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"Abre los ojos"
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Narradora Pov
Una pequeña campanilla sonó a su costado tomándola por sorpresa. Akko giró a verla con una expresión confusa.
—Some boys kiss me, some boys hug me. I think they're okay. —Ella sonrió—. If they don't give me proper credit, I just walk away. —Lentamente se movió a un costado cerca de la ropa firmemente colgada y tomó las que estaban secas, para luego dirigirse a pasos rítmicos donde se encontraba la canasta—. Cause we are living in a material world. And I am a material girl.
La castaña la miraba con impresión. La señora, madre de su mejor amiga Mary, le estaba cantando una canción para alegrarla. Ella había estado dos largos meses encerrada después de lo sucedido con el caballero. Akko sabía perfectamente quien era la culpable de aquel acontecimiento y quería reclamarle lo que había hecho, sin embargo, su señor padre no la dejaba salir de casa.
—Some boys romance, some boys slow dance. That's all right with me. —Ella abandonó la ropa y fue a buscar la otra, dedicándole en el transcurso una mirada divertida acompañada de un guiño de ojo—. Some boys try and some boys lie. But I don't let them play.
Akko sonrió ligeramente y sus amigos hicieron lo mismo. Ella no era la única que se encontraba en ese lugar. Andrew, Frank, Mary, Constanze y Barbara, la veían con emoción. La señora se había quedado en ese día para ayudar en algunos deberes del hogar. Johan le había dicho que no era necesario, pero ella insistió por la castaña.
El dueño llegó observando con alegría las intenciones de la mujer teniendo en su mano derecha unas tijeras de podar que era de una sola pieza hecha de bronce. La señora volteó a verlo y le dedicó una de sus maravillosas sonrisas con un leve rubor en sus mejillas.
—Cause they are living in a material world. And I am a material girl!
Akko, por supuesto, lo notó enseguida. Levantó una ceja cuando su padre simplemente hizo una leve reverencia con su sombrero y se retiró. Él parecía no haber prestado atención a la acción de la señora, sin embargo, ella no pareció afectada. Al contario, continuó cantando con esa hermosa voz que tenía.
La castaña se preguntó, después que acabara, si su amiga poseía el mismo talento. Su ceño se frunció cuando sus pensamientos dieron un vuelco y la imagen de la guardiana apareció. «Tú...», se dijo con clara molestia. Por su culpa no la dejaban salir del hogar donde se crio.
—Oh, vamos. Estabas contenta —dijo la señora sonriendo de manera agotada.
Akko levantó sorprendida la mirada, para luego volver a bajarla de manera arrepentida. Era cierto que en todo ese tiempo se la había pasado con aquella expresión de molestia y tristeza en su rostro.
Mary: Tal vez si jugamos algo pueda alegrarte.
La castaña giró a verla inexpresiva.
—No somos unas niñas. Tenemos veintitrés.
Mary: Nunca es tarde para divertirnos un poco —dijo poniéndose de pie.
Andrew: Ella tiene razón, pero, lastimosamente no puedo quedarme. Tengo que ayudar a mi padre. —Él palmeó dos veces su hombro—. Nos vemos luego.
Akko asintió sin mirarlo despidiéndolo de esa forma. Andrew no se conformó y se colocó al frente de sus ojos.
Andrew: Prometo hornearte unos panecillos y traértelos.
—No es necesario, Andrew —murmuró no teniendo ganas de empezar otra vez una "discusión" que acabaría él como victorioso.
Andrew: Lo haré de todas maneras.
El joven se inclinó y tomó su mano derecha. Akko levantó ligeramente la mirada y se apartó cuando encontró su rostro cerca del suyo. Andrew le sonrió y le depositó un beso en la mejilla, para después nuevamente despedirse y retirarse del lugar.
Sería poco decir la sorpresa que le causó la acción del castaño. Su mejor amigo nunca había cometido tal acto con su persona y era sorprendente el desagrado que le provocó. Ella sabía perfectamente porqué lo hacía y, aun así, no le había puesto un alto.
