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☪ 38 ☪

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"Tu mayor miedo"

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Narradora Pov

Su padre suspiró y juntó sus manos.

—No salió bien.

—Puedo notarlo. En tu mirada —aclaró Akko mientras se sentaba a su lado—. ¿Qué dijo?

—Que no tenía derecho a decidir por ella. Tal vez no escogí las palabras adecuadas para decirle lo preocupado que me encuentro. Ella no sale de la habitación.

Akko miró el cielo estrellado y sonrió ligeramente.

—Tal vez... si lo hace.

Johan volteó a verla con una ceja levantada.

—Bueno... —continuó—, tiene una amiga.

—¿Quien?

—¿Barbara? —respondió confundida y giró a verlo—. ¿No la has visto aquí?

—¿Aquí? ¿En la casa?

La castaña asintió.

—No. Por supuesto que no. La última vez que la vi fue hace un año.

«¿Qué? Que extraño...»

—Esto es...

—Raro —acotó—. Ella me dijo específicamente que no deseaba hacer amigos. ¿Crees que esté planeando algo?

«¿Lotte? ¿Planeando algo?»

—¿Tienes algún presentimiento?

—Sí. Me has dicho que tiene una amiga y yo no la he visto salir de la casa.

—Estás ocupado trabajando, mientras me encuentro en el negocio.

—Es correcto, pero aun así me daría cuenta. Es probable que se escape por una parte de atrás, o haya abierto un hueco en la tierra. No lo sé. Es absurdo lo último, pero no lo descartaré de las posibilidades.

—¿Entonces revisarás debajo de la tierra? —le comentó con diversión.

Johan volteó a verla y le sonrió.

—Por supuesto que no. —Él suspiró—. Me ha llegado la carta de tu hermana, Amanda. Ha dicho que pronto podremos visitarla.

—¿Día?

—No lo dijo. Sólo... pronto.

Akko asintió y volvió a mirar las estrellas. En sus pensamientos recordaba la propuesta de la guardiana. Ella no lo había aceptado en el instante, le pidió tiempo para pensarlo.

—¿Qué crees que diría mamá si me viera?

Su padre la miró confundido y un poco impresionado.

—¿En este momento?

—Sí... —susurró.

—Bueno... puedo asegurarte que, estaría feliz de verte.

Akko volteó a verlo con una expresión de inseguridad.

—¿Enserio?

Johan le sonrió.

—Sí. Ella siempre estaría feliz de verte. Eres su hija; la que más se parece a ella —dijo colocando una de sus manos en la rodilla de Akko—. Si estuviera con vida, es posible que, a la edad que tienes, aún te cantaría canciones para dormir.

Akko se rio.

—¿Eso hacía?

—¿No te lo mencioné?

La castaña negó con su cabeza.

—Escuché un poco acerca de eso, pero de mi parte de mi tía Bertha. No fue mucho: ocurrió en el regaño que le dio a Lotte la primera vez que llegó.

Johan hizo memoria atrás.

—Cierto. Bueno, ¿Quieres hablar de sus canciones?

Akko nuevamente rio y negó con su cabeza.

—¿Qué le dirías si tuvieras la oportunidad de verla otra vez?

—Esa es... una difícil pregunta.

—¿Lo es?

—Sí. Habrían muchas cosas que me gustaría decirle. —Él rio y luego observó el cielo nocturno—. Probablemente que... la extraño. La extraño mucho.

La castaña lo miró con compasión y comprensión. «Trasmitiré ese mensaje por ti».

.

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Al día siguiente se preparó para ir al bosque mágico. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras se miraba en el espejo. Le había costado mucho escoger el atuendo que llevaría y el peinado que tendría. Al final optó por una camisa manga corta de color rosado; una falda blanca que le llegaba debajo de sus rodillas; y llevar el cabello suelto con su típico flequillo ocultando su frente.

Akko tenía planeado pasar por la biblioteca antes de desaparecer por cuatro o cinco horas. Deseaba llevarle unos libros a la guardiana que posiblemente le creara interés. Le era sorprendente que pudiera leerlos con tal rapidez que a veces deseaba hacerlo también, sin embargo, otras veces pensaba que era mejor disfrutar de la lectura y hacer que la mente tenga un disfrutable viaje.

Los viajes cortos no significaban mucho para ella.

Cuando entró a la biblioteca se topó con la Sra. Holbrook enseguida.

—Buenos tardes, Sra. Holbrook. ¿Ha recibido algo nuevo?

—Sí. Hace unos días encargué unos buenos libros que pueden ser de tu interés, Akko. ¿Cómo van las cosas en tu hogar? No has venido muy a menudo.

—El negocio de mi padre me mantiene ocupada.

—Me lo imagino. Ya no eres una niña —dijo caminando con lentitud hacia la nueva estantería donde estaban los libros—. La vida pasa... tan rápido. Cada vez me vuelvo más vieja y mi cuerpo está más cansado.

Y era la primera persona de mayor de edad que conocía. La Sra. Holbrook, la mayoría del tiempo se la pasaba en la biblioteca atendiendo a los nuevos niños con ansias de aprender. Ella disfrutaba mucho de la compañía y se alegraba por las nuevas mentes.

