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☪ 42 ☪

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"Idea equivocada"

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Narradora Pov

«¿Qué ha pasado...?» La sangre manchó sus zapatos y poco a poco fue convirtiéndose en un rio que, si no fuera porque estaba soñando, era muy probable que falleciera ahogada. De repente se levantó con la respiración agitada escuchando inevitablemente los gritos enojados de Johan en la planta de abajo.

Ella tragó pesado y se sentó en la cama percatándose de las gotas de sudor que bajaban por su frente. Con pesadez las quitó e intentó recomponerse. Tenía frio y sus manos temblaban. La castaña había visto a un hombre cometer suicidio frente a sus ojos. «Primero la mujer y ahora esto», pensó con temor y unas palabras de la guardiana aparecieron repentinamente en su mente.

«Apuesto que hay otras cosas más que no has visto aún. Debes prepararte mentalmente para recibirlas».

Su cabello fue desordenado por sus manos y su ceño se frunció. «No...» Lentamente su espalda cayó otra vez acostándose en la cama.

Los caballeros veían con terror y las personas igualmente tenían una expresión indescriptible. Ellas trataban de encontrarle sentido a lo sucedido, pero después de unos minutos algunos llegaron a una conclusión bastante descabellada.

«Bruja...», recordó. La habían llamado de esa forma, sin embargo, las personas que conocía salieron en su defensa. Las cosas se calmaron, pero los rumores de lo ocurrido empezaron a extenderse.

Anteriormente cuando salía de casa la miraban ahora de una manera que le disgustaba y enfadaba. En una de las ocasiones un balde de agua cayó sobre su cabeza empapándola por completo. Ella miró al causante y no hizo nada al respeto. Era un niño que creía en las palabras temerosas de sus padres.

«¡Largo de aquí!», exclamó el pequeño. Akko le sonrió tratando de calmar su malestar, no obstante, la sutil duda en el rostro del joven desapareció y, rápidamente se echó a correr. «¿Estás bien?», le había preguntado su mejor amigo. «Sí», contestó quitándose por completo el balde de la cabeza.

No era la primera vez que recibía y aguantaba las palabras asustadas de las personas que no conocía. «Entonces eso hacen...», se dijo mientras miraba las estrellas en un sitio que le encantaba compartir con su señor padre. «Algo desconocido. Algo fuera de lo que conocemos como normal».

A la gente no le gustaba las cosas que se encontrara fuera de su círculo de confort. Akko ahora estaba consciente de ello y pensaba mucho en sus actitudes. «¿Qué pasaría sí...?» ¿Conocieran un lugar donde existían criaturas que tenían un aspecto muy diferente? Era posible que intentaran deshacerse de ellos tirándolos a una hoguera.

En ese momento se acordó del pequeño animal con forma de armadillo que se acostó en sus piernas y se dejó acariciar por sus manos. Una sonrisa se dibujó en sus labios y su cabeza se apoyó en sus rodillas mientras disfrutaba del aire de la noche.

—Sabía que estarías aquí.

Akko se tomó su tiempo para responder.

—¿Aún sigues molesto?

—¿Contigo? No.

La castaña giró a verlo con leve sorpresa.

—Nunca estuve molesto contigo —aclaró con una sonrisa y tomó asiento a su lado.

—¿Entonces...?

—Estaba molesto con aquel hombre que se atrevió a tocar a mi hermosa hija —dijo y acarició su cabeza despreocupándola.

«Oh...» Ahora tenía sentido el comportamiento que había optado en esos tres días.

—Me tomó un tiempo admitirlo —continuó ganándose una mirada de confusión de su hija. Él levantó la cabeza observando las estrellas—. Pero, me alegro que esté muerto.

Akko se impactó no esperando esas palabras.

—No tengo idea de cómo sucedió exactamente. No estuve ahí, sin embargo, creeré cada palabra que me digas, Akko. —Giró a verla—. Así que, por favor... cuéntame que ocurrió.

En esa noche la castaña le especificó lo pedido y acabó la narrativa contando acerca de la conducta de las personas que desconocía, y que sabía que, no lograría conocer. Johan la escuchó con atención; interesado completamente.

—¿Él se quitó la vida solo?

Akko asintió con la mirada baja.

—Comprendo. Los caballeros que sirven a la realeza a veces toman acciones precipitadas debido al ego causado por su trabajo.

—¿Hay otros tipos caballeros?

Él asintió con una sonrisa.

—Los caballeros errantes o andantes. Quedan muy pocos de ellos y es extraño verlos.

—¿Qué hacen?

—Salvan a las personas a cambio de plata u oro. No sirven a ningún rey, pero lo harán temporalmente si se les otorga una misión y es bien pagada.

—¿Es cómo en los libros?