Mary miró igualmente con disgusto lo hecho por el joven y sus ojos lo dejaron de ver cuando desapareció por la puerta principal.
Frank: También tengo que irme —dijo con aburrimiento levantándose de las escaleras—. Hermosa canción, Sra. Angelica.
—Me alegro que haya sido de tu agrado —agradeció terminando de destender la ropa.
Constanze igualmente se despidió excusándose que tenía asuntos que terminar con la que apodaban: "la loca de los inventos". Akko utilizó la comunicación de señas para decirle unas simples palabras antes de que desapareciera de su vista. Ella quería saber más detalle de aquel Mini Boy que estaba creando dicha persona.
Mary: Tienes que decirle —insistió al ver que se encontraba con la única persona que conocía sobre su amorío con la mujer misteriosa.
Akko suspiró con cansancio.
—En este momento no quiero pensar en eso.
Mary: ¿Por qué estás molesta? Los caballeros ya no están en el pueblo.
—Ese hombre murió —le recordó.
Mary: Lo sabemos todos —aclaró—. Vimos lo que pasó y nadie sabe exactamente qué sucedió. Fue extraño que se quitara la vida él solo, pero... ¿Son cosas que pasan? No lo puedo decir con exactitud, pero--
—Entiendo lo que tratas de decir, Mary.
Barbara: Él se está aprovechando, Akko —dijo con sus brazos cruzados.
Las dos voltearon a verla con una mirada de extrañes. La mujer de cabello pelinegro hizo una seña con sus ojos al collar que no cargaba en su cuello. Akko inconscientemente llevó una mano a esa zona.
«Es cierto...», se recordó. Ella se lo quitó después de ese momento: no quería que algo como eso sucediera otra vez. El collar estaba guardado en un pequeño cofre de madera que había creado con sus propias manos gracias al tiempo libre que ahora tenía.
Akko bajó nuevamente la mirada analizando lo escuchado. Andrew se había puesto más atento a ella. En algunas circunstancias el joven le decía sutiles palabras acerca de su belleza, carisma y personalidad. A Akko le hubiera gustado cada una de ellas, si no fuera porque su corazón estaba ocupado por una hermosa mujer que vivía... en un bosque mágico.
Ella aceptó sus sentimientos hace mucho tiempo atrás, pero aún dudaba de que fueran correspondidos. La guardiana era una persona fría. Y nunca, en los primeros años que la vio, una sonrisa se había dibujado en sus labios.
«Diana...» Su corazón latió cálidamente. Akko todavía recordaba la sensación de sus manos tomando las suyas. «Eran frías», recordó y sonrió a sus adentros. «No. Espera». Su ceño se frunció. «Se supone que estoy molesta con ella».
—¿Acabas de recordar lo que te ha hecho enojar? —habló la señora mirándola desde arriba con una canasta de roba que cargaba con su mano derecha y apoyaba en sus caderas.
Akko levantó la cabeza y la observó sorprendiéndose nuevamente de la belleza natural de la señora. Angelica poseía unos tres años menos que su padre, pero se había conservado bastante bien. Todavía le impresionaba que la señora fuera alguien que le gustara las mujeres tanto como a los hombres, aunque no le parecía algo nuevo.
La castaña gustaba igualmente de los hombres; sentía una leve atracción. Sin embargo, una mujer llegó primero a su vida y se encantó sin necesidad de verla. Sus sentimientos se hicieron cada vez más fuerte y poco a poco pensaba que estaba avanzando, no obstante, lo que pasó no causó que su amor desapareciera, sino que, provocó que sus emociones explotaran.
«Ella mató a alguien, ¿Cuál era la razón para que lo hiciera?» Akko dudaba que fuera por ella. La guardiana no había demostrado acciones de preocupación previas como para que le hiciera pensar que era uno de los motivos. Sólo recordaba sus palabras acerca de lo necesario que era cuidarse a ella misma, llevándola a pensamientos egoístas.
