en la parte trasera del hogar y se alistó en el mismo sitió cuando acabó. Antes de salir del pequeño lugar que su progenitor había hecho, respiró hondo y colocó su mejor expresión neutra.

El desayuno fue levemente incomodo. Johan le preguntó cómo estaba y Akko levantó sus hombros en respuesta. Lotte miraba la situación con curiosidad mientras ingería sus alimentos y el padre de las dos chicas mencionó la venida de su hermana Bertha, e incluyendo lo que haría ella por ofrecimiento de la rubia.

Akko se sorprendió ligeramente ante la noticia. ¿Lotte se había ofrecido como voluntaria para ayudar a su tía en el trabajo, aparte de recibir sus enseñanzas? «¿Qué le picó?», se dijo confundida, pero ignoró el dato tan rápido como pudo.

Su hermana no iba a estar en casa los próximos cinco meses y eso sólo significaba algo: Johan la presionaría constantemente. Sin embargo, debía admitir que no haría la diferencia sin Lotte en el hogar, debido a que la joven era invisible cuando estaba. Muy poco la veía y rara vez le dirigía la palabra.

Al acabar limpió los platos como de costumbre y luego se preparó para ayudar en los cultivos. En ese día recogería los tomates, el maíz, los pepinos y demás que estuvieran hechos, para después limpiarlos y ponerlos en unas cajas que irían a la tienda.

Su sombrero de campesino y su vestido suelto y largo le ayudaba a cubrirse del radiante sol. La canasta, que tenía colgando de su antebrazo izquierdo, se encontraba casi llena y no tardaría en regresar para vaciarla. En ese momento sólo pensaba en lo suave y cálido que se había sentido el cuerpo de la persona que amaba.

Ella miró atentamente el tomate en su mano derecha con una sonrisa curva en sus labios acompañado de un sutil rubor en sus mejillas. Deseaba mucho regresar para recrear ese momento nuevamente.

Su expresión cayó en cuestión de segundos al escuchar los pasos de Johan aproximándose. Agradecía que el sombrero le ocultara un poco el rostro.

—¿Cómo vas? —le consultó inclinándose un poco para verla. Akko bajó la cabeza evitando que eso sucediera.

—Normal —le contestó.

—¿No tienes alguna pregunta?

—No.

Su padre suspiró profundamente y se arregló el sombrero.

—Akko, sobre lo de ayer... Lamento no--

—Si tus disculpas vienen con un: no puedo dejarte salir porque no confío en ti. Entonces, por favor, no lo digas.

—Confío en ti. Sólo que no confío en esas personas.

—¿Hablas de las que has convivido por años en este pueblo?

—Sabes que hay muchas personas nuevas y antiguas que no conozco.

—Mantenerme encerrada no es la solución —soltó y pasó a su lado. Johan no la detuvo, dejándola ir.

Al encontrarse otra vez en la parte trasera de su hogar, dejó la canasta cerca del grifo de bronce donde limpiaba las frutas. Seguidamente quitó el sudor de su frente con ayuda de su antebrazo.

—¡Hey, Akko! —exclamó, detrás de su espalda, una voz que reconoció al instante.

La mencionada giró a verlo con una sonrisa sutil.

—Hola, Andrew. —El chico se acercó con confianza—. ¿Alguna nueva novedad?

—Pocas. ¿Quieres que te ayude?

—Puedo hacerlo —contestó con seguridad y tomó asiento a un costado para empezar.

—Déjame ayudarte —dijo sentándose en el otro tronco y agarrando uno de los tomates.

Akko no lo detuvo y sólo se dedicó a mirarlo de reojo.

—Entonces, ¿Cómo vas con el negocio de tu padre?

—De eso he venido a hablar.

—¿Sucedió algo malo? —preguntó con preocupación.

—No... Es sólo que... ahora me encargaré de hacer algunas entregas. Mi padre ha pensado en comprar uno de esos triciclos con ruedas para que sea más rápido, aunque le di la idea de conseguir un caballo y una carreta. Así podría cargar más cosas.

—¿A dónde irías?

—A los pueblos más cercanos. Esperemos que esa idea funcione.

Akko asintió. La verdad no parecía una mala idea el intentar comercializar de esa manera las cosas que hacía con sus propias manos. El señor Garrett era muy bueno elaborando porcelanas; sus diseños eran totalmente fascinantes y se alegraba que hubiera tenido un mayor número de ventas en ese año.

El pueblo iba cada vez más expandiéndose. Y nuevas personas se enteraban de lo ocurrido con el caballero, sin embargo, la castaña desconocía que la gente que conocía estaba limpiando su imagen mientras se encontraba encerrada por órdenes de su padre.

La Sra. Finnelan era una de las primordiales. Cada vez que le preguntaban por la chica que "asesinó" a un caballero, ella lo negaba y hablaba cosas hermosas y únicas de ella. Decía que: Akko era una persona encantadora y nunca le haría daño a nadie.