—Desconozco un poco los libros que lees, pero supongamos que es así.

Akko se permitió sonreír esta vez.

—Hablando de eso —siguió—. No he visto que hayas ido a buscar uno nuevo a la biblioteca. Es extraño verte ahora pasar por ese sitio.

«¡La biblioteca!» Era cierto. Tenía tiempo sin visitar aquel lugar. Su mente estaba tan ocupada que no lo había pensado. Probablemente la Sra. Holbrooke esperaba que apareciera algún día. Ahora se sentía apenada por no haber pasado a saludar.

—Iré... un después —dijo.

Johan asintió complacido.

—Acerca de lo otro, Akko. Las personas pueden actuar de esa manera cuando ven algo que desconocen y no tiene alguna explicación que les parezca lógica. Debido a eso, tampoco pueden aceptarlo o asimilarlo de una forma más... natural. —Él hizo una pequeña pausa—. No digo que los tengas que soportar, pero lo más recomendado para este caso sería ignorarlos. El tiempo hará que olviden lo ocurrido.

—¿Estás seguro? Parece que no podré ganarme la confianza de los otros como me lo dijiste.

—Bueno, puedes seguir con eso después. No es tan importante hacerse amigos de todos, pero si mantener una buena imagen de lo que verdaderamente eres. Recuerda: las cosas no estarán siempre a oscuras. Invariablemente habrá una luz tarde o temprano que nos ayude a avanzar. No dejes morir la esperanza que vive en nuestros corazones.

El señor se levantó y sacudió sus manos. La joven pensaba en sus palabras y se sentía internamente agradecida por recibirlas. Al momento de voltearse y dirigirse a su padre antes que desapareciera por la puerta trasera del hogar, lo escuchado la dejó anonadada.

¿Qué significaba que de ahora en adelante no iba a salir a ningún lugar?

***

Uno. Dos. Tres. Cuatro libros, había terminado. Como no tenía nada que realizar en ese día se dispuso a leer toda la tarde acabando otra de las historias de fantasía que le encantaban, sin embargo, no las estaba disfrutando. El ambiente era completamente diferente y no le gustaba leer dentro de su hogar, pero tampoco podía salir a otro sitio que le ayudara a sentirse más cómoda.

La casa tenía un enorme jardín que era utilizado para los cultivos. Y el otro patio no era nada chico, no obstante, no le resultaba para nada acogedor.

Suspiró y dejó caer su espalda en el sofá. Lentamente sus ojos se cerraron y cayó dormida en cuestión de pocos minutos. Hubiera dormido más de tres horas, sino fuera por su mejor amiga que llegó al hogar repentinamente y la despertó de una manera... no muy amigable.

Akko la miró con el ceño fruncido mientras se quitaba las ramas del cabello.

—¿Qué haces aquí?

—¿Acaso no puedo venir a ver a mi persona favorita?

—No soy tu persona favorita —le recordó.

—Eso es verdad, pero tenía ganas de verte.

—¿Sucedió algo con Barbara?

—¿Qué? No. Oye. —Mary se ofendió—. No vengo a verte sólo para hablar de ella.

En los últimos días lo había hecho. Nuevamente la castaña suspiró.

—Pareces aburrida.

—¿Cómo no estarlo?

—Y enojada.

—¿Cómo no estarlo? —repitió.

Ella también estaba molesta con la persona que había causado que la castigaran de esa manera. «¡Un mes!» Había pasado un largo mes donde no tuvo más que ayudar con el negocio familiar y hacer algunos que otros peluches con ayuda de la madre de Mary que se ofreció a enseñarle. Debía admitir que la señora era una buena maestra. Le caía bastante bien.

—No te desquites conmigo. Por cierto, Andrew ha estado preguntando por ti en nuestras reuniones. Pensamos en hacer la próxima en tu casa.

—¿Vendrán? —preguntó levemente asombrada. La siguiente sería el otro mes.

La joven peli-azul sonrió y asintió animada.

—Las juntas no son lo mismo sin ti. Nada es lo mismo sin ti —dijo conmoviendo el corazón de la castaña.

—Gracias... —murmuró.

—¿Alguna vez has pensado en escaparte de este lugar?

—No le des malos consejos, Mary —dijo Johan tomándola por sorpresa.

—¡N-no lo hago! —exclamó asustada.

El señor suspiró agotado y subió a la planta de arriba. Akko se rio y la miró con diversión.

—No lo he pensado y no me creo capaz de... hacerlo.

Mary levantó una ceja y se sentó a su lado.

—Mataste a un hombre y ahora no puedes... escapar de una simple casa —susurró lo último con miedo de ser escuchada.

—¡Yo no lo maté! —dijo indignada.

—Lo sé, era una broma. Pero has hecho más cosas que implican un mayor riesgo que... ese.