Era cierto que a veces tenía sus días triste e intentaba no pensar demasiado en la única persona que consideraba como su hija. Croix no la había visitado ninguna vez y, Holbrook, sabía las razones, sin embargo no quería recordarlas y esperaba pacientemente a que su hija la fuera a visitar.

—Me alegra verla con buena salud cada vez que vengo —dijo siguiéndole el paso.

Holbrook sonrió y le hizo entrega de tres libros.

—Estos temas siempre han sido de tu interés.

Akko los tomó y leyó los títulos. «Animales desconocidos. Fuentes del más allá. El dragón de cuatro ojos». La castaña hizo una ligera mueca. Ningún libro la convencía. Ella quería llevarle algo nuevo e interesante a la guardiana. Se acercó al librero y examinó los otros libros. «La primera guerra. El amor naciente. Aguas tranquilas. El fruto del amor». Akko agarró el tercero. «Tal vez este funcione. Como una indirecta», se dijo ruborizándose sin intenciones de hacerlo.

La Sra. Holbrook la miraba atentamente con una sonrisa.

—Eres hermosa, Akko —halagó, captando la atención de la mencionada.

—Gracias.

—Apuesto que ya has conseguido a alguien.

Akko negó la cabeza y sonrió sutilmente mientras guardaba los libros en la maleta.

—¿Estás segura? He escuchado los rumores.

«¿Rumores?», pensó confundida.

—¿Qué rumores?

Holbrook se rio y caminó hacia el sofá para tomar asiento. Estar mucho tiempo de pies la dejaba exhausta en poco tiempo.

—La hija de Johan Pittman Kagari, ha estado con la mente en las nubes. Cuéntame, ¿Cómo es él?

Akko no sabía que decir, y no quería quedarse hablando con la Sra. de la biblioteca por razones obvias. Ella deseaba ir al bosque lo antes posible, sin embargo, tenía curiosidad de algo.

—¿Cómo las personas se dieron cuenta?

Holbrook nuevamente sonrió.

—Todo empezó... por ese hermoso collar que siempre llevas contigo.

.

.

Estaba nerviosa y se sentía un poco mal por haberle mentido a la Sra. Holbrook. Ella le había preguntado sobre lo que le había dicho hace muchos años atrás, cuando apenas era una niña. Akko recordaba haberle contado de su descubrimiento, pero luego... lo negó y mintió diciéndole que había sido un simple sueño.

La Sra. Holbrook le consultó si aún creía en la magia. Akko le respondió con una respuesta positiva. "Aún estás a tiempo para encontrarlo", fueron sus palabras. "No pierdas la esperanza."

«Si tan sólo supiera...» Si tan sólo la Sra. Holbrook estuviera enterada que su primer amor era una criatura mágica que, literalmente, vivía en otro mundo, pero no en uno cualquiera. El mundo, era el bosque del que muchas personas hablaban en tiempos pasados. Ella lo había encontrado, sin embargo prefería mantener ese hallazgo en secreto. No quería que la guardiana desconfiara de su persona e intentara... borrarle la mente o algo.

Akko la amaba y no deseaba perderla.

Al encontrarse dentro del bosque y cerca del hogar de la cuidadora, sonrió con alegría al encontrarla en la misma roca tocando tranquilamente su instrumento. «Es hermosa...», pensó soltando un leve suspiro. Cada vez que la veía no podía evitar pensar en lo bella y asombrosa que era.

Ella poseía magia; poseía un poder inigualable. Akko no la quería por eso; estaba segura que sus sentimientos eran todo, menos de interés. Le encantaba la magia y lo demostraba cada vez que podía. En ese día esperaba dar un paso más con la guardiana. El libro romántico que había traído le ayudaría; o eso esperaba.

Con una edad de veintitrés años, aprendió muchas cosas en el transcurso. Su padre aún la educaba con lo que conocía y le daba consejos cuando llegaba a tener problemas mínimos. Las personas que la rodeaban: Mary, Barbara, Andrew, Frank, Sucy, Constanze, la Sra. Holbrook, Finnelan, Piscis, Chariot, Croix y las nuevas que aparecían con ganas de empezar una bonita amistad, les habían enseñado muchas cosas.

Desde que Andrew abandonó el pueblo y empezó a trabajar en otro lugar, Mary, se había convertido en su mejor amiga de apoyo. Podía contar con ella en cualquiera cosa. Aparte era la única, e incluyendo Chariot, que sabía de su "persona favorita".

—Te gusta mucho tocar —dijo e intentó no morderse el labio inferior.

Diana causaba que sintiera esas peculiares mariposas o cosquilleo en su vientre y corazón. En verdad la tenía... muy cautivada.

—La composición que he hecho ayuda a las criaturas a mantener la paz.

«¿Por eso toca?», se preguntó curiosa.

—He traído algunos libros. Quiero saber tu opinión de ellos.

Diana miró las acciones de Akko, volvió a tocar tierra y tomó asiento cuando ella lo hizo. Lentamente agarró uno de los libros observando la portada y leyendo el título. «Fuentes del más allá». Desde el inicio no le pareció interesante, pero era posible que, para la castaña sí lo fuera.