Claro, Akko nunca le hizo caso. A ella le importaba sus amistades, conocidos y su familia. E igualmente, los desconocidos con buena actitud entraban en su lista.
—Qué remedio —murmuró la mujer—. El dulce de manzana debe haberse enfriado, ¿Quieren un poco?
«¿Dulce de manzana?», repitió y sus ánimos se subieron de repente, causando que su cuerpo reaccionara poniéndose de pie. Angelica sonrió con ternura.
—Debí haber empezado por eso.
—¡Akko, ¿puedes venir un minuto?! —exclamó Johan mientras miraba el pequeño orificio que había abierto en el fértil suelo.
La castaña exhaló con un poco de aburrimiento.
—¡Voy...!
—Te esperamos adentro. Por cierto. —La detuvo—. ¿Tu hermana va a querer también? ¿Está en su habitación? ¿verdad?
Akko levantó sus hombros.
—No la conozco lo suficiente como para saber si quiere o no, pero puedes intentar darle si deseas.
Angelica asintió con una sonrisa y Akko avisó que volvería en unos minutos. Al llegar a donde estaba su señor padre observó lo que estaba haciendo. Johan pasó con agotamiento su antebrazo por la frente.
—Tenemos un problema.
—¿Cuál es? —consultó mirando la tierra.
Su padre la miró con inseguridad y preocupación.
—La temporada. ¿Recuerda lo que sucede?
Akko observó el cielo y asintió con sus manos juntas detrás de su espalda.
—Necesito que estés conmigo en estos días.
Nuevamente la castaña asintió.
—Eso implica que estarás trabajando a mi lado —agregó.
Otra vez su hija asintió. Y él suspiró con resignación.
—¿Quién es el chico?
Akko lo volteó a ver con confusión.
—El chico que te gusta —aclaró—. Dudo que sea Andrew. Vi la expresión que pusiste cuando se fue.
La castaña se sonrojó sutilmente de la vergüenza.
—Tengo que hablar con él.
—Me alegro que lo consideres. Ya no eres una niña, Akko. Aunque ante mis ojos sigues siéndolo, no significa que en verdad lo seas. —Él hizo una pequeña pausa para recoger las tijeras del suelo—. Quiero saber de él.
—¿Por qué ahora el interés?
—He tenido el interés antes, sólo no quería presionarte en que me lo presentarás, pero... —Sus labios dibujaron una sutil mueca—. Has estado enojada en estos días.
—No es por él —mintió y desvió la mirada.
—¿Lo extrañas?
En eso no podía mentir. Ella sólo asintió levemente.
—¿Estás enojada conmigo?
Akko inclinó su cabeza dudosa. Era cierto que poseía una parte de su molestia. Ella quería reclamarle a la guardiana lo que había hecho y su padre no colaboró prohibiéndole salir del hogar.
—Estoy tratando de protegerte, Akko. Esos caballeros--
—Ya no están —le interrumpió—. El rey no ha dicho nada al respecto y ahora algunas personas me odian porque quedamos sin protección.
—Me dijiste que un reino lejano tiene la mirada a estas tierras. Si llegara el momento--
—Huiríamos —dijo con la mirada puesta en la tierra—. Me lo has dicho más de cinco veces en estos dos meses.
—He estado preparando... lo necesario. He hablado también con Angelica y los demás. No sabemos cuándo vaya a suceder y quiero tenerte conmigo hasta entonces.
Su ceño se frunció. «Una invasión...» Ellos se encontraban propensos a que caballeros ajenos invadieran sus tierras, y que, en el transcurso, violaran a las mujeres que estaban. Ella lo había arruinado o, mejor dicho, la guardiana lo había arruinado.
Johan intentó tomar un mechón de su cabello castaño, pero Akko se alejó sutilmente.
—Puedo cuidarme.
El entrecejo del señor se arrugó con suavidad.