—Igualmente no lo haré. Preocupo mucho a mi padre como para causarle un susto de esa magnitud.

—¿Ni por ella?

—¿Ella?

—Ya sabes... tu interesada.

«Oh... Ella». Su ceño se frunció. Akko no quería ni pensar en la causante de lo ocurrido. Era más que obvio que la guardiana acabó con la vida de la persona que la lastimó en el rostro por "ofender" a su líder y sus compañeros; solamente estaba diciendo la verdad, sin embargo, era igualmente notorio que los responsables de previas acciones no iban a admitirlo.

Además, de que por las noches recordaba aquellas palabras que había pensado hace mucho tiempo atrás. «La guardiana no era capaz de matar a un humano, ¿verdad?» Y estaba más que equivocada. Dudó, pero aun así quería creer que no. Ella mató a alguien de su raza y deseaba saber la razón detrás de su acción.

—No me escaparé. Está decidido. Ella puede esperar.

Mary hizo una leve mueca no muy a gusta de sus palabras, no obstante, no quiso darle más vueltas y cambió el tema de conversación.

—¿Cómo vas con Cuchi segundo?

—¿Cuchi?

—El perro de peluche.

—Es un oso.

—Oh... Ja, ja, ja. —Rio nerviosa—. ¿Cómo vas con eso?

—¿Bien? No lo sé. Ni siquiera le he hecho las patas y está un poco deforme.

—Mi madre te ha explicado correctamente esa parte.

—Tu madre enseña muy bien, pero soy una pésima estudiante.

—O... tu cabeza está en otro lado. Debes concentrarte o no obtendrás el resultado que esperas.

—No espero ningún resultado positivo.

—¿De dónde viene esa negatividad? La Akko que conozco siempre intenta pensar positivo.

La mencionada suspiró.

—Estoy cansada. Estar... encerrada en este lugar, no me gusta.

—¿A quién sí?

—¿Andrew a los siete años?

Juntas rieron ligeramente recordando como el joven se le pasaba en su hogar distanciado de las personas mientras ayudaba a su señor padre. El señor Garrett Hanbridge lo tuvo que obligar a salir.

—Estás acostumbrada a estar afuera. Pronto tendrás un poco de aire.

—Díselo a mi padre. Parece no dejarme salir nunca.

—Tendrá que hacerlo si quiere que le presentes a tu pareja.

La castaña frunció el ceño.

—No lo voy a hacer.

—No es tarde para pensarlo. Él te quiere mucho y...

—No lo aceptará.

—Pregunto otra vez, ¿De dónde viene esa negatividad?

Akko refunfuñó y se puso de pies mirándola desde arriba.

—Las personas del pueblo me tienen miedo.

—No todas.

—¡Pero si la mayoría!

—¿Y a quien le importa? —dijo levándose igualmente del sofá.

—¡A mí! —exclamó causando que quedaran en silencio unos cortos segundos.

Mary cruzó sus brazos y arrugó su entrecejo.

—Me parece que, la que tiene miedo aquí, eres tú. —Suspiró—. No te gastes pensando en cómo te miran los demás. Concentrarte mejor en las personas que te miran de la misma manera después de lo ocurrido.

—No lo entiendes, Mary. He estado pensando en algunas palabras similares que me dijo mi padre y descubrí que, no quiero caerles bien a todos. Sin embargo, deseo hacer lo correcto sin importar como sean.

—¿Lo correcto? Me estás confundiendo.

Akko exhaló con fuerza y cerró sus puños. «¿Me creería?», se preguntó y la observó con inseguridad. «¿Me creerías...?», volvió a pensar. Mary la miraba con extrañes y poca paciencia. ¿Qué intentaba decirle?

Los labios de la castaña se separaron, pero volvieron a cerrarse. Seguidamente temblaron e hicieron una mueca en su boca. Ella no estaba segura de decirlo. No quería que la tomara por loca si le contaba su pequeño secreto.

Sus ojos rubíes estaban posados en los azules y, cuando consiguió la valentía necesaria quedó en un "verás" por un sentimiento repentino que hizo latir su corazón con prisa y causó que su cabeza se volteara bruscamente a donde provenía.

—¿Qué sucede? —le preguntó Mary.

Sus palpitaciones eran rápidas acompañada de un leve dolor lleno de angustia y miedo. E, inevitablemente sus manos temblaron. «La guardiana...», pensó. Algo estaba pasando en el bosque; algo bastantemente grave como para hacerla sentir de aquella manera.

Sus pies intentaron moverse, pero su cuerpo no respondió. Lentamente lágrimas se acumularon en sus ojos y su cabeza se agachó en resignación e impotencia. «Diana...»

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Fin del Cap. 42 (Idea equivocada)

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