La Sra. Holbrooke era otra que ayudaba a arreglar la reputación de la joven. E incluyendo la Sra. Chariot e, increíblemente su vecina: la loca de los inventos. Los amigos de la castaña igualmente aportaban, sin embargo, lo harían más cuando pudiera salir. Ellos tenían la intención de demostrarles a todos que su amiga de veintitrés años, no era una amenaza.

***

Los días comenzaron a pasar lentamente y Akko intentaba de nuevo escapar de su hogar para ver a la guardiana, sin embargo, su señor padre se había quedado despierto en las noches elaborando unos papeles de posibles ideas que tenía para el negocio.

La señora Angelica lo visitó en uno de esos días y le aconsejó no trasnocharse, puesto que, la falta de sueño y el trabajo excesivo podía afectar su salud. Johan agradeció sus preocupaciones y la castaña rogaba que accediera. En verdad se moría de ganas de ir al bosque.

En ese día Johan se encargaría de llevar los cultivos recogidos al mercado, y Akko permanecería en el hogar para poner en práctica su talento culinario. Mary, Andrew, Barbara, Sucy y Constanze no demoraron en aparecer por la puerta.

—¡Buenas tardes! —exclamó animada la peli-azul—. Vaya, parece que llegué en un buen momento —dijo refiriéndose a lo que estaba haciendo su amiga—. ¿Qué es eso?

—¿Muffins?

—¿Esto es un Muffin? —consultó Sucy tomando uno de éstos para examinarlo con detalle—. Parece haberse quedado mucho tiempo en el sol.

—Estoy practicando —se excusó ofendida.

—¿Quieres que te ayude? —ofreció el castaño que era un experto creando dichos bocadillos.

Akko negó con la cabeza y se quitó los guantes.

—Quiero hacerlo por mi cuenta.

Mary: ¿Por qué? ¿Tienes planeado dárselo a alguien? —preguntó de manera divertida.

—Bueno... —Sus mejillas se sonrojaron. Su amiga no estaba del todo equivocada.

La guardiana no había salido de sus pensamientos y la acción que hizo tampoco había dejado en paz a su cuerpo. Ella añoraba poder abrazarla nuevamente y, al no tener nada que hacer en ese día pensó en llevarle una muestra de su aprecio, aunque dudaba un poco de su idea. Akko desconocía lo que ingería Diana o, al menos si lo hacía. Tal vez sólo estaba perdiendo el tiempo.

Barbara: Lo tienes otra vez —dijo y todos voltearon a verla con confusión. Ella tocó su propio cuello para dar a entender a lo que se refería.

La primera mirada que se posó en el hermoso collar con un dije de un zorro blanco, fue el del joven castaño que dibujó una expresión de tristeza en su rostro como respuesta. Akko no lo notó y, simplemente lo agarró con sutileza.

—O-oh... Sí... —murmuró audiblemente mientras lo acariciaba con sus dedos—. Lo he estado pensando y... creo que me combina bastante bien.

Andrew: ¿Por qué volviste a ponértelo? Ni siquiera lo has visto —soltó con enfado.

Akko lo observó con impresión y su amiga de cabello azul no demoró en entrar en cuenta de su repentina actitud.

Mary: Bueno, ella ha sido que le combina bastante bien —dijo poniéndose cerca de la castaña—. Además, es un simple collar —excusó tratando de disipar el pequeño ambiente que se estaba creando.

Andrew refunfuñó, cruzó sus brazos y desvió la mirada. El joven permaneció callado y Sucy pasó a un costado de él. Akko le dirigió la mirada saliendo de su sutil burbuja y se percató del leve humo que salía de la estufa. La castaña lo apagó y empezó a ordenar el desastre que tenía para dedicar el tiempo que le restaba a sus amigos.

Una vez que terminó, Constanze, le habló de los pocos avances que estaban teniendo con el "gran invento" de Croix: Mini Boy. Parecía que aquel artefacto con una apariencia extraña tomaría más tiempo para realizarse.

Barbara: ¿Y qué hay de lo que estás haciendo?

Constanze empezó a mover sus manos.

—Es necesario ponerlo a prueba para ver el resultado, pero aún no he encontrado un campo lejano para hacerlo. Croix se está encargando y, por el momento, permaneceré ayudando a mi papá en el negocio. Iré a verla dentro de tres días —tradujo Akko.

Sucy: Bueno, nos quedamos sin defensas. Estamos corriendo un gran peligro en este momento.

—¿Qué quieres decir?

Sucy: Que vamos a morir.

Mary: No sucederá si escapamos antes.

Sucy: ¿Te has puesto a reflexionar que, hay muchas personas que conoces que, posiblemente, se quedarán en este sitio? No todos tienen la oportunidad de irse y comenzar de nuevo. Muchos no pueden abandonar todo lo que han hecho por años.

Un suspiró profundo captó la atención de las demás.

Andrew: Sucy tiene razón. Aunque me gustaría acompañarlas no puedo. —Akko lo miró con sorpresa y él hizo contacto con sus bellos ojos rubíes—. Lamento decírtelo, pero no podré acompañarte. Mi padre ha establecido una junta con varios hombres del pueblo y muchos están dispuestos a luchar ante una posible amenaza.