—No quiero correr el riesgo. —Él suspiró—. No deseo que alguien te cause un daño. Eres hermosa, hija mía. Y como tu padre, es mi deber protegerte.
—Lo sé... —murmuró—. Pero en serio... necesito irme —dijo y se abrazó apretando ligeramente sus brazos.
—Akko.
—Necesito verlo.
Nuevamente el señor agarró aire y lo expulsó.
—Lo dije, no quiero correr el riesgo. Él lo entenderá.
—¡¿Y tú qué sabes?!
Silencio. Akko lentamente deshizo su ceño fruncido al entrar en cuenta de cómo lo había dicho.
—Lo siento.
Un minuto pasó para que volviera otra vez a hablarle y mirarle.
—Quien sea que sea ese rey, no nos ha abandonado. Seguimos pagando los impuestos de las tierras donde vivimos. La protección sólo se retiró.
—Lo sé, Akko. Pero aun así es algo grave.
—Estábamos bien antes que llegaran. No lo necesitamos. Tenemos a alguien mucho mejor.
Johan levantó una ceja.
—¿Quién?
¿Qué persona podía acudir a ayudar a los demás en una conquista de tierras? Akko no demoró en responder.
—Croix.
—¿Ella? —soltó exasperado.
—Sus inventos funcionan y está trabajando en más.
—No puedo fiarme de eso, Akko. Ni siquiera la conozco.
—Podrías hablarle un día, si quieres. He estado en... su cuarto de inventos y he visto lo que hace. Constanze también trabaja con ella y me mantiene al tanto.
Johan acarició su barbilla y pensó en sus palabras antes de mirarla con inseguridad.
—Puedo cuidarme —volvió a decir—. Iré y vendré rápido.
—No me gusta que te adentres sola en ese bosque —dijo y carraspeó un poco su garganta por una leve picazón.
—Antes no te importaba, ¿o sí?
—Eso era antes, Akko.
—Por favor.
«Lo necesito... Quiero hablar con ella». Johan dudó y pensó de nuevo en lo escuchado previamente y actualmente. No le gustaba la idea de perderla de vista después de todo lo que estaba sucediendo. Él había estado tranquilo durante esos dos meses que su hija permaneció segura.
Nuevamente sus ojos dudosos se posaron en los rubíes, y otra vez un aire fuertemente inhalado escapó de sus labios.
—No. Lo siento —dijo y pasó a su lado.
Akko tensó su mandíbula y apretó el agarré. Su mirada cayó al suelo húmedo y sus lágrimas de impotencia aparecieron. Sacudió su cabeza en negación tratando de dispersarlas y regresó con molestia al hogar.
Al ingresar la señora la esperaba sonriente con el dulce en un plato, pero se sorprendió al verla subir los escalones sin dirigirle la mirada o la palabra. Su expresión cambió a una de confusión y sus ojos se posaron en el hombre que entró al hogar.
—¿Qué sucedió?
Johan se apoyó en el marco de la puerta e inhaló y exhaló negando con la cabeza. Akko entró a su habitación y se encerró con enfado estrellando fuertemente la puerta. Su padre no confiaba en ella y estaba cansada de estar encerrada.
Su mirada furiosa viajó a un pequeño cofre que contenía un hermoso collar de un zorro blanco con una pupila de cristal de color azul. Dudó en tomarlo, pero al final lo hizo sacándolo con rapidez. A continuación, tomó asiento en el suelo de madera y lo observó atentamente con el ceño fruncido.
Permaneció unos minutos en esa posición, para después llevarlo a su pecho. «Iré a verte...», dijo decidida sintiéndose mal por las intenciones que tenía. «Y tú me protegerás».
El ojo de cristal, brilló levemente en sus manos.
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Fin del Cap. 41 (Abre los ojos)
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Este capítulo tiene un pequeño un video hecho y subido a mi cuenta personal de TikTok. ^^
(Enlace directo en mi perfil)
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