Pasó las páginas con rapidez y leyó cada palabra. Al terminar lo dejó a un lado y miró a la persona frente a ella.

—¿Qué te crea interés de este libro?

—No lo he leído aún.

Diana asintió sutilmente y bajó la mirada recordando la historia leída, para después subirla y mirarla otra vez.

—¿Qué te causa miedo?

—¿Miedo? —repitió confusa—. Bueno... ¿Las arañas?

La guardiana levantó una ceja. «Entonces, no conocerá ese lugar». Había uno donde habitaban pequeñas criaturitas que tenían una apariencia similar.

—¿Hay algo más?

—No volver a ver el bosque nunca más. —Akko exhaló suavemente y jugó con sus dedos—. Tengo miedo de que desaparezcas. El bosque tiene un daño, como me lo comentaste antes. No sabes cómo remediarlo y tampoco me has dicho mucho sobre eso.

—¿Por qué tienes miedo de que deje de existir?

La castaña la miró con leve sorpresa y ocultó el pequeño dolor que le causó la última palabra. «Dejar de existir...»

—Eres impresionante, Diana. No es justo que, por un error humano, algo tan bello desaparezca.

—¿No te parece justo?

—Exacto, pero no quiero pensar en lo que sucedió en el pasado. Debe haber algo más que se pueda hacer.

—En tu mundo, para ver el futuro es necesario volver al pasado.

—¿Y cómo lograríamos hacer eso? —le consultó extrañada.

—Con hechos.

«Oh... Tiene sentido».

—¿Has pensado en la oportunidad que te estoy otorgando?

«Esa oportunidad...»

—Sí. ¿Cómo harías que regrese? Quiero decir: ¿Cuál sería el procedimiento?

—Puedo asegurarte que no sentirás dolor.

«Espera. ¿Dolor?» En su rostro se demostró un poco de temor. Diana lo notó.

—Debo acceder a tus recuerdos.

—Pero... nunca la vi. Mi padre dice que sólo estuve en sus brazos.

—Es más que suficiente para encontrar su alma y hacerla volver por unos pocos minutos.

«Hacerla volver...» En verdad la guardiana tenía intenciones de traer a su madre de regreso, pero... «Espera un momento».

—¿Puedes hacer que una persona, humana en este caso, vuelva completamente a la vida?

Diana la miró fijamente y guardó silencio. Akko suspiró resignada. «No responderá».

—Bien —continuó—. Aceptó la oportunidad. ¿Ella sabrá de mí?

—No estoy segura, pero es posible.

—¿Y recordará a mi padre? ¿A mis hermanas?

La guardiana se puso de pies y le extendió la mano. Akko contuvo su emoción por sentir nuevamente el contacto frio y ajeno. Sin dudar la tomó y se levantó del suelo. Seguidamente, Diana, juntó sus manos detrás de la espalda.

—Tus preguntas serán respondidas una vez que la veas. Debo avisarte que no tendrás mucho tiempo.

—¿Cuánto aproximadamente?

—Diez minutos.

«Es muy poco... Tengo mucho que decirle; mucho que contarle». Y era cierto. Después de tener aquella corta conversación con su padre con respecto a ese tema, deseaba poder que conociera casi todo lo que había pasado.

—Diana.

La mencionada giró a verla.

—Gracias... —susurró y le sonrió dulcemente.

Diana asintió, y antes de dar un paso para dirigirse al lugar donde se llevaría a cabo el hechizo, sus pies se debilitaron y sus ojos se cerraron, cayendo inconscientemente al suelo.

Otra vez... estaba sucediendo.

—¿Diana? —llamó preocupada y su pecho empezó a picarle—. ¡Diana! —volvió a llamar posicionándose a un lado.

Con delicadeza le dio la vuelta y observó su rostro sereno. Su corazón latió con prisa y su nerviosismo se hizo presente. De repente escuchó un estallido lejano, pero no le dio mucha importancia. Su atención se encontraba en la persona que yacía inconsciente en el suelo, o eso pensaba.

Lentamente y temerosamente, acercó su mano al pecho ajeno con esperanza de sentir las palpitaciones de su corazón. Sin embargo... al no percibir ninguno se quedó inmóvil. «¿Está... muerta?» Diana no daba ninguna señal positiva.

Otro estallido provocó que mirara esta vez de donde provino. Un lugar estaba siendo destruido. Lo que significaba que, otro de los hermosos sitios se encontraba falleciendo e infectando o asesinando a las criaturas de ese habitad.

Cuando volteó a ver a la guardiana nuevamente, ésta había reaccionado al instante y empezó a toser una gran cantidad de sangre. Akko la ayudó a sentarse para que no se ahogara y la miró con preocupación.

Pocos segundos después, Diana, estaba de nuevo en un buen estado. Su magia empezaba a cosquillear en sus dedos.

—Abandona el bosque —dijo apartándose.

—¿Qué?

—¡Ahora, Atsuko! —exclamó, para luego desaparecer con rapidez.

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Fin del Cap. 38 (Mi mayor miedo)

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