Barbara: ¿E incluyéndote?

Andrew asintió con seguridad.

—No puedes quedarte —dijo Akko levantándose de golpe de su asiento. Ella estaba consciente del peligro que correría.

El joven frunció el ceño al notar nuevamente el collar en su cuello.

Andrew: ¿Y tú que piensas hacer? —soltó agresivamente poniéndose igualmente de pie.

Mary: Tranquilos —dijo, pero ellos no obedecieron.

—Hablaré con las personas. —Su mano se colocó en su pecho—. Ellos entenderán. Su vida corre peligro.

Andrew: No lo entiendes, Akko. No es simple. Muchas de estas personas no pueden abandonar todo lo que han hecho. Es como lo que dijo Sucy: no es fácil ir a otro pueblo y comenzar de nuevo. Las cosas no funcionan de esa manera.

—Pero tiene qué. ¿Entonces que harán? ¿Morir?

Andrew: Por supuesto que no, pero las cosas no pueden ser como tú quieres, Akko.

—¿Entonces que propones? ¿Qué me quede también?

Andrew: ¿Piensas abandonarnos?

El ceño de la castaña se apaciguó lentamente.

Andrew: ¿Eso es lo que piensas? ¿no? —Él bufó verdaderamente molesto—. Abandonarás a todas las personas que te apoyan y te irás con tu noviecito que nunca hemos visto.

Esta vez, Akko, llevó lentamente e inconscientemente su mano al collar. Ella no tardó en volver a ponerse a la defensiva.

—¿Por eso has estado molesto? ¡No pienso abandonarlos! ¡No quiero irme y deseo salvarlos! Hay un lugar en el cual pueden estar, pero... necesito... Necesito... —Sus palabras cesaron y su mirada cayó. Ella no podía darles la seguridad del bosque; no cuando la guardiana se negaba a recibirlos.

Andrew: ¿Qué? ¿Qué necesitas? —insistió—. Soy tu amigo, Akko. Hemos sido amigos durante mucho tiempo y nunca me... Nunca me contaste de él.

—No empieces... —murmuró, no teniendo ganas de discutir por lo mismo otra vez.

En ese momento Johan se había acercado debido al escándalo escuchado. Y, Angelica miró los costados del hogar al no recibir respuesta cuando tocó la puerta. Ella se dirigió al enorme huerto y no dudó en aproximarse a la parte trasera del hogar en busca del dueño del hogar.

Andrew: ¡Si no quieres irte, ¿Entonces que piensas hacer si tampoco puedes quedarte?!

—¡¿Cuál es tu problema?! —consultó exaltada.

Andrew: ¡Mi problema es que no eres capaz de decirme la verdad!

—¡No te lo dije porque desapareciste por más de dos años!

Andrew: ¡He vuelto!

—¡¿Y crees que las cosas no han cambiado?! ¡Eres mi amigo! ¡En serio te aprecio, Andrew! —«Por favor... no me hagas decírtelo», rogaba a sus adentros.

Andrew: ¡Eso no es verdad! ¡Lo único que has hecho es intentar... alejarme de tu vida! ¡No pienses en mentirme, lo he notado!

Akko apretó sus puños y se quitó el collar de un tirón. Sus amigos se impresionaron, y Johan que estaba dispuesto a acabar previamente con la discusión detuvo sus pasos. Se sorprendió segundos después al sentir un ligero rose de la persona que lo buscaba.

El collar acabó en el bolsillo de la castaña y su mirada se posó inmediatamente en las esferas verdes de su mejor amigo.

—¿Quieres la verdad?

Andrew: Por supuesto. Quiero que me digas por qué... —Tragó pesado e igualmente apretó sus puños sintiéndose nervioso—. ¿Por qué no me dejas intentarlo?

Akko sabía perfectamente a lo que se refería. Su ceño se frunció a un más.

—Akko... —llamó tímidamente su amiga peli-azul. Ella sabía que no era la manera correcta de decirlo. No cuando había un montón de emociones revoloteando por el aire.

—Mi corazón está apartado, Andrew. Amo a otra persona.

Andrew: Lo sé. Aunque intenté negar esos rumores de un posible interesado, lo descubrí después. Pero aun así... déjame intentarlo. —Dudosamente tomó su mano e intentó acercarse—. D-dame una oportunidad, por favor.

Akko se deshizo del agarre bruscamente y dio un paso hacia atrás sin apartar su mirada.

—Lo amo. —El chico la miró espantado—. Nunca he amado tanto a una persona en mi vida. —Sus ojos se cristalizaron y su expresión empezó a suavizarse—. Lo siento, Andrew. Lamento no habértelo dicho antes. —Ella sonrió forzosamente. «Estoy intentándolo. Los salvaré, lo prometo»—. No tienes alguna oportunidad. Y si debo escoger... —Nuevamente sus puños se cerraron con fuerza—. Lo escojo a él.

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Fin del Cap. 44 (Hermosa calidez)

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